viernes, 22 de noviembre de 2013

La esencia de ser humano

Siempre escuchaste a tu padre decir errar es parte determinante del ser humano. Puede ocasionar malestar en determinado momento. Sin embargo es la escuela capaz de enseñarte grandes horizontes, si te detienes a reconocer y reflexionar. Eso te martilló las sienes aquella mañana cuando tu jefe te llamó a su oficina. Te recriminó que habías escrito una carta incoherente. “¿Cómo es posible que un fiscal de tránsito de su formación y experiencia no sepa estructurar la descripción de una colisión?” Bajaste la cabeza y reconociste el error. Habías montado la carta sobre una anterior. Modificaste el primer párrafo y el segundo quedó tal como estaba en la carta anterior. Querías meterte debajo de la mesa ante aquel vendaval. Las gotas precipitaban con tal fuerza que terminaste por callar. Aquello parecía un remolino interminable. Y pensar que siempre has querido ser escritor. Te la pasas leyendo y releyendo distintas técnicas, ángulos, inspiraciones que encajen, coordinen tus ideas de la mejor manera que integren la gramática con la poesía y los laberintos de la prosa. Cada vez que escribes algo lo desnudas infinitas veces hasta recortar cualquier palabra fuera de lugar o alguna coma o adjetivo que pueda reflejar algún signo de incoherencia a tus ideas. Luego de borrar párrafos o palabras durante minutos u horas el clic aparece. Esta vez te apremió la inmediatez y se te escaparon todas las liebres de las revisiones y obviaste un párrafo completamente ajeno al anterior. Querías regresar al momento cuando guardaste el archivo, para llamarte la atención y templarte la mano ¡Epa señor escritor! ¿Qué está haciendo? ¿Qué es lo tanto que le gusta y disfruta escribiendo? Llegaron imágenes de una tarde de octubre de 1973. El manager Dick Williams entró al club house y dio dos palmadas en los hombros del segunda base Mike Andrews. Había cometido dos errores que le costaron el juego a su equipo. “Tranquilo, los errores físicos son parte del juego. Vas a salir adelante”. Andrews seguía con sus ojos en el piso y Williams se sentó a conversar con él. El jefe superior quería despedir a Andrews y Williams se opuso. “Todos podemos cometer errores, es parte de la naturaleza humana”. El cantante Bobby Hebb se repuso de los asesinatos del Presidente John Kennedy y de su hermano mayor en días seguidos. Se sentó a escribir a pesar del dolor y consiguió una de las canciones más positivas que jamás se hayan compuesto. “Sunny”. Siempre habrá un día soleado después de la tormenta. Quisiste responderle a tu jefe en su mismo tono, desquitarte de sus improperios. Te temblaba el pulso en las sienes. Respiraste profundo. Viste tus zapatos e imaginaste pisadas propias, distintas, respetuosas. Recordaste una tarde lluviosa cuando tu padre bajo el tropel del granizo sobre el techo del Century Plymouth negro te dijo que si alguien no te saludaba, tú debías saludarlo. En ese entonces te pareció una necedad. Han pasado varios lustros, ahora ves el horizonte de otro color y sabes que si quieres ver cambios, debes marcar pisadas propias. Sabías que tu intención original reflejaba disposición a resolver una dificultad. Que tu falta era más de forma. Y además la habías reconocido. Entonces recordaste todas las cartas que habías escrito refiriendo situaciones anómalas. Ninguna contestada, ninguna revisada, ninguna leída. Habías encontrado la estrategia para que atendieran tus reportes. Los errores marcaban otros espacios, el ansia de burla rasgaba las puertas de la instantaneidad para convocar reuniones en la superficie de las dificultades. Quisiste buscar intersticios donde retomar la esencia del reporte. La voz retorcía todos los lugares del respeto. Querías dominar todos los corceles de la rabia. Tanto tiempo remitiendo infracciones, y ahora si había tiempo para recriminar solo la de tu equivocación. Quizás eso serviría para que el jefe reflexionara sobre sus errores. Escribiste de nuevo el reporte con la corrección y lo releíste varias veces. Te lo enviaste. Lo recibiste. Te dispusiste a resolver la dificultad. Te diste un manotazo en el hombro. “¡Tranquilo, eso le puede pasar a cualquier ser humano!” Alfonso L. Tusa C.

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