martes, 24 de marzo de 2015
En Francia, un cambio de bebés pone a prueba el amor de una madre.
Maia de la Baume, 24-02-2015. The New York Times.
Grasse, Francia.- Cuando Sophie Serrano finalmente cargó a su hija, Manon, en sus brazos luego que la recién nacida, que sufría de ictericia, había sido tratada con luz artificial, ella echó la cabeza hacia atrás ante los tupidos bucles de cabello.
“No lo había notado antes y me sorprendí”, dijo la señora Serrano en una entrevista en su hogar al sur de Francia, cerca de la Costa Azul.
La señora Serrano, hoy de 39 años, se estremeció de nuevo un año después, cuando notó que el cabello de su bebé había crecido ensortijado y el color de su piel era más oscuro que el de ella o sus padres. Pero su amor por la niña fue mayor que cualquier duda. Aún cuando su relación varió, en parte, dijo ella, por las sospechas de su pareja, ella asumió el riesgo y se hizo cargo de la niña hasta que la prueba de paternidad realizada más de 10 años después mostró que ni ella ni su pareja eran los padres biológicos de Manon. La señora Serrano descubrió después que la enfermera había cambiado los niños accidentalmente y los entregó a las madres equivocadas.
La historia tuvo titulares en Francia por primera vez este mes, cuando una corte sureña ordenó a la clínica de Cannes donde los niños fueron cambiados, así como a la compañía de seguros, pagar un total de 1.88 millones de euros, o 2.13 millones de dólares a las familias. El dinero, dijo la señora Serrano, repararía “un daño invalorable” y pondría fin a 12 años de juicio.
Los cuentos de recién nacidos intercambiados tienden a multiplicarse en la cultura popular, más recientemente en la serie televisiva de ABC Family “Switched at Birth”, en la cual dos muchachas adolescentes se enteran que fueron intercambiadas por error en un hospital y sus familias tratan de convivir por el bienestar de las muchachas.
Pero la historia de Manon y su madre accidental se presenta más complicada de lo que cualquier ficción podría anticipar, al enfrentar las premisas más entrañables del compromiso maternal.
El amor de la señora Serrano por Manon, dijo ella, aumentó luego de enterarse que la muchacha no era su hija biológica. Ella dijo también, luego de conocer a la muchacha que ella había parido, que no sentía ninguna conexión particular con ella.
“No es la sangre la que hace la familia”, dijo la señora Serrano. “Lo que hace una familia es lo que construímos juntos, lo que nos decimos. Y he creado un vínculo maravilloso con mi hija no biológica”.
La decisión de la corte terminó el largo calvario de la señora Serrano por obtener reconocimiento de daños y perjuicios por la negligencia de la enfermera. Esto también la ayudó, dijo ella, a silenciar aquellos vecinos y otras personas que la acusaron por su falta de instinto maternal y la criticaron por su incapacidad para identificar a su verdadera hija.
“Luego de cuatro días, ¿Cómo no puedes reconocer a tu bebé?” Declaró al periódico Le Figaro, Sophie Chas, la abogado de la clínica. “Podemos entender eso cuando se trata de un segundo, un día, dos días. Pero ¿10 años? Las madres pueden haber estado involucradas en crear la situación”.
La señora Serrano contesta tal incredulidad señalando que ella tenía 18 años en ese momento y que Manon, ahora de 20 años, fue su primera hija. “Nunca pude haber imaginado ese escenario”, dijo ella.
Cuando la señora Serrano parió, el bebé presentó ictericia neonatal y casi inmediatamente fue colocada en una incubadora. Debido a una escasez de cunas, una enfermera colocó a la bebé desnuda en la misma cuna con otra bebé desnuda.
Daniel Verstraete, el abogado de la otra familia, la cual rechazó hablar públicamente del caso, dijo que sólo una de las dos bebés tenía una tarjeta de identificación, la cual “pudo haberse caído”.
Cuando Manon fue entregada a la señora Serrano luego del tratamiento, madre e hija habían pasado muy poco tiempo juntas. La señora Serrano notó que el cabello de la bebé era más grueso, pero dijo que fue persuadida a sacarse eso de la mente.
“La enfermera dijo que las luces del tratamiento de fototerapia habían hecho crecer el cabello de la bebé”, dijo la señora Serrano. “Le creí al personal médico. Yo era joven, no era capaz de cuestionar su competencia”.
La otra madre, también de 18 años en aquel momento, le preguntó a otra enfermera porqué a su bebé le faltaba cabello. A ella le explicaron que la fototerapia pudo haberle recortado el cabello.
“Mi cliente no se hizo preguntas”, dijo el señor Verstraete. “Un intercambio de bebés era impensable. Ella no reaccionó porque la autoridad médica le dijo que no se preocupara”.
La señora Serrano, quién vivía con su pareja en una pequeña villa cerca de Grasse, crió a su hija mientras enfrentaba la creciente sospecha de sus vecinos de que Manon, tan diferente físicamente a sus padres, podría ser “la hija del cartero”.
La relación colapsó eventualmente, en parte, dijo la señora Serrano, porque su pareja también sospechaba y rechazaba hacerse cargo de Manon. Cuando se separaron, su pareja demandó una prueba de paternidad, diciendo que él no quería pagar la manutención de una niña que no consideraba propia.
“Yo creía que una prueba de paternidad sería un alivio para ambos”, dijo la señora Serrano.
Por el contrario, la prueba reveló que Manon, de 10 años para el momento, no era su hija, pero tampoco de la señora Serrano.
“Eso tuvo el efecto de un tsunami”, dijo la señora Serrano. “Sentí una tremenda ansiedad, la peor ansiedad que una pueda sentir en la vida”.
“De pronto”, añadió ella, “te enteras que no sabes donde está la niña que trajiste al mundo. Me preguntaba como podía encontrar a mi hija. Y de inmediato recordé el episodio del cabello de la bebé”.
Para encontrar a quién había sido entregada su hija biológica, la señora Serrano introdujo una demanda civil contra la clínica en 2010. Los investigadores policíacos descubrieron que los padres biológicos de Manon era una pareja Creole de la isla de La Réunion, un territorio francés en el océano Índico, quienes, vivían ahora a pocas millas de distancia.
“Cuando los conocí, noté lo mucho que me parecía a ellos”, dijo Manon, una mujer joven de ojos grandes que estudia gerencia en una escuela técnica cercana. “Pero estaba sentada frente a unos completos extraños, y no sabía que posición tomar”.
Sus padres biológicos son trabajadores modestos quienes criaron a su propia hija, la niña que parió la señora Serrano, “en la austeridad”, dijo el señor Verstraete, su abogado.
“La madre se levantaba cada mañana pensando que nunca había sido capaz de reconocer a su hija”, añadió él. “No es una herida física. Es un sufrimiento moral que nunca terminará”.
Las familias se vieron en varias ocasiones, durante las cuales Manon exploró sus orígenes Creole. Pero los padres e hijas tenían dificultades para construir cualquier conexión, y eventualmente dejaron de verse. Al final, luego de alguna discusión, ambas familias prefirieron mantenerse con las hijas que habían criado, antes que encargarse de sus hijas biológicas.
“Comprendí que éramos muy diferentes, y que no veíamos la vida de la misma forma”, dijo la señora Serrano. “Mi hija biológica se parecía a mí, pero de pronto noté que había parido a una persona que no conocía, y ya no era la madre de esa niña”.
En un día reciente, la señora Serrano y Manon se sentaron en la mesa del comedor de su moderno apartamento en Grasse para almorzar.
La señora Serrano dijo que se estaba recuperando de años de depresión. Está desempleada y tiene otros dos niños de otra relación luego de separarse. Su físico frágil y naturaleza reservada contrastaba el carácter extrovertido y la complexión atlética de Manon.
Ninguna de las dos mujeres dijo como gastarían el dinero del juicio, pero Manon dijo que soñaba con establecerse en Bretaña y seguir una carrera gerencial.
“La historia de mi nacimiento me ha hecho más fuerte”, dijo Manon mientras comía papas fritas en una caja anaranjada de comida rápida. Ella encontró equilibrio, dijo, mediante la terapia, el amor de su madre y su propio pragmatismo “profundamente engranado”.
“Trato de nunca dejar nada al azar”, dijo ella con una sonrisa. “Ahora hasta trato de anticipar lo impensable”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
lunes, 16 de marzo de 2015
El monstruo en la calle
La vespertina martillaba los crespones nocturnos cuando la mirada se te resbaló por la ventana. El motor del bus tronaba cual ráfaga de gas en un campo de concentración. Mil veces te preguntabas ¿Hasta dónde llega esta prisión?
Cada mañana las colas por alimentos semejaban los ríos de personas que un día a la semana clamaban por una tableta de soylent verde en la película “Cuando el destino nos alcance”. Cada día escuchabas y leías una “realidad” inversa a la que vivías en la calle y padecías en el trabajo. Parecías personaje de 1984 (George Orwell), con tantas citas, evidencias y audios del “Gran hermano”.
Si tratabas de interpretar la realidad eras sospechoso, a medida que mostrabas diferencias de punto de vista, te salían escamas y tus ojos se estiraban hasta convertirse en expresiones malignas.
Casi revientas el vidrio con la mirada, cada respiración profunda intentaba enviar un comando para detener el bus. Desde la penumbra saltó una franela blanca mangalarga, los brazos que bien pudieran servir para lanzar cestas triples de baloncesto, forcejeaban con el tronco enjuto de una mujer que podría ser su madre. Las manos que podrían interpretar “El Catire” de Aldemaro Romero al piano, arrancaron la cartera del hombro y bataquearon a la mujer contra la acera. Las piernas enfundadas en bluejeans desarrollaron una pasmosa carrera digna de nueva marca en los 100 metros planos.
Lo que más te dolía, era que luego de todos los gritos, las miradas afiladas, los epítetos, todo regresaba a la “normalidad”. Sabías que el baloncetista, pianista y atleta, seguiría campante haciendo sus exhibiciones, retratado en las oficinas, despachos o instancias inexistentes para recibir denuncias, y que en pocos minutos ese episodio sería otro acto desestabilizador ante la versión oficial.
Alfonso L. Tusa C.
viernes, 6 de marzo de 2015
Carta desde Berlín. El ultimo juicio. Una bisabuela, Auschwitz, y el arco de la justicia.
Elizabeth Kolbert. The New Yorker. 16-02-2015
Oskar Gröning, a quien se ha conocido como “el contador de Auschwitz”, nació el 10 de junio de 1921, en Nienburg, un pueblo alrededor de treinta millas al sur de Bremen. Su padre, un trabajador textil, era un feroz nacionalista alemán y miembro de Der Stahlhelm (el casco de acero), un grupo paramilitar que se oponía al Tratado de Versalles y al gobierno de Weimar. Mientras Gröning crecía, su familia vivía al lado de una ferretería cuyo dueño era judío. Gröning solía jugar metras con la hija del dueño de la ferretería, Anne. Cuando los nazis estaban llegando al poder, aparecieron los piqueteros frente a la ferretería con una pancarta que decía: “¡Alemanes, no le compren a los judíos!” Gröning continuó jugando metras con Anne, solo que ahora en el patio antes que en la calle. A la edad de 12 años, él se unió a la liga juvenil de Stahlhelm. Amaba los uniformes y la música militar.
Un estudiante indiferente, Gröning se graduó en la secundaria en 1938 y fue a trabajar en un banco local de ahorros. Se hizo miembro del partido nazi cuando empezó la guerra, y entonces, poco después, fue voluntario del Waffen S.S. Él había visto fotos de hombres S.S. en revistas y pensaba que lucían muy bien.
“Fue un entusiasmo espontaneo, ganas de no querer ser el último del juego, cuando todo había terminado prácticamente”, recordó más de seis décadas después, cuando le preguntaron por su decisión de firmar. Un fotógrafo de Gröning en ese período, muestra a un hombre joven de cara plácida usando anteojos de montura metálica y una gorra adornada con un águila y un cráneo.
Quizás debido a su experiencia bancaria, la primera asignación de Gröning con la S.S. fue trabajar en una oficina de nómina. Desde allí fue transferido a Auschwitz. Una vez más su asignación estaba relacionada con un banco. Los prisioneros, llevaron con ellos todo tipo de dinero; el trabajo de Gröning clasificarlo y enviarlo periódicamente a Berlín.
“Vi prácticamente todas las monedas del mundo”, recordó él una vez. “Las ví desde la lira italiana, hasta la peseta española hasta las monedas húngara y mexicana, desde lo dólares hasta la libra inglesa”.
Gröning sabía que los prisioneros habían ido a morir a Auschwitz. Esto no lo molestaba mucho. Los judíos, como le habían enseñado desde sus días en la liga juvenil Stahlhelm, eran el enemigo. Ellos estaban conspirando contra Alemania y tenían que recibir su merecido. De las cámaras de gas, dijo que eran solo “una herramienta de guerra, una guerra con métodos avanzados”. Pero le molestaban ciertas cosas que vio. Un día, él estaba estacionado en la rampa de Auschwitz, donde pasaban en grupos los prisioneros que llegaban. Cuando terminó el proceso, el lugar, parecía “un basurero. Había grandes cantidades de desperdicios. Y entre estas había personas enfermas que no podían caminar”. Un niño yacía en la rampa. Un guardia haló al niño por las piernas, y “cuando este gritó como un pollo enfermo, ellos lo golpearon contra el costado de un camión, para que se callara”. Gröning se quejó ante su supervisor. Si había que eliminar a los judíos, “entonces por lo menos debían hacerlo dentro de cierto marco de disciplina”. Los oficiales le aseguraron que tales “excesos eran la excepción”. Llegó un punto cuando Gröning solicitó una transferencia. Su solicitud fue negada. Finalmente, hacia finales de 1944, fue asignado a una unidad de combate activo, que fue enviada a pelear en la batalla de Bulge. Gröning recibió un balazo en el pie, y pocos meses después fue arrestado por los Aliados. Pasó dos años en Bretaña como prisionero de guerra.
De vuelta en Alemania, en 1948, Gröning retomó su vida más o menos donde la había dejado. Se había casado durante la guerra; en 1950, tenía dos hijos. Le dijo a su esposa que no quería responder preguntas relacionadas a su servicio, y su esposa, quién había sido líder de las muchachas de la juventud hitleriana, no quería preguntar ninguna. Gröning consiguió trabajo como oficinista en una fábrica de vidrio y eventualmente se convirtió en el gerente del departamento de recursos humanos.
Él se jubiló a mediados de los años ’80, y fue entonces cuando algo cambió, o tal vez se rompió, para él. Un filatelista devoto, conoció a un amigo coleccionista de estampillas quién, resultó ser un negador del Holocausto. El coleccionista le dio un panfleto titulado “La Mentira de Auschwitz”. Gröning se sintió afectado hasta el punto de suponer que las supuestas “mentiras” fuesen verdad; todos los horrores que se dijo habían tomado lugar en Auschwitz habían de hecho ocurrido. Él debía saberlo, porque estuvo ahí. Gröning envió el panfleto de vuelta al coleccionista, con sus comentarios. Pocos meses después, los comentarios aparecieron como una carta al editor en una revista de extrema derecha. Gröning, el antíguo Nazi, comenzó a recibir llamadas telefónicas de neo-Nazis alterados.
Gröning decidió escribir una crónica de lo que él había visto. Sacó copias del manuscrito y las entregó a sus hijos. El mayor no le respondió. El menor le devolvió su copia con preguntas en los márgenes. Gröning reescribió la crónica. Revisó el manuscrito por veinte años. Mientras tanto, en 2003 y luego en 2004, él concedió largas entrevistas a la BBC. En 2005, concedió otra larga entrevista, que se extendió por más de cinco horas, a la revista alemana Der Spiegel. (Estas entrevistas son la fuente de las palabras de Gröning y también de los pensamientos y sentimientos que le he atribuído).
En 2013, él concedió una entrevista breve al HannoverischeAllgemeineZeitung. “No me siento culpable”, dijo él, “porque no le di a nadie más que una cachetada”.
Gröning ahora tiene noventa y tres años. Es viudo y tiene dificultades para caminar. Hace pocos meses, él fue acusado con trescientos mil cargos de complicidad en homicidio. Su juicio a realizarse en la ciudad de Lüneburg, está supuesto a iniciar en abril.
“El arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia”. Así dice la famosa frase de Martin Luther King Jr., esa es una manera de darle sentido al interludio de setenta años entre el final de la guerra y la prosecución de Gröning. Esto, al menos, fue el pensamiento que tuve cuando leí por primera vez sobre los cargos presentados contra él en septiembre pasado. En ese momento me preparaba para un viaje a Berlin, para asistir a la erección, o mejor dicho empotramiento de un pequeño memorial, conocido como Stolperstein, en honor a la madre de mi abuelo, quien fue asesinada en Auschwitz. Probablemente, pensé, ella había llevado sus últimos marcos con ella cuando fue deportada, lo que significaba que aquellos billetes habían pasado de sus manos a las de Gröning. Era un tipo de conexión entrañable, desde ella até otros cabos. Como Gröning, mis abuelos hablaban muy poco de la guerra, aunque hablaban de todo lo demás: la niñez de mi abuelo en un pueblo pequeño cercano al Oder; el entorno más cosmopolita de mi abuela en Grünewald; los años previos a la guerra, los cuales mi abuelo pasó tutoreando estudiantes de leyes (se enorgullecía de reportar que entre ellos estaba el nieto del Kaiser Wilhelm); los difíciles primeros meses en Nueva York, cuando mi abuela limpiaba casas enfundada en las pieles que había traído desde Alemania. No sé porque mi bisabuela se quedó rezagada cuando mis abuelos emigraron. Era muy difícil preguntar mientras mi abuelo estaba vivo, ahora está muerto. También mi abuela.
Cuando los alemanes discuten la segunda Guerra mundial, a menudo lo hacen en términos de generaciones. Hay la generación Tater, o generación de los perpetradores, quienes ejecutaron la guerra. Esta es la generación de Gröning y la de mis abuelos, excepto que en su caso, en vez de Tater, ellos se convirtieron en refugiados. Entonces está la generación zweite. Estos son los niños de la guerra, los hijos de Gröning, y en cierto sentido, mi madre, quién nació en Berlin. La generación zweite, también está envejeciendo, y el poder ahora está pasando a la generación dritte, la cual es como decir los nietos de los perpetradores.
El esfuerzo de enjuiciar a los criminales de guerra nazis, si esa es la palabra apropiada, también se divide de manera rústica en tres. La fase inicial fue la descrita en el cine. Los villanos eran demoníacos, la retórica incandescente, y al final apareció el giro satisfactorio del nudo del ahorcado. En el primer juicio de Nuremberg, el cual fue desarrollado frente a cuatro jueces, uno de Francia, otro de Bretaña, otro de Estados Unidos y otro de la Unión Soviética, doce lideres nazis, incluyendo al comandante de Luftwaffe, Hermann Göring, y el ministro de asuntos foráneos del tercer Reich, Joachim von Ribbentrop, fueron sentenciados a muerte. (El secretario de Hitler, Martin Bormann, fue sentenciado en ausencia; luego se descubrió que había muerto en los días finales de la guerra). Göring se suicidó antes de ser ejecutado. El resto fue ajusticiado. Sus cuerpos fueron cremados y sus cenizas esparcidas en el rio Isar. Los Estados Unidos efectuaron una docena más de juicios a oficiales de alto rango en Nuremberg, estos resultaron en doce sentencias adicionales de muerte y 85 regímenes de prisión.
La fase siguiente involucraba a nazis de bajo rango, aquellos que habían sido responsables de los asuntos diarios de exterminación. Había que trazar una línea entre inocente y culpable. Pero ¿Dónde? ¿Iba cada soldado que había trabajado en cada uno de los campamentos, o que hubiese pasado ronda a los prisioneros que les eran enviados, a ser procesado como criminal? En su entrevista con el periódico de Hannover, Gröning argumentó que si alguien como él iba a ser procesado, “entonces ¿Dónde se detendrán? ¿No tendrían también que sentenciar al ingeniero que manejó los trenes hacia Auschwitz? ¿Y a los operadores de las torres de control?”
Por lo menos en el occidente, la dificil tarea de trazar la línea se la dejaron a los propios alemanes. Decir que fallaron es ser generosos. Un periodista llamado Ralph Giordano, cuya familia medio judía pasó mucho tiempo de la guerra escondiéndose en un sótano, una vez llamó a este el país de zweiteSchuld, de la “segunda culpa”. Así como los alemanes normales se hicieron de la vista gorda durante el Holocausto, después ellos se hicieron de la vista gorda cuando los que lo ejecutaron salieron impunes. En los años siguientes a la guerra, los antíguos nazis encontraron trabajo en el servicio civil y también, en muchos casos, en prominentes oficinas políticas. Una lista publicada hace pocos años por el Ministerio Alemán del Interior muestra que, en los primeros años de la Bundesrepublik, los oficiales del gobierno que habían sido miembros de las organizaciones nazi incluían por lo menos veinticinco miembros del gabinete y un presidente. Hans Globke, uno de los principales asistentes del primer ministro de estado de posguerra de Alemania Occidental, Konrad Adenauer, había ayudado a darle forma a las leyes raciales del tercer Reich. (En referencia a Globke, Adenauer supuestamente dijo, “No se bota el agua sucia cuando no se dispone de ninguna limpia”).
No fue hasta 1958 cuando Alemania Occidental creó una oficina central para investigar los crímenes cometidos durante la guerra. La misma no disponía de poder ejecutorio, todo lo que podía hacer era referir casos al distrito procesal. Entretanto la jurisprudencia alemana, que también estaba llena de antíguos nazis, decidió atar sus propias manos.
Se comenzó por tomar una decisión crucial para dejar de lado el cargo de genocidio. El término había sido ideado para describir el Holocausto por Raphael Lemkin, un refugiado polaco quien asesoró a los prosecutores norteamericanos en Nuremberg. Con la adopción de la Convención de Genocidio de las Naciones Unidas en 1948, muchas naciones usaron el lenguaje de Lemkin para establecer estatutos que catalogaran expresamente las atrocidades nazis. Pero los juristas alemanes rechazaron hacer uso de la categoría. Eso era, argumentaron, legalmente irrelevante, porque cuando ocurrieron las atrocidades, todavía no existían los estatutos contra el genocidio. Igual ocurrió con “los crímenes contra la humanidad” otra construcción legal de posguerra. Aplicar las leyes con retroactividad, alegaron los juristas, sería repetir los pecados de los nazis, quienes habían reescrito el código legal cada vez que este los complicaba.
Si “genocidio” y “crímenes contra la humanidad” no estaban disponibles, entonces los cargos de asesinato a la antígua todavía eran una opción. Después de todo, millones de personas habían sido despanzurradas. Pero la jurisprudencia alemana estaba renuente a seguir este camino. En 1962, una decisión clave de la corte de apelaciones más grande del país mantuvo que los que actuaron “bajo la influencia de propaganda política o debido al poder de la autoridad” no debían ser considerados culpables de homicidio, mientras no “exhibieran los impulsos” caracterizados por la “criminología patrón”. Un hombre de la S.S.quien disparara en la cabeza a cientos de judíos o asfixiara a miles con gas Zyklon B, no estaba, según esta decisión, cometiendo asesinato porque actuaba siguiendo ordenes superiores.
El efecto buscado con todo esto era trazar una línea entre culpa e inocencia obscenamente cercana a la que habían trazado los nazis. En Auschwitz, Belzec y Treblinka, el asesinato requería un sadismo que iba más allá del protocolo del campamento.Y aún en estos casos, esos llamados Exzesstater, las cortes dudaban. ¿Cómo se esperaba que un prosecutor recreara un caso cuando los testigos, así como las víctimas, habían sido exterminados? En 1974, un comandante de Auschwitz llamado Willi Swatzki fue llevado a juicio por haber participado en el asesinato de cuatrocientos niños húngaro-judíos, quienes fueron lanzados a una fosa y quemados vivos. (El suplemento de Zyklon B del campamento se había agotado). Sawatzki salió exento luego que el testigo clave de la prosecución fuese declarado incompetente para testificar.
Aproximadamente un millón de judíos fueron asesinados en Auschwitz, y junto a ellos por lo menos cien mil prisioneros polacos, romanos y soviéticos. De acuerdo a Andreas Eichmuller, un historiador alemán de Munich, seis mil quinientos miembros de S.S. quienes sirvieron en el campamento sobrevivieron la guerra. De estos, menos de cien llegaron a comparecer alguna vez en las cortes alemanas por sus crímenes, y solo cincuenta fueron convictos.
Dada esta historia, Gröning tuvo poco miedo de hacerse público. Después de todo, el no le había, como lo dijo, hecho daño a ningún prisionero mas que “una cachetada”. Lo que no previó, y lo que nadie más hizo, fue que habría una tercera fase de prosecuciones.
Esta fase comenzó con el juicio de John Dermjanjuk, o, para ser más precisos, con su segundo juicio. Juicio número 2, que fue realizado en Munich, comenzó en 2009 y duró casi dos años. Este es tema de un libro por aparecer, “TheRightWrongMan: John Dermjanjuk y el ‘Last Great Nazi War-Crimes Trial’” de Lawrence Douglas, un profesor de Amherst College (y un viejo amigo mío). Como Douglas, un estudioso de los crímenes de guerra, lo relata, el caso es un evento clave en la historia legal y también el acto final de una comedia muy negra.
Dermjanjuk nació un año antes que Gröning, en un pequeño pueblo de Ucrania. Fue reclutado por el ejército rojo en 1940 pero no se presentó, porque su familia era tan pobre que carecía del requisito de dos pares de ropa interior. Fue llamado de nuevo el siguiente año. En esta ocasión, como acota Douglas, la Unión Soviética había sido invadida, y “a nadie le importó lo e su ropa interior”. En 1942, Dermjanjuk fue capturado por los alemanesen Crimea, y se convirtió desde un enemigo del Reich hasta uno de sus hombres de confianza. Él se convirtió en miembro de una suerte de cuerpo auxiliar de la S.S., el cual estaba formado por colaboradores de Europa oriental, y fue enviado a trabajar como guardia en Sobibór, un campamento de exterminio en Polonia oriental. En Sobibor, fueron asesinados más de ciento cincuenta mil judíos en el transcurso de dieciocho meses. En algún lugar de ese trayecto, Dermjanjuk, como Gröning, recibió un tatuaje de tipo sanguíneo en la cara interna de su brazo izquierdo.
Después de la guerra, Dermjanjuk pasó varios años como una persona desplazada, rebotando de campamento D.P. a otro. Cuando la guerra fría llevóa a Estados Unidos a revisar su política en favor de los solicitantes detrás de la cortina de hierro, él se convirtió en beneficiario. En 1952, se mudó a Ohio y consiguió trabajo en una planta de la Ford. En 1958, se convirtió en ciudadano de Estados Unidos y americanizó su nombre, lo cambió de Iván a John. Él vivió con su esposa y tres niños en los suburbios de Cleveland hasta que de nuevo intervino la guerra fría.
Para mediados de los años setenta, se había hecho evidente que muchos refugiados aparentemente inocentes quienes habían sido admitidos en Estados Unidos, era, de hecho, cualquier cosa menos eso. En un caso particularmente infame, Hermine Braunsteiner Ryan, una ama de casa que vivía en Queens, fue descubierta como la Stomping Mare of the Majdanek campo de concentración, una guardia conocida por patear brutalmente a los prisioneros con sus botas. (Cuando Joseph Lelyveld, entonces un joven reportero del Times, llegó a la puerta de Braunsteiner Ryan, la reacción de esta fue “Este es el fin de todo para mí”. Los soviéticos, como escribe Douglas, vieron la situación como una oportunidad. En 1975, ellos entregaron a un periódico ucraniano-americano una lista de criminales de guerra que vivían en Estados Unidos. En esa lista estaba Ivan Dermjanjuk.
El Servicio de Inmigración y Naturalización comenzó a hurgar en el pasado de Dermjanjuk. En el formato que había llenado como D.P., Dermjanjuk había omitido mencionar su empleo como guardia de un campamento. Pero había anotado el pueblo de Sobiborcomo su lugar de residencia durante la mayor parte de la guerra. Como el único negocio del pueblo durante aquellos años había sido exterminar judíos, eso era muy sospechoso.
Los eventos que siguieron pudieron haber sido escritos por los hermanos Cohen. Varios sobrevivientes del Holocausto a quienes mostraron fotografías de Dermjanjuk le dijeron a los investigadores que lo reconocían, aunque , realmente lo confundieron. Dermjanjuk se parecía a otro Iván, quién había sido guardia cien millas al norte, en Treblinka. Ese Iván había sido tan fanáticamente salvaje que los prisioneros lo llamaban Iván el terrible. A Dermjanjuk le quitaron la ciudadanía estadounidense y lo extraditaron a Israel donde le esperaba un juicio.
A través de su juicio en Jerusalen, Dermjanjuk, mantuvo que nunca había estado en Treblinka. Además clamaba, que nunca había estado en Sobibor, este era solo un nombra que había sacado de un mapa. “Si realmente hubiera estado en ese terrible lugar, ¿habría sido lo suficientemente estúpido para decirlo?” preguntó. Tomando en cuenta los vívidos testimonios de los sobrevivientes de Treblinka, “Llevo este demonio conmigo; lo veo en todas partes”, dijo uno, Dermjanjuk fue convicto y sentenciado a muerte. “La última persona que había sido ejecutada en Isarael era Adolf Eichmann, en 1962). Como el caso era capital, conllevó una apelación automática, que debió haberse desvanecido, pero no fue así. Mientras la apelación prosperaba, la Unión Soviética colapsó, con lo cual se hicieron disponibles vastos archivos de documentos de guerra. Entre estos papeles había clara evidencia de que Dermjanjuk había trabajado como guardia en Sobibor, así como en otros dos campamentos, Majdanek y Flossenbürg. Un campamento donde no había trabajado era Treblinka. En 1993, la Corte Suprema Israelí conmutó su condena.
Desde entonces, Dermjanjuk fue efectivamente un hombre sin país. Le fue permitido regresar a Estados Unidos, solo para ser privado de su ciudadanía una vez más y deportado a Alemania donde fue enjuiciado de nuevo, esta vez como persona. Dermjanjuk no pudo ser ligado a ninguna muerte particular o actos de crueldad. Para 2009, virtualmente todos los testigos que podrían haber sido capaces de ubicarlo en Sobibor estaban muertos. Dermjanjuk quién pasó la mayor parte del juicio acostado en un a camilla o apoyado en una silla de ruedas, algunas veces parecía estar muerto, escribe Douglas. Se asumía ampliamente que el suyo sería el último juicio nazi, y que, como muchos otros anteriores, terminaría con errores.
“Es enteramente confuso como alguien que conozca el sistema legal alemán pueda esperar que condenen a Dermjanjuk con esta evidencia”, observó poco después que empezara el proceso Christian Rüter, experto alemán en crímenes de la era nazi. En mayo de 2011, Dermjanjuk fue convicto de veintiocho mil sesenta cargos de complicidad en asesinato.
Mucho de lo que sé de mi bisabuela salió de una caja. Luego de la muerte de mi abuela en 2009, mi abuelo había fallecido una década antes, fui con mi madre a la casa de mis abuelos en Flushing, Queens. Allí, en un cuerpo de gavetas, encontramos cajas llenas de papeles viejos. Uno de estos era una carta muy elegante y amable, fechada el 22 de julio de 1933, informando a mi abuelo, quién había estado trabajando como juez en Berlin, que el había sido “jubilado”. Esto era “debido a la ley de Restauración del Servicio Civil Profesional”. (La ley, publicada el 7 de abril de 1933, prohibía a todos los judíos, excepto los que habían servido en la primera guerra mundial, tener trabajos gubernamentales).
Otro era una copia de una carta de la División de Inteligencia Militar del Departamento de Guerra de Nueva York, agradeciendo a mi abuelo por el material que él había “prestado cordialmente”. Mi abuelo había enviado a la división algunos calendarios que había traído cuando emigró; estos contenían fotografías de paisajes alemanes que él pensó podrían ser útiles a los militares estadounidenses para escoger blancos de bombardeo. Había cartas que mi abuelo había intercambiado con el Servicio de Custodia Aereo de Nueva York, él estaba molesto por no poder servir como custodio, porque el capitán de su distrito de Queens lo había catalogado como “un extranjero de nacionalidad enemiga”, y cantidades de páginas de correspondencia legal. (En Nueva York, mi abuelo regresó a la escuela de leyes para obtener el grado). Entre los papeles tamaño oficio y carta había varios papeles pequeños, del tamaño de una tarjeta de citas. Estos eran mensajes que mi bisabuela había enviado durante la guerra, a través de la Cruz Roja alemana. Mi abuelo era su único hijo, y luego que había enviudado, en 1929, ella se había mudado a Berlin para vivir con él. La notas estaban tipeadas en un formato que decía Höchstzahl 25 Worte! (“¡Máximo 25 palabras!”) Los mensajes de mi bisabuela usualmente contenían exactamente ese número.
“Estoy pensando en ustedes mucho tiempo”, leía uno en parte. “Rezo a Dios para verlos de nuevo”.
“Aún sin noticias de ustedes a pesar de mis cartas mensuales”, lamentaba otro.
“¡Amados niños!”, decía un tercero. “Pienso mucho en ustedes. Estoy muy sola”.
Las notas estaban firmadas “Franziska Sara Maass”. El segundo nombre de mi bisabuela no era Sara. Otra invención legal nazi era la Ley de Alteración de Nombres y Apellidos, la cual obligaba a los judíos con primeros nombres de origen “no judío” a tomar uno adicional, Sara para las mujeres, Israel para los hombres.
Todos los mensajes de mi bisabuela estaban fechados entre marzo y octubre de 1942. El 14 de diciembre de ese año, ella, junto a otras ochocientas diez personas de Berlin y pueblos vecinos, fue puesta en un tren de transporte rumbo a Auschwitz. En el registro del transporte, ella fue catalogada asarbeitsfähig, o capaz de trabajar. Tenía 62 años de edad.
Después de eso, por supuesto, no hubo más mensajes de 25 palabras. Pero mi abuelo aún tenía esperanzas de que estuviera viva. El 5 de mayo de 1945, tres días antes del V-E Day, él envió dos cartas casi idénticas al departamento de estado de Estados Unidos y al embajador soviético en Washington. (Originalmente Heinz JoachimMaass, para ese momento mi abuelo, como Dermjanjuk, había convertido su nombre a John). En las cartas él decía que estaría “muy agradecido” por la ayuda que pudieran prestar para “ubicar y asistir” a su madre. Él creía, escribió, que ella había sido “deportada por los nazis con otros judíos residentes de Berlin”. No sé como él eventualmente averiguó que ella había muerto. Tampoco sé exactamente cuando exactamente falleció ella, esa era información que los nazis no registraban.
Yo no había pensado en hacer ningún monumento póstumo para mi bisabuela hasta que hace un par de años, unos amigos que viven en Berlin me hablaron de Stolpersteine. Ellos habían colocado por toda la ciudad. En algunas calles solo había uno, en otras, grupos enteros. Cuando lo miré, entendí que el Stolpersteine era un proyecto de arte público, el trabajo de un pintor alemán llamado Gunter Demnig, quien vive en Colonia. En contraste con la mayoría de los monumentos póstumos (memoriales), que apuntan a llamar la atención, los Stolpersteine son de bajo perfil, van literalmente bajo los pies. Cada uno consiste de un bloque de concreto sobre el cual se ha fijado una placa plana de bronce. El bloque, que es aproximadamente del tamaño de un cubo de Rubik, va embutido en la acera, o insertado entre los adoquines, de manera que la superficie de la placa está a nivel del suelo. Cada placa fue hecha a mano, como un gesto, de acuerdo a Demnig. De oposición a la matanza mecanizada de los campamentos. Un Stolperstein típico, de la vecindad donde vivo en Roma, reza:
Quiabitava
GiacimiSpizzichino
Nato 1920
Arrestato 1.1.1944
Deportato
Kzmauthausen
Assassinato 19.4.1945
Demnig comenzó a embutir Stolpersteine, la palabra traduce como “piedras abatidas”, en 1995. Él colocó los primeros en la vía pública en Colonia, sin permiso de la ciudad. Instaló un segundo grupo en Berlin, el año siguiente, también sin permiso de la ciudad. Los miembros más jóvenes de la generación Tater estaban entre sus setenta y ochenta años, y los grupos de sobrevivientes también estaban envejeciendo. Mientras el número de personas que había presenciado el Holocausto se encogía, el interés en Stolpersteine crecía, casi en proporción inversa. En Berlin, los residentes formaron grupos para hallar quienes habían sido deportados de su vecindad. Ellos le dieron esa información Demnig. (La ciudad, eventualmente legalizó las “piedras”). El esfuerzo se extendió a otras ciudades alemanas, Hamburgo, Frankfurt, Stuttgart, y luego a otros países: Holanda en 2008, Bélgica en 2009, Italia en 2010 y Francia en 2013. Ahora hay más de seis mil Stolpersteine en Berlin, y más de cincuenta mil en toda Europa. El proyecto ha sido llamado “el memorial descentralizado más grande del mundo”. Demnig instala en persona la mayoría de las piedras, el proyecto más o menos ha tomado parte de su vida.
“Nunca imaginé que habría tantas”, me dijo, cuando lo conocí. “No hay fin”. Recientemente revisé la página web del proyecto; este indicaba que el cronograma de Demnig para el año siguiente ya estaba “copándose rápidamente”.
Cualquiera puede patrocinar un Stolperstein, el costo es ciento veinte euros, en otoño de 2013 llené el formulario para el de mi bisabuela. Usualmente, las piedras son instaladas frente al último lugar donde vivió una persona antes de ser prisionera, deportada o recibir un disparo. En el caso de mi bisabuela, este era una habitación en un edificio de apartamentos del suroeste de Berlin donde todas las calles tienen nombres de temas de Wagner. (Probablemente ella había sido forzada a mudarse allí mientras los nazis mpujaban a los judíos de la ciudad hacia espacios cada vez más reducidos”. Cuando ella escribió su mensaje a mi abuelo de cuan sola estaba, la dirección que usó fue SieglindeStrasse 1.
Luego que llené los formularios, pasó casi un año. Entonces, el verano pasado, recibí un correo electrónico informándome que Demnig estaría embutiendo la piedra el 16 de octubre a las 11:50 a.m.
Poco después, de la nada, recibí un correo electrónico de una pareja en Berlin que vivía BrünnhildeStrasse. Pertenecían a un grupo de la vecindad que había investigado y financiado docenas de Stolpersteine en el area. El grupo había estado trabajando para instalar algunas piedras en SieglindeStrasse, incluyendo una para mi bisabuela, y había estado investigando información sobre ella. Pronto noté que gracias el meticuloso sistema de registro del tercer Reich, ellos sabían más de las semanas finales de ella que yo.
Aún cuando el Reich se preparaba para asesinarla, sus funcionarios le entregaban a mi bisabuela formatos para llenar. Uno era un cuestionario largo y detallado sobre sus propiedades, el cual ella completó pocos días antes de ser deportada. Para ese momento, ella no tenía propiedades, por lo que dejó en blanco la mayor parte del cuestionario. En la página 16, ella firmó una declaración jurada de que no había dejado ningún fondo secreto, Ella reconocía que al firmar el cuestionario estaba “consciente de que cualquier información falsa o incompleta sería penalizada”. (El documento está preservado en el archivo de estado de Brandenburg, en Postdam).
El 2 de febrero de 1943, el valor de todas la pertenencias de mi bisabuela, dos camas sencillas, dos mesas de noche, un diván, una alfombra, una sábana vieja, algunos manteles de lino, fue valorado en cuatrocientos noventa marcos, o, de acuerdo a la tasa de cambio oficial del día, aproximadamente doscientos dólares. Para el momento cuando se hizo el avaluo, ella estaba casi muerta.
El veredicto de Dermjanjuk llevó cinco décadas de reflexión legal. Solo por la virtud de haber sido guardia en Sobibor, dijo la corte, Dermjanjuk había sido parte de la “maquinaria de exterminación”. No importaba que no se le pudieran atribuir muertes específicas; seguía siendo culpable. La respuesta al veredicto tanto en Alemania como fuera de sus fronteras, fue, generalmente, aplaudirlo. Der Spiegel describió la sentencia como un “punto de quiebre”. “Lo innombrable requería de números insospechados de cómplices”, dijo la revista. “Era más fácil olvidar a estos cientos de miles que ponerlos tras las rejas. Por lo cual fueron olvidados. Eso ahora llegó a su punto final”. Al escribir en el Times pocos días después del veredicto, Deborah Lipstadt, una estudiosa del Holocausto en Emory University, lo llamó “prueba de que la ley funciona, aunque lentamente”. De alguna manera más cautelosa, Douglas observa que el veredicto “demostró el poder de los sistemas legales para autocorregirse modestamente”.
En respuesta al veredicto, la oficina central alemana de investigación de crímenes nazi anunció que buscaba levantar cargos contra cincuenta antíguos guardias de Auschwitz. “En vista de la monstruosidad de estos crímenes, uno le debe a los sobrevivientes y las víctimas no decir simplemente ‘ha pasado cierto tiempo’” dijo el gerente de la oficina, Kurt Schrimm.
Pero, por supuesto que ha pasado el tiempo, desde un punto de vista estadístico, demasiado tiempo. En septiembre de 2013, la oficina anunció que nueve de los cincuenta guardias en nómina habían muerto en los meses intermedios. Otros simplemente no pudieron ser localizados. La lista de los posibles acusados se redujo a treinta. En febrero de 2014, los investigadores presentaron a doce de los sospechosos con garantía de búsqueda; el más joven tenía ochenta y ocho años, el más viejo cien. Tres fueron puestos bajo custodia, luego liberados rápidamente. Un antíguo guardia de Auschwitz, Johann Breyer, estaba viviendo en Filadelfia. Un juez ordenó su extradición, solo para ser informado que Breyer había muerto la noche anterior a que la orden de extradición fuese firmada. Mientras tanto, Dermjanjuk también, había muerto, en un hogar de cuidados de las afueras de Munich, mientras esperaba la apelación de su caso.
En principio, el veredicto de Dermjanjuk abrió “cientos de miles” de prosecuciones; como un asunto práctico, ninguna fue dejada de realizarse. Y esto hace difícil saber como sentirse acerca de la última ola de investigaciones. ¿Es un reconocimiento final de la culpa alemana, o lo contrario? ¿Qué dice eso de la capacidad de auto-corrección de la ley cuando la corrección solo llegó cuando ya no importa?
Martin Luther King es elocuente sobre el arco largo de la justicia y también sobre el corto tiempo disponible para la acción: “En el desenlace del acertijo de la vida y la historia existe algo como llegar demasiado tarde”.
El pasado verano, traté infructuosamente de ponerme en contacto con Gunter Demnig. Los correos electrónicos que envié preguntando de su proyecto Stolpersteine se quedaron sin respuesta. Luego de algunas indagaciones, supe que estaría embutiendo varias piedras en Berlin el día anterior a la instalación de SieglindeStrasse. Conseguí una lista de las direcciones y decidí presentarme en la primera.
Resultó ser un edificio de apartamentos de una concurrida calle en la sección Kreuzberg de la ciudad. Cuando llegué, unas pocas personas estaban conversando alrededor del frente del edificio. Demnig llegó al poco rato en una van Peugeot roja. Sonrió un saludo, e inmediatamente empezó a trabajar. Demnig tiene un cabello gris y rebelde y ojos tristes, me recordó un poco a Bert Lahr en “El Mago de Oz”. Él usaba sombrero de fieltro, zuecos, y pantalones de caqui, y tenía una almohadilla amarrada en una rodilla. Se arrodilló y sacó varios adoquines fuera de la acera. Entonces, colocó en el hueco el Stolpertstein, el cual había traído en la parte posterior de la van. Él roció algo de polvo de cemento alrededor y recolocó la mayoría de los adoquines.
El Stolperstein, en memoria de un escritor llamado Erich Knauf, tenía una inscripción inusualmente detallada; decía que él había sido denunciado y sentenciado a muerte debido a “discursos pesimistas”, fue decapitado el 2 de mayo de 1944. (Después supe que a la viuda de Knauf le llevaron una factura de quinientos ochenta y cinco marcos por gastos del procedimiento).
Demnig aún no había dicho nada, tampoco nadie más, aunque algunos de los presentes habían traído flores, que colocaron alrededor de la piedra en la acera. Me presenté a Demnig, y él aceptó con alguna reticencia a llevarme al próximo sitio. La cosas fueron muy parecidas allí, Demnig instaló piedras para Martin y Erna Wedell, una pareja que fue deportada el 2 de marzo de 1943, y asesinada en Auschwitz, y en el tercer sitio y en el cuarto. Mientras nos desplazábamos, Demnig explicó como se había originado el proyecto. En 1990, él había decidido conmemorar la deportación de cientos de romanos desde Colonia, pintando una línea blanca en las calles que mostraba el camino que ellos habían andado rumbo a la estación del tren. Pocos años después , se le ocurrió la idea de las piedras. Hablamos un poco de su familia. Demnig quien tiene sesenta y siete años, pertenece a la generación zweite. Su padre peleó primero en España, cuando los nazis buscaron la yuda de los nacionalistas, y luego en Francia. Luego de la guerra, Demnig me dijo que su padre se resistía a hablar de eso:”No podías sacarle nada”. “Él murió hace tiempo”.
El próximo día, SieglindStrasse fue la octava instalación en el programa de Demnig. Mis padres habían venido desde Nueva York, y a ellos les gusta llegar temprano, lo cual en este caso fue afortunado. Cuando llegamos a la calle, quinces minutos antes de la hora que nos habían indicado, ya Demnig estaba empacando sus herramientas. Tenía otras siete paradas que hacer aquella tarde, y pronto se fue en su van. Empezaron a llegar otras personas. Mis padres habían invitado algunos amigos de Hamburgo y otros de Munich. La pareja de BrünnhildeStrasse asistió. Ellos habían pegado un papel en la puerta del edificio, una casa de apartamentos de cuatro plantas que ahora luce muy elegante, avisando la instalación de la piedra. Sobre el papel alguien había escrito, “Super, le damos la bienvenido a esta acción”.
Era un día gris y lluvioso, luego que el Stolperstein fue instalado, nadie parecía seguro de cómo proceder. La única persona presente que le había hablado alguna vez a mi bisabuela era la hija de la secretaria de mi abuelo, quién la había conocido de niña y quien aún vive en Berlin. Ella ofreció unas pocas palabras. Mi madre, quien tenía apenas seis meses de edad cuando salió de Alemania, dijo otras pocas palabras. Ella había traido unas rosas amarillas y las colocó en la acera. Como ceremonia, fue muy sencilla, lo cual me pareció apropiado, mientras me alejaba por las calles con nombres de temas de Wagner.
Nunca habría justicia para el Holocausto, o algún reconocimiento de su inmensidad.
El Stolpersteine, de alguna manera, lo reconoció. Ellos no presumen de hacer mucho. Por eso es que quizás trabajan. Y quizás el caso Gröning y otros que puedan seguir deban ser asumidos con un espíritu similar. Ellos deben ser reconocidos menos como juicios que como ceremonias, otro tipo de arte público en el tema de su inadecuación.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
viernes, 13 de febrero de 2015
De Conde a Principal
Alí Aguero cuenta y canta
Anécdotas de una trayectoria musical. Un espacio para recordar la música venezolana, como se hacía en La Matica.
viernes, 14 de diciembre de 2012
DE CONDE A PRINCIPAL
DE CONDE A PRINCIPAL
Bellísimo vals del maestro Aldemaro Romero, escrito hace 46 años dedicado a dos céntricas, e importantes esquinas de Caracas. Fue grabado en 1966 - Dinner In Caracas Vol. II - Aldemaro Romero
La última grabación que hizo el maestro; su vals cantado por María Teresa Chacín
Para mi recuerdo, triste por cierto, él me pidió que dirigiera el trío con Carlos Rodríguez en el bajo,
y Jorge Arias en la batería. La grabación se hizo en Estudios del Este o Joensa Estudios, en La Castellana.
Aldemaro estaba renuente a escribir una letra para el vals cuando María Teresa le hizo la petición
Decía que esa obra era instrumental y no iba a escribirle una letra.
María Teresa y Elizabeth, su esposa, lo tenían a monte para que escribiera, y nada.
Aldemaro estaba negado completamente a hacerlo.
Luego, entre las dos lograron dominarlo y al fin, escribió la letra.
Una pregunta que se me quedó en el tintero para hacerle, es la siguiente:
Aldemaro, ¿que sentiste al escribir esta letra 40 y tantos años después de haber escrito la música?
¿Aquellos viejos y hermosos recuerdos no se confundían con la actualidad que se respira ahora, en ese añejo sitio de nuestra ciudad capital?
Quizás no hubo problema alguno porque ahí está la letra, pero me hubiera gustado saber su opinión.
No hubo tiempo de hacerla.
Fue su última grabación. Al poco tiempo cayó enfermo. Estaba por iniciar la grabación con Cheo Hurtado,
quien se iba a iniciar como cantante, nada menos que con boleros del maestro.
Era un lunes. Esa tarde comenzaría la grabación. Llamó al estudio y me dijo: compadre, no voy a poder comenzar hoy la grabación. Tengo que ir al médico pues me está molestando un dolor. Te aviso cuando ya
esté listo para comenzar a grabar.
Esa llamada no se produjo, puesto que hubo que hospitalizarlo y ya no lo pudimos verlo mas
sentado en el piano.
DE CONDE A PRINCIPAL (Orquesta)
DE CONDE A PRINCIPAL (María Teresa Chacín)
¿Saben que es ésto? Pues una copia del borrador de Aldemaro, con apuntes para escribir la letra de De Conde a Principal. !Puño y letra del maestro! Un regalo que recibí de Elizabeth.
lunes, 9 de febrero de 2015
La vejez del Mariscal. Andrés Eloy Blanco
Yo vi una noche en sueños al Mariscal, anciano,
las balas de Berruecos no hicieron blanco en él;
Derecho, en traje negro, de pie, puesta la mano
sobre el “Emilio”, tersa todavía la piel.
Hablaba. Era en Caracas, en uno de esos días
en que se disputaban Guzmán Blanco y Matías;
por el mar nos llegaban los duelos de otra parte,
París sitiado, preso Bonaparte,
Hablaba el Mariscal; por sus mejillas
bajaba, ensortijada, de las sienes,
la nieve raudal de las patillas;
su voz se quebrantaba con rítmicos vaivenes;
hablaba el mariscal y en la blanda
severidad de aquella estancia, oía
nevada ya y el labio todavía
florido, la Marquesa de Solanda.
Hablaba de mil cosas suyas: de la tristeza,
de los cabellos blancos cubriendo su cabeza,
de los héroes que mueren de un balazo en la guerra
y al morir prende todo su acicate al ijar
y el potro salta, como si dejara la tierra
con el alma jinete que se apresta a volar.
De los viajes… Bolivia, Quito, Cundinamarca,
llanuras del milagro, volcanes del hechizo…
y mientras el ensueño se iba, como una barca,
soplos de cordillera le angustiaban el rizo.
De las batallas… Tarqui…Pichincha… y en su acento
se retorció Ayacucho, como un penacho al viento.
Y habló de la derrota y del exilio,
mientras su dedo hurgaba las hojas del “Emilio”…
Y habló de aquel que en una playa sola
y con la ola como compañera,
murió como la ola,
que, hinchada de amargura, se muere en la ribera.
Y entonces hubo en toda su voz algo inaudito,
ni grito ni sollozo, ni queja ni estupor,
fue entre sollozo y queja y entre estupor y grito
y alzó el libro en sus manos, como cumpliendo un rito
y aspiró su perfume, como oliendo una flor…
Andrés Eloy Blanco. 1926.
jueves, 5 de febrero de 2015
Los grillos de un pájaro.
Subí en urgencia las escaleras rumbo al sanitario, hacía como treinta minutos que retaba mis esfínteres intestinales. Las briznas solares abrieron el pasadizo hacia la entrada de la cafetería, hablé casi de manera imperceptible, solo el aire de una cierta poesía que burbujeaba en mis ojos convenció a la dependiente de prestarme aquel espacio de porcelana y flujos de agua que tanto relaja nuestras emergencias abdominales. Los recursos postreros de retrasar la urgencia con pensamientos de playas desérticas atiborradas con algas esmeralda, desplegadas en arenas volcánicas, rodaban sobre la escalada de mis pasos hasta alcanzar la manija de ese otro ambiente secreto, fantástico, cargado de campos de lavanda que atraviesan la pared del frente mientras un río de amanecer inunda las porcelanas de una paz atroz.
La bajada del ícaro por las laderas de la descarga, plasma una pintura ruspestre sobre el lienzo de una meditación tan dinámica que casi me hace dormir despierto y aunque quiero mantener los ojos bien abiertos sueño por varios instantes que es atardecer en medio de la sabana más tensa de penumbras y siento como las luciérnagas delinean las porcelanas y se estrellan contra el lavamanos. Nunca antes había sentido este suplemento de libertad tan fugaz y delicado como en estos cinco lustros, los puños apretados jamás se habían encajado en la palma de la mano como cada vez que debo levantarme para emprender el aterrizaje, intento soplar las alas del ícaro, quitarme los zapatos para aumentar la ingravidez, solo que en medio de tanto forzar los ojos a mantenerse cerrados siento mis zapatos flotar en el piso y miro aterrado las paredes sucias de blanco brillante.
Cuando me resignaba a descender a la oscuridad del totalitarismo, una sombra en el rincón detrás del retrete magnetizó mi visión, me quité los anteojos por un momento ¿Qué era aquello? ¿Una suela de zapato? ¿un pedazo de madera? Cuando enfoqué la mirada detecté los ojos atormentados de una tortolita, si de las mismas aves que veía gorjear en los solares de Cumanacoa, (allá las llamábamos potocas) las mismas que perseguía con ese instinto depredador de un niño de 10 u 11 años. Ahora podía entender su desespero, podía leer su terror, el mismo del que reía muchos años atrás. Y me recriminé ¿Cómo fuiste capaz de perseguir a un pajarito que solo se divertía entre los arbustos del terreno de asfalto? Casi me obligué a pedirle disculpas. Solo con verlo acurrucado allí sin poder abrir las alas, parecía que tuviera grillos en las patas. Sus ojos se proyectaban como rayos x que traspasaban la pared hasta ver los árboles.
Intenté acercarme por los senderos de la porcelana, tranquilo amigo, ya dejé de hacer los crímenes de antes, te juro que te voy a llevar de nuevo a la libertad. Dos chispas de sangre saltaron en la palma de mi mano, retiré el brazo hasta el lavamanos, sin dejar de ver como el pájaro apenas saltaba dos centímetros. Apreté la lengua sobre el picotazo y volvía doblarme hacia el piso. Entonces brilló nítida la poesía de Andrés Eloy Blanco: “Pero yo no canto nada, ni recuerdo mi canción, los grillos me han hecho callos en la voz”. Y vi plasmada sobre las porcelanas una imagen del metro, un hombre cayó en el espacio entre el vagón y al andén, desesperado mostraba su indefensión, mientras otra persona intentaba levantarlo, un voz interna (“No pasar nunca de largo y servir para algo”, Joan Manuel Serrat) me impulsó a proporcionar mis manos hasta ver reemerger su pierna de aquella ranura indolente.
Luego de varios intentos durante los cuales el pecho del pájaro parecía estallar, lo tomé entre las manos, sentía un tic tac de miedo sostenido vibrar entre mis dedos, volé por las escaleras y al llegar al jardín sentí la imagen más refrescante de empezar una mañana, el pájaro desplegó sus alas y se internó en el follaje de los árboles.
Alfonso L. Tusa C.
martes, 27 de enero de 2015
Al Pacino. Entrevista Febrero 1991.
Al Pacino
Julian Schnabel. The New York Times. Febrero 1991.
Al Pacino es uno de los grandes actores de Estados Unidos. Sus actuaciones en Tarde de perros, Caracortada y la saga de El Padrino, han hecho de él una institución norteamericana. Él ha transmitido una emocionalidad tan profunda a los personajes que ha interpretado, hasta el punto de sorprenderme de que pueda mantenerse de pie al final del día. Él ha inspirado a una generación de jóvenes actores. É les Tony Montana. Él es Michael Corleone. Esta entrevista no es sobre El Padrino III, sino de un hombre que es parte integral de la conciencia familiar de este país.
La primera vez que compartí con Al Pacino fue hace cuatro años. Diane Keaton sabía que quería conocerlo. Ella conocía mi representación de Tony Montana. Recuerdo sus palabras, en mi casa antes de ir a cenar, “Lo que sea que hagas, no se te ocurra hacer tu rutina de Tony Montana”. Estábamos en un restaurant italiano de Tenth Street, y el tintineo de los vasos, platos, meseros, y la gente me llevó a la escena de Scarface donde un disgustado Tony Montana da su opinión de los comensales de un restaurant. Antes de que me diera cuenta, la palabras salieron: “bien Manny, eez theez ¿de que se trata esto? ¿Eez theez para lo que trabajé tan duro? ¿esto es todo? ¿de esto es de lo que se trata?” A lo cual, Al dijo, con una sonrisa en su rostro, “¿Y que dijo él entonces?”
Al Pacino: ¿Ese café está lo suficientemente fresco?
Julian Schnabel: ¿Este es mío? No importa si está fresco o no.
AP: Pon algo del café de la otra taza ahí.
JS: Eso me recuerda a El Padrino, cuando Clemenza te muestra como hace su salsa de spaghetti y dice: “Echas las albóndigas, echas las salchichas, una pizca de azúcar, ese es mi truco”.
AP: Un poco de azúcar es el estilo siciliano.
JS. ¿De donde eres originalmente?
AP: Nací en Manhattan. Fui criado en East Harlem mis primeros años, entonces nos mudamos a South Bronx.
JS: ¿Qué hacía tu papa?
AP: Mi papa estaba en la armada. Segunda guerra mundial. Hizo su educación universitaria en la armada. Después de la segunda guerra mundial se convirtió en agente de seguros. No conocí a mi papá muy bien. Él y mi madre se separaron despues de la Guerra. Fui criado por mis abuelos maternos y mi madre. Es divertido hablar de esto. Tú no sabías nada de esto.
JS: Lo único que sé es lo que he visto en la pantalla
AP: Pero hay una diferencia.
JS: Por supuesto. Eso es lo que tratamos de encontrar aquí. ¿Que hace a Al actuar? ¿Por qué haces esto?
AP: Es necesario hacerlo. Porque estoy aquí, y porque empecé a hacer esto, se debe a las cosas que yo veía cuando tenía una edad en la cual era impresionable. Me impresionaba el teatro experimental del Living Theatre a comienzos de los ’60, y por el Open Theatre, y me impresionaba el primer Circle en los días de plaza. Este tipo de cosas eran motivadores, como lo fuera la era del café-theater, cuando ibas a cualquier café de la villa, y por el precio de un capuccino y un pedazo de torta podías ver piezas maravillosas interpretadas por actores que pasaban el sombrero alrededor para conseguir lo que pudieran reunir para su comida de ese día. Me hice parte de esos grupos que viajaban. Hice teatro para niños y ese tipo de cosas por lo que fuese que pudiéramos conseguir.
JS: Hice un par de dibujos en la playa de Sheepshead Bay una vez que no tenía dinero y quería comprarme un sandwich. Había tres niñas sentadas en la playa. Les dije, “Oigan, pintaré sus retratos. Cada una me pagará 25 centavos, las tres en el mismo dibujo.” A dos de las niñas les gustó el dibujo y me pagaron pero a la tercera no le gustó como había quedado, no me quiso pagar. Vendí la pieza por cincuenta centavos.
AP: La diferencia entre el actor y el pinto res que el actor le comprará a alguien un sandwich para que lo vean actuar. “Mira, escucha. Te compraré un pan si me dejas representar este monólogo. “ (Sonrisas).
JS: ¿Qué tal un café y un pan? Mi papa se burló de mí por vender un dibujo por cincuenta centavos para comprar un sandwich.
AP: Tienes que comer. Cuando yo era más joven, iba a las audiciones para tener la oportunidad de audicionar, lo que significaba otra oportunidad de pararme ahí y mostrar mi repertorio, o enseñar lo que había aprendido y ver como resultaba ante una audiencia, porque ¿Dónde vas a conseguir una audiencia? Algunas veces la única manera de conseguir una audiencia es en una audición. Yo nunca esperaba quedarme con el papel, por supuesto. Pienso que los actores no deben esperar nunca conseguir el papel, porque el disgusto es muy grande. Hay que pensar en estas cosas como una oportunidad. Una audición es una oportunidad de tener una audiencia.
JS: Ahora que has conseguido unas pocas partes, estoy seguro que audicionar es menos satisfactorio. Audicionar es solo un mordisco del sándwich.
AP: A medida que envejeces, audicionar se convierte en una tarea dificil y dura, pero en aquellos tiempos hacía muchas en una semana. Necesitamos participar, necesitamos la obra de teatro, necesitamos la película. Es duro decir cual ensayo logrará su objetivo. La única manera como lo puedes saber es hacer muchos intentos. Vas a encontrar algo que sientes lo puedes interpretar. Y otros ensayos no van a funcionar, en jerga de películas, eso es un desastre. Pero algunas veces la única forma en que los actores se dan cuenta de esto es al intentar la interpretación. Algunas veces no se puede saber solo con leer el papel.
JS: Si, tienes que cometer errores. Pero hablemos de la magia cuando todo funciona. Como cuando interpretaste a Tony Montana en Scarface. Cuando deseabas salir ahí y llegar lejos, involucrarte con el personaje, ¿eso no destroza a un actor?.
AP: Pues si. Cuando interpretas un papel como ese necesitas tener balance en tu vida. Fui afortunado, porque me había enamorado. Tenía donde refugiarme. Eso me salvó la vida, literalmente. No sé que me hubiese pasado si no me hubiera enamorado en ese momento. ¿Fue una coincidencia? No lo sé. Tal vez, tal vez no. Tal vez, pensé, fue un buen momento para enamorarme ¿sabes?
JS: (Sin querer ser indiscreto, cambié el tema). Hablando de coincidencia y amor, cambiemos un poco de canal, ¿Qué hay del odio y la violencia y el hecho de que no es coincidencia que hayan salido tantas películas de pandilleros en esta temporada: GoodFellas, State of Grace, King of New York, Miller’s Crossing, y, obviamente, El Padrino III?
AP: Pienso que siempre ha habido películas de pandilleros. Bertolt Brecht se inspiraba mucho con las primera películas de pandilleros. El Scarface original era una película de pandilleros de los años ’30. Por eso fue que la hice, había visto esa película.
JS: Pero espera un minuto. Hay un nivel de violencia en estas películas de estos días que me asusta hasta los tuétanos. Hay una línea en El Padrino II que me gustaría citar: “Si la historia nos ha enseñado algo, es que puede matar a cualquiera”. Esa visión de la vida es lo que marca nuestra atmósfera. Hacia el final de King of New York todos mueren de forma violenta. Lo que quiero decir es, ¿Por qué todos están tan fascinados con los pandilleros?”
AP: ¿Por qué me lo preguntas a mí? (Sonrisas)
JS. Tu eres el Michael Corleone de El Padrino ¿no? Eres el Tony Montana de Scarface.
AP: Hay algo de fábula respecto a Tony Montana. Él es como Ícaro volando cerca del sol, y cada vez se acerca más y más, y sabe que tan pronto como se acerque lo suficiente esas alas empezarán a quemarse, él se precipitará. Eso es lo que me atrajo de ese personaje. La idea de cómo coquetea con el sol. Cuando la gente no se maravilló con el mundo de los pandilleros, ese bajo mundo, ese mundo ilícito? Siempre es fascinante ver como y porqué la gente se va por el lado equivocado. La idea de alguien que coquetea con la gran D. Eso fascina a la gente. Me fascinó hacerlo. Lo que se está convirtiendo más y más fascinante es la gente atraída por la ley. Eso se está convirtiendo en algo infrecuente, y tal vez por lo tanto se hará una tendencia. Tal vez empezarán a hacer películas de personas que realmente obedecen la ley.
JS: ¿Y como empezaste a querer estar en las películas?
AP: Eso empezó cuando era muy pequeño. Muy pequeño. Me dejaban salir muy poco. Me mantenían en la casa. Y mientras estaba ahí me encontré repitiendo los papeles de las películas que veía con mi madre. Algunas veces ella me llevaba al cine cuando venía de trabajar. Esa era nuestra cita. Yo era una especie de experto en películas de los años ’40. El día siguiente, estar solo en la casa con mi abuela, parecía inacabable, interpretar solo. Pronto empecé a interpretar las partes de la película que veía la noche anterior. Así es como empezó todo. Yo también tenía dos tías sordas, con quienes pasé casi una año a una edad muy tierna. Hay fue donde empecé a desarrollar algo de mi repertorio, para comunicarme, sabes? Estas son las semillas, pero no fue hasta que crecí más que entendí que actuar era algo que de verdad quería hacer.
JS: ¿Eso es porque te permite vivir otras vidas?
AP: Debes ser capaz de salir de lo que sea que trate esto, de lo que trate este sueño en el que se está envuelto, e ir a otro sueño. Cuando estás leyendo algunos de los mejores guiones, cuando haces lo que llamo “estar en la misma página con un escritor”, algo ocurre. Si yo fuera músico, planificaría para estar involucrado con Mozart en los próximos seis meses, por lo tanto interpretaría mucho a Mozart. Igual pasa con los escritores, sean los de ahora o los del pasado, que están conectados a cualquier cosa. Te encariñas con eso. Cuando yo era joven me enamoré de lo que pasaba, con ese tipo de mundo. Una vez que me enamoré de eso, eso fue todo. Ya no importaba si hacía dinero con eso o tenía alguna posición en eso. Me hubiera gustado haber permanecido un poco más enamorado de es0.
JS: ¿Un poco? Querrás decir mucho.
AP: Si, no sé. Por eso me gusta regresar a las cosas que hacía originalmente.
JS: ¿Hablas del teatro?
AP: Bien, me gusta el teatro, porque el teatro es donde empecé. Ahora estoy en un punto donde entiendo las películas de la manera como entiendo al teatro. Es una relación uno a uno para mí. Este tenía mucho que ver con hacer mi propia perspectiva y estar en contacto con la película de esa forma, siendo capaz de entenderla y tocarla, y reconocer las variantes que hay en una película, los diferentes trabajos, la gente que hace los escenarios, los fotógrafos, los que trabajan con el sonido. El teatro para mí, en un momento tambien fue un estilo de vida. Un reconocido actor cinematográfico una vez me preguntó porque no puede regresar atrás, y le dije, “Posiblemente debido al estilo de vida que es muy diferente. No te levantas a las seis o las siete en la mañana. A esas horas te vas a acostar”. Siempre he estado en el teatro. Siempre he ido allí. Esa ha sido mi manera de surgir. A principios de mi carrera, recuerdo correr, volar hacia el teatro como una manera de aprovechar todas las oportunidades que se me presentaban. A esa edad todo era muy desconocido, “extraño e innatural”, como dice Hamlet. Refugiarse en el teatro tiene su lado oscuro, pero también fue una sabia elección. De alguna manera allí encontraba solaz. Cuando estoy confundido, voy al teatro. Lo que sea que termine haciendo tiene un extra. El hecho es que estoy en ese espacio, en esa realidad particular, interactuando con ese tipo de cosas, la obra, el director, los otros actores, la utilería. Literalmente, la tarima es realmente como un magneto. Me hace poner los pies sobre la tierra (aplauso para enfatizar).
JS: Y para tus comienzos.
AP: Hay una gran línea de Orphans (Huérfanos): “Muchacho, necesitas coraje”. El otro día estaba pensando en algo en lo que nunca había pensado. Me di cuenta que mi madre me dio coraje. Cuando todo llega a ese punto, fue mi madre quien dijo: “¡Me gusta lo que hiciste! ¡Eso que hiciste el otro día, me gusta eso!”
JS: No sabía nada de tu pasado. Tal vez no leo lo suficiente, pero sospecho que es porque tu eres un tipo muy, muy privado. Eres tímido respecto a los lugares públicos.
AP: Interpretar un personaje es una ilusión, siento que cuando tu sabes mucho sobre una persona posiblemente parte de esa ilusión se disuelve. No se que tanto esté en lo cierto, francamente. Pero eso es algo que siempre he guardado. Algunas veces, adoptamos hábitos, y no sabemos como, pero estamos en un hábito. Esto es lo que también tratas de hacer en la actuación. Cuando actúas en una escena, digamos, en el teatro, haces algo y sabes que está bien. Eres lo suficientemente sortario para tener un momento. Entonces tratas de repetirlo la próxima noche. Entonces muy pronto todo lo que haces luego de muchas, muchas noches es repetir el momento, y eso está mal. Te has olvidado de la fuente, como llegaste ahí, que hizo posible ese momento. Tal vez caí en el hábito de no salirme porque funcionó para mí antes. Disfruto la compañía de las personas. Algunas veces me separó de ellos por mi trabajo. Me voy a trabajar, y eso puede tardar mucho tiempo, especialmente en las películas, cuando se pierde el contacto por siete u ocho meses. Cuando regresas el ritmo ha cambiado, las personas ya no están juntas, y cosas como esa. Te enteras que una pareja con la cual solías salir ahora está divorciada. La otra noche pensé ¿Ya no hay más goteras? ¿Dónde va la gente? Tienes una ciudad como esta, tan cosmopolita como Nueva York, donde sabes que hay un mundo y un submundo que marcha paralelo al que ves afuera. Cuando se llevaron los autoservicios y las cafetería de Nueva York, me sentí extrañado. Porque esos lugares eran parte de mi vida. Me quedaba en las cafeterías y tenías este tipo de “confabulaciones nocturnas”.
JS: Vagando de noche en Nueva York, no solo teniendo confabulaciones, ¿sino confrontaciones? Pero no eres una persona robusta.
AP: ¿En tamaño?
JS: Si, en tamaño.
AP: Pero si un blanco menos fácil.
JS: En Scarface confrontaste a varios grandulones en el baño de un club nocturno, y ellos se quitaron de tu ruta porque era maniático. Y en muchas películas, como Serpico, Sea of Love, y otras, eres mostrado como un tipo duro. Mírate. Estás tan templado, tienes toda esa intensidad que se transmite al tamaño. Tu sabes, cuando miras a un tipo como Brando, él tampoco es alto.
AP: Pero él es ancho. Él es como tú. Hombros grandes, él fue jugador de futbol americano.
JS: Si llenas la pantalla, me parece que no importa si lo haces vertical u horizontalmente. Brando es grande, muy grande.
AP: Si. Brando es un gigante en cada nivel. Cuando él actúa es como si llegara desde otro planeta. Un planeta donde producen grandes actores. La percepción completa de actuar en este país, yo pienso que mucho de ella fue influenciada por él.
JS: Para un actor joven, la posibilidad de actuar como su hijo en El Padrino debe haber parecido irreal. ¿No es esa una parte que habría dejado en el limbo a cada actor joven? Pero tu compenetración con El Padrino ha sido más que el privilegio de trabajar con este gran hombre. Tu papel se ha convertido en un mito. Ahora con El Padrino III, eres el único hijo sobreviviente. Que interpretación de una vida terminó siendo esta oportunidad de trabajo. Por veinte años has estado desarrollando y viviendo con el personaje Michael Corleone.
AP: Si. La verdad es que el tipo es mucho más viejo cuando lo vemos en esta película, y yo también. La saga fue un viaje largo y complicado para Francis Coppola y Mario Puzo. Ellos lo hicieron juntos. Y para mí crearon un personaje que es creible en el sentido de que él parece una continuación de Michael, solo que es diferente en una manera que parece orgánica. Fue todo muy interesante pensar sobre que pasó en los años intermedios, para especular que le pudo haber ocurrido a un personaje como este. Ellos no perdieron la continuidad. Él es diferente, pero diferente en el sentido de lo que habría hecho una persona como él para sobrevivir el tipo de circunstancias que le ocurrieron. Y no me refiero a que alguien lo fuese a ultimar. Solo vivir con lo que él es.
JS: Hecho.
AP: Me explico, esta es una persona que tenía otro destino, por lo menos eso pensó el que hizo, que tenía otra forma de seguir, quien tenía un deseo de hacer algo más y fue sacado de su curso y puesto en otra vía. El momento cuando tomó la decisión de ir en esa dirección ha sido la cosa con la que ha lidiado toda su vida. Habla de ser responsable por tus acciones. Ese es uno de los temas de esta tercera película. Es lo que resulta interesante de observar para cualquiera.
JS: ¿Piensas que él todavía es un personaje solidario en la Parte III? En la primera parte él tuvo la alianza con su padre. Se hizo fuerte para mantener unida la familia. Fue un buen hijo, y salvó la vida a su padre. Hizo lo que tenía que hacer cuando sacó de circulación a Sollozzo, el enemigo de su padre. Y luego, cuando estaban sentados juntos, el dijo, “Llegaremos hasta allá papá”, y había ese increíble sentido de justificación por lo que él hacía. Pero desde esos primeros días, cuando las circunstancias lo forzaron a unirse a “la familia” en el transcurso de El Padrino y El Padrino II, él se ha convertido en lo que temía: la espada. Él ha matado hasta su propio hermano. ¿Piensas que la audiencia aun lo apoya?
AP: Había una controversia en ese momento. Solo supe de ella después. La pregunta era, si Michael mata a su propio hermano, ¿la audiencia siempre lo va a aceptar? Y no sabemos si ellos lo aceptan.
JS: ¿Por qué mataste a Fredo?
AP: Pienso que hay razones para que Michael lo hiciera. Si regreso y pienso en eso ahora, estas tienen algo que ver con mantener cierta sanidad, porque si le permitían vivir a Fredo, eso hubiese desacreditado todo lo que había ocurrido antes. Eso es insanidad. Pienso que ahí es donde Francis está hablando de una clase de síndrome de poder y el sueño. El sueño americano, y mantenerse en él, porque es una estructura. Tiene reglas definidas. Si violas las reglas, entonces todo colapsa.
JS: Es grandioso cuando su hermana viene a él y le dice: “Quiero reservar un pasaje para ver a la reina”. Y él dice, “¿Por qué me lo dices a mí? ¿Por qué no vas a una agencia de viajes?”
AP: Este es alguien que tuvo que ponerse gríngolas para seguir moviéndose. Pienso que la Parte III podría ser sobre arrojar más luz y ver lo que ocurre. Pero él todavía es un tipo muy tramposo, una clase de enigma para mí.
JS: Correcto. Iba a decírselo a él.
AP: Enigma es la palabra que se me quedó en la mente cuando leí el libro por primera vez, hace veintitantos años. Pensé, esto es difícil de interpretar, porque ¿quién es este tipo? ¿Y como llegar a eso? Esa era la dificultad para mi cuando era más joven. De alguna manera, a través de los años pienso que podría entenderlo un poco más.
JS: He visto El Padrino II cincuenta veces, probablemente. Veo El Padrino II como alguien que escucha la radio. (Pacino sonríe) No puedo olvidar ese momento cuando le preguntas a Hyman Roth (Lee Strasberg), “¿Quién mató a Frankie Pentangeli?” Y Roth contesta, “Los hermanos Rosato”. Entonces de nuevo dices, “¿Quién dio la orden? Sé que yo no lo hice”. Y Roth cuenta la historia: “Había un muchacho que yo conocía. Hicimos nuestro primer trabajo juntos…Y tanto como a cualquiera, lo estimaba. Él tenía un sueño de una parada en la ruta hacia la costa. El pueblo que inventó fue Las Vegas. Su nombre era Moe Green. Este era un gran hombre. Un hombre de agallas, y visión, y no había ni una placa para él en ese pueblo. Alguien metió una bala en su ojo. Yo sabía que Moe estaba hablando alto y diciendo cosas estúpidas. Cuando el terminó muerto lo dejé así. Me dije, este es el negocio que hemos escogido. No pregunté quien dio la orden, porque eso no tenía nada que ver con el negocio”. Ese intercambio entre ustedes dos es lo que hace a la gente ir a las películas. ¿No conocías a Strasberg desde que empezaste a actuar? La perfección de ser capaz de compartir ese trabajo con él luego de todos esos años, debes haberte sentido muy afortunado. Él no solo fue un gran actor sino un maestro que enseñaba más que actuar.
AP: Una noche fui a la “Noche de las Cien estrellas” con Lee Strasberg. Estaban todas esas personas desde Orson Welles para arriba. Recuerdo a Lee voltearse hacia mi y decir, “Sabes cariño, miro alrededor y ¿sabes lo que veo? Sobrevivientes”.
JS: Él habla de caracter ¿no?
AP: De personas que han resistido y han salido adelante, quienes todavía tienen ese espíritu vivo. Cuando ves eso, hay algo motivacional en el ambiente.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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