martes, 15 de marzo de 2016

Gerard Butler habla acerca de “Dear Frankie”.

Rebecca Murray. Hollywood Movies Expert. about.entertainment. Marzo 2, 2005. Lo que yo consideraba era una de las mejores películas de 2004 finalmente será estrenada en 2005. En diciembre de 2004 fui al preestreno de Dear Frankie, protagonizada por Emily Mortimer, Gerard Butler, y Jack McElhone, pocas semanas antes de su fecha de aparición en los teatros, Entonces antes de su fecha de estreno, la película fue sacada de programación y movida hacia 2005. Para ser honesta, eso usualmente no es una buena señal. Los estudios estrenan las películas que quieren favorecer y muestran un poco de apoyo extra durante el úlimo cuarto de año, no en los primeros meses del año. Afortunadamente, “Dear Frankie”, una película que estaba en mi lista de las 10 mejores de 2004 hasta que fue diferida, no es uno de esos esfuerzos que se desechan de los estrenos en los teatros y entonces se les permite deslizarse en estos sin ninguna expectativa. Esta es una película que merece apoyo y encontrará la audiencia correcta ahora que los Oscar y otros espectáculos de premios han terminado de acaparar la atención de los cinéfilos. “Dear Frankie” es una historia emotiva y absorbente llena de personajes con los que la audiencia se puede relacionar, y es narrada sin pretensiones. La historia sigue a un niño de 9 años, Frankie (McElhone) y su madre soltera, Lizzie (Mortimer). Lizzie es una buena madre quien es muy protectora de su hijo sordo y quien trata de esconderle la verdadera historia del padre que él no conoce. En vez de contarle la verdad sobre su padre, Lizzie inventa que el papá de Frankie es un marinero que viaja alrededor del mundo a bordo del HMS Accra. Lizzie llega hasta escribir cartas pretendiendo ser el padre desconocido. Cuando el HMS Accra llega al puerto, Lizzie se ve forzada a contratar los servicios de un extraño (Butler) para que haga las veces del papá de Frankie. Luego de hablar con Gerard Butler acerca de su papel en “Dear Frankie”, soy de la opinión de que debe haber una ley que obligue a los actores escoceses a usar siempre su acento natural en los papeles. ¿Qué tal si no se encaja con el personaje? Butler, con su talento y encanto, pudo salir adelante. Butler es una entrevista agradable como se puede esperar, contesta preguntas que abarcan desde relacionarse a su personaje en “Dear Frankie”, hasta inspirar a un dedicado grupo de aficionados en internet, protagonizar en las películas “El Fantasma de la Opera” y las venideras “Beouwulf and Grendel” y Burns Entrevista con Gerard Butler (“The Stranger”): “Dear Frankie” fue filmada hace dos años. ¿Qué tan difícil es apasionarse por una película en la que trabajó hace dos años? Toma algo de tiempo volver a hacerlo. Pero de nuevo, esta película, es muy especial para Emily (Mortimer) y para mi. Estamos muy orgullosos de ella, de todos los involucrados, pienso que de todas las películas que he hecho esta es la más fácil de recuperar la pasión y la identificación por ella. ¿Qué la hizo tan especial para usted? Bien, para empezar fue un guión hermoso, lo encontré maravillosamente diseñado. Y encontré la historia tan inusual y fresca y original. La encontré conmovedora y también divertida. Estaba llena de giros. Era dulce y melancólica y motivadora. Era tantas cosas expresadas en un estilo muy diferente de narrativa. Siempre sentí que si todos podíamos comprometernos, entonces esto se podría desarrollar como un pequeño cuento de hadas creible, si se puede decir. La experiencia de regersar a Escocia, de trabajar con Emily a quien yo ya respetaba mucho, de trabajar con Shona Auerbach, la directora y Andre Gibb, la guionista, la gente que creía tanto en esto. Siempre hubo algo muy especial ligado a este proyecto. Era un proyecto de pasión para muchas personas y verlo llegar y convertirse en película, y ver la reacción que tuvo y ha tenido alrededor del mundo en todos esos festivales de muchas personas, que estaban tan profundamente afectadas y lo sentían con mucha fuerza, ha sido grandioso. La razón razón es que era una película pequeña. Pero es algo que sientes que ayudaste a descubrir. Esta película estaba programada para salir a finales del año pasado. ¿Por qué fue retrasada hasta 2005? Si hubiera sido estrenada en 2004, habría estado en mi lista de las diez mejores películas del año pasado. ¡Lo sé! Por muchas razones, pero pienso que decidieron que querían sacarla después de “El Fantasma”, pensando que eso podría ayudar. Ciertamente había un hermoso zumbido en marcha el año pasado y ahora se siente, como si dijeses, tenemos que lograr ese momento otra vez. Esta es una de las pocas películas que he visto donde la audiencia al final ha querido al menos otra media hora más con los personajes. ¿Hay alguna oportunidad de que haya una secuela? Lo dudo. Nunca se ha planteado. No tendría problema para hacerla. Generalmente no me gusta hacer secuelas pero pienso que eso es más en el mundo cínico de Hollywood donde normalmente las secuelas se hacen por razones comerciales. Pienso que en realidad sería muy fascinante descubrir a esos personajes de nuevo porque quedaron muchos puntos sin resolver y eso es una deuda con la audiencia. (Risas) Ellos vienen y dicen, “¿Qué pasó con ellos?” Y, “¿Qué piensas que pasó después de esto?” Y, “Fue muy bueno verla”. Sería agradable resolver algunos de esos puntos pero entonces se crearían más problemas irresolutos. Su coprotagonista de “Dear Frankie”, Jack McElhone, es un niño. ¿Encuentra usted fácil trabajar con actores jóvenes? Hmmm, si, puede haber ciertos problemas y asuntos solo por la naturaleza de ellos como niños, como los habría tenido usted si hubiese trabajado conmigo cuando yo era un niño. Estoy muy seguro ¿sabe? Jacl McElhone tiene tanta energía y tantas cosas en su vida, que a veces había que recordarle que estaba haciendo una película. Él trabajó muy duro y es fantástico en la película, pero a veces sientes que él estaría mejor jugando futbol o video juegos (risas). Y aún así, el siempre hacía una actuación estelar y hacía su tarea y estaba ahí. Así que hay veces que sí, esto te puede atrapar. Pero más a menudo que nunca, encuentro el proceso más como una inspiración que cualquier cosa. ¿Hicieron ustedes algo especial para unirse como dueto? No, solo trabajamos. Tuvimos un proceso de ensayos como de dos semanas y pasamos mucho tiempo juntos. Pateamos la pelota juntos. Hablamos mucho y nos divertimos. Nuestro vínculo real era patearnos. Teníamos esa cosa donde el me atacaba desde atrás. Me pateba el trasero, me golpeaba el estómago, y entonces y empezaba a hacerle lo mismo a él (risas). Así que peleábamos mucho. Hubo mucha pelea ¿sabe? Estaba sorprendido por la gran experiencia de conexión que tuvimos. Él es un gran niño. Es fácil congeniar con él y divertirse con él.Él tiene la imaginación más increíble y es muy divertido pasar el rato con él. Fue maravilloso. Esta película podría haber sido muy sentimental. Podría haberse convertido en una de esas películas románticas pero nunca lo hizo. ¿Qué tan difícil fue caminar por esa línea, hacer una película verdaderamente intensa emocionalmente sin caer en lo cursi? Fue algo en lo que tuvimos que trabajar en los ensayos, y tuvimos que enfocarnos en eso. Pienso que Shona (Auerbach) fue muy cuidadosa en la selección de los actores para los papeles. Y siempre teníamos que recordar eso a cada momento. Era como, “No, no escojas esos momentos. No entiendes el poder que tienes en esos momentos”. Pienso que la presión estaba especialmente en el pequeño Jack (McElhone) para interpretar ese personaje no como un niño bonito quien siente autocompasión porque es sordo. Él fue un niño entusiasta. Su sordera es solo un hecho de la vida. No nos enfocamos en eso. Se le presenta más como un ser humano normal quien tiene asuntos en la escuela, quien tiene asuntos con su mamá y su padre y sus amigos en la escuela, etc. Que vive su vida ¿usted sabe? Y uno de esos asuntos es que él era sordo. Pero ese no era el punto central de la película. Pienso que esas cosas fueron consideradas y pensadas seriamente. Eso es lo que me gusta de esto. Si usted cuenta la historia de lo que trata la historia, entonces eso motiva la curiosidad pero pienso que también levanta sospecha, como usted dice, de que podría ser exageradamente sentimental. Pero no lo es.Y pienso que todo trató de hacer el trabajo interior y luego desplegar todo. Para mi, fue como estar constantemente pensando, “Hazlo. Dale realismo. Dale credibilidad”. Porque si se puede hacer eso y una audiencia se puede relacionar contigo como un ser humano quien no escompletamente bueno o malo, y se es natural, entonces eso es lo que te atrae. De una manera, eso es lo que te sumerje en este hermoso cuento de hadas. ¿Encontró usted mucho en su personaje de “Dear Frankie” con lo que podría relacionarse? Siempre encuentro algo en mis personajes que me liga a ellos. Pero “The Stranger” es especial. Había mucho de la parte solitaria de él, lo cual sé que que es un aspecto de mi personalidad, un lado de soledad. Pienso que las personas que me conocen pueden verlo, pero las personas que apenas me conocen no pueden porque generalmente soy muy divertido y gregario. Pero amo pasar mucho tiempo conmigo. Puedo meterme seriamente en mis pensamientos y a menudo me dejo viajar hasta donde no sé donde voy. Siempre sentí que esa era su forma de escape. Y entonces está mi propia historia, pasé muchos años sin saber donde estaba mi papá así que tuve una conexión inmediata. Sin saber si mi papá estaba vivo, incluso. Él apareció cuando yo tenía 16 años de tristeza. Así que la escena cuando Frankie es confrontado con este hombre quien el piensa es su papá, me destruyó cuando la leí. Eso ha debido golpearlo fuerte ¿Cómo hizo para interpretar una escena como esa? Bien, usted entiende esos sentimientos pero no necesariamente los interpreta porque ese era el papel de Frankie, no el mío. Frankie era yo, yo era mi papá. Así que no puedo asumir muchos de esos sentimientos. Pero eso fue lo que salió de mi cuando entendí la situación de Frankie. Eso fue lo que me hizo identificarme mucho con la película. ¿Por qué no sabemos el nombre de su personaje? Pienso que eso determina lo enigmático de ese papel. Es un hombre sin pasado, presente o futuro. Ella no quería saber nada de él. Era solo simplemente alguien que apareciera y ejecutara una escena, mientras menos se conociera de él, mejo. Y pienso que eso es lo que ayuda a cautivar a la audiencia ¿sabe? ¿Quién es ese hombre y de donde viene? ¿Por qué no sabemos más acerca de él? De nuevo, pienso que es inusual. Tan pronto como se involucra un nombre, hay más identificación. Eso estabiliza las cosas un poco más, lo cual es probablemente lo que no queríamos hacer. ¿Es importante para usted mezclar los papeles de los grandes studios con las películas independientes? Oh, absolutamente. Hice “El Fantasma” aunque “El fantasma” fue, crealo o no, una película independiente. Fue una película independiente grande y cara. Usted no piensa en eso de otra manera. (Risas) No, pero fue así. Y se puede ver la diferencia en la forma como fue hecha. Se trabajaba en grandes estudios pero se tenía ese tipo de sentimiento informal. Había una relación más directa con tu director y productor, que cuando trabajas en un estudio grande donde hay muchas manos en el caldo. Crealo o no, se podía sentir la naturaleza independiente de “El Fantasma…”. Pero absolutamente, me gusta hacer películas de todas las formas y tamaños y sentimientos y géneros. Así que para mi ir desde “Tomb Raider” derecho hasta “Dear Frankie” es muy emocionante. Hablando de “El Fantasma de la Opera”, nunca he encontrado seguidores tan apasionados como los suyos. Escribí una revisión de la película y nunca he tenido una respuesta como la que tuve con esa. ¿Escribió usted una buena revisión? Escribí una revisión muy reluciente. De hecho, ella estuvo en mi lista de las 10 mejores películas de 2004. Amo esa película. Fue hermosamente hecha (dicho mientras me daba cuenta que de hecho habría tenido dos películas de Gerard Butler en mi lista de 10 mejores películas si el estreno de “Dear Frankie” no hubiese sido postergado). Bien gracias. Estoy muy contento de que le gustara. Eso es divertido porque cuando hago entrevistas y las personas dicen, “Cuales fueron tus 1o mejores películas del año pasado”, en realidad quiero decir, “Bien, ‘El Fantasma…’ y ‘Dear Frankie’”. (Risas). No se debe decir eso pero ya que usted habla de eso. Siéntase libre de decirlo. ¿Así que eso significa que dos de mis películas estuvieron en su lista de 10 mejores? Si pero “Dear Frankie” no fue estrenada así que tuve que sacarla. De vuelta a las respuestas que he recibido por mi revisión de “El Fantasma de la Opera”, ¿Cómo se siente inspirar a los seguidores, totales desconocidos, de esa manera? Lo sé, lo sé. Pienso que eso es hermoso. Algunas personas dicen, “¿No piensas que eso es extraño? Y de verdad no. Tal vez lo miro muy superficialmente pero pienso que el hecho de haber tocado a esas personas a diferencia de otro actor o persona…ocurre porque cuando escojo mis papeles y muy a menudo cuando los interpreto, te imaginas que si te conectas con algo como esto, entonces seguramente va a haber otras personas allá afuera que van a sentir esos sentimientos. Se que cuando interpreto papeles, a menudo puedo sentir esos sentimientos tan intensamente que no lo puedo describir. Y a menudo son sentimientos punzantes o que cambian la vida, y pienso que algunas personas perciben eso. Y cuando lo perciben, se sienten muy identificados con eso. ¿Cómo no puedes ser feliz con eso? Pienso que uno de los privilegios más agradables de un actor es saber que puedes motivar a las personas en determinado momento, hacerles pensar acerca de sus vidas, o hacerles reir o hacerles llorar o hacerles entender algo. O solo hacerles sentir algo porque pienso que muchos de nosotros, incluyéndome, pasamos mucho tiempo sin sentir lo suficiente, ¿usted sabe? Además de su personaje en “Dear Frankie” ¿hay otro personaje que usted haya interpretado que haya permanecido con usted y sobresalga sobre sus otros papeles? El Fantasma. Pienso que El Fantasma, además de estar respaldado por esa música, fue un papel con el que me identifiqué poderosamente. Desde el primer segundo que empecé a interpretarlo, a pesar de estar tan nervioso por asumir ese icónico papel, mi primer gran dñía filmando fue “Pasar el punto no retorno”. Y desde el segundo cuando empecé todo tomó vida y sentí la electricidad fluyendo a través de mi, ¿usted sabe? En cada toma que hacíamos, había muchos momentos en la película donde yo pensaba en el poder y la conexión y el sentimiento que tenía, me hacían sentir inmenso mientras actuaba; y pensaba “Me gustaría saber si tendré esto de nuevo como actor? Usted pone mucho en eso, ¿tanto le importa como es recibido por el público? Si, me importa. Me refiero a que soy muy cuidadoso y hay un punto donde tengo que detenerme y decir, no puedo dejar que esto me absorba. Porque al final del día lo que importa es que des lo mejor de ti en cada trabajo que hagas. Pero por supuesto, te gustaría que la película tenga buena aceptación (risas). Quieres que sea tan críticamente bien recibida como sea posible y quieres que te vaya tan bien con el público como sea posible, porque eso significa que ellos están captando lo que haces, o tratas de decir, o aprecian tu trabajo. Así que si me importa. Pero si veo que la película no tiene respaldo, rápidamente trato de alejar esos sentimientos que me disocian y me digo, “Bien, sigamos”. ¿Y usted justo acaba de completar su trabajo en “Beowulf and Frendel”? Fue sorprendente. De nuevo, la película me atrapó porque era muy inusual. Todo lo relacionado con el guión, la profundidad de los personajes, era justo lo que no esperarías de una película de Hollywood sobre guerreros. Es profundamente psicológica y profundamente espiritual, y muy rara y profunda. Cuando me senté ahí y hablé con el director, el dijo, “Quiero que escuches esta música y quiero que mires estas ambientaciones”. Y yo dije, “Solo voy a hacer esta película si la haces en pantalla grande”. Él dijo, “Está bien, pediré eso”. Y entonces escuché algo de la música más increíble, agitada y telúrica. Aún eso no conformaba ningún tipo de fórmula. Miré esos paisajes y para ese momento ya conocía la historia en mi mente, la cual pienso es diez veces la profundida del poema real de “Beowulf”. Y entonces pensé, “¿Sabes qué? Necesito hacer esto”. Pero de nuevo, eso es una película independiente. Esa, pienso, es la oportunidad de ser apreciado artística y comercialmente. Eso es lo que esperas. Eso suena como que es más dirigida hacia el personaje de lo que podría esperar. Pienso que hay mucha acción pero no pienso que de eso es de lo que trata. Eso no es de lo que trata el poema. Ellos tienen que ver con la vida y la madurez y el desarrollo y la muerte de un gran guerrero. Pienso que el poema esta mucho más relacionado con los ideales cristianos. La película destaca eso y muestra a la cristiandad lavando esos vikingos. Pero en hechos reales tiene que ver con quien dice que es bueno y que es malvado. El poema es mucho más que bondad pura versus maldad pura. Mientras por el contrario en la película, Beowulf va a tomarla sobre este troll a quien todos perciben como un demonio ofensivo e ignorante y sádico, solo para descubrir que ese no es en realidad el caso. Es algo que nadie se ha tomado el tiempo para entender porque es diferente. Y al mismo tiempo, él sabe que está en este tipo de camino inevitable hacia el conflicto porque él es humano y eso es un troll. Pero de alguna manera eso es más puro que la mitad de las personas con las que él se asocia (risas). ¿Es verdad que está planeando protagonizar en una película acerca de la vida de Robert Burns? Bien, ese es el plan. Tenemos un guión, el cual es magnífico. Julia Stiles quiere hacerla. Brian Cox quiere hacerla. Vamos a resolver eso con el major elenco de actors, y uno de mis mejores amigos la va a dirigir, Vadim Jean. Estoy muy emocionado con eso. Se ve. Había que conseguir financiamiento y aunque lo consiguieron, no pudieron llegarle a “Million Dollar Baby” que ganó todos los Oscars. Ellos no pudieron conseguir ese financiamiento por amor ni por dinero, ¿usted sabe? Esta es una película acerca de un poeta escocés que podría ser maravillosa, pero obviamente es difícil terminar todas las piezas del financiamiento. Pero espero hacerla en algún momento de este verano. ¿Le preocupa interpretar a un hombre quien es muy querido? Parece que habría presión adicional por hacerlo bien. Si, pero tengo experiencia con eso al haber interpretado a Atila y Drácula y El Fantasma. Rápidamente aprendes, de alguna manera, a relajarte en ese respecto. En la medida que haces el mejor trabajo posible y no te complicas porque vas por un camino que es tratar de hacer felices a todos. Tienes que enfocarte en esas cosas. Eso es lo que hicimos con “Beowulf”. Así fue como afronté el papel de El Fantasma. Tomé un camino específico sabiendo que por mucho que este iba a hacer que algunas personas lo apreciaran más, otras no lo harían. Y eso para mí, es una manera más excitante de actuar que dar una actuación que piensas que mantendrá a todos felices (risas). Así que tuvimos que tomar una posición respecto a Burns y amo el ángulo que hemos tomado. Seguro, al final, nunca puedes hacer felices a todos, especialmente a los escoceses, odio decir esto, si interpretas a uno de sus héroes nacionales. No importa como lo hagas, no hay manera que mantengas a todos felices. Asi que esperaré algún elogio y de seguro habrá críticas ácidas (risas). Traducción: Alfonso L. Tusa C.

lunes, 14 de marzo de 2016

El Atticus que siempre conocimos

Dale Russakoff. The New Yorker. 17 de Julio de 2015. Luego de interpretar a Scout en la película “To Kill a Mockingbird”, en 1962, Mary Badham experimentó un duro regreso a casa cuando volvió a Birmingham, Alabama. Al haber pasado seis meses en California con su madre, y vivir en un complejo de apartamentos racialmente integrados, ella se encontró de pronto como una extraña de vuelta a casa. “La actitud era ‘¡El Señor sabrá que pudo haber aprendido ella allá!’” Recordó Badham el otro día. “Algunas familias, en cuyas casas que yo había sido bien recibida, después de la película, ya no era bien recibida”. Como la Scout adulta en el nuevo libro publicado de Harper Lee “Go Set a Watchman”, Badham salió del sur durante una era de segregación, y regresó para encontrar que las personas que una vez consideró inequívocamente buenas de hecho seguían las premisas de ese sistema perverso. En el caso de Scout , como fue revelado con alarma por los revisionistas de “Watchman”, es su santificado padre, Atticus, quien surge como consagrado racista, al protestar contra las amenazas por segregación desde la Corte Suprema de Estados Unidos y los abogados locales de N.A.A.C.P. Badham descubrió de manera similar una tendencia cruel en los amigos de la familia quienes no toleraban que ella rompiera los tabues de los blancos sureños. “Fui aislada y eso fue doloroso”, dijo la adulta Badham. Este martes pasado, novecientas personas, una audiencia total, fue a oir a Badham leer “Go Set a Watchman” y “To Kill a Mockingbird” en la 92nd Street Y. Harper Lee hizo de la ciudad de Nueva York, específicamente la vecindad de Upper East Side alrededor de la Y, su segundo hogar por más de cincuenta años. Estos eran sus seguidores, y ellos claramente habían venido buscando algo que celebrar. Cuando Badham fue presentada, ellos gritaron y se animaron. Badham, quien tenía nueve años de dad cuando interpretó a la icónica niña de seis años de edad y ahora tiene 62, estaba completamente emocionada. Hoy una restauradora de muebles en la Virginia rural, ella apretó sus manos, las levantó en celebración, entonces hizo una reverencia, y finalmente rió hasta que casi lloró. Ella leyó un extracto de “Mockingbird”, y el primer capítulo de “Watchman”. Su voz es lenta y cadenciosa, profundamente sureña. Alternativamente divertida y punzante, la entonación de Badham sobre Jean Louis Finch, en “Watchman” ella casi ha escondido su famoso apodo, causaba frecuentes risas. En las preguntas y respuestas que siguieron, la moderadora Mary Murphy, la directora del documental “Harper Lee: From Mockingbird to Watchman”, le preguntó a Badham si se había sorprendido por la evolución de Atticus. Ella dijo que no. En la Alabama que conoció no se sabía de un hombre blanco como él, que dignamente defendiera a uno negro como Tom Robinson ante un cargo injustificado de violación, y a la vez creyera, como dice Atticus en “Watchman”, que las personas negras eran “retrógradas”, no “listas” para ejercer todos su derechos civiles. Ella oyó todo eso y mucho mas mientras crecía en Birmingham. Todos lo hicimos. Mary Badham y yo estuvimos en el mismo grupo Camp Fire Girls en 1962. Nuestro líder de grupo tenía una hija en la escuela de Mary, y, al saber que era maltratada por algunos miembros de la familia, la invitó a unirse, con la esperanza de hacerla sentir bienvenida en su pueblo. Otro miembro de nuestro grupo era Diane McWhorter, quien ahora es la autora ganadora del premio Pulitzer por “Carry Me Home”, una historia del movimiento de los derechos civiles en Birmingham, con una trama secundaria acerca de sus sospechas de que su propio padre pertenecía al Ku Klux Klan. Las tres nos encontramos en la lectura de Mary, y después hablamos por horas acerca de la perplejidad de los lectores quienes habían idolatrado y reverenciado al Atticus original. Junto a ellos, lamentamos la pérdida de un ícono, pero no estábamos impactadas. En el Birmingham de los años sesenta, como en el Maycomb de Scout, podían coexistir los dos Atticus, y lo hicieron. La historia envió a los sureños de aquella época a un mundo inmoral donde la segregación modelaba todo, Mi madre llevaba un diario de cosas memorables que mi hermano y yo decíamos como niños pequeños; en él, ella escribió de una familia que vio en el aeropuerto municipal, donde nos deleitábamos viendo despegar a los aviones. Yo tenía cinco años de edad, y llegué a casa con una pregunta desligada de la aviación: “¿Las personas de color saborean las cosas de manera diferente de las personas blancas?”, pregunté. “Entonces ¿por qué toman agua en bebederos diferentes?” Mi madre anotó, “Es verdad ¿por qué?” Lo que sobresalía para Mary, Diane y yo, mientras recordábamos este torcido sistema, era que pocas personas blancas trataron de cambiarlo. Mi propio padre fue uno quien lo hizo. No por coincidencia, venía de otro lugar. Criado en el noreste, él había ido a Birmingham después de la segunda guerra mundial e ingresó a la facultad en la escuela local de medicina, cuyo hospital estaba segregado por pisos. En los “pisos blancos” los doctores trataban a los pacientes como Mr. y Mrs. En los “pisos negros”, mi padre nos dijo, que usaban nombres circunstanciales como “Bo” o “Bessie”. Él se había resistido a hacer eso, alegando que esa práctica no solamente era irrespetuosa sino también mala medicina. “Si usted no conoce la historia, no conoce al paciente”, dijo él, y la primera cosa que había en una historia era el nombre del paciente. Luego que los administradores lo presionaron para que siguiera la costumbre local, él renunció, luego regresó cuando llegó un liderazgo nuevo. Oi esta historia toda mi vida, ocurrió antes de que yo naciera, y cuando leí “To Kill a Mockingbird”, me enamoré de Atticus, en parte porque su remarcada decencia me recordaba a mi padre. Poco después de su muerte, hace veintidós años, escribí una carta a Harper Lee, preguntándole si me concedería una entrevista para un perfil. Le conté la historia de mi padre y le pregunté si ella suspendería su famoso disgusto a la exposición pública a la luz de esta conexión personal con el personaje de Atticus. Recibí respuesta poco después, desde Monroeville, Alabama. Ella escribió que estaba tan tocada por la historia de mi padre que casi dijo si, pero odiaba las entrevistas y se sentía inclinada a mantener su respuesta patrón de no. Y al final de la carta, ella hizo un comentario que nunca he olvidado. Ella escribió que “To Kill a Mockingbird” es ficción, mientras la historia de mi padre es verdad, y ella me pidió que contara la historia de él. Ella esperaba que algún día yo le escribiría de nuevo, para decirle que había empezado. Mientras las tres hablábamos de esa carta, el martes en la noche, nos preguntábamos si quizás Lee intentó indicar que el Atticus de “To Kill a Mockingbird” fue dibujado desde una verdad parcial, no desde la verdad completa que ella había tratado de contar en “Go Set a Watchman”. La verdad completa de las personas blancas en el sur segregado, aún las mejores personas, es invariablemente molesta. Si hubiera optado por escribir de mi padre, hubiese tenido que lidiar con la realidad de que, aún cuando él luchó por hacer más humano un sistema perverso, él capituló con este. Vivíamos en un suburbio de blancos para que yo pudiera asistir a las mejores escuelas públicas de Alabama. Mis padres, como la mayoría de los blancos de Birmingham, salían a las marchas que Martin Luther King Jr., lideró en las calles de nuestro centro. Ellos denunciaron a nuestro comisionado de policía racista, Eugene “Bull” Connor, pero desde la seguridad del hogar. Diane, Mary y yo sentimos que los desilusionados lectores de “Watchman” estaban confrontando lo que nosotras habíamos descubierto mientras crecíamos, al abandonar el hogar, y mirar hacia atrás en un mundo que comprometía a cada persona blanca que vivía en él. Quizás esa sea la razón de que la audiencia de la 92nd Street Y expresara un amor ilimitado por Scout, representada por Mary, el único personaje blanco aún de pie. El equipo Y hizo los arreglos para que ella saliera por una puerta lateral porque cientos de personas se habían agolpado en Lexington Avenue para pedir su autógrafo. Aún así, un pequeño grupo se había reunido en la puerta lateral, y Mary saludó a cada uno, firmó sus libros como “Mary Badham, ‘Scout’”, les preguntó por sus vidas, posó para fotos, pidió a los estudiantes que “estudiaran mucho, para hacer algo maravilloso”. Eso continuó en el restaurant al bajar la cuadra, donde tuvimos vino y pasapalos, junto con Mary Murphy, la directora del documental. Una mujer joven que había estado en la lectura identificó a Mary Badham desde el otro lado del recinto, corrió hacia su lado, y dijo suplicante, que su mamá, quien estaba ahí con ella, quería saludarla. La mujer, con los ojos llorosos se acercó a Mary y le tomó la mano. “Gracias”, fue todo lo que pudo decir. Murphy dijo que había testificado ese fenómeno repetidamente mientras investigaba para su película. “Leer ‘To Kill a Mockingbird’ es una parte de crecer, y Mary fue una parte de crecer para muchas personas”, dijo ella. El personaje de Scout, agregó, es uno inocente, “y ella está tratando de encontrar su propio camino en esta época tan difícil. Todos quieren un pedazo de ella porque ella es un pedazo de ellos”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

George Martin, el productor redefinidor quien guió a los Beatles, fallece a los 90 años.

Allan Kozinn. The New York Times. 09-03-2016. George Martin, el productor de discos urbano quien le dio a Los Beatles un contrato de grabación con el sello pequeño Parlophone luego que cada compañía británica disquera los había rechazado, y quien los guió a su transformación desde una banda de baile regional al grupo de rock más inventivo, influyente y adaptado al estudio de los años ’60, falleció este martes 8 de marzo. “Podemos confirmar que Sir George Martin se fue pacíficamente en su hogar anoche”, dijo en un correo electrónico este miércoles Adam Sharp, fundador de CA Management, una compañía británica que representaba a Mr. Martin. Mr. Sharp no dijo como había muerto Mr. Martin. “Dios bendiga a George Martin”, escribió el antiguo Beatle, Ringo Starr en Twitter. Mr. Martin ayudó a redefinir el papel del productor de discos en la música pop. El fue uno de un puñado de productores pop, Phil Spector y Quincy Jones entre ellos, que se convirtió casi tan famoso como los músicos a quienes grababa. Y cuando él salió de Parlophone, una subsidiaria de EMI Records, para empezar su propia compañía productora en 1965, su reputación como productor de Los Beatles le ayudó a levantar la estatura de la producción de discos más como una carrera independiente, que como una función del sello disquero. En los doce años previos a su encuentro con los Beatles, Mr. Martin produjo discos sinfónicos, de cámara y corales, álbumes de jazz y una serie de discos de comedia de Peter Ustinov, Peter Sellers y Spike Milligan. En los ’60, mientras las grabaciones que hizo con los Beatles subían al tope de las listas, también produjo éxitos de otros artistas de la Invasión Británica, entre ellos Gerry and the Pacemakers, Cilla Black, y Billy J. Kramer and the Dakotas. Despues trabajó con una lista variada de intérpretas de jazz y pop, incluyendo a Ella Fitzgerald, los Bee Gees, Jeff Beck, la Mahavishnu Orchestra, Paul Winter, Cheap Trick, America y Ultravox. Su colaboración con los Beatles inevitablemente dejó en segundo plano sus otros logros. Entre 1962 y 1970, Mr. Martin produjo 13 albumes y 22 sencillos para el grupo, un cuerpo compacto de trabajo que totaliza menos de 10 horas de música pero que revolucionó el mundo de la música popular. Despues que los Beatles se disolvieron, el virtualmente dobló su producción, al supervisar los archivos generados por el grupo en los conciertos de Hollywood Bowl, actuaciones radiales de la BBC y grabaciones de estudio inéditas que revelan mucho del proceso de trabajo de los Beatles. Músicos, celebridades y líderes políticos rindieron tributo a Mr. Martin en las redes sociales este miércoles, incluyendo a los productores Mark Ronson y Quincy Jones, quienes lo describieron en una publicación de facebook como “mi hermano musical” quien “conocía los secretos de nuestro oficio como pocos los conocen hoy”. Gracias Sir George Martin: el productor de discos británico más grande de todos los tiempos. Nunca dejaremos de vivir en el mundo que usted ayudó a crear, _Mark Ronson . 09-03-2016. Es muy triste despertar con la noticia de que Sir George Martin nos ha dejado. ¡Él hizo que mi primera película de Bond sonara brillante! _Sir Roger Moore. 09-03-2016. Sir George Martin fue un gigante de la música, al trabajar con los Fab Four para crear la música pop más duradera del mundo. _David Cameron. 09-03-2016 Un hombre modesto quien había sido entrenado como pianista y oboista, Mr. Martin siempre declinó el crédito por el éxito de los Beatles, dijo a los entrevistadores a través de los años que sus esfuerzos fueron secundarios al genio creador de John Lennon, Paul McCartney y, en menor grado, George Harrison. Los Beatles, por su parte, reconocieron que Mr. Martin llegó al trabajo con un oído infalible para los arreglos. Su consejo y anotaciones y ediciones tras bastidores dio a algunas grandes grabaciones de los Beatles su sonido característico. Cuando los Beatles interpretaron “Please Please Me” para él la primera vez, por ejemplo, la canción tenía un pequeño arreglo que pretendía evocar el estilo de Roy Orbison, uno de los héroes de ellos. Mr. Martin les dijo que la canción sonaba insípida, en insistió en que levantaran el tempo y agregaran una introducción simple con armónica. Su sugerencia transformó a “Please Please Me”, la cual se convirtió el primer gran éxito de ellos. Siempre intentando expandir los horizontes de los Beatles, Mr. Martin empezó a disuadir la resistencia del grupo para usar músicos de orquesta en sus grabaciones a principios de 1965. Mientras grababan el album “Help!” ese año, él trajo flautistas por el simple adorno de darle vida a “You’ve Got to Hide Your Love Away”, de Lennon, y convenció a Mr. McCartney, a pesar de su resistencia inicial, de que “Yesterday” debía ser acompañada por un cuarteto de cuerdas. Un año después, durante la grabación del álbum “Revolver”, Mr. Martin no tuvo que persuadir: Los Beatles le hicieron caso y aumentaron sus grabaciones con arreglos para cuerdas (en “Eleanor Rigby”), metales (en “Got to Get You Into My Life”), banda marcial (en “Yellow Submarine”) y un solo de corneta francesa (en “For No One”), así como un intérprete de tambores indios para la canción de influencia india de Harrison “Love You To”. Fue también en parte a través de las sugerencias de Mr. Martin que los Beatles cada vez se interesaron más por el sonido electrónico. Al notar la curiosidad de ellos por los aspectos técnicos y musicales de las grabaciones, Mr. Martin ignoró la tradicional barrera entre los intérpretes y los técnicos e invitó al grupo al cuarto de control, donde les mostró como trabajaba el equipo de grabación en el estudio EMI’s Abbey Road. También los introdujo en las técnicas de grabación poco ortodoxas, incluyendo juguetear con las velocidades de la cinta y reproducir las cintas en reversa. Mr. Martin había usado algunas de estas técnicas en sus grabaciones de comedia y novedades, mucho antes de empezar a trabajar con los Beatles. “”Cuando llegué a EMI”, le dijo a The New York Times en 2003, “el criterio por el cual eran juzgadas las grabaciones era su fidelidad con el original. Si usted hacía una grabación que era tan buena que no se podía notar la diferencia entre la grabación y la interpretación real, eso era lo máximo. Y yo cuestioné eso. Pensé, está bien, todos tomamos fotografías de un evento existente. Pero no tenemos que hacer fotografías; podemos pintar. Y eso me llevó a experimentar”. Pronto los Beatles empezaron a investigar en búsqueda de sonidos nuevos, y Mr. Martin creó otro que el grupo adoptó en 1966 (seguido por muchos otros). Durante las sesiones de “Rain”, Mr. Martin tomó una parte de la voz líder de Lennon y la superpuso, reproduciéndola en reversa, sobre el final de la canción. “Desde ese momento”, dijo Mr. Martin, “ellos querían hacer todo en reversa. Querían guitarras en reversa y batería en reversa, y todo en reversa, y eso se convirtió en algo tedioso”. La técnica, sin embargo, dio beneficios “I’m Only Sleeping” (con guitarras en reversa) y “Strawberry Field Forever” (con batería en reversa). Mr. Martin no fue particularmente un tipo de tendencias, y cuando los Beatles adoptaron las modas floridas de la psicodelia en 1966 y 1967 él continuó asistiendo a las sesiones en camisa blanca y corbata, su cabello peinado hacia atrás al estilo pre-Beatles. Musicalmente, sin embargo, él iba completamente al mismo paso de ellos. Cuando Lennon quiso un sonido de circo para su “Being for the Benefit of Mr. Kite”, Mr. Martin grabó un órgano de barril y, siguiendo el ejemplo de John Cage, cortó la cinta en pedacitos y los reensambló al azar. Su orquestación de avanzada y técnicas de producción espacial llevaron a “A Day in the Life” a un final monumental en el caleidoscópico álbum “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band”. George Henry Martin nació en Londres el 3 de enero de 1926, de Henry y Bertha Martin. Desde niño, fue un niño talentoso y pianista autodidacta quien tenía el tono perfecto y era capaz de aprender piezas clásicas y canciones populares de oído. Mientras fue estudiante en Bromley Grammar School él formó una banda de baile, George Martin and the Four Tune Tellers. Él continuó una carrera como pianista a medio tiempo durante la segunda guerra mundial, cuando fue piloto en el Fleet Air Arm de la British Navy. Cuando una de sus actuaciones atrajo la atención de un productor de la BBC, él fue invitado a interpretar una de sus composiciones, un preludio de piano, en el programa radial “Navy Mixture”. Después de la guerra, Mr. Martin asistió a la Guildhall School of Music, donde tocaba el oboe además de estudiar composición, dirección y piano. Él trabajó brevemente como oboísta a destajo y como recepcionista en la biblioteca musical de la BBC antes de ser invitado a convertirse en asistente de Oscar Preuss, el gerente de grabaciones en Parlophone Records. Cuando él sustituyó a Mr. Preuss en 1955, a los 29 años, fue el gerente más joven de EMI. Parlophone era una pobre división entre los sellos de EMI, HMV y Columbia eran más prestigiosos, pero tenía una nómina variada cuando Mr. Martin llegó al grupo en 1950. Primero fue asignado a los proyectos clásicos de la compañía, incluyendo las grabaciones del London Baroque Ensemble y los directores Malcolm Sargent y Charles Mackerras. Pero pronto se mudó a las orquestaciones pop, con Sidney Torch y la Queen’s Hall Light Orchestra; el jazz, con John Dankworth y Humphrey Lyttleton; la música popular vocal, con Matt Monro; y la comedia, con Mr. Ustinov, Mr. Sellers y la tropa “Beyond the Fringe” de Jonathan Miller, Peter Cook, Dudley Moore y Alan Bennett. En toda su diversidad, sin embargo, Parlophone tenía poco éxito con el rock ‘n’ roll hasta que Mr. Martin empezó a grabar a los Beatles. Cuando Brian Epstein, el director del grupo, llamó a Mr. Martin a comienzos de 1962, los Beatles habían sido rechazados virtualmente por cada sello disquero británico, incluyendo las otras subsidiarias de EMI. Mr. Martin también los echó a un lado. Pero Sid Colman, el director del brazo publicitario de EMI, Ardmore & Beechwood, había oído discos de demostración de algunas de las canciones iniciales de Lennon-McCartney, y presionó a EMI para que firmara al grupo para que el pudiese publicar la música de ellos. Al principio la compañía se resistió, pero finalmente accedió, y asignó la banda al sello Parlophone de Mr. Martin. Mr. Martin seguía desinteresado, asignó la primera sesión del grupo, el 6 de junio de 1962, a Ron Richards, su asistente. Pero Mr. Richards encontró a los Beatles interesantes lo suficiente para enviar a buscar a Mr. Martin, quien se presentó en la sesión y se impresionó rápidamente con el carisma y originalidad de ellos. Él aún tenía dudas. Le dijo a los Beatles que su baterista de ese momento, Pete Best, no era lo suficientemente bueno para grabar. Ellos tenían sus propias dudas acerca de Mr. Best, y rápidamente lo reemplazaron con Mr. Starr. Mr. Martin también tenía aprensión por las primeras canciones de Lennon-McCartney que oyó, “Love Me Do,” “P.S. I Love You” y “Hello Little Girl”, las catalogaba como derivativas. Los ayudó a encontrar la chispa que pronto se convirtió en su marca distintiva al insistir en que pensaran cuidadosamente en sus armonías vocales y esas sutilezas del arte del arreglista como introducciones y finales. Ellos rápidamente internalizaron su consejo. Para finales de 1963, Mr. Martin estaba virtualmente acuñando dinero para EMI, no solo con las grabaciones de los Beatles sino también con los éxitos que producía para Gerry and the Pacemakers, Cilla Black y otros. Mr. Martin al principio no recibió su parte de la riqueza que estos éxitos generaron. Cuando Mr. Epstein le ofreció una tajada de la publicidad de los Beatles, él la rechazó con la excusa de que eso sería un conflicto de intereses. Él había, sin embargo, estado discutiendo desde principios de 1962 que EMI debería pagarle un derecho de autor por sus producciones, en vez de un salario. En agosto de 1965, cuando EMI se resistió a ofrecerle a Mr. Martin más que un bono salarial, él se fue de la compañía y formó su propia compañía de producción, Associated Independent Recording (AIR), junto a otros dos productores de EMI y del sello Decca de la competencia. Los Beatles insistieron en que EMI continuara contratando a Mr. Martin como su productor después que AIR fue establecida, como lo hizo la mayoría de los otros artistas de Mr. Martin. En 1966, poco después que estableciera AIR, Mr. Martin se casó con Judy Lockhart-Smith, quien había sido su secretaria en Parlophone. Un matrimonio anterior, con Sheena Chisolm, terminó en divorcio. AIR abrió su propio studio en Londres en 1970, y un ramal en el Caribe, en la isla caribeña Monserrat, en 1979. Cuando el estudio de Monserrat fue destruido por un huracán en 1989, Mr. Martin decidió no reconstruirlo. Pero compìló un álbum de grabaciones hechas en el estudio por Mr. McCartney, los Rolling Stones, Dire Straits, Police, Elton John y otros como caridad para las 12.000 personas quienes perdieron sus hogares en la tormenta. En 1993, Mr. Martin abrió AIR Lyndhurst, un estudio del estado del arte en una iglesia victoriana remodelada de Londres, el cual se ha convertido en un estudio importante para grabaciones de bandas musicales de películas. Mr. Martin siguió involucrado en la operación del estudio mucho después que dejó de producir grabaciones a finales de los años ’90. “Vengo aquí todos los días”, dijo él en 2003. “Escucho a mis amigos quienes vienen y hacen grabaciones de películas. Amo sentarme en una orquesta de 100 piezas a escuchar. Y todavía escribo algo, y ayudo un poco en el trabajo del estudio a veces”. Como compositor, Mr. Martin suplió música incidental a las bandas musicales de varias películas, incluyendo “A Hard Day’s Night” y “Yellow Submarine” de los Beatles así como “Live and Let Die,” “Honky Tonk Freeway” y “Pulp”. Él escribió la música para la grabación de “Under Milk Wood” de Dylan Thomas que él produjo en 1989, usando un elenco completo de Welsh de actores y cantantes. Al haber hecho varias grabaciones de sus propios arreglos de las canciones de los Beatles en los años ’60, él periódicamente dirigía orquestas, principalmente en Europa y Latinoamérica, en conciertos de música de los Beatles. A finales de los años ’90, él hizo una gira de charlas, para hablar de la realización de “Sgt.Pepper” y los escuchas se anonadaban con los extractos de las cintas inéditas de las sesiones de ese álbum. Su último proyecto de los Beatles fue una colaboración con su hijo Giles Martin, en la banda musical de 2006 para “Love”, el espectáculo del Cirque du Soleil para el cual las grabaciones de los Beatles fueron remezcladas y recombinadas. Mr. Martin fue también el anfitrión de muchos programas televisivos, incluyendo “The Making of Sgt. Pepper” en 1992 y “The Glory of Gershwin” en 1993, y él escribió un puñado de libros entre ellos, “All You Need Is Ears” (1979), “Summer of Love: The Making of Sgt. Pepper” (1994) y una edición limitada de una autobiografía ilustrada, “Playback” (2003). Fue nombrado Commander of the British Empire en 1988 y fue premiado con el título de caballero en 1996. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

lunes, 7 de marzo de 2016

Phil Mickelson nunca conoció a Harper Lee, pero la admiración era mutua.

Karen Crouse. 24 de febrero de 2016. The New York Times. Palm Beach Gardens, Fla. Deslizarse por una montaña de nieve fresca nunca pasa de moda para Phil Mickelson, pero esa no es su parte favorita de los viajes para esquiar con sus tres hijos. Lo que le gusta más son las subidas en sillas hasta la cima, las cuales facilitan conversaciones que pueden tomar giros amplios y curiosos. Durante una vacación familiar la semana pasada en Montana, donde Mickelson disfrutaba un tiempo libre luego de terminar segundo en el Pebble Beach National Pro-Am, su hija mayor, Amanda, una estudiante de tercer año de secundaria, mencionó un libro que había terminado recientemente, “Go Set a Watchman” de Harper Lee. La secuela ocurre casi dos décadas después de los eventos de “To Kill a Mockingbird”, la querida primera novela de Lee acerca de una joven niña y su familia en la época de la depresión quienes son arrastrados al juicio de un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca. Al disentir contundentemente de la mayoría de los críticos, Amanda prefirió el segundo libro, dijo Mickelson. “A mi hija le gustó más el segundo libro porque tal vez retrata los personajes con una luz diferente, como la gente buena puede hacer cosas malas y la gente mala puede hacer cosas buenas y así sucesivamente”, dijo Mickelson entre los impactos de su ronda matinal del miércoles en el pro-am Honda Classic de Palm Beach Gardens. Él dijo que la discusión de las novelas había terminado con una solicitud de Amanda, 16, y sus hermanos, Sophia, 14, y Evan, 12, para que Mickelson tratara de visitar a Lee, conocida por su reclusividad. “Caramba, de verdad deberías tratar de ir a verla”, recordó Mickelson que le dijeron sus hijos. La discusión acerca de Lee ocurrió el viernes en la mañana. “Tres horas después, llegó la noticia en el cable de que ella había fallecido”, dijo Mickelson. La sugerencia de sus hijos no era absurda. La periodista Marja Mills, quien conoció a Lee mientras escribía un perfil periodístico de ella y llegó a intimar con ella y su hermana mayor Alice cuando Mills se mudó a Alabama por casi un año y se convirtió en vecina de ellas, escribió acerca de las hermanas en “The Mockingbird Next Door: Life With Harper Lee”. En el libro, Mills describió los juegos de futbol de Alabama y los Masters como parte de la dieta televisiva de Lee. Mills dijo que mientras investigaba para el libro, ella hablaba con personas quienes recordaban al padre de las hermanas, Amasa Coleman Lee, un abogado, quien jugaba golf en trajes de tres piezas. Él fue quien introdujo a Lee al deporte, el cual se convirtió en hobby atesorado. En una entrevista telefónica, Mills citó un artículo de un periódico de 1963 que había encontrado, el Lakeland Ledger, en el cual Lee decía: “Jugar golf es la mejor manera que conozco de estar sola y aun hacer algo. Golpeas una pelota, piensas y caminas”. La hermana de Lee era una abogada quien le dijo a Mills que veía el Masters como recompensa por terminar la declaraciones de impuestos de sus clientes. Mills dijo que la hermana de Lee le había dicho que las hermanas usualmente aupaban por competidores secundarios en el Masters. En 2004 ella escribió, “las Lee pasaron un buen momento al animar a Phil Mickelson en Augusta, donde él ganó por fin su primera competencia importante”. Eso fue una referencia a la victoria de Mickelson sobre Ernie Els para el primero de sus cinco títulos principales. Dos meses después de la publicación del libro de Mills en julio de 2014, le mostré a Mickelson una copia de la página en la cual era mencionado. Él estaba en el campeonato BMW de Colorado y sus ojos se iluminaron. Como la mayoría de los niños escolares de Estados Unidos, Mickelson leyó “To Kill a Mockingbird” en una clase de inglés. Y el alcance del libro, el cual fue publicado en 1960, ganó un premio Pulitzer y aún vende alrededor de 750.000 copias al año, se extiende mucho más allá e Estados Unidos. Rory McIlroy, quien creció en Irlanda del Norte, dijo que le fue asignado ese libro durante su primer año de escuela secundaria. Años después, pasajes del libre permanecen vívidos en la mente de Mickelson. Él estaba anonadado de saber que entre sus seguidores se encontraba la mujer quien le insufló vida al personaje de Atticus Finch, inspirado en el padre de Lee. ¿Qué tal si ellos pudieran conocerse? Hice una llamada telefónica al reverendo Thomas Lane Butts, un ministro metodista del pueblo de Lee, Monroeville, Ala. Butts servía como uno de los enlaces con Lee, quien estaba en un centro de cuidados diarios del pueblo. “Ni Dios podría llegar hasta ella”, dijo Butts de la octogenaria Lee, quien desde hacía mucho tiempo evitaba los celulares, los medios de comunicación social y llamadas de iniciativas sociales al centro donde ella vivía. Él sugirió que Mickelson escribiera una carta de introducción a Lee, la cual él dijo que entregaría. Lee, quien asistió a Oxford’s International Graduates’ Summer School en 1948, era una anglófila cuya lista de lecturas regulares incluía las publicaciones periódicas, The Spectator, The Times Literary Supplement y The Weekly Telegraph. Mickelson dijo que firmaría una bandera de alfiler desde Muirfield, el lugar de su victoria en el British Open 2013, para enviarla junto a la carta para Lee. La esposa de Mickelson, Amy, planeaba viajar a Denver para encontrarse con él para el fin de semana, y él le pidió que llevara una bandera de alfiler de Muirfield. Con un final de alto rendimiento en el BMW Championship, Mickelson clasificaría para el el Tour Championship de Atlanta. Si Lee estuviese dispuesta al encuentro, Mickelson volaría hasta Mobile y manejaría hasta Monroeville camino al Tour Championship con su esposa e hijos. Él se dijo que tipo de inolvidable experiencia sería para sus dos hijos menores, en particular, ser presentados a la autora de una de las grandes novelas clásicas estadounidenses antes de de leer la novela en la escuela. Pero ninguna bandera de alfiler de Mickelson llegó nunca a Monroeville. Luego de tener rondas de 70 y 76 en Cherry Hills Country Club, Mickelson se retiró. Su esposa nunca llegó a Denver, y Mickelson no formó parte de los 29 hombres en campo en Atlanta. La carta para Lee fue archivada temporalmente mientras Mickelson se preparaba para la Ryder Cup en Escocia. Alrededor del mismo tiempo, Tonja Carter, la abogada y amiga de Lee, descubrió el manuscrito que se convirtió en “Go Set a Watchman”. Pocos meses después, el anunció de su existencia creo un furor, con algunos preguntándose cuanto de la voluntad de Lee, quien tuvo un infarto en 2007, había en la decisión de publicar la novela. La controversia tuvo el efecto de empujar la carta para Lee a los rincones más remotos de la mente de Mickelson. Ahí se quedó hasta que los hijos de Mickelson la recuperaron. Por más que a Mickelson le habría gustado tener la oportunidad de conocer a Lee, quizás es mejor que ella permanezca en su mente como la prosa perfecta y no como la persona imperfecta. “Tuve muchas oportunidades de conocer a Hogan”, dijo Mickelson, al referirse al nueve veces ganador de torneos mayores Ben Hogan. “Nunca lo hice porque no quise perder esa mitología, verlo humanizado”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

jueves, 3 de marzo de 2016

Umberto Eco, El arte de la Ficción. No. 197.

Entrevistado por Lila Azam Zanganeh. Paris Review. La primera vez que llamé a Umberto Eco, estaba sentado en su escritorio en su mansión del siglo dieciesiete ubicada en las colinas de las afueras de Urbino, cerca de la costa adriática de Italia. Él cantaba las virtudes de su bellísima piscina, pero sospechaba que yo podría tener problemas para lidiar con los tortuosos pasos de montaña de la región. Así que acordamos encontrarnos en su apartamento de Milano. Llegué ahí a finales de agosto en ferragosto, el punto más alto del verano y el día que la iglesia católica celebra la ascensción de la Virgen María. Los edificios grises de Milano refulgentes de calor, y una capa fina de polvo se había posado sobre el pavimento. Apenas podía escucharse un motor. Mientras subía en el edificio de Eco, entré a un ascensor de principios del siglo anterior y oi el crujido de una puerta en el piso de arriba. La figura imponente de Eco apareció tras la reja ferrea del ascensor. “Ahhh”, dijo él con una tenue adustez. El apartamento es un laberinto de corredores alineados con cajas de libros que suben hasta bien arriba hacia el techo extraordinariamente alto, treinta mil volúmenes dijo Eco, con otros veinte mil en su mansión. Vi tratados científicos de Ptolomeo y novelas de Calvino, estudios críticos de Saussure y Joyce, secciones enteras dedicadas a la historia medieval y manuscritos misteriosos. La biblioteca se siente viva, como muchos de los libros apreciados desgastados por el uso intenso; Eco lee a gran velocidad y tiene una memoria prodigiosa. En su estudio varios estantes contienen los trabajos completos de Eco en todas sus traducciones (Árabe, finlandés, japonés…perdí la cuenta luego de más de treinta idiomas). Eco señalaba sus libros com precisión amorosa, atrayendo mi atención volumen por volumen, desde su primer trabajo de teoría crítica, El Trabajo Abierto, hasta su opus más reciente, Sobre la Fealdad. Eco empezó su carrera como académico de estudios medievales y semiótica. Entonces en 1980, a la edad de cuarenta y ocho años, publicó una novela, El Nombre de la Rosa. Esta se convirtió en sensación editorial internacional, al vender más de diez millones de copias. El profesor metamorfoseó a estrella literaria. Perseguido por los periodistas, cortejado por sus comentarios culturales, reverenciado por su erudición expansiva, Eco llegó a ser considerado el escritor italiano viviente más importante. En los años siguientes, ha continuado escribiendo ensayos maravillosos, trabajos académicos, y otras cuatro novelas líderes de ventas, incluyendo El Péndulo de Foucault (1988) y La Llama Misteriosa de la Reina Loana (2004). Con la panza de Eco señalando el camino, sus pies se deslizan sobre el piso, caminamos hacia la sala. A través de las ventanas, un castillo medieval traza una silueta gigantesca sobre el cielo milanés. Yo había esperado tapetes y antigüedades italianas, en vez de eso encontré muebles modernos, varias cajas de vidrio mostrando conchas marinas y tiras comicas raras, un laud, una colección de grabadores, un mosaico de pinturas. “Esta, vea, de Arman, está dedicada especialmente para mí…” Me senté en un sofá grande blanco; Eco se hundió en una silla baja de brazos, cigarro en mano. Él solía fumar hasta sesenta cigarrillos diarios, me dijo, pero ahora solo tiene su cigarro apagado. Mientras hacía mis preguntas, los ojos de Eco se estrechaban hasta parecer líneas oscuras, de pronto los abría cuando llegaba su turno de hablar. “Desarrollé una pasión por la Edad Media”, dijo él, “de la misma forma que algunas personas desarrollan una pasión por los cocos”. En Italia él es bien conocido por su batuta, sus salidas comediantes, las cuales sueltan casi cada giro de sus oraciones mordaces. Su voz parecía subir de tono mientras más hablaba. Pronto estaba destacando una serie de puntos, como si hablara a un salón de clases: Número uno: cuando escribí El Nombre de la Rosa, yo no sabía, por supuesto, nadie sabía, lo que estaba escrito en el volumen perdido de la Poética de Aristóteles, el famoso volumen sobre la comedia. Pero de alguna manera, en el proceso de escribir mi novela, lo descubrí. Número dos: la novela detectivesca hace la pregunta central de la filosofía, “¿quién lo hace?” Cuando él notaba que su interlocutora era lo suficientemente astuta, era rápido para ofrecer apreciaciones profesionales: “Si, bueno. Pero también agregaría que…” Luego de nuestra sesión inicial de dos horas de entrevista, Mario Andreose, el director literario de Bompiani, la editorial italiana de Eco, llegó para llevarnos a cenar. Renate Ramge, la esposa de Eco de cuarenta y cinco años, se sienta adelante con Andreose, y Eco y yo tomamos el asiento trasero. Eco, quien solo minutos antes había brillado con vitalidad y prestancia, ahora parecía apagado y extenuado. Pero su ánimo pronto se aligeró luego que entramos al restaurant y colocaron un plato de pan frente a nosotros. Él revisó el menú, vaciló, y cuando llegó el mesero, ordenó un calzone y un vaso de escocés. “Si, si, no debería, no debería…” Un lector encandilado se acercó a la mesa, “¿Es usted Umberto Eco?” El professore enarcó una ceja, sonrió y estrechó manos. Entonces, por último, la conversación terminó, mientras Eco lanzaba comentarios excitados del Papa Benedicto XVI, la caída del imperio persa, y la última película de James Bond. “¿Usted sabía”, dijo el mientras hundía el tenedor en su calzone, “que una vez publiqué un análisis estructural del argumento arquetípico de Ian Fleming? Entrevistadora: ¿Dónde nació usted? Umberto Eco: En el pueblo de Alessandria. Es conocido por sus sombreros Borsalino. Entrevistadora: ¿De que tipo de familia viene usted? Eco: Mi padre era un contador y su padre era tipógrafo. Mi padre era el mayor de trece hijos. Yo soy el primer hijo. Mi hijo es mi primer niño. Y su primer niño es un hijo. ¡Asi que si por casualidad alguien descubre que la familia Eco desciende del emperador de Bizancio, mi nieto es el delfín! Mi abuelo tuvo una particular influencia importante en mi vida, aunque no lo visitaba a menudo, porque el vivía tres millas fuera del pueblo y murió cuando yo tenía seis años. Él era muy curioso acerca del mundo, y leía muchos libros. La cosa maravillosa fue que cuando él se retiró, empezó a encuadernar libros. Así que tenía muchos libros sueltos dispersos aquí y allá alrededor de su apartamento, ediciones viejas, hermosamente ilustradas de novelas populares del siglo diecinueve de Dumas y Gautier. Esos eran los primeros libros que veía. Cuando él murió en 1938, muchos de los dueños de los libros sueltos no reclamaron que se los devolvieran, y la familia los puso en una caja grande. Por accidente esa caja llegó al sótano de mis padres. De vez en cuando me enviaban al sótano a buscar algo de carbón o una botella de vino, y un día abrí esa caja y encontré un tesoro de libros. Desde ese momento visitaba el sótano con mucha frecuencia. Resultó que mi abuelo también coleccionaba una revista fabulosa, Giornale illustrato dei viaggi e delle avventure di terra e di mare, el diario ilustrado de viajes y aventuras en tierra y mar, dedicado a historias extrañas y crueles ambientadas en países exóticos. Fue mi primera gran experiencia en la tierra de las historias. Desafortunadamente, perdí todos esos libros y revistas, pero a través de las décadas he recuperado copias de ellos en librerías viejas y mercados de las pulgas. Entrevistadora: Si usted no vio ningún libro hasta que visitó a su abuelo, ¿significa eso que sus padres no tenían ninguno? Eco: Es circunstancial, mi padre fue un lector voraz cuando era joven. Como mis abuelos tuvieron trece hijos, la familia tenía dificultades económicas, y mi padre no podía comprar libros. Así que iba al kiosko de libros y se paraba a leer en la calle. Cuando el dueño se cansaba de verlo merodear, mi padre se iba al próximo kiosko y leía la segunda parte del libro, y así sucesivamente. Esta es una imagen que atesoro. La búsqueda de libros. De adulto, mi padre solo tenía tiempo libre en las noches y principalmente leía periódicos y revistas. En nuestra casa solo había unas pocas novelas, pero no estaban en las repisas, estaban en el armario. A veces veía a mi padre leyendo novelas que le prestaban sus amigos. Entrevistadora: ¿Qué pensaba él de que usted se convirtiese en académico a tan temprana edad? Eco: Bien, el murió muy temprano, en 1962, pero no antes que yo publicara unos pocos libros. Era material académico, y probablemente confundía a mi padre, pero descubrí que muy tarde en la noche él trataba de leerlos. The Open Work fue publicado exactamente tres años antes de su muerte y fue revisado por el gran poeta Eugenio Montale en el Corriere della Sera. Fue una revisión mezclada; curiosa, amigable, y descarnada, pero esa fue una revisión de Montale aunque yo pensaba que, para mi padre, habría sido imposible imaginar algo más. En un sentido, yo pagué mi deuda, y al final, siento que cumplí todos sus deseos, aunque imagino que él habría leído mis novelas con gran placer. Mi madre vivió diez años más, así que ella supo que escribí otros libros, y que fui invitado a dictar conferencias en universidades extranjeras. Ella estaba muy enferma, pero estaba feliz, aunque no sé si notaba por completo lo que estaba ocurriendo. Y usted sabe, una madre se siente orgullosa de su hijo, aunque este sea un completo estúpido. Entrevistadora: Usted era un niño cuando el fascismo rondaba en Italia y la guerra empezó. ¿Cómo lo percibía usted entonces? Eco: Fue una época extraña. Mussolini era muy carismático, y como cada niño escolar italiano de ese momento, fui enrolado en el movimiento juvenil fascista. Todos éramos obligados a usar uniformes militares y asistir a mitines los sábados, y nos sentíamos felices de hacerlo. Hoy habría sido como vestir a un niño estadounidense como un marine, el pensaría que es divertido. Para nosotros como niños, todo el movimiento era algo natural, como la nieve en invierno y el calor en verano. No podíamos imaginar que había otra manera vivir. Recuerdo ese periodo con la misma ternura con que cualquiera recuerda la niñez. Hasta recuerdo los bombardeos, y las noches que pasamos en el refugio, con ternura. Cuando todo eso terminó en 1943, con el primer colapso del fascismo, descubrí en los periódicos democráticos la existencia de diferentes partidos políticos y puntos de vista, Para escapar de los bombardeos desde septiembre de 1943 hasta abril de 1945, los años más dramáticos en la historia de nuestra nación, mi madre, mi hermana y yo fuimos a vivir en el campo, arriba en Monferrato, una villa piemontesa que era el epicentro de la resistencia. Entrevistadora: ¿Vio usted algo de la batalla? Eco: Recuerdo haber visto tiroteos entre fascistas y partisanos, y casi desear poder unirme al enfrentamiento. Hasta recuerdo esquivar una bala y saltar al suelo desde un pretil. Y entonces, desde la villa donde estábamos, recuerdo ver que cada semana ellos bombardeaban Alessandria, donde mi padre aún trabajaba. El cielo se rompió como una naranja. Las líneas telefónicas no funcionaban, así que tuvimos que esperar hasta que el viniera a casa el fin de semana para saber si aún estaba vivo. Durante ese período, al vivir en el campo, un hombre joven era forzado a aprender como sobrevivir. Entrevistadora: ¿Tuvo la guerra algún impacto en su decisión de escribir? Eco: No, no hay conexión directa. Yo había empezado a escribir antes de la guerra, independientemente de la guerra. Como adolescente escribí libros de historietas, porque leía muchas de ellas, y novelas de fantasía ambientadas en Malasia y África central. Yo era un perfeccionista y quería hacerlas lucir como si hubiesen sido impresas, así que las escribía en letras mayúsculas y hacía los títulos de las páginas, sumarios, ilustraciones. Era tan agotador que nunca terminé ninguna de ellas. Para ese tiempo era un gran escritor de obras maestras inacabadas. Obviamente, sin embargo, cuando empecé a escribir novelas, mis memorias de la guerra jugaron un cierto papel. Pero cada hombre está obsesionado por las memorias de su juventud. Entrevistadora: ¿Le mostró esos primeros libros a alguien? Eco: Es posible que mis padres vieran lo que estaba haciendo, pero no pienso que se los diera a nadie más. Era un chico solitario. Entrevistadora: Usted ha hablado antes acerca de tratar con la poesía en ese período. En un ensayo sobre escritura, usted dijo, “mi poesía tuvo el mismo origen funcional y la misma configuración formal que el acné de la adolescencia”. Eco: Pienso que a cierta edad, digamos quince o dieciséis, la poesía es como la masturbación. Pero más adelante en la vida, los buenos poetas queman su poesía inicial, y los malos poetas la publican. Afortunadamente renuncié rápidamente. Entrevistadora: ¿Quién le animó en sus inquietudes literarias? Eco: Mi abuela materna, ella era una lectora compulsiva. Ella solo había llegado hasta quinto grado de educación primaria, pero era miembro de la biblioteca municipal, y traía a casa dos o tres libros a la semana para mí. Podían ser novelas pequeñas o Balzac. Para sus ojos, no había mucha diferencia, todos eran fascinantes. Mi madre, por otro lado, tenía la educación de una futura dactilógrafa. Ella empezó a estudiar francés y alemán, y aunque leía mucho en su juventud, sucumbió a una especie de flojera cuando envejeció, leía solo novelas románticas y revistas de mujeres. Así que yo no leía lo que ella leía. Pero ella hablaba con gracia, con buen estilo italiano, y escribía tan hermosamente que sus amigas le pedían que les redactara sus cartas. Ella tenía una gran sensibilidad con el lenguaje, aunque dejó la escuela a una edad temprana. Pienso que heredé de ella un gusto genuino por la escritura, y mis primeros elementos de estilo. Entrevistadora: ¿Hasta que punto sus novelas son autobiográficas? Eco: De alguna manera pienso que cada novela lo es. Cuando se imagina un personaje, usted le presta a él o ella algo de sus memorias personales. Le da una parte de usted al personaje número uno y otra parte al personaje número dos. En este sentido, no estoy escribiendo alguna especie de autobiografía, pero las novelas son mi autobiografía. Hay una diferencia. Entrevistadora: ¿Hay muchas imágenes que ha transferido directamente? Estoy pensando acerca de Belbo tocando la trompeta en el cementerio en El Péndulo de Foucault. Eco: La escena es absolutamente autobiográfica. No soy Belbo, pero eso me ocurrió y fue tan importante que ahora revelaré algo que nunca había dicho antes. Hace tres meses compré una trompeta de alta calidad por casi dos mil dólares. Para tocar la trompeta, se debe entrenar los labios por mucho tiempo. Cuando yo tenía doce o trece años, era un buen intérprete, pero perdí la destreza y ahora toco muy mal. De todas formas lo hago todos los días. La razón es que quiero regresar a mi niñez. Para mi, la trompeta es la evidencia de la especie de hombre joven que fui. No siento nada por el violín, pero cuando miro la trompeta siento un mundo agitándose en mis venas. Entrevistadora: ¿Encontró usted que podía tocar las notas de su niñez? Eco: Mientras más toco, recuerdo con más propiedad las notas. Ciertamente hay pasajes que son muy altos, muy difíciles. Los repito varias veces, trato, pero sé que mis labios simplemente no reaccionan de la manera correcta. Entrevistadora: ¿Le ocurre igual con su memoria? Eco: Es sorprendente, mientras más envejezco, recuerdo más. Le daré un ejemplo: mi dialecto nativo es el alessandrino, un bastardo piemontes con elementos de lombardo, emiliano y genovés. No hablé ese dialecto porque mi familia venía de la pequeña burguesía, y mi padre pensaba que mi hermana y yo debíamos hablar solo italiano. Sin embargo, mis padres hablaban dialecto entre ellos. Así que lo entendía perfectamente pero no era capaz de hablarlo. Medio siglo después, de pronto, desde la caverna de mi barriga o desde mi inconciente, el dialecto creció, ¡y cuando me encontré con mis viejos amigos de Alessandria, podía hablarlo! Así que mientras pasaba el tiempo de mi vida, no solo fui capaz de recuperar cosas que había olvidado, sino cosas que creía nunca había aprendido. Entrevistadora: ¿Por qué decidió estudiar estética medieval? Eco: Tuve una educación católica y durante mis años universitarios dirigí una de las organizaciones de estudiantes católicos. Así que estaba fascinado por el pensamiento académico medieval y por la teología cristiana inicial. Empecé una tésis sobre la estética de Tomás de Aquino, pero justo antes de terminarla mi fe sufrió un trauma. Fue un asunto político complicado. Yo pertenecía al lado más progresista de la organización estudiantil, lo cual significaba que estaba interesado en los problemas sociales, en la justicia social. El ala derecha estaba protegida por el Papa Pio XII. Un día mi ala en la organización fue sancionada por herejía y comunismo. Hasta el periódico oficial del Vaticano nos atacó. Ese evento disparó una revisión filosófica de mi fe. Pero continué estudiando la Edad Media y las filosofías medievales con gran respeto, sin mencionar a mi querido Aquino. Entrevistadora: En el postscriptum de El Nombre de la Rosa usted escribió, “Veo el período en todas partes, transparentemente superpuesto a mis preocupaciones diarias, las cuales no lucen medievales, aunque lo son”. ¿Como son sus preocupaciones diarias medievales? Eco: Toda mi vida, he tenido innumerables experiencias de inmersión total en la Edad Media. De hecho, al preparar mi tésis, fui dos veces en viajes de un mes a Paris, para investigar en la Bibliothèque Nationale. Y decidí solo vivir en la Edad Media en esos dos meses. Si usted reduce el mapa de Paris, al seleccionar solo ciertas calles, puede realmente vivir en la Edad Media. Entonces se empieza a pensar como un hombre de la Edad Media. Recuerdo, de hecho, que mi esposa, quien tiene inclinación por lo verde y conoce los nombres de casi todas las hierbas y flores del mundo, siempre me reprochaba antes de El Nombre de la Rosa por no mirar apropiadamente la naturaleza. Una vez, en el campo, hicimos una hoguera y ella dijo, mira las pavesas volar entre los árboles. Por supuesto no presté atención. Despues, cuando ella leyó el último capítulo de El Nombre de la Rosa, en el cual describo un fuego similar, ella dijo, ¡Así que miraste las pavesas! Y dije, No, pero sé como un monje medieval miraría las pavesas. Entrevistadora: ¿Piensa usted que realmente podría haber disfrutado viviendo en la Edad Media? Eco: Bien, si lo hiciera, a mi edad, ya estaría muerto. Sospecho que si viviera en la Edad Media mis sentimientos acerca del período serían dramáticamente diferentes. Prefiero imaginarla. Entrevistadora: Para los laicos la era medieval esta permeada con un aire de lo misterioso y lo remoto. ¿Qué le indica eso? Eco: Es difícil de decir. ¿Por qué se enamora usted? Si yo tuviera que explicarlo, diría que es porque el período es exactamente opuesto a la manera como las personas lo imaginan. Para mí, esa no fue la edad oscura. Fue un tiempo luminoso, el suelo fértil desde donde brostaría el Renacimiento. Un período de transición caótica y efervescente, el nacimiento de la ciudad moderna, del sistema bancario, de la universidad, de nuestra idea moderna de Europa, con sus lenguajes, naciones, y culturas. Entrevistadora: Usted ha dicho que en sus libros nunca hace paralelismos conscientes entre la Edad Media y los tiempos modernos, pero eso parece ser parte de la atracción del período para usted. Eco: Si, pero uno debe ser extremadamente cuidadoso con las analogías. Una vez escribí un ensayo en el cual hacía algunos paralelismos entre la Edad Media y nuestro tiempo. Pero si usted me da cincuenta dólares, escribiré un ensayo acerca de los paralelismos entre nuestro tiempo y el tiempo del hombre de Neanderthal. Siempre es fácil encontrar paralelismos. Sin embargo pienso que estar en contacto con la historia significa hacer paralelismos eruditos con el tiempo presente. Confieso ser monstruosamente chapado a la antígua, y aun creo, como Cicerón, que historia magistra vitae: la historia es la maestra de la vida. Entrevistadora: ¿Por qué como joven académico medieval usted de pronto se inclina por el estudio del lenguaje? Eco: Desde que puedo recordar he estado interesado en darle sentido a la comunicación.En estética la pregunta era, “¿Qué es un trabajo de arte, y como un trabajo de arte se comunica con nosotros?” Me fasciné especialmente con el como. Somos reconocidos como seres humanos en la medida en que somos capaces de producir lenguaje. Como resultó, inmediatamente después de mi tésis, empecé a trabajar para la televisora estatal italiana. Esto fue en 1954, solo unos pocos meses después que fueron hechas las primeras transmisiones televisivas. Era el comienzo de la era de la comunicación visual de masas en Italia. Empecé a preguntarme si tenía una especie de personalidad dividida. Por una parte, estaba interesado en las funciones más avanzadas del lenguaje en la literatura experimental y el arte. Por otro lado, me gustaba la televisión, los libros de tiras cómicas, y las historias de detectives. Naturalmente, me pregunté, ¿Es posible que mis intereses sean realmente tan distintos? Me incliné por la semiótica porque quería unificar los diferentes niveles de cultura. Llegué a entender que cualquier cosa producida por los medios de masas también podía ser un objeto de análisis cultural. Entrevistadora: Usted dijo una vez que la semiótica es la teoría de mentir. Eco: En vez de “mentir”, debí haber dicho, “decir lo contrario a la verdad”. Los seres humanos pueden contar cuentos de hadas, imaginar mundos nuevos, cometer errores, y podemos mentir. El lenguaje se presta para todas esas posibilidades. Mentir es específicamente una habilidad humana. Un perro, al seguir una pista, sigue una esencia. Ni el perro, ni la esencia “mienten”. Pero yo puedo mentirle a usted y decirle que vaya en esa dirección, la cual no es la dirección por la que usted preguntó, y aún así usted me cree y va en la dirección equivocada. La razón de que esto sea posible es que dependemos de señales. Entrevistadora: Algunos de los enemigos de la semiótica como campo de estudio asumen que los semióticos causan que toda realidad se desvanezca. Eco: Esa es la posición de los llamados deconstruccionistas. No solo asumen que todo es un texto, aún esta mesa de aquí, y que cada texto puede ser interpretado infinitamente, pero ellos también siguen una idea de Nietzsche, quien dijo que no hay hechos, solo interpretaciones. Por el contrario, sigo a Charles Sanders Peirce, indudablemente el filósofo estadounidense más grande y el padre de la semiótica y la teoría de la interpretación. Él dijo que a través de las señales interpretamos los hechos. Si no hubiera hechos y solo interpretaciones, ¿Qué habría que interpretar? Esto es lo que argumenté en The Limits of Interpretation. Entrevistadora: En el Péndulo de Foucault usted escribió, “Mientras un símbolo es más elusivo y ambíguo, más gana significación y poder”. Eco: Un secreto es poderoso cuando es vacío. Las personas a menudo mencionan el “Secreto Masónico” ¿Qué es el secreto Masónico? Nadie lo puede decir. Mientras este permanece vacío puede ser ocupado por cualquier noción posible, y tiene poder. Entrevistadora: ¿Diría usted que su trabajo como semiótico está completamente separado de su trabajo como novelista? Eco: Podría parecer increíble, pero nunca pienso en semiótica cuando escribo mis novelas. Dejo que otros hagan el trabajo después. Y siempre me sorprende el resultado cuando ellos lo hacen. Entrevistadora: ¿Está usted todavía obsesionado con la televisión? Eco: Sospecho que no hay académico serio a quien no le guste ver televisión. Soy el único quien lo confiesa. Y trato de usar eso como material para mi trabajo, Pero no soy un glotón quien traga todo. No disfruto ver cualquier tipo de televisión. Me gustan las series dramáticas y me disgustan los programas basura. Entrevistadora: ¿Hay algunos programas en particular que usted estime mucho? Eco: Las series policiales, Starsky and Hutch, por ejemplo. Entrevistadora: Ese programa ya no existe. Es de los años setenta. Eco: Lo sé, pero me dijeron que habían lanzado la serie completa en DVD, así que estoy pensando en adquirirla. Otros que me gustan son CSI, Miami Vice, ER y más que todo Columbo. Entrevistadora: ¿Ha leído usted el Código Da Vinci? Eco: Si, soy culpable de eso también. Entrevistadora: Esa novela parece un pequeño descendiente del Péndulo de Foucault. Eco: El autor, ¡Dan Brown, es un personaje del Péndulo de Foucault! Yo lo inventé. Él comparte las fascinaciones de mis personajes, el mundo de conspiración de los rosacruces, masones y jesuitas. El papel de los caballeros templarios. El secreto hermético. El pincipio de que todo está conectado. Sospecho que Dan Brown podría ni siquiera existir. Entrevistadora: Esta idea de tomar una premisa ficticia en serio parece estar presente en muchas de sus cuatro novelas. Las ficciones de alguna manera adquieren substancia y verdad. Eco: Si, la invención puede producir realidad. Baudolino, mi cuarta novela, trata exactamente de eso. Baudolino es un pequeño tramposo que vive en la corte de Frederick Barbarossa, el santo emperador romano. Y el muchacho inventa un sinúmero de cosas, desde la leyenda del santo grial hasta la legitimación del reinado de Barbarossa por jurados boloñeses. Al hacer eso, él produce consecuencias factuales. Las falsedades o los errores pueden producir eventos históricos reales. Como las cartas del monje Juan: eso fue algo forjado, y en mi novela eso fue inventado nada más que por Baudolino, pero eso realmente incitó exploraciones medievales en Asia porque eso describía un fabuloso reino cristiano prosperando en alguna parte del oriente misterioso. O tome a Cristobal Colón. Su visión de La Tierra era completamente equivocada. Él sabía, como todos en la antigüedad, incluyendo a sus adversarios, que La Tierra era redonda. Pero creía que era mucho más pequeña. Influenciado por su idea falsa, él descubrió América. Otro ejemplo famoso es el Protocols of the Elders of Zion. Eso es una farsa, pero corroboraba la ideología nazi y en un sentido pavimentó el camino hacia el holocausto, porque Hitler usó ese documento para justificar la destrucción de los judíos. Él pudo haber sabido que eso era una farsa, pero en su mente eso describía a los judíos exactamente como él quería que fuesen, y por lo tanto lo tomó como auténtico. Entrevistadora: Baudolino declara al final que, “El reino del cura es real porque yo y mis compañeros hemos dedicado dos tercios de nuestra vida en buscarlo”. Eco: Baudolino forja documentos, traza utopía, construye esquemas imaginarios acerca del futuro. Sus mentiras se hacen reales cuando sus amigos se embarcan en un viaje real hacia el legendario este. Pero este es solo un lado del negocio de la narrativa. El otro es que usted puede usar hechos reales que, en el marco de una novela, parezcan increíbles y absolutamente ficticios. En mis novelas, he usado incontable historias reales y situaciones reales, porque las encuentro mucho más románticas, o aún novelísticas, que cualquier cosa que haya leído en la llamada ficción. En La Isla del Día Anterior, por cierto, hay una parte donde el Padre Gaspar hace un extraño instrumento para observar los satélites de Júpiter y el resultado es pura comedia. Este instrumento es descrito en las cartas de Galileo. Yo simplemente imaginé que habría ocurrido si el instrumento de Galileo hubiese sido creado en la realidad. Pero mis lectores toman todo esto como una invención cómica. Entrevistadora: ¿Qué lo llevó a escribir novelas basadas en eventos históricos? Eco: La novela histórica para mi no es tanto una versión ficcionada de eventos reales como una ficción que nos permite entender mejor la historia real. Tambien me gusta combinar la novela histórica con elementos de la novela psicológica. En todas mis novelas, hay siempre un personaje joven quien crece y aprende y sufre a través de una serie de experiencias. Entrevistadora: ¿Por qué usted no empezó a escribir novelas hasta que cumplió 48 años? Eco: Eso no fue tanto un salto como todos parecen pensar, porque hasta en mi tésis doctoral, hasta en mis teorías, ya yo creaba narrativas. He pensado por mucho tiempo que lo que la mayoría de los libros filosóficos hacen en el fondo es contar la historia de su investigación, como los científicos explican como llegaron a hacer sus principales descubrimientos. Así que pienso que yo contaba historias todo el tiempo, solo que en otro estilo. Entrevistadora: ¿Pero qué le hizo sentir que tenía que escribir una novela? Eco: Un día en 1978, una amiga me dijo que quería supervisar la publicación de una serie de pequeñas novelas detectivescas escritas por escritores aficionados. Le dije que no había manera de que yo pudiese escribir una historia de detectives, peri si escribía una sería un libro de quinientas páginas con monjes medievales como personajes. Ese día, de regreso a casa, empecé a hacer una lista de nombres de monjes medievales ficticios. Despues la imagen de un monje envenenado de pronto apareció en mi mente. Todo empezó desde ahí, desde esa imagen. Se convirtió en una urgencia irresistible. Entrevistadora: Muchas de sus novelas parecen descansar sobre conceptos astutos. ¿Es esa su forma natural de salvar la brecha entre el trabajo teórico y la escritura de novelas? Usted dijo una vez que “esas cosas acerca de las que no se puede teorizar, debemos narrarlas”. Eco: Esa es una alusión a una oración de Wittengstein. La verdad es que he escrito incontables ensayos de semiótica, pero pienso que expresé mejor mis ideas en El Péndulo de Foucault que en mis ensayos. Una idea que usted tenga podría no ser original, Aristóteles siempre habrá pensado en ella antes que usted. Pero al crear una novela a partir de esa idea usted la puede hacer original. Los hombres aman a las mujeres. Esa no es una idea original. Pero si usted de alguna manera escribe una novela tremenda acerca de eso, entonces por una mano de destreza literaria esta se convierte en algo absolutamente original. Simplemente creo que al final del día una historia siempre es más rica, es una idea reformada hacia un evento, informada por un personaje, e iluminada por un lenguaje trabajado. Así que naturalmente, cuando una idea es transformada en un organismo viviente, esta se vuelve algo completamente diferente y, mucho más expresivo. Por otro lado, la contradicción puede ser el fondo de una novela. Matar damas viejas es interesante. Con esa idea usted obtiene una F en un trabajo de ética. En una novela se convierte en Crimen y Castigo, una obra maestra de prosa en la cual el personaje no puede decir si matar damas viejas es bueno o malo, y en la cual su ambivalencia, la contradicción de nuestra declaración, se convierte en asunto poético y retador. Entrevistadora: ¿Cómo empieza usted a investigar para sus novelas? Eco: Para El Nombre de la Rosa, cómo ya estaba interesado en la Edad Media, tenía cientos de archivos a la mano, y me tomó solo dos años escribirla. ¡El Péndulo de Foucault me tomó ocho años para investigar y escribir! Y como no le digo a cualquiera lo que hago, se me ocurre ahora que yo viví en mi propio mundo por casi una década. Yo salía a la calle, veía ese carro y ese árbol y me decía, ah, esto podría estar conectado con mi historia. Así que mi historia crecía día a día, y todo lo que hacía, cada pequeño pedazo de vida, cada conversación, me aportaba ideas. Entonces visité los lugares reales de los que escribo, todas las areas de Francia y Portugal donde vivieron los Templarios. Y eso se convirtió como en un video juego en el cual yo podía tomar la personalidad de un guerrero y entrar en una especie de reino mágico. Excepto que con un video juego te quedas ahí por horas y horas, mientras que al escribir siempre se tiene un momento crítico en el cual te bajas del vehículo locomotriz, y te subes de nuevo la mañana siguiente. Entrevistadora: ¿Usted procede metódicamente? Eco: No, para nada. Una idea inmediatamente detrás de la otra. Un libro al azar me hace querer leer otro. Y a veces pasa que, al leer un documento completamente inútil, de pronto tengo la idea correcta para hacer fluir una historia. O para insertar otra cajita en una colleccíon más grande de cajas. Entrevistadora: Usted ha dicho que para escribir una novela primero debe crear un mundo y entonces “las palabras prácticamente llegarán por su cuenta”. ¿Está diciendo que el estilo de la novela siempre esta determinado por su tema? Eco: Si, para mí el asunto principal es empezar a construir un mundo, una abadía del siglo catorce con monjes envenenados, un hombre joven tocando trompeta en un cementerio, un tramposo atrapado en medio del saqueo de Constantinopla. Investigar significa establecer los confines de estos mundos: ¿Cuántos escalones tiene una escalera de caracol? ¿Cuántos renglones tiene una lista de lavandería? ¿Cuántos camaradas hay en una misión? Las palabras se adherirán alrededor de estos confines. En términos literarios, siento que a menudo cometemos el error de creer que el estilo solo tiene que ver con la sintáxis y el léxico. Tambien existe el estilo narrativo, el cual dicta la manera como apilamos ciertos bloques juntos y construimos una situación. Tomemos los regresos al pasado. Son un elemento estructural de estilo, pero no tiene nada que ver con el lenguaje. Así que el estilo es mucho más complejo que la simple escritura. Para mi eso funciona más como el montaje en una película. Entrevistadora: ¿Qué tanto trabaja usted para conseguir que la voz sea la correcta? Eco: Reescribo la misma página docenas de veces. Algunas veces leo pasajes en voz alta. Soy terriblemente sensitivo con el tono de mi escritura. Entrevistadora: ¿Usted, como Flaubert, encuentra doloroso producir hasta una buena oración? Eco: No, no es doloroso para mi. Reescribo la misma oración varias veces, pero ahora, con la computadora, mi proceso ha cambiado. Escribí El Nombre de la Rosa a mano y mi secretaria la pasó a máquina. Cuando usted reescribe la misma oración diez veces, es muy difícil recopiar. Había papel carbón, pero también trabajábamos con tijeras y pega. Con la computadora es muy fácil regresar en una página diez o veinte veces el mismo día, corrigiendo y reescribiendo. Pienso que por naturaleza nunca estamos satisfechos con lo que hemos hecho. Pero ahora es tan fácil, quizás demasiado fácil, corregir. Por lo tanto nos hemos hecho más exigentes. Entrevistadora. Las novelas psicológicas usualmente involucran algún grado de educación sentimental y sexual. En todas sus novelas usted describe solo dos actos sexuales, uno en El Nombre de la Rosa, y el otro en Baudolino. ¿Hay alguna razón para so? Eco: Pienso que prefiero tener sexo que escribir sobre él. Entrevistadora: ¿Por qué cita Adso la Canción de las Canciones cuando tiene sexo con la muchacha campesina en El Nombre de la Rosa? Eco: Eso fue una diversión estilística, porque yo no estaba tan interesado en el acto sexual como lo estaba en describir como un joven monje experimentaría el sexo a través de su sensibilidad cultural. Así que hice un mosaico de al menos cincuenta textos diferentes de la mística que describía sus éxtasis, junto con los extractos de la Canción de las Canciones. En las dos páginas que describen su acto sexual, difícilmente hay una palabra mía. Adso solo puede entender el sexo a través del lente de la cultura que ha absorbido. Esta es una instancia de estilo, como yo la defino. Entrevistadora: ¿En cual momento de día escribe usted? Eco: No hay reglas. Para mi sería imposible tener una programación. Puede ocurrir que empiece a escribir a las siete en punto de la mañana y termine a las tres en punto de la madrugada, solo me detengo para comer un sandwich. A veces no siento la necesidad de escribir para nada. Entrevistadora: Cuando escribe, ¿Cuánto escribe cada día? ¿Para eso tampoco hay reglas? Eco: Ninguna. Escuche, escribir no significa necesariamente poner palabras sobre una hoja de papel. Usted puede escribir un capítulo mientras camina o come. Entrevistadora: ¿Así, que cada día es diferente para usted? Eco: Si estoy en mi casa de campo, en la cima de las colinas de Montefeltro, entonces tengo una cierta rutina. Enciendo mi computadora, reviso mis correos electrónicos, empiezo a leer algo, y entonces escribo hasta la tarde. Luego voy a la villa, donde me tomo un trago en el bar y leo el periódico. Regreso a casa veo televisión o un DVD en la noche hasta las once, y entonces trabajo un poco más hasta la una o las dos de la madrugada. Allá tengo cierta rutina porque no soy interrumpido. Cuando estoy en Milano o en la universidad, no soy el dueño de mi tiempo, siempre hay alguien más que decide lo que debo hacer. Entrevistadora: ¿Qué tipos de ansiedad tiene usted cuando se sienta a escribir? Eco: No tengo ansiedades. Entrevistadora: Usted no tiene ansiedades. Entonces solo ¿está muy excitado? Eco: Antes de sentarme a escribir, soy profundamente feliz. Entrevistadora: ¿Cuál es el secreto de tal prolífica producción? Usted ha escrito cantidades prodigiosas de trabajo académico, y sus cinco novelas no son exactamente cortas. Eco: Siempre digo que soy capaz de usar los intersticios. Hay mucho espacio entre átomo y átomo y entre electrón y electrón, y si reducimos la materia del universo al eliminar todo el espacio entre ellos, el universo entero sería comprimido en una pelota. Nuestras vidas están llenas de intersticios. Esta mañana usted llamó, pero entonces tuvo que esperar por el ascensor, y pasaron varios segundos antes que usted apareciera en la puerta. Durante esos segundos, al esperar por usted, yo estaba pensando en esta nueva pieza que escribo. Puedo trabajar en el baño, en el tren. Mientras nado produzco muchas cosas, especialmente en el mar. Menos en la tina del baño, pero ahí también. Entrevistadora: ¿Hay algún momento en que usted no trabaje? Eco: No, eso no ocurre. Oh, bien, si, hubo un período de dos días cuando tuve mi cirugía. Entrevistadora: ¿Cuáles son hoy sus placeres más grandes? Eco: Leer novelas en la noche. A veces me pregunto si como católico renegado podría no haber una voz en mi cabeza susurrando que las novelas son muy placenteras para leerlas durante el día. Por lo tanto el día es usualmente para los ensayos y el trabajo duro. Entrevistadora: ¿Qué hay de los placeres culposos? Eco: ¡No estoy en confesión! Está bien: El escocés. Fumar fue un placer culposo hasta que renuncié hace tres años. Podía fumar cerca de sesenta cigarrillos diarios. Pero era un antíguo fumador de pipa así que mi hábito era soplar el aire lejos mientras escribía. No inhalaba mucho. Entrevistadora: Usted ha sido criticado por la erudición que desplegó en su trabajo. Un crítico llegó tan lejos como decir que el principal atractivo de su trabajo para un lector promedio es la humillación que siente por su propia ignorancia, lo cual se traduce en admiración por sus pirotécnicos. Eco: ¿Soy un sádico? No lo sé. ¿Un exhibicionista?. Tal vez. Estoy bromeando. ¡Por supuesto que no! No he trabajado tanto en mi vida solo para lucir el conocimiento ante mis lectores. Mi conocimiento literalmente informa la intrincada construcción de mis novelas. Entonces depende de mis lectores detectar lo que ellos puedan. Entrevistadora: ¿Piensa usted que su extraordinario éxito popular como novelista cambió su percepción del papel del lector? Eco: Despues de ser un académico por tanto tiempo, escribir novelas era como ser crítico de teatro y de pronto salir a escena y tener a tus antíguos colegas, los críticos, mirándote. Fue completamente confuso al principio. Entrevistadora: ¿Pero escribir novelas cambió su idea de cuanto podía usted influenciar al lector como autor? Eco: Siempre asumo que un buen libro es más inteligente que su autor. Puede decir cosas de las que el escritor no está consciente. Entrevistadora: ¿Piensa usted que su presencia como novelista líder de ventas ha disminuido su reputación como pensador serio alrededor del mundo? Eco: Desde la publicación de mis novelas, he recibido treinta y cinco grados honorarios en universidades alrededor del mundo. Desde este hecho deduzco que la respuesta a su pregunta debe ser no. En el ambiente universitario, los profesores estaban interesados por la oscilación entre narrativa y teoría. A menudo encontraban nexos entre los dos aspectos de mi trabajo, aún más de los que yo creía que existían. Si usted quiere, le mostraré la pared entera de publicaciones académicas sobre mi. Además, sigo produciendo ensayos teóricos. Continúo viviendo como un profesor quien escribe novelas durante los fines de semanas, en vez de vivir como un escritor que también enseña en la universidad. Asisto a coloquios científicos más a menudo de lo que asisto a conferencias de escritores. De hecho, uno podría decir lo opuesto: quizás mi trabajo académico ha distorsionado mi consideración como escritor en la prensa popular. Entrevistadora: La iglesia católica ciertamente le ha dado tiempos difíciles. El periódico del Vaticano llamó a El Péndulo de Foucault “un amasijo de profanaciones, blasfemias, bufonadas y rechazo, mezclado por el mortero de la arrogancia y el cinismo”. Eco: Lo extraño es que he recibido grados honorarios de dos universidades católicas, Leuven y Loyola. Entrevistadora: ¿Cree usted en Dios? Eco: ¿Por qué uno ama a una persona un día y descubre el día siguiente que el amor se fue? Los sentimientos, es una pena, desaparecen sin justificación, y a menudo sin un trazado. Entrevistadora: Si usted no cree en Dios, entonces ¿Por qué ha escrito tanto acerca de la religión? Eco: Porque creo en la religión. Los seres humanos son animales religiosos, y tal característica de la conducta humana no puede ser ignorada o despreciada. Entrevistadora: Además del académico y el novelista, hay una tercera persona pujando por una posición dentro de usted, el traductor. Usted es un traductor ampliamente traducido quién ha escrito mucho sobre los acertijos de la traducción. Eco: He editado incontables traducciones, traducido dos trabajos, y he tenido mis propias novelas traducidas a docenas de lenguajes. Y he encontrado que cada traducción es un caso de negociación. Si usted me vende algo y lo compro, negociamos, usted perderá algo, yo perderé algo, pero al final ambos estamos más o menos satisfechos. En la traducción, el estilo no es tanto el léxico, el cual puede ser traducido por la página web Alta Vista, sino el ritmo. Los investigadores han hecho pruebas de la frecuencia de las palabras en The Betrothed de Manzoni, la obra maestra de la literatura italiana del siglo diecinueve. Manzoni tenía un vocabulario absolutamente pobre, no ideaba metáforas innovativas, y usaba el adjetivo bueno una asustante cantidad de veces. Pero su estilo es destacado, puro y simple. Para traducirlo, como todas las grandes traducciones, se necesita sacar el alma de su mundo, su aliento, su tiempo preciso. Entrevistadora: ¿Cuan involucrado está usted con las traducciones de su trabajo? Eco: Leo las traducciones en todos los lenguajes que puedo seguir. Usualmente estoy feliz porque los traductores y yo trabajamos juntos, y he sido sortario de tener los mismos traductores toda mi vida. Ahora colaboramos con una especie de entendimiento mutuo. También trabajo ocasionalmente con traductores en lenguajes que no conozco, como japonés, ruso y húngaro, porque ellos son tan inteligentes que son capaces de explicar cual es el verdadero problema en su propio lenguaje, así que debemos discutir como resolverlo. Entrevistadora: ¿Ofrece un buen traductor sugerencias que abren posibilidades que usted no había visto en el texto original? Eco: Si, puede ocurrir. De nuevo, el texto es más inteligente que su autor. A veces el texto puede sugerir ideas que el autor no tiene en mente. El traductor, al llevar el texto a otro lenguaje, descubre esas nuevas ideas y te las revela. Entrevistadora: ¿Tiene usted tiempo de leer las novelas de sus contemporáneos? Eco: No mucho. Desde que me convertí en novelista he descubierto que estoy prejuiciado. O pienso que una novela nueva es peor que la mía y no me gusta, o sospecho que es mejor que la mía y no me gusta. Entrevistadora: ¿Qué piensa usted del estado de la literatura italiana hoy? ¿Hay grandes autores en Italia de los que aún tenemos que saber en Estados Unidos? Eco: No sé si hay grandes autores, pero hemos mejorado los autores de niveles medios. La fuerza de la literatura estadounidense, usted ve, no es solo haber tenido a Faulkner o Hemingway o Bellow, sino tener también una buena armada de escritores intermedios quienes producen literatura comercial respetable. Esta literatura requiere de una buena artesanía, especialmente el el campo fértil de la novela detectivesca, la cual para mi es el barómetro de la producción literaria de cualquier país. La armada de escritores promedio también significa que Estados Unidos puede producir material suficiente para satisfacer las necesidades del lector estadounidense. Por eso es que traducen tan poco. En Italia esa clase de literatura estuvo ausente por mucho tiempo, pero ahora por fin hay un grupo de jóvenes escritores que producen esos libros. No soy un intelectual, y reconozco que este tipo de literatura es parte de la cultura literaria de un país. Entrevistadora: ¿Pero porqué no oímos de los escritores italianos? Usted es probablemente el único escritor italiano del momento que es leído internacionalmente, al menos a gran escala. Eco: La traducción es el problema. En Italia, más del veinte porciento del mercado es trabajo de traducción. En Estados Unidos, es dos porciento. Entrevistadora: Nabokov dijo una vez: “ Yo divido la literatura en dos categorías, los libros que deseo haber escrito y los libros que he escrito”. Eco: Bien, está bien, en la primera categoría me gustaría poner libros de Kurt Vonnegut, Don DeLillo, Philip Roth, y Paul Auster. Generalmente, sin embargo, siempre me gustan los estadounidenses contemporáneos mucho más que los franceses, aunque mi cultura es básicamente francesa por razones geográficas. Nací cerca de la frontera, y el francés fue el primer lenguaje que estudié. Puedo hasta conocer mejor la literatura francesa que la italiana. Entrevistadora: ¿Y si tuviese que nombrar influencias? Eco: Usualmente digo Joyce y Borges para mantener tranquilo al entrevistador, aunque eso no es absolutamente cierto. Casi todos me han influenciado. Joyce y Borges, ciertamente, pero también Aristóteles, Tomás de Aquino, John Locke. Entrevistadora: Su biblioteca aquí en Milano es una leyenda. ¿Qué tipo de libros le gusta coleccionar? Eco: Tengo un total de cincuenta mil libros. Pero como coleccionista raro de libros estoy fascinado con la propensidad humana para desviar el pensamiento. Así que colecciono temas en los cuales no creo, como la cábala, la alquimia, lo mágico, lenguajes inventados. Los libros que mienten, así sea inconscientemente. Tengo a Ptolomeo, no a Galileo, porque Galileo decía la verdad. Prefiero la ciencia lunática. Entrevistadora: Con tantos volúmenes, cuando va al estante de libros, ¿Cómo decide cual libro escogerá para leer? Eco: No voy a los estantes de libros para escoger un libro para leer. Voy a los estantes para tomar un libro que sé que necesito en ese momento. Es una historia diferente. Por cierto, si usted me preguntara acerca de autores contemporáneos, yo miraría mis colecciones de Roth o DeLillo para recordar exactamente lo que me gusta. Soy académico. De una manera debo decir que nunca escojo libremente. Sigo las necesidades del trabajo que hago en determinado momento. Entrevistadora: ¿Alguna vez ha regalado libros? Eco: Recibo una cantidad enorme de libros cada día, novelas, ediciones nuevas de libros que ya tengo, así que cada semana lleno algunas cajas y las envío a mi universidad, donde hay una mesa grande con un anuncio que dice tome un libro y corra. Entrevistadora: Usted es uno de los intelectuales públicos más famosos del mundo. ¿Cómo definiría el término intelectual? ¿Todavía tiene un significado particular? Eco: Si por intelectual usted se refiere a alguien quien trabaja solo con su cabeza y no con sus manos, entonces el cajero del banco es un intelectual y Michelangelo no. Y hoy, con una computadora, cada cual es un intelectual. Así que no pienso que eso tenga nada que ver con la profesión de alguien o con su clase social. De acuerdo a mi punto de vista, un intelectual es alguien que produce nuevo conocimiento con creatividad. Un campesino quien entiende que un nuevo tipo de injerto puede producir una especie nueva de manzanas en ese momento ha producido una actividad intelectual. Mientras que el profesor de filosofía quien toda su vida repite la misma charla de Heidegger no llega a intelectual. La creatividad crítica, criticar lo que hacemos o inventamos para tener mejores maneras de hacerlo, es la única marca de la función intelectual. Entrevistadora: ¿Están los intelectuales todavía comprometidos con la noción del deber político, como lo estaban en los días de Sartre y Foucault? Eco: No creo que para estar comprometido políticamente un intelectual deba actuar como miembro de un partido o, peor, escribir exclusivamente acerca de los problemas sociales contemporáneos. Los intelectuales deben estar tan políticamente comprometidos como cualquier ciudadano. Cuando mucho, un intelectual puede usar su reputación para apoyar una causa. Si hay un manifiesto sobre el asunto ambiental, por ejemplo, y mi firma podría ayudar, usaría mi reputación en una instancia de compromiso común. El problema es que el intelectual es verdaderamente útil solo en lo que se refiere al futuro, no al presente. Si usted está en un teatro y hay un incendio, un poeta no debe subir a un asiento y recitar un poema. Él tiene que llamar a los bomberos como cualquier otro. La función del intelectual es decir de antemano, ¡Presten atención a ese teatro porque es viejo y peligroso! Así su palabra puede tener la función profética de una apelación. La función del intelectual es decir, ¡Deberíamos hacer esto, no, Tenemos que hacer esto!, ese es el trabajo del político. Si la utopía de Thomas More se hubiese realizado, no me cabe la menor duda de que esta sería una sociedad estalinista. Entrevistadora: ¿Cuáles beneficios le ha aportado el concocimiento y la cultura a lo largo de su vida? Eco: Una persona iletrada quien fallece, digamos que a mi edad, ha vivido una vida, mientras que yo he vivido las vidas de Napoleón, Cesar, d’Artagnan. Por eso siempre animo a los jóvenes a leer libros, porque es una manera ideal de desarrollar una gran memoria y una personalidad múltiple. Y entonces al final de tu vida has vivido incontables vidas, lo cual es un privilegio fabuloso. Entrevistadora: Pero una memoria enorme puede ser tambnien una carga enorme. Como la memoria de Funes, uno de sus personajes favoritos de Borges, en la historia “Funes el Memorioso”. Eco: Me gusta la noción de la incuriosidad terca. Para cultivar una incuriosidad terca, usted debe limitarse a ciertas areas del conocimiento. Usted no puede ser totalmente codicioso. Tiene que obligarse a no aprenderlo todo. O no aprenderá nada. La cultura en este sentido trata de saber como olvidar. De otra manera, uno se convierte en Funes, quien recuerda todas las hojas del árbol que vio hace treinta años. Discriminar lo que se quiere aprender y recordar es crítico desde un punto de vista cognitivo. Entrevistadora: ¿Pero no es la cultura, en un sentido más amplio, un filtro? Eco: Si, nuestra cultura privada es una operación secundaria, como hablar, porque la cultura en el sentido general discrimina. En cierto modo, la cultura es el mecanismo por el cual una comunidadnos sugiere que tiene que ser recordado y que olvidado. La cultura ha decidido, por ejemplo, mire en cada enciclopedia, que lo que le ocurrió a Calpurnia luego de la muerte de su esposo, Julio Cesar, es irrelevante. Algo así como si nada interesante le ocurrió a ella. Mientras que Clara Schumann se hizo más importante después de la muerte de Schumann. Se rumoraba que ella era la amante de Brahms, y ella se convirtió en una aclamada pianista. Y todo permanece real hasta que el historiador del momento tiene acceso un documento desconocido que mostrará algo despreciado hasta ese momento como relevante. Si la cultura no filtrara, sería un sin sentido , como sin sentido es el internet sin forma ni límites. Y si todos pòseyeramos el conocimiento ilimitado de la red, ¡seríamos idiotas! La cultura es un instrumento para hacer un sistema jerárquico de labor intelectual. Para usted y para mi es suficiente saber que Einstein propuso la teoría de la relatividad. Pero la comprensión absoluta de la teoría se la dejamos a los especialistas. El problema real es que mucho se han tomado el derecho de convertirse en especialistas. Entrevistadora: ¿Qué piensa usted de quienes proclaman la muerte de la novela, la muerte de los libros, la muerte de la lectura? Eco: Creer en el fin de algo es una típica postura cultural. Desde los griegos y latinos hemos persistido en creer que nuestros ancestros fueron mejores que nosotros. Siempre me divierte e interesa este tipo de deporte, el cual practican los medios de comunicación con ferocidad creciente. Cada temporada hay un artículo sobre el fin de la novela, el fin de la literatura, el fin de lo literario en Estados Unidos. ¡La gente ya no lee! ¡Los adolescentes solo juegan video juegos! El hecho es que alrededor del mundo hay miles de tiendas llenas de libros y llenas de jóvenes. Nunca en la historia de la humanidad ha habido tantos libros, tantos sitios vendiendo libros, tantos jóvenes visitando esos lugares y comprando libros. Entrevistadora: ¿Qué diría usted de los alarmistas? Eco: La cultura esta adaptándose continuamente a las nuevas situaciones. Probablemente habrá una cultura diferente, pero habrá una cultura. Luego de la caída del imperio romano hubo siglos de profundas transformaciones, lingüísticas, políticas, religiosas, culturales. Pero la nuevas forma espeluznantes continuarán emergiendo y la literatura sobrevivirá. Entrevistadora: Usted ha dicho en el pasado que le gustaría ser recordado más como académico que como novelista. ¿De verdad usted quiso decir eso? Eco: No recuerdo haber dicho eso porque es el tipo de sentimiento que cambia de acuerdo al contexto en el cual me hacen la pregunta. Pero en este punto la experiencia me dice que el trabajo de un académico sobrevive con gran dificultad porque las teorías cambian. Aristóteles sobrevive, pero incontables textos de académicos de hace un siglo no se publican más. Mientras muchas novelas son reeditadas continuamente. Así que técnicamente hablando hay más oportunidades de sobrevivir como escritor que como académico, y tomo en cuenta estas piezas de evidencia independientemente de mis propios deseos. Entrevistadora: ¿Cuan importante es para usted la noción de que su trabajo sobreviva? ¿A menudo piensa acerca de su legado? Eco: No creo que uno escribe para si mismo. Pienso que escribir es un acto de amor, usted escribe para dar algo a alguien más. Comunicar algo. Tener a otras personas que compartan tus sentimientos. Este problema de por cuanto tiempo puede sobrevivir tu trabajo es fundamental para cada escritor, no solo para un novelista o un poeta. La verdad es que el filósofo escribe su libro para convencer a muchas personas de sus teorías, y espera que en los próximos tres mil años las personas aún leerán ese libro. Es como si usted esperara que sus hijos le sobrevivan, y que si tiene un nieto este sobreviva a sus hijos. Uno espera un sentido de continuidad. Cuando un escritor dice, no estoy interesado en el destino de mi libro, simplemente es un mentiroso. Lo dice para agradar al entrevistador. Entrevistadora: ¿Tiene usted algo que lamentar a esta altura de su vida? Eco: Lamento todo, porque he cometido muchos, muchos errores en todos los caminos de la vida. Pero si tuviera que empezar de nuevo, pienso honestamente que cometería los mismos errores. Hablo en serio. He pasado mi vida examinando mi conducta y mis ideas, y criticándome. Soy tan severo que nunca le diría cual es mi peor autocrítica, ni por un millón de dólares. Entrevistadora: ¿Hay un libro que usted nunca escribió pero desea ardientemente haberlo hecho? Eco: Si, solo uno. Hasta la edad de cincuenta años y a través de toda mi juventud, soñé con escribir un libro sobre la teoría de la comedia. ¿Por qué? Porque cada libro sobre el tema no ha tenido éxito, al menos todos los que he leído. Cada teórico de la comedia, desde Freud hasta Bergson, explica algún aspecto del fenómeno, pero no todo. Este fenómeno es tan complejo que ninguna teoría es, o ha sido capaz hasta ahora, de explicarlo completamente. Así que pensé que quería escribir la teoría real de la comedia. Pero entonces la tarea se hizo muy difícil. Si yo supiera exactamente porque era tan difícil, yo tendría la respuesta y sería capaz de escribir el libro. Entrevistadora: Pero usted ha escrito libros sobre la belleza y, más recientemente, sobre la fealdad. ¿No son esas nociones indesgastables? Eco: Comparada con la belleza y la fealdad, la comedia es aterrorizante. No hablo de reir. No, hay un sentimentalismo de lo cómico, el cual es tan complejo que, no puedo explicar. Y es por esto que no escribí el libro. Entrevistadora: ¿Es la comedia específicamente una invención humana, como usted dijo que mentir lo es? Eco: Si, parece que los animales están privados del humor. Sabemos que tienen un sentido de juego, sienten tristeza, lloran, sufren. Tenemos prueba de que son felices, cuando juegan con nosotros, pero no que tengan sentimientos cómicos. Es una típica experiencia humana, la cual consiste en, no, no puedo decirlo exactamente. Entrevistadora: ¿Por qué no? Eco: Está bien. Tengo la sospecha de que eso está ligado con el hecho de que somos los únicos animales quienes sabemos que vamos a morir. Los otros animales no lo saben. Ellos lo entienden solo sobre la marcha, en el momento cuando mueren. Ellos son incapaces de articular algo como la declaración: Todos los hombres son mortales. Nosotros somos capaces de hacerlo, y eso es probablemente la razón de que haya religiones, rituales. Pienso que la comedia es la esencial reacción humana al miedo a la muerte. Si usted me pregunta por algo más, no se lo puedo decir. Pero quizás, crearé un secreto vacío ahora, y permito que cada quien piense que tengo una teoría de la comedia en proceso, así que cuando yo muera ellos pasaran mucho tiempo tratando de recuperar mi libro secreto. En verdad, lo que ocurrió realmente con mi deseo de escribir un libro de comedia fue que escribí El Nombre de la Rosa en su lugar. Fue uno de esos casos en los cuales, cuando eres incapaz de construir una teoría, narras una historia. Y creo que en El Nombre de la Rosa, lo hice, en forma narrativa, una cierta teoría de lo cómico. Lo cómico como una manera crítica de cortar el fanatismo. Una sombra diabólica de sospecha detrás de cada proclamación de verdad. Traducción: Alfonso L. Tusa C.