viernes, 2 de marzo de 2018

Ahora se puede decir: Bárbara Stevens tiene 1000 victorias a su nombre.

Harvey Araton. The New York Times. 20-02-2018. PLEASANTVILLE, N.Y. — El problema era con el pase apropiado, con la ubicación en la zona de la pintura, con la incapacidad del equipo para pasarle el balón a la jugadora más alta en un lugar donde pudiera hacer uso de su tamaño y fuerza en la condición más provechosa. Todo esto fue dolorosamente aparente para la entrenadora Bárbara Stevens en la banca de Bentley University, cuando Victoria Lux su espigada centro, tuvo dificultades en la primer tiempo con la defensa de Pace University. Su equipo parecía que iba a sufrir una derota inesperada. Stevens, la matrona de Bentley, una grande por mucho tiempo en la Division II y campeona nacional en 2014, ya prepara sus modificaciones del entretiempo. “Las integrantes del equipo se acercaron y aportaron un gran cantidad de opiniones” dijo ella al reflexionar sobre el juego, el cual se realizó a finales del mes pasado. “Yo pensaba que no teníamos la ubicación correcta, hablé de eso en el entretiempo, hice algunos ajustes”. Con suficiente confianza, en la primera posesión de Bentley de la segunda mitad, Lux se ubicó cerca del canasto y el balón circuló hacia el costado y entonces se lo lanzaron a ella sobre una defensora pequeña de Pace. Con una mejor ubicación, el resultado fue exitoso. Dos puntos para Lux en ruta a una segunda mitad dominante y una victoria 72-66 como visitantes, la milésima segunda de la carrera de 41 años de Stevens, un recorrido de excelencia contínua que, a un nivel de celebridad nacional, ha sido un secreto a voces. Lo cual no necesariamente es un problema para ella. “Llegué a un lugar donde creía me desempeñaba mejor, fuera de la luz pública”, dijo Stevens. Desde sus primeros días como entrenadora principal en 1977, en Clark University, Worcester, Mass., hasta los tres años de ensayo en la University of Massachusetts antes de establecerse en un recorrido contínuo de 32 años en Bentley en Waltham, un suburbio de Boston, la vida de Stevens a menudo ha sido objeto de ajustes estratégicos, como lo fue aquella noche ante pace. Es un enfoque que le ha permitido identificar la posición preferida, el lugar perfecto, y no ha sido el tope en la escalera de mando. Décadas antes de que Stevens se convirtiese en la quinta entrenadora universitaria que ganaba 1000 juegos, ella fue una estrella creciente, en medio del movimiento para elevar el perfil del juego, para promover la equidad de géneros en el deporte. Siempre ha sido una de las grandes embajadoras del juego femenino y una gran líder para las mujeres en general”, dijo Muffet McGraw, gran entrenadora en Notre Dame, en una entrevista telefónica. Stevens ha tenido relaciones profesionales y amistades con las entrenadoras reconocidas en el mundo del baloncesto, personas como McGraw y las otras cuatro miembros del club de las 1000 victorias: la leyenda de Tennessee Pat Summit; Sylvia Hatchell de Carolina del Norte; Tara VanDerveer de Stanford, y más notablemente, Geno Auriemma de Connecticut, con quien Stevens condujo los campamentos de baloncesto de Estados Unidos a principios de la década de 1990. Todas hacen vida en la Division I, excepto Stevens, quien también es la única entrenadora de la Division II en haber sido presidente de la Women’s Basketball Coaches Association en 1984-85. Ella dirigió conta McGraw mientras estaba en Massachusetts y McGraw en Lehigh. Su equipo de Massachusetts de la temporada 1985-86 perdió una ventaja de segundo tiempo ante una escuadra de Connecticut que jugaba su séptimo juego en la temporada del debut de Auriemma. “No recuerdo otra cosa adicional a que ambos no teníamos equipos muy buenos”, dijo Stevens. “Quien iba a saber que él transformaría el programa de la forma como lo hizo?” ¿Quién iba a saber que Stevens, luego de irse de Massachusetts y reubicarse en Bentley, una universidad privada con matrícula combinada (pre y post grado) de 5500 estudiantes y una reputación de negocios y finanzas altamente respetada, establecería un programa que en ocasiones ha sido llamado el UConn de la Division II? Eso era en términos de consistencia, longevidad y fundamentos de calidad, porque Stevens solo ha ganado un título nacional (con un equipo invicto) por 11 de Auriemma. Pero en más de tres décadas en Bentley, tiene un porcentaje de victoria por encima del 80 por ciento, ha estado en 29 torneos de la NCAA, ha ganado 14 títulos regionales, ha participado en 10 semifinales y ha logrado una docena de temporadas con al menos 30 triunfos. Fue elegida al Women’s Basketball Hall of Fame en 2006, entró en la misma clase, coincidencial pero felizmente, de Auriemma. “Ella es una de mis favoritas en la profesión”, escribió Auriemma en un correo electrónico. “La manera como ella desarrolla su programa es impresionante, pero el aspecto más impactante de su programa es como ellas compiten consistentemente y ganan campeonatos. Sin importar de cual división hablamos, es una de las mejores entrenadoras del país”. Lo cual en la cultura de los entrenadores ambiciosos, lleva a una pregunta obvia: Despues de tanto éxito, ¿por qué Stevens ha permanecido en Bentley? Le han preguntado eso muchas veces, por supuesto, aunque principalmente quienes no la conocen, o han llegado tarde a su historia, o están fuera de su círculo. No fueron los años en Massachusetts y su marca de 34-49 allí lo que atenuó el llamado de las grandes universidades, después que Stevens pasó a Bentley y empezó a acumular victorias siguieron llamándola. “Muchas universidades D-1 me buscaron a través de los años”, dijo ella. “Tuve que decidir si era la oportunidad para mudarme de nuevo, o era la calidad de vida que quería, el espacio que encontré cuando llegué aquí, un balance maravilloso”. ¿Pudo haber tenido eso en una universidad de gran presupuesto, donde las presiones inherentes son mayores y los reclutas élite cada vez más imitan a los hombres, convencidos de que son, como jugadores, la esencia de sus videos promocionales? “Desafortunadamente, de alguna manera veo el juego femenino de alta competencia avanzando en la misma dirección que el masculino”, dijo Stevens. Señala con rapidez que no cada programa de la Division I es como el de Connecticut, o Notre Dame, donde la brecha entre los recursos para cada género se ha estrechado hasta ser muy pequeña o inexistente. En Connecticut, Chris Dailey, el entrenador asociado de Auriemma por mucho tiempo, a menudo ha citado esa desafortunada realidad, como una de las motivaciones de ella para no tener un programa propio. Así que Stevens se quedó en Bentley, como McGraw dijo de su amiga, “No siempre tienes que tener más cuando ya tienes todo lo que quieres”. En Bentley, ella no ha estado sola en ese respecto. El entrenador de baloncesto masculino, Jay Lawson está en su vigésimo séptimo año. Bob DeFelice, el entrenador de beisbol, ha trabajado allí por medio siglo. Dick Lipe, el director de información deportiva, está en su año 41. “Atraemos muy buenos estudiantes-atletas aquí”, dijo Stevens. “Son inteligentes, motivados, por eso aún estoy entrenando”. La entrenadora asociada de Stevens, C White, jugó para ella cuando cambió el siglo. Christiana Bakolas, la entrenadora asistente, fue piloto y capitana del equipo que ganó el título en 2014. “Llegamos al Final Four en mi segundo año, al Elite 8 en mi primer año”, dijo Bakolas. “Lo queríamos hacer por ella”. Mientras tanto, McGraw recordaba una conversación con Stevens poco después del título de 2014, el cual fue logrado con una reacción ante West Texas A&M con menos de seis minutos por jugar. Stevens, dijo McGraw, insistía en que la victoria era algo en lo que siempre había trabajado porque quería que cada jugadora de Bentley la saboreara. Su reputación se ha convertido en una receta del éxito, su programa un destino para las jugadoras universitarias de alto nivel quienes pueden no haber sabido de Stevens antes que alguien, un tío entrenador de baloncesto en el caso de Bakolas, mencionara a esta flaca nativa de Massachusetts, de sonrisa natural y actitud calmada quien se ha forjado un lugar en la historia del baloncesto femenino en casa, fuera de la luz pública. “Entendemos lo que somos, donde estamos, en el area de Boston, no hay mucha atención”, dijo Stevens. “A veces ni la comunidad de Bentley presta atención. Pero soy una persona extremadamente apasionada y competitiva, consumida por lo que hago. Nuestros recursos son diferentes a los de la D-I. Nuestros grupos de trabajo son más pequeños. Pero reclutamos con mucho ahínco”. Como programa de Division II, Bentley puede ofrecer becas, y ha sido común que las jugadoras escojan este campus de rápido acceso a los programas de Division I en Boston, dadas las ofertas académicas de Bentley junto a la reputación de Stevens de llevar a sus equipos hasta bien avanzado marzo. Becca Musgrove jugó tres años en Brown antes de perder su año final por una lesión, entonces aplicó por la escuela de Bentley y por una pasantía en entrenamiento. Con un año de elegibilidad pendiente, se ha convertido en parte vital de la rotación de Stevens, una jugadora incisiva quien marcó 20 puntos en el triunfo ante Pace, el número 1002. “Nunca me propuse ganar 1000 juegos”, dijo Stevens. “Solo me preparaba para ganar el próximo juego”. La noche del logro llegó el 17 de enero, en casa contra Adelphi, un rival de conferencia de Northeast-10, la comunidad de Bentley llenó el gimnasio. En los segundos finales de una victoria 78-66, los aficionados corearon el nombre de Stevens, sus jugadoras vaciaron un balde de confetti sobre ella y se paró frente al micrófono para hablar de sacrificio, de las reuniones familiares que se perdió a través de los años por atender a su familia de estudiantes-atletas. “Me disculpo con ellos por eso”, dijo ella, sin prometer que nunca más estaría ausente. Una solterona de 63 años, Stevens miró alrededor y vio a su madre, había salido en una fría noche de Nueva Inglaterra, en su silla de ruedas. Vio finalmente a los reporteros de los medios de Massachusetts finalmente prestar atención. Vio a sus jugadoras, las actuales y las antiguas, con lágrimas en las mejillas, hasta algunas quienes compartieron con ella en Clark y no eran más jóvenes que ella. La cuenta progresiva hasta 1000, después de todo había empezado cuando Steven apenas había terminado la universidad. Fue un largo camino hacia la luz pública, su merecida posición y lugar. Traducción: Alfonso L. Tusa C. 02 de marzo de 2018.

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