lunes, 28 de septiembre de 2015

Cuaderno de escritor en lápida

Alice Feiring. The New York Times. 23-09-2015. Por siempre el bromista, mi padre falleció a los 79 años el Yom Kippur de 2003, lo cual llevó a mi madre a comentar: “Este es el día del santo, ¿como lo dejaron entrar?” Vicioso o no, papá fue muy querido por sus hermanos, sobrinas y sobrinos. Sin embargo, mi hermano Andrew y yo, teníamos una narrativa diferente. Para nosotros, nuestro padre era un abogado frustrado, un enamoradizo sádico, para nada un modelo a seguir. Cuando llegó el momento de poner la lápida, lo cual de acuerdo a la costumbre judía ocurre un año después de la muerte, nosotros nos dilatamos. Por un largo tiempo La hermana de papá perdió la paciencia con nosotros. Una noche invernal seis años después de la muerte de mi padre, ella me gritó por teléfono. Yo podía imaginar su dedo moviéndose en el aire mientras me amenazaba, “Lo haremos nosotros develaremos la lápida y no les avisaremos. ¡Llévense su resentimiento por su padre a la tumba!” Solo al mirar hacia atrás ahora puedo ver la rigidez de nuestra resistencia. Yo debí haber sido condescendiente, después de todo, ella amaba a su hermano menor como yo lo hacía con mi hermano mayor. Mi primera palabra no fue mami o papi, fue Ahdew”. Mi primera memoria fue Andrew tomándome de mi cuna. Punteábamos nuestras guitarras juntos, cantando “I Ain’t Marchin’ Anymore”. Registrábamos el bolsillo de la ropa interior de nuestro padre buscando pistas de con quien andaba saliendo papá y cuando se iría de casa. Cuando yo, una adolescente deprimida, pedía colas para huir, iba directo al dormitorio de Andrew. Cuando estaba en problemas, él me contactaba en sueños. Como la vez que él estaba a miles de millas de distancia, mientras me quedaba dormida, su voz me despertó. “Estoy asustado”, dijo él. Mi madre pensaba que yo estaba loca, pero resultó que él estaba en un hospital de Manila con una severa y misteriosa inflamación. Andrew se casó con su novia de la universidad, vive en Milwaukee, tiene una familia, se hizo cardiólogo. Yo tuve a un romance, aun no estoy casada, renté un apartamento en Lower East Side y critico vinos. Todo ese tiempo él siguió siendo no solo mi hermano, sino mi mejor amigo y el padre que él mío debió haber sido. Nuestra tía estaba equivocada acercad de nuestra demora con la piedra de papá. Eso no fue motivado por el resentimiento. Teníamos un cuaderno de escritor. Hablábamos apasionadamente de eso, nos conectábamos con la tarea. Pero no podíamos resolver el rompecabezas de las palabras apropiadas. ¿Cómo podíamos creer en nuestros sentimientos, y memorizar el amor que él inspiraba? No estábamos siendo exagerados; para nosotros la piedra era muy pesada. Mamá sugirió “I Did It My Way”, la canción que papa silbaba cuando la dejó en 1972. Andrew y yo pensamos en la simplicidad poética de dar a sus hermanos y los hijos de estos espacio principal, “Querido Hermano y Tio Phil”, omitiéndonos, funcionaría. La piedra había sido pagada hacia tiempo y nosotros estábamos retrasados y quedándonos sin excusas ni ideas. Varias veces al año, Andrew venía solo en visitas a Nueva York. Cuando mi tía dejó misteriosamente de molestarnos acerca del monumento, decidimos que el próximo viaje de Andrew al este visitaríamos el cementerio para ver si ella había cumplido su amenaza. Era un domingo silencioso de agosto cuando mi madre, quien debió haber sido taxista en vez de la joyera más experta remanente en Bowery, manejó desde su casa en Long Beach para buscarme. Buscamos a Andrew en La Guardia y enfilamos hacia los cementerios de Pinelawn. En la vía nos pusimos al día de nuestras rutinas: mis próximos viajes a los viñedos del Loira, la última invención de Andrew en técnicas de angioplastia, mamá quejándose del precio de una piedra preciosa. “Esto es un laberinto”, observó Andrew mientras mamá navegaba a través del Monte Ararat para encontrar el mausoleo de la familia de mi padre. La dejamos avanzar hojeando su antígua agenda de bolsillo rosada. Al lado de nuestros abuelos paternos, estaba una roca, conectada al suelo, que mostraba el nombre Philip T. Feiring. La T,. que a nuestro padre le gustaba hablar como la inicial que había adoptado después de la escuela de leyes, no era por Thomas, sino por tuchas. Miré sobre Andrew. Uno junto al otro, miramos hacia abajo y vimos Amado Hermano, Tío, Padre, Abuelo. Nuestra tía lo había hecho a su manera. Sinceramente, estábamos más aliviados que molestos. Nos metimos en el aire acondicionado del carro y fuimos a Cedarhurst para la merienda de sushi kosher. Un año después Andrew, quién se suponía estaba en un avión rumbo a Nueva York para una de sus visitas, me llamó. “¿Ya estás aquí?” le pregunté, confundida, mirando el reloj. “No, estoy en el hospital”, dijo él, y supe inmediatamente que él no estaba en su trabajo. “Cáncer de páncreas. Me van a instalar una bomba de quimioterapia”. “¡Pero no tenemos cáncer en nuestra familia!” Insistí. Tenía que calmarme. Sabía que él lo necesitaba. La última vez que vino, tenía esa nausea de la que se quejaba. También estaba ese cheque que me dejó, imponente e intocable, debajo de la taza de café en mi cocina. Era un acto sentimental sin precedentes y concreto de aprobar el camino poco convencional y pobremente compensado que yo había tomado. Él debió haber sentido que sus síntomas se acentuaban. Me atormenté, ¿Por qué no lo había intuído? “¿Cuándo te diste cuenta?” Yo estaba afectada. Esa semana, él había llamado al departamento de radiología en el hospital donde trabajaba. “Vengo a buscar unas imágenes”, les dijo. Sabía exactamente lo que estaba buscando y pronto fue confirmado. “Es malo cuando el radiólogo rompe en lágrimas”, me dijo él. Teníamos un trabajo pendiente, hacer una estrategia para decirle a nuestra madre que ella sobreviviría a su hijo. Entonces me puse una almohada en la boca para que los vecinos no oyeran mi profundo dolor. Quienes sobreviviríamos empezamos a preocuparnos. Mi madre y yo viajábamos tan a menudo como podíamos. Llevé gorras de casimir para mantener la cabeza de él cálida, y vinos para aliviar su paladar, para mostrarle porqué el mundo del vino me había cautivado. Él y yo hablábamos diariamente, aceptando a duras penas que no tendríamos tiempo para hacerlo a una edad más avanzada. Un año después de su diagnóstico, mi cuñada nos pidió que fuésemos el día siguiente. Teníamos menos de 24 horas para compartir con él. Estaba en cama con la indumentaria médica azul que usaba como pijamas, apretando su almohada, en una niebla de morfina. Yo sentía que podía leer su inquietud, queriendo que se acabara todo y queriendo aferrarse a la vida a la vez. Mi madre, una mujer muy religiosa, decía que creía en milagros. No discutí esta vez. Solo dije, “Entra y despídete, y dile que lo amas”. “Él sabe que lo amo”, dijo ella. Me paré en la puerta, agradecida cuando dijo las palabras. Regresamos la próxima semana a Milwaukee donde él fue enterrado. Era un día lluvioso, tormentoso y enlodado. Él tenía 62 años. Un año después, nadie podía enfrentarse al develado de la lápida, donde normalmente nos reuniríamos a un lado de la tumba para hacer el levantamiento ceremonial de la manta que cubría la piedra, y después comer los tradicionales panes con salmón ahumado. En lugar de eso, en el aniversario de la muerte de Andrew, mi cuñada me envió unas fotos digitalizadas del monumento. En claro contraste a manera en que Andrew y yo manejamos la de nuestro padre, la lápida de ella fluyó de manera rápida. Las palabras grabadas en el granito eran implacables y borrosas. Andrew Jonathan Feiring, amado esposo y padre. Eso me rebanó de una manera que no había imaginado. No había ninguna ley judía que requiriese la mención de una hermana o una madre superviviente, aunque por costumbre las menciones incluyen a todos aquellos dejados al partir. Pero como todas las tradiciones relacionadas con la muerte, ellas solo importan a los vivos. ¿Los muertos? No tanto. Andrew se habría reido y habría intentado de burlarse de mí “¿Para qué necesitas esa afirmación”, habría dicho él. “Eso no importa. De verdad”. Mi hermano dejaba notas, y no solo bajo las tazas de café. Como una chica tonta buscando una señal del muerto, mis ojos viajaron sobre mi escritorio hasta los libros de investigación de vinos y los de Philip Roth hasta una artesanía local tchotchke que Andrew me había enviado hacía tiempo, cuando estaba en la escuela de medicina en Filipinas. Era un hombre desnudo usando un cascarón de madera removible. A través de los años yo siempre había colocado la figura, como algún tótem, cerca de mi espacio de trabajo, desde Selectric hasta McIntosh. No había quitado el barril del hombre de juguete en años, ahora lo deslicé. Todos sus apéndices vibraron. Pegada a su torso estaba una nota que mi hermano había escrito, el contenido de la cual yo había olvidado. Pero ahí en la ahora desteñida tinta índigo decía, “Alice, mantente ahí. Te ama, Andy”. Alice Feiring, una escritora de vinos, publica cartas noticiosas de vino natural y orgánico, The Feiring Lin Traducción: Alfonso L. Tusa C.

lunes, 21 de septiembre de 2015

El sol no brillará nunca más por The Walker Brothers

Esta canción fue escrita por los prolíficos compositores Bob Crewe y Bob Gaudio y producida por Crewe. El par escribió muchos de los éxitos de Las Cuatro Estaciones (Gaudio era miembro del grupo), y compuso esta para el cantante líder Frankie Valli como solista. La versión de Valli fue lanzada en 1965 y apenas logró un poco auspicioso lugar 128 en las listas de canciones más escuchadas, a pesar del éxito fenomenal de Las Cuatro Estaciones. El próximo año, The Walker Brothers grabaron la canción usando un arreglo que se parecía mucho a la técnica de Phil Spector en “Wall of Sound”. Esta versión fue un gran éxito, llegó al primer lugar en el Reino Unido y al puesto 13 en Norteamérica. Esta es una canción acerca del sentimiento de desesperanza que aparece con la pérdida de un amor. En nuestra entrevista con Bob Gaudio, el explicó: “Recuerdo que era un día lluvioso, Bob Crewe y yo estábamos en su oficina, la cual estaba en el edificio de Atlantic Records en el area del Lincoln Center de Nueva York, y la pieza empezó a salir de manera espontanea. Era un día nublado y ambos estábamos algo deprimidos. Y parimos esta canción”. Cher grabó esta canción, la estrenó como sencillo en 1995 y la incluyó en su álbum de 1996, It’s a Man’s World. Su versión alcanzó el puesto 26 en el Reino Unido y fue utilizada en el episodio “The Post-Modern Prometheus” de The X-Files en 1997, el cual termina con los principales personajes asistiendo a un concierto de Cher. En el Reino Unido esta es recordada como una canción de muerte, supuestamente debido a un incidente a mediados de los años ’60 relacionado con Ronnie Kray. La historia dice que el legendario pandillero de Londres, armado con un Mauser 9mm, entró a la taberna Blind Beggar del East End de Londres para dispararle y matar al pandillero rival George Cornell. Esta canción sonaba en la rockola para ese momento y una bala perdida incidió en la máquina, el disco se quedó pegado en la línea “The sun ain’t gonna shine, anymore, anymore, anymore…” mientras Cornell yacía muerto a pocos metros. Entre otros artistas quienes han grabado esta canción se encuentran Neil Diamond, the Ides of March, Jay & the Americans, The Lettermen, Fuzzy Bunnies y el dueto Nielsen/Pearson, cuya versión llegó al puesto 56 de Estados Unidos en 1981. En 2004, el grupo británico Keane grabó la canción y la hizo disponible para descargar desde la página web de The War Child Foundation, una caridad que provee ayuda para los niños en areas afectadas por conflictos militares. (Gracias, Mike- Santa barbara, CA) Traducción: Alfonso L. Tusa C.

19 detalles que probablemente desconocías de Beethoven.

Gili Malinsky. Music History. Ludwig van Beethoven nació en diciembre de 1770 en Bonn, sus padres eran Johann y María, quienes estaban excitados y asustados acerca del futuro de su nuevo hijo. Terco y autosuficiente, dramático hasta con el cariño de sus amigos, Beethoven se convertiría en un pianista virtuoso y compositor de docenas de sinfonías, conciertos para piano, sonatas de piano, y cuartetos de cuerdas. Luego de ejecutar brillantemente en la mayor parte de su juventud y hasta principios de la década de sus treinta años, el músico perdería gradualmente su audición y luego solo se enfocaba en componer a solas. Aún luego de perder su más preciado sentido, Beethoven crearía algunos de los trabajos más impresionantes de todos los tiempos. El libro de Jan Swafford, Beethoven: Angustia y Triunfo, recorre la vida del maestro musical, dibuja el retrato de un personaje que amaba y odiaba ferozmente, de una Europa asediada por revolución e ideas, y de una Viena que alojaba algunos de los grandes íconos de la historia (Mozart y Haydn competirían con Beethoven). Debajo hay una lista de eventos que podrías desconocer de este querido artista. 1. Beethoven fue en realidad el tercer Ludwig van Beethoven de su familia. El primero fue su abuelo, un notable músico de Bonn, y el segundo fue el hermano mayor de Beethoven, quién falleció seis días después de su nacimiento. 2. El padre de Beethoven notó desde temprano la inclinación del muchacho por la música. Él se fijó como meta crear un prodigio como Mozart hacía unos años, y Johann abrumaba con música a Ludwig, lo forzaba a practicar día y noche para alcanzar el nivel de genio. Los vecinos de Beethoven recordaban al pequeño muchacho parado sobre un banco para alcanzar las teclas, llorando, con su padre vigilándolo. 3. Al abandonar la escuela a los 11 años para ayudar con los ingresos familiares, Beethoven nunca aprendió a multiplicar o dividir. Hasta su último día si él tenía que multiplicar, digamos, 60 x 52, escribía 60 cincuenta y dos veces y sumaba. 4. Entre sus amigos, Beethoven era un cadete espacial notorio. Una vez, mientras hablaba con una amiga de la familia, Cacilie, ella notó que él estaba en las nebulosas. Cuando ella demandó una respuesta a lo que había dicho, su respuesta fue, “Estaba tan concentrado con ese pensamiento tan profundo y maravilloso, que no podía permitir ser molestado”. 5. En su primera visita a Viena, el diecisieteañero Beethoven estaba programado para ejecutar para Mozart. Este último generalmente no se impresionaba con otros músicos, al haber estado tan adelantado respecto a sus pares en talento y logros. Nadie sabe en realidad que ocurrió en esa reunión, pero el mito dice que Mozart salió del recinto diciendo, “Mantengan sus ojos en él, algún día él dará al mundo algo de que hablar”. 6. Beethoven era conocido por sus improvisaciones (antes de perder el oído). Un contemporáneo de él, el compositor Johan Baptist Cramer, le dijo a sus estudiantes que si no habían oído improvisar a Beethoven, no habían oído a la improvisación. 7. Luego de mudarse a Viena cuando tenía poco más de 20 años, Beethoven tomó clases con Joseph Haydn, el padre de la sinfonía. Como fue el hábito de Beethoven con los profesores, los dos a menudo se frustraban y no se llevaban muy bien. 8. Cuando Beethoven tenía varios años componiendo, empezó a hacer del piano algo propio de sí. Mientras sus predecesores habían compuesto para el harpsicordio, Beethoven decidió que enfocaría sus esfuerzos en el instrumento para el cual nadie había escrito todavía un trabajo comprensivo. 9. Beethoven tenía suerte variada con las mujeres. Algunas lo admiraban por su genio, mientras otras lo encontraban repulsivo. Una mujer que él cortejaba una vez, lo llamó “feo y medio loco”. 10. Beethoven fue un muchacho enfermo hasta el día de su muerte. A lo largo de su vida sufriría de sordera, colitis, reumatismo, fiebre reumática, tifo, desordenes en la piel, abcesos, una variedad de infecciones, oftalmia, degeneración inflamatoria de las arterias, ictericia, hepatitis crónica, y cirrosis hepática. 11. Aunque él atribuía el comienzo de su sordera a una instancia en la cual se había caído involuntariamente, el origen probablemente habría sido una enfermedad que había sufrido en la niñez, como tifo, viruela, etc. Empezó a oir zumbidos constantes a la edad de 27 años. 12. La Sonata Luz de Luna fue un éxito desde el comienzo, dedicada a la alumna y objeto de interés sentimental de Beethoven, Julie Guicciardi. 13. Beethoven odiaba dar lecciones de piano a menos que fuesen estudiantes excepcionalmente talentosos o mujeres jóvenes atractivas de cualquier talento. 14. Él era instrumental al fijar el tono de las críticas a su trabajo en el principal periódico musical de la época, AMZ, le decía al editor que evitara los comentarios negativos si quería recibir copias del trabajo del músico. 15. Su sinfonía nro. 3, llamada Eroica, fue dedicada a Napoleón (antes que este decepcionara a Beethoven al autocoronarse monarca absoluto, en oposición a ser el símbolo de la revolución y una nueva era en Europa) y escrita en un tiempo cuando Beethoven consideraba mudarse a Paris. La mudanza nunca ocurrió, pero la sinfonía sería un trabajo artístico definitorio de la brillantez alemana. 16. Una de las principales inspiraciones de la afamada Novena Sinfonía de Beethoven fue el poema del poeta Friedrich Schiller “Ode to Joy”, al cual él había dicho que le iba a componer música desde joven. 17. A pesar de su aclamación, Beethoven siempre tuvo que trabajar duro para asegurarse una vida cómoda, para eso daba lecciones de piano, escribía trabajos solicitados por residentes vieneses ricos, publicaba su música. 18. Falleció durante una tormenta eléctrica a los 56 años, su amigo comparó la ocasión con las sinfonías del compositor “son estruendos que suenan como martillazos en los portales del destino”. 19. Miles se unieron a la procesión de su entierro. Su monumento decía, simplemente, “BEETHOVEN”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

¿Alguna vez tuviste una familia? Por Bill Clegg.

Kaui Hart Hemmings. The New York Times. 01-09-2015. La catástrofe y el infortunio son los amigos del novelista, artefactos dramáticos que proporcionan un argumento y dejan que los personajes demuestren su rango. Las tragedias perforan la vida, y el suspenso viene al tratar de ver como se llenan esos espacios. Esto es lo que no excita acerca de los libros que comienzan con una explosión de lamentos. El dolor es triste, sabemos eso, ¿pero ahora que? ¿Cómo responderán estos personajes particulares? ¿Qué más tienes para darnos? En su primera novela realizada con maestría, “¿Alguna vez tuviste una familia?, Bill Clegg nos entrega a June Reid, un pequeño pueblo de Connecticut y un incendio en la víspera de la boda de la hija de June que altera todo: El hogar de June, su novio, su ex esposo, su hija y el prometido de su hija. ¿Cómo podría alguien reaccionar ante tal pérdida? June responde desplazándose como zombie hacia el oeste a un motel cerca del mar en Moclips, Wash., donde ahora se esconde, raramente sale de su habitación. “Ella se irá”, escribe Clegg. “Subirá a su camioneta Subaru y recorrerá las intrincadas y llenas de huecos carreteras rurales hasta encontrar un autopista, que se extienda lejos hacia el oeste. Ella seguirá alejándose tanto como sea posible sin pasaporte, el que tenía ya no existe”. Este comienzo les entrega a los lectores una especie de mapa y manual, nos muestra como leer donde iremos y donde no. No lidiaremos con detectives, agentes de seguros o los asuntos prácticos de la muerte. No acompañaremos a June a un banco, o a una tienda de ropas o a la oficina de tránsito para reponer la licencia que perdió en el incendio. Sorpresivamente, tampoco nos aventuraremos en el terreno emocional, June no es ese tipo de persona en duelo: “Ella no ha llorado. No ese día, no en los funerales, ni después. Ha hablado poco, ha dicho unas poas palabras cuando lo ha necesitado, solo es capaz de agitar la cabeza y mueve la mano desde lejos ante los curiosos y preocupados como si espantara zancudos”. June es reticente, ausente, se mueve como si estuviera en una correa transportadora. Confieso que esto me sorprendió un poco. Basado en la promesa sostenida y quizás ingenua del editor de un libro que “muestra una respuesta profunda y personal, yo anticipaba más sentimiento, dolor en los personajes. No puedo imaginar no soltar ni una lágrima o hablar con alguien luego de perder tus seres queridos, especialmente un niño, pero el dolor está hecho de costumbres y es impredecible. No solo la dirección de la novela nos lleva lejos del sentido práctico y el inmediato corazón roto, sino que Clegg ha creado personajes que no son muy llevaderos. Ellos están llenos de secretos y traiciones que apenas han empezado a descubrir. Tienen pasados complicados, y son estos, mucho más que las preocupaciones inmediatas del presente o las cargas obvias del dolor, los que la novela está más interesada en explorar. Mientras June es indudablemente la protagonista, otros personajes proveen armonía al tono de su ritmo. El principal entre ellos es Lidia, la rechazada del pueblo y madre del novio de Lidia. En el desespero de Lidia al perder al hijo que finalmente empezaba a conocer, ella casi voluntariamente sucumbe en un fraude de lotería, su entorno desordenado salió a la luz mediante su confesión telefónica ante el perpetrador del fraude. La mayor parte de la novela es contada desde los puntos de vista de June y Lidia, lo cual permite ver como sus pasados informan de su futuro. Pero hay personajes periféricos que aparecen en capítulos alternados. Está un drogadicto de la escuela secundaria quién está comprometiendo a Lidia y está preocupado por el papel que pudo haber jugado en el incendio. Está la pareja que administra el motel en Moclips. Está el antíguo dueño del motel y amigo de los padres del novio. Están la florista, el tipo de la agencia de festejos y el padre del novio. Un hombre llamado George también aparece en varios capítulos, recordando el amorío que tuvo con Lidia hacía mucho tiempo mientras su esposa estaba muriendo. ¿Entendieron todo eso? Tuve que hojear el libro de nuevo para asegurarme que estaba recordando a todos estos personajes, porque algunos dicen su parlamento y desaparecen. Esto fue frustrante al principio, porque los interludios no necesariamente hacen avanzar la historia, pero agregan una hermosa capa de sonido. Lo que puede parecer superfluo al final termina siendo maravilloso y esencial. Edith, por ejemplo, la florista de la boda: Su monólogo suple un vívida mirada al pueblo, sus políticas y chismes, la división entre los locales y los que tienen una segunda casa allí para pasar los fines de semana. Ella reclama clandestinamente las margaritas que adornarían las mesas y las teje en los arreglos fúnebres. En una voz como de negocios, ella concluye: “Cuando algo como lo que pasó en la casa de June Reid esa mañana ocurre, te sientes como la persona más pequeña y débil del mundo. Nada de lo que hagas puede importar. Nada importa. Por eso es que cuando te derrumbas sobre algo que puedes hacer, lo haces. Por eso fue que lo hice”. Las viñetas proveen astutas resurrecciones, un mosaico de una comunidad y su conexión con la tragedia. Y conexión, la manera como se fusionan las personas y sus vidas, es el asunto principal de esta novela. Hay poca acción en el tiempo presente, y muy poco diálogo. En vez de eso Clegg nos presenta las memorias y recuentos de los personajes. Tenemos que movernos lentamente con ellos para ver como se conectarán las historias. June y Lidia son arqueólogas, estudian las decisiones de sus pasados, cada movimiento, cada secreto, cada lamento y sentimiento callado, para ver la ruta que lleva a sus ruinas. Especialmente June, quien siente que su descuido con su vieja estufa ocasionó el accidente, lo rumia a cada momento. “Ella desea poder regresar a la caminata frontal hace una hora”. Ella quiere deshacer cada acción, cada palabra. Lidia, mientras tanto, recuerda la traición a su hijo, Luke, las decisiones que ella tomó que le fallaron a él. Pero despues que June trajera a Luke de vuelta a la vida de Lidia, ella y su hijo estaban acercándose de nuevo, “moviéndose con cautela hacia los temas pesados. Estaban siendo cuidadosos el uno con el otro, se tomaban su tiempo. Llegaremos allí, le dijo Lidia a June una vez cuando ella había presionado sobre eso, pero ahora no hay apuro, tenemos el resto de nuestras vidas”. Ahí descansa el tranquilo dolor de corazón de esta novela. Es solo natural para estas personas, para cualquier persona, lamentar sus tropiezos y palabras calladas, solo mediante el accidente podrían develarse sus secretos, emerger lo mejor de ellos, sus vidas comienzan. Bill Clegg ha escrito poderosamente acerca de sus propios tropiezos en dos memorias, “Ninety Days” y “Portrait of an Addict as a Young Man”, convirtiendo en crónica su pasado como un agente literario quién perdió todo ante la adicción. Tal vez sus lamentos, sus decisiones y errores, fueron todos piedras en el camino para llegar a su vida actual como adicto recuperado con una carrera exitosa, quien tiene dos libros de no ficción en su haber y, ahora, esta reflexiva novela. Como dice un personaje en “¿Alguna vez tuviste una familia?”: “Es un alivio encontrar finalmente de donde dices ser”. Did You Ever Have a Family By Bill Clegg. 293 pp. Scout Press. $ 26. Kaui Hart Hemmings es autor de un libro de cuentos y tres novellas: “The Descendants”, “The Possibilities”, y la venidera “Juniors”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Giuseppe Tornatore recuerda cuando Cinema Paradiso llega a 25 años.

Alex Simon. Huff Post. 10-11-2014. Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore ganó el premio Oscar a la mejor película extranjera en 1990, despues de establecer records de taquilla el año anterior en todo el mundo. Paradiso tuvo un viaje rudo en su camino a la gloria, el escritor/director de entonces 32 años fue forzado a cortar casi 30 minutos de la versión original y enfrentar críticas ácidas e indiferencia de la taquilla en su estreno original en Italia. Es una metáfora apropiada para una película que se ha convertido en un cuento clásico acerca de la perseverancia y el destino. Ambientada en Sicilia, comienza en los años justo después de la segunda guerra mundial y se extiende hasta finales de los años ’50, enmarcada en los recuerdos desde la actualidad de un renombrado director de películas (el actor/director francés Jacques Perrin) quien regresa a su pueblo siciliano por primera vez en 30 años, el héroe de Tornatore (y su alter ego) es el pequeño Totó, quién está obsesionado con las películas, y como son proyectadas, cuando el rudo pero sentimental proyeccionista Alfredo (Philippe Noiret) lo toma como su protegido. Pocas películas en la historia han articulado tan simple y poéticamente lo que es como tener un amorío con una película. En el vigésimoquinto aniversario de su estreno norteamericano, Cinema Paradiso será homenajeada con una gala de pantalla de una versión restaurada, patrocinada por Luce Cinecittá y Dolce&Gabanna, en el legendario Egyptian Theater de Hollywood, como parte del AFI Fest, la noche del 10 de noviembre, con Tornatore entre los asistentes. Guiseppe Tornatore se sentó conmigo durante una pausa en Beverly Hills para mirar en retrospectiva a su clásica película y la influencia que ha tenido hasta hoy. Aquí está lo que transpiró: Tengo que agradecerle por esta película. Es una de mis favoritas de todos los tiempos. Cuando era niño, yo era Totó. Cada vez que oigo el tema de la película, de Ennio Morricone, empiezo a llorar, y no soy un llorón. Giuseppe Tornatore: (risas) Gracias. Palabras como esas son muy gratificantes. Empecemos por el comienzo: ¿Cómo fue concebida Cinema Paradiso? Es una historia muy larga para contarla en una entrevista, trataré de hacerla simple. Tuve la idea inicial en el otoño de 1977. Yo trabajaba en los teatros de cine de mi pueblo como proyeccionista. Ese otoño, cerraron uno de los teatros más viejos que existía desde comienzos de los años ’30. El dueño decidió vender el edificio y tuvieron que sacar todas las sillas, y básicamente limpiar y desalojar el edificio. Él me dijo que podía llevarme lo que quisiera. Pasé tres o cuatro días ahí, ayudando a limpiar…todo estaba tan sucio, tan mustio, el olor, toda la atmósfera era muy triste. Me propuse convertir esa atmósfera en una historia. Por los próximos diez años, escribí notas mientras me llegaban las ideas. Entrevisté a muchos de los viejos proyeccionistas del pueblo para conocer sus historias, entonces escribí el guión. Siempre pensé que sería algo que realizaría cuando me hubiera establecido, tal vez en mi quinta o sexta película. Después de terminar mi primera película, mi productor me dijo “No tienes un proyecto que te apasione? ¿Algo que te mueres por hacer?” Le conté la historia completa de Cinema Paradiso, ahí. Él estaba tan impresionado que decidí hacerla como mi segunda película. Recuerdo leer después de haberla visto en 1989 que era solo su segundo trabajo. Usted tenía apenas 30 años de edad y la película se sentía como si hubiese sido hecha por un director veterano, no un muchacho. Si, la filmé a comienzos de 1988. Yo tenía 31 años. Cuando recibí el premio de la Academia, tenía 32 (risas). En términos de su enamoramiento con el cine, ¿hubo una película o una serie de estas que lo obsesionara? Nunca he sido capaz de dar una buena respuesta a esta pregunta, porque sé que siempre omitiré algo. Tuve la fortuna de crecer en Italia durante los años sesenta y setenta y ver tal gran variedad de películas, algunas obras maestras, algunas buenas, algunas terribles, todas fueron una educación para mí. Desde los siete años hasta los 26, yo veía al menos una película diaria en un teatro. Era una época cuando podías ver una película nueva de un maestro como Fellini, otra de alguien como Dario Argento, o una película tipo B poco menos que un pedazo de mierda, aprendí algo de todas. Eso es lo que le digo a los jóvenes quienes dicen que quieren ser cineastas: ‘¡Mirenlo todo!! Si solo ves el tipo de películas que piensas te gustaran, tu sensibilidad será muy estrecha. Suena como que usted respeta el arte de filmar, más allá de la pantalla. Si, es algo que aprendí como proyeccionista: No me importa si estás mostrando una pieza maestra on un pedazo de excremento, se trata la película que muestras con el mayor respeto y se genera la imagen más nítida y el mejor sonido posible para la audiencia. Respetas el trabajo del cineasta, sea que te guste o no. Hablemos de las dos versiones de la película, las cuales son muy diferentes. Es algo que siempre viene a colación, pero nunca he entendido porqué. Es común para la mayoría de las películas tener múltiples versiones. Por ejemplo, un director podría mostrar por primera vez su película en Cannes en una versión, entonces recortarla basado en como fue recibida inicialmente. Cuando la película fue estrenada en Italia, el tiempo de duración no fue bueno, y fracasó en la taquilla y con los críticos. Cuando tu película no es un éxito, a nadie le importa lo que tienes que decir. Los productores dijeron: “Tal vez es porque es muy larga ¿Por qué no la acortamos? Será mejor si tiene alrededor de dos horas de duración”. Así que decidí cortar 26 minutos de la película, la dejé en dos horas y cuatro minutos. Dije, ‘Ahora tiene dos horas, muéstrenme el gran éxito’. Y aquí está lo que ocurrió: exactamente la misma cosa. Críticas horribles. Cero taquilla. Hizo menos de 100000 $. Esa fue una experiencia terrible para mí. Entonces ganó el Grand Prix du Jury en Cannes en 1989 y todo cambió. Una vez que se convirtió exitosa muchas de las personas de la prensa quienes despotricaron la película vinieron con esta historia alternativa de que la versión larga era terrible y la película fue salvada porque la acorté a dos horas. No es verdad. Es como la línea de The Man Who Shot Liberty Valance: “Cuando la leyenda reemplaza a la verdad, imprime la leyenda”. (risas). ¿Ve usted las dos versiones como películas separadas o como la misma película? Esa es una difícil de contestar. Me gustan ambas obviamente, pero prefiero la evolución del argumento en la versión larga. Me gusta en el final de la historia que el personaje de Alfredo tiene ese sorprendente lado oscuro, que el no es tan brillante como en la versión corta. Tambien me gusta la dicotomía en la vida de Salvatore, que el tenga un gran éxito profesional pero no tenga éxito en su vida personal. La manera como interpreté el personaje de Alfredo en la versión larga fue que él era un artista tanto como lo era Totó/Salvatore, y que su creación era en quien se convirtió Salvatore. Él nunca habría sido un cineasta exitoso sin la guía de Alfredo. Si, no solo eso, sino que en la versión larga Alfredo es como un gran personaje en una tragedia griega: es un mortal quien es capaz de determinar el destino de otro mortal. Así que perdimos eso cuando acorté la película, como también esa hermosa y trágica historia de amor entre Salvatore y Elena. Cuando acorte la película, me sentí como un animal cuya pierna cae aprisionada en una trampa, y escoge desgarrar la pierna y vivir, en vez de ser un prisionero. Ahora me hace pensar en esa escena de A Pure Formality. ¿Fue esa escena de verdad una referencia oculta de lo que usted vivió con Cinema Paradiso? (risas) Podría ser. Díganos acerca de trabajar con el gran Ennio Morricone. Ese fue uno de los grandes milagros de mi vida profesional. Ennio no es solo un gran músico, sino que tiene una de las personalidades más llevadera. El trabaja contigo no como un artista temperamental, sino como un carpintero. Es como si pudiera decirle “Ennio necesito una mesa de seis patas”. Él diría “Seguro”, y yo tendría la mesa de seis patas más perfecta y hermosa del planeta. Si le dijera con todo respeto, “Ennio, de veras no me gustan estas piezas de música que escribiste aquí, pero sé que trabajaste mucho tiempo y duro en ellas”, él las dejaría de lado y diría “Bien. Empecemos de nuevo”. Sabes que cuando trabajas con Ennio puedes confiar en él por completo y él da lo mejor de si y su talento. Es muy accesible, un verdadero colaborador. Y su trabajo es una parte indeleble de la película. Absolutamente, sin la música de Ennio no sería la misma película. Cuéntenos acerca de la prueba del legendario actor francés Philippe Noiret como Alfredo. Tuvimos tres grandes actores franceses en papeles principales: Philippe, Jacques Perrin y Brigitte Fossey, aunque Brigitte fue cortada en la versión corta. Ninguno de los actores italianos que queríamos estaban disponibles, o no les gustó el guión. Mi productor me preguntó un buen día, “¿Si te vieras forzado a escoger un actor extranjero para ese papel,quién sería?” Le dije, alguien como Philippe Noiret, porque yo veía a Alfredo y Totó como un oso y un pequeño ratón. Primero no aceptó, porque tenía compromisos con otras cuatro películas. Le pedimos, como un favor, que solo leyera el guión, con lo cual estuvo de acuerdo. Dos días después, él llamó, dijo que se había enamorado del guión, y si nosotros lo podíamos liberar de uno de esos cuatro contratos, él estaría dispuesto a hacer la película. Y dijo “Interpretaré cualquier personaje de esta película, hasta el niño”. (risas) Así fue como conseguimos a Philippe y él fue divertido. Usted tiene 22 películas acreditadas como director en IMDb, muchas de las cuales son reconocidas con justicia como piezas maestras junto a Cinema Paradiso. Yo entrevisté a Francis Ford Coppola hace varios años y le pregunté si sentía que El Padrino era a la vez su salvación y su cruz a cargar. Él dijo si, que lo era, simplemente porque él había hecho tantas otras películas de las que está orgulloso, pero su epitafio va a decir “Francis Ford Coppola, director de El Padrino”. ¿Se siente usted así respecto a Cinema Paradiso? Si, estoy muy feliz de ser identificado fuertemente con Cinema Paradiso. Entiendo que algunas de mis otras películas están muy opacadas por esta, pero amo lo que la gente recuerda esta película y me recuerde por ella y porque sea especial. Puedo ir a cualquier país del mundo para promocionar mi película nueva, y siempre me preguntan por Cinema Paradiso, con gran amor y afecto. Cuando escribí la historia, cuando hice la película, no estaba pensando en fama y fortuna. La película no es es producto de un cálculo. Fue el resultado de un sentimiento y descubrí después de muchos años que muchas personas han sido tocadas por él, me dicen como tú que ellos eran Totó. Me gusta decir que el mundo está poblado por una gran multitud de pequeños Totós, y eso es grandioso. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

Al Maestro con Cariño

La frase se ha convertido en refrán desde que la escuché por primera vez hacia finales de los años ’60, mis hermanos esperaban con ansiedad el domingo para ir a ver “To Sir With Love”, una película de un profesor negro (Sidney Poitier) en una escuela londinense, las escenas que presencié en los bancos del cine Royal de Cumanacoa, me han hecho comprender en todos estos años cada vez que se recurre a la frase. En esta ocasión recurro a ella ante la similitud de circunstancias que debieron asumir dos entrenadores de baloncesto que llevaron a la selección venezolana de baloncesto masculino a sus dos primeras clasificaciones a unos Juegos Olímpicos. Julio Toro en Portland 1992 y Nestor García en 2015, asumieron la responsabilidad de dirigir al equipo venezolano en torneos preolímpicos donde las posibilidades de trascender eran reducidas ante la calidad de los rivales: Brasil, el Dream Team de USA aunque no competía por clasificarse, Argentina, Puerto Rico, Canadá y México destacaban entre los contendores más peligrosos de 1992. Argentina, Canadá, Puerto Rico, República Dominicana, México entre los de este 2015. Tanto Toro como García, tenían cierto tiempo trabajando con sus equipos, ambos conocían sus virtudes y defectos, como debían dirigirse al equipo en los momentos críticos del juego y de que manera debían corregir las fallas en las prácticas. Supieron convertir las derrotas en las principales fuentes de aprendizaje y darle el ánimo y oxigeno necesario a sus jugadores para volver con sus mejores bríos al tabloncillo. Ambos vivieron momentos dentro del preolímpico donde todo parecía perdido y ellos eran los únicos que a punta de obstinación y fe en sus equipos tenían bien claro que si se podía. Quizás esta actitud de los técnicos sea lo único que se pueda comparar entre esos dos equipos que alcanzaron la proeza de calificar a unos Juegos Olímpicos. Las comparaciones en el tiempo tanto en los deportes como en cualquier actividad humana, resultan odiosas, por la sencilla razón de la diferencia de condiciones en cada momento histórico, lo que parecería un reto más fuerte para un equipo que otro, se desvanece ante los testimonios de quienes vivieron o viven sus dificultades. Hay que estar y vivir en carne propia las circunstancias para hablar con propiedad, y solo se puede hacer afirmaciones respecto al período vivido, intentar atravesar el laberinto del tiempo extravía el sentido de acercarse a la sensatez y la justicia. Una gran visión de esa realidad la ha reflejado García con sus declaraciones luego de ganar el preolímpico de México: “Julio Toro es mi padre en el baloncesto, siempre lo he dicho. Así lo quiso la mano de Dios, por algo lo conocí cuando tenía 15 años, por algo fui su asistente, por algo él es el que me habla y me lleva a Venezuela. Es algo sobrenatural. Me llamó después del juego, y me dijo que estaba muy orgulloso. Se lo dedico a él. Julio es un venezolano más”. Una de las escenas que se me quedó grabada de “To Sir With Love” fue cuando los alumnos derraman un recipiente de agua sobre la humanidad del profesor desde un primer piso. Cuando se esperaba un fuerte sermón y manos crispadas, el profesor entró con una sonrisa incipiente y empezó a hablar con una voz tan baja, que todos tuvieron que acercarse hasta formar un círculo a su alrededor. Alfonso L. Tusa C.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Sàndor Márai: Memorias de Hungría.

La violación de un moralista implacable. Lazlo Darvasi. 10-06-2008. La obra de Marai fue sacada de su coma después de 1989, cuando sus trabajos fueron publicados por primera vez en Hungría, entonces después alcanzaron éxito internacional. Al salir de Hungría en 1948, él tomó una decisión premonitoria desde el punto de vista del futuro de su obra en su tierra natal, al mismo tiempo, fue una extensión natural de un exilio destinado a ser un poderoso y simbólico recordatorio moral. En contraste al aire de general aceptación y éxito alrededor de los trabajos literarios de Sandor Marai en Europa Occidental, el mundo literario en Hungría permanece inequívocamente dividido en su opinión de la obra de Sandor Marai. Fuera de Hungría, Marai es bien reconocido como un gran escritor de ficción cuyas novelas fueron publicadas una tras otra en todos los leguajes principales luego del enorme éxito de su novela, Embers, ambientada en Italia. Sin embargo en su tierra natal es más comúnmente elogiado por sus trabajos que se acercan más a la no ficción. Cada crítico literario acreditado de Hungría, por ejemplo, reconoce que Confesiones de un Ciudadano de Marai, una memoria de dos volúmenes originalmente publicada en los años ’30, es su trabajo más significativo. A la vez, muchos otros encuentran en su Diario, iniciado en 1943 y mantenido regularmente por el autor, quién permitió que una profunda versión editada de sus diarios personales fuese publicada primero en Hungría, luego en el exterior siguiendo su inmigración, un trabajo de igual calidad. (Hace pocos años Helikon Publishers de Hungría empezó a lanzar la edición completa del Diario de Marai, compilado de acuerdo al manuscrito existente). Memorias de Hungría, en muchos respectos una continuación de Confesiones de un Ciudadano, también esta catalogada entre los mejores trabajos de Sandor Marai. La oscuridad opaca cualquier explicación de por qué la obra de Sandor Marai ha levantado tales opiniones opuestas; justo es decir, que este breve recuento es muy insuficiente para cualquier intento de arrojar una luz más brillante sobre un asunto de esta complejidad. Una pregunta, sin embargo, debe mantenerse aún, dado que juega un papel significativo en cualquier interpretación de Memorias de Hungría: esta no es otra que la pregunta de “La tierra natal de Marai”. En el caso de Sandor Marai es extremadamente retador definir exactamente que puede significar este concepto, por el bien conocido hecho de que el autor pasó la mayor parte de su vida como un emigrante. Transcurrido en Alemania y Paris, el período de 1919-1927 marca la primera experiencia larga de Sandor Marai en el exterior. Más importante, esta primera emigración fue obviamente voluntaria. El segundo período empezó en 1948 y terminó con el suicidio de Sandor Marai en 1989. No hace falta decir que esta segunda emigración fue el resultado de la necesidad, una decisión tomada sin espíritu aventurero, sino como un intento de escapar de las vicisitudes de historia. A la luz de esto, ¿como puede la Hungría de este período de cuarenta años, un lugar donde su presencia era tan imposible tanto intelectual como físicamente, puede aún ser considerada “La tierra natal de Marai”? Aún más importante: ¿Cómo puede cada opinión literaria hecha en esta “tierra natal” juzgar competentemente una obra que le fue invisible por cuarenta años? Durante este período de cuarenta años, Marai no fue simplemente relegado al reino de los muertos vivos: él no era más que un cadáver, uno que se había desvanecido años atrás y solo hizo una rara aparición en la vida intelectual de Hungría como un tipo de esqueleto en el armario. La obra de Sandor Marai fue sacada de su coma después de 1989, cuando sus trabajos fueron publicados en Hungría por primera vez, luego alcanzó éxito internacional. Esta resurrección inusual de los trabajos de un autor “muerto por mucho tiempo” agarró por sorpresa a los escritores y críticos; los miembros de la escena literaria húngara no tenían pistas a la hora de juzgar un autor y una obra, principalmente escrita en el exilio, que principalmente no había sido leída, con la excepción de quizás unos pocos trabajos escritos antes de 1945. Como resultado, la tarea de interpretar a Marai se convirtió en una especie de rompecabezas para la élite literaria húngara, uno que aún permanece sin resolver. (Muy interesante, los lectores húngaros mientras tanto han recibido a Sandor Marai con los brazos abiertos, sus trabajos están entre los libros más vendidos en la Hungría de hoy). No hace falta decir, que en occidente podrían ignorar las complejas interrogantes planteadas por el legado literario de Marai, en esa parte del mundo Sandor Marai fue y siempre será un extranjero, un emigrante que puede ser visto con objetividad casi completa y sin el tinte de algún tipo de opinión política. Ajenos a cualquier conocimiento de su contexto húngaro, los lectores y críticos literarios occidentales pueden libremente y sin sentirse culpables aceptar los libros de Sandor Marai. Esto debe ser, si no estoy equivocado, una explicación para las opiniones totalmente opuestas alrededor de la obra de Marai en Hungría y occidente. A la vez debe ser admitido que el período comunista, tan diligente como fue en perseguir autores, no fue el único responsable por la manera en que los trabajos de Marai fueron enviados a descansar. En muchos respectos Marai se buscó ese resultado. Apenas se puede debatir que este orgulloso (o en sus propia palabras, “confrontado”) autor tomó pasos deliberados para convertirse personal y profesionalmente un extraño en su propia tierra. Con esta declaración hemos llegado a lo que yace en el fondo de este trabajo, Memorias de Hungría (Título original: ¡Föld, föld!) el cual puede ser interpretado parcialmente como un cuento de cómo se da un salto de fe en un intento por permanecer leal a los ideales que el autor mantuvo para llegar más alto. En otras palabras, Memorias de Hungría revela como un moralista implacable llega a cometer una especie de violación. Sandor Marai presintió que estaba saliendo de Hungría por última vez cuando abordó el tren rumbo a Suiza en el verano de 1948. (Por poco tiempo en 1956, pareció que su exilio podría terminar. Al recibir noticias de la revolución, Marai viajó a Viena, donde se reportó bajo condiciones en la frontera húngara mientras esperaba el momento apropiado para regresar. Sus esperanzas probaron ser falsas, por razones que son obvias, dado el conocido resultado de la revolución). Mientras presentía que se estaba marchando para siempre, Marai no lo hizo simplemente para salvar su pellejo, era una advertencia no solo para su tierra natal, sino también para los otros escritores que vivían en Hungría. Al irse, Sandor Marai quería demostrarle a los intelectuales de Hungría que el compromiso no era una opción: en una dictadura comunista la mínima semblanza de independencia intelectual podía ser mantenida solo mediante la automutilación artística, regular. Al irse, Sandor Marai tomó una decisión que probó ser premonitoria desde el punto de vista del futuro de su obra en Hungría; a la vez, era una extensión natural de un exilio que pretendía ser un recordatorio moral, simbólico y poderoso. El hecho de que el autor solo permitiría que sus escrituras fuesen publicadas en Hungría si se cumplían ciertas condiciones va más allá de un intento moral. La primera condición de Marai era que el ejército soviético saliera de Hungría. La segunda era el anuncio de elecciones libres y democráticas en Hungría. Aún cuando estaba plenamente consciente del absurdo de sus condiciones, Sandor Marai continuó manteniéndolas aún en los años ’70 cuando las editoriales húngaras expresaron un serio interés en sus manuscritos. Como escritor, Sandor Marai indudablemente cometió un acto de autocastración cuando renunció a toda conexión con sus lectores húngaros, hasta el futuro, ¡cuando el mundo sería libre!, a favor de apoyar una meta más alta en forma de una moral ideal. Su decisión fue consciente, el también consideró la posibilidad de que su obra cayera en la oscuridad literaria cuando escogió salir del país. Memorias de Hungría es, entre otras cosas, la historia de cómo alcanzó su decisión. Mientras la resolución de Sandor Marai estaba lejos de ser un castillo en el aire, le tomó varios años poner su plan en acción. Las semillas de su plan se mencionaron por primera vez en su diario de 1945: Nada de publicar libros. Nada de artículos de periódico. Cuando mucho, unas pocas líneas a la vez, y solo si lo que quiero decir es de gran importancia. Por dos años todos los manuscritos estarán relegados a mi gaveta…debo dedicar todo mi tiempo y energía a estudiar inglés durante estos dos años…Luego tomar los manuscritos y salir hacia occidente, preferiblemente con un perfecto dominio del inglés…este es el plan. Esto es por lo que debo vivir. Tendré 46 años para entonces, y siempre que tenga salud, valdrá el esfuerzo de empezar todo otra vez. (El Diario Completo, Budapest: Helikon, 2006, p. 75). Esta conclusión sumarial, alcanzada luego de una larga noche insomne, revela no solo la desesperación de Marai, sino también su ingenuidad, que subyace bajo la consideración práctica. A la vez, esta ingenuidad aún contiene una especie de sentido sonámbulo de racionalidad y perspicacia. Sandor Marai no solo poseía un dominio nativo del alemán, sino que fue casi un reconocido autor germano durante sus años como columnista del Frankfurter Zeitung en la década de los ’20. Su brillante francés hubiera sido más que adecuado para escribir artículos de periódico. Su decisión de aprender inglés no puede ser una coincidencia, aún si tal paso pareciera contradecir cualquier forma de razón básica. ¿Acaso no probó él que estaba en lo correcto al final? ¿No es hoy el ínglés, el idioma hablado en el mundo entero? En otras palabras, había una fuerte base racional en la inarticulada desesperación de Sandor Marai. Memorias de Hungría es de hecho una crónica de, junto a otras cosas, la desesperada racionalidad irracional de Marai. La ruta del libro empieza la noche del 18 de marzo de 1944, con la ocupación de Hungría por el ejército alemán. Termina en el verano de 1948 con la imagen del autor abordando un tren hacia Europa occidental, completamente solo. (La familia de Marai se le unió después). La máquina llega al Enns, un río que tradicionalmente simboliza la separación entre el este y el oeste en los cuentos folclóricos húngaros. El silencio que subyace en la descripción del autor resplandece en el drama de las oraciones finales de Memorias: La noche estaba inmóvil. El tren arrancó silencioso. Luego de un momento, pasamos el puente y viajamos en la noche cargada de estrellas hacia el mundo donde nadie esperaba por nosotros. En ese momento, por primera vez en mi vida, sentí miedo de verdad. Me di cuenta de que era libre. Empecé a sentir miedo. Aún si su decisión estaba justificada, Marai estaba dando un salto en la oscuridad. No hay que preguntarse si sentía miedo. ¿Que pudo haber motivado a este autor extremadamente exitoso, bien pagado (en contraste a la marcada pobreza experimentada por el resto del mundo literario húngaro en los años ’30, Marai estaba muy bien en el aspecto financiero) a salir de su tierra natal? ¿Cómo podía escoger abandonar su único tesoro verdadero, su lenguaje nativo, por la incertidumbre de establecer una carrera en un lenguaje extranjero? Marai no solo era muy inteligente, también era uno de los autores menos frustrados y desilusionados que se encontraran en la escena literaria húngara para ese momento. Su lucidez le permitió medir los horrores inminentes con una precisión casi matemática. Los pros y contras se pesaron con claridad aterradora, un hecho que llenó los sentimientos del autor de angustia existencial. Mucho después, cuando escribía Memorias de Hungría, así es como Marai describe sus pensamientos al ver el advenimiento del comunismo: Ese fue el momento cuando supe que tenía que salir de mi país; tenía que salir no solo porque los comunistas me impedirían escribir libremente, sino principalmente porque ellos no me permitirían ser libre en silencio. (p. 357). A la vez el honorable Sandor Marai estaba consciente de su naturaleza individual, impráctica, desde un punto de vista moral, y completamente inimitable: Aquellos que permanecen en mi país no percibirán el hecho de convertirse en cómplices de las violaciones cometidas contra la humanidad. Una persona nunca puede comenzar un éxodo. (p. 358). Despues de todo, en la opinión de Sandor Marai un escritor (o, para usar su propia, no particularmente atractiva definición, “un educador”) enfrenta un grupo de cargas diferentes. Cuando el escritor se va, se convierte en una pérdida para su gente porque solo es escritor en el lenguaje que hablan los suyos. Si cruza la frontera, se convertirá en un incapacitado… También tuve que tomar eso en cuenta. Y también muchos otros asuntos: por ejemplo, el hecho de que la libertad implica un precio muy alto. El emigrante no es bien recibido en ninguna parte; cuando mucho es tolerado. Para cualquiera que no esté dispuesto a pagar ese alto precio, sería más sabio quedarse en su país. (pp. 358-9). Muchas razones, para no mencionar el papel jugado por el sentido de “confrontación” del autor, aparentes aún en el título de su serie de novelas escritas durante la segunda guerra mundial, The Affronted , subyacen detrás de la decisión de Sandor Marai de pagar ese alto precio. Mientras esa decisión fue tomada de una manera inteligente y completa, las descripciones de Marai en Memorias de Hungría resultan a veces en algo parcial, ocasionalmente un retrato de estrechez mental y subjetivo. Estas características, sin embargo, pueden ser disculpadas, porque después de todo esto es el dibujo de su propio destino y visión personal de la vida. No se debe olvidar que, paralela a su retrato de una dura decisión, la memoria de Sandor Marai es quizás la expresión más plástica de la literatura húngara sobre la dificultad de una sociedad por superar el régimen fascista, solo para encontrarse atrapada en el abrazo de la muerte del comunismo. Confusión, cobardía, frecuente desden, algunas veces heroísmo, otras veces insidia y disimulo: esto no es más que la vida diaria en las Memorias de Hungría de Marai. La clave de este trabajo reside en su plasticidad. El lector en realidad ve las casas bombardeadas, los puentes reducidos a escombros, la biblioteca del autor de seis mil libros hundida en lodo. Vemos la punta perfectamente intacta descansando sobre la inmensidad de ruinas. Sentimos la escalofriante miseria de la inflación de posguerra y la pobreza y el dolor sobre la poderosa entrada de un antíguo oficinista, quien también perdió a toda su familia en el holocausto, mostrando con orgullo su uniforme de policía de alto rango en un café de Budapest, donde obliga a los músicos gitanos a tocar canciones patrióticas para expresar su amor por la tierra que ha estado traicionando por dos años. Incontables figuras ocupan las páginas de Memorias de Hungría. Ya sea comprometidas en el robo, la decepción, la mentira, decir la verdad, dar consejo o pasar el último chisme, Marai respira vida en todas ellas. Primero y principal, esta calidad es lo que cataloga a la memoria de Marai para ser juzgada como un increíble trabajo de arte. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Linus Pauling. La última entrevista.

1994. The Institute for Optimum Nutrition. Q: Cuando usted publicó ‘La Vitamina C y el Resfriado Común’ ¿Cómo esperaba que eso afectara al pensamiento médico? Cuando mi libro fue publicado hacia finales de 1970, yo pensaba que la profesión médica y las personas ordinarias estarían complacidas. Estarían complacidos por no tener que sufrir más las miserias del resfriado común y enfermedades relacionadas y los médicos estarían complacidos porque de esa manera ya no serían molestados por los pacientes con resfriado común para los cuales no tenían ningún tratamiento bueno de todas formas, pero podrían concentrarse en enfermedades más serias. Así que me impresioné mucho con la recepción que obtuve cuando el Profesor de Medicina de Mount Sinai College of Medicine me escribió quejándose de mi declaración de que tres gramos diarios de vitamina C proveerían considerable protección contra el refriado común. Revisé la literatura médica para encontrar la evidencia que había para el momento. Encontré cuatro ensayos controlados, ensayos bien controlados recientemente, involucraban lo que describiría ahora como pequeñas cantidades de vitamina C diarias entre 200 mg y 1000 mg. Pienso que el mejor de estos cuatro ensayos fue realizado por el Dr. Ritzel, el médico del sistema escolar de Basle, Suiza, él suministró a 270 colegiales en un campamento invernal de ski o un gramo de vitamina C diario, en un capsula o un placebo. Fue un ensayo doblemente aleatorio, controlado, con cada muchacho la enfermera se aseguró que los muchachos, tragaran la cápsula de manera que no tuviese el problema de otros investigadores tuvieron con los muchachos, especialmente ellos, al no tragar la cápsula porque la intercambiaban de manera que los investigadores no sabían quien había recibido la vitamina C y quien el placebo. El resultado fue 63% menos enfermedad de resfriado común para los muchachos quienes recibieron la vitamina C comparados con aquellos quienes recibieron el placebo. Bien, este fue un ensayo muy bueno. En un papel de un Profesor de Medicina de la Universidad de Helsinki, Finlandia acerca de la vitamina C y el resfriado común, él mencionó la publicación de mi libro y dijo que había decidido revisar la literatura médica para encontrar cuantos estudios se ha realizado desde 1970 sobre la efectividad de la vitamina C contra el resfriado común. Él decidió que solo aceptaría estudios en los cuales al menos un gramo de vitamina C fuese suministrad, algunos estudios involucraban 2 gramos, quizás uno involucraba 3 gramos diarios pero la mayoría de ellos eran de 1 gramo diario de vitamina C en los cuales un placebo era suministrado a la mitad de los sujetos y los estudios eran aleatorios y doble ciegos de manera que ni los médicos ni los sujetos supieran cuales personas estaban recibiendo la vitamina C. Él encontró que desde 1970 se habían realizado 38 ensayos clínicos que satisfacían estos requerimientos. 37 de los 38 ensayos llevaron a la conclusión de que la vitamina C tenía un efector protector mayor al del placebo y un número de estos, una docena de estos ensayos clínicos tenían alta significación estadística de p=3D0.001, lo cual significa 99.9 de confiabilidad de que el resultado no fue solo una fluctuación estadística, un resultado de ocasión. Ahora no hay duda que la vitamina C en dosis grandes tiene un valor contr el resfriado común. Mi recomendación no es 1 gramo diario, o 2 gramos diarios de vitamina C, sino que al primer signo de resfriado, tomar un gramo de vitamina C o 2 gramos y entonces una hora después, si los síntomas persisten, si todavía estornuda, o su nariz gotea o siente quebranto, tome otra dosis de 1 o 2 gramos de vitamina C. Siga haciendo esto hasta que lo olvide debido a que los síntomas desaparecieron y esto detendrá en casi cada persona quien siga el régimen. Q: ¿Qué piensa usted acerca de la crítica de que cualquier cosa por encima de 100 mg de vitamina C es un desperdicio de dinero y se va por el drenaje porque es eliminado por el cuerpo? La evidencia muestra que eso no es verdad. Hace veinte años o más, leí esa declaración, probablemente hecha por Fred Stare, profesor entonces en Harvard School of Public Health, y decidí revisar. Yo estaba tomando 10 gramos diarios de vitamina C. Recolecté mi orina por 24 horas y analicé su contenido de vitamina C. En vez de casi 10000 mg eliminados en la orina, encontré solo 1500 mg, 15 por ciento de la dosis que estaba tomando durante el ensayo, así que la declaración no era verdad. Por supuesto algo del ascorbato ingerido permanece en el intestino y no llega a l torrente sanguíneo. Puede ser tanto como un tercio. Alguna evidencia indica que quizás tanto como un tercio permanece en el intestino. Bien, eso es bueno, porque protege el intestino grueso contra el cáncer al destruir los carcinógenos presentes en el material fecal y también hace bien debido al efecto laxante de llevar agua al intestino de manera tal que el volumen del material de desecho es mayor. También hay una superficie más pequeña afectada lo que ayuda a agilizar el proceso de eliminación de este material. El resto de la dosis, dos tercios, quizás 6.5 gramos cuando yo estaba tomando 10 gramos diarios, llega al torrente sanguíneo pero solo 1.5 gramos son eliminados en la orina. Así que ¿podemos preguntar que ocurre con los otros 5 gramos? La respuesta es que estoy seguro, de hecho tenemos evidencia experimental directa, de que la vitamina C se convierte rápidamente en otras sustancias, productos de oxidación y estas otras sustancias, se ha demostrado que estos productos de oxidación tienen un valor más grande contra el cáncer que la propia vitamina C. Así que si toma grandes dosis de vitamina C usted produce grandes cantidades de estas otras sustancias, el valor de las cuales está aún bajo investigación. Hemos estado estudiando eso por quince años. Q: ¿Por qué su trabajo sobre nutrientes ha sido combatido. Es ignorancia, es prestigio, son los intereses de dinero? ¿Por qué está siendo suprimido? Bien he pensado mucho en eso. La mayoría de los científicos en general ha aceptado mi idea y las de otros pioneros. Por supuesto yo tomé mis ideas de Irwin Stone y otros investigadores iniciales de la vitamina C. Así que los científicos usualmente han dicho “Bien, Linus Pauling ha estado acertado a menudo en el pasado, probablemente él esté acertado sobre esto también”. Pero entonces un médico ordinario, tiene el deber de dividir su tiempo y energía por el cuidado apropiado de sus pacientes. Él no tiene tiempo para leer literatura, el científico y la literatura médica, y pienso sobre una pregunta y pensar sobre una pregunta tal como si hay algo nuevo y significativo que ha sido descubierto. Él tiene que confiar en las autoridades médicas y nutricionales y yo los responsabilizo por haber sido flojos y prejuiciados y no tratar de verdad de mantener al día con los nuevos desarrollos. Pero ¿Por qué están prejuiciados? Bien, yo decidí, hace 40 o 50 años, que cuando ellos estaban tratando de entender la acción de las drogas y los nutrientes, se dieron cuenta que se suministra una droga en una cantidad tan grande como sea posible hasta tanto su toxicidad no mate al paciente con la esperanza de que esto salvará la vida del paciente. Y hay ciertas drogas que tienen un gran valor para proteger contra ciertas enfermedades. No hay duda de que estas drogas tienen un gran valor. Los doctores y los investigadores han trabajado duro para determinar cual es la dosis apropiada de una droga. Ahora, con la vitamina C por ejemplo, estoy seguro que dijeron sabemos lo que hace la vitamina C. Previene a las personas de morir de escorbuto y los investigadores han estudiado suficientes seres humanos para saber cuanta vitamina C necesitan suministrar para prevenir el desarrollo del escorbuto. No es mucho, solo una pequeña cantidad diaria por lo que ellos dicen sabemos la respuesta con vitaminas como con drogas. Y las respuestas son las RDAs, 60 mg diarios de vitamina C para prevenir el escorbuto, y 2 mg diarios de tiamina, vitamina B1, para prevenir beriberi y así sucesivamente. Lo que no hicieron fue hacerse esta pregunta: aquí está una sustancia a la cual no se le conoce toxicidad, la cual puede ser tomada 1000 veces la RDA, la cantidad que previene a las personas de desarrollar escorbuto, sin causarle daño a una persona. ¿Hay una posibilidad de que dosis muy grandes de vitamina C y las vitaminas B y vitamina A, beta caroteno y vitamina E, tendrían mucho valor adicional para mejorar la salud de las personas? Hace veinticinco años, cuando me interesé en las vitaminas, esa fue la pregunta que me llamó la atención. Busqué en la literatura médica y nutricional para encontrar cuanta vitamina C debía tomar una persona para tener la mejor salud, quizás para controlar otras enfermedades distintas al escorbuto. No pude encontrar nada y el resultado, por supuesto, es que por 25 años he dedicado mucho de mi vida y tiempo y energía tratando de encontrar la respuesta a la pregunta, ¿Cuánto de estas muy poderosas e importantes sustancias deberíamos tomar para tener la mejor salud? Q: ¿Cómo compararía usted su visión de la medicina ortomolecular y la medicina convencional? Uno de mis colegas en el campo de la medicina ortomolecular inventó el término medicina ‘toximolecular’ para describir a la medicina convencional y esto me parece acertado en el sentido de que la práctica médica convencional se basa principalmente en drogas, todas las cuales son esencialmente sustancias tóxicas. Para mí es difícil pensar en un ejemplo de una droga que sea como las vitaminas en tener una toxicidad cercana a cero. Con la aspirina, algunos pacientes de artritis severa son advertidos por el médico de tomar tanto como 10 gramos de aspirina diarios y mi memoria me dice que el LD50, la cantidad que mataría al 50 por ciento de los pacientes, es 28 gramos de aspirina y por eso muchas personas cometen suicidio al tomar una sobredosis, un frasco completo de tabletas de aspirina. Por eso pienso que es una buena descripción de la medicina convencional. No estoy contra las drogas cuando ellas son usadas apropiadamente y lo he dicho una y otra vez. Abogamos para que cada paciente con cáncer tome altas dosis de vitamina C como un adjunto para una apropiada terapia convencional y estoy de acuerdo con el Dr. Cameron de que la cirugía, él era cirujano, es a menudo el mejor tratamiento para una condición maligna si el tumor maligno puede ser removido y algunas veces, para unos pocos tipos de cáncer, se sabe que la quimioterapia tiene mucho valor y, para algunos tipos, la radiación de alta energía aunque la quimioterapia y la radiación de alta energía tienen efectos secundarios muy serios, que dañan el cuerpo humano, sin embargo, el beneficio puede superar las desventajas. Q: ¿Diganos acerca del trabajo de su asociado Dr. Jariwalla sobre HIV? Yo estuve muy complacido en que el Dr. Jariwalla debiera realizar algún trabajo en nuestro laboratorio acerca de la vitamina C y el virus humano de inmunodeficiencia.. Ellos desarrollaron experimentos de crecimiento del virus en células en el laboratorio y demostraron que había tanto como un 99 por ciento de supresión en el desarrollo del virus en las células cuando se tenía grandes cantidades de ascorbato, vitamina C, en el medio, cantidades que se podían conseguir en el torrente sanguíneo al suministrar un gran consumo oral. Este resultado fue publicado en Proceedings de la Natural Academy of Sciences. Mucho antes que el Dr. Jariwalla hiciera este trabajo, yo le había escrito al presidente de Wellcome, la manufacturera de AZT, diciéndole que teníamos alguna evidencia de que las altas dosis de vitamina C ayudaban a controlar la enfermedad y quizás si está era suministrada junto con AZT este sería más efectivo que el AZT solo. Sabíamos que con otros agente terapéuticos, la alta dosis de vitamina C ayuda a controlar los efectos secundarios. No recibí respuesta. Solo una pequeña fracción de las personas quienes son HIV positivas desarrollan SIDA. No conozco que se haya hecho algún estudio, como se han hecho con otras enfermedades, para determinar si quienes desarrollan el SIDA por completo son personas con bajo ascorbato en plasma, vitamina C plasma. Tal vez lo sean. En cualquier caso, pienso que las personas HIV positivas deben tomar vitamina C hasta el nivel de tolerancia del intestino y que las personas que han desarrollado SIDA, deberían tomar cantidades muy grandes, también hasta su nivel de tolerancia del intestino. Es mucho más barato, por supuesto, tomar 50 gramos diarios, eso es solo un dólar diario, dos centésimas de gramo, 365 $ al año. AZT solía costar alrededor de 10000$ por persona. La vitamina C es muy barata comparada con AZT. Q: Ahora usted recomienda vitamina C y lisina para el tratamiento de la enfermedad cardiovascular. ¿Cómo exactamente ayuda la lisina a prevenir la enfermedad cardiovascular? Muchos investigadores contribuyeron a demostrar que la lipoproteína A es lo que se deposita en las placas, no solo LDL, sino lipoproteína A. Si tienes más de 20 mg/dl en tu sangre, esta empieza a depositarse en placas y hay ateroesclerosis, la pregunta entonces es ¿Qué causa que la lipoproteína A se adhiera a las paredes de la arteria y cause estas placas? Bien incontables bioquímicos y químicos son personas muy inteligentes y descubrieron lo que hay en la pared de la arteria que causa que la lipoproteína A se atasque en la pared de la arteria y forme placas ateroescleróticas y conlleve a la enfermedad cardíaca, infartos y enfermedad arterial periférica. La respuesta es que hay un aminoácido particular en una proteina de la pared arterial, lisina, el cual es uno de los veinte aminoácidos que conforma la lipoproteína A y causa el desarrollo de las placas ateroescleróticas. Pienso que esto es un descubrimiento muy importante. Bien, ahora, si se sabe que hay residuos de lisina, lisil residuos, que mantienen a las lipoproteínas en la pared arterial y causan el endurecimiento de las arterias, entonces cualquier químico, cualquier físicoquímico diría que lo que habría que hacer es prevenir eso suministrando el aminoácido lisina en la sangre en mayor cantidad de lo normal. Por supuesto que normalmente se obtiene lisina de la comida. La carne en particular tiene un buen contenido de lisina. Y se necesita lisina para estar vivo, es un aminoácido esencial, se debe consumir al menos un gramo diario para mantener el balance proteínico, pero se puede tomar lisina, lisina pura, una sustancia perfectamente no tóxica con la comida, en forma de tabletas de 500 mg y eso pone moléculas extra de lisina en la sangre. Ellas entran en competencia con los lisil residuos por la pared arterial y cuentan para prevenir que la lipoproteína A se deposite o trabajarán para empujarla y destruir las placas ateroescleróticas. Q: ¿Piensa usted que el tratamiento de lisina y vitamina C puede revertir el proceso ateroesclerótico? Así es. Ahora he llegado al punto donde pienso que se puede llegar al control casi complete de la enfermedad cardiovascular, los ataques cardíacos y los infartos mediante el uso apropiado de la vitamina C y la lisina. Eso puede prevenir la enfermedad cardiovascular y hasta curarla. Si usted está en riesgo de enfermedad cardiovascular, o si hay una historia de enfermedad cardiovascular en su familia si su padre u otros miembros de la familia murieron de ataque cardíaco o infarto, o si usted tiene un ataque cardíaco suave entonces más le vale tomar vitamina C y lisina. Q: ¿Cómo decide usted cuanta vitamina C es buena para usted y si toma 3 gramos debería repartirlos a lo largo del día? En mi opinión los adultos deberían tomar al menos 2 gramos diarios. Hay mucha evidencia de que la salud mejora con 2 gramos diarios, y por supuesto aún más con 4 o 6 gramos diarios. Aún con 60 mg extra se ha demostrado que se disminuye la tasa de mortalidad por enfermedad cardiovascular, cáncer y otras enfermedades. Ahora mi sentir es que a medida que las personas envejecen deben incrementar su vitamina C y quizás deberían seguirla política que he adoptado de incrementar la ingesta. Puede ser una dosis en la mañana o aún mejor tres dosis a través del día, subiendo la ingesta hasta observar efectos laxantes, para agilizar la tasa de eliminación del material de desecho del intestino. Por lo cual mi sugerencia es que cada persona que quiera tener la mejor salud debería incrementar la ingesta de vitamina C hasta algún punto por debajo de la cantidad que le afloja significativamente el intestino. Q: ¿Cómo piensa usted que lo recordarán sus oponentes? Los biólogos moleculares por supuesto me recordarán como uno de los fundadores de la biología molecular, y los químicos en general me recordarán como uno de los fundadores de la química moderna, cambiándola desde una muy descriptiva hasta un tipo de ciencia mucho más racional, y los médicos me recordarán como el responsable en parte de la revolución de la medicina en la cual hay una gran mejora en la salud humana y en el control de las enfermedades mediante el uso de la vitamina C y otras vitaminas. Esto incluiría a mis oponentes, aunque los oponentes pueden haber fallecido para ese momento. Extractos de entrevistas con Tony Edwards para OED BBC Television, y con Patrick Holford en la conferencia Power of Prevention. Transcripción de Chris Gupta Traducción: Alfonso L. Tusa C.

martes, 8 de septiembre de 2015

Tras los pasos de un hermano enfermo mental, perdido en Brooklyn.

Kim Barker. The New York Times. 05-09-2015. Desde que eran niños, Aukejshia Boyce-Gaskins se aseguraba de estar pendiente de su medio hermano menor, Birshon Daley. Su madre, adicta a la cocaína crack, los dejó con su bisabuela cuando Ms. Boyce-Gaskins tenía 10 años y su hermano tenía 2 años. Ms. Boyce-Gaskins ayudó a criar a Mr. Daley en un pequeño pueblo de Georgia, aún se encargó de él luego que se graduó en la secundaria. Ella lo envió a vivir con su padre en Brooklyn. Pero entonces vino su diagnóstico de esquizofrenia paranoíca. Su padre murió. Hace casi tres años, él desapareció. Su hermana estaba ansiosa. ¿Estaba él en las calles? ¿En un refugio para personas sin hogar? ¿En un sanatorio? Ella le pidió a un familiar que revisara los lugares que Mr. Daley frecuentaba en el pasado, como la barbería donde solía barrer por algunas monedas. Ella registró en internet, cargando su nombre en Google una y otra vez. Pero Mr. Daley no aparecía. “Lo tuve que poner en el fondo de mi alma, pero eso siempre me ha afectado”, dijo Ms. Boyce-Gaskins, 42, quien administra un centro sin fines de lucro para jóvenes discapacitados en Atlanta. “Mi mamá me cargó la responsabilidad de asegurarme que él estuviera bien. He estado destruida espiritualmente”. Dentro de una casa tres cuartos Birshon Daley, quien tiene esquizofrenia paranoíca, fue una de diez personas que vivían en un hogar a tres cuartos en Brooklyn en 2014. Él dijo que recibía 5$ diarios del administrador de la casa para sus gastos. Una reciente mañana de martes, Ms. Boyce-Gaskins se levantó otra vez pensando en su hermano. Esta vez, estaba impresionada por lo que mostraba Google: Mr. Daley, ahora de 34 años, había aparecido en una investigación del 30 de mayo del New York Times en casas temporales, no reguladas conocidas como casas tres cuartos. Los hogares, concebidos como algo entre las casas reguladas a medio camino y los hogares reales, se habían multiplicado en años recientes a través de la ciudad de Nueva York, recibiendo gente pobre en recuperación de abuso de sustancias, gente sin hogar quienes querían evitar los refugios y gente con enfermedades mentales como Mr. Daley. Su renta era usualmente pagada por los 215 $ mensuales de ayuda de vivienda para personas en asistencia pública, o por los casi 300$ mensuales en efectivo para las personas con discapacidad. Las casas a menudo eran decrépitas. Los inquilinos algunas veces eran forzados a ir a ciertos doctores y programas, lo que aumentaba las preguntas sobre los fondos que se ahorraba Medicaid. La vida de Mr. Daley había sido particularmente miserable. Le habían dado solo 5$ diarios para vivir. Fumaba las colillas de cigarrillo que recogía de las aceras, comía la comida que encontraba en la basura y dormía en un catre sin sábanas, en una habitación sucia que compartía con otros tres hombres. Por todo, 10 hombres apretujados en un apartamento de tres habitaciones. Mr. Daley, quien tenía una larga barba y una protuberancia grande en la frente, hablaba sin sentido y parecía oir voces. “Soy una especie de anémico, ¿no crees? ¿ una especie de vampiro comelón?” Mr. Daley, llevaba un collar anaranjado y una chaqueta de cuero negro, me preguntó a mí, la reportera, en diciembre. “Me gusta el kétchup también”. Luego de leer el artículo, Ms. Boyce-Gaskins llamó al medio hermano de Mr. Daley, los dos hombres comparten un padre, al Bronx. Ella llamó a su padre, quien vive en Brooklyn. Me envió un correo electrónico y me llamó. “Por favor ayúdeme a localizarlo y traerlo a casa por el amor y cuidado que merece”, escribió ella. Pero justo antes que el artículo fuera publicado, Mr. Daley fue lanzado a la calle. Yo le había entregado a Mr. Daley un teléfono celular prepagado para estar en contacto con él. Pero el podía no parecer recordar como usarlo, aunque se lo había mostrado varveces. Yo no lo había visto desde finales de mayo. Me imaginé que se había unido a las legiones de personas sin hogar en las calles de la ciudad, muchos de ellos afectados con enfermedad mental. Luego del artículo, la ciudad formó una fuerza de tareas de emergencia, inspeccionaba docenas de hogares tres cuartos y mudó a muchos residentes desde hogares superpoblados hacia hoteles. Pero otros fueron dejados atrás. Mr. Daley había caído a través de cada crack posible. Perder un hogar y una ayuda. Ms. Boyce-Gaskins pensaba en si como la guardiana de Mr. Daley. Luego que su madre los dejara con su bisabuela en Thomaston, Ga., un pueblo de unas 10000 personas, ella hablaba con sus hijos por teléfono, pero raramente los veía. Mr. Daley se mudó con Ms. Boyce-Gaskins luego que ella se graduara en la secundaria. Pero eso no duró. “Yo necesitaba la ayuda de su padre”, recordó ella. “Todo terminó en que él se metió en problemas, y yo no pude asumir esa carga en ese momento. Su papá se hizo cargo”. A los 16 años, él se mudó a Brooklyn con su padre, un trabajador de limpieza de la ciudad y artista. Eventualmente, los dos se mudaron al sótano del hogar de la tía de Mr. Daley, en el vecindario del este de Nueva York. En algún momento, Mr. Daley tuvo su primer ataque psicótico. Pronto fue diagnosticado de esquizofrenia paranoíca. Ms. Boyce-Gaskins hablaba con su hermano por telefono, lo veía ocasionalmente. Cuando su madre murió de un ataque hace cuatro años, Ms. Boyce-Gaskins fue a Brooklyn. Ella trató de llevar a Mr. Daley al funeral, pero el no apareció. Alrededor de un año después, las llamadas telefónicas terminaron. La tía de Mr. Daley dejó de contestar las llamadas de Ms. Boyce-Gaskins, dijo ella. Mr. Daley, su padre y su medio hermano no tenían teléfonos celulares. Los familiares no sabían donde estaba Mr. Daley. Mediante una búsqueda en Facebook el pasado verano, Ms. Boyce-Gaskins supo que el padre de Mr. Daley se había mudado a Atlanta sin decirle a ella. Entonces el había muerto. No está claro donde aterrizó Mr. Daley. Me dijo después que solía vivir en la casa de su tía, pero terminó en un refugió de personas sin hogar cuando su padre se fue de Brooklyn y su abuelo murió. Él dijo que el refugio lo envió a Back on Track, una red de trabajo de casas tres cuartos, en 2012. Back on Tack, administrada por Yury Baumblit, ubicaó a Mr. Daley en una de seis casa de vecindad en New Lots Avenue en East New York, justo al salir de la última parada de la línea 3 del metro. Alrededor de 120 hombres y mujeres vivieron ahí en un momento. El gobierno federal había determinado que Mr. Daley era incapaz de administrar su cheque por incapacidad, el cual, el dijo que era de alrededor de 645 $ mensuales. Así que Mr. Daley dijo que bajo la supervisión de Baumblit, él designó a uno de los empleados de Mr. Baumblit como su “payee” para administrar su dinero y asegurarse de que sus necesidades fuesen satisfechas. Pero Mr. Baumblit le daba solo 5 $ a Mr. Daley, así lo dijeron sus compañeros. Un compañero de casa, John McLeod, 58, tenía la tarea de darle a Mr Daley sus medicamentos, un antipsicótico, un estabilizador del ánimo y una píldora para la tensión sanguínea, todos estaban en una bolsa plástica en el piso. Mr. McLeod, también discapacitado, dijo en diciembre que no tenía idea de que píldoras estaba manejando. Mr. McLeod algunas veces también golpeaba a Mr. Daley y le lanzaba cucharas, dijeron Mr. Daley y sus compañeros de casa. Mr. McLeod no pudo ser ubicado para comentar al respecto. La semana previa a Navidad, todo cambió. Empezaron los desalojos, Mr. Baumblit se había estado embolsillando el dinero de la renta pagado por el gobierno por más de un año, pero no pagaba su renta. Sin previo aviso para los inquilinos, seis de los 12 apartamentos fueron cerrados. Los otros fueron programados para desalojo. Mr. Baumblit abandonó New Lots. El apartamento de Mr. Daley permaneció abierto. Pero a principios de enero, Mr. McLeod dejó fuera a Mr. Daley, dijeron los compañeros de casa. Por más de seis meses, Mr. Daley estuvo sin hogar, deambulando en las estaciones del metro, durmiendo donde podía y mendigando dinero. El 19 de febrero, se resbaló en el hielo y fue llevado al hospital con una herida en la cabeza. Le inyectaron su medicina antipsicótica y su estabilizador de ánimo. Le recortaron el cabello y también la barba. Entonces le dieron de alta, y le dijeron que fuese a consulta con un médico en una semana. No lo hizo. Mr. Daley regresó a New Lots. Los inquilinos de uno de cuatro apartamentos restantes, aún esperando por sus desalojos pendientes, le dejaron dormir en un colchón en la sala. Él no tenía medicamentos. No tenía dinero. El empleado de Mr. Baumblit ahora cobraba todo su cheque de incapacitado. Mr. Daley tenía dos modos de comportamiento cuando no tenía sus medicinas. O era conversador a ratos, con pensamientos sin sentido, o se quedaba tranquilo. A veces, me sentaba con Mr. Daley por una hora, sin cruzar ni una palbra. Otras veces me saludaba con una amplia sonrisa. “Hola Kim”, dijo una vez, cuando lo encontré sentado afuera cerca de una bodega, como si me estuviera esperando. Cuando tomaba sus medicinas, estaba dopado. Sus manos temblaban tanto que era difícil para él encender un cigarrillo. Él odiaba la tembladera, probablemente un efecto colateral del haloperidol, su antipsicótico. Los hombres del apartamento alimentaban a Mr. Daley y lo suplían de cigarrillos. Pero los días del desalojo se acercaban. Finalmente, al concluir mayo, el último apartamento de Back on Track estaba cerrado. Encontrar a Mr. Daley. Cuando su hermana llamó, yo no había visto a Mr. Daley en meses. Imaginaba que él o estaba en el vecindario de New Lots, deambulando en las estaciones del metro, en el hospital o en prisión. Esa tarde conocí a Melvin White, el padre de Ms. Boyce-Gaskins, cerca de la bodega donde yo solía visitar a Mr. Daley. Mr. White, 62, no había visto a Mr. Daley desde que este era un muchacho. Ahora planeaba encontrarlo. Empezamos por caminar de tienda en tienda, con mi carnet de trabajo. ¿Había visto alguien al hombre con la protuberancia grande en su frente? Teníamos fotografías de Mr. Daley del artículo.El hombre de la bodega dijo que creía haber visto a Mr. Daley la noche anterior. Fuimos a otra bodega, cerca de la entrada de la estación del metro. El hombre detrás del mostrador estaba seguro de haber visto a Mr. Daley esa mañana. Dos oficiales de policía estaban por ahí cerca. Normalmente no trabajaban en East New York, pero uno de los oficiales dijo que había visto a Mr. Daley media hora antes. “Definitivamente era él”, dijo el oficial. Pero su socio no estaba seguro. Revisamos en dos negocios de comida ceranos y dos parques. Dejamos una tarjeta con un mecánico quien dijo que había visto a Mr. Daley. Entonces caminamos hacia la biblioteca. Mi teléfono sonó. Era el oficial de policía. “Él está aquí”, dijo el oficial. “Cerca de la entrada del metro”. Doblamos en una esquina y ahí estaba él. Encontrar a Mr. Daley en una ciudad de casi 8.5 millones de habitantes había tomado solo 47 minutos. Sucio, descuidado, su barba larga y enmarañada, mantenía arriba sus pantalones cortos con los puños dentro de los bolsillos. Su camisa probablemente decía “Billionaire Boys Club”. Usaba zapatos sin trenzas. Lo llamé por su nombre y se volteó. Estábamos maravillados. Él estaba impasible. Le pregunté como estaba. “Bien”, dijo él, mirando sospechoso. Mr. White le mostró a Mr. Daley un fotografía en su teléfono. “¿Quién es esta? Preguntó Mr. White. “Parece mi hermana”, dijo Mr. Daley, y entonces Mr. White llamó a Ms. Boyce-Gaskins y le entregó el teléfono a Mr. Daley. “Hola”, dijo Mr. Daley, llenó de amabilidad mientras escuchaba. “Este es él”. “Oh, bien, no sabía”, dijo él. “De pende de ti porque me estás diciendo que clase de ayuda necesito”, respondió, antes de pasarle el teléfono a Mr. White y sentarse en el suelo. Había perdido su cartera, así como su tarjeta de Medicaid, y también los dos bolsos de pertenencias que tuvo una vez. No tenía dinero, no lo había tenido en meses. “¿Me recuerdas? Le pregunté tratando de conectar con él, para saber que había pasado. “¿Dónde te has estado quedando?” Él hizo una pausa de unos segundos. “Recuerdo que me ayudaste”, dijo él. Traté de nuevo. “¿Dónde has estado durmiendo últimamente, Birshom?” “Por ahí. En el banco de un parque. Un par de bancos”. Él pensaba que había estado sin hogar por solo 15 días. Habían sido dos meses y medio. Mr. White llevó a Mr. Daley a su apartamento. Lo sentó sobre una sábana en el sofá, para no ensuciarlo. Le dio un sándwich de jamón y queso y una pasta con carne de Chef Boyadee. Mr. White botó las ropas viejas de Mr. Daley y le dio unas limpias. Mr. Daley se duchó por primera vez en meses. Al día siguiente, Mr. White trató de llevar a Mr. Daley al hospital para que le administraran sus medicinas. Mr. Daley no dijo nada. “¿Sientes que las necesitas? Preguntó Mr. White. “En realidad no”, dijo Mr. Daley. No quería darse otra ducha. No quería cepillarse los dientes, No quería ningunas píldoras. ‘Una oportunidad más grande y mejor’. Ms. Boyce-Gaskins decidió buscar a su hermano ese fin de semana, para llevarlo a la casa de ella cerca de Atlanta. Le pregunté a Mr. Daley, a quine le gustaba el invierno, como se sentía al irse. “Muy bien”, dijo él, antes de hacer una pausa. “Algo relajado”, continuó él. “El peligro está lejos, pero no exactamente destruido. Es una oportunidad más grande y mejor”. Ms. Boyce-Gaskins salió del trabajo ese viernes y viajó en tren toda la noche, llegó al apartamente de Mr. White alrededor de las 5 p.m. el día siguiente. Cuando ella vio a su hermano por primera vez en cuatro años, le preguntó si podía abrazarlo. “Si”, dijo él. Mr. Daley le dijo despues a su hermana que verla lo hizo sentir “como si estuviera viendo a Santa Claus”. Luego de saludarse, salieron afuera, se sentaron en los escalones del edificio y fumaron media caja de cigarrillos, hablando de sus vidas. La mañana dominical, Ms. Boyce-Gaskins lavó los pies de su hermano, y lo metió en la ducha. Él era diferente con ella que con cualquiera con quién lo hubiese visto, calmado y confiado. Cuando ella le dijo de no fumar junto a otras personas, él escuchó. Cuando ella le dijo que contaba con su respaldo, el le enseñó el puño. Ella le dijo que pasarían por el hospital antes de tomar el bus de vuelta a casa en Georgia. El arrugó la cara pero no se negó. “Solo para tomar las medicinas”, le dijo ella. “No nos vamos a quedar”. “Nos vamos”, replicó él. “Seguro”, dijo ella. “Necesitamos algunos medicamentos y no queremos de los que te hacen temblar, ¿estamos?”. “Bien”, respondió él. En la casa de Douglasville, Ga., ella dijo, que su esposo le tenía una habitación lista para Mr. Daley. Su hija de 12 años, y su sobrino de 13, a quienes están criando, estaban felices de que finalmente ella hubiese encontrado a su hermano. Ms. Boyce-Gaskins planeaba enrolarlo en un programa de pacientes externos para personas con enfermedad mental. “Le prometí que nunca tendría que preocuparse de nuevo por no tener un hogar”, dijo Ms. Boyce-Gaskins, antes de empezar a llorar. Hablar de esto no es divertido para Mr. Daley, quién a menudo se siente mal con mis preguntas y ha admitido que las encuentra fastidiosas. No siente pena de sí, no se queja de Mr. Baumblit el de la casa tres cuartos y no habla mucho de cómo ha vivido los años recientes. Por un momento, él cerró los ojos y puso su cabeza en sus manos. “¿Estás bien? Le preguntó Ms. Boyce-Gaskins, tocándole un hombro. “Bien”, dijo él. “Sin resentimiento”. “Ninguno”, replicó ella. “¿Sabes por qué? Porque la vida tiene sus caminos, y ¿sabes qué? Nuestros caminos se volvieron a cruzar, sin importar como trataron de separarnos”. Su hermano movió la cabeza y la miró. “No veía como iba a pasar eso”, dijo él. Su hermana lo miró a los ojos. “Pero ocurrió”, le dijo suavemente. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

jueves, 3 de septiembre de 2015

María de ‘Plaza Sésamo’, Sonia Manzano, habla de su niñez.

George Genes Gustines, The New York Times. 01-09-2015. Hablar con Sonia Manzano se siente como reencontrarse con un viejo amigo. Algo de la familiaridad viene desde el hecho de que Ms.Manzano interpretó a María en “Plaza Sésamo” por 44 años. Naturalmente, una ola de tristeza y nostalgia siguió a la noticia de su retiro del programa, lo cual ella mencionó de manera casi sorpresiva durante un discurso en julio en la conferencia anual de la American Library Association. Sus escuchas “suspiraron y enviaron tuits”, dijo ella al final de un almuerzo el miércoles reciente, en un modesto restaurant mexicano de su vecindario de Upper West Side. “Siempre digo que iba a hacerlo hace cinco años, pero me olvidé”. Aunque ella ya no trabaja con los Muppets, además de interpretar a María, ella también era una de las guionistas del programa y ganó 15 Emmys por ese trabajo, eso no significa que está inactiva. La memoria de Ms Manzano, “Becoming Maria: Love and Chaos in the South Bronx”, una crónica de su viaje desde una niñez empobrecida en medio de la violencia doméstica hasta la adultez, fue publicada a finales de agosto. Ms. Manzano, 65, quien tiene una novela publicada, así como dos libros infantiles (un tercero, “Miracle on 113th Street” estará en la calle el 22 de septiembre), dijo que ella siempre ha sido una fanática de las memorias y estaba especialmente identificada con “Angela’s Ashes”, de Frank McCourt. “Lo que era tan impresionante de esta, era la experiencia triste y miserable, aún así era muy divertida”, dijo ella. “Ese tipo de risa en el absurdo de la situación en que te encuentras fue muy atractivo para mí”. Ms. Manzano había estado considerando una memoria desde 1995, que es la fecha de un primer manuscrito que está en su armario. “He estado trabajando en este libro por mucho tiempo, desde que mis padres fallecieron”, dijo Ms. Manzano. Ella respondió con el rostro descompuesto a las condolencias ofrecidas solo por la pérdida de su madre. “Tengo un sentimiento de que me voy a encontrar defendiéndolo”, dijo de su padre, quien fue abusivo. “Esa es la dificultad de ser un niño, cuando sientes dos cosas a la vez”. Su niñez provee mucho material. En el libro, hay momentos de impulsividad, como cuando ella mira a la publicidad en un vagón del metro y nota que tiene una destreza nueva. Ella escribe: “En una fracción de segundo las palabras encajan en su lugar y estoy leyendo. ¡Estoy leyendo!” Tambien hay momentos de crudeza. En un punto, Ms, Manzano esconde los cuchillos antes que su padre borracho llegue a casa; en otro, ella lo ve golpear a su madre con la pata rota de una silla. De alguna manera, la vida familiar siempre regresaba a la casi normalidad luego de estas tempestades. La promesa de un futuro brillante empieza cuando ella llega a Carnegie Mellon University con una beca completa. Ella es asignada a un espectáculo llamado “Godspell”, el cual es presentado en la universidad. Es un éxito y se muda a Nueva York. En un artículo de The Times en 1971, el crítico Walter Kerr describió su excitación por la vista (“impertinentemente curvada”) y el sonido de Ms. Manzano. La memoria está casi en su final cuando aparecen las palabras mágicas “Plaza Sésamo”. En 1969, Ms. Manzano solía ver la transmisión de la serie en el centro de estudiantes de Carnegie Mellon y estaba impactada por lo que vio: personas de todas las razas. “De verdad me traslado a la escena de la calle porque eso me recuerda de cada vecindad en la que he vivido desde entonces”, escribe ella. “ Becoming María” termina con su audición, en 1971, para el programa, el cual era producido por Children’s Television Workshop (ahora el Sesame Workshop). “Eso pareció como un punto de ruptura natural”, dijo Ms. Manzano. “fue el comiendo de una nueva vida, el comienzo de separarme un poco más de mi familia”. El mes pasado, el Workshop anunció que había llegado a un acuerdo con HBO mediante el cual se transmitirían nuevos episodios de “Plaza Sésamo” por primera vez en el prestigioso canal de cable y serían transmitidos en PBS nueve meses después. Ms. Manzano discutió el acuerdo en un correo electrónico. “ ‘ Plaza Sésamo’ siempre ha reflejado la sensibilidad de los tiempos en que existe”, escribió ella. “Espero que este movimiento hacia HBO signifique que continúe así. Sería muy triste si no fuese transmitido para nada”. La serie ayudó a propulsar a Ms. Manzano en su camino a convertirse en escritora. A menudo le preguntaban por sus ideas acerca del contenido hispánico y se sintió validada cuando ellos se hicieron parte del programa. “Tuve mucho apoyo”, recordó ella. “Ellos de verdad querían tener gente de color detrás de la cámara, así como en el frente”. Emilio Delgado, quien se unió al elenco como Luis en 1971, no estaba sorprendido de que Ms. Manzano se convirtiera en guionista del programa. “Ella tiene naturalidad para eso, tiene un gran sentido de la comedia”, dijo él. Agregó que “Plaza Sésamo” era un lugar perfecto para trabajar. “Todos nos llevábamos perfectamente, hasta mejor que algunas personas en sus familias”. Las circunstancias de la vida de Maria a menudo reflejaban lo que le ocurría a Ms. Manzano en el mundo real. “Era como un reality show sin la gritería”, dijo ella. Ms. Manzano se casó con un oficial de la fundación de conservación, Richard Reagan, en 1986; Maria se casó con Luis en 1988. Cuando Ms. Manzano estaba embarazada, también lo estaba María, cuya hija, Gabi, fue interpretada por la hija de Ms. Manzano, Gabriela, por varios años. Pero eso no terminó en una carrera de actuación. “A ella no le gustaba eso”, dijo Ms. Manzano. “Tienes que forzar a tus niños a ciertas cosa. Ir a la escuela, ir al médico, ir al dentista. No tienes que forzarlos a estar en televisión”. Gabriela, ahora de 27 años, es una maestra de yoga quien comparte el sentido del humor de su madre. Ms. Manzano recordó un largo viaje, hace unos años, luego que ella había completado un capítulo de su memoria. Ella ofreció leerlo en voz alta para ayudar a pasar el tiempo. Gabriela señaló un ejemplar de “Vanity Fair” y respondió, “¿Qué tal si lees esa historia de Lady Gaga?” Traducción: Alfonso L. Tusa C.