viernes, 24 de abril de 2015
Buenos días Juta 55ª
Eso fue lo que terminé escribiendo en mi celular cuando empezó la onda expansiva de la muchedumbre. Hora: Algún momento luego de las 6 a.m. Día: Viernes, 20-04-2015. Lugar: Estación Plaza Venezuela. Metro de Caracas.
Como casi todos los días que tomo el metro temprano en la mañana, desde Los Teques hacia Las Adjuntas y desde allí hasta Zona Rental, el volumen de personas excedía la regularidad de los trenes. Cada estación atiborraba más los vagones hasta la anaerobia, y cada vez el tren tardaba más en continuar su recorrido.
Al avanzar en Zona Rental, la cinética de los pasos y zancadas me arrastraba en medio de una marea más intensa que la regular. Antes de subir a la banda transportadora casi impacté con una mujer, luego con un señor mayor.
La inmensidad del río humano en curso hacia el andén de Plaza Venezuela reflejaba efluvios de manos crispadas y rostros desencajados tras la búsqueda de un espacio en medio del remolino interpuesto en ruta a las compuertas del tren.
Casi embadurnado en sudor, intenté deslizarme hacia el caos previo al abordaje del vagón. Resignado a esperar, casi adherido a la pared empecé a sentir un hormigueo en la planta de los pies. Dos detonaciones desde el centro de la estación, varios gritos y el tropel de muchas personas corriendo en una avalancha inmensa.
Las consecuencias de la violencia son enigmáticas, aquella onda incontrolable de seres humanos sobre seres humanos tuvo su origen en una discusión sin espacio para escuchar, entender, mucho menos ponerse en los zapatos del otro..
Sentí una guadaña pendular con cada grito, cada zancada de huída, cada zapato abandonado, cada anteojo quebrado sobre el andén, cada rostro magullado. ¿Saldríamos con vida de aquella estampida? Añoraba una bocanada de aire fresco, trataba de murmurar una estampa de la canción de Louis Armstrong “…friends shaking hands..say…how do you do?...” Mientras las imágenes de suficientes trenes a las horas pico y personal de seguridad previniendo aglomeraciones, parecían amarillentas entre los reflujos de un pasado desgastado por la violencia de un presente que llega a 16 años.
Alfonso L. Tusa C.
viernes, 17 de abril de 2015
Hace 40 años Bill Rodgers puso patas arriba al mundo del atletismo
John Powers. The Boston Globe. 14-04-2015
Boxborough-- El hombre usa una franela con una fotografía suya a mitad de zancada el día cuando él impacto el mundo del atletismo. Lleva una banda en la cabeza, guantes de pintor blancos, una camiseta de orificios en la cual ha escrito BOSTON GBTC con marcador negro y un par de zapatos Nike enviados desde Oregon por Steve Prefontaine. Ha hecho todo por su cuenta.
Han pasado cuatro décadas desde que Will Rodgers, como lo llamaron los periódicos la siguiente mañana, ganó el primero de sus cuatro maratones de Boston en un tiempo tan rápido, un record norteamericano de 2 horas, 9 minutos y 55 segundos, que se sorprendió a si mismo.
“Esto es absurdo”, declaró Rodgers después de haber bajado 35 segundos a la marca nacional del medallista olímpico Frank Shorter a pesar de pararse 5 veces. “No puedo correr tan rápido. Esto es ridículo. Debo estar soñando todo esto”.
Mientras muchos observadores, incluyendo al propio Rodgers, creen que el boom de las carreras largas en Norteamerica comenzó con la soprendente victoria de Shorter en Munich en 1972, “Boston Billy” fue el icónico hombre normal quien inspiró al ciudadano promedio de cualquier edad a marrarse los zapatos de correr con ganas de ganar.
“I don’t know if people knew who I was,” says Rodgers, who was a 27-year-old Boston College graduate student that year. “But that’s how the marathon was in those days. It was still a sport where an unknown could win.”
Por su esfuerzo Rodgers recibió una medalla de oro, un trofeo alegórico al bicentenario con un saltamontes en el tope que desapareció después que lo colocó en el piso durante su conferencia de prensa, y el tradicional tazón de carne guisada. Sus cuatro maratones de Boston los alcanzó sin ningún premio en metálico. Pero Rodgers nunca ha deseado haber nacido una década después.
“Amaba la época de oro”, dice él. “´Éramos parte de la época vieja del maratonismo con Clarence DeMar y Johnny Kelley pero también éramos parte de este nuevo cambio y eso era muy excitante. Era la primavera del maratonismo. Todavía podíamos identificar y conectar con Johnny Kelley pero había algo en el ambiente”.
El maratón de Boston de 1975 tuvo una inscripción de 2365 participantes.
Cuando Kelley ganó en 1945, salieron solo 90 hombres de la línea de partida en Hopkinton. En 1975, hubo un record de 2365 corredores, 52 de ellos mujeres. En 1979, cuando Joan Benoit rompió el record de Estados Unidos, había 527.
“Las mujeres cambiaron el gran tiempo del deporte”, dice Rodgers. “Jock Semple mo sabía eso en los ‘60”.
Semple, el vigilante escocés de la carrera por mucho timepo, le retiró el número a Katherine Switzer durante la carrera de 1967. Rodgers, quien creció en Connecticut, corría pruebas de campo traviesa y las 2 millas por Wesleyan. Su compañero de habitación, Amby Burfoot ganó en Boston un año después.
Pero Rodgers se alejó del deporte. Lo que lo llevó a Boston fue su trabajo en el Peter Brigham Hospital, donde trasladaba cadáveres a la morgue. Empezó a correr otra vez luego que le robaran su motocicleta y una bicicleta de diez velocidades, era muy impaciente para esperar el metro para ir a trabajar.
Sus primeros dos intentos en el maratón de Boston resultaron un doloroso tutoreo. En 1973, abandonó en Heartbreak Hill (la colina rompecorazones). En 1974, terminó décimocuarto luego de ir cuarto a las 19 millas.
“Boston es un lugar cruel para aprender si eres maratonista”, dice Rodgers.
Para 1975 ya no era un novato. Rodgers había ganado el maraton de Filadelfia, había recibido un reloj de 8 $ como premio. Pero lo que lo convenció de que podía competir a nivel internacional fue su tercer lugar en marzo, en los campeonatos mundiales de campo traviesa de marruecos, donde con zapatos prestados venció a varios campeones olímpicos pasados y futuros tales como Shorter, Gaston Roelants y Waldemar Cierpinski.
“Después de esa carrera pensé que podía correr con cualquiera”, dice Rodgers. “Esa carrera me lo confirmó”.
Sin embargo pocos expertos y entendidos lo tenían entre los favoritos de aquella maratón de Boston. Tom Fleming y Jerome Drayton, quienes habían llegado segundo y tercero el año anterior, estaban de vuelta, así como Ron Hill, quién había establecido el record vigente de la carrera (2:10:30) bajo la lluvia en 1970. Pero Rodgers sentía que finalmente había llegado el día, con temperaturas alrededor de los 20 grados Celsius y viento de cola.
“Era un día maravilloso para correr”, recuerda él. “Yo estaba en buena forma y me sentía feliz porque había ganado esa medalla de bronce en el mundial de campo traviesa. Estaba flotando alto”.
Así que cuando Drayton apretó el pasó en Natick, Rodgers le mantuvo el paso. Cuando oyó que alguien decía ‘Vamos Jerome’, a Rodgers le molestó que un espectador favoreciera a un canadiense antes que a un muchacho del patio y subió el ritmo en Wellesley Square.
“Drayton probablemente estaba extrañado porque él no me conocía”, dice Rodgers. “Luego de un rato me dejo adelantar, probablemente pensó este tipo no sabe lo que está haciendo, lo alcanzaré más adelante. Pero yo seguí adelantando”
Cuando Rodgers salió de Wellesley se había desprendido y lejos.
“Cuando todo llega a la vez, esa es tu oportunidad”, dice él. “Y solo tienes pocas oportunidades”.
Una vez que estuvo en las colinas de Newton, Rodgers estaba tan escapado que se pudo parar cuatro veces a tomar agua y una vez para amarrarse las trenzas de los zapatos en el tope de Heartbreak.
“Sigue corrriendo’, le gritó Semple en su acento de Glasgow. “Estás rrrompiendo el rrrrecorrrd”.
Con las motocicletas de la policía delante de él y la multitud alrededor y detrás mientras él pasaba por Brookline, Rodgers estaba más preocupado de que Drayton de pronto podría alcanzarlo. Pero el canadiense, quién ganaría dos años después cuando Rodgers se fundió con el calor, había abandonado. Rodgers atravesó la cinta dos minutos delante de Steve Hoag con el tiempo mundial más rápido del año y el cuarto mejor de la historia.
Bill Rodgers, ahora de 67 años, aún corre la Falmouth Road Race.
“Recuerdo llegar a la meta, estaba impresionado por correr 2:09”, dice Rodgers, cuya marca personal era 2:19:34. “La gente decía, ‘¿Que vas a hacer después de la carrera?’ Yo dije, ‘Voy al Eliot Lounge’”.
El Eliot, en la esquina de las avenidas Commonwealth y Massachusetts, era el sitio de encuentro del Greater Boston Track Club y que pronto se convirtió en un grupo de maratonistas estrellas locales. Rodgers, quien hizo el equipo olímpico el año siguiente, fue a ganar en Fukuoka, el histórico maratón de Japón, coleccionó un record de cuatro maratones de Nueva York seguidos y apareció en la portada de Sports Illustrated.
Alberto Salazar, quien se fajó con Dick Beardsley en el famoso “Duelo bajo el sol” en 1982, ganó Nueva York tres veces seguidas. Y Benoit estableció un impresionante record mundial en 1983, cuando Greg Meyer ganó en el renglón masculino.
Boston se convirtió en el centro del maratonismo mundial por un rato”, apunta Rodgers. Éramos como los kenianos”
El siglo Americano terminó uno vez que llegaron los kenianos luego que fuese ofrecido un premio en metálico en 1986. Hasta el triunfo de Meb Keflezighi el año pasado, ningún yanqui ha ganado aquí desde Meyer. Kefezighi nació en 1975, dos semanas después de la victoria de Rodgers.
“Todos los de aquellos días éramos como DeMar y Kelley y los otros corredores élite de esa época”, dice Rodgers. “Yo estaba casi más cerca de ellos de lo que estoy de los corredores de hoy”.
Rodgers, quien es un sobreviviente del cáncer, todavía corre a los 67 años. Aún participa en la Falmouth Road Race y él y Benoit Samuelson son atractivos anuales en las 7 millas de Bix de Davenport, Iowa. Pero Boston se ha convertido en un reto esporádico para él.
“Cada año digo que tal vez pueda correrlo de nuevo”, dice Rodgers, quien lo hizo por última vez en 2009. “Entonces salí afuera, corrí 6 millas y me cansé. Pero probablemente lo correré de nuevo. DeMar y Kelley sentaron un precedente. No se abandona. Se sigue corriendo”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
miércoles, 15 de abril de 2015
Percy Sledge, quien cantara ‘When a Man Loves a Woman’, fallece.
Associated Press. 14-04-2015.
New Orleans—Percy Sledge, quien emergiera de ser cantante a medio tiempo y empleado de un hospital a la fama duradera con su sentida y desolada interpretación del clásico “When a Man Loves a Woman”, falleció este martes en Louisiana. Tenía 74 años.
El Dr. William “Beau” Clark, forense de la parroquia East Baton Rouge, confirmó a The Asociated Press que Sledge falleció temprano la mañana de este martes, alrededor de una hora despues de la medianoche, de causas naturales en un hogar de cuidado.
Un éxito número 1 en 1966, “When a Man Loves a Woman” fue el sencillo con el cual Sledge debutó, es una casi incomparable balada que llega al fondo del corazón con una resonancia que nunca volvió a lograr. Pocos cantantes podrían. Su tono esta determinado por un órgano afligido y un tempo fúnebre, “When a Man Loves a Woman” fue para muchos la balada espiritual definitiva, un testamento al amor ciego y arrasador punzado por el miedo y agraciado por la emoción intensa.
“When a Man Loves a Woman” fue un triunfo personal para Sledge, quién parecía alborde de las lágrimas a través de la producción, y un suceso para el soul sureño. Fue el primer éxito número 1 del desarrollo de la escena musical Muscle Shoals en Alabama, donde Aretha Franklin y los Rolling Stones entre otros grabarían, y el primer disco de oro de Atlantic Records.
El ejecutivo de Atlantic Records Jerry Wexler luego catalogaría a la canción como “un momento trascendental” y “un himno de amor sacro”. El éxito de Sledge se convirtió en un patrón que sostuvo su larga carrera de giras en Estados Unidos, Europa y Sudafrica, cuando promedió 100 actuaciones anuales, y lo llevó a su inducción al Salón de la Fama del Rock and Rollen 2005. Era una favorita en los matrimonios, el propio Sledge hizo los honores en la ceremonia del músico y actor Steve Van Zandt, y a menudo aparecía en películas, incluyendo a “The Big Chill”, “The Crying Game”, y un drama de Meg Ryan de 1994 identificado con el título de la canción.
“When a Man Loves a Woman” fue relanzada luego de ser incluida en la película de Oliver Stone sobre la guerra de Vietnam “Platoon” en 1987 y alcanzó el número 2 en Bretaña. Michael Bolton llegó al tope de las listas en la década de 1990 con una versión del tema y la revista Rolling Stone la clasificó con el número 53 de su lista de las canciones más grandes de todos los tiempos.
Reconocible por su sonrisa amplia de dientes separados, Sledge tuvo un puñado de otros éxitos entre 1966 y 1968, incluyendo “Warm and Tender Love”, “It tears Me Up”, “Out of Left Field” y “Take Time to Know Her”. Regresó a las listas en 1974 con “I’ll Be Your Everything”.
Antes de hacerse famoso, Sledge trabajó en los algodonales alrededor de su pueblo de Leighton al noreste de Alabama y consiguió un trabajo en un hospital cercano a Sheffield. También pasaba fines de semana actuando con una banda de rhythm and blues llamada los Esquires. Un paciente del hospital lo oyó cantando mientras trabajaba y lo recomendó al productor de discos Quin Ivy.
En el documental de 2013 “Muscle Shoals”, Sledge recordó como grabó la canción: “Cuando llegué al estudio estaba temblando como una hoja. Estaba asustado”. Agregó que esa era “la misma melodía que yo cantaba cuando estaba en los campos. Me internaba en el bosque y dejaba que el eco regresara a mí”.
La composición de la canción ha sido un misterio por mucho tiempo. Algunos pensaron que Sledge la había escrito. Sledge dijo que fue inspirado por una novia que lo dejó por una carrera de modelaje después que él fuera despedido de un trabajo de construcción en 1965, pero él le dio los créditos de la escritura de la canción a dos de sus compañeros de los Esquires, el bajista Calvin Lewis y el organista Andrew Wright, quienes lo ayudaron con la canción
Mientras se identificó con la escena musical Muscle Shoals, Sledgepasó la mayor parte de su carrera viviendo en Baton Rouge. Fue inducido en el Salón de la Fama Musical de Alabama en 1993y en el de Louisiana en 2007.
En abril de 1994, Sledge se declaró culpable en una corte federal por evasión de impuestos relacionada con el ingreso de conciertos realizados a finales de los 1980. Fue sentenciado a seis meses en una prisión de mediana seguridad, le dieron cinco años para probar que se había corregido, y le ordenaron pagar 96000 $ en impuestos y multas. Cuando se declaró culpable, le dijo al juez, “Sabía que debía más”.
Sledge fue intervenido quirúrgicamente de cáncer de hígado en enero de 2014 pero pronto reanudó su gira.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Lo que Lincoln dejó atrás
Martha Rhodes. 14-04-2015. The New York Times
John Wilkes Booth le disparó a Abraham Lincoln en el Ford’s Theater de Washington, la noche del 14 de abril de 1865, y en horas, telegramas y periódicos empezaron a desplegar la noticia alrededor del país. Tan horrible como el homicidio de Lincoln les puede parecer a las personas de hoy, es difícil sondear cuan estremecedor fue para muchas personas en aquel tiempo. Fue lo suficientemente telúrico como que fue el primer magnicidio de la historia norteamericana. Pero también ocurrió en un momento, menos de una semana después que el General Robert E. Lee capitulara en Appomatox, cuando los norteamericanos o celebraban la victoria o desesperaban con la derrota.
Para Mattie Jackson, un esclavo fugitivo, el sintió el trancazo de la muerte de Lincoln como “un choque eléctrico en mi alma”. Muchos se resistían a creerlo. “Todavía pienso que debemos ser víctimas de un rumor callejero gigantesco”, confesó una mujer blanca a su madre.
Eventos desastrosos futuros generarían incredulidad hacia la radio, televisión, teléfono y redes sociales, pero en la primavera de 1865, los norteamericanos anonadados solo podían confirmar los reportes de catástrofe examinando otros rostros humanos.
Tan pronto como Lucy Hedge vio los titulares, se vistió y salió de su hogar de Nueva Inglaterra para a caminar por las calles, donde, ella escribió después, “la melancolía y el desmayo estaban pintadas en cada expresión facial”. En Louisville, Ky., “la ansiedad era visible en cada rostro de las personas negras”, dijo un observador, mientras en Nueva York, un hombre blanco lloroso avanzó hacia Wall Street para unirse “ a la multitud de caras tristes y marcadas por el horror”.
Con tantos apesadumbrados mirando a los ojos de las otras personas, los oponentes de Lincoln tenían que estar atentos, porque no sería tolerada ninguna exhibición de placer entre los vencidos Confederados. En Richmond, Va., la capital confederada capturada que Lincoln había visitado fugazmente hacía una semana, “Cada hombre parecía desafiante a todo el que le pasaba por delante”, escribió un misionario norteño a su padre.
Muchos confederados se mantuvieron escondidos pero no del todo. Algunos optaron por aplaudir o celebrar en público, y en la calle Bienville de New Orleans, un hombre blanco provocaba a los atribulados afroamericanos señalando el titular de un periódico sobre el asesinato y, una mujer negra recordó “sacando la lengua”.
Aunque pronto hubo un cambio. Al principio los afectados buscaban confirmación en tantas caras como fuese posible, al poco tiempo su atención se concentraba en una so,a cara: la del presidente asesinado. El 18 de abril Lincoln yace estático, dentro de una urna de nogal que descansa sobre un elevado y decorado catafalco, en la habitación este de la Casa Blanca. El funeral se realizó el día siguiente, y el día posterior el cadáver fue exhibido, esta vez en la rotunda del capitolio. Miles desfilaron. ¿Qué mejor prueba de esos dificiles eventos?
Desde la capital, el cadáver del presidente viajó por dos semanas, a través de casi 1700 millas, con ceremonias elaboradas en 11 ciudades. Visitantes de todas partes estaban afectados por los empujones para ver el cadáver, los guardias mantenían a las filas congestionadas moviéndose tan rápido que “era imposible” protestó un espectador, “obtener una visión satisfactoria”. Mattie Jackson, sabía que no se “convencería de su muerte” hasta que “viese sus restos”.
El ritual de ver el cadáver de Lincoln, y su cara, probó ser problemático. Cuando los deudos apreciaron aquella singular visión, muchos estaban disgustados. A uno “sus patillas recortadas hicieron que su cara pareciera más pequeña”, para otro, “la expresión era demandante”.
Como el embalsamado de cuerpos todavía era una ciencia rudimentaria, las personas se sintieron desilusionadas por el deterioro físico ocasionado por el deceso. Para el momento que el cadáver de Lincoln llegó a Chicago, a un deudo le pareció que él “no lucía como deben parecer los grandes hombres”. El rostro sin vida simplemente no podía revivir las visiones del exaltado comandante en jefe. Un hombre que se salió de la fila e Filadelfia prefirió “recordar a Mr. L. como lo vi en Trenton, con esa brillante sonrisa burbujeando en su cara”, una imagen muchos más memorable que “los rasgos fijos de un cadáver”.
Aún luego del entierro de Lincoln en su pueblo, Springfield Ill., el 4 de mayo, algunos todavía no podían asimilar por completo lo que había ocurrido. Muchos recurrieron a los artefactos, pegar titulares en álbumes, coleccionar fotografías conmemorativas, en un esfuerzo por aceptar lo insondable.
Marian Hooper viajó desde Boston hasta Washington a finales de mayo, he hizo la ruta hasta el aserradero de tablas al otro lado de la calle frente al Ford’s Theater, hasta el cual el fatalmente herido presidente había sido llevado la noche del 14 de abril, y donde había permanecido inconsciente en una habitación trasera hasta que falleciera la siguiente mañana. La almohada empapada en sangre, “tal cual estaba esa noche”, escribió ella a casa, fue “una vista dolorosa y aun así queríamos verla”. Y ¿Por qué? Porque, explicó ella, “eso hace esto tan vívido”.
Cuando la guerra llegó a su fin, los deudos de Lincoln podían confortarse creyendo que su presidente los guiaría a través de las consecuencias del conflicto. Ahora se había ido. Aun con la ayuda de la evidencia visual para asimilar la desastrosa verdad, todos los norteamericanos continuarían ponderando el destino de la nación, y lo que pudo haber sido diferente, si Lincoln hubiese vivido.
Martha Rhodes es una profesora de historia en New York University y autora, más recientemente, de “Mourning Lincoln”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
martes, 14 de abril de 2015
Recordando a Steve McQueen.
Roger Ebert
08-11-1980.
Steve McQueen está muerto a los 50 años. El actor, uno de un puñado de superestrellas indisputadas de Hollywood, falleció la mañana del viernes luego de practicarse una intervención quirúrgica en una clínica de Juarez, México. Aunque Mr. McQueen hubo estado fajado con el cáncer por meses en un suceso altamente publicitado, la causa oficial de su muerte fue un ataque al corazón después de la operación.
EL Dr. Cesar Santos, quien removió un tumor de 2.5 kg del abdomen de Mr. McQueen, dijo que el actor “estaba muy adolorido” antes de la operación y “la posibilidad de que sobreviviera la operación era extremadamente pobre”.
Los siguientes eventos llevaron a la muerte de Mr. McQueen: Luego que los doctores diagnosticaran su enfermedad hace más de un año como mesothelioma, una forma rara de cáncer de pulmón considerada incurable, él se registró en una clínica de Tijuana, México en agosto para someterse a un tratamiento poco ortodoxo que incluía el uso de la droga laetrile, inyecciones intramusculares de células animales, dieta orgánica, megavitaminas, ayunos, masajes. La clínica reportó que el cáncer de Mr. McQueen era “retratable” y el actor envió un mensaje pidiendo a sus seguidores “mantener los dedos cruzados”.
La semana pasada, Mr. McQueen se retiró de la clínica y regresó a su rancho de Santa paula, Calif., para lo que fue descrito como una vacación. Un vocero de la clínica dijo que la vacación reflejaba una mejoría en su condición, y Warren Cowan, el publicista de Mr. McQueen, dijo que cuando vio por última vez al actor hace tres semanas, “Él estaba muy positivo. Estaba animado. Hablaba de sus planes para navidad”. Cowan, sin embargo, dijo, que Mr. McQueen estaba muy consciente de su condición y preparado, si era necesario, para morir”.
El jueves, Mr. McQueen y su esposa de 10 meses, Barbara Minty, regresaron a Mexico para la cirugía previamente planificada en la clínica en Juarez.
El Dr. Santos dijo, “McQueen y su esposa vinieron y pidieron la operación debido al dolor. Él estaba que estar sedado constantemente por el dolor.
“La posibilidad de que sobreviviera la operación era extremadamente pobre. Tenía cáncer en todo el diafragma, y cáncer en el pulmón derecho que amenazaba invadir el izquierdo”.
Santos dijo que la operación había reducido pero no eliminado el dolor y agregó que Mr. McQueen podría haber vivido dos o tres meses más sin la operación.
La esposa de Santos, Rosa María, administradora de la clínica de ladrillos, de un piso, de 20 camas, Santa Rosa, dijo, “Después de la operación, él estaba mejorando, hasta habló. Parecía estar bien”. “Pero de pronto”, dijo ella, “él tuvo un ataque al corazón y murió” alrededor de la 1 a.m., tiempo de Chicago, viernes.
Una vocera de la clínica Juarez dijo que la esposa del actor había reclamado el cadáver y regresó a California. No se hicieron planes de funeral.
Mr. McQueen empezó a sospechar de su condición en el verano de 1979, mientras grababa escenas de su última película “The Hunter” (1980), en Chicago. Se sentía inusualmente cansado y carecía de fuerza, luego de regresar a Los Angeles, se sometió a una serie de pruebas. Fue entonces que los doctores diagnosticaron mesothelioma, una forma fatal de cáncer de pulmón algunas veces asociada a la inhalación de asbesto, un carcinógeno. Los amigos de Mr. McQueen inmediatamente culparon a las máscaras faciales de asbesto y trajes protectores que él usaba a menudo mientras practicaba sus deportes favoritos, motociclismo y automovilismo.
Mr. McQueen mantuvo en secreto su condición por varios meses, solo la reveló semanas después de haberse registrado en la clínica de México. “Espero que las páginas e escándalos baratos y los buscadores de curiosidades no tratarán de rastrearme, para así continuar mi tratamiento”, dijo él. Explicó que había negado reportes tempranos de su enfermedad porque “Yo quería mantener mi sentido de dignidad, porque estaba seguro de que iba a morir”. Cuando los doctores de Los Angeles le dijeron que su cáncer se había esparcido por toda la parte superior de su cuerpo y probablemente era terminal, él regresó a la clínica Tijuana de William D. Kelley, un antíguo ortodoncista de Texas quién fue prohibido en la década de 1970 por una corte de Texas por practicar la medicina sin licencia. Kelley es un abogado del tratamiento inortodoxo del cáncer enfocado en fortalecer la salud de una víctima de cáncer para estimular al organismo de sanar por si mismo.
La muerte de Steve McQueen llegó luego de una reciente caída en su carrera de éxitos cinematográficos, la cual lo clasificó por varios años entre las tres o cuatro estrellas de cine en el mundo. En esta categoría, sólo Clint Eastwood, Robert Redford, Paul Newman y Burt Reynolds eran sus pares.
Después de “The Towering Inferno” (“Infierno en la torre”) en 1974, sólo hizo otras tres películas, aunque eso incluía una que produjo y protagonizó en un proyecto muy ambicioso, una versión de 1976 de la obra de teatro de Henrik Ibsen “An Enemy of the People”) (“Un enemigo de la gente”), que fue engavetada por cuatro años antes de ser vendida a la tv por cable. Sus últimas dos películas, “Tom Horn” (1979) y “The Hunter” tuvieron poco éxito con la crítica y la taquilla.
Aunque ganó una beca para el prestigioso Actors’ Studio, Mr. McQueen dijom una vez: “No soy un gran actor, enfrentémoslo. No tengo un gran alcance. Hay ciertas cosas que puedo hacer, pero cuando soy malo, doy pena. Hay algo en mis ojos de perro que hace a la gente pensar que soy bueno. No soy tan bueno”.
Aún así, en el papel correcto, no había nadie como él, y para Mr. McQueen el papel correcto a menudo significaba un hombre de acción involucrado en persecuciones excitantes de carros, motocicletas o caballos.
Sus películas más conocidas y exitosas son probablemente “The Great Escape” (“El gran escape”) 1962, en la cual se ganó la admiración de los actores substitutos (dobles) al ejecutar sus peligrosas escenas peligrosas en motocicleta; “Bullit”, 1968, la cual llegó a su climax con Mr. McQueen al volante en una clásica persecución de carros en las colinas de San Francisco, y “The Getaway”, 1972, una película de Sam Peckinpah donde Mr. McQueen personifica a un convicto fugitivo y ladrón de bancos.
Hizo 27 películas por todo, comenzando por una pequeña parte en “Somebody up There Likes Me”, 1956, e incluyendo un inauspicioso debut en “The Blob”, 1968, enfrentando a un invasor del espacio. Primero se convirtió en estrella de televisión con la serie (1958-1961) de CBS “Wanted: Dead or Alive” (Se busca: Vivo o Muerto”) y fue una de las pocas estrellas de TV de principios de los ’60 (Eastwood era la otra) que fue capaz de dar exitosamente el paso hacia la gran pantalla. Mr. McQueen fue casi un recluso en su vida privada.
Raramente daba entrevistas, evitaba las fiestas, usaba blue jeans cada vez que era posible y decía que le gustaban las carreras de motocicletas porque se perdía en la excitación y se sentía igual que los otros competidores. Se casó tres veces. Su primera esposa fue Neile Adams, actriz y bailarina quien fue la madre de sus dos hijos. En 1971, se divorció y se casó con la actriz Ali MacGraw, su coprotagonista en “The Getaway”. En enero de 1980, se casó con Minty, una modelo de 25 años. Su tercera esposa y sus dos hijos, Chad de 21 años, y Teri de 20, estaban a su lado cuando murió. MacGraw lo visitó durante su estadía en la clínica de México. Mr. McQueen nación en Indianapolis en 1930. Su padre abandonó a su madre poco después, y ella se mudó a California. Mr. McQueen tuvo una juventud tormentosa, durante su adolescencia pasaba tiempo en Boys Republic, un reformatorio de california para niños problemáticos, y, como muchos actores, compiló un variado registro de empleos, su lista de trabajos incluía, marino mercante, trabajador petrolero, animador de carnaval, leñador, mensajero de un burdel, y una pasada por la marina, antes de ser actor.
Se mudó a Nueva York en 1952, trabajó en un bar, hizo teatro aficionado y recibió 40 $ por su primer trabajo profesional, de una línea en yiddish. Luego de ganar una beca para el Actors’ Studio, trabajó en pequeños papeles de televisión.
Su agitado pasado todavía estaba fresco en su memoria en 1963 cuando Mr. McQueen escribió: “Cuando hice ‘The Great Escape’, estuve pensando, si hicieran una película de mi vida, la llamarían así, el gran escape”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
viernes, 10 de abril de 2015
Correr con autismo: La historia de Anthony Crudale.
Runner’s World Magazine. Octubre 2002.
La vida diaria veraniega comienza en Las Vegas. Justo después del amanecer, los trabajadores de la construcción llenan contenedores industriales con agua para suplir las máquinas vendedoras, y los sistemas de riego que inundan los parques citadinos.
Las sombras se desplazan rápido frente al escenario de montañas vino tinto que rodean el valle. Los rayos de luz reflejan sobre las ventanas de vidrio espejeante de hoteles y casinos a lo largo de la ruta de los apostadores.
Son las 6 a.m. y la ciudad está caliente antes de calentarse.
Como para otros corredores, ciclistas, madres empujando coches de bebés y jubilados en sus ejercicios diarios, la mañana también es el mejor momento de Anthony Crudale. La mayoría de los días, él se levanta a las 4 a.m. y comienza su día mientras su padrastro también se prepara para trabajar.
Crudale no tiene empleo. Pero, su rutina diaria reciente ha consumido su tiempo. Como otros que sufren el desorden del autismo, Crudale está enfocado hasta casi la obsesión. Quiere correr maratones rápidas.
En esta mañana de finales de junio, aproximadamente tres semanas después de completar su octava maratón (y cuarta Suzuki Rock & Roll Marathon en San Diego), Crudale todavía esta en modo recuperación. Él ha aceptado retrasar su salida usual para que yo lo acompañe en una carrera de diez millas. Cuando llego a las 6:30 a.m., él esta vestido y listo para manejar hasta las cercanía de Henderson donde él regularmente entrena en una ruta suburbana de colinas de asfalto. Crudale prefiere un circuito de 15 millas entre los árboles de Joshua y las rocas rojas del desierto de montaña alta. Pero lo que importa más es la carrera, y pronto estamos en camino.
Diagnosticado a los 18 meses de edad (más temprano que la mayoría de los pacientes) con el desorden neurológico que afecta el area de comunicación del cerebro, a Crudale le ha ido bien. Muchas personas autistas nunca hablan o aprenden otros componentes básicos de autosuficiencia.
Pero la temprana intervención y sus tres años de estadía hasta los 5 años como el primer paciente del Behavioral Development Center en Providence, R.I., ocasionó el éxito de Crudale. Él tenía 12 de los 14 criterios usados para determinar el autismo, incluyendo la conducta autoabusiva. Habló por primera vez a los 4 años.
Crudale también es asmático y tiene alergias a ciertos alimentos que casi lo matan cuando era un niño pequeño. Pero ahora a los 24 años, ha vencido muchos obstáculos. El pasado diciembre, se graduó en la University of Nevada, Las Vegas. Tuvo dificultades académicas, pero mejoró con el apoyo de un tutor y ahora tiene un grado en arte. Los resultados de sus estudios son sus esculturas de arcilla, dibujos de tiza en blanco, negro y colores pasteles y pinturas de figuras deportivas y escenas futurísticas, algunos autoretratos.
Comunicarse con extraños y usar gestos como estrechar manos, único para muchas personas autistas, es rutina para Crudale. Pero puede mirar directamente o desde lejos a los extraños por largos períodos de tiempo, y puede parecer incansable mientras se balancea hacia adelante y atrás.
Crudale algunas veces también contesta preguntas con respuestas de una palabra, y tiene un deliberado patrón de discurso que puede incluir repetir palabras que ha oído.
Su inteligencia ha llevado a los desconocidos a comentar que el suyo debió haber sido un diagnóstico errado.
Su madre, Donna Martínez, y sus doctores lo conocen mejor. Más de dos décadas después de su primer diagnóstico, la cinta de video de los períodos silenciosos de Crudale y sus modales autoabusivos, sigue siendo impresionante.
“Las personas oyen la palabra “autismo” y piensan en la película “Rain Man”, dice su madre de la pieza cinematográfica protagonizada por Dustin Hoffman. “Esa película fue hecha para mostrarle al público como trataban a las personas autistas en las décadas de 1950 y 1960. Ellos fueron etiquetados. Es solo ignorancia. No se trata de que estas personas son estúpidas. Ellos sólo le temen a la palabra ‘autismo’”
Correr con un autista es otro asunto.
Mientras la temperatura sube rápidamente cerca de los 35 grados Celsius, Crudale maneja metódicamente su SUV último modelo entre la fila de camiones de construcción que domina el panorama suburbano de Las Vegas. Su padre le enseñó a conducir, también era su mejor amigo. Él falleció de cáncer en 1994. Anthony nunca ha mostrado ninguna señal de dolor, pero una vez le dijo a su madre que cuando su padre murió, su vida se arruinó.
El vehículo de Crudale tiene varios zapatos de correr dispersos. Su madre bromea con él de manera afectuosa pero irónica, le dice que los pasajeros no deben estar sujetos a la fragancia de sus pies sudados. También le agrada la música heavy metal, y puede recitar los títulos de su colección de CDs.
En 25 minutos llegamos a un parque en un vecindario ubicado en una colina. Anthony asegura su carro y se amarra el control remoto del carro a sus pantalones cortos. Le digo que tome la delantera. Ha recordado llevar una botella de agua helada, un simple acto de lógica que yo he olvidado.
Crudale ha sido un corredor de oficio desde su primer año en la escuela secundaria solo para varones, también en Rhode Island. Fue influenciado por el mayor de sus hermanos, James, pasó de los 400 a los 800 metros, luego a la milla. A pesar de su asma y autismo, progresó rápidamente.
A una milla de una nuestra carrera, el talento de Crudale es obvio. Con una estatura mediana y unos 70 kg de peso, él es de casi la mitad de mi edad y 25 kg más liviano. Mientras el calor del sol se irradia sobre el pavimento de asfalto, él se aleja rápidamente y escala una cuesta larga y regular.
Crudale corre con una zancada erecta. Sus manos van un poco crispadas en los nudillos. Es macizo, bronceado y bien parecido, una eficiente combinación de energía juvenil, pulmones fuertes y entusiasmo desaforado.
Crudale usa su cabello negro en un corte enmarañado, y mientras acelera en la distancia, se mantiene tranquilo, con la excepción de algún grito breve y ocasional. Él evalua sus carreras con un costoso cronómetro que se compró, cuando le pregunto como lo estamos haciendo, dice que hemos corrido por 32 minutos. Estoy cansado pero no reventado, pronto me doy cuenta de que no tengo idea de donde estoy y que Crudale puede desaparecer de mi vista en cualquier momento.
Hace alrededor de cuatro años, Crudale decidió que quería entrenarse para un maratón porque “era algo que no muchas personas estaban haciendo”. A menudo corría con el Las Vegas Track Club, pero a medida que fue mejorando, sus carreras de entrenamiento solitario en el desierto se hicieron más frecuentes porque nadie podía correr a su ritmo.
En su debut en el Suzuki Rock & Roll Marathon de 1998, Crudale hizo un tiempo de 3:19 y lo consideró como “no tan horrible”. Pero debido a una confusión de la familia y a dificultades organizacionales de la carrera, Crudale se le perdió a su familia por tres horas después de la carrera.
“Luego de correr una maratón y caminar por los alrededores por tres horas a la deriva, cuando lo vi parecía que se iba a caer”, recuerda su madre, enfermera registrada. “Oh Dios. No parecía estar bien”.
A pesar de su ruda experiencia, Crudale estaba cautivado. En las tres ediciones subsiguientes de la carrera, ha finalizado en 2:44, 2:36 y 2:41.
Durante el fin de semana del Rock & Roll Marathon de 1999, Crudale le presentó a Deloy Martinez, el antiguo presidente de Las Vegas Track Club, a su madre. Los dos se casaron el año pasado.
Crudale reside con su madre y padrastro, pero es completamente independiente.
Aunque no entiende por completo el valor del dinero, su familia es optimista de que será capaz de vivir independientemente otra vez, como lo hizo una vez con uno de sus hermanos y un amigo en Rhode Island durante su primer semestre en la universidad.
“No nos preocupamos mucho por Anthony”, explica su madre. “Pero Anthony no sabe de vicios, y podría ser una presa fácil para el crímen”.
A pesar de su grado universitario, la principal preocupación de la familia es encontrarle un trabajo de tiempo completo a su hijo. Con la asesoría de un reclutador, fue empleado a medio tiempo en una galería de arte en Las Vegas. Pero se disgustó cuando le pidieron que hiciera tareas domésticas, como limpiar el sanitario. Eventualmente le dejó saber su descontento al dueño de la tienda. Cuando terminó el trabajo, varios meses más tarde, Crudale recapacitó. Desde entonces ha aplicado para el cargo de procesador de data en un hotel local.
Con ese tiempo libre, él corre unas 115 millas por semana, principalmente solo. También levanta pesas en un club de salud local. Aunque tiene algunos amigos, pasa más de la mitad de su tiempo a solas. No tiene citas.
Esperanzado en correr más rápido que 2:30, Crudale estaba devastado cuando corrió 11 minutos más lento de lo que predijo el Rock & Roll Marathon a principios del pasado junio.
En repetidas conversaciones conmigo después de esa carrera el dijo, “No puedo empezar a correr de nuevo hasta que tenga un entrenador; necesito un entrenador. Esta es la tercera maratón seguida que he corrido sin mejorar mi tiempo. Pienso que mi programa es deficiente”.
Incapaz de entender que los corredores no siempre mejoran sus tiempos en cada carrera, Crudale se tomó dos semanas libres, entonces empezó a correr otra vez, para alargar su historial de carreras. Además de sus ocho maratones, Crudale tiene otras credenciales impresionantes. Ha corrido loa 10 km en 32:50, 10 millas en 55:56 y la media maratón en 1:13:38.
En Las Vegas International Marathon de 2000, Crudale hizo su mejor tiempo personal con 2:35:58. El pasado marzo, mientras competía contra vientos intermitentes de 50 mph, salió victorioso en el Sutter Home Napa (Calif.) Valley Marathon, un evento de 2000 corredores, con tiempo de 2:42:27. Se cree que él es el primer autista que gana una maratón. Las paredes de la habitación de Crudale están decoradas con medallas, placas y otros honores de carreras. Su premio favorito es la botella double-magnum de vino que le entregaron como ganador de la Napa Valley Marathon. Crudale no bebe alcohol, pero muestra orgulloso la botella de vino empotrada en su caja de madera.
No hay preocupaciones médicas por los corredores autistas, y la madre y el padrastro de Crudale lo apoyan aunque se preocupan por la devoción deportiva de su hijo.
“Estoy feliz de que sea bueno en eso; eso le da estabilidad”, dice su madre, quien asiste a sus maratones. “Pero no me gusta el ritual. Es como cuando solía hacer girar cosas por horas. Eso adormece su vida”.
A casi una hora de nuestra carrera, alcanzo a Anthony con un remate corto y le pregunto si quizás podemos acortar nuestra carrera. Estamos casi a 40 grados Celsius a las 8:15 de la mañana. En el calor seco, mis pantalones de correr están forrados con una capa de sal y me siento seco.
“Está bien, seguro”, dice Anthony después que ha esperado de nuevo por mi en la cima de una colina. Pero en pocos minutos, se desaparece de nuevo, bordeando los caminos y espacios verdes de la vecindad, Pronto noto que no hemos acortado nuestra ruta para nada.
Le pregunto a un jardinero, luego a dos trabajadores de mantenimiento que van en una camioneta, por direcciones. Camino unos metros más allá y entonces corro por una corta bajada, atravieso la calle y doblo en una esquina.
Anthony había caminado de vuelta hacia la calle para saludarme. Regresamos a casa en el carro y le pregunté a mi compañero de carrera, si me estaba probando. Él dice si, y entonces repite una pregunta que me ha hecho dos veces de diferentes formas.
“¿Cuándo mi madre dijo que yo era una presa fácil, lo dijo por toda la congestión y la gente?”
Llegamos de vuelta a la residencia Martinez-Crudale a las 9:15 a.m.. Anthony dice que hemos corrido tal vez 11 millas, alguna a un ritmo de 7 minutos.
Luego de una ducha, hablo con el padrastro de Crudale por unos minutos y le estrecho la mano. Le pregunto si me puedo despedir de Anthony. Martinez llama a su hijastro y este baja las escaleras con crema dental en el rostro.
Estrechamos manos y Anthony me sigue afuera.
“¿Piensas que regresarás?” Pregunta
Todo lo que puedo decir es, “No lo sé, pero espero que pronto”.
Nos estrechamos las manos otra vez. Sacó mi carro del estacionamiento y manejo lentamente hacia la calle. Saludo con la mano. Prendo el radio y el narrador dice es un día soleado de 45 grados en La Vegas.
Miro por el retrovisor. Anthony ha caminado por la calle tras el carro. Luego se detiene y regresa a casa.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
miércoles, 8 de abril de 2015
La balada de Cynthia Lennon, 1939-2015
Chris Taylor
En el verano de 1968, luego que ella y su esposo por seis años habían empezado los amargos procedimientos de divorcio de manera mutua, Cynthia Lennon recibió a un portador de buenos deseos espontaneo en su hogar de Weybridge, al suroeste de Londres. Su nombre era Paul McCartney.
Cynthia estaba sorprendida de verlo. Luego que John Lennon empezara a convivir con Yoko Ono, el resto de los Beatles mostró frialdad hacia Cynthia. Pero aquí estaba McCartney, con un mazo de rosas y un dulce gesto, él se hincó en una rodilla. “¿Qué te parece Cyn, tu y yo?”, le dijo a su vieja amiga, de acuerdo a la biografía de los Beatles, Shout! de Philip Norman, usando el apodo que John le había puesto a ella años atrás.
McCartney también mencionó la canción que casualmente había compuesto en el carro, la letra pretendía consolar a su hijo de seis años, Julian. Luego la retitularía “Hey Jude”.
Esta es una gran anécdota de la vida de Cynthia Lennon, quién falleció de cáncer en su hogar en España el miércoles 1 de abril a la edad de 75 años. Como buena parte de su vida, esta fue dominada por la sombra de su primer esposo, quien se casó con ella en secreto cuando ella estaba embarazada y la trató muy mal durante su escalada a la fama mundial. Luego tuvo sus consuelos, con los momentos de matrimonios posteriores y un futuro musical para Julian. Esto es un ejemplo de cuan absolutamente íntegra fue Cyn para la historia de los Beatles, que tan pobre habría sido esta sin ella, y cuan poco ha recibido ella en retribución.
Cynthia Powell nació en 1939, en el pueblo marino de Blackpool. Los bombarderos alemanes pronto obligaron a su familia a emigrar hacia Wirral, un suburbio de clase media de Liverpool. Ella conoció a Lennon en 1957, cuando ambos eran estudiantes del Liverpool College of Arts. Él era un año menor, un roquero tipo Teddy Boy quien llevaba su guitarra a clase y payaseaba alrededor, tratando de disimular su dolor por la muerte de su madre. Ella tiñó su cabello de rubio como Brigitte Bardot para impresionarlo, y terminó su compromiso con otro hombre luego que Lennon la invitara a salir, la ignoró en la cita, entonces la llevó al apartamento de su amigo mutuo Stu Sutcliffe para tener sexo.
Eso fijó el patrón por los próximos 11 años. Cynthia fue muy devota a Lennon mientras su carrera musical despegaba, hasta escribía los papeles de prueba para él. Lennon era a ratos, encantador, indiferente y violentamente celoso; estrelló a Cynthia contra una pared cuando la sorprendió bailando con Sutcliffe. Cyn regresó con John luego que este se disculpara profusamente.
El le escribía cartas de amor desde los primeros viajes de los Beatles a Hamburgo, y la engañaba todo el tiempo, por supuesto.
Entonces vino la boda, ella tenía 22, él 21, y los esfuerzos del gerente de los Beatles y padrino de la boda Brian Epstein por mantener el matrimonio de Lennon fuera del ojo público. Él temía que eso afectara la popularidad de los Fab Four. De todas formas, periodistas y seguidores acamparon en los alrededores de su primer hogar londinense. Epstein persistió, y estaba furioso cuando Lennon permitió a la prensa norteamericana fotografiar a la pareja en su primera llegada a Nueva York. En el insano tropel de seguidores de aquel primer viaje a Estados Unidos, Cynthia fue dejada a atrás por el carro de los Beatles más de una vez.
Los años del ácido
Aún así, Cyn fue a casi todos los eventos que asociamos con los Beatles. Ella estaba ahí cuando filmaron A Hard Days Night y Help! Ella estaba con él la primera vez que se doparon con LSD, ella no lo sabía, un dentista fue el facilitador en una fiesta. Ella se unió a la banda cuando estos se hicieron acólitos del Maharishi en 1968, y voló a la India con John, con la esperanza de salvar su matrimonio, sin saber que él recibía cartas diarias de la artista japonesa Yoko Ono.
Hubo años felices en Weybridge, y grandes amistades con Patti Boyd, la esposa de George Harrison y Maureen Starkey la esposa de Ringo Starr. Los Lennon era criaturas nocturnas, a menudo iban a fiestas en diferentes localidades de Londres hasta el amanecer, cuando Cynthia llevaba a Julian a la escuela.
Pero su divergencia respecto a las drogas se incrementaba, ella no podía consumir ácido, mientras John empezó a disfrutarlo como caramelo, y eso creó un distanciamiento. Él pasaba horas aislado en el jardín o frente al televisor, esperando el relumbrón del genio musical. Cyn estaba destrozada; la brusquedad de John y su lado furioso habían desaparecido, pero también su atención.
El fin del matrimonio llegó de manera vertiginosa. En el vuelo de regreso desde la India, John se emborrachó y confesó sus cientos de infidelidades a través de los años; había escrito Norwegian Wood en referencia a una de ellas. Ella tomó unas vacaciones a Grecia a solicitud de él, entonces regresó para encontrar a Lennon y Ono instalados en su hogar. Aturdida, los invitó a cenar; ellos se negaron. Meses después, John le demandó el divorcio, y Cynthia contrademandó cuando supo que Ono estaba embarazada. El millonario Lennon fue notificado que debía pagarle a ella 100000 libras y otras 100000 por Julian, que luego se redujeron a 50000 cuando nació Sean Ono Lennon.
Despues de Lennon.
Cynthia pasó las próximas décadas tratando de encontrar su estabilidad. Un matrimonio con un hotelero italiano duró tres años. Un tercer esposo, un ingeniero llamado John Twist, duró cinco años antes de separarse. Ella abrió y cerró un restaurant en Gales, y otro en Londres. Trató de diseñar lencería de camas y textiles. Se mudó a Cumbria, Inglaterra, y luego a Normandía, Francia. En 1978 escribió una autobiografía, A Twist of Lennon, la cual, trágicamente, se convirtió en éxito luego que John fuera asaltado y asesinado en Nueva York dos años después.
Siempre corta de dinero, Cynthia vendería memorabilia de Lennon en subastas de Christie. El recipiente donde Lennon guardaba su ración de marihuana fue vendido en 8000 $. Ella trató de lanzar un perfume llamado Woman, titulado así por una canción escrita para Ono. Ella exhibió sus pinturas y dibujos y grabó un sencillo, una versión de Those Were the Days, el cual nunca entró a las listas de favoritas. Sus años finales estuvieron llenos de eventos con seguidores de los Beatles e inauguraciones de parques y esculturas dedicadas a John.
En la primera década de este siglo, Cynthia pareció establecerse finalmente. Se casó en 2002 con Noel Charles, el dueño de un club nocturno de Barbados, vivieron en España hasta la muerte de Noel en 2013. Su relación con Ono llegó a estabilizarse, fueron fotografiadas en público por primera vez. En 2005, ella escribió otra autobiografía, llamada John, la cual fue mejor recibida que A Twist of Lennon.
“He llegado a entender que siempre seré conocida como la primera esposa de John”, escribió Cynthia. “Algo de lo que nunca pude escapar por completo. El interés del publico siempre me perseguía… al final reconocí que no había escape de la leyenda de Lennon”.
Era tiempo, añadió ella desafiantemente, de puntualizar que ella estuvo “al lado de John a través de los diez años más excitantes y extraordinarios de su vida. Cuando él desarrolló su mejor creatividad. Un tiempo cuando él era comprensivo, apasionado, honesto y abierto, cuando amaba a su familia y a los Beatles. Un período previo a que las drogas y la fama lo llevaran a la destrucción de mucho de lo que había valorado”.
Julian, quien alternativamente había asumido y abandonado la carrera musical a la cual parecía destinado, estaba al lado de su madre cuando ella falleció. “Recuerda tenerla en tu corazón”, le escribió Paul McCartney al Julian de seis años. “Entonces podrás empezar a actuar mejor”. Para con Cynthia, ciertamente él tomó ese consejo.
Entonces él lanzó este video con la frase “Diste tu vida por amor”. De seguro un reto para él decirlo con los ojos secos.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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