sábado, 29 de marzo de 2014
Caer y levantarse
El duende de la competencia ronda la grama. Aún quedan muchas gotas de rocío cuando las imágenes de las filigranas centellean sobre el azul atmosférico. Un, dos, tres toques y un pase de Gabriela García flota sobre el pie izquierdo de Deyna Castellanos, el balón flota, fluye adquiere trayectoria elíptica, luego parabólica y desciende en la más recta espiral hasta incrustarse en los cuadrados más triangulares de la valla canadiense. Transcurre el minuto 4 y el sueño continúa, los brazos suben y la macarena suelta sus pasos de danza a un costado del arco. Toda la alegría vuelve a las alforjas. Aún hay mucho por lograr, mucho por aprender. Hay que regresar a la otra mitad, a defender lo que se ha conseguido. A seguir practicando las enseñanzas de Szeremeta, desde cuando las encontró en su prolongado periplo por todo el mapa, en busca de voluntades para trabajar, tratar, insistir en mejorar a cada momento, a cada segundo, a cada oportunidad.
Los fantasmas del juego acorralan la alegría desbordada de la adolescencia. Vapores de sudores fríos inundan los espacios. El tic-tic acerca el balón al centro del campo. Algunas jugadoras saltan, otras corren. Una voz silente se sienta a un costado de la banca. Cruza las piernas sobre la grama y dibuja grandes visiones con las palmas de las manos. Nada de lamentaciones, si hay errores, se debe seguir adelante, asimilarlos. Poco a poco crece el murmullo de una montaña vinotinto. Sobresalen las observaciones, alguien apoya a su compañera, le dice que siempre estará allí para asistirla, para continuar la línea del balón hasta enhebrarlo con las redes rivales. Del frente rebota un grito desafiante. Llegaron las rivales. Encajan el gol tempranero y aprietan, asfixian, hasta escaparse en las zancadas de Sarah Kinzner. Minuto 19, 1-1, el duende de la competencia ebulle y se entremete en un oceano de carreras, cada cual más profunda hacia un ángulo de soledad.
El tic-tic sigue y las emociones aprietan, las pisadas se multiplican y las camisetas destilan sudores desfallecientes. Con los pulmones agujereados, cada muchacha hunde el acelerador. El laberinto se llena de calles ciegas. Las defensas se proyectan en andanadas y el dolor en los pulmones sublima en incontables llegadas al area grande. Ir y venir. Atacar, contratacar. Engranajes modificados tras los gritos de los técnicos que corren un juego paralelo para comunicarse con sus jugadoras. El vértigo crece en los regates y giros inesperados. Los suspiros condensan sobre los contactos de los botines con el balón. Un grito plañidero cruza el area venezolana. Los rostros se hunden en los plexos solares por momentos. Marie Levasseur consigue traspasar la cabaña de Franyeli Rodríguez. Canadá 2, Venezuela 1.
Miles de luciérnagas flotan sobre el césped. Los pies empiezan a desdoblarse con intensidad, escalan la grama. En segundos suben a la mitad del campo. El balón rebota en triángulos rectángulos. Hay ingravidez, el balón levita, las rodillas palpitan tras el traqueteo de un tren que busca una parada entre los trazos de los fantasmas. El silbato anuncia algo que tiempla miradas y asusta voluntades. El bloque compacto de la defensa estruja los rostros obstinados que diseñan estrategias y corren, corren por todos lados buscando esa rendija que halló Lourdes Moreno al quitar una pelota. Se montó en un corcel raudo para entregar el testigo a Yosneidi Zambrano. Una recta cruzada recorrió el area chica y la portera Foster apenas vio el balón entrar hasta el fondo del portal. 2-2. El espíritu competitivo refulgía en las ansias por llegar a semifinales.
El fantasma de la voluntad rondaba cada centímetro del terreno. Nadie bajaba los brazos. El silencio mordía los minutos. Solo los gritos de los técnicos rasgaban el intenso toma y dame, la intensidad de soltar los mejores intentos por capitular con la señora victoria. Tener los pies bien asentados en la grama les permitió a estas muchachas colar un balón por la banda derecha, justo a los pies de Gabriela García quien dribló a dos defensoras y llegó al primer poste para bordar el gol del 3-2 que destapó una alegría que este equipo supo manejar con prudencia para completar el juego y sentarse a reflexionar sobre el compromiso de semifinales ante Japón.
Alfonso L. Tusa C
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