jueves, 9 de marzo de 2017

Una Temporada de Cambios y Retos para un Equipo Navajo.

Michael Powell. The New York Times. 26-02-2017. Holbrook, Ariz.- Los adolescentes bajaron del autobus como un grupo de personas mayores, con las rodillas y espaldas rígidas, los ojos hundidos y extraviados. La noche previa esta tropa de baloncesto Navajo de Chinle High School había efectuado un exigente juego contra los Mustangs de Monument Valley, en el extremo norte de la Navajo Nation. Los muchachos de Chinle tuvieron una reacción tardía y ganaron el juego. El viaje de regreso a casa tardó tres horas, el bus escolar se desplazó a través de pasos de montaña, mesas, y llanos. Los muchachos se fueron a la cama bastante despues de media noche. Entonces despertaron y abordaron el bus de nuevo, esa vez viajaron dos horas hacia el sur para un juego de tarde sabatina aquí en Holbrook, una encrucijada de la alta pradera. Estos adolescentes navajos son practicantes del “rez ball”, un estilo de pasar, cortar y lanzar entre saltos. Desean profundamente un campeonato estadal. También estaban intrigados por la precaria pared que había entre la adolescencia y la adultez, que conlleva otras preguntas y deseos. Los jugadores de último año estudian los catálogos universitarios y se preguntan si deberían dejar su hermosa tierra de familia y clanes, una reservación que es más grande que West Virginia. La esperanza y el miedo forcejean. Nachae Nez, un alero de cierta estatura, jugador de último año y buen estudiante, se sienta en las gradas y habla de un futuro que siente tan vivo como una serpiente en sus manos. Vive en un pueblo pequeño adherido a los flancos de arenisca roja de las Chuska Mountains. Sueña con asistir por cuatro años a la universidad. “Dicen que es duro para los nativos dejar la rez”, dice él. “Tu lugar favorito si eres un navajo, es la hogan de tu abuela”, añade él, usando la palabra navaja para una casa construida en un estilo tradicional y sagrado. Hace una pausa. “Sé que necesito irme si quiero ser útil para mi gente”. Se queda mirándome. “Esa opción es dolorosa ¿cierto?” Cooper Burbank es el jugador más joven de Chinle, un estudiante de primer año calmado y talentoso quien enfrenta su propia dificultad. Creció en las tierras norteñas de la mesa roja y asistía a una escuela media muy pequeña de 108 estudiantes. Sus padres, su mamá es maestra y su padre vigilante, querían que el asistiera a una escuela más grande, con más ofertas de cursos, para prepararse para la universidad. Así que tragaron duro y dejaron atrás a la abuela, primos y clanes, y se mudaron a Chinle, donde la escuela secundaria tiene más de 1000 estudiantes y la familia, Cooper y sus padres, son foráneos. Muchos fines de semana, los Burbank viajan de regreso a su pueblo. “Me gusta ir a casa y hacer higiene mental”, dice Cooper. Añade con suavidad: “Mi vida necesita retos. Sé eso”. Equipo en Transición Hace varios meses, Raul Mendoza, 69, el ampliamente admirado entrenador de los Wildcats, me invitó a verlo tratar de revivir al equipo de Chinle. La temporada pasada, antes que él se hiciera cargo, los Wildcats tuvieron con marca de 4-17; este año, los Wildcats terminarán con 17-14. Mi esposa, Evelyn, y yo vivimos en un remolque en la Nación Navajo hace años. Ella era partera y traía bebés al mundo. Vagamos por esta tierra con nuestros hijos, y todo lo navajo nos enganchó. La oportunidad de regresar y explorar las pasiones que mueven a este entrenador y sus adolescentes navajos resultó irresistible. Despues de mi viaje en diciembre, escribí de la historia de Mendoza. Mitad mexicano y mitad Tohono O’odham, un niño quien recogía algodón en los ardientes campos de Arizona, es un nómada de toda la vida. He regresado para explorar las vidas de sus jugadores adolescentes. Chinle se encuentra a 5.500 pies por encima del nivel del mar, al oeste del Canyon de Chelly, donde en los años de 1860 los navajos se enfrentaron contra Kit Carson y las tropas federales quienes habían ido a destruir sus cosechas y quemar sus hogares. El baloncesto es una pasión aquí. Chinle tiene 4.500 residentes, y el gimnasio de su escuela secundaria, la sede de los Wildcats, tiene aforo de 7.000 asientos. Los aficionados manejan y piden aventones de 50, 60, 80 millas para ir a ver los juegos. Los entrenadores regularmente son despedidos luego de una temporada negativa. La mayoría de los jugadores adolescentes tiene creencias tradicionales. Se arrodillan ante las cuatro montañas sagradas de Navajo; llevan polen de maíz en caso de que se crucen con un coyote en el camino, un truco notorio, tragan una hierba amarga antes de los juegos para protegerse contra la envidia, los celos y la brujería. Un jugador de último año usa el cabello sin cortar en una cola de caballo tejida. La cortará cuando cumpla 18 años y presente el cabello a su abuelo. Mientras vagan por los cañones, escuchan las voces de sus ancestros. Antes de cada juego, una muchacha canta el himno nacional en navajo. También soplan los vientos fuertes. Algunos padres son afectados por la afición al alcohol y desaparecen. Otros pierden el trabajo y son desalojados. El ingreso promedio anual en Chinle es 27.000 $. En los pueblos circunvecinos, es la mitad de eso. Marcus Litson, un delantero espigado de melena frondosa y sonrisa natural, creció en el mismo pueblo de Nachae, quien es el capitán del equipo. Ellos recorrieron bosques y escalaron montañas de arenisca. De acuerdo a él, su juventud suena como un idilio. También vivió cuatro años en el distante lado de la reservación de New Mexico. ¿Por qué? “Mi mamá y mi papá se separaron, y mamá ganó mi custodia en séptimo grado”, dice él. “Cuando cumplí 16 años, la corte me hizo escoger con quien vivir”, Marcus extrañaba a sus primos y clanes, y escogió regresar a Tsaile con su padre. ¿Qué dijo su mamá? “No he sabido de ella en un año”, dice él. Él se va lejos y susurra, “Pienso que ella se lo tomó muy a pecho”. Darrian Yeahquo, estudiante de tercer año, vaga alrededor. Su padre desapareció cuando él era pequeño, y su madre se mudó con la familia a Albuquerque. Él encontró las escuelas secundarias de la ciudad rudas y tenebrosas. La primavera pasada, su abuelo, un veterano de Vietnam inválido por lesiones en las rodillas y el choque psicológico de la guerra, no pudo cuidar más de su finca y solicitó ayuda. Darrian subió al bus que iba hasta territorio navajo. Todo el verano él y su primo favorito montaron a caballo y pastorearon ovejas y reses. Su abuela preparaba sándwiches para sus trabajadores adolescentes y les ataba el almuerzo a un árbol de pino. Darrian se volvió a sumergir en un sueño. “Si tengo que dejar la reservación para ir a la universidad, para aprender de irrigación para ayudar a mi familia y mi gente, lo haré”, dice él. “Esta vez sé que voy a regresar”. Nachae y Cooper siguen siendo los pilares del equipo. Nachae siente la urgencia de ganar que llega con el sentido de un estudiante de cuarto año de que el tiempo vuela; Cooper es el futuro del equipo. Después de practicar, permanecen en el gimnasio en penumbras: Cooper lanza balones en un extremo del tabloncillo; Nachae hace lo propio en el otro extremo. Mendoza camina conmigo hacia las afueras del gimnasio. “Los nativos no esperamos ser exitosos, y a veces me preocupa que mis muchachos piensen de esa manera”, dice él. “No hay nada malo con no lograr tu meta, pero tienes que intentarlo, fajarte”. Se sonríe con Nachae y Cooper. “Esos muchachos son inteligentes y se fajan duro”. Medio formado Los Wildcats sigue siendo un equipo medio formado y enloquecedoramente inconsistente. A veces los delanteros hacen lanzamientos de 3 puntos fuera de foco, y los pilotos avanzan hacia el aro sin un plan definido. Mendoza disfruta una relación tortuosa con el rez ball. Él aprecia que generaciones de nativos crecieron con este estilo de juego de paso rápido. En su mejor expresión, es artístico y extenuante. Él se siente mejor cuando sus jugadores se plantan a la defensiva flexionando las rodillas, o cuando pasan y pasan el balón hasta que encuentran a un compañero desmarcado. “¿Vamos a jugar rez ball o vamos a jugar este juego de la manera correcta? Le dijo a sus adolescentes. “Me molesta cuando no pueden ver al compañero desmarcado”. Antes que yo llegara, los Wildcats sorprendieron a Ganado, el único equipo invicto de la reservación. Entonces borraron de la cancha al equipo de Monument Valley. Ellos se desenvuelven con confianza en Holbrook. Ese gimnasio está cargado de historia. Mendoza fue alguna vez el entrenador de Holbrook. Ganó un campeonato aquí, y ganó los honores al entrenador del año en Arizona, su partida aun molesta a algunos aficionados. Nachae jugó aquí como estudiante de primer año, y tiene compañeros de equipo y amigos aquí, y eso le pone más presión. Los Wildcats empiezan a toda mecha. Nachae convierte un lanzamiento y hace una finta para avanzar hasta la cesta. Cooper lucha rebotes y mete la suave daga de un lanzamiento convertido. De pronto, el ritmo cambia: Los Wildcats hacen lanzamientos muy rápido. Nachae falla lanzamientos cortos y empieza a frustrarse. Los jugadores de los Wildcats dejan de pasarle el balón a Cooper, quien permanece negándose a imponer su voluntad. El juego se aleja, y los Wildcats pierden, 59-46. Mendoza no esconde su disgusto. Llegaron aquí riéndose, le dice a su equipo. Su juego fue vergonzoso. Nachae hala la camiseta sobre su rostro. Los errores punzan profundo; él quiere ser líder. Levanta su mano y dice, “Somos un buen equipo, pero tenemos problemas para comunicarnos entre nosotros”. Cooper escucha, con la cara opaca. La mañana dominical, un fotógrafo y yo fuimos en carro hacia el norte hasta Rock Point. Encontramos a Cooper y su familia en la iglesia God’s Grace Fellowship, en una carretera polvorienta a dos millas del almacen central. La congregación está conformada por algunas docenas de hombres con botas de vaqueros y sombreros, pantalones jeans y camisas de vestir, las mujeres usan vestidos y joyería turquesa navajo. La Biblia está escrita en navajo. Con una agradable sonrisa hacia sus visitantes, las pastoras traducen el servicio al inglés. Al final, Cooper camina hacia una pastora y mantiene sus manos abiertas. Ella le toma las manos, y rezan juntos por la fortaleza para enfrentar los retos de él. Después, viajamos con la familia Burbank hacia un pequeño restaurant en la parada de camiones, el único lugar para comer en muchas millas. La madre de Cooper, Joni, explica que ella y su esposo se hicieron buenos amigos en la escuela primaria; empezaron su noviazgo en el liceo. Los padres de ambos fallecieron por manejar borrachos. “Vengo de un hogar de un solo padre, él fue criado por su abuela”, dice Joni. “Fuimos atraídos por una fuerza magnética”. Joni asistió a la escuela secundaria y la Universidad en Flagstaff. Su esposo Darrick, trabajaba en la construcción y montaba toros en los rodeos. Una noche ellos viajaron en carro hasta San Francisco para oler el aire salado. Se casaron, y cuando Cooper, el primero de sus cuatro hijos, nació, acordaron no ingerir alcohol, una familia intacta. Darrick renunció a los dólares de la construcción en las ciudades de Las Vegas y Phoenix para trabajar como personal de mantenimiento en la escuela local. “Tuve momentos difíciles por eso al principio”, dice él. “Pero yo no tuve papá. Mi trabajo es darle a estos niños un papá”. Joni enseñaba en la escuela primaria; tuvo dos veces a Cooper como su alumno. Se unieron a una iglesia y se quedaron cerca de los primos y mayores. Están construyendo una hogan en una planicie con un nombre navajo que ellos dicen es muy largo para traducirlo al inglés. El cambio apareció cuando Cooper llegó a octavo grado. En el contexto de una reservación inmensa de 175.000 navajos, Chinle es un pueblo pujante. Los Burbank viven ahora ahí en un apartamento. “Cooper necesitaba el reto; yo necesitaba crecimiento profesional”, dice Joni. “Recé e hice varias investigaciones. Entonces me dije: ‘Joni, Cooper, es hora de esforzarse’”. Ellos se despidieron de la madre de Joni, Virginia Tsosie, cuyo remolque está ubicado a 25 yardas del hogar de ellos en Rock Point, cerca de los precipicios de rocas rojas. Tsosie los extraña mucho. Cuando Cooper viene de regreso cada fin de semana camina hacia el remolque de la abuela y se lanza en su sofá, y ella masajea sus piernas y le cuenta historias. Hablar de escuelas distantes agita el estrépito de la generación de Tsosie. Cuando ella era muy joven, el Bureau of Indian Affairs la envió a una escuela fuera del estado. Ella estuvo muchos meses sin ver a sus padres. La cultura tribal era vista como retrógrada, una piel a ser cambiada en pos de la asimilación. Cuando Tsosie le habló en navajo a un amigo, un maestro le lavó la boca con jabón. “Me cohibí”, recuerda ella. “Ahora hablo con mis nietos en navajo todo el tiempo. Ellos saben las palabras sobrevivientes”. El sol invernal se hunde hacia las montañas. Cooper se excusa, agarra una pelota de baloncesto y camina hacia afuera, seguido de sus hermanos menores. Fintea sobre el polvo rojo y lanza hacia un tablero con un aro doblado como un pie roto. Suiss, suiss, y suisss. Nos despedimos y viajamos al sur hacia la villa del campo alto de Tsaile, lo cual significa en navajo, agua fluyendo en un cañón. Nachae, el capitán del equipo, se encuentra con nosotros en la estación de gasolina. Subimos a su camioneta pickup y saltamos en una carretera enhielada hasta el remolque de la familia de él. Él salta desde la camioneta y señala los remolques adyacentes. Aquel es de mi abuela. Y ese también. Y aquel es de mi tía. Su mama, Andrea Nez, sale a la puerta y sonríe. “Aquí no hay secretos”, dice ella. Nachae asistió a tres escuelas secundarias en cuatro años. Después de su primer año en Holbrook, el giró hacia el aro y se lesionó la rodilla. Tuvo una cirugía y necesitó 6 meses antes de poder caminar sin ayuda. Eso, pensó él, era todo con los aros. Se inscribió en Navajo Prep, una escuela privada en Farmington, N.M., donde lo académico es el rey. “Pensé que los libros eran mi salida”, dice él. Un fisoterapeuta lo ayudó a reconstruir se rodilla. Jugó como estudiante de tercer año y lideró la preparatoria en anotaciones. Entonces una planta de harina empleó a su madre, y el dinero aumentó. Se fue de Navajo Prep y regresó a Tsaile, donde se inscribió en Chinle para su año final. El nombre navajo de Nachae es Napi. Él me dice que eso significa hombre viejo en navajo y en Blackfoot, la cual es la tribu de su madre. Eso significa que eres sabio, replico yo. Él sonríe y señala la rodilla que él trata con hielo después de cada juego y su hombro adolorido. “Tal vez eso solo significa que tengo un cuerpo viejo”. Como muchos navajos, él ocupa varios mundos. De niño él bailaba powwow, disparaba con arco y flecha y soñaba con seguir a su padre, Felix, quien montaba toros en los rodeos. Él ve un mundo vivo con espíritus. Tambien tiene buenas notas, colabora en el centro de estudiantes y tiene una tía quien se graduó en Cornell como guía estrella. Él está consciente del mundo fuera de la reservación. Tiene los ojos puestos en la universidad New México State y su programa de agricultura. El verano pasado, viajó a la reservación Navajo Nation para ayudar con el programa de recompra de lana, dirigido a revigorizar la industria de las ovejas. “Quiero educarme para ayudar a mi gente”, dice él. Él nos deja cerca de nuestro carro. Tsaile está a 7.100 pies de altura, cargada de nieve. El cielo nocturno es caleidoscópico, con estrellas. La noche siguiente los Wildcats pierden un disputado juego ante Page. Están cerca de los playoffs. De pronto los Wildcats empiezan a engranar. Su primer juego de playoff es contra Holbrook, y su defensa responde. Chinle gana por una cesta. El próximo rival es Blue Ridge High School, un equipo poderoso con marca de 27-4. Los Wildcats deberían ser pasto fácil Nachae, en su juego final de escuela secundaria, tiene quizás su mejor actuación. Anota 28 puntos, un remolino. Cooper anota 12 y juega buena defensa. Los Wildcats pierden solo en el minuto final, 81-76. Mendoza es de la vieja escuela taciturna; los elogios se desparraman como migas de pan de su boca. “Les dije a los muchachos que estuvimos a pocas posesiones de avanzar”, dice él. “Finalmente aprendieron a competir y batallar. Estoy muy orgulloso de sus esfuerzos”. Ahora Nachae tiene otros asuntos que atender. Debe pasar sus días descifrando sus sueños universitarios. Cooper se debe preparar para un nuevo papel de liderazgo el año siguiente. En cuanto a mí, manejo para salir de Navajo, paso a un lado de las montañas y los precipicios bajo el cielo congelado del amanecer limpio de nubes. La sensación es de puertas abiertas. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

No hay comentarios:

Publicar un comentario