lunes, 28 de septiembre de 2020
Feb. 18. Para Mi Padre
Coby White. North Carolina Tar Heels. The Players’ Tribune. 17 de junio de 2019.
Una tarde de hace pocos años, mi mamá me llamó a la habitación de mis padres. Estaba sentada en la cama cuando entré. Mi papá estaba afuera en el jardín.
Mi mama me dijo que me sentara, entonces empezó. Primero no entendía que significaba aquello. Habíamos estado complicados luego de saber la noticia pocos meses antes de que mi papá había sido diagnosticado con cáncer de hígado, mientras me sentaba, mi mamá seguía hablando de cómo le estaba yendo a él, de los exámenes que le habían hecho y los que no. Pero era el tipo de situación donde ella decía muchas palabras, y a la vez…no decía nada. “¡Mamá!” le dije finalmente, interrumpiéndola. “¿Qué es esto? ¿Qué tratas de decirme?”
Ella respiró profundo.
“El cáncer de papa…Coby…No va a desaparecer”.
Ella hablaba lentamente. Le costaba decir las palabras.
“Y pronto un día…ese cáncer nos va a arrebatar a tu padre”.
En ese momento me derrumbé totalmente. Era puros sollozos.
Recuerdo querer responder pero…no podía hablar. Mi cerebro le decía a mi cuerpo que hablara, pero las palabras no salían de mi boca.
Cuando finalmente pude hablar, grité desde el fondo de mis pulmones…
“¡¡¡¡¡ESTO NO ES VERDAD!!!!!”
No sé exactamente como o por qué, pero justo en ese momento mi tristeza se convirtió en rabia. Fue como si todo mi cuerpo estuviese completamente lleno de furia.
Y entonces, de pronto, sin darme cuenta de lo que hacía…golpeé la pared.
Muy duro. Tan duro como pude. Con todas mis fuerzas.
Honestamente no sentí cuando mi puño golpeó la pared. Pero el impacto fue tan fuerte que mi papá lo oyó desde el frente de la casa y vino corriendo. Trató de consolarme, pero me fui afuera, me senté en la grama y lloré algo más.
Aquello era rabia al tope de la rabia. Nunca había estado tan molesto en toda mi vida.
Y ¿saben que? No me enorgullezco al admitir esto, pero…
No estaba bravo con el cáncer, ni con mi papá, ni siquiera por saber que lo iba a perder pronto, estaba molesto con… Dios.
Solo pensaba en como si yo era una persona de una increíblemente gran fe, ahora estaba a punto de perder a mi padre. Todo lo que había conocido y creido desde que era un niño pequeño parecía venirse abajo a la vez.
Seguí pensando, Si hubiera querido, Dios pudo haber detenido esto. Y en mi cabeza le decía lo desilusionado que estaba. Era como…
¿Por qué me estás quitando a mi papá?
Soy un muchacho de 17 años de edad.
¡¡¡¡¡Necesito a mi papá!!!!!
Estaba sentado afuera en la grama, las lágrimas bajaban por mis mejillas, y preguntaba una y otra vez…
¿Por qué, Dios? ¿Por qué?
Desde que era un niño pequeño, recuerdo que mi papá siempre fue la roca de la familia.
Él siempre hacía todo lo que podía para proveernos a mí, mi hermano y hermana, y a nuestra mamá. Nunca fue fácil, él trabajaba por guardia del amanecer en la fábrica cercana a nuestra casa de Goldsboro, North Carolina, pero nunca se quejó de nada. No era su estilo.
Mi papa también fue la primera persona que puso un balón de baloncesto en mis manos. Él jugaba baloncesto en North Carolina Central en aquellos tiempos, así que él amaba el juego y me introdujo en él desde temprano. Tan pronto como pude sostener un balón, me tenía en la calle frente a nuestra casa, lanzando al tablero que él había colocado. Y me contaba todas esas historias de desprenderse en el marcador por cuarenta puntos en aquellos días, o clavar el balón sobre el marcaje.
Lo asimilé todo.
Hay una que contaba acerca de como lanzó un alley-oop para él mismo, contra el tablero y clavó el balón con tanta fuerza que el árbitro no creía lo que estaba viendo y entonces…
“El silbato que tenía en su boca se cayó y aterrizó en el tabloncillo”, decía mi papá. “Estaba tan sorprendido que su boca permaneció abierta”.
No tengo idea de si eso es verdad o no, me refiero…si le cuentas esa historia al Coby de ocho años de edad vas a ser Supermanpara él.
Cada día regresaba a casa desde la escuela, hacía mi tarea y entonces…iba a la calle de enfrente a lanzar el balón. Papá tenía que dormir durante el día porque trabajaba en la noche, pero usualmente, cuando oía la pelota rebotando salía y me retaba a un juego de HORSE.
Él era un poco mayor que la mayoría de los papás, así que no pasó mucho tiempo antes que pudiera vencerlo. Una vez que fui capaz de lanzar desde cierta distancia, se acabó. Él era un tipo de rango medio, si se sabe a que me refiero, uno de la vieja escuela. Así que siempre trataba de evitar que yo lanzara desde lejos, o que hiciera trucos en los lanzamientos.
“¿Por qué tienes que lanzar desde tan lejos?” decía siempre. “¡Eso es trampa!”
Cuando no estábamos afuera lanzando el balón, mi papá y yo veíamos mucha televisión juntos. Definitivamente veíamos algo de baloncesto, seguro, pero lo que más le gustaba eran las películas de Rocky.
Mi papá estaba tan acostumbrado a trabajar de noche que los fines de semana se quedaba despierto viendo TV. Y aún cuando yo era pequeño, y mi mamá me gritaba en la sala y me decía que fuera a dormir, yo siempre contaba con que mi papá me sonriera como diciéndome… “Todavía no te irás a la cama”.
Esas noches, siempre se las arreglaba para encontrar una maratón de Rocky.
A mi papá le gustaba como Rocky venía de orígenes humildes y no tenía nada, y como nadie pensaba que lograría mucho, y como él le mostraba a todos que era lo que contaba al final.
No se esperaba que Rocky venciera a Apollo, o a Clubber Lang o al gigantesco tipo ruso, pero se preparaba con mucha dedicación y vencía a esos tipos para asombrar al mundo.
Mi papá disfrutaba cada minuto de las películas. Y yo también.
No importaba cuantas veces habíamos visto esas películas, siempre las celebrábamos, o lanzábamos un puñetazo al aire, cuando sonaba aquel golpe de nocaut.
Eso nunca pasó de moda.
En la escuela secundaria, cuando mis amigos empezaron a venir más, mi papá tenía un día de campo. Era el tipo de persona que disfrutaba contando historias y chistes, así que todo era de maravillas para él cuando mis amigos y yo estábamos por ahí. Había veces cuando mis amigos venían y pasaban más tiempo con mi papá que el que pasaban conmigo.
Todos lo llamaban Doc, mis amigos me llamaban para hablar conmigo, y después de un rato, me decían, “¿Qué hay de Doc? ¿Qué está haciendo?”
Llegó un momento cuando mi papá empezó a llamarlos. Como de la nada. Eso era tan ridículo. Como nuestra casa era tan pequeña, yo lo oía girar el dial del teléfono de la casa, desde mi habitación. Mi papá decía, “Epa, ¿Cómo va todo Corey? ¿Que haces?”
De verdad.
Yo oía todas esas risas. Luego recibía un mensaje de texto de mi amigo quince minutos después: “Hermano, tu papá me llamó”.
Increíble.
Pero, ¿saben qué? Por más vergonzoso que sea todo eso, para mí era imposible molestarme con él por eso. Porque él era de la vieja escuela y punto. Siempre quería estar cercano a las personas y conectarse con ellas. Y conmigo, eso significaba hacerme saber constantemente que me amaba.
Lo decía todos los días. Muchas veces al día.
Y también me besaba en la mejilla. No solo en mi cumpleaños, o en Año Nuevo, o lo que fuera…Hablo de todas partes. En público. Frente a las personas. No le importaba. No tenía problema en que todos supieran que él amaba a su hijo.
En estos días no se ven muchos padres besando a sus hijos en la mejilla.
Pero mirándolo en perspectiva ahora: Es algo muy valioso de hacer para un padre.
Alrededor de mi segundo año en la escuela secundaria, cuando empezaba a aparecer en la prensa por jugar baloncesto y algunos entrenadores prestigiosos venían a observar, empezó a ocurrir algo extraño.
Mi papá me halaba a un lado en cualquier momento y me daba esta charla extraña. Cada vez era algo diferente en términos de vocabulario, pero usualmente empezaba con algo como esto:
“Coby, no voy a estar en este planeta por mucho tiempo…”
Así era la apertura. ¿Pueden imaginar?
Estábamos viendo TV, o afuera en el patio, y empezaba con eso. Entonces seguía…
“Así que voy a necesitar que te encargues de cuidar a tu mamá y asegurarte de que esté bien. Y esperemos que tenga la oportunidad de verte jugar baloncesto universitario, pero si no es así, sé que lo vas a hacer muy bien”.
Yo no tenía idea de lo que el hablaba, o por qué decía cosas como esas. Esto fue antes que descubriera que tenía cáncer, cuando parecía estar muy sano. Me parece que él presentía que algo andaba mal.
Cada vez que el hacía eso. Yo pensaba, “¡Hermano, cállate! ¿Qué estás haciendo? ¿Deja de decir esas cosas? ¿Qué pasa contigo?”
Me enojaba mucho por eso, porque no tenía idea de nada.
Pero él no se detenía. Y eso me marcó de muchas maneras. Tal vez el impacto más grande que eso tuvo fue en mi reclutamiento y la decisión de donde iba a jugar baloncesto universitario.
Aunque yo no sabía lo que ocurría, o de que hablaba mi papá, definitivamente sabía que había algo en proceso, y que yo quería estar cerca de casa en caso de que esas cosas terribles que el seguía diciendo se hicieran realidad.
Cuando el entrenador Williams nos invitó a Chapel Hall, todo encajó para mí en todos los aspectos. UNC estaba super cercana, y me gustaba todo del programa y el gimnasio y la escuela.
Y mi papá realmente se llevaba muy bien con el entrenador Williams.
Esos dos, eran tan de la vieja escuela y los pies sobre la tierra y…genuinos. Recuerdo cuando nos montamos en el carro luego de una larga conversación durante esa visita, y le pregunté a mi papá que pensaba.
“Me gusta el buen viejo Roy”, dijo él.
“Él es un buen hombre. ¡El buen viejo Roy!”
Así que tres días despues que llegara la oferta de UNC, durante mi segundo año de secundaria, me comprometí a jugar para el entrenador Williams y los Tar Heels.
Mi papá no podía dejar de sonreir.
No mucho después de eso, finalmente supe de que trataban aquellas extrañas conversaciones de “No voy a estar por aquí por mucho tiempo”.
Mi papá pasó de ser un tipo sano y divertido a alguien quien siempre se sentía enfermo y decaído Cuando fue al hospital, le diagnosticaron cáncer de hígado.
Y eso se extendió rápido.
En una oportunidad él se sometió a una cirugía para remover algunos tumores, y pareció que estaba sanando bien. Yo estaba convencido que él vencería eso. Era como, Ese es mi papá. Puede hacer cualquier cosa. No va a dejar que esto lo tumbe. Nada de eso.
Pero entonces mi mama me llamó a su habitación. Y yo golpeé la pared. Y todo cambió para siempre.
Después de eso, las cosas fueron en bajada rápidamente.
En un período de dos meses, vi a mi papá empeorar cada día. Perdió mucho peso. Estaba débil y no podía caminar por su cuenta. Llegó un momento, cuando empezó a mezclar sus días con sus noches.
Básicamente, poco a poco, veíamos morir a mi papá.
Llegó un momento cuando miraba a mi padre y él no me reconocía. Esa era la parte más dura para mí, mirar a los ojos a mi papá y saber, ser capaz de decir que…él no sabía quien era yo.
Ese era mi héroe. Superman. La persona a quien siempre buscaba…para todo.
Y él no me reconoció más.
Yo estaba a punto de subir a un avión rumbo a Los Angeles para ir a la Nike Skills Academy cuando recibí una llamada de mi mamá.
“Coby”, dijo ella, “tu papá pasó a mejor vida esta mañana. Se fue”.
Empecé a gritar. Inmediatamente. Incontrolablemente.
Mi hermano me llevó de vuelta a casa desde el aeropuerto, y cuando llegamos allá, antes que se llevaran a mi papá, caminé hacia la habitación donde él yacía, y me derrumbé.
Mi mamá me dijo después que lloré tanto que había un charco en el piso.
Pero en ese momento yo estaba parado ahí mirándolo, con la cabeza gacha, sollozando, sin saber que decir o hacer.
Mi mamá rompió el silencio.
“Puedes besarlo si quieres, Coby”.
En ese momento, apenas podía respirar, sollozaba mucho. Pero me agaché y besé a mi papá en la frente.
Entonces hablé con él en voz baja, casi susurrando.
“Te amo papá. Con todo mi corazón. Y sé que siempre estarás conmigo, sea lo que sea”.
Cuando se pierde alguien cercano, las cosas cambian.
Las cosas grandes. Las pequeñas. Las medianas.
Nada es igual.
El tiempo puede ayudar a hacerte sentir mejor, y ayudar a disminuir el dolor. Pero este nunca se va totalmente.
Para mí, este año pasado en UNC fue un ejemplo de eso. Tuvimos una temporada sorprendente, con muchos momentos increíbles, un título de conferencia, dos triunfos amplios sobre Duke, el sembrado Nro. 1 del torneo. Fue uno de los mejores años de toda mi vida.
A la vez, sin embargo, fue excepcionalmente difícil porque…Papá no estaba ahí para compartir esos momentos conmigo.
Para ser completamente honesto con ustedes, tuve dificultades toda la temporada tratando de adaptarme a esa realidad.
Recuerdo este juego en particular, jugamos ante Miami en casa y estuvimos perdiendo toda la segunda mitad hasta que llegamos a esa embalada donde me tomé el juego para mí. No fallaba. Acertaba todo.
Terminamos forzando el juego a tiempo adicional, y entonces ganamos en sobretiempo. En todos mis años de jugar baloncesto, nunca había sido parte de una victoria en remontada como esa. Terminé el juego con 33 puntos, y anoté veintitantos puntos en la segunda mitad.
Yo estaba en el tope del mundo cuando sonó la chicharra que indicaba el final.
Y entonces, regresé a mi habitación, me senté, y…empecé a llorar.
Debería haber estado feliz. Pero estaba muy triste.
Quería que mi papá hubiese estado en ese juego, y oírlo decir cuan orgulloso estaba, ¿saben a lo que me refiero? Y así fue como me sentí durante la temporada. Me gustaría decir que no era una gran cosa que él no estuviera o que yo estaba bien así. Pero eso no sería verdad.
Eso me afectó. Duele.
Aún después que empecé a hablar más de la pérdida de mi padre, todavía había mucho que mantenía guardado en mi interior, día a día.
Yo trataba de impedir que eso afectara a aquellos que me rodeaban, pero mis compañeros de equipo y amigos… podían decir que a veces ese no era yo.
Era como, “Oh, veo que Coby no está hablando hoy”, o “Coby está en otra de sus arrancadas emocionales justo ahora”. Pero todo ese tiempo, yo estaba totalmente perdido en mi interior, pensando en mi papá.
Y extrañándolo.
Mis compañeros de equipo dirían, “Coby parece molesto justo ahora”, y yo respiraba profundo y decía, “No, estoy tranquilo”.
Pero, hombre…definitivamente no estaba tranquilo.
Mientras más me abría en todo, me iba mejor. Pero aún había momentos cuando yo estaba feliz y riendo y echando broma, y entonces, cinco minutos después estaba realmente triste y no hablaba.
Y nadie supo nunca de que se trataba. Nunca les dije a mis compañeros de equipo el porque. No era capaz de hacerlo.
Esta es la primera vez que hablo de esto.
Así que me parece, que ahora ellos saben.
Espero que ellos entiendan y me disculpen…y sepan que yo estaba pasando por ciertas dificultades en esos días.
De todo lo que me ha ocurrido estos dos últimos años, hay una cosa de la que estoy orgulloso, he sido capaz de reconectarme con mi fe y dejar de estar molesto con el Señor por llevarse a mi papá.
Definitivamente eso no ocurrió en medio de la noche.
Mirando en retrospectiva ahora, por unas pocas semanas después del deceso de mi papá, yo no estaba viviendo. No disfrutaba la vida. Me despertaba con ese avasallante sentido de pérdida, y un cargamento de rabia lo acompañaba. Pero eventualmente llegó un momento cuando pensé: Tengo que salir de esto. Necesito dejar de vivir de esta manera.
Lo que realmente me ayudó fue hablar con las personas de mi vida que habían pasado por tragedias. Mi mamá y hermana me hablaron de seres queridos que habían perdido hacía años y admitieron que pensaron las mismas cosas con las que yo estaba lidiando.
Ellas habían culpado a Dios. Habían estado enojadas con el Señor. Todas las mismas cosas.
Ambas me dijeron que no hay camino para encontrar la tranquilidad y sentirse mejor. No hay respuesta fácil. Solo tienes que dar lo mejor y permitir que la sanación y mejoría lleguen en su momento.
Y ellas estaban totalmente en lo cierto.
Así que empecé a hablar con Dios mucho más, y a rezar cada noche, y después de un tiempo, empecé a sentir alivio.
Últimamente, pienso que, a través de esto, me he acercado mucho a Dios. Ahora me siento más conectado que nunca. Y se siente bien al saber, y estar seguro de eso, mientras me embarco para el capítulo siguiente de mi vida.
Sin importar lo que ocurra conmigo desde ahora en adelante, o para cual equipo juegue en la NBA, una cosa es cierta y es que mi papá estará involucrado. Cada vez que publico algo en Instagram, incluyo las letras FMF, For My Father, al final. Este año pasado me tatué esas letras, junto con los números romanos del día cuando mi papá falleció. Pensaré en él antes y después de cada juego en el que participe en la liga.
No puedo esperar a ver que ocurre.
Va a ser el momento más excitante de mi vida, pero a la vez, tan loco como pueda parecer, pienso que también va a ser el momentos más difícil que he experimentado además de perder a mi padre ante el cáncer.
Va a haber mucha excitación en mí cuando oiga que digan mi nombre y se cumpla el sueño de toda mi vida. Pero después, cuando esté solo con mi familia, o solo conmigo…
Voy a romper a llorar.
Y no se trata de esas cosas donde piensas, No sé, podría llorar, podría ocurrir eso.
No.
Voy a derrumbarme. Lloraré y estaré muy triste. Sin duda. Eso será parte de esta experiencia para mí.
Sé que las personas trataran de decirme la noche del draft que mi papá me está mirando desde el cielo, que lo está viendo todo, y que está muy orgulloso de mí. Y sonreiré y les agradeceré por eso y apreciaré las palabras gentiles, pero…
No es igual, ¿saben a lo que me refiero?
Ni siquiera parecido.
Es completamente diferente. Y voy a sentir la diferencia profundamente en la noche del draft.
Sé que si mi papá pudiera hablar conmigo en ese momento me diría que me ama. Eso sería lo primero que saldría de su boca. Luego diría que está orgulloso de mí. Y entonces seríamos increíblemente felices.
Juntos.
Haría cualquier cosa por tenerlo conmigo la noche del draft, aunque fuese solo por una fracción de segundo.
Solo para recibir un beso más de mi papá, en la mejilla.
Coby White.
Traducción: Alfonso L. Tusa C. 18 de febrero de 2020.
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