lunes, 10 de octubre de 2016

Saluda a todos

Matt Baiamonte. Entrenador de boxeo. The Players’ Tribune. 27-07-2016. Recuerdo la primera vez que manejé un carro con Angelo Dundee. Yo todavía estaba verde, relativamente nuevo como entrenador, y le había dado el aventón en su ruta hacia el gimnasio. Todo el que maneja mucho conoce lo que se siente cuando tienes a alguien que admiras observándote. Tu forma de manejar importa. Lo haces más complicado que lo normal porque quieres operar el vehículo perfectamente. No quieres aumentar la velocidad, pero no puedes manejar muy lento. Te aseguras de no agredir a nadie, pero tampoco puedes ser tan pasivo. Y después desde el punto de vista de lo ideal, se supone que también debes mantener una conversación interesante. Yo estuve literalmente sudando plomo todo el camino, y el sol de Miami no me ayudaba. Las cosas iban saliendo lo sufuicientemente bien, o así pensaba. Esto es, hasta nos detuvimos a pagar en el peaje al final del autopista. Bajé el vidrio de la ventanilla, le entregué el dinero efectivo a la mujer, y seguí. Todo eso tomó menos de 30 segundos. Antes que me pudiera cambiar al canal derecho, Angelo me dio una buen puñetazo en el brazo. Creanme, ese tipo todavía sabe como lanzar un puño, aun a sus más de 70 años. “¿Qué pasa contigo?” Tomé un espacio doble. No había carros alrededor. Aceleré razonablemente después de la parada. Y había pagado complete, ¿cierto? ¿De que demonios hablaba Angelo? “Ni siquiera saludaste a la dama”. Traté de rcuperarme en mi sorpresa, ero no vi ninguna mujer en ninguna parte. “¿Cuál dama?” “La dama de allá atrás. Esa pobre mujer está en la cabina de pago todo el día para personas como tú lanzándole el dinero. Ni siquiera dices hola. Ni le preguntas, ‘¿Cómo le va?’ Ni siquiera le dices, ‘Gracias. Que tenga un gran día’”. Yo no sabía como responder. “Desde ahora en adelante, Matt, tienes que decir hola. Dile hola a todos “. Ese es el tipo de persona que era Angelo. En realidad él me gritó por no preguntarle a la trabajadora de la cabina como le iba ese día. Aún oigo su voz en mi cabeza cada vez que manejo y paso por una cabina de pago. Esa fue solo una lección de muchas que Angelo me enseñó acerca del boxeo y la vida, pero esa fue una muy importante. Saludar y ser amigable, esas cosas importan mucho. Él era insistente. “Siempre tienes que tratar bien a las personas”, me decía. “No cuesta nada ser agradable”. De todo lo que aprendí en mi tiempo junto a él, ese simple principio es el que me ha ayudado más. No sé donde estaría si Angelo no me hubiese tomado a su cuidado hace muchos años. La verdad es que antes de conocerlo, yo era una persona dañada, no entendía completamente la importancia de ser una buena persona. Puede parecer ridículo. Ese es el tipo de cosas que se supone debes aprender mientras creces. Yo no lo hice. Crecí en una familia italiana grande con muchos tíos, tías y primos, siempre se metían debajo de mi piel diciendo la misma cosa: “Vas a terminar como tu papá”. Me lo decían de frente y los oía murmurar a mis espaldas también. Me molestaba cuando me comparaban con mi papá. Imagino que era porque yo les recordaba mucho lo que él hizo cuando estaba creciendo. Ahora puedo ver que aquellos comentarios no eran una predicción de mi futuro. Ni estaban dirigidos a lastimar mis sentimientos. Eran una precaución. Cuando yo era un niño pequeño, vivíamos en una casa grande de una agradable vecindad de Queens. Tres plantas y un sótano. Yo tenía una habitación propia y mi hermana tenía la suya. Y teníamos dos Jaguar convertibles en nuestro garaje. Era maravilloso. No tenía idea de lo que mi papá hacía en aquellos años. Él solo salía y luego regresaba de pronto, y así es como era. Y entonces tengo esa memoria distinta. Yo era muy joven, fue en algun momento de mediados de los años ’70, estoy en la habitación de mi abuela. Todos la abrazan, todos los ojos están húmedos. ¿Por qué todos están llorando? Mi papá, el hijo de ella, se había “ido lejos a trabajar”, me dijeron a mí. Como eventualmente sabría después, el “nuevo” trabajo de mi papá era en Connecticut. En una prisión federal. ¿Has visto alguna vez la película Goodfellas? Bien, mi papá fue ladrón de bancos dos veces y hacía todo ese tipo de cosas. Robar camiones, todo eso. Seguro, eso parecía interesante en la película, pero te puedo decir que no hay nada glamoroso en ese estilo de vida. Eso puede destrozar una familia. No lo visitamos mucho en Connecticut. Mi mamá decía todo el tiempo que él estaba “lejos trabajando”. Mientras él estuvo ausente, la familia tuvo dificultades. Todas las cosas que teníamos: La casa, los carros, los muebles, todo nos lo quitaron. Mi mamá precipitó las cosas y fuimos fortzados a midarnos a un apartamento pequeño. En invierno todos teníamos que concentrarnos alrededor de la cocina para mantenernos calientes. Por semanas, todo lo que comíamos era sandwiches de mayonesa. Esa vida que habíamos conocido previamente, había desaparecido junto a mi papá. Yo probablemente tenía siete años de edad cuando él se fue. Mi familia pensó que lo mejor era no decirnos la verdad a mi hermana y a mí acerca de donde estaba él. Aunque a esa edad no logre armar el rompecabezas, eventualmente empecé a notgar que tal vez las cosas no habían ocurrido de la manera que parecía. En su primera semana luego de salir de prisión mi papá le compró un carro nuevo a mi mamá. No teníamos nada y eso fue lo primero que él compró. No estaba modificando su estilo de vida. Yo sospechaba que todos teníamos que psar por más penurias, antes que él pudiera detenerse. En un año, él empezó a desaparecer otra vez. Y cuando estaba por ahí, me sacaba de la escuela para que lo acompañara en sus giras por Manhattan, desde el Lower East Side hasta subir a Harlem. Yo no sospechaba nada. No parecía inusual tener un día de paseo aquí o allá en una relación padre-hijo. El punto es que estábamos en busca de heroína. Yo esperaba en el carro en vecindades riesgosas mientras el trataba de conseguir drogas. A esa edad es difícil saber que lo que haces está equivocado si uno de tus padres te dice que está bien. Yo estaba casi tan perdido como él. Una vez que la familia de mi padre descubrió lo que ocurría, una de sus hermanas mayores y su esposo nos enviaron hacia Florida. Todo ocurrió muy rápido, y sentí mucha rabia hacia mi madre debido a la mudanza. Sentí que ella de nuevo me estaba quitando a mi papá. Por supuesto, yo no veía el panorama completo. No pensaba en como él la había tratado y todo lo que le había hecho pasar. Yo no sabía de los negocios de él y del abuso físico que le infligía a ella. Solo pensaba en mí. Empecé a rebelarme y rechazaba ir a la escuela. Todo parecía sin sentido para mí. Pasé dos años protestando en Florida, antes que mi mamá me dijera, “Está bien, si quieres regresar con tu papá, regresarás con tu papá”. Justo cuando yo había planes para regresar a la ciudad de Nueva York, mi papá nos sorprendió al volar hacia Florida para informar de una noticia. Él era HIV positivo. En aquel entonces, había mucho desconocimiento acerca del HIV. Las personas pensaban cosas ridículas, como que podrías contagiarte solo con respirar el aliento del afectado. Y no exagero. El público sabía muy poco. Así que tener un padre con HIV me convirtió en alguien extraño. Sin embargo, yo era terco. Insistí en que quería regresar a Nueva York. Cuando bajé del avión, mi futura madrastra me fue a recibir. “Vine sola. Tu papá estaba muy enfermo para salier de casa hoy”. Y por los próximos dos años, viví con mi papá en Nueva York. En ese momento yo tenía 14 años, y casi al regresar a la ciudad, recai en un patrón familiar. Mi papá empezó a forzarme a escaparme de la escuela otra vez para que lo acompañara a buscar heroína con el carro cada semana. Ahora que yo tenía más edad, él se drogaba en el asiento del copiloto, y yo tenía que manejar el carro de vuelta a casa. Algunos días cuando regresaba de la escuela, lo encontraba con una sobredosis en el piso y una aguja hipodérmica en su brazo. En ese momento, entendí que necesitaba una manera de evitarlo. Un tipo de escape. Como muchos jóvenes, me incliné hacia los deportes. Futbol americano, pista y levantamiento de pesas, para ser exacto. Los fines de semana, iba a casa de mi abuela porque no quería estar en el desastre de la casa. Hasta conseguí un trabajo lavando platos en un restaurant las noches cuando no tenía práctica de futbol, así no tendría que ver a mi papá. Cuando finalmente era tiempo de regresar a casa, yo siempre rezaba que él ya se hubiese dormido. Empecé a trabajar fuera más y más, porque sabía que tenía que estar listo para él si me buscaba. Podía pasar en cualquier momento. Poco despues que terminé el décimo grado, mi papá decidió que nos íbamos a mudar para Virginia, cerca de donde había estado viviendo su hermano. Seré honesto, pensé que él había recapacitado cuando llegamos allá ese verano. Él parecía realmente querer ordenar su vida. Y pensé que Virginia era perfecta para él. Recuerdo pensar, “Está bien, no hay manera de que se meta en problemas aquí. Aquí no hay absolutamente nada”. Eso duró tal vez, tres o cuatro meses. Pronto, él estaba viajando hacia Nueva York los fines de semana y regresaba a casa con el carro cargado de implementos. Una bicicleta pequeña, herramientas de jardinería, equipos electrodométicos. “Oh”, decía él. “De regreso me detuve en una venta de garaje”. Recuerdo que tuvimos una gran pelea cuando yo era aun adolescente. Luchábamos en el suelo, esa fue la primera vez que pienso que ambos sabíamos que yo lo podía vencer. No quería que él sangrara debido al HIV, asi lo que lancé a un lado y él fue por su pistola. En ese momento, me rendí. Lo miré y dije, “Se acabó la pelea, haz lo que quieras hacer”. Él me tomó con una llave de lucha y me golpeó, y entonces se detuvo. Pero fue un momento importante. Despues de todos esos años, finalmente me había hecho lo suficientemente fuerte para enfrentar a mi padre. Regresé a casa desde la escuela dos semanas después de uno de sus viajes a Nueva York y todas la luces estaban prendidas y el fregadero estaba lleno de platos sucios, pro no había nadie. Mi madrastra llegó dos horas después. “Todo ese material que tu padre trajo a casa. Él lo robó. Los policías vinieron y lo arrestaron”. Todos hablaban de eso. Él tenía ese lugar donde merodeaba en Route 13 con una van y robaba los botes que encontraba en los remolques. Esa ruta es tan rural, solitaria, que a él se le hacía fácil conectar los remolques a su van y llevarlos a Nueva York. Yo estaba tan avergonzado. Todo había salido en los periódicos. En mi liceo todos se reían de mi a diestra y siniestra. ¿Pero saben una cosa? Yo estaba feliz de que mi papá fuera a la cárcel. Tal vez finalmente iba a corregir sus actos. No quería visitarlo mientras estuviera en prisión. Pero la víspera de Navidad de mi últimop año en la escuela secundaria, me olvidé de eso y fui con mi tío a visitarlo. Fuimos a la prisión y esperamos, pero él no quiso vernos. Ni siquiera fue a la habitación. Esa resultó la última vez que estuve en el mismo lugar donde estaba mi padre. Él murió de sida poco después. En ese momento estaba en una encrucijada, sin padre y con el final de la escuela secundaria acercándose rápido. Mje podía quedar en Virginia o regresar a Florida para vivir con mi mamá. Si me hubiese quedado, probablemente habría terminado como la mayoría de las personas del pueblo, trabajando en la fábrica de pollos. No hay nada malo en esa vida, pero yo sabía que quería algo más. Me fui a Florida y antes que pudiera establecerme, mi mamá descubrió que tenía HIV. Fue mi peor pesadilla. No puedes estar preparado para este tipo de noticia. Como podrán imaginar, ella había estado expuesta al virus en algún momento cuando todavía estaba con mi papá. Durante los cuatro años que viví con mi papá, no había estado en contacto con mi mamá. Sabía que era mi falta. Había llegado a Florida con la esperanza de recuperar mi relación con ella, pero ella necesitaba más que eso. Me encontré buscándole citas y llevándola a ver médicos. Mientras tanto, otros en mi familia estaban preocupados por mí. Pienso que una de las cosas buenas que mi papá hizo por mi fue presentarme el deporte del boxeo. Me dio un puñado de afiches cuando yo era muy joven que todavía tengo. Sugar ray Leonard vs Roberto Durán, la primera vez que pelearon en Montreal. Ali-Holmes en 1980. Y tengo ese plato de cristal que él adoraba, una conmemoración de el enfrentamiento Ali-Norton III en Yankee Stadium. Al ser italiano, mi papá me sentaba en el sofá para ver todas las peleas de Ray (Boom Boom) Mancini. Era difícil no quedar enganchado, al crecer con una memoravilia como esa y ver a los grandes peleadores de los años ’80. Cuando llegué a Florida, sin embargo, yo tenía un resquemor en el hombro. Me parece que estaba molesto con el mundo por algunas de las cosas que había presenciado de niño. Debido a mi papá, yo había jurado que nunca me involucraría con drogas. Me mantuve firme con eso, pero aún así tenía mi cuota de porquerías de la adolescencia. El novio de mi hermana en ese momento era entrenador de boxeo, e insistía en que yo fuera al gimnasio. O haces eso, dijo él, o terminarás muerto, o en la cárcel. Propbablemente él estaba en lo cierto. Entonces, mi placa de licencia estaba personalizada con “2 to None”, debido a que mi peleador favorito era Michael Nunn, quien entrenaba con Angelo Dundee. Un día, el novio de mi hermana vio mi placa y sus ojos brillaron. “Hombre, ¿sabes que Angelo está en un gimnasio a dos cuadras de tu casa?” No vacilé. Subí a mi carro, me dirigí hacia allá y caminé hacia Angelo. No es broma. Angelo fue muy considerado cuando me dijo, “Hijo, solo entreno profesionales. Nada de aficionados. Lo siento”. Esa fue una manera educada de decir no, pero no lo tomé como un no. Me imaginé que pelearía como aficionado y luego Angelo me tomaría cuando saltara al profesional. Ingenuo ¿no? Yo trabajaba en una venta de carros en ese momento y trataba de ir al gimnasio tanto como pudiera, pero con la condición de mi mamá desmejorando rápidamente, era difícil. Mi madre, esa mujer fuerte y vibrante, se estaba deteriorando y no había nada que yo pudiera hacer. Poco después que regresé a Florida para reparar nuestra relación, ella pasó a mejor vida. Una vez por mi cuenta, yo sabía que tenía que trabajar. Empecé a trabajar por turnos los fines de semana en un club nocturno de Miami Beach. Por cinco años, trabajé en la venta de carros durante el día y en el club toda la noche. A la vez, trataba de conseguir mi objetivo y mantenía mi entrenamiento boxístico cada vez que podía. El gimnasio donde yo entrenaba en Miami Beach, estaba a pocas cuadras del famoso 5th Street Gym de Angelo. Yo iba allí cada vez que podía para rogarle a Angelo y a Luis Lagerman, uno de sus discípulos, que me dejara entrenar con ellos. Yo sabía que para entonces era muy viejo para pelear, pero quería ser entrenador. Eso tomó mucha perseverancia. Finalmente me dejaron trabajar con ellos, pero solo como aguatero. No me pagaban y no me permitían hablar con ellos en el gimnasio, y yo estaba orgulloso. Me iba a convertir en entrenador de boxeo y Angelo Dundee me iba a mostrar el camino. “Así fue como aprendí; y así es como aprenderás”, me dijo Angelo. Y por dos años, eso fue exactamente lo que hice. Trabajé en mi escalada, sin considerar ningún trabajo insignificante. Si yo era un aguatero recogiendo escupitajos, iba a ser el mejor aguatero que todos esos tipo habían visto. Al comienzo, la única vez que yo pidía hacer preguntas era después que nuestras sesiones habían terminado por completo. Yo hacía mi trabajo y trataba de aprender todo lo que podía. Seguí trabajando en la venta de carros y en el club nocturno, pero veía mi tiempo en el gimnasio como un escalón real hacia una carrera. Nunca había tenido en mi vida algo por lo cual trabajar. Tener una meta tangible me dio mucha energía. Me iba a convertir en entrenador de boxeo y Angelo Dunde me iba a mostrar el camino. Eventualmente, me permitieron hacer preguntas y opinar mientras estaba dentro del gimnasio. Despues de eso empecé a viajar a las peleas. A veces oyes a los tipos hablar acerca de ese momento cuando supieron que lo habían conseguido. Bien, definitivamente yo había conseguido uno de esos momentos. Eso llegó en enero de 2005 en una pelea entre nuestro muchacho, David Estrada, y Chris Smith en el casino Mohegan Sun de Connecticut. Estábamos sentados ahí, entre el primero y el segundo asalto, y Angelo se volteó hacia mí y preguntó, “¿Qué piensas Matt? ¿En que deberíamos trabajar?” Lo mire con la boca abierta por un Segundo. Quería pellizcarme, para cerciórame que aquello era real. Angelo Dunde me había pedido un consejo. Este era el tipo quien había estado en todas esas peleas épicas de Ali, Frazier, Foreman, Sugar Ray Leonard y muchos otros grandes. Y él quería saber que pensaba yo. Le communiqué el major consejo que pude, y luego que terminara el asalto siguiente, Angelo se volteó hacia mi otra vez, “Eso funcionó de maravillas, hijo. ¿Qué piensas que es lo próximo? Y la pelea siguió en esa tónica, con Angelo implementando mis sugerencias. Estrada terminó ganando por nocaut técnico. Esa noche, sentí que finalmente tenía un propósito. Yo era un entrenador de boxeo verdadero. Me había ganado ese título. La muerte de Muhammad Ali en junio me hizo pensar en una pequeña historia divertida. Que Angelo me había contado de él. Angelo siempre decía, “No le puedes enseñar nada a Ali porque él piensa que lo sabe todo”. Ali no era único en ese sentido, pero Angelo tenía un método creativo para enseñarle a él y a otros peleadores con esa mentalidad. La clave, para Angelo, era hacerle creer a Ali que él inventaba las cosas. Angelo me dijo que una vez trataba de conseguir que Ali centelleara su jab y levantara el pulgar, pero Ali no estaba escuchando. Angelo trató de conseguir que lo hiciera por una semana sin suerte. Entonces un día durante el entrenamiento, Angelo gritó, “Carajo, ¿donde aprendiste ese jab? Estás relampagueando esa muñeca y moviendo ese pulgar. Eso es perfecto. ¿Quién te enseñó eso?” Ali lanzó otro jab, haciendo exactamente lo que Angelo quería, y entonces replicó, “Oh, he estado trabajando en eso por mi cuenta”. Me refiero, ¿Qué tan brillante fue eso? Esas fueron las cosas que tomé de Angelo, y las he llevado conmigo a través de los años que he entrenado tipos por mi cuenta. A veces tienes esos atletas élite quienes tienen mucha confianza en si mismos, y eso es comprensible. Su autocreencia los ha llevado por grandes avenidas. Pero eso también puede ser una debilidad. Ellos no siempre responden bien cuando les dicen que hacer porque no están acostumbrados a eso. Como entrenadores, nuestro trabajo está en buscar la mejor manera de comunicarnos con ellos. Los métodos de comunicación de Angelo eran perfectos. Él tenía muchos trucos mentales. Entendía a las personas y como llegar a sus motivaciones íntimas. Antes de Ali, en los años ’50, él entrenaba a un tipo que terminó siendo campeón mundial semipesado, Willie Pastrano. Angelo me contó esta historia de Willie: La semana anterior a una pelea, Willie le cuanta a Angelo acerca de la casa que va a comprar con el dinero de su victoria, y Angelo lo escucha sin decir mucho. Al empezar la pelea, Willie estaba recibiendo castigo. Una paliza como se decía entonces. Despues del final de uno de los primeros as altos, Willie regresa a la esquina desconcertado, lo primero que dice Angelo es, “Epa Willie, allá va tu puerta”. Y Willie mira a Angelo como diciendo, ¿Qué estás diciendo de mi puerta? “La puerta de tu condenada casa. A ese paso, no vas a comprar nada”. Así que Willie va allá afuera y lo hace un poco mejor, pero todavía pierde. El asalto siguiente termina y Angelo regresa frente a él. “Allá van tus condenadas ventanas. Te digo que si pierdees el próximo asalto, tu techo se irá y estarás a un paso de quedar sin hogar”. Willie regresa al cuadrilátero y bum, noquea al rival. No estoy jugando. Y Willie Pastrano no era conocido como noqueador. La comprensión de Angelo respecto a la psique humana siempre me impresionó. Algunos días paso de entrenar a un boxeador profesional a un jugador ofensivo de futbol americano profesional a una persona promedio. Y alguien podría necesitar que lo trate diferente a otro, para sacar lo mejor de cada uno, tengo que reconocer que lo hace avanzar. Eso es parte de la razón por la cual me gusta recibir todo tipo de persona en mi gimnasio para que se ejercite. Es interesante. Cuando yo era niño, me sentía tan aislado. No confiaba en nadie. Pero no fue hasta que me encontré con Angelo y aprendí a respetar a otros, que mi vida dio un giro. Si, te pueden ocurrir cosas malas. Cosas que no mereces , cosas quue nadie merece. Pero si te mantienes en el camino saludable, también pueden ocurrir cosas buenas. Cosas que ni siquiera aparecen en tus sueños más salvajes. “¿Tendrías algun interés en entrenar a LeBron? Nunca olvidaré cuando uno de mis regulares, un tipo llamado Paul, se me acercó después de una sesión y me preguntó eso. Paul era un tipo divertido, y era difícil decir cuando hablaba en serio y cuando estaba bromeando. Habíamos sido amigos desde que habíamos empezado a trabajar juntos unas semanas antes, pero ninguno de nosotros había dicho nada de baloncesto antes. “¿LeBron? Como… ¿ese LeBron? Si, seguro. Eso sería algo atractivo”. No lo pensé mucho. Nunca antes había entrenado a un jugador de la NBA, y sabía que no había manera que LeBron James fuese a boxear en mi gimnasio. Esto era en 2011, mientras avanzaba el paro, y yoimaginaba que él probablemente tendría varias prácticas de baloncesto por hacer. “Bien. Voy a programar ese entrenamiento”, me dijo Paul. Asi, de pronto. Él se veía serio. “¿Qué quieres decir con programar?” “Oh. Me parece que nunca mencioné lo que hago para ganarme la vida. Hago mercadeo para Nike. Le he contado a LeBron acerca de ti y él quiere venir y ver que se hace en tu gimnasio”. Las cosas no ocurren de esa manera. ¿Estaba él tratando de buscar una reacción mía? ¿Era eso solo una broma? Entonces, un par de días después, recibo una llamada de Paul. “¿Aló? ¿Matt? ¿Piensas que serías capaz de entrenarlo dos días a partir de ahora?” La cosa es, yo soy un bromista práctico así que sé cuan lejos pueden llegar las personas para hacer este tipo de bromas. Fui a casa esa noche y miré hacia el techo antes de quedarme dormido, tratando de identificar las motivaciones de Paul. El día siguiente, Paul llamó para dejarme saber que LeBron había confirmado. Él planeaba ir la mañana siguiente. LLega el gran día, y estoy sentado en el gimnasio esperando que alguien llegue al lugar riendo. “¿Paul? Oh, si, el estaba tomándote el pelo. Aquí tienes un par de zapatos para tus problemas”. Pocos minujtos despues, un par de tipos de Nike entran con una colección de otros zapatos. Sobresaliendo sobre el grupo está LeBron James. En ese momento, yo no era un fanático del baloncesto. Yo sabía que LeBron era un buen jugador, seguro, pero no sabía mucho más allá de eso. Él último tipo cuya carrera seguí fue Patrick Ewing. Imaginé que LeBron vendría, haría un pequeño entrenamiento, y eso sería todo. Eso fue lo que Paul me dijo que esperara. Así que exigí a LeBron por una hora, nada muy intense, y entonces pensé que era tiempo de parar. “Está bien, eso estuvo bien. Buen trabajo hoy”. Estrechamos manos, pero LeBron tenía unas caras de ¿Ah? “¿Qué quieres decir? ¿Ya terminamos?” “Bien, si. Terminó la hora”. “¿Podemos seguir?” Lo juro, terminamos hacienda un entrenamiento de tres o cuatro horas ese día. Ejercicios de acondicionamiento, golpenando los sacos, hablando de estrategia. El asunto completo. Recibí una llamada de Paul después que llegué a casa esa noche. Él insistió en que yo revisara la cuanta de Twitter de LeBron justo entonces. Eso fue antes que yo fuese asíduo a Twitter. Pensé que Paul estaba exagerando la situación. Caramba. LeBron llevó a D-Wade y a Chris Bosh con él. Ese fue el año cuando ellos ganaron su primer campeonato juntos. Solo tuve a esos tipos en el gimnasio un puñado de veces, pero pienso que se podía ver el efecto. Eventualmente, después de cada juego yo veía a D-Wade pretendiendo tener los guantes puestos y a LeBron boxeando con él. Eso muestra un poco como se desarrolló todo cuando empecé a trabajar con Matt Damon también. Solo una racha de buena suerte y nuestras personalidades se mezclaron. Eso fue en 2008, antes de filmar Invictus, Matt empezó a ir al gimnasio para entrenar para su papel como jugador de rugby surafricano y por casualidad él y yo coincidimos. En algun momento, Matt se acercó a mi y me invitó a ir a SurÁfrica para la filmación de la película. Me dije para mis adentros, Él no me va a llevar. Me está tomando el pelo porque le juegué una broma la semana pasada. Pero pocos meses después, me encontré a quioén sabe cuantas millas de distancia en la habitación de un hotel sentado entre Clint Eastwood y Morgan Freeman. Ya yo había empezado a ayudar a Matt a entrenarse para su papel en la película Bourne, y hasta empecé a preguntar por la coreografía de las secuencioas de pelea. ¿Qué tal eso? Un muchacho como yo, de Queens, consiguiendo créditos en películas de acción de Hollywood. Y aquí estamos ahora, con la próxima película de Bourne cerca del estreno. Ha sido un paseo divertido. A veces es abrumador. No parece real. Pienso en el viaje que me trajo aquí. Yo no fui uno de esos niños soñadores. Yo solo quería avanzar. Nunca imaginé que entrenaría atletas profesionales y estrellas de cine. En todos esos años fue difícil para mi pensar en el futuro. Ni siquiera sabía si estaría vivo para verlo. Por mucho tiempo, tuve problemas para discutir mi historia. Las memorias y la pérdida eran muy dolorosas. Pero entiendo ahora que eso es parte de quien soy. Mi niñez siempre tiene un impacto en mi vida actual, no importa lo que esté haciendo. Eso siempre me motivará. No quiero volver a comer sándwiches de mayonesa todos los días por semanas. No quiero vivir de la beneficencia pública. Pero sobre todo, no quiero dormir en el piso en una cocina hacinada esperando tener dos horas de sueño ininterrumpido cuando mucho. Pienso que eso siempre me guiará. Aunque sé que nunca dejaré que eso ocurra, el miedo me previene de renunciar, en el gimnasio y en toda mi vida. No siento pena por mí. No es por eso que estoy contando mi historia. Quiero que las personas entiendan que si un muchacho como yo puede batallar a través de la adversidad, ustedes también pueden. No importa lo que hagan, no importa cuan torcidas puedan lucir la cosas, solo manténganse avanzando. Fijen metas a lo largo del camino, aún si no están seguros donde quieren terminar. Rodéense de personas que se interesen por ustedes de corazón. Manténganse positivos. No tenga miedo del trabajo duro. Hay muchas cosas terribles que pueden pasar que estan fuera de tu control. Pero la única manera de avanzar entre ellas es tratar de convertirte en la mejor versión de esa persona quién se ha caído. Todo empieza con las cosas pequeñas. Sé una persona agradable. Dile hola a todos. Y mientras estás en eso, preguntales que tal está su día. Siempre trata a las personas con agrado. No cuesta nada ser agradable. *** Matt Baiamonte trabaja como entrenador para Matt Damon y colaboró en la coordinación de las peleas de la venidera película, Jason Bourne, la quinta entrega de la serie Bourne. Traducción: Alfonso Tusa C.

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