domingo, 20 de abril de 2014

Gabriel García Márquez: La magia de un escritor

19 de abril de 2014 a la(s) 15:40 Siempre me llamó la atención un episodio que aún dudo si ocurrió o es parte de una leyenda que subyace bajo la nostalgia de los grandes encuentros. Miguel Otero Silva y Gabriel García Márquez dialogaban de distintos temas y su acuerdo más intenso partía de las coincidencias recogidas luego de atravesar las fronteras de una desconfianza absurda entre dos pueblos que comparten las arepas, el joropo y la graficidad de las “vainas”. La tarde que recibí aquel libro blanco de rectángulos azules, sentí un cosquilleo en las manos que permaneció hasta el capítulo de los niños con cola de cochino. Desandar el laberinto del coronel Buendía entre mariposas amarillas, la eternidad de Úrsula y la escena de ir a conocer el hielo, todo el influjo mágico de Cien Años de Soledad estalló otra vez en la pantalla mental. Especie de conversación al final de una etapa material. Ahora las lecturas entrelíneas proliferarán en Macondo cual influjo de letras de un excelso escritor. Hacia la segunda lectura podía ver elenvés de las mariposas amarillas, a la tercera casi alcanzo el ritmo vertiginoso del Gabo y a la cuarta había visto la entrada de Macondo. En la quinta conversé con Úrsula. El día del acto delpremio Nobel, la vecina del frente me llamó cuando salía a las siete de la mañana. Rezumaba una alegría atenuada, en los ojos, en la piel, en la voz, enlos zapatos. Quería decir tantas cosas, casi se saca los dedos de las manos. Aprendía leer con los libros del Gabo. Primero no entendía nada, ahora puedo leer hasta las estrellas. Hoy le van a dar el Nobel, para mí ya es un escritor trascendental hace rato. La veía y también celebraba el momento, siempre he sentido ese Nobel con muchas componentes venezolanas porque elGabo sintió a Venezuela como su patria. Por eso pienso que el episodio con Miguel Otero Silva si ocurrió. Alguna vez se reunieron bajo un araguaney y el Gabo tomó el pabellón venezolano, lo metió bajo su camisa verde marino. Miguel Otero Silva agarró la bandera colombiana y la apretó bajo el brazo de su camisa blanca. El acuerdo fue que en una hora cercana al mediodía, el Gabo correría con el pabellón venezolano para hacerlo flamear en la plaza Bolivar de Bogotá y Miguel Otero Silva haría lo propio con la bandera colombiana en la plaza Bolívar caraqueña. Alfonso L. Tusa C.

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