lunes, 28 de septiembre de 2020
Feb. 21 Episodios Olímpicos: ‘Hoy morimos un poco’, escribir la historia de Emil Zatopek.
Kate Carter. the guardian.com. 27 de abril de 2016.
Richard Askwith habla acerca de la dificultad y el disfrute de escribir una biografía de uno de los corredores más grandes de todos los tiempos, desde codearse con las leyendas hasta capturar el espíritu de un verdadero hombre único
¿Por qué Emil Zátopek?
Pienso en Zátopek como el santo patrón de los corredores. No solo revolucionó su deporte, lo reinventó. Reescribió los libros de registros y redibujó los límites de la resistencia, al redefinir la idea de lo que era humanamente posible. Nadie más, antes o después, ha dominado las carreras de distancia de la manera que él lo hizo a finales de los 1940s y comienzos de los 1950s. Sus logros en los Juegos Olímpicos de Helsinki nunca serán igualados. Y él hizo esto con una juguetonería loca y una generosidad de espíritu que lo hizo quizás el olímpico más querido de todos los tiempos. La única figura comparable en la que puedo pensar del siglo 20 deportivo es Muhammad Ali, aún así, Zátopek, a diferencia de Ali, ha sido tocado muy poco por los biógrafos hasta ahora.
¿Recuerda usted la primera vez que oyó hablar de él?
Apenas puedo recordar el tiempo cuando no sabía de Zátopek. Pienso que puedo haber sabido vagamente de él cuando era niño, al ver los reportes noticiosos de la Primavera de Praga. Pero fue cuando empecé a correr, cuando tenía veinte años, que la idea de él empezó a resonar. La idea del soldado estóico, endureciéndose física y mentalmente mediante la autodisciplina, sin perder su humanidad, era inspiradora. Lo vi como un modelo de auto superación, lo cual es ridículo, lo sé, pero muchos otros corredores sentían igual. El hecho de que también fue un mártir de la represión comunista (esto fue antes de la caída del muro de Berlín), y que nadie sabía que había pasado con él, solo aumentó el misterio y el romance. Cuando me propuse escribir de Zátopek, asumí que todos conocían su historia, y me sorprendí al encontrar que la mayoría de las personas, o la mayoría de las personas menores de cuarenta años, nunca había oído de él.
¿Como fue escribir de él?
Se pensaría que Zátopek sería una persona fácil de la cual escribir un libro. Tenía una historia sorprendente, colorida, inspiradora, encantadora: un hombre que ganó cinco medallas olímpicas, estableció 18 registros mundiales, redefinió los límites de la resistencia humana, se convirtió en vocero mundial de la deportividad y generosidad, y fue sumido en la solitaria oscuridad por los comunistas después de manifestarse por “un socialismo con rostro humano”. La historia se cuenta sola. El autor solo tiene que escribir. Aún así de alguna manera, también es un tema terriblemente difícil. Ciertamente es intimidante: el más grande, más carismático, el corredor del cual más se ha escrito que el mundo haya visto. Escribir su biografía es una gran responsabilidad. Te sientes presuntuoso al asumirla.
¿Por qué piensa que su nombre es menos familiar ahora?
Eso ocurrió hace mucho tiempo. Emil nació en 1922 y falleció en 2000. Los contemporáneos que sobreviven están en sus 90s, y cada vez son menos. Inevitablemente, algunas memorias son más confiables que otras. Encontré a Dana Zátopková, la viuda de Emil, maravillosamente alerta y comunicativa, pero hasta ella tuvo dificultades para precisar secuencias detalladas de eventos de hace 60 o 70 años. Otros testigos oculares eran más imprecisos. También estaba la pregunta de que tan confiable era la evidencia en primer lugar. La mayoría de las personas en la República Checa, y quizás también en el mundo del atletismo, tienen una historia que contar de Zátopek. La pregunta es: ¿de donde vino la historia? ¿La presenciaron ellos, o solo la oyeron, y si fue así, de quién? Hay muchos mitos que se repiten una y otra vez, por ejemplo la historia de que Emil solía cargar a Dana en su espalda cuando entrenaba, o que fue en 1968 cuando le dio su medalla de oro a Ron Clarke, después de la Primavera de Praga y los Juegos Olímpicos de México. He leído eso último repetidamente, en libros éxitos de venta y periódicos prestigiosos. Pero eso no lo hace realidad.
Así que ¿encontró que la mayoría de esas leyendas no tenían sentido?
No, pienso que lo más sorprendente que aprendí fue que, a pesar de todas las florituras, una asombrosa cantidad de las leyendas de Zátopek es verdadera. No, él no cargaba regularmente a Dana en su espalda, pero lo hizo al menos una vez (y en otra ocasión hizo una sesión completa de entrenamiento con una niña pequeña en su espalda). No, el no entrenaba en el corredor de 800 metros de la academia militar, pero entrenaba en las arenas profundas de la gigantesca escuela de manejo bajo techo. No, no le dio una medalla de oro a Ron Clarke en 1968, pero lo hizo en 1966. No, no le cedió su cama a un periodista australiano la noche anterior a los 10.000 metros de los Juegos Olímpicos de Helsinki. Pero le cedió su cama a un entrenador australiano (Percy Cerutty) pocas noches antes de la carrera, y se metió en problemas por permitir un “espía” occidental en el bloque comunista de la villa olímpica. Y así sucesivamente. Este hombre extraordinario, mágico, realmente existió. Hubo realmente un hijo de un carpintero pobre de Moravia, sin talento atlético especial, quien se construyó mediante el trabajo duro y la inventiva para ser el atleta más famoso que el mundo haya visto.
Realmente hubo un corredor quien redibujó los límites de su deporte en solitario, y mantuvo una luminosidad de corazón y una generosidad de espíritu que hizo sentir al mundo un lugar más cálido durante los días más oscuros de la guerra fría. Realmente fue casi patológicamente generoso, hubo una vez cuando un campamento de Praga empezó a redireccionar la caravana porque no tenían espacio, hacia la casa de Zátopek, sabían que Emil siempre les ofrecería hospitalidad. Y él realmente desafió a los tanques soviéticos en Wenceslas Square en Agosto de 1968, al detener brevemente una invasión super poderosa en camino.
Después de eso ellos lo quebraron, por supuesto. Pasó años como trabajador itinerante, incluyendo una mina de uranio, viviendo en una caravana, lejos de su hogar y de su amada esposa; y para el momento cuando fue rehabilitado era una sombra del hombre que había sido. La historia de los últimos años de su vida por momentos rompe el corazón. Aún así el hecho más sobrecogedor que me impresionó una y otra vez, dondequiera que iba y con quien fuese que hablara, es que Emil Zátopek era amado. Había algo como de niño acerca de él, tuvo un efecto en las personas. “Él iluminaba las vidas de las personas”, fue lo que dijo una persona. Para mí, esa fue la cosa más importante acerca de él.
¿Piensa usted que la historia de Zátopek tiene alguna relevancia para el corredor moderno?
Definitivamente. Sin embargo no se trata del entrenamiento, a pesar de lo fascinante que lo encuentran muchos corredores. Sus innovaciones han sido aceptadas tan ampliamente, absorbidas y desarrolladas que los detalles de lo que hizo apenas importan. Algunos corredores aun se obsesionan por los números: ¿hacia ochenta vueltas rápidas de cuatrocientos metros en un día o cien? ¿Qué tan rápida era cada vuelta? ¿Qué tan largos eran los intervalos de recuperación? Y así sucesivamente. Esas figuras existen, las encontrarán en mi libro. Pero no pienso que eso diga mucho. Muchas de sus sesiones fueron hechas sin cronómetro, sobre distancias medidas de manera imprecisa, hacía buena parte de su entrenamiento en el bosque. Un corredor con más o menos velocidad natural derivaría un grado diferente de beneficio al replicar exactamente una de sus sesiones. Y por supuesto el equipo era diferente, las pistas eran diferentes, la nutrición era diferente. No hay comparación entre lo que él hizo y lo que podemos hacer.
Lo que todavía es relevante, en mi opinión, es su actitud. No sé si Emil de verdad dijo, “Un corredor debe correr con sueños en su corazón, no con dinero en el bolsillo”, pero ese es el tipo de cosa que bien pudo haber dicho, y me parece que eso es un mensaje increíblemente vigente. Pero el corredor ordinario podría inspirarse también en la loca manera de comprometerse de él. Ultimadamente, todos saben que para dar lo máximo como corredor hace falta ser algo loco, y Emil era tan loco como el que más en ese respecto. No era solo que corría con botas pesadas, aguantaba la respiración hasta que pasaba la meta, usaba tres ropas de carrera mientras corría en medio de una nevada, corría en un baño lleno de ropa para lavar por dos horas…Esa también era su filosofía: la idea era esa “El dolor es misericordioso, si dura sin interrupción, se acaba a sí mismo”.
Ese era el secreto de su éxito como corredor: entrenaba para ser duro de mente y también de cuerpo. “Cuando una persona entrena una vez, no pasa nada”, dijo él. “Cuando una persona se esfuerza en hacer algo centenares o miles de veces, se desarrolla de otras maneras además de físicamente. ¿Está lloviendo? Eso no importa. ¿Estoy cansado? Eso tampoco importa. El poder de voluntad ya no es un problema”.
He encontrado en varias décadas de entrenamiento que el pensamiento de Zátopek es energizante e inspirador. Como dijo Ron Clarke: no se trata de lo que hizo, es la manera como lo hizo.
¿Cuál es su pieza favorita de la sabiduría de Zátopek?
“Cuando no puedas seguir, avanza más rápido”. Es una locura, pero también es el secreto de todo. Solo dígaselo a usted mismo la próxima vez que sienta que no puede seguir
La cita que usa para el título del libro, ¿es así de apócrifa también?
Es algo que Emil se supone dijo en la línea de salida de la maratón Olímpica en Melbourne en 1956. Puede no haber usado esas palabras exactamente, pero ciertamente dijo algo en ese sentido. Todavía se recuperaba de una operación de hernia muy reciente. Estaba lejos del tope de sus condiciones y en cualquier caso ya había dejado atrás sus mejores años. La temperatura estaba entre 30 y 35 grados Celsius. Él sabía que no podía esperar otra cosa en el transcurso de la carrera que no fuese agonía física. Aún así la asumió con un humor de celebración, de amistad de cementerio que me parece estar cerca de capturar la esencia de su nobleza.
¿Piensa usted que él tiene un heredero natural en este momento? ¿Alguien que calce en ese molde, a pesar de cómo se entrena o corre ahora?
No puedo pensar en alguien que corra ahora que se le compare. Su equivalente moderno más cercano fue Haile Gebrselassie, quien se las arregló para combinar a un corredor increíble con una personalidad animada y generosa. Y ha habido muchos otros, como Paula Radcliffe, quien ha tomado a Zátopek como ejemplo. Pero hay muchas diferencias entre entonces y ahora. Zátopek lo dijo bien, hacia el final de su vida: “Hoy, el atleta no es un atleta. Es el centro de un equipo, doctores, científicos, entrenadores y mucho más. A veces yo corría como un perro loco, pero era muy simple. Eso estaba fuera de mí”.
Él parece haber estado obsesionado con las repeticiones de 400 metros. ¿Nunca se pregunto usted si él pudo haber mezclado un poco?
Si, definitivamente. Aparte de cualquier otra cosa, usted se pregunta como él se atascó en eso. ¿Nunca se aburría? Quizás también sea bueno tener en mente que, en buena parte de su carrera, él estuvo bajo una gran presión política para mantenerse ganando. No pienso que él exageraba cuando decía que a veces corría con miedo de ser enviado a prisión si perdía. Así que probablemente no se atrevía a tratar cualquier cosa como hacer las cosas más sencillas. A veces el mezclaba un poco: carreras largas lentas en las montañas con Dana, retozar en el bosque con un niño en su espalda, trotar en un baño lleno de ropa por lavar. Él no parece haber contado con esa clase de carrera, correr sin intensidad ni dolor, como un entrenamiento apropiado.
Traducción: Alfonso L. Tusa C. 20 de febrero de 2020.
Today We Die a Little : The Rise and Fall of Emil Zátopek, Olympic Legend by Richard Askwith is published by Vintage Publishing.
Feb. 18. Para Mi Padre
Coby White. North Carolina Tar Heels. The Players’ Tribune. 17 de junio de 2019.
Una tarde de hace pocos años, mi mamá me llamó a la habitación de mis padres. Estaba sentada en la cama cuando entré. Mi papá estaba afuera en el jardín.
Mi mama me dijo que me sentara, entonces empezó. Primero no entendía que significaba aquello. Habíamos estado complicados luego de saber la noticia pocos meses antes de que mi papá había sido diagnosticado con cáncer de hígado, mientras me sentaba, mi mamá seguía hablando de cómo le estaba yendo a él, de los exámenes que le habían hecho y los que no. Pero era el tipo de situación donde ella decía muchas palabras, y a la vez…no decía nada. “¡Mamá!” le dije finalmente, interrumpiéndola. “¿Qué es esto? ¿Qué tratas de decirme?”
Ella respiró profundo.
“El cáncer de papa…Coby…No va a desaparecer”.
Ella hablaba lentamente. Le costaba decir las palabras.
“Y pronto un día…ese cáncer nos va a arrebatar a tu padre”.
En ese momento me derrumbé totalmente. Era puros sollozos.
Recuerdo querer responder pero…no podía hablar. Mi cerebro le decía a mi cuerpo que hablara, pero las palabras no salían de mi boca.
Cuando finalmente pude hablar, grité desde el fondo de mis pulmones…
“¡¡¡¡¡ESTO NO ES VERDAD!!!!!”
No sé exactamente como o por qué, pero justo en ese momento mi tristeza se convirtió en rabia. Fue como si todo mi cuerpo estuviese completamente lleno de furia.
Y entonces, de pronto, sin darme cuenta de lo que hacía…golpeé la pared.
Muy duro. Tan duro como pude. Con todas mis fuerzas.
Honestamente no sentí cuando mi puño golpeó la pared. Pero el impacto fue tan fuerte que mi papá lo oyó desde el frente de la casa y vino corriendo. Trató de consolarme, pero me fui afuera, me senté en la grama y lloré algo más.
Aquello era rabia al tope de la rabia. Nunca había estado tan molesto en toda mi vida.
Y ¿saben que? No me enorgullezco al admitir esto, pero…
No estaba bravo con el cáncer, ni con mi papá, ni siquiera por saber que lo iba a perder pronto, estaba molesto con… Dios.
Solo pensaba en como si yo era una persona de una increíblemente gran fe, ahora estaba a punto de perder a mi padre. Todo lo que había conocido y creido desde que era un niño pequeño parecía venirse abajo a la vez.
Seguí pensando, Si hubiera querido, Dios pudo haber detenido esto. Y en mi cabeza le decía lo desilusionado que estaba. Era como…
¿Por qué me estás quitando a mi papá?
Soy un muchacho de 17 años de edad.
¡¡¡¡¡Necesito a mi papá!!!!!
Estaba sentado afuera en la grama, las lágrimas bajaban por mis mejillas, y preguntaba una y otra vez…
¿Por qué, Dios? ¿Por qué?
Desde que era un niño pequeño, recuerdo que mi papá siempre fue la roca de la familia.
Él siempre hacía todo lo que podía para proveernos a mí, mi hermano y hermana, y a nuestra mamá. Nunca fue fácil, él trabajaba por guardia del amanecer en la fábrica cercana a nuestra casa de Goldsboro, North Carolina, pero nunca se quejó de nada. No era su estilo.
Mi papa también fue la primera persona que puso un balón de baloncesto en mis manos. Él jugaba baloncesto en North Carolina Central en aquellos tiempos, así que él amaba el juego y me introdujo en él desde temprano. Tan pronto como pude sostener un balón, me tenía en la calle frente a nuestra casa, lanzando al tablero que él había colocado. Y me contaba todas esas historias de desprenderse en el marcador por cuarenta puntos en aquellos días, o clavar el balón sobre el marcaje.
Lo asimilé todo.
Hay una que contaba acerca de como lanzó un alley-oop para él mismo, contra el tablero y clavó el balón con tanta fuerza que el árbitro no creía lo que estaba viendo y entonces…
“El silbato que tenía en su boca se cayó y aterrizó en el tabloncillo”, decía mi papá. “Estaba tan sorprendido que su boca permaneció abierta”.
No tengo idea de si eso es verdad o no, me refiero…si le cuentas esa historia al Coby de ocho años de edad vas a ser Supermanpara él.
Cada día regresaba a casa desde la escuela, hacía mi tarea y entonces…iba a la calle de enfrente a lanzar el balón. Papá tenía que dormir durante el día porque trabajaba en la noche, pero usualmente, cuando oía la pelota rebotando salía y me retaba a un juego de HORSE.
Él era un poco mayor que la mayoría de los papás, así que no pasó mucho tiempo antes que pudiera vencerlo. Una vez que fui capaz de lanzar desde cierta distancia, se acabó. Él era un tipo de rango medio, si se sabe a que me refiero, uno de la vieja escuela. Así que siempre trataba de evitar que yo lanzara desde lejos, o que hiciera trucos en los lanzamientos.
“¿Por qué tienes que lanzar desde tan lejos?” decía siempre. “¡Eso es trampa!”
Cuando no estábamos afuera lanzando el balón, mi papá y yo veíamos mucha televisión juntos. Definitivamente veíamos algo de baloncesto, seguro, pero lo que más le gustaba eran las películas de Rocky.
Mi papá estaba tan acostumbrado a trabajar de noche que los fines de semana se quedaba despierto viendo TV. Y aún cuando yo era pequeño, y mi mamá me gritaba en la sala y me decía que fuera a dormir, yo siempre contaba con que mi papá me sonriera como diciéndome… “Todavía no te irás a la cama”.
Esas noches, siempre se las arreglaba para encontrar una maratón de Rocky.
A mi papá le gustaba como Rocky venía de orígenes humildes y no tenía nada, y como nadie pensaba que lograría mucho, y como él le mostraba a todos que era lo que contaba al final.
No se esperaba que Rocky venciera a Apollo, o a Clubber Lang o al gigantesco tipo ruso, pero se preparaba con mucha dedicación y vencía a esos tipos para asombrar al mundo.
Mi papá disfrutaba cada minuto de las películas. Y yo también.
No importaba cuantas veces habíamos visto esas películas, siempre las celebrábamos, o lanzábamos un puñetazo al aire, cuando sonaba aquel golpe de nocaut.
Eso nunca pasó de moda.
En la escuela secundaria, cuando mis amigos empezaron a venir más, mi papá tenía un día de campo. Era el tipo de persona que disfrutaba contando historias y chistes, así que todo era de maravillas para él cuando mis amigos y yo estábamos por ahí. Había veces cuando mis amigos venían y pasaban más tiempo con mi papá que el que pasaban conmigo.
Todos lo llamaban Doc, mis amigos me llamaban para hablar conmigo, y después de un rato, me decían, “¿Qué hay de Doc? ¿Qué está haciendo?”
Llegó un momento cuando mi papá empezó a llamarlos. Como de la nada. Eso era tan ridículo. Como nuestra casa era tan pequeña, yo lo oía girar el dial del teléfono de la casa, desde mi habitación. Mi papá decía, “Epa, ¿Cómo va todo Corey? ¿Que haces?”
De verdad.
Yo oía todas esas risas. Luego recibía un mensaje de texto de mi amigo quince minutos después: “Hermano, tu papá me llamó”.
Increíble.
Pero, ¿saben qué? Por más vergonzoso que sea todo eso, para mí era imposible molestarme con él por eso. Porque él era de la vieja escuela y punto. Siempre quería estar cercano a las personas y conectarse con ellas. Y conmigo, eso significaba hacerme saber constantemente que me amaba.
Lo decía todos los días. Muchas veces al día.
Y también me besaba en la mejilla. No solo en mi cumpleaños, o en Año Nuevo, o lo que fuera…Hablo de todas partes. En público. Frente a las personas. No le importaba. No tenía problema en que todos supieran que él amaba a su hijo.
En estos días no se ven muchos padres besando a sus hijos en la mejilla.
Pero mirándolo en perspectiva ahora: Es algo muy valioso de hacer para un padre.
Alrededor de mi segundo año en la escuela secundaria, cuando empezaba a aparecer en la prensa por jugar baloncesto y algunos entrenadores prestigiosos venían a observar, empezó a ocurrir algo extraño.
Mi papá me halaba a un lado en cualquier momento y me daba esta charla extraña. Cada vez era algo diferente en términos de vocabulario, pero usualmente empezaba con algo como esto:
“Coby, no voy a estar en este planeta por mucho tiempo…”
Así era la apertura. ¿Pueden imaginar?
Estábamos viendo TV, o afuera en el patio, y empezaba con eso. Entonces seguía…
“Así que voy a necesitar que te encargues de cuidar a tu mamá y asegurarte de que esté bien. Y esperemos que tenga la oportunidad de verte jugar baloncesto universitario, pero si no es así, sé que lo vas a hacer muy bien”.
Yo no tenía idea de lo que el hablaba, o por qué decía cosas como esas. Esto fue antes que descubriera que tenía cáncer, cuando parecía estar muy sano. Me parece que él presentía que algo andaba mal.
Cada vez que el hacía eso. Yo pensaba, “¡Hermano, cállate! ¿Qué estás haciendo? ¿Deja de decir esas cosas? ¿Qué pasa contigo?”
Me enojaba mucho por eso, porque no tenía idea de nada.
Pero él no se detenía. Y eso me marcó de muchas maneras. Tal vez el impacto más grande que eso tuvo fue en mi reclutamiento y la decisión de donde iba a jugar baloncesto universitario.
Aunque yo no sabía lo que ocurría, o de que hablaba mi papá, definitivamente sabía que había algo en proceso, y que yo quería estar cerca de casa en caso de que esas cosas terribles que el seguía diciendo se hicieran realidad.
Cuando el entrenador Williams nos invitó a Chapel Hall, todo encajó para mí en todos los aspectos. UNC estaba super cercana, y me gustaba todo del programa y el gimnasio y la escuela.
Y mi papá realmente se llevaba muy bien con el entrenador Williams.
Esos dos, eran tan de la vieja escuela y los pies sobre la tierra y…genuinos. Recuerdo cuando nos montamos en el carro luego de una larga conversación durante esa visita, y le pregunté a mi papá que pensaba.
“Me gusta el buen viejo Roy”, dijo él.
“Él es un buen hombre. ¡El buen viejo Roy!”
Así que tres días despues que llegara la oferta de UNC, durante mi segundo año de secundaria, me comprometí a jugar para el entrenador Williams y los Tar Heels.
Mi papá no podía dejar de sonreir.
No mucho después de eso, finalmente supe de que trataban aquellas extrañas conversaciones de “No voy a estar por aquí por mucho tiempo”.
Mi papá pasó de ser un tipo sano y divertido a alguien quien siempre se sentía enfermo y decaído Cuando fue al hospital, le diagnosticaron cáncer de hígado.
Y eso se extendió rápido.
En una oportunidad él se sometió a una cirugía para remover algunos tumores, y pareció que estaba sanando bien. Yo estaba convencido que él vencería eso. Era como, Ese es mi papá. Puede hacer cualquier cosa. No va a dejar que esto lo tumbe. Nada de eso.
Pero entonces mi mama me llamó a su habitación. Y yo golpeé la pared. Y todo cambió para siempre.
Después de eso, las cosas fueron en bajada rápidamente.
En un período de dos meses, vi a mi papá empeorar cada día. Perdió mucho peso. Estaba débil y no podía caminar por su cuenta. Llegó un momento, cuando empezó a mezclar sus días con sus noches.
Básicamente, poco a poco, veíamos morir a mi papá.
Llegó un momento cuando miraba a mi padre y él no me reconocía. Esa era la parte más dura para mí, mirar a los ojos a mi papá y saber, ser capaz de decir que…él no sabía quien era yo.
Ese era mi héroe. Superman. La persona a quien siempre buscaba…para todo.
Y él no me reconoció más.
Yo estaba a punto de subir a un avión rumbo a Los Angeles para ir a la Nike Skills Academy cuando recibí una llamada de mi mamá.
“Coby”, dijo ella, “tu papá pasó a mejor vida esta mañana. Se fue”.
Empecé a gritar. Inmediatamente. Incontrolablemente.
Mi hermano me llevó de vuelta a casa desde el aeropuerto, y cuando llegamos allá, antes que se llevaran a mi papá, caminé hacia la habitación donde él yacía, y me derrumbé.
Mi mamá me dijo después que lloré tanto que había un charco en el piso.
Pero en ese momento yo estaba parado ahí mirándolo, con la cabeza gacha, sollozando, sin saber que decir o hacer.
Mi mamá rompió el silencio.
“Puedes besarlo si quieres, Coby”.
En ese momento, apenas podía respirar, sollozaba mucho. Pero me agaché y besé a mi papá en la frente.
Entonces hablé con él en voz baja, casi susurrando.
“Te amo papá. Con todo mi corazón. Y sé que siempre estarás conmigo, sea lo que sea”.
Cuando se pierde alguien cercano, las cosas cambian.
Las cosas grandes. Las pequeñas. Las medianas.
Nada es igual.
El tiempo puede ayudar a hacerte sentir mejor, y ayudar a disminuir el dolor. Pero este nunca se va totalmente.
Para mí, este año pasado en UNC fue un ejemplo de eso. Tuvimos una temporada sorprendente, con muchos momentos increíbles, un título de conferencia, dos triunfos amplios sobre Duke, el sembrado Nro. 1 del torneo. Fue uno de los mejores años de toda mi vida.
A la vez, sin embargo, fue excepcionalmente difícil porque…Papá no estaba ahí para compartir esos momentos conmigo.
Para ser completamente honesto con ustedes, tuve dificultades toda la temporada tratando de adaptarme a esa realidad.
Recuerdo este juego en particular, jugamos ante Miami en casa y estuvimos perdiendo toda la segunda mitad hasta que llegamos a esa embalada donde me tomé el juego para mí. No fallaba. Acertaba todo.
Terminamos forzando el juego a tiempo adicional, y entonces ganamos en sobretiempo. En todos mis años de jugar baloncesto, nunca había sido parte de una victoria en remontada como esa. Terminé el juego con 33 puntos, y anoté veintitantos puntos en la segunda mitad.
Yo estaba en el tope del mundo cuando sonó la chicharra que indicaba el final.
Y entonces, regresé a mi habitación, me senté, y…empecé a llorar.
Debería haber estado feliz. Pero estaba muy triste.
Quería que mi papá hubiese estado en ese juego, y oírlo decir cuan orgulloso estaba, ¿saben a lo que me refiero? Y así fue como me sentí durante la temporada. Me gustaría decir que no era una gran cosa que él no estuviera o que yo estaba bien así. Pero eso no sería verdad.
Eso me afectó. Duele.
Aún después que empecé a hablar más de la pérdida de mi padre, todavía había mucho que mantenía guardado en mi interior, día a día.
Yo trataba de impedir que eso afectara a aquellos que me rodeaban, pero mis compañeros de equipo y amigos… podían decir que a veces ese no era yo.
Era como, “Oh, veo que Coby no está hablando hoy”, o “Coby está en otra de sus arrancadas emocionales justo ahora”. Pero todo ese tiempo, yo estaba totalmente perdido en mi interior, pensando en mi papá.
Y extrañándolo.
Mis compañeros de equipo dirían, “Coby parece molesto justo ahora”, y yo respiraba profundo y decía, “No, estoy tranquilo”.
Pero, hombre…definitivamente no estaba tranquilo.
Mientras más me abría en todo, me iba mejor. Pero aún había momentos cuando yo estaba feliz y riendo y echando broma, y entonces, cinco minutos después estaba realmente triste y no hablaba.
Y nadie supo nunca de que se trataba. Nunca les dije a mis compañeros de equipo el porque. No era capaz de hacerlo.
Esta es la primera vez que hablo de esto.
Así que me parece, que ahora ellos saben.
Espero que ellos entiendan y me disculpen…y sepan que yo estaba pasando por ciertas dificultades en esos días.
De todo lo que me ha ocurrido estos dos últimos años, hay una cosa de la que estoy orgulloso, he sido capaz de reconectarme con mi fe y dejar de estar molesto con el Señor por llevarse a mi papá.
Definitivamente eso no ocurrió en medio de la noche.
Mirando en retrospectiva ahora, por unas pocas semanas después del deceso de mi papá, yo no estaba viviendo. No disfrutaba la vida. Me despertaba con ese avasallante sentido de pérdida, y un cargamento de rabia lo acompañaba. Pero eventualmente llegó un momento cuando pensé: Tengo que salir de esto. Necesito dejar de vivir de esta manera.
Lo que realmente me ayudó fue hablar con las personas de mi vida que habían pasado por tragedias. Mi mamá y hermana me hablaron de seres queridos que habían perdido hacía años y admitieron que pensaron las mismas cosas con las que yo estaba lidiando.
Ellas habían culpado a Dios. Habían estado enojadas con el Señor. Todas las mismas cosas.
Ambas me dijeron que no hay camino para encontrar la tranquilidad y sentirse mejor. No hay respuesta fácil. Solo tienes que dar lo mejor y permitir que la sanación y mejoría lleguen en su momento.
Y ellas estaban totalmente en lo cierto.
Así que empecé a hablar con Dios mucho más, y a rezar cada noche, y después de un tiempo, empecé a sentir alivio.
Últimamente, pienso que, a través de esto, me he acercado mucho a Dios. Ahora me siento más conectado que nunca. Y se siente bien al saber, y estar seguro de eso, mientras me embarco para el capítulo siguiente de mi vida.
Sin importar lo que ocurra conmigo desde ahora en adelante, o para cual equipo juegue en la NBA, una cosa es cierta y es que mi papá estará involucrado. Cada vez que publico algo en Instagram, incluyo las letras FMF, For My Father, al final. Este año pasado me tatué esas letras, junto con los números romanos del día cuando mi papá falleció. Pensaré en él antes y después de cada juego en el que participe en la liga.
No puedo esperar a ver que ocurre.
Va a ser el momento más excitante de mi vida, pero a la vez, tan loco como pueda parecer, pienso que también va a ser el momentos más difícil que he experimentado además de perder a mi padre ante el cáncer.
Va a haber mucha excitación en mí cuando oiga que digan mi nombre y se cumpla el sueño de toda mi vida. Pero después, cuando esté solo con mi familia, o solo conmigo…
Voy a romper a llorar.
Y no se trata de esas cosas donde piensas, No sé, podría llorar, podría ocurrir eso.
No.
Voy a derrumbarme. Lloraré y estaré muy triste. Sin duda. Eso será parte de esta experiencia para mí.
Sé que las personas trataran de decirme la noche del draft que mi papá me está mirando desde el cielo, que lo está viendo todo, y que está muy orgulloso de mí. Y sonreiré y les agradeceré por eso y apreciaré las palabras gentiles, pero…
No es igual, ¿saben a lo que me refiero?
Ni siquiera parecido.
Es completamente diferente. Y voy a sentir la diferencia profundamente en la noche del draft.
Sé que si mi papá pudiera hablar conmigo en ese momento me diría que me ama. Eso sería lo primero que saldría de su boca. Luego diría que está orgulloso de mí. Y entonces seríamos increíblemente felices.
Juntos.
Haría cualquier cosa por tenerlo conmigo la noche del draft, aunque fuese solo por una fracción de segundo.
Solo para recibir un beso más de mi papá, en la mejilla.
Coby White.
Traducción: Alfonso L. Tusa C. 18 de febrero de 2020.
viernes, 25 de septiembre de 2020
Kirk Douglas, una Estrella de la Era Dorada de Hollywood, fallece a los 103 años de edad.
Robert Berkvist: The New York Times. 05 de febrero de 2020.
Kirk Douglas, una de las últimas estrellas de cine sobrevivientes de la era dorada de Hollywood, cuya buena apariencia e intensidad muscular lo convirtieron en presencia importante en celebradas películas como “Lust forLife”, “Spartacus”, y “Paths of Glory”, falleció este miércoles 5 de febrero en su hogar de Beverly Hills, Calif.
Su hijo Michael Douglas anunció el deceso en una declaración en su página de Facebook.
Mr. Douglas había tenido una larga y dificil recuperación de los efectos de un infarto severo que sufrió en 1996. En 2011, bastón en mano, apareció en escena para la ceremonia de los premios de la academia, piropeó naturalmente a la co-anfitriona Ann Hathaway y asumió con humor la presentación del Oscar a la mejor actriz de reparto.
Para entonces, y aún más, mientras se acercaba a los 100 años de edad y desaparecía de la luz pública, él era una de las últimas estrellas de un firmamento de Hollywood que pocos en el Hollywood’s Kodak Theater en aquella noche de Oscar pudieron haber conocido excepto mediante las viejas películas ahora llamadas clásicos. Un gran número de los presentes en el salón ni siquiera había nacido cuando él estaba en el pico de su estrellato en la gran pantalla, los 1950s y ‘60s.
En aquellos años, Kirk Douglas era una gran estrella, un miembro del panteón de los líderes, entre ellos estaban Burt Lancaster, Gregory Peck, Steve McQueen y Paul Newman, quien llegó a la fama en los años de posguerra.
Y como los otros, era reconocible instantáneamente: la mandíbula prominente, la barbilla hollada, la mirada penetrante y la voz quebrada, esto último le daba un toque irresistible para los comediantes que se especializaban en impresiones
Tres películas al año.
En su apogeo Mr. Douglas aparecía al menos en tres películas al año, a menudo generaba actuaciones aclamadas por la crítica. En sus primeros 11 años como actor de películas, fue nominado tres veces para el premio de la academia como mejor actor.
Fue conocido por muchas de sus interpretaciones, en películas del oeste, de guerra, y espectáculos de la era romana, más notablemente “Spartacus” (1960). En 80 películas a través de medio siglo estaba por igual en el hogar que en las peligrosas calles de la ciudad, en clubes de jazz llenos de humo y, como Vincent van Gogh, en medio de flores de Arles en el sur de Francia.
Muchas de sus primeras películas fueron para el olvido, variaciones de temas desgastados en Hollywood, y los aficionados al cine tardaron en reconocer algunos de sus mejores trabajos. Pero cuando encontró el papel apropiado, probó que podía ser muy bueno.
A principios de su carrera fue aclamado por sus actuaciones como un productor de Hollywood sin principios, la contraparte de Lana Turner, en “The Bad and the Beautiful” (1952), y como van Gogh en “Lust for Life” (1956). Cada una trajo una nominación al Oscar.
Muchos críticos pensaron que él debería haber obtenido más reconocimiento por su trabajo en dos películas en particular: “Paths of Glory” de Stanley Kubrick (1957), en la cual interpretó a un coronel francés en la primera guerra mundial, quien trataba de evitar en vano la ejecución de tres soldados inocentes, y “Lonely Are the Brave” (1962), una película del oeste acerca del envejecimiento de un vaquero.
Desde el principio, Mr. Douglas creó un nicho para si mismo, al especializarse en personajes de carácter fuerte y algo un poco desagradable.
The Bad and the Beautiful “fue un perfecto ejemplo de un holgazán tipo-Kirk Douglas”, escribió Bosley Crowther de The New York Times. Mr. Douglas estuvo de acuerdo. “Siempre me han atraido los personajes que son parcialmente sinverguenzas”, le dijo a The New York Times en una entrevista en 1984. “No encuentro virtuoso ser fotogénico”.
Aún así, a menudo se las arreglaba para ganarse la simpatía de la audiencia aún con el más oscuro de sus personajes al sugerir un elemento de debilidad o tormento bajo la superficie.
“Para mí, actuar es crear una ilusión, mostrar una tremenda disciplina, no perderse en el personaje que se representa”, escribió en su autobiografía que resultó un éxito de ventas, “The Ragman’s Son” (1988). “El actor nunca se pierde en el personaje que interpreta; la audiencia lo hace”.
‘Atravesar la línea’
La única vez que la disciplina casi desapareció fue durante la filmación de “Lust forLife”. “Sentí que atravesaba la línea, hacia la piel de van Gogh”, escribió él. “No solo lucía como él, yo tenía la misma edad que él cuando se suicidó”. La experiencia fue tan aterradora, agregó él, que por mucho tiempo rehusó ver la película.
“Mientras filmábamos”, dijo él, “Yo usaba zapatos pesados como los que usaba van Gogh. Siempre mantenía uno desatado, para sentirme desaliñado, fuera de balance, en peligro de caer. Eso era relajado; le dío a él, y a mí, un respiro”.
La mayoría de las personas que trabajaban con Mr. Douglas estaban o asombrada por la intensidad de su confianza en si mismo o paralizada por ella. Estaba orgulloso de su musculatura y habilidad física y regularmente rechazaba el uso de dobles y suplentes, convencido de que podía hacer casi cualquier cosa que la situación requiriese.
Mientras se preparaba para “Champion”, se entrenó por meses con un boxeador profesionalretirado. Tomó lecciones de trompeta con Henry James para “Young Man With a Horn” (aunque James hizo la interpretación del instrumento en la banda musical de la película). Se convirtió en jinete experto y aprendió a manejar el revolver con una rapidez impresionante, dándole autenticidad a su personaje Doc Holliday cuando él y Lancaster, como Wyat Earp, repelieron a la pandilla Clanton en la toma final de “Gunfight at the O.K. Corral” (1957)
El motor que llevaba a Mr. Douglas a obtener logros, una y otra vez, fue su historia familiar.
El Hijo del Ropavejero.
Nació como Issur Danielovitch el 9 de diciembre de 1916, en Amsterdam, N.Y., una pequeña ciudad ubicada treinta y cinco millas al noroeste de Albany.Como lo dijo en su autobiografía, él era “el hijo de inmigrantes rusos judíos iletrados en el pueblo WASP (White Anglo-Saxon Protestant) de Amsterdam”, uno de siete hijos, seis de ellos eran niñas. Cuando empezó a asistir a la escuela el nombre de la familia había cambiado a Demsky e Issur se había convertido en Isadore, lo cual le valió el apodo de Izzy.
Los molinos del pueblo no empleaban judíos, así que su padre, Herschel (conocido como Harry), se convirtió en ropavejero, negociante de artículos desechados. “Hasta en Eagle Street, la sección más pobre del pueblo, donde todas las familias tenían dificultades, el ropavejero estaba en el tramo más bajo de la escalera”, escribió Mr. Douglas. “Y yo era el hijo del ropavejero”.
Un hombre fuerte muy aficionado a la bebida y las peleas, el mayor de los Demsky fue a menudo un padre ausente, dejaba que la familia se las arreglase por su cuenta.
El dinero para la comida era muy escaso la mayor parte del tiempo, y el joven Izzy aprendió que sobrevivir significaba trabajar duro. También supo del antisemitismo. “Los muchachos te golpeaban en cada esquina”, escribió él.
Mr. Douglas estimó una vez que había tenido al menos 40 trabajos distintos, entre ellos repartiendo periódicos y lavando platos, antes de encontrar el éxito en Hollywood. Después de graduarse en la escuela secundaria, se fue al norte pidiendo aventones, hacia St, Lawrence University en Canton, N.Y., y fue admitido y le dieron un préstamo universitario.
Allí se hizo luchador competitivo, a pesar de ser rechazado por las fraternidades porque era judío, fue elegido presidente del centro de estudiantes en su primer año, algo que ocurría por primera vez en el campus de St. Lawrence.
Para ese momento había decidido ser actor. Consiguió un trabajo de verano como tramoyista en la Tamarack Playhouse en los Adirondacks y le dieron algunos papeles menores. Viajo a la ciudad de Nueva York para hacer una prueba en la American Academy of Dramatics Arts y actuó bien, pero le dijeron que no había becas disponibles.
Fue en la Tamarack, el verano después de graduarse en la universidad, que decidió cambiarse el nombre legalmente hacia algo que pensaba era más apropiado para un actor que Isadore Demsky. (Cuando escogió Douglas, escribió él, “Yo no sabía que estaba tomando un nombre escocés”).
De vuelta en Nueva York, estudió actuación por dos años, actuó en el verano e hizo su debut en Broadway en 1941 como mensajero de Western Union en “Spring Again”.
El año siguiente se enlistó en la naval y se entrenó en guerra antisubmarina. También renovó su amistad con Diana Hill, una joven actriz que había conocido en la American Academy. Se casaron en 1943, justo antes que él se embarcara durante la segunda guerra mundial como oficial de comunicaciones del Patrol Craft 1139. Tuvieron dos hijos, Michael y Joel, antes de divorciarse en 1951. Ella falleció en 2015.
En 1954 Mr. Douglas se casó con Anne Buydens, y también tuvieron dos hijos, Peter y Eric. Todos su hijos se desempeñaron en el negocio cinematográfico, actuando o produciendo.
Eric Douglas falleció debido a una sobredosis accidental de alcohol y píldoras prescritas en 2004 a la edad de 46 años.
Además de su hijo Michael, a Mr. Douglas le sobreviven su esposa y sus otros dos hijos, asi como cinco nietos y un bisnieto.
Después de resultar lesionado en una explosión accidental, Mr. Douglas fue dado de baja de la naval en 1944. Regresó a Nueva York, hizo algún trabajo en las tablas y luego se fue a Hollywood.
Hizo su debut en la gran pantalla en 1946 con “The Strange Love of Martha Ivers”, interpretando un cobarde quien presencia un homicidio. En un reparto de grandes nombres que también incluía a Barbara Stanwyck, Van Heflin y Judith Anderson, Mr. Douglas se hizo sentir. Igualmente fue sólido en “I Walk Alone”, una película de crimen de 1948 en la cual interpretó al pesado en la primera de su media docena de parejas con su buen amigo Burt Lancaster.
Primer Intento de Oscar.
Pero fue la película “Champion” (1949), producida por el joven Stanley Kramer, la que lo hizo una estrella. Como Midge Kelly, un despiadado y joven boxeador profesional, representó un retrato escalofriante de una salvaje carrera ambiciosa y se ganó su primera nominación al Oscar.
Sin embargo, tuvo que esperar casi 50 años, antes de recibir la estatuilla dorada, por sus logros vitalicios. Nunca ganó un Oscar competitivo.
Las puertas se abrieron de par en par para él después de “Champion”. Un año después apareció en “Young Man With a Horn”, en el papel de un complicado trompetista de jazz llamado Bix Beiderbecke.
En grado menor vinieron “The Glass Menagerie” (1950), la adaptación para la gran pantalla de la obra de Tennessee Williams acerca de una tímida joven (Jane Wyman) quien encuentra solaz en sus fantasías, con Mr. Douglas como el caballero visitante; “Ace in the Hole” (1951), en la cual interpretó a un reportero cínico manipulando una situación de vida o muerte; y, también en 1951, “Detective Story”, basada en la obra de Sidney Kingsley, en la cual Mr. Douglas interpretó a un muy entusiasta detective de Nueva York quien provoca su propia destrucción. Mr. Crowther de “The Times” escribió que la actuación de Mr. Douglas fue, “magnífica, desde el punto de vista detectivesco”.
A pesar de su estado de estrella cinematográfica y todas las cacerías que eso implicaba, su autobiografía habla de sus muchas conquistas sexuales, Mr. Douglas aún tenía hambre de éxito en el teatro. Resultó que solo tendría una oportunidad más.
En 1963 él consumió la oportunidad de interpretar el papel principal en la adaptación de Broadway de “One Flew Over the Cuckoo’s Nest”, la novela de Ken Kesey acerca de la autoridad y la libertad individual, ambientada en un hospital mental. Mr. Douglas, interpretó a Randle P. McMurphy, el paciente completamente sano quien es destruido por el sistema. (Jack Nicholson interpretó ese papel en la versión cinematográfica de Milos Forman en 1975).
Pocos años antes, Mr. Douglas, quien se había liberado del contrato con un estudio y formado su propia compañía, Bryna Productions, causó revuelo en Hollywood cuando se embarcó en una versión fílmica de “Spartacus”, la novela de Howard Fast de una revuelta de esclavos en la antígua Roma.
Él decidió no solo contratar a Dalton Trumbo, quien había sido colocado en la lista negra durante la era McCarthy bajo sospecha de ser simpatízante comunista, para escribir el guión, sino también colocar el nombre de Mr. Trumbo en los créditos en vez de los pseudónimos que este había estado usando.
“Todos habíamos estado empleando a los escritores de la lista negra”, escribió Mr. Douglas en una memoria de 2012, “I’m Spartacus!: Making a Film, Breaking the Blaklist”. “Era un secreto a voces y un acto de hipocresía, así como la manera de conseguir el mejor talento a precios de ganga. Yo odiaba ser parte de tal sistema”.
(El papel de Mr. Douglas en la redención de Trumbo, aunque algunas personas dicen que él lo sobreactuó, fue dramatizado en la película biográfica de 2015 “Trumbo”, un película que él elogió, al decirle al The Telegraph de Londres que “su espíritu refleja al hombre que admiré”. DeanO’Gorman interpretó a Mr. Douglas).
“Spartacus”, estrenada en 1960, fue el tercer espectáculo de sangre y fuego de Mr. Douglas ambientado en el pasado remoto. En “Ulysses” (1955), como el héroe errante de Homero, sobrevivió peligros legendarios para regresar a su abnegada Penélope (Silvana Mangano). En “The Vikings” (1958), él y Tony Curtis actuaron como medio hermanos quienes, ignorantes de sus lazos sanguíneos, batallan por el control del reino Norse. Y en “Spartacus” fue Mr. Douglas, en el papel principal, quien lleva a sus esclavos rebeldes contra las legiones romanas (interpretadas por 5000 soldados españoles).
Uno de los últimos repartos de miles de espectáculos que salieron de Hollywood, “Spartacus” también fue notable por su elenco internacional, el cual incluía a Lawrence Olivier, Charles Laughton, Jean Simmons y Peter Ustinov, y por su talentoso joven director Stanley Kubrick, quien también había dirigido a Mr. Douglas en “Paths of Glory”. La mayoría de los críticos no estuvieron impresionados, pero la popularidad de la película ha sido duradera. Fue restaurada y reestrenada en 1991.
De todas sus películas, de la que Mr. Douglas estaba más orgulloso era “Lonely Are the Brave”, también escrita por Mr. Trumbo, la cual Mr. Douglas insistió en hacer con un presupuesto pequeño y contra el consejo del estudio. “Me gusta el tema”, dijo él, “que si tratas de ser un individuo, la sociedad te aplastará”.
Mr. Douglas hizo muchas películas más en los años que siguieron, pero ninguna alcanzó el nivel alcanzado por su trabajo de los 1950s y comienzos de 1960s. Hubo más películas del oeste: “The Way West” (1967), con Robert Mitchum y Richard Widmarck; “There Was a Crooked Man…” (1970), con Henry Fonda; y “A Gunfight” (1971), con Johnny Cash. “Tough Guys” (1986), una comedia, fue la última película que hizo con Burt Lancaster.
Hubo más papeles militares. Fue un coronel de la fuerza aerea quien ejecuta un plan antigobierno en “Seven Days in May”, un drama de la guerra fría en el cual también protagonizó Lancaster. Fue un aviador naval en “Harm’s Way” (1965) y un saboteador noruego en “The Heroes of Telemark” (1966). En “Is Paris Burning?” (1966) interpretó al Gral. George S. Patton, y en “The Final Countdown” (1980) commandó una aeronave nuclear.
A medida que menos ofertas de oportunidades de actuación llegaron a él, Mr. Douglas se fue a la televisión. En la película de HBO “¡Draw!” (1984), fue un proscrito enfrentado a James Coburn como un comisario borracho. En la película de CBS“Amos” (1985), interpretó a un festivo residente de un hogar de cuidados batallando ante una enfermera tirana personificada por Elizabeth Montgomery.
Contratiempos y Triunfos
Hubo contratiempos en su vida personal. En 1986, Mr. Douglas hubo de colocarse un marcapasos para corregir un latido cardíaco irregular. En 1991 sobrevivió a un accidente de helicóptero donde hubo dos muertos. En enero de 1996 sufrió un debilitante infarto que lo dejó con el habla seriamente afectada y una depresión muy profunda, después dijo, que consideró suicidarse.
Pero batalló hasta regresar, y para marzo fue capaz de aparecer en la ceremonia de los premios de la academia, hablando pausadamente, para aceptar un Oscar honorífico por sus logros vitalicios.
Para entonces pudo agregar esa estatuilla a sus otros premios vitalicios: la Presidential Medal of Freedom, conferida por el Presidente Jimmy Carter días antes de culminar su período en 1981, y el premio Kennedy Center Honors, entregado en 1994 por el Presidente Bill Clinton.
Más allá de actuar y producir, Mr. Douglas halló tiempo para escribir. Además de “The Ragman’s Son”, fue autor de varios libros, incluyendo las novelas “Dance With the Devil”, “The Gift”, y “Last Tango in Brooklyn”. Además de su libro sobre “Spartacus”, sus memorias incluyen “My Stroke of Luck” (2001), acerca de su recuperación y regreso, y “Let’s Face It: 90 Years of Living, Loving, and Learning” (2007).
En sus últimos años dedicó su tiempo a la caridad, haciendo campañas con su esposa para construir 400 parques recreacionales en Los Angeles y estableciendo el Anne Douglas Center para mujeres sin hogar, para el tratamiento de la adicción a las drogas y el alcohol; la Kirk Douglas High School, un programa para ayudar a estudiantes con problemas para terminar su educación; y el Kirk Douglas Theater, para formar nuevos artistas del teatro.
En 2015, en su cumpleaños 99, él y su esposa donaron 15 millones de dólares al Motion Picture & Television Fund en Woodlands Hills para la construcción del Kirk Douglas Care Pavilion, una facilidad de 35 millones de dólares para el cuidado de las personas de la industria que padezcan el mal de Alzheimer.
El regreso de Mr. Douglas de la enfermedad también se extendió hasta la actuación. En 1999, a los 83 años de edad, protagonizó en la comedia “Diamonds”, al interpretar a un antíguo campeón de boxeo, quien mientras se recuperaba de un infarto, se embarca en la búsqueda de unas joyas perdidas. Fue su primera aparición en una película desde su enfermedad. La crítica juzgó la película para el olvido, pero Stephen Holden, al escribir para The Times, encontró en la actuación fuerte y reluciente de Mr. Douglas, una gracia rescatable.
Las últimas películas en las cuales protagonizó compartían algo sobre un tema: la reconciliación entre padres e hijos. Una fue una comedia, “It Runs in the Family” (2003), en la cual su hijo fue interpretado por Michael su hijo verdadero. La otra fue el drama “Illusion” (2004), en la cual personificó a un padre enfermo en busca de su alejado hijo.
Quizás, juntas, ellas fueron un final apropiado para el hijo del ropavejero, un actor cuya pobreza juvenil y la ausencia del padre nunca se alejaron de su mente. “De eso es de lo que trata todo”, dijo él al describir lo que lo había motivado. “Ese es el centro, la primera parte de uno”.
También se concilió con la edad avanzada. En 2008, en un ensayo para Newsweek (“What Old Age Taught Me”), Mr. Douglas escribió:
“Hace años estaba a una lado de la cama de mi madre agonizante, una iletrada campesina rusa. Aterrorizado, le sostuve la mano. Ella abrió los ojos y me miró. Lo último que me dijo fue: “No temas, hijo, esto nos pasa a todos’. A medida que envejecí, me sentí aliviado por esas palabras”.
William McDonald y Julia Carmel contribuyeron reportando.
Traducción: Alfonso L. Tusa C. 12 de febrero de 2020.
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