sábado, 21 de septiembre de 2013

Relaciones recicladas (Inicio)

José presionó las fosas nasales sobre el dorso de su mano e intentó permanecer un momento frente al cerro de bolsas negras. Un flujo de olores dulzones y sulfurosos agrietaban la respiración y templaban lágrimas. Por momentos le llegaron imágenes de aquella noticia: “Suecia compra basura a Noruega para solventar su deficit energético”. Siempre había deseado hacer realidad aquella frase que había escuchado en la escuela y después poquísimas veces “La basura es un tesoro”. Cada vez que hablaba con sus padres o amigos sobre la posibilidad de montar una empresa que transformara la basura, terminaba con las manos en la cabeza, huía hacia el último rincón del patio, junto a la mata más olvidada, sus hojas apenas dibujaban verdes cenizos, pero sus guayabas relucían de apetitosos anaranjados. Sólo cuando llegaba Pericles tenía algo de espacio para explicar sus inquietudes. Mucho tiempo después, en medio de la cotidianidad de su rutina laboral, Pericles se acribillaba a preguntas acerca de la toxicidad de los desechos que generaba el laboratorio y la actividad petrolera en el medio ambiente. Había conciencia de los riesgos y los daños ocasionados al manejar indebidamente los desechos tóxicos. La historia mostraba un mapa cronológico de muchas diligencias, todas inconclusas, todas con la marca de la deuda ambiental. Su curiosidad y obstinación por algún día desarrollar una empresa de disposición final para desechos tóxicos, lo hacía escuchar con pasión a José con la misma atención que prestaba a cualquier posibilidad de establecer una relación afectiva con una mujer. Tenía muchas incógnitas sin resolver desde los días de sus primeras conversaciones con José, y seguía tropezando en la manera como terminaban sus contactos con las mujeres. Todo eso está bien. Has avanzado mucho desde aquellos primeros tres recipientes que pusiste a la salida del patio de la escuela. Papel. Plástico. Comida. Aunque las maestras te apoyaron, sólo fue algo circunstancial, mientras duró el impulso de la novedad. Luego hubiste de enfrentarte con los rostros amarrados y amargos de quienes te veían como un policía. Dura labor. Ahora en las escuelas, liceos, universidades, plazas, etc donde vas tienes hasta 7 recipientes. Papel. Plástico. Metal. Madera. Vidrio. Alimentos. Orgánicos. De verdad me sorprendiste con este último donde tienes compartimientos para restos animales o aceite automotriz quemado o hasta restos de neumáticos. Has avanzado mucho José, sin embargo siento que si hubieses ido a la universidad, tendrías más recursos de todo tipo para sacar adelante esta empresa. José lo miraba y trataba de enfocarse en la mirada de Pericles. Sé todo el esfuerzo que te llevó poner y volver a poner tus recipientes hasta en el patio de tu propia casa. Tu mamá te llamaba la atención sobre la inutilidad de aquellos pipotes. Si no hay una estructura a gran escala que le de sentido a esa clasificación, nunca se le va a ver la gracia a esto José, lo que haces es complicarme el espacio. Has sido un ejemplo que siempre recuerdo en mis vicisitudes laborales. Cada vez que veo un depósito de desechos abandonado, o que la disposición de algo tan normal dentro del día a día del laboratorio como los desechos tóxicos permanezca en un plano casi invisible, o que se produce un derrame. Entiendo con toda claridad porque es tan importante lo que haces y porque me empeño en hacer un estudio de factibilidad, así sea en mis sueños, de lo que pudiera necesitarse para desarrollar una empresa de manejo y disposición de desechos tóxicos. Aquella mañana, mientras tumbábamos las guayabas, algo me decía que aquella terquedad tuya con lo de la basura, con la clasificación, tenía sentido, a lo mejor en ese momento no lo sabía, pero el sólo hecho de ver despejado el patio de hojas, me decía que tenías un gran proyecto entre manos. De pronto se veía frente al vertedero de basura de Las Mayas, cada vez que subía o bajaba por Tazón, aquella brisa primaveral cortaba su pituitaria. José sabía que hay alternativas para tratar la basura antes que llegue a esos extremos de descomposición. Varias veces se sorprendió leyendo hasta altas horas de la noche los libros de biología o ecología que le prestaban sus maestros. Seguro que te va a dar tiempo leer todo eso. ¡Mira que eres lento leyendo! Maruja se paraba dos y tres veces después de medianoche. ¡Muchacho, mira que mañana tienes examen! ¿Por qué esa obsesión con la basura? Tú sólo no vas a poder con ese monstruo de negligencia estatal. Nunca tienen tiempo para eso. Deberías ocuparte más bien de tu rendimiento en la escuela, la maestra me llamó hace dos días para repetirme que eres muy lento en lectura. Tienes que mejorar eso José. Ver las lenguas anaranjadas lamer los cincuenta metros de distancia hasta casi tocar la puerta del depósito hizo pasar una película de terror por las retinas de Pericles. Meses y años tratando de gestionar ante el ministerio correspondiente el permiso para manejar y gestionar la disposición final de desechos tóxicos parecían arder ante la impotencia de tener hacinados en un recinto de 4x1 metros, sustancias tan volátiles como distintos derivados de hidrocarburos, reactivos químicos y cantidades de vidrio y plástico. Varias veces le provocó sentarse a plasmar un proyecto para crear una empresa de tratamiento y disposición final de desechos tóxicos. Cada uno de los teléfonos que marcaba o sonaban ocupados o respondían que habían dejado de trabajar en ese campo. La mata de almendrón soltaba hojas marrones. Pericles miraba el banco de la plaza y fundía sus pensamientos con las manos estrujando las rodillas de los pantalones. ¿Por qué tan nervioso Pericles? El mundo todavía no se va a acabar, todavía los seres humanos tenemos tiempo de rectificar. José apretaba las manos en la hebilla del cinturón. Aún restallaban en sus tímpanos la última discusión con Olga. ¿Por qué siempre debía cargar con toda la responsabilidad de sus actos y cuando ella se equivocaba eludía la responsabilidad? Ahora debía lidiar con el taquititaqui por haberle dado la razón al mesonero del restaurant cuando ella pretendía colocar un paquete muy grande en una silla de la mesa. ¡Siempre le das la razón a todo el mundo! Pericles bajó la mirada y sintió varios hierros cayendo desde la clavícula hasta el hígado. Por un momento quiso responder, el torrente de ácido sulfúrico era tan caudaloso que prefirió escuchar toda la rabia. ¿No piensas decir nada? ¡Eso es todo, ahora te encierras! Pareces un niño. El sacudón templó sus pómulos. Mira chico, contesta. Por lo menos dime de tus proyectos con los desechos químicos. José por momentos se iba hasta aquellos momentos oscuros cuando la maestra le informó que leyendo tan lento sería muy difícil que aprobara sexto grado. Maruja pasó toda la mañana siguiente discutiendo con la maestra sobre las capacidades de su hijo. Terminaron en el consultorio de un neurólogo. Hizo que José leyera una revista. Luego le solicitó escribir su nombre en un papel. Apretó los labios y dio una palmada en el hombro de José. Señora su hijo padece una enfermedad un tanto desconocida, dislexia. ¿De que habla doctor? Es una condición que dificulta la capacidad de la persona para aprender a leer con fluidez, además de cierta discapacidad para entender planteamientos, sin embargo la persona posee una inteligencia normal. Maruja se llevó las manos a los ojos y casi se resbala de la silla. Tranquila mamá, yo puedo salir de esto. Te prometo que voy a poner lo mejor de mí para salir adelante.