miércoles, 19 de marzo de 2014

La bandera de Nemecsek

En estos tiempos de fracturas, cuando los demócratas requieren de valor para buscar esa unidad escondida entre el miedo al totalitarismo, viene a mi memoria una novela que escribió Ferenc Molnar en 1907. Los muchachos de la calle Pal retrata a Budapest a través de la confrontación de dos bandos juveniles. Los camisas rojas ansían el territorio de los muchachos de la calle Pal. Feri Ats espera que el diminuto Nemecsek quede solo. Invade el terreno y abusando del poder de su estatura sube al asta y baja la bandera de la calle Pal. Nemecsek casi se traga la lengua de impotencia mientras Feri Ats atraviesa el portón con la bandera empuñada sobre la cabeza. Al regresar sus compañeros, Nemecsek refiere la invasión de los camisas rojas. El presidente Boka mencionó la posibilidad de algún espía infiltrado. Gereb tosió y se salió del grupo para escupir. También acordaron reponer la bandera que declaraba la soberanía de ellos sobre el terreno. Esa misma noche Nemecsek se va hasta la guarida de los camisas rojas en el jardín botánico. El corazón bulle entre sus dientes. Avanza entre ramas y arbustos hasta recuperar su bandera del bunker rojo. De salida escuchó un rumor. Se acercó a un claro entre los árboles. Gereb proporcionaba información a los camisas rojas. Feri Ats le preguntaba si alguien sospechaba de su presencia en el jardín botánico. Nemecsek levantó la voz desde los arbustos con el miedo doblado debajo del brazo. “Si, yo sospecho de ti Gereb”. Las caras de los camisas rojas moteaban algodones. La de Gereb permitía otear las profundidades de la noche. La sorpresa de los camisas rojas fue tal que no les quedó otro camino que reconocer la entrega y el coraje de Nemecsek. Aún cuando lo castigaron lanzándolo al lago. Feri Ats ordenó liberarlo con honores. Los camisas rojas debieron presentar armas ante el diminuto Nemecsek que se fue a meter en la boca del lobo y rescató su bandera y el respeto por los suyos a punta de ese arrojo, esa visión utópica, esa disposición a arriesgarse, a trabajar por el bien común, esa planificación, que tanta falta nos hace a los venezolanos para recuperar la tolerancia, la sonrisa silvestre, el respeto, la capacidad de sumar, la cercanía a la paz, la confianza, la armonía, la democracia, la disposición a negociar, los derechos humanos, la bandera que nos cobija a todos sin distingo de estrellas ni de hacia donde vaya el caballo. Alfonso L. Tusa C. El Nacional. 26-04-2006. Página B7. Sección Cartas.

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