viernes, 17 de abril de 2015
Hace 40 años Bill Rodgers puso patas arriba al mundo del atletismo
John Powers. The Boston Globe. 14-04-2015
Boxborough-- El hombre usa una franela con una fotografía suya a mitad de zancada el día cuando él impacto el mundo del atletismo. Lleva una banda en la cabeza, guantes de pintor blancos, una camiseta de orificios en la cual ha escrito BOSTON GBTC con marcador negro y un par de zapatos Nike enviados desde Oregon por Steve Prefontaine. Ha hecho todo por su cuenta.
Han pasado cuatro décadas desde que Will Rodgers, como lo llamaron los periódicos la siguiente mañana, ganó el primero de sus cuatro maratones de Boston en un tiempo tan rápido, un record norteamericano de 2 horas, 9 minutos y 55 segundos, que se sorprendió a si mismo.
“Esto es absurdo”, declaró Rodgers después de haber bajado 35 segundos a la marca nacional del medallista olímpico Frank Shorter a pesar de pararse 5 veces. “No puedo correr tan rápido. Esto es ridículo. Debo estar soñando todo esto”.
Mientras muchos observadores, incluyendo al propio Rodgers, creen que el boom de las carreras largas en Norteamerica comenzó con la soprendente victoria de Shorter en Munich en 1972, “Boston Billy” fue el icónico hombre normal quien inspiró al ciudadano promedio de cualquier edad a marrarse los zapatos de correr con ganas de ganar.
“I don’t know if people knew who I was,” says Rodgers, who was a 27-year-old Boston College graduate student that year. “But that’s how the marathon was in those days. It was still a sport where an unknown could win.”
Por su esfuerzo Rodgers recibió una medalla de oro, un trofeo alegórico al bicentenario con un saltamontes en el tope que desapareció después que lo colocó en el piso durante su conferencia de prensa, y el tradicional tazón de carne guisada. Sus cuatro maratones de Boston los alcanzó sin ningún premio en metálico. Pero Rodgers nunca ha deseado haber nacido una década después.
“Amaba la época de oro”, dice él. “´Éramos parte de la época vieja del maratonismo con Clarence DeMar y Johnny Kelley pero también éramos parte de este nuevo cambio y eso era muy excitante. Era la primavera del maratonismo. Todavía podíamos identificar y conectar con Johnny Kelley pero había algo en el ambiente”.
El maratón de Boston de 1975 tuvo una inscripción de 2365 participantes.
Cuando Kelley ganó en 1945, salieron solo 90 hombres de la línea de partida en Hopkinton. En 1975, hubo un record de 2365 corredores, 52 de ellos mujeres. En 1979, cuando Joan Benoit rompió el record de Estados Unidos, había 527.
“Las mujeres cambiaron el gran tiempo del deporte”, dice Rodgers. “Jock Semple mo sabía eso en los ‘60”.
Semple, el vigilante escocés de la carrera por mucho timepo, le retiró el número a Katherine Switzer durante la carrera de 1967. Rodgers, quien creció en Connecticut, corría pruebas de campo traviesa y las 2 millas por Wesleyan. Su compañero de habitación, Amby Burfoot ganó en Boston un año después.
Pero Rodgers se alejó del deporte. Lo que lo llevó a Boston fue su trabajo en el Peter Brigham Hospital, donde trasladaba cadáveres a la morgue. Empezó a correr otra vez luego que le robaran su motocicleta y una bicicleta de diez velocidades, era muy impaciente para esperar el metro para ir a trabajar.
Sus primeros dos intentos en el maratón de Boston resultaron un doloroso tutoreo. En 1973, abandonó en Heartbreak Hill (la colina rompecorazones). En 1974, terminó décimocuarto luego de ir cuarto a las 19 millas.
“Boston es un lugar cruel para aprender si eres maratonista”, dice Rodgers.
Para 1975 ya no era un novato. Rodgers había ganado el maraton de Filadelfia, había recibido un reloj de 8 $ como premio. Pero lo que lo convenció de que podía competir a nivel internacional fue su tercer lugar en marzo, en los campeonatos mundiales de campo traviesa de marruecos, donde con zapatos prestados venció a varios campeones olímpicos pasados y futuros tales como Shorter, Gaston Roelants y Waldemar Cierpinski.
“Después de esa carrera pensé que podía correr con cualquiera”, dice Rodgers. “Esa carrera me lo confirmó”.
Sin embargo pocos expertos y entendidos lo tenían entre los favoritos de aquella maratón de Boston. Tom Fleming y Jerome Drayton, quienes habían llegado segundo y tercero el año anterior, estaban de vuelta, así como Ron Hill, quién había establecido el record vigente de la carrera (2:10:30) bajo la lluvia en 1970. Pero Rodgers sentía que finalmente había llegado el día, con temperaturas alrededor de los 20 grados Celsius y viento de cola.
“Era un día maravilloso para correr”, recuerda él. “Yo estaba en buena forma y me sentía feliz porque había ganado esa medalla de bronce en el mundial de campo traviesa. Estaba flotando alto”.
Así que cuando Drayton apretó el pasó en Natick, Rodgers le mantuvo el paso. Cuando oyó que alguien decía ‘Vamos Jerome’, a Rodgers le molestó que un espectador favoreciera a un canadiense antes que a un muchacho del patio y subió el ritmo en Wellesley Square.
“Drayton probablemente estaba extrañado porque él no me conocía”, dice Rodgers. “Luego de un rato me dejo adelantar, probablemente pensó este tipo no sabe lo que está haciendo, lo alcanzaré más adelante. Pero yo seguí adelantando”
Cuando Rodgers salió de Wellesley se había desprendido y lejos.
“Cuando todo llega a la vez, esa es tu oportunidad”, dice él. “Y solo tienes pocas oportunidades”.
Una vez que estuvo en las colinas de Newton, Rodgers estaba tan escapado que se pudo parar cuatro veces a tomar agua y una vez para amarrarse las trenzas de los zapatos en el tope de Heartbreak.
“Sigue corrriendo’, le gritó Semple en su acento de Glasgow. “Estás rrrompiendo el rrrrecorrrd”.
Con las motocicletas de la policía delante de él y la multitud alrededor y detrás mientras él pasaba por Brookline, Rodgers estaba más preocupado de que Drayton de pronto podría alcanzarlo. Pero el canadiense, quién ganaría dos años después cuando Rodgers se fundió con el calor, había abandonado. Rodgers atravesó la cinta dos minutos delante de Steve Hoag con el tiempo mundial más rápido del año y el cuarto mejor de la historia.
Bill Rodgers, ahora de 67 años, aún corre la Falmouth Road Race.
“Recuerdo llegar a la meta, estaba impresionado por correr 2:09”, dice Rodgers, cuya marca personal era 2:19:34. “La gente decía, ‘¿Que vas a hacer después de la carrera?’ Yo dije, ‘Voy al Eliot Lounge’”.
El Eliot, en la esquina de las avenidas Commonwealth y Massachusetts, era el sitio de encuentro del Greater Boston Track Club y que pronto se convirtió en un grupo de maratonistas estrellas locales. Rodgers, quien hizo el equipo olímpico el año siguiente, fue a ganar en Fukuoka, el histórico maratón de Japón, coleccionó un record de cuatro maratones de Nueva York seguidos y apareció en la portada de Sports Illustrated.
Alberto Salazar, quien se fajó con Dick Beardsley en el famoso “Duelo bajo el sol” en 1982, ganó Nueva York tres veces seguidas. Y Benoit estableció un impresionante record mundial en 1983, cuando Greg Meyer ganó en el renglón masculino.
Boston se convirtió en el centro del maratonismo mundial por un rato”, apunta Rodgers. Éramos como los kenianos”
El siglo Americano terminó uno vez que llegaron los kenianos luego que fuese ofrecido un premio en metálico en 1986. Hasta el triunfo de Meb Keflezighi el año pasado, ningún yanqui ha ganado aquí desde Meyer. Kefezighi nació en 1975, dos semanas después de la victoria de Rodgers.
“Todos los de aquellos días éramos como DeMar y Kelley y los otros corredores élite de esa época”, dice Rodgers. “Yo estaba casi más cerca de ellos de lo que estoy de los corredores de hoy”.
Rodgers, quien es un sobreviviente del cáncer, todavía corre a los 67 años. Aún participa en la Falmouth Road Race y él y Benoit Samuelson son atractivos anuales en las 7 millas de Bix de Davenport, Iowa. Pero Boston se ha convertido en un reto esporádico para él.
“Cada año digo que tal vez pueda correrlo de nuevo”, dice Rodgers, quien lo hizo por última vez en 2009. “Entonces salí afuera, corrí 6 millas y me cansé. Pero probablemente lo correré de nuevo. DeMar y Kelley sentaron un precedente. No se abandona. Se sigue corriendo”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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Excelente reportaje, lo felicito, me hizo recordar los años ochenta cuando seguía esos maratones con mucha emoción.
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