sábado, 27 de mayo de 2017

La Tragedia hizo que Steve Kerr viera el Mundo más allá de la Cancha.

El entrenador de los Warriors de Golden State emerge del asesinato de su padre para buscarle sentido a un mundo complicado. John Branch. The New York Times. 22-12-2016. La última vez que Steve Kerr estuvo en Beirut, su lugar de nacimiento, con las bombas cayendo por doquier y luego de seis meses del asesinato de su padre, partió por tierra. El aeropuerto estaba cerrado. Había conversaciones de tomar un crucero a Chipre, o de acompañar a un embajador en helicóptero hasta Tel Aviv o ir a Israel en bus. Un avión militar que iba a El Cairo tenía un asiento vacío, pero el mismo terminó siendo para otra persona. Finalmente, un conductor privado llevó a Kerr por las montañas libanesas y a través de la frontera siria hasta Damasco, luego hasta Amman, Jordania. Fue como una fuga. “Temo que toda esta incertidumbre e inconveniencia, sin hablar del daño físico, no haya mejorado la imagen que Steve tiene de Beirut, y en su estado anímico actual se pregunte porqué cualquiera de nosotros sigue aquí”, escribió su padre, Malcoml H. Kerr, el presidente de American University of Beirut, a otros miembros de la familia aquel día de agosto de 1983. Pocos meses después, Malcolm Kerr recibió dos disparos en la parte posterior de la cabeza en las afueras de su oficina universitaria. Steve Kerr tenía 18 años, tranquilo y obsesionado por los deportes. Era un estudiante de primer año en la University of Arizona, antes que esta fuese una potencia en baloncesto. Hacía falta una gran imaginación para verlo convertirse en campeón de la NBA como jugador y entrenador, quien ahora lidera a los Warriors de Golden State. Pero quizás no debería ser una sorpresa que a los 51 años, Kerr haya encontrado su voz en el discurso público, al hablar de mucho más que baloncesto: temas pesados como control de armas, protestas de himno nacional, política presidencial y del Medio Oriente. Con un enfoque educado, él enfrenta las discusiones que la mayoría de los otros en su posición evita o conoce poco al respecto, abundando sobre las areas grises de un mundo que se pinta en contrastes acentuados. Se ha convertido de muchas maneras en un eco de su padre. “El verdadero hombre civilizado está marcado por la empatía”, escribió Malcolm Kerr en un prólogo a una colección de ensayos llamado “The Arab-Israeli Confrontation of June 1967: An Arab Perspective”. “Al reconocer que el pensamiento y entendimiento de los hombres de otras culturas puede diferir profundamente de la propia, eso que le parece natural puede ser grotesco para otros”. En una rara y a ratos emocional entrevista este otoño, Kerr habló de la muerte de su padre y las profundas raíces de su familia en Líbano y el medio oriente. Algunas palabras sonaron familiares. “Póngase en los zapatos del otro y tendrá una perspectiva más amplia”, dijo él. “Vivimos en este mundo complejo, de zonas grises. La vida fuera mucho más fácil si se tratara de blanco y negro, bueno y malo”. Hacer comentarios sobre la actualidad política y cultural no es un requisito para el trabajo de Kerr. Hay fanáticos deportivos, tal vez la mayoría de ellos, quienes desean que los atletas y entrenadores no hablen de otra cosa que no sea deporte, se paren ante el himno, sean agradecidos por su buena fortuna, expresen solo humildad, y solo obsequien pequeñas sonrisas y autógrafos. Kerr entiende eso. Los deportes son una diversión para la mayoría de quienes los siguen, “solo significativos para nosotros y nuestros fanáticos”, dijo él. En un mundo deportivo que se toma a si mismo demasiado en serio, esa perspectiva es parte del atractivo de Kerr y los Warriors. Ganaron el campeonato de la NBA en 2015, fueron segundos la temporada pasada y siguen siendo un equipo vanguardista esta temporada. Parecen divertirse más que cualquier otro. Pero Kerr también sabe que los deportes son ingrediente activo de la cultura estadounidense. Sabe como cualquier otro, que los jugadores son complicados, moldeados por el entorno, la raza, la religión y las circunstancias. Y Kerr, también es un hombre cuyos abuelos se fueron de Estados Unidos para trabajar en el medio oriente, cuyo padre fue criado allí, cuya madre se adaptó allí, cuya familia tiene una perspectiva diferente y más amplia que la mayoría. Los Kerr son una familia tocada por el terrorismo de la manera más personal. Malcolm Kerr no fue una víctima aleatoria. Fue un objetivo. Eso le da a Steve Kerr una voz. Su trabajo le da una plataforma. Tendrán que excusarlo si tiene algunas cosas que decir. “Es realmente sencillo satanizar a los musulmanes debido a nuestra rabia por los sucesos del 11 de septiembre de 2001”, dijo él. “La vasta mayoría de los musulmanes son personas amantes de la paz, igual que la vasta mayoría de los cristianos, budistas, judíos y practicantes de otras religiones. Las personas son personas”. Él se ha adentrado en la historia moderna del medio oriente, en la segunda guerra mundial y el holocausto y en la creación de Israel en 1948, en la guerra de los seis días de 1967, en los acuerdos de paz y el conflicto árabe-israelí y la guerra de Irak y la persecución de Estados Unidos ante cualquier cosa que cambie los intereses propios. “Mi papá me habría explicado todo eso”, dijo Kerr. En vez de eso, él lo absorbió de muchacho y lo aplica como adulto. “Por lo menos me dio a entender que eso es complejo. Y así como es tan fácil satanizar a las personas, hay muchos factores involucrados en la creación de esta cultura en la que estamos”. Malcolm Kerr fue profesor de UCLA por 20 años, y la casa donde vivía la familia en Pacific Palisades, Calif., tenía un camino hacia el garaje plano y un aro de baloncesto adosado al techo del garaje. Steve Kerr pasó incontables horas en ese lugar practicando el lanzamiento que le daría la marca vitalicia de la NBA en porcentaje de cestas de tres puntos que aun está vigente. Pero no todas las memorias de ese camino son de baloncesto. “Recuerdo cuando ocurrieron los acuerdos de Camp David”, dijo Kerr, al recordar las conversaciones de paz entre Menachem Begin de Israel y Anwar Sadat de Egipto, propiciadas por el Presidente Jimmy Carter. Kerr era apenas un adolescente. “Uno de mis mejores amigos era un tipo llamado David Zuckerman, judío, y su padre era profesor de inglés”, dijo Kerr. “Mr. Zuckerman y David me llevaron a casa desde la práctica de beisbol, avanzamos por el camino del garaje, mi papá nos ve y viene corriendo. El nombre de Mr. Zuckerman era Marvin, y mi papá dijo: ‘¡Marvin, Marvin! ¿Viste la foto de hoy de Begin y Sadat?’ Era la gran noticia. Era el equivalente de que los Dodgers ganaran la Serie Mundial. El estaba muy emocionado por ese momento, porque lo había esperado con mucha fe: La paz del medio oriente. Ese era su sueño. Nunca olvidaré ese día”. Kerr hizo una pausa “Entonces, poco despues, Sadat fue asesinado”, dijo él. El asesinato de Sadat fue en octubre de 1981, solo 27 meses antes que mataran a Malcolm Kerr, ‘Eramos los Chicos Buenos’ Los padres de Malcolm Kerr, Stanley y Elsa Kerr, fueron misioneros estadounidenses quienes se conocieron en el medio oriente después de la primera guerra mundial. Él trabajó para American Near East Relief en Turquía durante la matanza de innumerables armenios (detallados luego en su memoria, “The Lions of Marash”). Ella había viajado a Estambul para estudiar turco y enseñar. Se casaron en 1921 y se mudaron a Líbano para administrar orfanatos. Llegaron a enseñar en la American University of Beirut por 40 años. Malcolm fue uno de sus cuatro hijos. Fue a Estados Unidos a estudiar preparatoria y se graduó en Princeton antes de regresar a AUB para estudiar posgrado- Fue allí que conoció a Ann Zwicker, una estudiante universitaria occidental de California quien cumplia un año de estudios en el exterior. Beirut era una ciudad cosmopolita, acariciada por el sol en el Mediterraneo, una mezcla de cristianos y musulmanes aparentemente en equilibrio pero no en armonía. La AUB fue fundada en 1866 (celebró su aniversario 150 el 3 de diciembre) como bastión del pensamiento libre y la diversidad, abierta a todas las razas y religiones. Mientras las guerras y las crisis sofocaron el medio oriente en décadas recientes, la AUB siempre se ha sentido como una isla, protegida por su prestigio y apertura de pensamiento. Malcolm y Ann se casaron y criaron cuatro hijos: Susan, John, Steve y Andrew. Los primeros tres nacieron en Beirut. Malcolm Kerr asumió un trabajo como docente en AUB, pero los Kerr se establecieron en California cuando Steve estaba en su primera infancia. La estadía de Malcolm Kerr en UCLA estuvo rociada con estadias temporales y años sabáticos que llevaban a la familia de vuelta al medio oriente. Steve Kerr pasó dos años escolares salteados en El Cairo. Hubo veranos en Beirut y Túnez, otro año en Francia, y viajes por carretera circundando el Mediterráneo en una van Volkswagen. Steve “no siempre estaba emocionado”, admitió él, por dejar atrás a los amigos y la comodidad de California. Odiaba perderse los campamentos deportivos y los juegos de baloncesto y futbol americano en UCLA, donde los Kerr tenían boletos de la temporada. Aunque, en perspectiva, la prolongada historia de su familia en el medio oriente, comenzando hace casi 100 años, lo moldeó de una manera que solo ahora él reconoce. “Se trata de una historia estadounidense, algo de lo que estoy muy orgulloso, el trabajo que hicieron mis abuelos”, dijo Kerr. “Eso parecía como la época cuando los estadounidenses ayudaban de verdad alrededor del mundo, y una de las razones por las que éramos queridos era la cantidad de ayuda que proveíamos, fuera después de la primera guerra mundial, como mis abuelos, o en la segunda guerra mundial. Me siento nostálgico por ese tipo de percepción. Éramos los chicos buenos. Lo sentí mientras crecía, cuando vivía en Egipto, cuando estaba en el exterior. Los estadounidenses eran admirados en muchas partes del medio oriente. Es muy triste lo que nos ha ocurrido en las últimas décadas. Kerr estaba en la escuela secundaria cuando su padre fue nombrado presidente de AUB en 1982. Era el trabajo soñado de Malcolm Kerr. Pero la satisfacción llegó cuando Libano estaba inmerso en la guerra civil. La organización de liberación palestina de Yasser Arafat, expulsada de Siria, tenía sus oficinas en Beirut. Los shiítas iraníes, seguidores del Ayatollah Ruhollah Khomeini, se habían desplazado hacía Libano para darle apoyo allí a la empobrecida minoría shiíta. La población cristiana disminuía, y Líbano estaba en medio de una guerra ente Israel y Siria. “Apuesto con oportunidad de 50-50 que seré despedido rápido”, le dijo Malcolm Kerr a su hija, Susan, en marzo de 1982, recordó ella en su memoria, “One Family’s Response to Terrorism”. (“La respuesta de una Familia al Terrorismo”). Aceptó el trabajo la mañana siguiente. La invasión israelí de Líbano, y la respuesta de los iraníes al enviar su guardia revolucionaria iraní a través de Siria, empezó en junio de 1982, semanas antes, Malcolm Kerr estaba por iniciar su nuevo trabajo. En ese caos, los militantes respaldados por Irán se organizaron y se convertirían al Hezbollah. Malcolm Kerr fue mantenido en Nueva York hasta que las cosas se calmaran, pero el vice presidente de AUB en ese momento, David Dodge, fue secuestrado en julio, y la AUB necesitaba liderazgo. Malcolm Kerr llegó en agosto, y expresó esperanza en que la destrucción y muerte que acechaban al campus serían alejadas de sus paredes. (Dodge, quien fue liberado por sus captores después de un año, falleció en 2009). “Yo quería que él estuviera en los juegos, pero sabía que estaba haciendo lo que le gustaba”, dijo Kerr. “Y cuando tienes 16 o 17, estás muy absorbido en ti. Solo quieres jugar y hacer tus cosas”. Malcolm Kerr escribía cartas a casa casi a diario. Ellas detallaban reuniones tensas con líderes políticos, los últimos asaltos de Beirut, el asesinato en septiembre de 1982 del presidente electo libanés, Bashir Gemayel, las entrevistas con periodistas extranjeros. La mayoría estaban llenas de optimismo y buen humor. “La idea de estar en Pacific Palisades para Navidad es más atractiva de lo que pueda decir, no me perdería la oportunidad de vivirlo”, escribió en una carta. “Espero estar ahí a tiempo de asistir a algunos juegos de baloncesto de Steve y ver a Andrew lavar los carros”. Ese diciembre, los Kerr usaron camisas de la AUB en su casa de California. Steve Kerr fue con su madre y su hermano Andrew a Beirut en el verano de 1983, antes fue a jugar en Arizona para el entrenador primerizo Lute Olson. Pocos meses antes, los milicianos habían bombardeado la embajada de Estados Unidos en Beirut, hubo 63 muertos, incluyendo 17 estadounidenses. Pero la visita ocurrió durante una pausa de la guerra. “Escalamos las montañas que dominan Beirut y nadamos en el Mediterráneo”, dijo Kerr. “La casa donde vivíamos estaba en el campus…la casa presidencial, la Marquand House. Era preciosa. Era surrealista. Había un mayordomo. No teníamos eso en nuestro hogar. Pero ahora él vivía la vida de un presidente. Teníamos grandes momentos durante el día, luego jugábamos naipes afuera después de cenar”. El truco estaba en irse. Ann Kerr fue con Steve al aeropuerto en agosto. “Había algunas interrogantes acerca de si saldrían vuelos debido a todo lo que estaba ocurriendo”, dijo Kerr. “Estábamos en el terminal, y de pronto hubo un descalabro. No fue en el terminal sino en los corredores. Todo el sitio se congeló. Todos se congelaron. Las personas empezaron a reunirse, decían ‘Tenemos que salir de aquí de inmediato’. Mi mamá me tomó de la mano, recuerdo correr para salir del terminal y a través del estacionamiento. Fue algo terrorífico. Recuerdo haber pensado, ‘Esto es real’”- Los Kerr consideraron opciones para lograr que Steve saliera. Sabían que iba a salir un avión privado con diplomáticos que iban a la base marina de Estados Unidos y podría haber algun asiento disponible en ese vuelo. Steve pasó horas esperando, conversando con las personas de la marina. Al final, no hubo asientos. Los Kerr hicieron arreglos para que un chofer de la universidad llevara a Steve por las montañas, a través de Siria hasta Jordania. (El chofer, un amigo de la familia de mucho tiempo, fue asesinado por un francotirador en Beirut en 1985). Una mañana temprano de octubre de 1983, un carro bomba destruyó las barracas de cuatro pisos de la marina. Entre los muertos estaban 220 de la marina y 21 miembros de otros servicios. “Recuerdo mirar todas las fotos después”, dijo Kerr. Empezó a llorar. “Las veo todas, las personas más agradables, a quienes conocí y nos mostraban la base y trataban de hacer sus trabajos y mantener la paz. ¿Y de pronto un carro bomba?” Kerr dijo que reconoció algunos de los rostros de los muertos. “Había un capellán quién había venido y nos tomó bajo su protección”, dijo él. “Un tipo muy considerado. Y vi su rostro…” Kerr secó sus ojos y respiró profundo. “¿Cuántos años han pasado, 30? Y eso todavía me hace llorar”. En diciembre, John visitó a sus padres en Beirut. Tenían una cinta de video del primer juego de Steve con Arizona de hacía un par de semanas. La imagen estaba borrosa, tomada sin sonido desde una cámara en lo alto del gimnasio, no siempre podían reconocer cual jugador era Steve. Eso no importaba. “Pienso que él anotó tres cestas, y debimos haber visto cada una de ellas 10 veces, regresando la cinta una y otra vez para precisar cada detalle”, John escribió en una introducción para un album de la familia hecho en un aniversario de la muerte de Malcolm Kerr. John la llamó “Papá y mi punto más alto como aficionado deportivo”. A mediados de una noche de enero de 1984, Kerr recibió una llamada de Vahe Simonian en su dormitorio, era un amigo de la familia y vice presidente de AUB quien estaba ubicado en Nueva York. Simonian le dijo a Kerr que habían asesinado a su padre. El asesinato del 18 de enero de 1984, fue noticia internacional, incluida en la primera página de The New York Times. Malcolm Kerr, 52, había subido en el ascensor hacia su oficina en College Hall y le dispararon en la parte posterior de su cráneo. Los dos asaltantes desconocidos escaparon. Un grupo autodenominado Islamic Holy War se hizo responsable más adelante ese día. “El Dr. Kerr era una figura modesta y extremadamente popular entre sus 4.800 estudiantes y en la facultad, de acuerdo a sus colegas aquí”, escribió el reportero del Times, Thomas L. friedman desde Beirut ese día. “Fue asesinado, insisten sus amigos, no por ser quien era, sino porque ahora que la marina y la embajada estadounidense en Beirut están cargadas de seguridad, él era el estadounidense prominente más vulnerable en Líbano y por tanto un objetivo que los milicianos usaron para tratar de intimidar a los estadounidenses para que se fueran”. Andrew Kerr, quien tenía 15 años en ese momento, supo de la muerte de su padre a través de un radio, en una tienda cercana al campus de AUB. Ann Kerr se enteró mientras esperaba por una amiga, bajo la lluvia, en la caseta de vigilancia del campus. Ella corrió a College Hall, al segundo piso, donde encontró a su esposo “tirado en el piso, boca abajo, con su maletín y paraguas frente a él”, escribió ella en su memoria, “Come With Me From Lebanon”. Un servicio memorial fue oficiado pocos días después. John fue desde El Cairo y Susan fue desde Taiwan. Steve fue el único de los hijos que no asistió. Perdió otro en Princeton, pero asistió a un tercero en Los Angeles. “Eso suena mal”, dijo él. “Obviamente, el baloncesto no era más importante. Pero la logística era muy complicada. Y para mi fue catársico jugar”. Él estuvo revelador en una victoria sobre los rivales de Arizona State dos noches después de la muerte de su padre. Los Wildcats tenían marca de 2-11, pero ganaron ocho de sus últimos 14 juegos. El año siguiente, llegaron al torneo NCAA en ruta a convertirse en una potencia nacional por mucho tiempo. Cuatro años después, Kerr fue el objetivo de los gritos pre juego en Arizona State. Un grupo de estudiantes vociferaba, “P.L.O., P.L.O.”, “Tu padre es historia”, y “¿Por qué no te enrolas en la marina y regresas a Beirut?” “Cuando oi eso, solté la pelota y empecé a sacudirme”, dijo Kerr. “Me senté por un minuto. Admito que eso me afectó. Tenía lágrimas en mis ojos. Porque eso me trajo memorias de mi papá. Pero también por otra cosa, era triste que las personas hicieran algo como eso”. De Donde Viene la Visión. Ann Kerr-Adams tiene 82 años de edad, usa zapatos Keds y lleva el cabello cortado a la altura de la barbilla. Ha sido la coordinadora por mucho tiempo del programa Fulbright en UCLA, y supervisa una clase llamada “Percepciones de Estados Unidos en el exterior”. También es miembro emérito de UAB y va usualmente a Beirut una vez al año para asistir a reuniones. Ella se volvió a casar en 2008. Ella y Ken Adams comparten la casa de California que ella y Malcolm compraron en 1969. La amplia sala, con un gran piano y vistas del ocenao Pacífico, está decorada con tesoros de una vida de muchos viajes, tales como grabados de El Cairo y las acuarelas enmarcadas de Túnez, de Ann. En el tope de la chimenea hay una fotografía de marco ovalado, de Steve y Andrew en un campo florido en Marruecos. “Diría que los intereses intelectuales de Steve florecieron en los últimos diez años”, dijo ella. “Pero no pienso que Steve sea como Malcolm”. Compartían la pasión por los deportes (el límite diario de una hora diaria de televisión que tenían los muchachos no aplicaba para los deportes) y un irreverente sentido del humor. Pero Steve es más diplomático que su padre, dijo ella. Los hermanos Kerr dormían en una habitación de huéspedes cercana. La cama litera que Steve y Andrew compartían ya no está, pero hay una pintura que Steve hizo de niño, un autorretrato con una franela de UCLA y una gorra de los Dodgers, su cabello rubio cuelga bajo sus orejas. El baño tiene una pintura de flores de navidad (poinsettias) que él hizo cuanto tenía nueve años de edad, y un armario que contiene sus impresiones enmarcadas de botes en El Cairo. “Aquí está una foto de Steve, el adolescente irritable”, dijo Kerr-Adams una tarde reciente dominical, al detenerse en un corredor con fotografías familiares. “Él siempre estaba rechinando los dientes en las fotos. Ahora tiene que sonreir para las fotos. La ironía de todo”. Al fondo del salón está la habitación que Malcolm usaba como oficina. Sus hijos guardan memorias felices del sonido de su máquina de escribir y el olor de las cotufas que le gustaban como merienda. El patio, con vistas amplias del océano que prueban la flexibilidad del cuello humano, desde Los Angeles a la izquierda, hasta las montañas de Santa Mónica a la derecha, muestra un gran panorama. Las tardes dominicales, se llenaba frecuentemente con profesores, vecinos, dignatarios visitantes y amigos de todo el mundo. Fue la conexión de la familia con el medio oriente lo que hizo única su niñez. “Sería totalmente diferente sin eso”, dijo Kerr. “Totalmente diferente. No hubiese estado expuesto no solo a los viajes y la interacción con las personas, sino a las conversaciones políticas en la mesa y en las parrilladas acerca de lo que ocurría en el mundo”. Pero las conversaciones alrededor de la casa involucraban con más frecuencia a los Dodgers o los Bruins. Malcolm fue un buen atleta, baloncestista en su juventud y tenista ávido hasta el final. Él y Steve compartieron mucho tiempo en la secundaria bateando y fildeando, y Malcolm a veces acompañaba a Steve en la carretera, “Él era zurdo y tenía un buen disparo en gancho”, dijo Kerr sonriendo. Kerr le da crédito a su padre por su actitud como entrenador de NBA, calmado y tranquilo, casi siempre, nunca fustiga a un jugador. Kerr no siempre fue de esa manera. “Cuando tenía 8, 9, 10 años de edad, yo tenía un temperamento horrible”, dijo Kerr. “No podía controlarlo. Todo lo que hacía, si fallaba un lanzamiento, si me hacían out, me molestaba. Era vergonzoso. De verdad lo era. En el beisbol era peor. Si estaba pìtcheando y le daba base por bolas a alguien, lanzaba el guante contra el suelo. Él y mi mamá estaban en la tribuna mirando, y nunca decía nada hasta que llegábamos a casa. Él tenía tenía la certeza de que yo necesitaba aprender por mi cuenta, todo lo que decía ganaba más importancia cuando me calmaba”. Su padre, dijo Kerr, era lo que todo padre de pequeñas ligas debería ser. Las conversaciones ocurrían después, casuales y relajadas, conversaciones en vez de arengas. “Él era un observador”, dijo Kerr. “Me dejaba aprender y experimentar. Trato de darle a nuestros muchachos mucho espacio y voz en el momento indicado. Mirando en retrospectiva, pienso que mi papá fue una gran influencia para mí, en mi faceta como entrenador”. Kerr jugó para algunos de los mejores entrenadores de baloncesto de la historia, Olson en Arizona, Phil Jackson con los Bulls de Chicago y Gregg Popovich con los Spurs de San Antonio entre ellos. Por los patrones de los entrenadores de baloncesto, ellos fueron hombres con intereses que iban más allá de la cancha. “Recuerdo a Phil hablando al equipo acerca de control de armas, y preguntarle a sus jugadores: ‘¿Cuántos de ustedes tienen pistolas? ¿Cuántos de ustedes saben que si tienen una pistola en la casa son más propensos a tener una fatalidad doméstica?’” dijo Kerr. “Era una gran discusión, porque los muchachos decían que necesitaban tener alguna protección, debido a que somos vulnerables de muchas formas”. “Y recuerdo una elección presidencial, probablemente la de 2000, estaba con los Spurs e hicimos dos equipos de lanzamientos, el equipo plateado contra el equipo negro o lo que sea”, dijo él, en referencia a un ejercicio de Popovich. “Pop decía, ‘Bien, los demócratas allí, los republicanos aquí’. Pienso que eran como 12 contra 2 en ese momento, así que él tenía que nivelar los equipos un poco. Él lo hacía interesante”. Kerr, quien tiene tres hijos, todos adultos jóvenes, con su esposa Margot, nunca ha hablado de su padre frente al equipo, y los jugadores de los Warriors solo tienen una noción vaga de la historia de la familia Kerr. Eso es contexto, principalmente, una parte no declarada de su entorno. “Me di cuenta con Pop y Phil que podía usar mi experiencia como niño y adolescente en mi crecimiento como entrenador”, dijo Kerr. “Y conectarme con los jugadores y tratar de mantener esa perspectiva saludable. Divertirse, y no tomárselo muy en serio”. Fue durante la estadía de Kerr con San Antonio que la familia, despues de años de reflexión siguiendo el pasaje del Antiterrorism and Effective Death Penalty Act, decidió demandar a Irán. Los Kerr llegaron a creer que el Hezbollah patrocinado por los iraníes había puesto a Malcolm en la mira. “No necesitaba revancha, no necesitaba un cierre”, dijo Steve Kerr. “Así que fui indiferente a la acción legal. Pero entonces reconocí que eso era importante para un par de miembros de mi familia, mi hermana y mi hermano menor, en particular”. Cuando llegó el momento de testificar en el United States District Court en Washington en diciembre de 2002, Kerr estaba con los Spurs, en la última de sus 15 temporadas en la NBA. No quería perder juegos. “No hay nadie mejor que Pop para hablar de algo como eso”, dijo Kerr. “Le dije, ‘No quiero que las personas sepan de eso’. No quería llamar la atención. Pero tampoco quiero que las personas piensen que estoy lesionado. Así que Pop dijo: ‘Pierdes dos juegos por razones personales. Gran cosa. Tu reputación te antecede. Nadie va a cuestionar lo que ocurre contigo’. Y él tenía razón. Le dije a mis compañeros de equipo y eso no pasó de ahí”. Testificó en una corte casi vacía, perdió dos juegos de los Spurs en gira por la costa oeste. Los Kerr supieron dos meses despues que habían ganado la demanda, millones de dólares que pueden no ver nunca. Pero el dinero nunca fue el punto. “Eso provee una estructura que permite a las personas canalizar sus sentimientos a través de la justicia y las reglas de las leyes, antes que convertirse en vigilantes”, dijo su hermana, ahora conocida como Susan van de Ven, en una entrevista telefónica desde Inglaterra, donde está involucrada en política como concejal de condado. “Eso da un acercamiento muy enfocado a las personas quienes se sienten agravadas. Estoy segura de que por eso fue que Steve habló de armas. Todo está relacionado ¿o no?” Su libro detalló la experiencia de la familia con la acción legal. La noche previa a que los Warriors visitaran al Presidente Obama para celebrar su campeonato de NBA de 2015, Steve cenó con Andrew. Quien trabaja para un constructor residencial y diseñador arquitectónico en Washington. Discutieron lo que Steve podría decirle al presidente. Andrew recomendó que lo elogiara por sus esfuerzos hacia el control de armas. Kerr lo hizo. En junio al final de un programa por internet con el columnista deportivo de Bay Area, Tim Kawakami, Kerr preguntó si podía hablar de un tema adicional. Nuestro gobierno es “insano” dijo, al no adoptar revisiones de armas más exhaustivas del entorno con las cuales la mayoría de los estadounidenses está de acuerdo. “Como alguien quien ha tenido un miembro de su familia tiroteado y asesinado, me siento devastado cada vez que leo sobre este tema, como lo que ocurrió en Orlando”, dijo Kerr, en referencia a la masacre de junio en un club nocturno de Florida. “Y todavía es más devastador ver al gobierno intimidar al N.R.A. y recurrir a un desactualizado derecho de portar armas. Si quieres tener un mosquete, bien. Pero esa no es la solución”. Desde entonces, Kerr se ha convertido en una voz activa en los deportes para asuntos de mayor significado. Eso sorprende a su familia de algun modo, al recordar que él fue probablemente uno de los hermanos más tranquilos cuando era niño. “Está llevando el asunto de la familia a otra disciplina”, dijo John Kerr, un profesor de sustentabilidad comunitaria en Michigan State. “No había manera de que él viviera de algo que no involucrara el deporte. Ahora que está en el nivel profesional, tiene la oportunidad de hablar. Es lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que puede hacerlo”. Los campamentos de entrenamiento de la NBA empezaron con un debate acerca de la decisión de Colin Kaepernick, el mariscal de campo de los 49ers de San Francisco, de no levantarse durante el himno nacional, como protesta ante la matanza de hombres negros desarmados a manos de oficiales de policía. En medio de las posiciones encontradas, Kerr fue una voz reflexiva. “No importa de que lado estés en el tema de Kaepernick, más te vale estar disgustado con las cosas que están ocurriendo”, dijo Kerr. Y agregó: “Entiendo a las personas quienes se sienten ofendidas por la posición de Kaepernick. Tal vez tienen un miembro de su familia que es militar, o tal vez perdieron a alguien en una guerra y tal vez ese himno significa mucho más para ellos que otra cosa. Pero luego ves las cosas desde otro ángulo, ¿y que hay de las protestas pacíficas? Eso es Estados Unidos. De eso es de lo que trata nuestro país”. En noviembre, luego de la elección presidencial, Kerr estuvo entre los entrenadores de NBA, incluyendo a Popovich, quienes criticaron el estado del discurso político acerca de la edad de Donald J. Trump. “A las personas les pagan millones de dólares para ir a la televisión a gritarse entre sí, sea en deportes, política o entretenimiento”, dijo Kerr. “Entonces, de pronto enfrentas la realidad de que el hombre que va a gobernar ha usado rutinariamente palabras racistas y misóginas”. No es sorpresa, entonces, que Kerr también tenga opiniones sobre el medio oriente. Como su padre hace décadas, Kerr dijo que cree que las políticas estadounidenses han enlodado la región. El meollo del problema, dijo él, proviene de la carencia de una solución bilateral para Israel y Palestina. La guerra de Irak empeoró las cosas. “Se siguió la línea de Colin Powell, ‘Si lo rompes, eres el dueño’ ahora somos los dueños”, dijo Kerr. “Es como, ‘Oh, Dios mío, esto es mucho más complicado de lo que pensábamos’. Todos miran atrás y piensan que estuviéramos mucho mejor de no haber ido a la guerra. Eso fue muy tonto. Pero la historia se repite todo el tiempo. No necesitábamos ir a Vietnam, pero las circunstancias, el patriotismo, la rabia, el miedo, todas esas cosas llevaron a la guerra. Es la historia del mundo. Resulta que ahora es probablemente el momento más tenebroso desde que tengo uso de razón”. En Beirut, la American University aun está activa. En su campus con vista al Mediterráneo aparece un nuevo College Hall, una réplica virtual del lugar donde fue ultimado Malcolm Kerr, el edificio destruido por las bombas en 1991. Está la dignificada Marquand House, donde Malcolm Kerr vivió cuando era un joven profesor y donde regresó cuando se convirtió en presidente. En un jardín ovalado entre College Hall y la capilla, hay un árbol de higos de Bengala que Malcolm Kerr moneaba de muchacho y marcó con sus iniciales, ahora invisibles. Bajo el árbol está una columna corintia que colocó la familia en los días posteriores a su muerte para indicar el lugar donde están enterradas sus cenizas. “En memoria de Malcolm Kerr, 1931-1984”, se lee en la lápida. “Él vivió abundantemente”, Esas fueron las palabras que Susan escribió en un pedazo de papel que identificó el lugar hasta que la piedra fue grabada. El papel todavía está ahí, en una placa que también tiene un extracto del libro de Kerr-Adams. “Estamos orgullosos de que nuestro papá y esposo viniera a AUB”, escribió Susan, en palabras ahora desteñidas por el tiempo. Steve Kerr nunca la ha visto. No ha regresado desde que su padre fue asesinado. Pero cada vez oye más y más los ecos. Anne Barnard contribuyó como reportera. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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