jueves, 3 de noviembre de 2016

Marineros liberados relatan años de tortura a manos de piratas somalíes,

Jeffrey Gettleman. The New York Times. 24-10-2016. Nairobi.- La tripulación del Naham 3, un barco pesquero, nunca olvidará el día de 2012 cuando desaparecieron. En las primeras horas de la mañana del 26 de marzo, en algun lugar de las aguas azul marino del océano Índico occidental cerca de las islas Seychelles, un bote pequeño emergió de la bruma. Se encimó sobre el Naham en una lluvia de disparos. “¡Son los piratas! ¡Son los piratas!” gritó el capitán. Lo que siguió fueron cuatro años y medio de cautiverio, durante los cuales los miembros de la tripulación fueron golpeados con palos de bambú, comieron ratas para sobrevivir y fueron llevados a punta de pistola en un paso del desierto somalí por una banda de piratas quienes estaban convencidos de que iban a hacer muchos millones de dólares. Todo terminó este fin de semana. Los piratas finalmente cedieron, al aceptar una cantidad menor para liberar a los 26 miembros sobrevivientes de la tripulación del Naham 3 después de uno de los secuestros piratas más largos jamás realizado. El lunes, los miembros de la tripulación se reunieron en un hotel para hacer un recuento de su odisea. Usaban ropas donadas y mostraban sonrisas relajadas, parecían más un equipo deportivo en camisas polo azul. Los marineros recorrieron varios países asiáticos, incluyendo Filipinas, Vietnam, China y Camboya. “Algunos de los hombres de mi tripulación decían, ‘Nunca volveremos a casa. Moriremos aquí’”, dijo Antonio A. Libres Jr., uno de los antiguos rehenes. “Pero yo nunca me di por vencido”. Mr. Libres, un marinero filipino, parecía casi confundido acerca de cómo sus captores podían ser tan desalmados. “Los piratas son peores que los animales”, dijo él. “No puedes entender a esa gente”. El problema de la piratería en Somalia ha disminuido en comparación a hace cinco años, cuando cantidades de barcos eran secuestrados y los piratas esperaban que los millones cayeran del cielo. (Esa era la forma preferida de cobrar los secuestros, envolviendo pacas de billetes en plástico y lanzándolos desde aeroplanos en paracaídas). Las compañías navieras eventualmente aprendieron la lección y emplearon guardias armados para disparar a los barcos piratas. La seguridad agregada, junto al incremento de las patrullas marinas en la navegación occidental, aplacó el frenesí pirata. De acuerdo al programa antipiratería de la Unión Europea, no hubo ataques de piratas somalíes contra embarcaciones comerciales en 2015 y no se ha registrado ninguno este año, hubo 176 ataques en 2011. Aun, docenas de marineros permanecían en cautiverio desde ataques anteriores. Los negociadores habían trabajado por años para liberar la tripulación del Naham 3, una embarcación de bandera omaní secuestrada mientras pescaba atún cerca de las Seychelles. “Los piratas fueron maleducados, obstruccionistas, desmotivados y surrealistas”, dijo Leslie Edwards, el negociador líder para la liberación de los marineros. “Ellos seleccionaron pescadores pobres de países pobres de familias pobres. Soñaban con grandes cantidades de dinero que nunca iban a conseguir”. Al final, los negociadores trabajaron con grupos de personas mayores en Somalia para persuadir a los piratas de aceptar una cantidad de dinero relativamente menor para cubrir los costos de mantener a los cautivos por 1.672 días. Los negociadores no revelaron la cantidad, aunque dijeron que fue “nada” comparada con lo que los piratas pedían originalmente. Un bufete británico ayudó a recaudar el dinero, y la misión de rescate fue coordinada por Oceans Beyond Piracy, un proyecto desarrollado por una organización estadounidense sin fines de lucro. Los marineros dijeron que a menudo sobrevivían con un litro de agua diario en el desierto somalí donde las temperaturas normalmente están por encima de los 100 ºF. Tenían tan poca comida que se vieron forzados a capturar ratas, pájaros y gatos salvajes para comer. La peor parte, dijeron ellos, fue ver morir a tres compañeros, dos por enfermedad, otro muerto a tiros. “Aún si le digo las peores palabras del mundo, esas no son suficientes para ellos”, dijo de sus captores Arnel Balbero, otro marinero filipino. Pero dijo que no valía la pena seguir furioso por eso. “¿Qué vas a hacer?” dijo él- “Lo más importante es empezar de nuevo”. Ese inicio, dijo él, será en tierra firme. Le ha prometido a su familia que nunca regresará al mar. Traducción: Alfonso L. Tusa C.