viernes, 10 de abril de 2015

Correr con autismo: La historia de Anthony Crudale. Runner’s World Magazine. Octubre 2002. La vida diaria veraniega comienza en Las Vegas. Justo después del amanecer, los trabajadores de la construcción llenan contenedores industriales con agua para suplir las máquinas vendedoras, y los sistemas de riego que inundan los parques citadinos. Las sombras se desplazan rápido frente al escenario de montañas vino tinto que rodean el valle. Los rayos de luz reflejan sobre las ventanas de vidrio espejeante de hoteles y casinos a lo largo de la ruta de los apostadores. Son las 6 a.m. y la ciudad está caliente antes de calentarse. Como para otros corredores, ciclistas, madres empujando coches de bebés y jubilados en sus ejercicios diarios, la mañana también es el mejor momento de Anthony Crudale. La mayoría de los días, él se levanta a las 4 a.m. y comienza su día mientras su padrastro también se prepara para trabajar. Crudale no tiene empleo. Pero, su rutina diaria reciente ha consumido su tiempo. Como otros que sufren el desorden del autismo, Crudale está enfocado hasta casi la obsesión. Quiere correr maratones rápidas. En esta mañana de finales de junio, aproximadamente tres semanas después de completar su octava maratón (y cuarta Suzuki Rock & Roll Marathon en San Diego), Crudale todavía esta en modo recuperación. Él ha aceptado retrasar su salida usual para que yo lo acompañe en una carrera de diez millas. Cuando llego a las 6:30 a.m., él esta vestido y listo para manejar hasta las cercanía de Henderson donde él regularmente entrena en una ruta suburbana de colinas de asfalto. Crudale prefiere un circuito de 15 millas entre los árboles de Joshua y las rocas rojas del desierto de montaña alta. Pero lo que importa más es la carrera, y pronto estamos en camino. Diagnosticado a los 18 meses de edad (más temprano que la mayoría de los pacientes) con el desorden neurológico que afecta el area de comunicación del cerebro, a Crudale le ha ido bien. Muchas personas autistas nunca hablan o aprenden otros componentes básicos de autosuficiencia. Pero la temprana intervención y sus tres años de estadía hasta los 5 años como el primer paciente del Behavioral Development Center en Providence, R.I., ocasionó el éxito de Crudale. Él tenía 12 de los 14 criterios usados para determinar el autismo, incluyendo la conducta autoabusiva. Habló por primera vez a los 4 años. Crudale también es asmático y tiene alergias a ciertos alimentos que casi lo matan cuando era un niño pequeño. Pero ahora a los 24 años, ha vencido muchos obstáculos. El pasado diciembre, se graduó en la University of Nevada, Las Vegas. Tuvo dificultades académicas, pero mejoró con el apoyo de un tutor y ahora tiene un grado en arte. Los resultados de sus estudios son sus esculturas de arcilla, dibujos de tiza en blanco, negro y colores pasteles y pinturas de figuras deportivas y escenas futurísticas, algunos autoretratos. Comunicarse con extraños y usar gestos como estrechar manos, único para muchas personas autistas, es rutina para Crudale. Pero puede mirar directamente o desde lejos a los extraños por largos períodos de tiempo, y puede parecer incansable mientras se balancea hacia adelante y atrás. Crudale algunas veces también contesta preguntas con respuestas de una palabra, y tiene un deliberado patrón de discurso que puede incluir repetir palabras que ha oído. Su inteligencia ha llevado a los desconocidos a comentar que el suyo debió haber sido un diagnóstico errado. Su madre, Donna Martínez, y sus doctores lo conocen mejor. Más de dos décadas después de su primer diagnóstico, la cinta de video de los períodos silenciosos de Crudale y sus modales autoabusivos, sigue siendo impresionante. “Las personas oyen la palabra “autismo” y piensan en la película “Rain Man”, dice su madre de la pieza cinematográfica protagonizada por Dustin Hoffman. “Esa película fue hecha para mostrarle al público como trataban a las personas autistas en las décadas de 1950 y 1960. Ellos fueron etiquetados. Es solo ignorancia. No se trata de que estas personas son estúpidas. Ellos sólo le temen a la palabra ‘autismo’” Correr con un autista es otro asunto. Mientras la temperatura sube rápidamente cerca de los 35 grados Celsius, Crudale maneja metódicamente su SUV último modelo entre la fila de camiones de construcción que domina el panorama suburbano de Las Vegas. Su padre le enseñó a conducir, también era su mejor amigo. Él falleció de cáncer en 1994. Anthony nunca ha mostrado ninguna señal de dolor, pero una vez le dijo a su madre que cuando su padre murió, su vida se arruinó. El vehículo de Crudale tiene varios zapatos de correr dispersos. Su madre bromea con él de manera afectuosa pero irónica, le dice que los pasajeros no deben estar sujetos a la fragancia de sus pies sudados. También le agrada la música heavy metal, y puede recitar los títulos de su colección de CDs. En 25 minutos llegamos a un parque en un vecindario ubicado en una colina. Anthony asegura su carro y se amarra el control remoto del carro a sus pantalones cortos. Le digo que tome la delantera. Ha recordado llevar una botella de agua helada, un simple acto de lógica que yo he olvidado. Crudale ha sido un corredor de oficio desde su primer año en la escuela secundaria solo para varones, también en Rhode Island. Fue influenciado por el mayor de sus hermanos, James, pasó de los 400 a los 800 metros, luego a la milla. A pesar de su asma y autismo, progresó rápidamente. A una milla de una nuestra carrera, el talento de Crudale es obvio. Con una estatura mediana y unos 70 kg de peso, él es de casi la mitad de mi edad y 25 kg más liviano. Mientras el calor del sol se irradia sobre el pavimento de asfalto, él se aleja rápidamente y escala una cuesta larga y regular. Crudale corre con una zancada erecta. Sus manos van un poco crispadas en los nudillos. Es macizo, bronceado y bien parecido, una eficiente combinación de energía juvenil, pulmones fuertes y entusiasmo desaforado. Crudale usa su cabello negro en un corte enmarañado, y mientras acelera en la distancia, se mantiene tranquilo, con la excepción de algún grito breve y ocasional. Él evalua sus carreras con un costoso cronómetro que se compró, cuando le pregunto como lo estamos haciendo, dice que hemos corrido por 32 minutos. Estoy cansado pero no reventado, pronto me doy cuenta de que no tengo idea de donde estoy y que Crudale puede desaparecer de mi vista en cualquier momento. Hace alrededor de cuatro años, Crudale decidió que quería entrenarse para un maratón porque “era algo que no muchas personas estaban haciendo”. A menudo corría con el Las Vegas Track Club, pero a medida que fue mejorando, sus carreras de entrenamiento solitario en el desierto se hicieron más frecuentes porque nadie podía correr a su ritmo. En su debut en el Suzuki Rock & Roll Marathon de 1998, Crudale hizo un tiempo de 3:19 y lo consideró como “no tan horrible”. Pero debido a una confusión de la familia y a dificultades organizacionales de la carrera, Crudale se le perdió a su familia por tres horas después de la carrera. “Luego de correr una maratón y caminar por los alrededores por tres horas a la deriva, cuando lo vi parecía que se iba a caer”, recuerda su madre, enfermera registrada. “Oh Dios. No parecía estar bien”. A pesar de su ruda experiencia, Crudale estaba cautivado. En las tres ediciones subsiguientes de la carrera, ha finalizado en 2:44, 2:36 y 2:41. Durante el fin de semana del Rock & Roll Marathon de 1999, Crudale le presentó a Deloy Martinez, el antiguo presidente de Las Vegas Track Club, a su madre. Los dos se casaron el año pasado. Crudale reside con su madre y padrastro, pero es completamente independiente. Aunque no entiende por completo el valor del dinero, su familia es optimista de que será capaz de vivir independientemente otra vez, como lo hizo una vez con uno de sus hermanos y un amigo en Rhode Island durante su primer semestre en la universidad. “No nos preocupamos mucho por Anthony”, explica su madre. “Pero Anthony no sabe de vicios, y podría ser una presa fácil para el crímen”. A pesar de su grado universitario, la principal preocupación de la familia es encontrarle un trabajo de tiempo completo a su hijo. Con la asesoría de un reclutador, fue empleado a medio tiempo en una galería de arte en Las Vegas. Pero se disgustó cuando le pidieron que hiciera tareas domésticas, como limpiar el sanitario. Eventualmente le dejó saber su descontento al dueño de la tienda. Cuando terminó el trabajo, varios meses más tarde, Crudale recapacitó. Desde entonces ha aplicado para el cargo de procesador de data en un hotel local. Con ese tiempo libre, él corre unas 115 millas por semana, principalmente solo. También levanta pesas en un club de salud local. Aunque tiene algunos amigos, pasa más de la mitad de su tiempo a solas. No tiene citas. Esperanzado en correr más rápido que 2:30, Crudale estaba devastado cuando corrió 11 minutos más lento de lo que predijo el Rock & Roll Marathon a principios del pasado junio. En repetidas conversaciones conmigo después de esa carrera el dijo, “No puedo empezar a correr de nuevo hasta que tenga un entrenador; necesito un entrenador. Esta es la tercera maratón seguida que he corrido sin mejorar mi tiempo. Pienso que mi programa es deficiente”. Incapaz de entender que los corredores no siempre mejoran sus tiempos en cada carrera, Crudale se tomó dos semanas libres, entonces empezó a correr otra vez, para alargar su historial de carreras. Además de sus ocho maratones, Crudale tiene otras credenciales impresionantes. Ha corrido loa 10 km en 32:50, 10 millas en 55:56 y la media maratón en 1:13:38. En Las Vegas International Marathon de 2000, Crudale hizo su mejor tiempo personal con 2:35:58. El pasado marzo, mientras competía contra vientos intermitentes de 50 mph, salió victorioso en el Sutter Home Napa (Calif.) Valley Marathon, un evento de 2000 corredores, con tiempo de 2:42:27. Se cree que él es el primer autista que gana una maratón. Las paredes de la habitación de Crudale están decoradas con medallas, placas y otros honores de carreras. Su premio favorito es la botella double-magnum de vino que le entregaron como ganador de la Napa Valley Marathon. Crudale no bebe alcohol, pero muestra orgulloso la botella de vino empotrada en su caja de madera. No hay preocupaciones médicas por los corredores autistas, y la madre y el padrastro de Crudale lo apoyan aunque se preocupan por la devoción deportiva de su hijo. “Estoy feliz de que sea bueno en eso; eso le da estabilidad”, dice su madre, quien asiste a sus maratones. “Pero no me gusta el ritual. Es como cuando solía hacer girar cosas por horas. Eso adormece su vida”. A casi una hora de nuestra carrera, alcanzo a Anthony con un remate corto y le pregunto si quizás podemos acortar nuestra carrera. Estamos casi a 40 grados Celsius a las 8:15 de la mañana. En el calor seco, mis pantalones de correr están forrados con una capa de sal y me siento seco. “Está bien, seguro”, dice Anthony después que ha esperado de nuevo por mi en la cima de una colina. Pero en pocos minutos, se desaparece de nuevo, bordeando los caminos y espacios verdes de la vecindad, Pronto noto que no hemos acortado nuestra ruta para nada. Le pregunto a un jardinero, luego a dos trabajadores de mantenimiento que van en una camioneta, por direcciones. Camino unos metros más allá y entonces corro por una corta bajada, atravieso la calle y doblo en una esquina. Anthony había caminado de vuelta hacia la calle para saludarme. Regresamos a casa en el carro y le pregunté a mi compañero de carrera, si me estaba probando. Él dice si, y entonces repite una pregunta que me ha hecho dos veces de diferentes formas. “¿Cuándo mi madre dijo que yo era una presa fácil, lo dijo por toda la congestión y la gente?” Llegamos de vuelta a la residencia Martinez-Crudale a las 9:15 a.m.. Anthony dice que hemos corrido tal vez 11 millas, alguna a un ritmo de 7 minutos. Luego de una ducha, hablo con el padrastro de Crudale por unos minutos y le estrecho la mano. Le pregunto si me puedo despedir de Anthony. Martinez llama a su hijastro y este baja las escaleras con crema dental en el rostro. Estrechamos manos y Anthony me sigue afuera. “¿Piensas que regresarás?” Pregunta Todo lo que puedo decir es, “No lo sé, pero espero que pronto”. Nos estrechamos las manos otra vez. Sacó mi carro del estacionamiento y manejo lentamente hacia la calle. Saludo con la mano. Prendo el radio y el narrador dice es un día soleado de 45 grados en La Vegas. Miro por el retrovisor. Anthony ha caminado por la calle tras el carro. Luego se detiene y regresa a casa. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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