jueves, 10 de agosto de 2017
Betty Cuthbert, la “Muchacha de Oro” de Australia en pista y campo, fallece a los 79 años de edad.
Richard Goldstein. The New York Times. 06 de agosto de 2017.
Betty Cuthbert, la “muchacha de oro” de Australia en pista y campo, reverenciada por sus medallas de oro olímpicas y luego por su larga batalla contra la esclerosis múltiple, ha fallecido en Western Australia.
Su fallecimiento fue confirmado este domingo 6 de agosto por Athletics Australia, la institución del gobierno nacional, la cual dijo que ella falleció durante la noche. El periódico The Australian dijo que ella falleció al sur de Perth. Había estado viviendo en un hogar de cuidados en esa area.
Cuando ella apareció de la nada en los Juegos Olímpicos de Melbourne en 1956, Cuthbert, una joven tímida de 18 años con cabellos dorados, era poco conocida en el mundo de las velocistas elitescas, a pesar de haber establecido una marca mundial en los 200 metros. Ella había comprado boletos como espectadora cuando se acercaban los Juegos Olímpicos, porque dudaba si calificaría para el equipo australiano de atletismo.
Pero Cuthbert se convirtió en heroína nacional, al correr en la pista de arcilla roja del Melbourne Cricket Ground durante los primeros Juegos Olímpicos de Australia, su boca abierta fue su característica mientras corría.
Ella ganó los 100 metros, luego los 200 metros, y continuó siendo el ancla del equipo de relevo de 4x100, para convertirse en la primera australiana en ganar tres medallas de oro olímpicas.
Más adelante en esos juegos, el nadador australiano Murray Rose también ganó tres medallas de oro, pero el brillo de Cuthbert se mantendría intacto.
Sin embargo, Cuthbert no pudo ganar medallas en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, cuando estuvo afectada por una lesión en la pantorrilla, y consideró abandonar. Ella regresó para ganar oro en los Juegos de Tokyo en 1964, la primera vez que se disputaron los 400 metros femeninos, y luego se retiró.
Athletics Australia dijo que Cuthbert fue la única atleta olímpica, másculino o femenino, en haber ganado oro en 100, 200 y 400 metros.
Cinco años después de su retiro, le detectaron la esclerosis múltiple, una enfermedad degenerativa en la cual el sistema inmunológico desgasta la membrana protectora de los nervios. Ella hubo de utilizar una silla de ruedas, pero se convirtió en motivo de inspiración, al ayudar a otros a enfrentar la enfermedad y recaudar dinero para investigación.
Cuthbert tuvo una hemorragia cerebral severa en 2002 y estuvo cerca de la muerte. Pero perseveró, y en octubre de 2008, solo quedó con movimiento en su brazo y mano izquierdos, ella se dedicó a una facilidad de tratamiento nombrada en su honor y animaba a los pacientes de esclerosis múltiple a batallar.
“Sé que las personas me escuchan porque saben lo que yo solía hacer, correr”, la citó “The Australian Associated Press”. “Si ellos pueden ganar algo de ánimo, eso podría ayudarlos. Eso también me ayuda a mí.”
El primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, la llamó “una inspiración y campeona dentro y fuera de la pista”.
Elizabeth Cuthbert nació el 20 de abril de 1938, en New South Wales y creció en los suburbios de Sydney. Durante su adolescencia trabajó en el hogar de adopción de su padre.
Ella era muy tímida pero confiaba en ir a los Juegos Olímpicos de 1956.
“Todo lo que podía decir era ‘si’ y ‘no’ cuando alguien me entrevistaba”, recordó en una entrevista de 2004 con The Herald Sun. “Ser joven y tímida nunca me rezagó. Eso me motivaba. El nerviosismo siempre era una buena señal. La adrenalina fluye a través de tu cuerpo”.
Cuando las lesiones aparecieron en los años posteriores a sus triunfos de Melbourne, el retiro parecía inminente. Entonces todo cambió una noche de 1962. Como ella lo refirió, trataba de dormir cuando oyó una voz que le decía que corriera otra vez.
“Estuve despierta preguntándome que hacer”, le dijo a The Daily Telegraph de Sydney en 2000. “La voz regresó una y otra vez. Finalmente, dije, ‘Bien, tu ganas. Correré de nuevo’. Tan pronto como dije eso, sentí una sensación maravillosa en todo el cuerpo, y estaba mentalmente dispuesta a querer hacer algo otra vez”.
Ella creyó que era la voz de Dios que la animaba. Recuperada físicamente y motivada por su fe cristiana, ella regresó por su medalla de oro final en los 400 metros de los Juegos de Tokyo en 1964, su última carrera. Entonces vinieron las batallas personales fuera de la pista que le acompañaron por el resto de su vida.
Rhonda Gilliam, una amiga de Cuthbert quien compartía su fe pentecostés, había cuidado a Cuthbert cuando ella se mudó a una facilidad de personas mayores. Ella tenía una hermana gemela, Marie, y un hermano, John. No hubo información inmediata de sobrevivientes.
Cuando los Juegos Olímpicos regresaron a Australia con los Juegos de Sydney de 2000, Cuthbert estuvo una vez más en la escena pública. Ella llevó la antorcha alrededor de la pista en la ceremonia inaugural, su silla de ruedas fue empujada por su coterránea Raelene Boyle, una triple medallista de plata olímpica en carreras de velocidad. La antorcha fue entregada a la velocista aborigen Cathy Freeman, quien encendió el pebetero.
Freeman ganó los 400 metros femeninos, 36 años después que Cuthbert había capturado el evento en Tokyo.
En las semanas que siguieron a los Juegos de Sydney, Cuthbert reveló los elogios que había recibido allí.
“Oir el rugido de la multitud cuando salí, eso todavía me eriza la piel cuando lo recuerdo”, le dijo a The Herald Sun. “La recepción fue muy ruidosa y adorable”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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