viernes, 4 de diciembre de 2015

Los mares crecientes amenazan a una nación vulnerable.

Coral Davenport. The New York Times. 01-12-2015. Ebeye, Marshall Islands. Linber Anej video hacia la marea baja para halar pilotes de concreto y pedazos de metal hacia la costa y reconstruir un rompeolas provisional frente a su casa. La barrera temporal no tiene capacidad para contener los embates del mar que regularmente inunda los ranchos y las calles enlodadas con agua salada y aguas negras, pero cada día excepto los domingos, Mr Anej se une a un grupo de hombres y muchachos para halar el dique de vuelta a su lugar. “Es insano, lo sé”, dijo Mr. Anej, 30, quien vive con su familia de 13 miembros, incluyendo a sus padres, hermanos e hijos, en una casa de cuatro habitaciones. “Pero esta es la única opción que hemos tenido”. Parado cerca de su casa en el límite de un barrio recargado de ranchos de hojalata, él dijo, “Siento como si viviéramos bajo el agua”. A mundos de distancia, en los salones de conferencia de hoteles lujosos en París, Londres y Washignton, Tony A. deBrum, el ministro de asuntos externos de Marshall Islands, cuenta las historias de hombres como Mr. Anej para convencer a los políticos más poderosos de los peligros que enfrenta su nación insular en el océano Pacífico con el aumento del nivel del mar, y además para darle forma legal y financiera al acuerdo principal de las Naciones Unidas para cambio climático que se negocia ahora en París. El foco de Mr. deBrum apunta hacia las carteras occidentales, reclamando indemnización por “daños y perjuicios” en el parlamento de negociadores, por la destrucción ocasionada por las poderosas naciones industrializadas en el ambiente global. Muchas otras naciones bajas están amenazadas por el incremento del nivel de los mares. En Bangladesh, un 17 porciento del territorio podría estar inundado para 2050, desplazando alrededor de 18 millones de personas. Pero las Marshall Islands tienen una carta importante bajo la manga: Bajo un acuerdo de 1986, los 70.000 residentes de las Marshall, debido a sus vínculo militares de larga data con Washington, tienen libertad para emigrar a los Estados Unidos, una opción que se hará más visible a medida que el agua avance sobre las costas de las islas. El debate sobre daños y perjuicios ha sido intenso debido al lenguaje final del acuerdo de París podría requerir que los países desarrollados, primero y principal los estados Unidos, entreguen miles de millones de dólares a los países vulnerables como las Marshall Islands. Los republicanos viejos del congreso desde ya se preparan para una batalla, ellos dicen a favor de los contribuyentes estadounidenses. “Nuestros constituyentes temen que le están solicitando garantías que a los Estados Unidos para fortalecer economías extranjeras a expensas de los trabajadores estadounidenses”, escribieron 37 senadores republicanos el mes pasado. “Ellos también son escépticos respecto a enviar miles de millones ganados con mucho esfuerzo a los gobiernos oficiales de las naciones en desarrollo”. Mr. deBrum se mantiene firme. “Para nosotros no tiene sentido ir a París y regresar con algo que dice, ‘En pocos años, su país estará bajo las aguas’”, dijo Mr. deBrum en una entrevista desde su casa adyacente al mar en Majuro, la capital de las Marshal Islands. “Vemos el daño que ocurre ahora. Tratamos de vencer al mar”. En la batalla global del cambio climático, los lideres de las naciones insulares de tierras bajas vulnerables han buscado por mucho tiempo llamar la atención hacia su clamor. Han realizado eventos simbólicos como un gabinete de reunión bajo el agua, huelgas de hambre y discursos desesperados ante las Naciones Unidas. Esos esfuerzos han tenido poco impacto en las políticas económicas y energéticas que dictan los gobiernos en respuesta al cambio climático. Mientras tanto, Mr. Anej y millones como él enfrentan la realidad de estar estancados ante la desaparición de las costas. “Soy el más viejo, no puedo abandonar a mis padres”, dijo él. “Pero no quiero que mis hijos se hundan aquí”. En el mundo de los grandes negociadores climáticos, sin embargo, Mr. deBrum ha hecho adelantos. Se las arregla para intarr a las reuniones del Major Economies Forum, un grupo de 17 potencias mundiales convocadas por el secretario de estado John Kerry para hablar de política energética más allá de la reunión de París. Él es acreditado ampliamente por introducir o fortalecer puntos cruciales en la versión del acuerdo sujeta a emerger desde París, en particular, por ponerle un precio a la destrucción causada por el cambio climático. Él ha presionado para convocar reuniones cada cinco años después de la reunión de París para discutir la importancia de las políticas internacionales de reducción del carbón. Mr. deBrum nota que el ministro del ambiente de Brasil, uno de los mayores contaminadores de carbón del mundo, ha citado el plan de las pequeñas Marshall Islands para reducir su huella de carbón como una influencia en el ambicioso plan de Brasil por hacer lo mismo. Para Mr. deBrum un planeta recalentado no es abstracto. A medida que aumenta el uso de combustibles fósiles se incrementan los gases que atrapan el calor en la atmósfera, el planeta se calienta, y las sabanas glaciales de Groenlandia y la Antártida se funden en los océanos. Se proyecta que los niveles del mar van a aumentar de 30 centímetros a un metro alrededor del mundo para finales de siglo, según ha concluido una serie de reportes científicos internacionales. La mayoría de las alrededor de mil Marshall Islands, se dispersan sobre 29 atolones de coral estrechos en el Pacífico sur, están a menos de 2 metros sobre el nivel del mar, y solo unas pocas tienen más de una milla de ancho. Para los Marshallenses, el poder destructivo de los mares crecientes es algo a lo que no puede escapar parte de la vida diaria. Los vientos de cambio del calentamiento global han elevado los niveles del mar en el Pacífico sur alrededor de treinta centímetros los últimos 30 años, más rápido que en cualquier parte. Los científicos están estudiando si esos vientos de cambio variables tienen algo que ver con el cambio climático. Pero agregue a este problema un futuro aumento del nivel del mar ocasionado por el cambio climático, y los isleños quienes hoy experimentan inundaciones por oleajes reiterados una vez al mes o dos podrían ver como sus hogares dejan de ser habitables en las próximas décadas. En vecindarios como el de Mr. Anej, luego que las mareas llenas de aguas negras entraron a las casas, la fiebre y la disentería siguieron pronto. En otras islas, el flujo de agua salada ha penetrado y contaminado el suplemento de agua dulce subterráneo. En Majuro, las mareas de inundación deterioraron cientos de hogares en 2013. La escuela primaria cerró por casi dos semanas para alojar familias. Ese año, el aeropuerto cerró temporalmente luego que las mareas inundaran la pista de aterrizaje. Tales dificultades, denunciadas por Mr. deBrum, tienen siognificado en Washington porque lo que ocurra en las Marshall Islands afecta a los Estados Unidos, la política de inmigración, la seguridad nacional y el pago de impuestos. Los dos países tienen una historia complicada. Durante la guerra fría, la milicia de los Estados Unidos detonó 67 bombas nucleares en o próximo a los cercanos atolón Bikini y atolón Enewetak, después de primero reubicar a los isleños de Bikini en diferentes lugares alrededor de las Marshalls. A los 9 años, Mr. deBrum estaba pescando con su padre cuando vio el relámpago de una e las pruebas en el horizonte. “En segundos, el cielo entero se puso rojo, como un tazón de pescado sobre mi cabeza, y sangre sobre él”, recordó él. El trato ofrecía: una puerta abierta a los Marshallenses e isleños de Bikini. Esa ganga ha adoptado comunidades de miles de isleños de Marshallen Springdale, Ark., y Salem, Ore., que huyen de un futuro de inundaciones. Ese acuerdo de 1986 tambien estableció un fondo del gobierno de Estados Unidos para mantener a los isleños de Bikini mientras ellos continúen viviendo en las Marshall Islands. Ahora los isleños de Bikini quieren usar ese fondo para mudarse a los Estados Unidos. En los primeros años de su carrera como oficial público, Mr. deBrum, 70, trabajó como agente diplomático para ayudar a su país a recuperarse del impacto de las pruebas nucleares. Ahora su foco ha cambiado a indemnizar los costos del cambio climático. “Tony ha sido un gran actor en el asunto de daños y perjuicios”, dijo Todd Stern, el principal negociador de cambio climático de Estados Unidos. “Él tiene mucha credibilidad en estas negociaciones”. Como Mr. Obama busca un legado en la política del clima, los oficiales de su administración han animado a Mr. deBrum a poner a las Marshall Islands como un símbolo de los peligros del cambio climático. La administración Obama puede haber favorecido algunos de los esfuerzos de Mr. deBrum, pero se ha quedado corta en respaldo oral que habría mantenido legalmente a los países ricos como responsables de daños y perjuicios. En marzo, Mr. deBrum recibió a Esther Kia’aina, la oficial de la administración Obama quien supervisa la relación del gobierno con los isleños, le mostró el impacto del aumento del nivel del mar en su país. Y el mes pasado en Washington, se reunió con miembros del congreso, les solicitó que apoyaran la petición de los isleños de Bikini. Los esfuerzos están mostrando algunos resultados. El 20 de octubre, Ms. Kia’aina envió una carta al congreso, pidiendo a los legisladores pasar una cuenta que permitiría a los isleños de Bikini reestructurar los términos de su fondo para mudarse a los Estados Unidos. En asuntos de defensa, el valor estratégico de las Marshall Islands para los Estados Unidos ya no descansa en el territorio de pruebas nucleares en el Pacífico sino en Kwajalein, el atolón más grande las Marshall, el cual es el escenario del Ronald Reagan Ballistic Missile Defense Test Site. Los 1.200 estadounidenses que viven en la base lanzan misiles, operan programas de armas espaciales y siguen las investigaciones de la NASA, apoyados por un presupuesto anual de 182 millones de dólares. Cerca de 900 trabajadores Marshallenses toman un ferry en la base todos los días para apoyarlos. El Pentágono, el cual tiene un contrato de inquilinato en Kwajalein hasta 2066, ha comisionado estudios científicos sobre el impacto que tendrá el aumento de los niveles del mar en la misión de la base. En 2008, un flujo de marea inundó la base y destruyó todos los suplementos de agua dulce de la isla. Los militares respondieron con máquinas costosas desalinizadoras y rompeolas de riprap, un granito fortificado usado en ingeniería hidráulica. Ese es el tipo de adaptación que Mr. deBrum quiere ver en las islas donde su gente vive, y eso no sería barato. Entre los términos más contenciosos a ser negociados en Paris estará un pliego, presentado durante la reunión de cambio climático de 2009 en Copenhagen por Hillary Clinton, la secretaria de estado para entonces, según el cual los países ricos movilizarían 100.000 millones de dólares anualmente en 2020 para ayudar a los países pobres a controlar sus emisiones de gases de invernadero y adaptarse a los impactos del cambio climático. Los países ya han establecido un “Green Climate Fund” para recibir contribuciones. Mr. Obama ha realizado una donación inicial de 3000 millones de dólares por parte de Estados Unidos. “Estaremos entre los primeros 15 paises en la cola”, dijo Mr. deBrum. Él vislumbra elevar las ciudades Marsahallenses tanto como 3 metros, y construir nuevos sistemas de drenaje. “Eso nos podría garantizar al menos 20 años”, dijo él. Por el momento, en Majuro, la capital de Marshall Islands, la adaptación al aumento del nivel del mar, es de baja tecnología. En el vecindario de Jenrok, un cementerio cercano al mar ha sido erosionado por las olas crecientes, alrededor de diez filas de urnas y lápidas han sido arrastradas hacia el mar. Para adaptarse, los Marshallenses sepultan sus muertos en tumbas de concreto sobre la tierra, pero las olas crecientes han empezado a mover esas también. En el extremo occidental de Majuro, en la comunidad de Laura, los granjeros como Kakiana Ebot cultivan fruta de pan para vender en el mercado central de la isla. Pero el árbol de fruta de pan de Ms. Ebot recientemente se pudrió y murió, dijo ella, víctima de la saturación del suelo con agua salada y el rocío de agua salada en las hojas, dice ella. Con la pérdida del árbol, dijo ella, viene la pérdida de cerca de 30 dolares diarios por la venta de la fruta. En una granja administrada por el gobierno, Steve Lipton, un oficial de producción de cultivos del ministerio de agricultura de las Marshall Islands, está experimentando con híbridos resistentes a la sal de cultivos como taro y cassava. “hacemos el suelo más salado y vemos que sobrevivirá, porque sabemos que empeora la situación”, dijo él. En reuniones internacionales, desde el Major Economies Forum hasta la asamblea general de las Naciones Unidas, Mr. deBrum habla frecuentemente de la muerte del cultivo de fruta de pan en su isla, para ilustrar la sorprendentes pero concretas maneras en que el incremento de los niveles del mar está afectando vidas y crecimiento económico. Pero todo este despliegue diplomático, la defensa de Mr. deBrum de una pequeña nación insular devorada por un vasto océano no siempre es escuchada. En una conferencia reciente convenida para discutir el acuerdo de París, el ministro del ambiente Prakash Javadekar de India escuchó sus puntos, entonces respondió bruscamente, “¿Y qué?” Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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