miércoles, 6 de julio de 2016
Elie Wiesel, sobreviviente de Auschwitz y ganador del premio Nobel de la Paz, fallece a los 87 años.
Joseph Berger. The New York Times. 02-07-2016.
Elie Wiesel, el sobreviviente de Auscwitz quien se convirtió en testigo elocuente de los seis millones de judíos asesinados en la segunda guerra mundial y quien, más que cualquier otro, marcó la memoria del holocausto en la consciencia del mundo, falleció esta sábado 2 de julio en su hogar de Manhattan.
Menachem Rosensaft un amigo de larga data y director fundador del International Network of Children of Jewish Holocaust Survivors, confirm la muerte por via telefónica.
Mr. Wiesel, un carismático orador y profesor de humanidades, fue autor de varias docenas de libros. En 1986, fue reconocido con el premio Nobel de la Paz. Pero no fue definido tanto por el vacío que llenó. En el período posterior de la masacre sistemática de judíos por los alemanes, ninguna voz había emergido para llevar a casa la enormidad de lo que había ocurrido y como eso había cambiado la concepción que tenía la humanidad de si misma y de Dios. Por casi dos décadas, los traumatizados sobrevivientes, y los judíos americanos que se culpaban de no haber hecho más para rescatar a sus hermanos, parecieron congelados en el silencio.
Pero por la fuerza de su personalidad y el don de su frase persistente, Mr. Wiesel, quien había sido liberado de Buchenwald a los 16 años de edad con el indeleble tatuaje A-7713 en su brazo, gradualmente exhumó al holocausto del entierro de los libros de historia.
Fue este discurso contra el olvido y la violencia lo que el comité Nobel reconoció cuando lo premió con el galardón de la Paz en 1986.
“Wiesel es un mensajero para la humanidad”, decía la declaración del Nobel. “Su mensaje es de paz, enmienda y dignidad humana. Su creencia de que las fuerzas que pelean contra la maldad en el mundo pueden ser victoriosas es una creencia ganada a pulso”.
Mr. Wiesel ganó primero atención en 1960 con la traducción al inglés de “Night”, su recuento autobiográfico de los horrores que atestiguó en los campos como adolescente. Escribió de cómo había sido atacado por la culpa al haber sobrevivido mientras millones murieron, y atormentado por las dudas acerca de Dios quien habría permitido tal carnicería.
“Nunca olvidaré esa noche, la primera en el campo, la cual ha convertido mi vida en una larga noche, siete veces maldita y siete veces sellada”, escribió Mr. Wiesel. “Nunca olvidaré ese humo. Nunca olvidaré los pequeños rostros de los niños, cuyos cuerpos vi convertidos en círculos de humo bajo un silecioso cielo azul. Nunca olvidaré esas llamas que consumieron mi fe para siempre. Nunca olvidaré el silencio nocturnal que me privó, por toda la eternidad, del deseo de vivir. Nunca olvidaré esos momentos los cuales asesinaron a mi Dios y mi alma y convirtieron mis sueños en polvo. Nunca olvidaré estas cosas, aún si soy condenado a vivir tan largo como Dios. Nunca”.
Mr. Wiesel se dedicó a escribir novelas, libros de ensayos y reportajes, dos obras de teatro y hasta dos cantatas. Mientras muchos de sus librosfueron nominalmente acerca de temas como los judíos soviéticos o los maestros hasídicos, todos están relacionados con preguntas profundas que resuenan fuera del holocausto: ¿Cuál es el sentido de vivir en un universo que tolera una crueldad inimaginada? ¿Cómo pudo haber sido mudo el mundo?¿Como puede uno seguir creyendo? Mr. Wiesel preguntó en prosa y sin levantar la voz; rara vez ofreció respuestas.
“Si sobreviví debe ser por alguna razón”, le dijo a Michiko Kakutani de The New York Times en una entrevista de 1981. “Debo hacer algo con mi vida. Es muy serio jugar más, porque en mi lugar, alguien más pudo haber sido salvado. Y yo hablaría de esa persona. Por otro lado, sé que no puedo”.
Pudo haber existido mejores cronistas quienes evocaran la minucia infernal de la máqiona de la muerte alemana. Indiscutiblemente hubo más filósofos iluminados. Pero ninguna figura individual fue capaz de combinar la urgencia moral de Mr. Wiesel con su magnetismo, el cual manaba de su rostro profundamente marcado por las arrugas y sus ojos de melancolía intensa.
“Él tiene la apariencia de Lazaro”, anotó el escritor católico romano Francois Mauriac de Mr. Wiesel, un amigo.
El Presidente Obama, quien visitó el lugar del campo de concentración de Buchenwald con Mr. Wiesel en 2009, lo llamó una “memoria viviente”.
“Él levantó su voz, no solo contra el antisemitismo, sino contra el odio, el prejuicio y la intolerancia en todas sus formas”, dijoel presidente en una declaración el sábado. “Él imploró a cada uno de nosotros, como nación y como seres humanos, hacer lo mismo, vernos en cada otro y hacer real el adagio de ‘nunca jamás’”.
Mr. Wiesel arrastró por mucho tiempo lo que llamó su “conflicto dialéctico”: la necesidad de recontar lo que había visto y la futilidad de explicar un evento que desafiaba la razón y la imaginación. En su discurso del Nobel, dijo que lo que había hecho con su vida era tratar de “mantener viva la memoria” y “enfrentar aquellos quienes olvidaban”.
“Porque si olvidamos, somo culpables, somos cómplices”, dijo él.
Un año antes, el 19 de abril de 1985, Mr. Wiesel agitó profundas emociones cuando, en una ceremonia de la Casa Blanca en la cual aceptó la Congressional Gold Medal of Achievement, trató de disuadir al Presidente Ronald Reagan de tomarse un tiempo en un viaje planeado a Alemania Occidental para visitar ahí un cementerio militar en Bitburg, donde estaban enterrados miembros de la elitesca Waffen SS de Hitler.
“Ese lugar Sr. Presidente, no es su lugar”, dijo él. “Su lugar es con las víctimas de la SS”.
Mr. Reagan, en medio de muchas críticas, siguió adelante y llevó una corona a Bitburg. Paradójicamente, la confrontación llevó a la primera visita de posguerra de Mr. Wiesel. Dijo después que había sido motivado por los jóvenes estudiantes alemanes que conoció y la profundidad de su búsqueda dolorosa por entender el pasado de su país. Él urgió la reconciliación.
“¿Nos ha pedido Alemania alguna vez que perdonemos?” preguntó Mr. Wiesel. “Para mi conocimiento, tal petición nunca fue hecha ¿Con quien voy a hablar de perdón, yo, quien no cree en culpas colectivas? ¿Quién soy yo para creer en la inocencia colectiva?”
Mr. Wiesel tuvo un papel determinante en la creación del United States Holocaust Memorial Museum de Washington, al servir como director de la comisión que unió a grupos de sobrevivientes rivales para recaudar fondos para una estructura permanente. El museo se convirtió en una de las atracciones más poderosas de Washington.
“Él fue una singular voz moral”, dijo Sara J. Bloomfield, la directora del museo. “Y él trajo un tipo de liderazgo moral e intelectual y elocuencia, no solo a la memoria del holocausto, sino a las lecciones del holocausto, que fueron incomparables. No hay nada que pueda reemplazar la voz del sobreviviente, ese poder, esa autenticidad”.
Denunciando la Persecución.
En su libro de 1966, “The Jews of Silence: A Personal Report on Soviet Jewry”, Mr. Wiesel llamó la atención a los judíos quienes estaban siendo perseguidos por su religión y hasta se les prohibía emigrar. “Lo que me atormenta más no es el silencio de los judíos que conocí en Rusia, sino el silencio de los judíos entre los que vivo hoy”, dijo él. Sus esfuerzos ayudaron a facilitar las restricciones de emigración.
Mr. Wiesel condenó las masacres de Bosnia a mediados de los años ’90, “Si esto es Auschwitz de nuevo, debemos movilizar a todo el mundo”, dijo él, y denunció a otros en Camboya, Ruanda y la región de Darfur en Sudán. Él condenó la quema de las iglesia negras en Estados Unidos y habló a favor de los negros de Sudáfrica y los prisioneros políticos torturados de América Latina.
Aún así, la mayor prédica fue por los judíos. En 2013, cuando Estados Unidos estaba en conversaciones con Irán para limitar la capacidad de armas nucleares de ese país, Mr. Wiesel publicó un comunicado de página entera en The Times para urgir a Mr. Obama a insistir en un “desmantelamiento total de la infraestructura nuclear de Irán” y su “repudio del intento genocida contra Israel”.
Medular en el trabajo de Mr. Wiesel era reconciliar el concepto de un Dios benevolente con la maldad del hololcausto. “Usualmente decimos, ‘Dios es acertado’ o ‘Dios es justo’, aún durante las cruzadas dijimos eso”, observó él una vez. “Pero ¿como podemos decir eso ahora, con un millón de niños muertos?”
Aún así, él nunca abandonó la fe, de hecho, se hizo más devoto con los años, al rezar cerca de su hohar o en las sinagogas Hasidicas de Brooklyn. En el avión que lo iba a llevar a un Israel oscurecido por la guerra árabe-israelí en 1973, él se sentó sin zapatos con un amigo, y juntos entonaron melodías Hasidicas.
“Si tengo problemas con Dios, ¿por qué debo culpar al Sabbath?” dijo una vez.
Mr. Wiesel tenía sus detractores. El crítico literario Alfred Kazin se preguntaba si él había embellecido ciertas historias, y levantó interrogantes acerca de si “Night” era una memoria o una novela, como algunas veces fue clasificada en las listas de lectura de la escuela secundaria.
Mr. Wiesel generó una zaga que produjo librería de literatura del holocausto e incontables películas y dramatizaciones televisivas. Mientras algo de ese trabajo fue reconocido, él denunció mucho de eso como una “trivialización”.
Lo que le daba autoridad moral en particular era que Mr. Wiesel, como estudiante devoto de la Torah, había vivido el infierno de Auschwitz en carne propia.
Eliezer Wiesel nació el 30 de septiembre de 1928, en la pequeña ciudad de Sghet, en las montañas de los Cárpatos cerca de la frontera ucraniana de los que entonces era Rumania. Su padre Shlomo, era un tendero de habla yiddish lo suficientemente mundano para animar a su hijo a aprender hebreo moderno e introducirlo a los trabajos de Freud. Más adelante en la vida, Mr. Wiesel fue capaz de describir a su padre en términos menos santos, como un hombre preocupado a quien rara vez veía hasta que fueron enviados juntos a Auschwitz. Su madre, la antigua Sarah Feig, y su abuelo materno, Dodye Feig, un Viznitz Hasid, llenaron su imaginación con cuentos místicos de los maestros hasidicos.
Creció con tres hermanas, Hilda, Batya y Tzipora, en un lugar reminiscente de las historias de Sholom Aleichem. “Salías a la calle el sábado y sentías el Shabbat en el aire”, escribió él de su comunidad de 15000 judíos. Pero su idílica niñez fue estremecida la primavera de 1944 cuando los nazis invadieron Hungría. Con las tropas aliadas apróximandose, muchos de los judíos de Sighet se convencieron de que podrían estar protegidos. Pero los judíos de la ciudad fueron confinados en dos ghettos y luego deportados.
“Uno por uno, pasaron frente a mi”, escribió él en “Night”, “maestros, amigos, otros, todos aquellos a quienes había temido, todos de los que pude haberme reido, todos aquellos con quienes había vivido a través de los años. Se fueron, caidos, arrastrando sus bolsas, arrastrando sus vidas, abandonando sus hogares, los años de su niñez, quejándose como perros golpeados”.
“Night” relataba un viaje de varios días pasados en un carro de ganado sin aire antes que el narrador y su familia llegaran a un lugar del que nunca habían oído: Auschwitz. Mr. Wiesel recordó como las humaredas llenaban el aire con el hedor de la carne quemada, como los bebés eran quemados en una fosaa, y como el Dr. Josef Mengele decidía, con un movimiento de su bastón de mando, quien viviría y quien moriría. Mr. Wiesel vio a su madre y a su hermana Tziporacaminar hacia la derecha, su madre acariciaba protectora el cabello de Tzipora.
“No sabía que en ese lugar, en ese momento, estaba separándome de mi madre y de Tzipora para siempre”, escribió él.
En Auschwitz y en un campo cercano de trabajos forzados llamado Buna, donde él trabajaba cargando piedras en carros de vía férrea, Mr. Wiesel se convirtió en salvaje bajo las presiones del hambre, el frío y las atrocidades diarias. “Night” relata como él se obsesionó tanto con obtener su plato de sopa y un medrugo de pan que veía a los guardias golpear a su padre con una barra de hierro mientras él no hacía completamente nada por ayudarlo.
Cuando Buna fue evacuado al aproximarse los rusos, sus prisioneros fueron forzados a correr por millas a través de la nieve. Aquellos quienes se caían eran atropellados en la estampida. Despues los prisioneros fueron llevados en tren a otro campo, Buchenwald, Mr. Wiesel vio a su padre sucumbir ante la disentería y el hambre y vergonzosamente confesó que había deseado ser aliviado de la carga de tener que atenderlo. Cuando el cadaver de su padre fue retirado el 29 de enero de 1945, él no pudo llorar.
“No tenía más lágrimas”, escribió él.
El 11 de abril, luego de seis días sin comer, Mr. Wiesel estaba entre los que fueron liberados por la United States Third Army. Años después, él se identificó en una famosa fotografía entre los hombres esqueléticos que yacían en una barraca de Buchenwald.
Solo después de la guerra él supo que sus dos hermanas mayores no habían perecido.
Una misión de Posguerra.
En los días posteriores a la liberación de Buchenwald, él decidió que había sobrevivido a ser testigo, pero se prometió que no hablaría o escribiría de lo que había visto por 10 años. “No quería usar las palabras equivocadas”, explicó una vez.
Fue colocado en un tren de 400 huérfanos con rumbo a Francia, y fue asignado a un hogar en Normandía bajo el cuidado de una organización judía. Allí perfeccionó su francés al leer los clásicos, y en 1948 se inscribió en la Sorbonne. Mantuvo sus gastos como tutor, maestro de hebreo y traductor y empezó a escribir para el periódico francés L’Arche.
En 1948, L’Arche lo envió a Israel para reportear sobre el nuevo estado fundado. También se convirtió en corresponsal en París del diario Yediot Ahronot, y en ese papel entrevistó a Mr. Mauriac, quien lo animó a escribir acerca de sus experiencias. En 1956 produjo una memoria de 800 páginas en yiddish. Resumida a 127 páginas y traducida al francés, apareció como “La Nuit”. Tomó más de un año encontrarle editortial estadounidense, Hill & Wang, la cual le ofreció un avance de solo 100 $.
Aunque tuvo buena acogida, el libro vendió solo 1046 copias en los primeros 18 meses. “El holocausto no era algo de lo que las personas querían saber en aquellos días”, le dijo Mr. Wiesel a la revista Time en 1985.
La actitud cambió luego que Adolf Eichmann fue capturado en Argentina por Israel en 1960 y el mundo entero, al ver su juico televisado en Jerusalen, empezó a asimilar la enormidad de los crímenes alemanes. Mr. Wiesel empezó a hablar con más amplitud, y su popularidad creció, llegó a personificar al sobreviviente del holocausto.
“Night” vendió más de 10 millones de copias, tres millones de ellas luego que Oprah Winfrey lo seleccionara para su club del libro en 2006 y viajara con Mr. Wiesel a Auschwitz.
Mr. Wiesel escribió un promedio de un libro por año, 60 libros por su cuenta en 2015. Muchos fueron traducidos desde el francés por su esposa nacida en Viena, Marion Erster Rose, quien sobrevivió a la guerra escondida en Vichy, Francia. Se casaron en Jerusalen en 1969, cuando Mr. Wiesel tenía 40 años, y tuvieron un hijo, Shlomo Elisha. Ellos le sobreviven, así como una hijastra, Jennifer Rosa, y dos nietos.
Para Mr. Wiesel, la fama no borró las cicatrices del holocausto, las pesadillas, la inseguridad perpetua, la incapacidad de reir profundamente. “Vivo en un miedo constante”, dijo en 1983. En 2007, un hombre de 22 años quien llamó ficticio el testimonio del holocausto de Mr. Wiesel, lo sacó de un ascensor en un hotel de San Francisco y lo atacó. (El hombre fue acusado de asalto).
Desde 1972 hasta 1976, Mr. Wiesel fue profesor de estudios judaícos en City College, donde muchos de sus estudiantes eran hijos de sobrevivientes. En 1976 él fue designado profesor de humanidades de Andrew W. Mellon en Boston University, y ese trabajo se convirtió en su ancla institucional.
En un esfuerzo por promover la compresión entre grupos étnicos en conflicto, Mr. Wiesel también inició la Elie Wiesel Foundation for Humanity. A través de un amigo de la sinagoga de Mr. Wiesel, esta confió sus fondos al manejador de dinero Bernard L. Madoff, y su esquema Ponzi de muchas décadas, fue revelado en 2008, le costó a la fundación 15 millones de dólares. Mr. Wiesel y su esposa tambien perdieron millones de dólares de ahorros personales.
Mr. Wiesel vivió lo suficiente para alcanzar una particular satisfactotia redención. En 2002, él inauguró un museo en su pueblo natal, Sighet, en la propia casa desde la cual él y su familia habían sido deportados hacia Auschwitz. Emocionado, le dijo a los jevnes rumanos de la multitud, “Cuando crezcan, díganle a sus hijos que vieron a un judío en Sighet contando su historia”.
Katie Rogers, Eli Rosenberg y Daniel E. Slotnik contribuyeron en el reportaje.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario