jueves, 19 de enero de 2017
Revisión: ‘Manchester por el Mar’ y las mareas del lamento.
Manchester by the Sea
Dirigida por Kenneth Lonergan
Drama
2h 17m
A.O. Scott. The New York Times. 17 de noviembre de 2016.
En cada una de las tres películas que Kenneth Lonergan ha dirigido, los personajes se mueven a través de sus vidas cotidianas bajo la sombra de la muerte. El hermano y la hermana interpretados por Mark Ruffalo y Laura Linney en “You Can Count on Me” (2000), habían perdido a sus padres cuando eran niños en un accidente automovilístico, un trauma que subyacía silencioso bajo sus interacciones mundanas adultas. El desarrollo biológico de Lisa Cohen, la adolescente neoyorquina (Anna Paquin) en el centro de “Margaret” (2011), fue complicado por un accidente fatal de autobús y coloreado por las secuelas de los ataques terroristas del 11 de septiembre.
Al principio de la nueva película de Mr. Lonergan, “Manchester by the Sea”, Lee Chandler (Casey Affleck) va de regreso a su pueblo natal por la noticia de que su hermano mayor, Joe, ha fallecido. Joe, un hombre afable (Kyle Chandler en recuerdos), había tenido dificultades cardíacas congestivas por mucho tiempo, así que su muerte, aunque triste y dolorosa, no podía ser tomada como inesperada. Lo que enfrentan juntos el hijo de 16 años de Joe, Patrick (Lucas Hedges) y Lee podría encajar en el territorio del lamento ordinario: trágico de seguro, pero manejable.
Lee, sin embargo, ya vive con una clase de dolor mucho más extremo. Se puede ver en los gestos más pequeños y oir en su cuidadosa dicción. La fuerza de su emoción es terrorífica, así como el auto control que debe ejercitar para mantenerla invisible. Mr. Affleck, en una de las actuaciones de la pantalla grande más disciplinadas en la memoria reciente, combina la avalancha de sentimientos de Lee y el decoro que la mantiene de vuelta.
La fuente de su angustia es revelada a mitad de la película, la cual casi gira, como el propio Lee, bajo el peso del horror inimaginable.
¿Cómo podría alguien lidiar con tal desastre? ¿Cómo vives contigo después? Mr. Lonergan se hace estas preguntas no en lo abstracto, sino en lo práctico. Mucha de la acción de “Manchester by the Sea” consiste en rutinas tontas y disrupciones, la clase de cosas que sigue ocurriendo aún bajo el efecto de cambios enormes hechos dramáticos. Antes de saber de la muerte de Joe, Lee, quien trabaja como conserje en un puñado de edificios de apartamentos cercanos a Boston, palea nieve, saca la basura y resuelve problemas de plomería.
Una vez que regresa a casa para hacerse cargo de Patrick, cuya madre (Gretchen Mol) no aparece en la película, las cosas se hacen un poco más impredecibles. Lee tiene que reunirse con los abogados y los directores de la funeraria. Lleva a su sobrino al ensayo de la banda y calienta pizza en el microondas. Olvida donde estacionó el carro. Tiene que decidir que hacer con el bote de pesca comercial de Joe y que decir de la complicada situación romántica de Patrick.
Ocurren muchas cosas, y una sorprendente cantidad de ellas son muy divertidas. Mr. Lonergan, un brillante guionista y un doctor de las variaciones posteriores en los guiones, es un maestro del absurdo cotidiano. En su trabajo, las leyes del universo están diseñadas para hacer lucir ridículos a los seres humanos, y la especie está formada internamente para producir el mismo efecto, así que ninguna cantidad de buen gusto o disciplina moral puede detener la llegada de los chistes. En la vida previa de Lee, cuando el vivía con su esposa, Randy (Michelle Williams) y sus tres niños, él era un bromista, el payaso de su propia fiesta itinerante. Aún en su condición de discapacitado espiritual, los hábitos del sarcasmo se adhieren a él como sensaciones fantasmales. La alegría puede estar fuera de alcance, pero no puede evitar encontrar fragmentos de humor donde quiera que mire.
Esta característica ocurre claramente en la familia. Lee y su sobrino, reunidos por las circunstancias, tienen la esencia de un equipo de comedia.
“¿Qué le pasó a tu mano?” Le pregunta Patrick a Lee, al notar los vendajes y la sangre.
“Me corté”.
“Oh gracias. Por un minuto no sabía que había pasado”.
Tuvieron un millón de estas situaciones. Pero Mr. Lornegan no está transitando por episodios agridulces de series televisivas. Él está detrás de un tipo de realismo raramente encontrado en películas estadounidenses recientes, las cuales a menudo parecen pensar que las audiencias se confundirán u ofenderán cuando lo necio y lo serio coincidan en la pantalla.
El crítico del Times A.O Scott revisa “Manchester by the Sea”.
Meg Felling y Robin Lindsay. 17-11-2016.
“Manchester by the Sea” es un retrato agradablemente sombreado, un estudio de la miseria individual ambientado en un lugar que es observado con cuidado y afecto. Mr. Affleck y Mr. Hedges son excepcionales, pero el resto del gran elenco es casi tan bueno. (Yo señalaría a Ms. Williams, Ms. Boll y C.J. Wilson, quien interpreta al mejor amigo de Joe y socio de negocios). El pueblo costero de Massachusetts que le da el nombre a la película es pintoresco en el estilo modesto de Nueva Inglaterra. Sus colinas flequeadas con altos árboles y casas de madera, su bahía rodeada de islas rocosas, no quitan el aliento.
En la escena inicial, una memoria de Lee, Patrick y Joe en el bote bajo un cielo azul brillante, bromeando y tratando de atrapar un pez, eso es el cielo. Luego parece el purgatorio, un lugar con cielos planos, aguas plomizas y desagradables recordatorios del pasado. (El camarógrafo quién captura esta ruda belleza es Jody Lee Lipes).
Pero “Manchester by the Sea” no trata solo de Lee y su familia, y no solo de sus casas y botes y hábitos de bebida y matrimonios. También trata de lo que significan esas cosas, y que tipos de valores sentimentales e ideológicos están vinculados a ellas. La película asume indirecta y quizás inadvertida pero poderosa y precisamente, un tema que últimamente se ha reinsertado en el discurso político estadounidense. Es una película, acerca de los lamentos de los hombres blancos.
No estoy siendo ambígua. Estoy siendo específica. Mr. Lonergan es muy astuto acerca de las texturas de la vida estadounidense para asumir que las identidades de raza y de clase de sus personajes sean incidentales o sin gran significación. Eso era verdad para los niños ricos de Nueva York en la obra de teatro de Mr. Lonergan “This Is Our Youth”, de 1996, y no es menos cierto para los crecidos ciudadanos de la comunidad de Massachusetts aquí. Aún si ellos son muy difidentes o muy ocupados para la autoconciencia sociológica.
En el cine estadounidense del siglo 21, desde “Mystic River” hasta “Gone baby Gone”, desde “The Fighter” hasta “The Departed”, el Bay State es donde los mitos de la clase blanca post-ética han sido forjados. Los personajes no blancos son tan escasos como completamente articulados, y la incómoda historia racial que ha existido en la realidad (por ejemplo las batallas de los buses en Boston de los años ‘70) es ignorada. No hay legado de esclavitud o Jim Crow, y por lo tanto un aura de inocencia puede ser mantenida en medio de la disfunción y el sentimentalismo y el sentido del clan.
“Manchester by the Sea” en parte porque es un producto del complejo industrial Damon-Affleck, comparte algo de su mito negociante, pero también resiste los clichés más extenuantes de la película típica de Boston. (Hay momentos cuando la explotación del acento local raya en la parodia. ¿Por qué más habría que escribir un argumento adicional de los méritos de “St-AH Trek” o una serie de chistes acerca de sh-AH-ks?) Mr. Lonergan está más interesado en la culpa que en la criminalidad, y menos preocupado por la nostalgia que por la psicología de la pérdida.
Esto no es una pseudo-épica de la redención o la revancha, con boxeadores y pandilleros y sus madres y esposas que van a la iglesia. Es un melodrama masculino que se desdobla como una fábula de catástrofe total. Lee, Joe y sus amigos nunca se definirían como privilegiados. Tienen gustos proletarios y sensibilidades. Pero también tienen casas y botes pagados, hijos en camino a la universidad, seguros médicos decentes y un título rígido para beneficio de la duda. (Observe lo que le ocurre a Lee en la estación de policía de Manchester y verá lo que digo). Sus problemas principales provienen de las mujeres, quienes dañan las fiestas, no entienden los chistes y a veces no pueden controlar su bebida o mantener sus pantalones abotonados. Algunas son buenas madres o buenas deportistas, y de cualquier manera, un hombre siempre puede escaparse hacia el bote o el sótano con los muchachos y algunas cervezas.
Fuera de ese paraíso del hombre trabajador, Lee también está exilado de las prerrogativas de ser blanco. Vive en una habitación de un sótano, gana salario mínimo, trabaja para un jefe afroamericano y acepta propinas de un arrendador negro cuyo baño ha limpiado y reparado. No se queja, pero también está claro que ha escogido estas condiciones como una forma de autodegradación, como castigo por sus pecados.
Tal vez eso suena como que estoy sobre leyendo o haciendo una acusación. Pero negar que “Manchester by the Sea” tiene una dimensión racial es subestimar su honestidad y dejar de lado su difícil relevancia. Lee se siente culpable y rabioso, medio convencido de que lo que ocurrió no fue su responsabilidad y medio claro en que si lo fue, incapaz de disculparse o de aceptar disculpas, paralizado por la pena y herido por un sentido del dolor. Está roto, y también es lo suficientemente inteligente para notar, y Mr. Lonergan es lo suficientemente sabio y generoso para permitirle entender, que nada lo hará completo otra vez.
“Manchester by the Sea” requiere compañía de los padres o adultos guardianes para menores de 17 años de edad, para explicar a los personajes quienes se maldicen entre sí y al destino.
Manchester By the Sea
• Director Kenneth Lonergan
• Guionista Kenneth Lonergan
• Protagonistas Casey Affleck, Michelle Williams, Kyle Chandler, Lucas Hedges
• Rating R
• Duración 2h 17m
• Género Drama
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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