viernes, 14 de marzo de 2014
Discurso mimetizado
“Que alguien me diga si ha visto a mi hijo. Peguntaba la madre…” Rubén Blades
Respuestas a la realidad actual venezolana en las redes sociales develan la fragilidad de la supervivencia de cualquier persona con alguna traza de disidencia en su mente. “Ojalá aquí llegara una verdadera dictadura, para que vean lo que es tortura”. Escalofríos de todas las temperaturas bajaron por mis extremidades. Todas las dictaduras son iguales. Son totalitarias, sanguinarias, esconden la realidad mientras el dolor palpita hasta el último segundo de cada día, de cada semana, de cada mes, de cada año, de cada momento.
Hiela la sangre escuchar los testimonios de estudiantes que detuvieron en medio de manifestaciones pacíficas, que intentaron defender a sus compañeras de tratos crueles de guardias nacionales y recibieron por respuesta patadas en el pecho, culatazos de armamento en la cabeza y violación sexual, amén de las burlas. Algunos amigos comentan que les resulta inconcebible como todavía hay personas que apoyan gobiernos de estas características. El fanatismo y el oportunismo son vertientes funestas en el discernimiento del ser humano.
Pasaron 44 años para que un nuevo allanamiento llegara a la UCV, y las sombras aún huyen despavoridas ante la presencia de esta casa. Las pieles se retuercen al escuchar visiones de estudiantes perseguidos, torturados y vejados por turbas de colectivos identificados con la faz de su prócer popular. Un periodista paralizado por la fantástica escena resultó prevenido al círculo vicioso y recibió otra ración de improperios, empujones, insultos puñetazos, además de los consiguientes decomisos de su material de trabajo (celular, cámara fotográfica, etc).
Al día siguiente escuchas que la “defensora del pueblo” fue a Ginebra a denunciar que estaba siendo acosada por Twitter de manera brutal y violenta por personajes desconocidos. Quizás muchos de esos personajes desconocidos, tenían jirones en sus costillas, en sus cabezas, o en sus nalgas de patadas, puntas de armamentos o perdigones, disparados desde un discurso de paz que en su trayectoria se transforma en sangre y dolor.
El totalitarismo es un monstruo de mil cabezas que atacan hasta al más militante de los fanáticos. Así le ocurrió a la periodista italiana que tanto elogió este período de 15 años de socialismo de siglo XXI. Hace unos días recibió impactos de bombas lacrimógenas en su cámara fotográfica mientras cubría una manifestación en Altamira. Ninguna explicación valió ante la nomenclatura, igual recibió su merecido por estar en medio de quienes protestan ante el caos.
Escuchar esos testimonios recientes, me trajo los vía crucis de los atletas Gretel Bergman, Emil Zatopek, Vera Caslavska, Jurgen Spawasser entre otros tantos, todos vejados, todos degradados, todos señalados por el sólo hecho de disentir, de expresar su derecho a tener pensamiento propio.
Alfonso L. Tusa C.
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