sábado, 6 de julio de 2019
Maya Moore Deja el Baloncesto. Un Prisionero Necesita su Auxilio.
Moore, una estrella de la WNBA, dijo que quería llevar a la acción las conversaciones de justicia social. Ahora está en una temporada sabática para tratar de colaborar para liberar a un hombre que ella cree fue encarcelado injustamente.
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Kurt Streeter. The New York Times. 30 de junio de 2019.
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JEFFERSON CITY, Mo. — Una de las jugadoras más grandes del baloncesto manejó por un sendero estrecho llamado el camino de no más víctimas. Esa vía conducía a la prisión.
Estacionó frente al Jefferson City Correctional Center, una penitenciaría de máxima seguridad en Missouri central rural. Atravesó las pesadas puertas del frente esa mañana de mayo e hizo cola con dos docenas de personas: los padres, hijos, nietos y amigos de los reclusos.
Algunos se acercaron para conocerla, Maya More de la WNBA, pero nadie en la tensa y silenciosa sala le prestó atención.
Cada visitante, incluida Moore, dos veces medallista de oro olímpico, dos veces campeona de la NCAA y cuatro veces campeona de la WNBA, esperó para ser escoltado por guardias armados hasta una gran sala llena de reclusos.
Moore estaba allí para ver al recluso Nro. 101145. Se trata de Jonathan Irons, quien cumple condena de 50 años. En 1998, un jurado le encontró culpable de atraco y asalto con arma mortal. El tenía 16 años de edad cuando ocurrió el crímen.
Moore está convencida de que Irons fue condenado injustamente. “No más victimas”, dijo ella, haciéndose eco del nombre del camino por el que había manejado, lo cual reconoce lo hecho injustamente a los reclusos. Su cabeza se agitó con desdén. “Cada vez que vengo aquí, pienso en eso. La hipocresía”.
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Su decisión asombró a los aficionados.
Ha pasado poco más de un mes de la 23ra. temporada de la WNBA, pero Moore no está con su equipo las Lynx de Minnesota. Está fuera por todo el año, tal vez más. A los 30 años de edad, sana y en su mejor momento, está haciendo algo virtualmente impensable para una atleta de su estatura: tomarse un año sabático, un viaje lejos de la lucha por el campeonato.
Ella contesta con lo que dice es un llamado de Dios. La mayor parte de su vida, otros la han definido como “la Reina Invencible” y la “Superestrella Perfecta”. Ahora ella cree que Dios quiere que ella se aleje de la competencia y considere lo que es realmente importante.
Cuando Moore anunció su partida en febrero, estremeció la WNBA, a sus aficionados y a muchas personas cercanas a ella.
“Todos estábamos atónitos”, dijo Geno Auriemma, quien fue su entrenador en la University of Connecticut. “Pensé, ‘Epa ¿Qué ocurre? ¿Hay algo en lo que Maya necesita privacidad? ¿Es algo personal?’ Todavía estoy muy sorprendido”.
El baloncesto la quiere de vuelta. Sin embargo, ella le dijo a The New York Times, que un regreso era improbable. “No sé como va a ser el futuro”, dijo ella. “Vamos a meternos en esa incómoda tensión por un año y veremos”.
Sus razones son complejas. El desgaste es una. Hasta las mejores jugadoras del baloncesto profesional femenino ganan mucho menos que sus contrapartes masculinos. Para aumentar sus ganancias, ella ha jugado en muchas ligas alrededor del mundo, con poco descanso. El desgaste, dijo ella, ha pasado la factura.
Para apreciar lo que ella describe como “el llamado”, uno tiene que entender por qué visitó la prisión de Jefferson City en mayo. Los atletas están hablando de incrementar la urgencia respecto a los temas sociales, pero pocos están tan comprometidos como Moore. Convencida de que Irons ha sido victimizado por un sistema de justicia racista, ha invertido dinero y tiempo en un esfuerzo por liberarlo.
Hacer la diferencia mediante un caso, dijo Moore, puede desencadenar un movimiento creciente para cambiar la jurisprudencia estadounidense.
El día siguiente a su visita a la prisión, Moore manejó hacia el Cole Country Courthouse, donde un juez consideraría la petición de Irons para reabrir su caso. Moore asistiría al tribunal con miembros de su familia. Han crecido tan cercanos a Irons que lo llaman “Big J” y lo tratan como uno de los suyos.
Juntos, dijo Moore, “convertirán en algo justo una terrible violación de derechos”.
Ella encontró un nuevo propósito en su viejo hogar.
Parece ser que a través de algo que buscaba para su futuro, Moore ha llegado a Jefferson City.
Allí fue que ella nació, donde descubrió el baloncesto a los 3 años de edad, cuando su madre, Kathryn Moore, colocó un aro de plástico en una puerta de su pequeño apartamento.
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“Eso no fue suficiente para ella”, dijo Kathryn Moore.
Cuando Kathryn estaba embarazada de Maya, se mudó desde Los Angeles para Jefferson City, que tenía menos de 45.000 habitantes. Kathryn era soltera, pero muchos primos de ella vivían en el pueblo. Reggie Williams y su esposa, Cherilyn, fueron dos baluartes. Se convirtieron en padrinos de Maya, estuvieron presentes para su bautizo en una pequeña iglesia del centro y en sus juegos de baloncesto de la escuela primaria y bachillerato básico.
El desgaste empezó. Equipos competitivos. Expectativas. La presión que siempre está conectada con ser el mejor.
Moore se mudó con su madre para Atlanta y llevó a su equipo de secundaria a tres campeonatos estadales. Rápidamente creció hasta los dos metros de estatura. Pulió su juego y se ganó comparaciones con Michael Jordan. De vuelta en Jefferson City, sus primos habían llegado a conocer a Irons a través del ministerio de la prisión. Estaban impresionados por su amigabilidad y disposición para aprender. “Había algo acerca de él”, dijo Reggie Williams. “Solo una paz”.
Durante su año final, Moore y sus primos fueron de vacacione a un lago cercano a Jefferson City. Williams había desarrollado tanto interés por el caso de Iron que pasó meses investigándolo. Un día en el lago, distribuyó varios archivos del tribunal en una mesa y los estudió.
“¿De qué trata todo esto?” pregunto Moore “¿Por qué estás haciendo esto?”
Ella estaba impactada por los hechos desnudos. Irons era un pobre adolescente afroamericano quien había sido tratado como adulto y condenado por un jurado blanco en su totalidad. El crimen fue violente e involucró una pistola, pero no se encontró ningún arma. Ninguna evidencia de sangre, ni huellas de pisadas o dactilares conectaba a Irons con el crimen. Su sentencia de 50 años fue entregada en un juicio que terminó cuando el tenía 18 años, la edad de Moore.
‘Estoy aquí’, dijo ella, ‘porque me importa’.
Moore recuerda el día cuando conoció a Irons, comenzando con el impacto de las puertas de la prisión detrás de ella. Eso la hizo temblar. Esto fue hace doce años, justo antes de que ella se convirtiera en estrella en UConn.
Irons estaba escéptico, Aún se acostumbraba al hecho de que la familia de Moore se estaba convirtiendo en parte importante de su vida. Pensó que la adolescente Moore estaba ahí para una visita de trámite.
Ella se sentó frente a él. Dijo que quería oir su historia. De donde era él. Como había sido su crecimiento.
‘Estoy aquí’, dijo ella, ‘porque me importa’.
Él se desplomó en lágrimas.
Jugaron damas. Moore ganó. “No pienso que notó lo competitiva que soy”, dijo ella riendo. “gané, y eso es todo. No le voy a dar otra oportunidad”.
Entonces suavizó la voz. “No hasta que salgo de allí”.
‘Ella es luz. Pura luz’.
En una tarde reciente, Irons se sentó en una sala aislada para una entrevista. Estaba limpio, afeitado y llevaba una camisa gris holgada. Un guardia estaba cerca. Irons sonreía. Llamó a Moore una salvavidas que le da esperanza.
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“Ella es luz”, dijo él. “Pura luz”.
Al crecer pobre, sin recursos, le prestaba poca atención a la escuela. Se mantenía en la calle. “Soy el primero en admitir que no era un muchacho modelo”, dijo él. “Fui un delincuente juvenil, tomé muchas malas decisiones”.
Pero dijo que había cambiado. Como prueba, ofreció una serie de recomendaciones de la administración de la prisión.
Fue enfático: No cometió el crimen por el cual fue hecho prisionero.
Eso ocurrió en O’Fallon, Mo., un suburbio de clase trabajadora predominantemente de raza blanca en San Luis, la noche del 14 de enero de 1997. Un hombre de 38 años de edad, Stanley Stotler, regresaba a su hogar y fue asediado por un atracador, dice el registro del tribunal. Hubo disparos, dos del atracador con una pistola calibre .25, y uno de Stotler en auto defensa. Los registros muestran que él había ido a buscar su pistola 9 milímetros cuando oyó algo en su closet.
El atracador huyó, pero Stotler, quien no pudo ser localizado para esta historia, estaba herido seriamente. Una de las balas del atracador le había pegado de lleno en la sien derecha, pero fue capaz de llamar a la policía.
Una semana después, Irons fue arrestado. El día del crimen, él había estado en el vecindario de Stotler con una pistola. Aunque tenía 16 años, un delito menor previo por cometer infracciones con un carro significó que fuese calificado como adulto.
Su juicio empezó el 19 de octubre de 1998.
Una pieza de evidencia clave fue el testimonio del detective en la audiencia antes del juicio: Describió un interrogatorio en el cual Irons dijo que había irrumpido en la casa de Stotler pero no podía recordar más nada porque había estado borracho.
No hubo notas del interrogatorio, ni grabaciones. Irons fue interrogado sin abogado o guardián, y ningún oficial de policía estaba presente. El detective, quien falleció, no pudo ser contrastado durante el juicio porque estaba enfermo.
Irons siempre ha negado haber hecho tal confesión. En la sala de aislamiento de la prisión, dijo que había tenido una pistola ese día, pero que no era una clibre .25. Dijo que estuvo simplemente en el vecindario equivocado, en el momento equivocado, en la época equivocada.
Durante los años 1990, la Casa Blanca y el Congreso aprobaron penas rudas para jóvenes agresores, muchos de ellos muchachos y hombres pobres afroamericanos barridos por la policía, sus convicciones en algunos casos fueron cambiadas años después por pruebas forenses u otra nueva evidencia.
“No sean suaves con él porque es joven”, sentenció el fiscal de la causa durante el juicio de Irons. “Es tan peligroso como cualquiera que lo triplique en edad. Necesitamos enviarle un mensaje a ciertas personas jóvenes, si quieren actuar como adultos, van a ser tratados como tal”.
Irons fue condenado el 4 de diciembre de 1998. Varias apelaciones fueron desestimadas.
Lo que él más recuerda de sus primeros años en prisión es la soledad y el miedo.
“Era un niño, rodeado de hombres curtidos”, dijo él. “Pensé que siempre sería yo solo contra el mundo. Que nunca habría nadie de afuera que me apoyara”.
Ella lo veía como a un hermano.
Moore había crecido dando la justicia por sentado. Pero durante la universidad, ella empezó a considerar a Irons como un hermano.
Era duro ir a Jefferson City para hacer visitas, pero ellos se mantenían en contacto de la mejor manera. Ella le enviaba libros de sus escritores espirituales favoritos. A veces antes de los grandes juegos de ella, hablaban por teléfono.
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Se estaba formando un vínculo.
El baloncesto elevó a Moore en 2011, su primer año como profesional, cuando ayudó a las Lynx a ganar el campeonato de la WNBA y fue nombrada mejor novata de la liga. Tres años después, fue nombrada jugadora más valiosa de la WNBA.
Cuando no competía en los juegos de la WNBA, ella estaba de nuevo compitiendo por la medalla en los Juegos Olímpicos o liderando equipos campeones en las ligas más lucrativas de Europa o China.
Aunque Moore es una hogareña quien comparte su casa de cuatro pisos en Atlanta con su madre, rara vez asistía a su iglesia local o visitaba su numerosa familia. Disponía de poco tiempo para descansar, para todo menos para su deporte.
Entonces llegó el verano de 2016.
∙ Philando Castile, afroamericano de 32 años de edad, fue herido de muerte por un policía en Minnesota.
∙ Alton B. Sterling, afroamericano de 37 años de edad, fue herido de muerte por un policía en Louisiana.
Cinco oficiales de Dallas fueron fatalmente atacados por un sniper durante una protesta de acerca de la brutalidad policial.
En un juego de la WNBA de ese verano, Moore y sus compañeras de las Lynx usaron franelas negras sobre sus uniformes. En la parte delantera se leían las frases: “El Cambio empieza con Nosotros. Justicia y Credibilidad”. En la espalda: “Las Vidas Negras Importan”, junto a los nombres de Castile y Sterling, más el escudo de la policía de Dallas.
Hubo reacción inmediata, pero Moore dijo, “Había encontrado mi voz”.
Con Irons en mente, ella empezó a hablar de un tema: reformar el sistema de justicia criminal, con énfasis en el cambio de la manera como los fiscales ejecutan sus trabajos.
Abogados y jueces, llegó a creer ella, necesitaban una mejor comprensión “de que los cuerpos negros y marrones son más vulnerables debido a la historia de nuestro país, que nuestro sistema de justicia históricamente ha operado con espíritu racista”.
“Eso es verdad”, dijo ella, “pero no una verdad reconocida”.
Moore no puede decir cuando regresará al baloncesto.
Su punto de inflexión en el baloncesto llegó en 2018.
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Moore recuerda haber llamado a Cheryl Reeve, la entrenadora de las Lynx, al final de la temporada regular. Le dijo a Reeve que su agenda exhaustiva había agotado su deseo de seguir jugando. Batalló con el sentimiento de que estaba abandonando el equipo. Ella dijo que Reeve, quien rechazó una solicitud de entrevista para esta historia, la convenció de que no tenía que ser perfecta todo el tiempo.
Oir eso, dijo Moore, la ayudó a drase cuenta de que estaba bien dar un paso al costado.
Algunos aficionados han especulado acerca de que Moore está tratando de forzar un cambio hacia Atlanta Dream. O que está tratando de conseguir que la WNBA aumente los salarios desde un techo de 120.000 $ por temporada.
Ella niega que esté buscando nuevo equipo en la WNBA, las jugadoras, dice ella, merecen mejores remuneraciones, pero el período sabático de Moore ha incluido dejar de lado los grandes salarios de las ligas de otros países. El dinero no es la razón por la que no usa el uniforme este año.
¿Cuándo regresará al baloncesto?
“La palabra’ incertidumbre’ es la respuesta más ajustada, la que siento más apropiada”, dijo ella.
¿Hay la posibilidad de que no regreses?
“Cierto, esa es la incertidumbre. La incertidumbre es otro año fuera, o potencialmente…”
¿El retiro?
“Esa es una posibilidad”, dijo ella, “pero no quiero hablar tan pronto”.
Su vida es mucho más simple ahora. Sin el extenuante ajetreo de los viajes ni la alta presión de los juegos. Moore pasa la mayor parte de su tiempo en su hogar de Atlanta. Allí duerme, visita a sus primos, practica con su guitarra acústica y presta voluntariado en un centro del vecindario en un lugar que antes fue un fumadero de crack. Asiste a estudios bíblicos y canta en un coro en Passion City Church.
Cuando puede, ve jugar a las Lynx por televisión, pero la antigua pasión por estar en la cancha ya no existe.
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‘Todavía estamos en la pelea’.
Moore está contribuyendo con los costos de uno de los mejores abogados defensores de Missouri para que trabaje en el caso de Irons. El abogado trabaja en lo que Irons ve como su oportunidad final para conseguir la libertad: una solicitud para reabrir el caso la cual se basaría principalmente en una mirada a la evidencia de huellas dactilares y en nuevos testimonios de los expertos.
Esto fue lo que llevó a Moore hasta Jefferson City en mayo, hasta la prisión, y luego al tribunal de fachada de piedra.
Se esperaba que el juez Daniel Green decidiera en si permitir una revisión de evidencias este verano.
A Irons no se le permitió presentarse. Moore se sentó junto a su familia en una de las filas de atrás, preguntándose si el juez rechazaría la petición sobre el tema. Escuchó a uno de los abogados de Irons construir su argumento. Oyó al fiscal decir que no debería haber revisión porque Irons ya había agotado sus recursos.
Moore se puso tensa.
El juez Green garantizó otra audiencia para agosto, pero no para enfocarse en si Irons debería ser liberado. Primero, el juez quería oir los argumentos de la reclamación del fiscal de que el caso debería permanecer cerrado.
Mientras Moore y su familia abandonaban el tribunal, parecían compungidos.
“Al menos aun tenemos una oportunidad”, dijo ella. Le pidió a su familia que perseverara y creyese, como lo habían hecho durante sus carreras por el campeonato.
“Todavía estamos en la pelea”, dijo ella. “Vamos a tener que ser pacientes. Tendremos que esperar para encontrar la respuesta”.
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Traducción: Alfonso L. Tusa C. 05 de julio de 2019.
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