lunes, 5 de diciembre de 2016
Para el pequeño Brod
Kwon Alexander. The Players’ Tribune. 09-11-2016.
Linebacker/ Tampa Bay Buccaneers.
Cuando mi teléfono sonó, nunca me imaginé eso. Me refiero a, ¿Cuántas veces suena tu teléfono y no es nada? Solo es uno de tus amigos para pregunta como esta todo, o tu mamá o papá para saber como están saliendo las cosas.
Cuando juegas los domingos, la noche del viernes es la última noche para sacar el futbol americano de tu mente antes de meterte en modo juego por el resto del fin de semana. Así que estaba en mi apartamento con un par de compañeros de equipo, tratando de decidir donde ir a comer. Pensábamos comer algo, ir al bowling por un momento, nada loco, y luego regresar a casa para estar listos para viajar a Atlanta el domingo para el juego contra los Falcons. Jugaríamos en el Georgia Dome, a 90 minutos al este de donde crecí, en Oxford, Alabama.
Entonces mi teléfono sonó. Era mi mamá.
“¿Qué ocurre, Ma?”
“El Peque…” Apenas la podia oir. Se le quebraba la voz.
“¿Ma?
“Al Pequeño Brod…le dispararon”.
Todo se detuvo. Fue como si todo el aire hubiese sido succionado de la habitación y se apagaran las luces. Lo único que podía oir era a mi mamá llorando en el teléfono, rezando en su resuello, y lo único que yo podía ver era la cara de mi hermano de 17 años de edad.
El Pequeño Brod, pronunciado BROAD, abreviación de Broderick, su vida pendía de un hilo.
“Lo llevaron al hospital, Kwon. Tengo…tengo que ir al hospital”.
“Está bien, Ma. Está bien”. Traté de calmarla, pero en mi interior sentía pánico.
“Reza Kwon…reza, hijo…reza por Brod”.
“Está bien, Ma. Él va a superar esto. Llámame cuando llegues al hospital”.
Entonces colgamos.
Yo sabía que él iba a superar eso. No puedo explicar como. Solo tenía ese presentimiento.
Asi que subí al carro con mis compañeros de equipo para buscar algo de comida y sacar a Brod de mi mente, mientras esperaba la llamada de mi mamá con buenas noticias, porque estaba seguro de que él iba a estar bien, seguía diciéndomelo, el lo va a lograr. Va a estar bien…
30 minutos despues, yo estaba en el carro con mis compañeros cuando mi teléfono volvió a sonar. Mamá.
Solo dijo dos palabras.
“Se fue”.
Es dificil recordar exactamente lo que ocurrió después de eso. Sé que seguí hablando con mi mamá por un minuto, pero no recuerdo que dijimos. Mi mente se quedó en blanco. Le dije a mi compañero que manejaba el carro que me llevara al apartamento, y cuando llegué allí no subí. Caminé hacia el patio, me recosté en una de las sillas cercanas a la mesa de pool, saqué mi teléfono y empecé a mirar los mensajes de texto. Encontré los mensajes viejos de Lil’ Brod y empecé a revisarlos, hasta que vi uno que saltó en la pantalla.
“Te quiero hermano”.
Miré ese mensaje por no sé cuanto tiempo, entonces bajé el teléfono, miré hacia el cielo y lloré hasta que se me acabaron las lágrimas.
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Fue solo una pelea. Lil’ Brod tuvo una pelea, y alguien sacó una pistola y le disparó a mi hermanito en el pecho. Hablé con algunos de sus amigos quienes estaban ahí esa noche, ellos dicen que corrieron hacia él después del disparo y supieron al mirar sus ojos que él se había ido.
Él estaba a menos de un mes de cumplir 18 años de edad.
Déjenme contarles acerca de Lil’ Brod. Él era distraído, amaba la vida. Siempre estaba relajado, nunca se ponía intenso y nunca se tomaba muy en serio. Contaba los chistes más tontos, chistes que eran tan malos que no te reirías. Pero él se reía, y cuando oías su risa loca empezabas a desternillarte porque su risa era muy atolondrada. No me atrevo a describir como sonaba su risa, porque nadie podía hacerlo como Brod.
A excepción de nuestro papá, Broderick Sr. Él podía reir como Lil’ Brod, era muy notorio.
Sin embargo, no lo he oído hacerlo en más de un año…
Lil’ Brod era el tipo de muchacho de quien no hubieras esperado que le ocurriese algo así. Era el muchacho tranquilo que amaba la vida y quería que todos fuesen felices y sonrieran.
Él no era el tipo de muchacho a quien le disparaban en la calle.
No. No Lil’ Brod.
Pero donde el creció en Northern Alabama, como en muchos lugares, la violencia es un problema. Violencia de pistolas, drogas, tu sabes, lo usual. Hay personas en las comunidades tratando de lidiar con ese tema, pero la violencia siempre parece resurgir. Tratar de prevenirla es una batalla infinita.
Cuando me fui de casa para la LSU en 2012, y aun después que los Buccaneers me seleccionaron tres años después, yo hablaba con Brod al menos una vez a la semana. Cada vez que iba a casa, especialmente en el receso entre temporadas, él siempre quería entrenar conmigo. Él jugaba futbol americano también, pero no era en realidad un futbolista. Estaba destinado a hacer cosas diferentes, donde pudiera usar su personalidad y su amor por la vida para hacer del mundo un lugar mejor.
Él era mi seguidor más grande. Me admiraba. Cada vez que necesitaba un consejo acerca del futbol, o chicas, cualquier cosa, me llamaba y hablábamos. Era mi pupilo.
Siempre solía rogarme, “Kwon, ¿me puedes conseguir una camiseta? ¡Necesito una camiseta de Kwon Alexander!” Como si yo fuese una celebridad y no su hermano mayor.
Yo fui novato el año pasado, tratando de hacerme un nombre. No se podía comprar una camiseta de Kwon Alexander. Y las camisetas de los Bucs por lo general son difíciles de conseguir en Northern Alabama. Así que siempre le decía a Brod que un día le conseguiría la mejor camiseta que pudiera.
Un día…
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Alabama es conocido por producir jugadores de NFL. Pero no el pueblo de donde vengo. Fui uno de los pocos que llegó a la liga desde Oxford. Y esa semana, la semana que supe la noticia de Lil’ Brod, se suponía que toda mi familia iba a hacer el viaje de 90 minutos por tierra hasta Atlanta para verme jugar. Se suponía que sería una bienvenida a casa para mi. Se suponía que sería un juego especial que nunca olvidaría.
Pero después que me enteré de la noticia, estaba listo para tomar un vuelo hacia Alabama y dejar de lado el juego de los Falcons. Sabía lo mucho que estaba sufriendo mi familia. Yo lo sentía, también, y quería estar con ellos.
Pero mi mamá dijo que no.
“Más te vale no venir a casa, Kwon”, dijo ella. “Brod habría querido que jugaras. Así que vas a jugar”.
Los Bucs me dijeron que me apoyarían de todas formas. Si decidía ir a casa o jugar, ellos me respaldarían.
Así que decidí montarme en un avión para ir a Atlanta con el resto de mi equipo, porque mi mamá tenía razón. Es lo que Lil’ Brod hubiese querido. Yo sabía que necesitaba ser fuerte por él. Todo lo que él quería era que yo jugara.
Así que eso fue lo que hice.
Cuando pisé el campo de Georgia Dome, estaba mucho más enfocado de lo que había estado nunca. Y cuando empezó el juego, sé que es una comparación rara, pero fue como esa película de Adam Sandler, The Waterboy (El Aguatero). ¿Notaron que los tipos quienes llevaban la pelota eran los que siempre se burlaban de él? ¿Y él tenía que jugar con esa furia, o no podría jugar?
Bien, yo pretendía que quien quiera que tuviese la pelota era la persona responsable de llevarse a mi pequeño hermano lejos de mí y mi familia. Así que trataba de destruir a todo el que tuviera una camiseta roja. Punto.
Y jugué el juego de mi vida.
En el primer cuarto, perdíamos 3-0 cuando Julio Jones interceptó un pase en el medio. Lo estaba cazando desde atrás, y podía oir la voz de Lil’ Brod en mi cabeza, alta y clara, decía. “¡Busca la pelota. Consìguela!”
Así que fui y la conseguí.
Cuando yo tenía la pelota en mis manos, y avanzaba en el otro sentido, todo lo que pensaba era, ¿Cómo hice eso? ¿De verdad hice eso?
Lo hice porque Lil’ Brod estaba conmigo.
Y hacia el final de la primera mitad, cuando regresé a la cobertura y Matt Ryan lanzó la pelota hacia el medio, me congelé, y la pelota vino hacia mi
Me preguntaba, ¿Por qué me detuve? ¿Cómo vino esa pelota directo a mi?
Fue porque Lil’ Brod me detuvo. Él estaba ahí conmigo.
Tuve esos dos robos de pelota, más la intercepción de un pase y 11 tacles, los cuales para el momento eran los máximo que había hecho en un juego de NFL. Eso fue suficiente para ayudar a llevar a mi equipo a un triunfo en tiempo extra 23-20 en un juego divisional. Fui nombrado jugador defensivo NFC de la semana. Todo acerca de ese juego fue especial.
Deseo que Lil’ Brod pudiera haber estado ahía para verlo. Habría estado extasiado.
Como lo dije, todo lo que él quería que yo hiciera era tener la pelota.
Ese juego contra los Falcons fue mi séptimo en la NFL. Fue mi séptimo juego en la NFL. Todavía no había hecho nada. Cuando fui seleccionado en la cuarta ronda del draft, todos me dijeron la misma cosa: “Estás empezando de nuevo. No importa lo que hiciste en la universidad, o en la transición. No importa si fuiste el primer seleccionado o si no te seleccionaron. Estás empezando desde cero. Tienes que salir y ganártelo todo”.
Por eso fue que en el camerino, después de ese juego, después que la organización de los Buccaneers me rodeó, las emociones me atraparon.
Despues de perder a mi hermanito ¿Qué aquellos tipos llegaran a ser mis hermanos? Eso fue algo tan especial que no pienso que lo pueda expresar con palabras. Hasta ese momento, nunca me había sentido tan bendecido y a la vez decepcionado, como si me hubieran robado algo. Sentí que era parte de algo mucho más grande, pero todavía estaba ese vacío dentro de mí, donde solía estar mi hermano. Todo lo que yo quería es estar con mi familia, pero tenía una segunda familia que me apoyaba. Fue el punto más alto entre los altos y el más bajo entre los bajos, en el mismo momento.
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Ese día salí del estadio con mi tía, quien fue el único miembro de mi familia que había asistido al juego. El resto de mi familia estaba en el hogar en Oxford, tratando de entender lo que había ocurrido y lo que iba a ocurrir a continuación.
Dos días después de jugar el juego de mi vida, mi familia y nuestra comunidad se reunieron en Alabama para el funeral de mi hermano.
Sé que él está mirando hacia abajo con esa sonrisa distraída, observándome.
Cuando caminé por la nave principal de la iglesia entre los bancos y lo vi tendido en ese féretro, ahí fue donde de verdad entendí que él no iba a regresar. Me parece que ese es uno de los detalles de los funerales. Son tan…finales. Vas ahí a mostrar tu pesar y para celebrar la memoria de un ser querido. Entonces cuando te vas, tienes el resto de tu vida por delante y él no. Se acabó…
Cuando llegó mi turno de acercarme al féretro y hablar con Lil’ Brod por última vez, fue duro. No recuerdo lo que dije, pero sé que no fue mucho, no podía. Soló tomé la pelota del juego que mis compañeros me habían dado después del juego ante los Falcons y la coloqué en el féretro, a su lado. Entonces, finalmente le di la camiseta de Kwon Alexander que siempre había querido, la que usé en ese juego ante los Falcons. Me refiero a que él nunca habría tenido una camiseta tan sudada como la que usé en el juego más grande que haya jugado, ¿cierto? Esa fue una promesa que me aseguré de cumplir.
Es difícil de creer que ya ha pasado un año. Cada día, cuando me despierto, le envío una oración, y sé que el está mirando hacia abajo con esa sonrisa distraída, observándome.
A veces, cuando pienso en él, sacó mi teléfono, busco la vieja secuela de mensajes de texto y me muevo hacia arriba a través de los mensajes. Y cuando llego al de él que dice, “Te quiero, herma”, mi pulgar deja de moverse y miro mi teléfono, como si él estuviera al otro lado de la línea, y digo en voz alta, “Te quiero también, muchachito”.
Kwon Alexander
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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