jueves, 28 de julio de 2016

Para un escritor, un Cuerpo de Trabajo es un Insulto.

Roger Rosenblatt. The New York Times. 25-07-2016. Hace años, yo estaba en un panel con Russell Banks, y hablábamos acerca de “Affliction”. Russell estaba complacido con la recepción de la novela, pero también dijo que esperaba haber creado un cuerpo de trabajo que valiese la pena. Esto no fue dicho con una actitud despectiva hacia los elogios que las personas hacían de “Affliction”. Más bien pareció que Russell estaba repasando, revisando lo que había hecho hasta ese punto, manteniendo ojo avizor en todo el texto, mientras los lectores se concentraban en una parte reciente. Lectores y escritores no piensan de la misma manera de un cuerpo de trabajo. Para un lector, un cuerpo de trabajo es una totalidad estática por la cual un escritor puede ser reconocido. Para un escritor, eso es algo parecido a un insulto. Los escritores pìensan en un cuerpo de trabajo como en el tipo rudo de una película que hemos golpeado en la mandíbula. Retrocedemos y lanzamos nuestros mejores golpes, y el cuerpo de trabajo se sacude y dice, ¿Eso es todo lo que tienes? Por esta y otras razones, a los escritores generalmente no les gusta leer sus trabajos una vez que son publicados. Encontramos errores. Encontramos cosas que nos hacen molestar. Y el proceso completo mata cualquier momento agradable que podamos estar viviendo. El cuerpo de trabajo se convierte en cuerpo de evidencia en un caso construido contra nosotros. Encontramos un escritor que apenas conocemos, y quien parece querer pelear. Ver todos nuestros libros alineados en el estante. Son un museo, un cementerio. Son una línea coral, arreglada de lado a lado como los Rockettes. Bueno o malo, una pieza de trabajo particular no dice nada concluyente de nosotros. Terminamos un poema, novela o memoria, los enviamos al aire público, y pensamos que es lo próximo por hacer. El trabajo coleccionado, por otro lado, dice mucho de y acerca de nosotros. Usualmente dice que hemos sido pesados en nuestra propia balanza y encontrados culpables. Colectivamente, nuestro cuerpo de trabajo es una expresión de bostezo implicado. Y mientras podemos estar llenos de nosotros al producir el poema, novela o memoria, borrachos del poder del lenguaje o tema del asunto, y cuajados de risa o furia o lo que sea con que soñemos en ese momento, cuando tratamos de tomar aliento, ahí están las palabras plasmadas en la página, inmóviles e inamovibles. ¿Es eso todo lo que conseguimos? Oiganos suspirar. El verano pasado, perdí dos grandes amigos, y el mundo perdió dos grandes escritores, James Salter y E.L. Doctorow, ambos crearon duraderos cuerpos de trabajo. Jim se fue primero, al colapsar durante un ejercicio. Cenamos la noche posterior a su cumpleaños 90, y nos atragantamos de zombies. Edgar falleció pocas semanas después, luego de batallar con el cáncer de pulmón por un año antes que la pneumonía lo remató. Poco antes de morir, fue a una revisión en Yale donde recibía un tratamiento experimental. ¿Los saludaste con entusiasmo en New Haven? Le escribí por correo electrónico a su regreso. No solo los saludé con entusiasmo, escribió Edgar. ¡Lo hice con efusividad y locuacidad! Poco después de su viaje a Yale, una tranquila tarde veraniega, visité a Edgar en su hogar de Sag Harbor. Él hablaba acerca de un artículo que había visto que llamaba a “Ragtime” la gran novela americana. Inventariamos sus otras novelas para ver si ellas merecían ese título antes que “Ragtime”. “Mi candidata fue “The Book of Daniel”). Edgar no estaba tomando todo eso muy en serio. Pero fue interesante explorar su cuerpo de trabajo con él, porque el no deseaba enfatizar en eso. De hecho, enfermo como estaba, él tenía una idea para un cuento nuevo, el prospecto de eso le daba vida a sus ojos. El punto es, que el no veía su cuerpo de trabajo como una estructura impenetrable. Aunque monumental, eso era para él un trabajo en progreso hasta el fin, el evolutivo bostezo perpetuo de un alma monumental. Esta declaración de bostezar puede ser la explicación de porque el término es usado por igual para alguien quien ha producido una tremenda cantidad de material, y otro quien ha escrito solo unas pocas cosas. La diferencia entre un poeta menor y otro mayor tiene que ver con la calidad, no con el bulto. Allen Ginsberg es un poeta mayor, por alguna otra razón, como “Kadish” Djuna Barnes, Ralph Ellison y Joseph Heller, crearon muy pocos libros, aun así cada una produjo un cuerpo de trabajo. Elizabeth Hardwick pudo plantear su caso con “Sleepless Nights”. Cuando un escritor ha dicho todo lo que él o ella tiene que decir, o tanto como sea posible antes que la mortalidad interceda, el cuerpo de trabajo permanece incompleto sin importar el tamaño del resultado. El insulto persiste: ¿Eso es todo? No pienso que la longevidad afecta la relación con el resultado. Dudo que las palabras de elogio al final de su larga vida fuesen más satisfactorias con su cuerpo de trabajo de lo que fueron las de Keats, al final de su corta existencia. De alguna manera toda escritura es un ensayo, un intento infinito por encontrar la belleza en el horror, la nobleza en querer, un esfuerzo por castigar, recompensar y amar todas las cosas humanas que resisten naturalmente los castigos, recompensas y el amor. Es un ejercicio arduo y desagradecido como la fe en Dios. Algunas veces cuando estás en el acto de escribir, te sientes parte de un plan ordenado, el designio de alguien más. Ese alguien podría muy bien ser Dios. Y entonces un día regresas y mides todo lo que has hecho, y piensas, ¿Es esto todo lo que Dios tenía en mente? Pero es todo lo que hiciste. Roger Rsosenblatt es el ganador del 2015 Kenyon Review Award for Literary Achievement. Su libro más reciente es “Thomas Murphy”, una novela. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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