viernes, 5 de abril de 2013

¿Se encuentra Il Signore Pollo?

El tintineo del teléfono celular obligó a Richard a meter la mano en el bolsillo. La tertulia deportiva previa al curso de UV Visible rayaba el nirvana de las emociones más elevadas. La voz ronca se sentía pocos metros de distancia. Richard veía la pantalla del celular y lanzaba la mirada hacia el fondo del pasillo. “¿Se encuentra Il Signore Yeyo?” Richard corrió a toda mecha hasta la esquina del enfriador de agua. Una risa atenuada se alejaba por las escaleras. En aquel curso pudimos apreciar las cualidades de José Manuel Cruz para bajar el volumen del ruido para intentar decidir serenamente sobre las circunstancias que nos rodeaban. Había cierta dificultad con los objetivos del curso y estuvimos a punto de abortarlo. José Manuel intervino, a medida que hablaba, entendimos que por más razones que esgrimiéramos, ya estábamos ahí, habíamos invertido la mañana de un lunes en llegar allá y aún cuando los objetivos que había leído el moderador distaban de lo que se había solicitado, teníamos mucho más que ganar allí, donde quizás pudiéramos conseguir que se enderezara la marcha hasta nuestros objetivos, que regresando a Intevep, donde retomaríamos nuestras ocupaciones rutinarias, sin haber adquirido lo que teníamos en mente, o lo que no teníamos en mente, que fue una larga conversación con los programadores del curso hasta conseguir que se reestructurara. Cada mañana antes de sumergirse cada quién en su laboratorio conversábamos de futbol y béisbol. Cuando había juegos durante la semana El Pollo siempre recordaba o preguntaba por el Real Madrid o los Tiburones de La Guaira. Una noche nos fuimos con Duilio y Carolina para ver un juego de la segunda final Caracas-Magallanes en el bar Las tres F del centro comercial La Hoyada. Por más cervezas o botellas de licor que abrieran, olía a béisbol por todas partes. Cuando el juego andaba por el sexto o séptimo episodio un señor de saco a cuadros y sombrero de ala ancha se asomó en una de las puertas. Duilio le hizo señas. Cuando el reflejo del televisor le dio en el rostro le di dos palmetazos en la espalda ¡Que hubo Pollo! Duilio empezó a sonreír con ganas de soltar la carcajada. Carolina le comento que su amigo se parecía a David Bowie. Duilio me hizo prometer que nunca iba a llamar al Pollo, David Bowie. En cuanto bajamos varias botellas, le pregunté “y entonces Mr. David Bowie ¿Cuándo vas a cantar I’m afraid of americans?” El Pollo apuró un sorbo de espumosa y gritó “Right now” y Duilio casi se cae de la banqueta. Al día siguiente pasó toda la mañana preguntando de donde habíamos sacado lo de David Bowie y Duilio por detrás hacía señas que cuidadito le iba a decir nada. En la tarde ya había registrado Internet y tenía un doctorado en Bowie. Ahora si voy a ejercer el apodo con gusto y se montó en un escritorio para entonar una de las canciones del artista británico. La última vez que vi a José Manuel, fue en un Yuruani bajando a Caracas. Trabajaba haciendo servicio técnico en laboratorios físico-químicos por el interior del país. Recordamos viejos tiempos e intercambiamos teléfonos, no supe más de él hasta el año pasado cuando nos comunicamos por Facebook. Cuando el curso de UV Visible estaba en su apogeo José Manuel se empinaba en su asiento hacia los comentarios del moderador. El tono del celular lo hizo salir del salón. “¿Se encuentra Il Signore Pollo?”. El Pollo sonrió al entrar al aula, junto a la pared del fondo Richard tenía el rostro morado de la risa. Alfonso L. Tusa C.

jueves, 21 de marzo de 2013

Pietro Mennea y aquel registro de los 200 metros planos.

La señal lluviosa del televisor centelleaba al fondo del comedor. Papá venía llegando de Cumaná. Un resplandor amarillo se fundió sobre la claridad brillante del pasillo que llevaba a la cocina. Entre ir y venir al patio para intentar mover el poste donde descansaba la antena, sentía el crujir de la máquina de escribir adentrarse en el crepitar de hojas que ardían en un cañaveral cercano. El sol de septiembre había luchado toda la tarde ante una pertinaz llovizna hasta que impuso su anaranjado en la atmósfera. Desde las 2 p.m había estado corriendo entre mi habitación y el comedor. Cada vez sentía más las pisadas en la punta del pie. Pasaba a un lado de la vitrina de la sala y los vidrios quedaban vibrando hasta que me frenaba con el pilar frente al televisor. A eso de las dos y media corrieron la final de los 100 metros planos. Un ruso de escasa cabellera había soltado sus caballos y surcó el tartán mientras se me paralizaba el aliento a un costado de la pantalla, aún cuando una intermitencia lluviosa invadía la pantalla, pude distinguir el momento en que traspuso los cuadrados de los metros finales que indicaban la llegada. Mientras fui a repasar la clase de historia de quinto grado y regresé, corrieron la final de los 200 metros planos. Sólo alcancé a escuchar que repetirían la carrera en el resumen de las seis y media de la tarde. Estuve a punto de lanzar el cuaderno de historia al techo. De inmediato recordé que había examen al día siguiente y solo me quedó estrujarlo y alisarlo. Me fui cabizbajo hacia el cuarto. Allí me quedé imaginando como habría sido aquella final. Siempre me gustaron los 200 metros planos más que los 100 porque daban más espacio para que los corredores desarrollaran sus facultades. La noticia de la muerte de Pietro Mennea este jueves 21 de marzo de 2013, trajo vestigios de aquella toma de tubos catódicos que encandiló mis ojos aquel atardecer. Una enfermedad implacable apagó el empuje de “la flecha del Sur” como lo apodaron en Italia en homenaje a su procedencia. Había nacido el 28 de junio de 1952 en Barletta, en la región de la Puglia, justo en el borde del tacón de la bota italiana. Su relación con el deporte empezó a través del futbol. El entrenador quedó abismado con su velocidad, su sistema nervioso excepcional que le permitía una zancada fenomenal y a los 18 años lo llevó al centro de alto rendimiento en Formia, cerca de Roma, donde comenzó a entrenarlo su mentor de toda la vida, Carlo Vittori. “Pietro demostró que un entrenamiento metódico, meticuloso, puede hacer mejorar a todos. Era perseverante y testarudo, un martillo neumático que machacaba y machacaba. Una máquina humana en el sentido pleno del término, con temperamento y carácter”. Luego vendrían sus participaciones en los Juegos Olímpicos de Munich, bronce en 200 m. (1972) y Moscú, oro en 200 m y bronce en 4x400 m(1980). Campeonatos del Mundo: Helsinki (1983) plata en 4x100 m y bronce en 200m. Campeonatos de Europa: Helsinki (1971) bronce en 4x100. Roma (1974) oro en 200 m,. plata en 100 m y 4x100m. Praga (1978) oro en 100 y 200 m. Universiadas: Moscú (1973) oro en 200 m, bronce en 100 y 4x100 m. Roma (1975) oro en 100 y 200 m. México (1979) oro en 200 m (implantó marca mundial con 19.72 segundos que duró 17 años) y 4x100 m. Juegos del Mediterraneo. Esmirna (1971) oro en 200 y 4x100 m. Argel (1975) oro en 100 y 200 m y plata en 4x 100 m. Split (1979) oro en 100 y 4x100 m. Casablanca (1983) oro en 4x100 m y plata en 200 m. campeonatos de Italia. 3 veces campeón de los 100 m (1974, ’78, ’80). 11 veces campeón de los 200 m. (1971-1974, 1976-1980, 1983-1984). Campeón 4x100 m (1974). Campeón 4x200 m (1974). Campeón de Europa en pista cubierta 400 m (1978). Campeón de los Mundiales Militares 200 m. (1973). Justo en el momento que soltó el pistoletazo lamenté que la imagen siguiera centelleando. Hacía rato que las teclas estaban mudas, sentí una respiración profunda y los últimos remanentes de loción de afeitar mezclado con el sudor de un día de trabajo. Papá se levantó de la silla y se acercó al televisor mientras el narrador levantaba la voz. “Oro para Valeri Borzov con 20,00 segundos, plata para Larry Black 20,19, bronce para Pietro Mennea 20,30”. Alfonso L. Tusa C.

martes, 12 de marzo de 2013

La huella de Simón Alberto Consalvi

La mañana siempre tiene variaciones de intensidad en los matices de lamparazos que marca el disco anaranjado sobre el añil de nuestra atmósfera. El sonido del radio me hizo levantar el zapato del acelerador y casi me estacionó en el hombrillo. El contenido del noticiero me atiborró de sustancias memoriosas conectadas a una mañana de agosto de 2004. Caminaba por los pasillos del hotel Caracas Hilton, hoy Alba Caracas, en espera de que empezara el acto de los premios con motivo del aniversario del diario El Nacional. Entre los reflejos de mitad de mañana reconocí a Cristóbal Guerra en el jardín de un pasillo. Conversamos un poco de nuestra Cumaná y de los deportes. Luego aparecieron Claudio Nazoa y un señor muy circunspecto, de mirada fija y cálida, me estiró la mano y me felicitó por el premio a la mejor carta enviada a El Nacional. Aquel apretón de manos me transmitió una electricidad de amor por lo que se hace en la vida, que aún recuerdo. Simón Alberto Consalvi, poco a poco se despejó en mi mente la imagen de aquel hombre de gran tráfago por la política, el periodismo, la historia, la edición y las letras de Venezuela. Sabía de sus experiencias en la cancillería y otros cargos de relevancia durante los gobiernos de Acción Democrática, siempre íntegro, siempre diligente, siempre dispuesto a escuchar, siempre dispuesto a intervenir en el momento preciso. Lo había leído en El Nacional en muchos artículos de opinión y más recientemente en su espacio ligado a la historia del suplemento dominical “Siete días”. Desandar una a una sus ideas sobre lo que hemos sido, lo que somos y lo que podemos ser como país, crispaba de emoción saber que aún existen venezolanos capaces de entender que podemos lograr grandes metas mediante la disciplina, la amplitud y la disposición a valorar la palabra “nuestro”. Por algo tenía en su oficina una afiche de su coterraneo Johan Santana en pleno wind up, aún sin ser un seguidor del béisbol. Hace poco me impresionaron dos artículos en el citado suplemento, uno enfocado en un libro del historiador Germán Carrera Damas, “En defensa de la República”, donde además de reconocer el trabajo impecable y constante de Carrera Damas, despliega sus banderas democráticas y de reflexión a todos los venezolanos en momentos difíciles. El otro relacionado con la guerra a muerte para dibujar con trazo firme todas la desgracias que significan para este y cualquier país caer en el lenguaje del odio, la violencia, el rencor y el resentimiento. Los pasajes de los acuerdos y las soluciones se entorpecen y sólo se encuentran cáscaras resbalosas que nos revuelcan en el suelo repetidas veces hasta que el personalismo pisotea y aplasta. Se me quedó grabado aquel último párrafo. “Entonces Venezuela era un país dividido. Desde 1999 la revolución bolivariana volvió a dividirnos en patriotas y apátridas, patriotas y traidores, patriotas y oligarcas. Al ocupar el Estado y sus inmensos recursos, los patriotas bolivarianos monopolizaron el petróleo, la administración pública, la justicia, el aparato electoral, la legislación, los privilegios económicos, las fuerzas armadas, los medios oficiales. En una palabra, como si todos los otros venezolanos, evidentemente la mayoría, fuéramos españoles y canarios, y careciéramos de todos los derechos. Somos los desterrados del Estado bolivariano. En suma, una guerra de exterminio que ya tiene quince años, y la dudosa popularidad que la nutre: “Este pueblo grita lo que le gritan”. Quizás su obra más inmensa, su gran logro, fue la creación de la Biblioteca Biográfica de Venezuela junto con Edgardo Mondolfi Gudat y otros colaboradores. Por fin íbamos a tener (y tenemos) un material referencial de las personalidades que marcaron la historia venezolana. Todos esos episodios, momentos, anécdotas, desenlaces, derrotas y victorias que conforman un país empezarían a plasmarse en papel en un gran esfuerzo por consolidar la memoria colectiva tan esencial en la vida de un país. Simón Alberto Consalvi, falleció este 11 de marzo de 2013, de manera inesperada en un accidente doméstico, aún recuerdo sus palabras de aquella iridiscente mañana. “Te felicito, sigue escribiendo, sigue indagando, sigue persiguiendo tus sueños”. Alfonso L. Tusa C.

viernes, 11 de enero de 2013

Mírame a los ojos

Mírame a los ojos La corneta estalló varias veces, a escasos metros de la esquina. Juan casi dibuja un mapa en el parabrisas. Las palabras hervían en sus dientes. Tony soltó el blackberry por unos segundos y giró el cuello. El sueter del liceo subía hasta la caperuza en su frente. Dos volutas de vapor condensado flotaban frente a sus fosas nasales. ¿Por qué peleas tanto? ¿No ves que el señor necesita que le des paso? El Nissan amarillo pollito se escurrió en la cola. Juan suspiró profundo. A mitad de inspiración, titilaron asomos de sonrisa en la parte baja de sus mejillas. Un cuarto de hora atrás, hubo de carraspear hasta dolerle la traquea para que Tony le pasara la jarra de jugo de patilla. Al tercer carraspeo el joven sacudió el rostro de la pantalla del blackberry. Aún punzaba sus parietales aquella tarde de mediados de septiembre. Juan pasó como 10 minutos buscando el rostro de Tony. Sólo después que anocheció, algunos monosílabos traspasaron sus labios. Pasé toda la tarde llamándote y nada. ¡Has podido mandarme un mensaje! Primero estaba manejando. Cuando intenté llamarte se había acabado el saldo. Tony dio la espalda. Ahora se hizo tarde para ir al cine con la chica. Juan zambulló los brazos en aquellos días cuando había que esperar a llegar a casa para llamar por teléfono y las únicas distracciones cuando manejaba eran el radio, las mujeres hermosas y la brisa. Hace poco Juan debió ensayar saltos de acrobacia con zancadas de marchista olímpico. Por más que gritaba, Tony seguía caminando de medio lado. Justo a medio metro de chocar, estiró los dedos y templó los audífonos. ¡Caramba papá! Me cortaste la nota en la parte más intensa del reggaetón. Varias notas de Cuando un ciego llora estrujaron las orejas de Juan. Tanta tecnología y tanta indiferencia. Tanto progreso y tanto desdén. Tantos pasos y tan poca presencia. Ese tipo viene de tras canales más allá, todo el tiempo en diagonal, sin ver los otros carros, y todos tienen que darle paso además de imaginar que activó la luz de cruce. Tony ¿dime la última vez que viste a la cara a tu mamá o al profesor, incluso a tu chica? Alfonso L. Tusa C.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Sucedió un 24 decembrino

Tanto me escondí en los armarios donde papá guardaba papel, carpetas y demás insumos de su oficina que mamá terminó arrancando el Fiat y salió para Cumaná con Camelia, Olga y Norys. Espero te comportes bien y llegues temprano con tu papá. Alberto, recuerda que hoy es Nochebuena. En el rostro de mamá refulgieron varias perlas de ansiedad. ¡Está bien te vas aquedar con tu papá. Pero de ponerte la camisa manga larga no te vas a salvar y nada de irte a jugar pelota para el solar de asfalto! Papá sacó una colección de estampillas, la primera que reunió de niño. Pensando que me impresionaría con ellas se fue tranquilo a la oficina. Las ilustraciones de los sellos me atraparon hasta que empezaron a llegar gritos desde el solar. Sin otro jugador no podemos jugar. La mirada levitaba entre las advertencias de mamá y los muchachos reunidos en medio del asfalto. Entré de puntillas a la sala y dejé las estampillas en el recibo. Atravesé el porche y llegué entre los arbustos de tabaquero. Me enviaron a jugar right field . El primer batazo que dieron por esos predios me hizo correr sobre un pedregal lleno de gamelote. Mis zapatos se enzarzaron entre las piedras y en un intento obstinado me lance en el pastizal con el brazo estirado hasta que la pelota aterrizó en el guante. Sentí varios aguijonazos en el codo. Los muchachos brincaron y celebraron el out . Pero luego se estrujaron los ojos. La mancha escarlata que abarcaba desde arriba del codo hasta la muñeca, los espantó. Arranqué varias hojas de tabaquero y las apliqué en la herida, el ardor les cambió el verde claro por otro muy oscuro. Papá esperaba con los brazos en jarra en la esquina. Te dejé emocionado con las estampillas y mira cómo te raspaste todo el brazo. Eres un caso serio. ¿Quién le explica ahora esto a tu mamá? El contacto con el agua fría me hizo ver estrellitas. Pero cuando papá aplicó el mercurocromo vi toda la vía láctea. ¡Ay mamá querida! Bueno ¡ A ti no te gusta jugar pelota! ¡Ahora tienes que aguantar! Por más que papá trató de inventar otra historia, mamá intuyó lo ocurrido. Yo sabía que te ibas a sumergir en la oficina. Ahora si es verdad que te vas a tener que poner la camisa manga larga. Pasé toda la noche abriendo los botones y soplándome el pecho. El calor de Cumaná apretaba. Me dormí con el brazo izquierdo sobre el pecho. En medio del sueño sentí un frío en el brazo y me pareció ver a mamá. La mañana siguiente le dije, anoche te vi cuando el Niño Jesús te dio mi regalo. Alfonso L. TUSA C.

lunes, 20 de agosto de 2012

Las locuras de Cruz Marcano

El pugilismo siempre fue un deporte de carisma, empuje, fuelle, sesos y muchísima voluntad. En tiempo pasado existían innumerables boxeadores que disponían de 3,4 y hasta de las 5 herramientas. Por eso había una competitividad inmensa que atraía la atención del público. En la década de los años ’60 del siglo pasado, el boxeo pasaba momentos difíciles cuando Delio Amado León y Carlos González, hombres de la prensa deportiva radial y escrita, decidieron crear una empresa de promoción de pugilistas. La llamaron Gondel. Pronto el panorama empezó a mostrar mejorías. Delio y Carlos se fueron al oriente del país. De allá regresaron con una pléyade de boxeadores cumaneses, todos entrenados por el maestro Heli Montes. Pedro Gómez, su hermano Antonio. Félix Márquez. Alfredo Marcano. José García. José Luis Vallejo. Cruz Marcano. Aquí se detiene la cinta. Quizás el más talentoso de todos los pugilistas cumaneses. Disponía de una voluntad magnífica. Montes refirió que en una ocasión se inscribió para correr un maratón en Cumaná. Mientras el sol se hacía más incandescente en el añil cumanés, Marcano apretaba con remates sostenidos que exigían al pelotón delantero. Entre los corredores se escuchaban quejidos, y desde el público gritaban “amarren a ese loco”. Marcano era un gran manejador de la esgrima y también tenía pesadas las manos. En más de una ocasión escupía el protector bucal para provocar a sus contrincantes. Les decía muchas groserías para hacerlos molestar y luego los dominaba a placer. La primera vez que Heli Montes llevó a Cruz Marcano a Caracas, fue en un intercambio entre las selecciones del Distrito Federal y el estado Sucre. Empezaron a promocionar como uno de los enfrentamientos más llamativos de la velada al del “Pavito” Hernández versus Cruz Marcano. Marcano era un insigne desconocido en la capital. Hernández era la sensación del momento en su peso, venía arrasando con cuanto pugilista le pusieran por delante. Los periodistas le decían a Montes que mejor cancelara la pelea porque el “Pavito” iba a destrozar a ese flaquito coco pelado. El Maestro, asintió con la cabeza, sonrió. Se dijo para sus adentros. “Estos no saben de quién están hablando”. Cruz parecía querer desprender la pera loca y Montes le reclamó que se controlara mientras le sostenía el saco. Toda esa fuerza la debía guardar para el cuadrilátero. Hubo de darle dos manotazos en la espalda. Tan pronto empezó el combate el público empezó a corear al “Pavito”. A medida que las arremetidas de Marcano llegaban con más intensidad al rostro y el cuerpo del “Pavito”, los gritos empezaron a calmarse, hasta que lo único que se oía en el recinto era el roce de las botas de boxeo sobre la lona y los impactos de los guantes en la cara. Los periodistas quisieron entrevistar a Marcano luego de la pelea. Montes tuvo que pasar varios minutos para convencerlo de hablar con los fablistanes. A regañadientes conversó con los periodistas. Varios monosílabos llenaban de silencio el momento. Sólo al final el púgil lanzó su ataque sostenido ante la desconsideración que habían tenido con un boxeador desconocido. “¡Averiguen primero. Pregunten. Revisen el record de peleas. Solo así podrán hablar pendejadas con propiedad!”. Entre las peleas más recordadas de Marcano aparece la que efectuó el 20 de diciembre de 1968 ante el futuro campeón de los welter jr., Antonio Cervantes, “Kid Pambelé”, y la que realizó el 15 de agosto de 1969 ante su coterraneo cumanés Alfredo Marcano. Ambas reyertas en el peso pluma. Ante Pambelé, luego de descifrar su estilo, empezó a provocarlo y cayó en la trampa. En el cuarto asalto lo conectó de llenó y Pambelé se fue a la lona. Contra Alfredo, la pelea fue muy dura en los primeros cinco asaltos, su tocayo le dio una lección de boxeo. A partir del sexto Alfredo se puso los patines y nunca se detuvo a intercambiar con “el loco” que lo perseguía y le gritaba. El veredicto inicial fue una victoria para Alfredo. Cruz Marcano se soltó de sus segundos y lo llamó para seguir peleando. “¡Vente que ahora si te voy a reventar!”. Luego los árbitros rectificaron y el resultado fue empate. Cuando Cruz Marcano falleció en un accidente automovilístico mientras viajaba de Caracas a Cumaná el 22 de agosto de 1970, era una de las grandes promesas de pugilismo venezolano. A pesar de haber perdido una decisión ante el mexicano Memo Morales, Marcano disponía de todas las herramientas para disputar el titulo mundial de los plumas. Alfonso L. Tusa C.

jueves, 2 de agosto de 2012

Vente Ruben

La voz fluia ronca a un costado de la pedana donde rechinaban los zapatos de los esgrimistas. Luego de vencer al egipcio Ayman Fayez en dieciseisavos de final. Empece a escuchar con mas volumen la canción de Serrat. Hoy puede ser un gran dia plantéatelo asi. La apretada anotación 15/13 hizo mas telúrico el eco que llegaba desde Mexico 1968. Yo se que tu puedes Ruben. En octavos de final los chirridos de la pedana describian semicírculos que dibujaban una pugna feroz ante el suizo Max Heinzer, quinto en la clasificacion mundial. Por radio escuchaba los comentarios del narrador, recordaba la gesta del Morochito Rodriguez . Los semicírculos abrian una ventana donde se atisbaba, los cuartos de final. Limardo salia vencedor 15/11. La espera desde 1968 se erguia retadora y Ruben Limardo seguía apretando la espada con determinación. Tu perteneces aquí, se que lo vas a lograr. Vamos Ruben, echale pichon. La voz se ahogo cuando el venezolano salio adelante 14/6 ante el campeón mundial italiano Paolo Pizzo. Cuando el europeo reacciono la voz gritaba mas duro. Vamos Ruben, si se puede. Resistio el temporal y cuando se quito la mascara tenia 15 puntos por 12 de : Pizzo. Toda la emoción de un país resonaba desde Cumana hasta Ciudad Bolivar, rebotaba en las paredes del recinto londinense, silbaba en la ilusión de romper aquella sequia de oro olímpico. En semifinales Limardo salto a la pedana frente al verdugo de Silvio Fernandez. Una lucha muy cerrada de nervios metálicos. Por cada punto del estadounidense Seth Kelsey, Limardo rispostaba. En el aire vibraba aquella voz de 1968. Tienes que llegar hasta aquí, esta soledad es fastidiosa. Salto y levanto las manos cuando Ruben vencio 6/5. Llego el momento de la verdad, la voz se multiplicaba en cada centímetro de la pedana. Se colaba entre los chirridos metálicos. Reclamaba una satisfacción para todo un país sediento de buenas noticias. Por eso cuando el bolivarense empezó a dominar el match ante el noruego Bartosz Piasecki, de descolgó hasta que la puntuación final marco 15/10. Lo hiciste Ruben, buena esa, yo sabia que ibas a llegar. Ahora viene lo mas escalofriante Ruben, ese momento cuando ponen el himno nacional, porque tu sabes que en ese instante todo un país siente junto esa letra, la digiere, y no cuesta ser venezolano porque se entiende que cuando hay un plan, disposición y disciplina cualquier mezquindad o sectarismo fenece en las alas de la libertad. Alfonso L. Tusa C.