martes, 24 de marzo de 2015

En Francia, un cambio de bebés pone a prueba el amor de una madre.

Maia de la Baume, 24-02-2015. The New York Times. Grasse, Francia.- Cuando Sophie Serrano finalmente cargó a su hija, Manon, en sus brazos luego que la recién nacida, que sufría de ictericia, había sido tratada con luz artificial, ella echó la cabeza hacia atrás ante los tupidos bucles de cabello. “No lo había notado antes y me sorprendí”, dijo la señora Serrano en una entrevista en su hogar al sur de Francia, cerca de la Costa Azul. La señora Serrano, hoy de 39 años, se estremeció de nuevo un año después, cuando notó que el cabello de su bebé había crecido ensortijado y el color de su piel era más oscuro que el de ella o sus padres. Pero su amor por la niña fue mayor que cualquier duda. Aún cuando su relación varió, en parte, dijo ella, por las sospechas de su pareja, ella asumió el riesgo y se hizo cargo de la niña hasta que la prueba de paternidad realizada más de 10 años después mostró que ni ella ni su pareja eran los padres biológicos de Manon. La señora Serrano descubrió después que la enfermera había cambiado los niños accidentalmente y los entregó a las madres equivocadas. La historia tuvo titulares en Francia por primera vez este mes, cuando una corte sureña ordenó a la clínica de Cannes donde los niños fueron cambiados, así como a la compañía de seguros, pagar un total de 1.88 millones de euros, o 2.13 millones de dólares a las familias. El dinero, dijo la señora Serrano, repararía “un daño invalorable” y pondría fin a 12 años de juicio. Los cuentos de recién nacidos intercambiados tienden a multiplicarse en la cultura popular, más recientemente en la serie televisiva de ABC Family “Switched at Birth”, en la cual dos muchachas adolescentes se enteran que fueron intercambiadas por error en un hospital y sus familias tratan de convivir por el bienestar de las muchachas. Pero la historia de Manon y su madre accidental se presenta más complicada de lo que cualquier ficción podría anticipar, al enfrentar las premisas más entrañables del compromiso maternal. El amor de la señora Serrano por Manon, dijo ella, aumentó luego de enterarse que la muchacha no era su hija biológica. Ella dijo también, luego de conocer a la muchacha que ella había parido, que no sentía ninguna conexión particular con ella. “No es la sangre la que hace la familia”, dijo la señora Serrano. “Lo que hace una familia es lo que construímos juntos, lo que nos decimos. Y he creado un vínculo maravilloso con mi hija no biológica”. La decisión de la corte terminó el largo calvario de la señora Serrano por obtener reconocimiento de daños y perjuicios por la negligencia de la enfermera. Esto también la ayudó, dijo ella, a silenciar aquellos vecinos y otras personas que la acusaron por su falta de instinto maternal y la criticaron por su incapacidad para identificar a su verdadera hija. “Luego de cuatro días, ¿Cómo no puedes reconocer a tu bebé?” Declaró al periódico Le Figaro, Sophie Chas, la abogado de la clínica. “Podemos entender eso cuando se trata de un segundo, un día, dos días. Pero ¿10 años? Las madres pueden haber estado involucradas en crear la situación”. La señora Serrano contesta tal incredulidad señalando que ella tenía 18 años en ese momento y que Manon, ahora de 20 años, fue su primera hija. “Nunca pude haber imaginado ese escenario”, dijo ella. Cuando la señora Serrano parió, el bebé presentó ictericia neonatal y casi inmediatamente fue colocada en una incubadora. Debido a una escasez de cunas, una enfermera colocó a la bebé desnuda en la misma cuna con otra bebé desnuda. Daniel Verstraete, el abogado de la otra familia, la cual rechazó hablar públicamente del caso, dijo que sólo una de las dos bebés tenía una tarjeta de identificación, la cual “pudo haberse caído”. Cuando Manon fue entregada a la señora Serrano luego del tratamiento, madre e hija habían pasado muy poco tiempo juntas. La señora Serrano notó que el cabello de la bebé era más grueso, pero dijo que fue persuadida a sacarse eso de la mente. “La enfermera dijo que las luces del tratamiento de fototerapia habían hecho crecer el cabello de la bebé”, dijo la señora Serrano. “Le creí al personal médico. Yo era joven, no era capaz de cuestionar su competencia”. La otra madre, también de 18 años en aquel momento, le preguntó a otra enfermera porqué a su bebé le faltaba cabello. A ella le explicaron que la fototerapia pudo haberle recortado el cabello. “Mi cliente no se hizo preguntas”, dijo el señor Verstraete. “Un intercambio de bebés era impensable. Ella no reaccionó porque la autoridad médica le dijo que no se preocupara”. La señora Serrano, quién vivía con su pareja en una pequeña villa cerca de Grasse, crió a su hija mientras enfrentaba la creciente sospecha de sus vecinos de que Manon, tan diferente físicamente a sus padres, podría ser “la hija del cartero”. La relación colapsó eventualmente, en parte, dijo la señora Serrano, porque su pareja también sospechaba y rechazaba hacerse cargo de Manon. Cuando se separaron, su pareja demandó una prueba de paternidad, diciendo que él no quería pagar la manutención de una niña que no consideraba propia. “Yo creía que una prueba de paternidad sería un alivio para ambos”, dijo la señora Serrano. Por el contrario, la prueba reveló que Manon, de 10 años para el momento, no era su hija, pero tampoco de la señora Serrano. “Eso tuvo el efecto de un tsunami”, dijo la señora Serrano. “Sentí una tremenda ansiedad, la peor ansiedad que una pueda sentir en la vida”. “De pronto”, añadió ella, “te enteras que no sabes donde está la niña que trajiste al mundo. Me preguntaba como podía encontrar a mi hija. Y de inmediato recordé el episodio del cabello de la bebé”. Para encontrar a quién había sido entregada su hija biológica, la señora Serrano introdujo una demanda civil contra la clínica en 2010. Los investigadores policíacos descubrieron que los padres biológicos de Manon era una pareja Creole de la isla de La Réunion, un territorio francés en el océano Índico, quienes, vivían ahora a pocas millas de distancia. “Cuando los conocí, noté lo mucho que me parecía a ellos”, dijo Manon, una mujer joven de ojos grandes que estudia gerencia en una escuela técnica cercana. “Pero estaba sentada frente a unos completos extraños, y no sabía que posición tomar”. Sus padres biológicos son trabajadores modestos quienes criaron a su propia hija, la niña que parió la señora Serrano, “en la austeridad”, dijo el señor Verstraete, su abogado. “La madre se levantaba cada mañana pensando que nunca había sido capaz de reconocer a su hija”, añadió él. “No es una herida física. Es un sufrimiento moral que nunca terminará”. Las familias se vieron en varias ocasiones, durante las cuales Manon exploró sus orígenes Creole. Pero los padres e hijas tenían dificultades para construir cualquier conexión, y eventualmente dejaron de verse. Al final, luego de alguna discusión, ambas familias prefirieron mantenerse con las hijas que habían criado, antes que encargarse de sus hijas biológicas. “Comprendí que éramos muy diferentes, y que no veíamos la vida de la misma forma”, dijo la señora Serrano. “Mi hija biológica se parecía a mí, pero de pronto noté que había parido a una persona que no conocía, y ya no era la madre de esa niña”. En un día reciente, la señora Serrano y Manon se sentaron en la mesa del comedor de su moderno apartamento en Grasse para almorzar. La señora Serrano dijo que se estaba recuperando de años de depresión. Está desempleada y tiene otros dos niños de otra relación luego de separarse. Su físico frágil y naturaleza reservada contrastaba el carácter extrovertido y la complexión atlética de Manon. Ninguna de las dos mujeres dijo como gastarían el dinero del juicio, pero Manon dijo que soñaba con establecerse en Bretaña y seguir una carrera gerencial. “La historia de mi nacimiento me ha hecho más fuerte”, dijo Manon mientras comía papas fritas en una caja anaranjada de comida rápida. Ella encontró equilibrio, dijo, mediante la terapia, el amor de su madre y su propio pragmatismo “profundamente engranado”. “Trato de nunca dejar nada al azar”, dijo ella con una sonrisa. “Ahora hasta trato de anticipar lo impensable”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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