jueves, 30 de junio de 2016

Pat Summitt, una Rudeza más Grande que la Invencibilidad.

Juliet Macur. The New York Times. 28 de junio de 2016. “¿Juliet?” dijo la voz al otro lado de la línea, en un inconfundible acento de Tennessee. “Es la entrenadora Pat Summitt”. El teléfono casi se me cayó. En aquel momento, enero de 1997, yo era estudiante de la escuela de periodismo, y había llamado a la oficina de Summitt en la University of Tennessee para solicitar una entrevista. Fue una de una docena de llamadas que hice a varios entrenadores destacados para mi proyecto de maestría, el cual se enfocaba en la American Basketball League, una nueva liga profesional femenina. La única entrenadora que me devolvió la llamada fue Pat Summitt. Summitt no era cualquier entrenadora. Ella y sus Lady Vols habían ganado su cuarto campeonato nacional y estaban en camino de ganar el quinto. Hablamos por más de una hora. Cuando le agradecí por su llamada, ella dijo que siempre tenía tiempo para mujeres jóvenes que trataban de labrarse el camino en el deporte. Summitt falleció este martes 28 de junio a los 64 años de edad, luego de años de batallar con una demencia tipo Alzheimer. En sus 38 años como entrenadora principal universitaria, ella ganó 1098 juegos, más que cualquier otro entrenador de la Division I, hombre o mujer, y lideró a Tennessee a ocho campeonatos nacionales. Se puede hablar de su rudeza: Ella una vez se dislocó el hombro al perseguir un mapache agresivo en el porche de su casa, tratando de defender a su perro Labrador retriever, y pasó dos horas tratando de llevar el hombro de vuelta a su lugar antes de llamar por ayuda médica. Y se puede hablar acerca de que tipo de líder era ella, para sus jugadoras y para las deportistas. Cuando le ofrecieron un trabajo para dirigir un equipo masculino en Tennessee, ella dijo: “¿Por qué eso es considerado un paso adelante?” Pero también es importante recordar como Summitt lidió con la demencia, y que perfecta reflexión fue eso de su personalidad. Como Muhammad Ali, en su larga pelea con el mal de Parkinson, Summitt enfrentó una enfermedad progresiva para la cual no hay cura conocida, una enfermedad que roba la dignidad de una persona y los lleva a alejarse del ojo público. Cada quien decide lidiar con esas enfermedades de manera diferente, ningún esfuerzo es más corajudo que el otro. La manera de Summitt y Ali fue usar su fama y traer al mundo a su trayecto, mientras se convirtieron en los rostros públicos de las enfermedades que una vez fueron tabú reconocer. Sus esfuerzos por arrojar luz sobre sus vulnerabilidades engrosaron sus legados, pero de una manera totalmente diferente, e indiscutiblemente más importante. Cuando Summitt supo que tenía demencia, en 2011, solo tenía 59 años de edad. “No habrá ninguna fiesta de lamentos, me aseguraré de eso”, le dijo ella a The Knoxville News Sentinel. Ella le dijo a ABC, “Lo que quiero es que las personas entiendan que si tienen demencia, no deben asustarse por eso”. Si usted sabe algo de demencia o de mal de Parkinson, usted sabe de hecho, que hay mucho por lo cual temer. La demencia poco a poco se roba sus habilidades cognitivas, devora su cerebro. El mal de Parkinson es otro ladrón cruel: Roba expresiones faciales, voces, movimiento, la habilidad de tragar y, eventualmente, respirar. También puede causar demencia. Cuando a Ali le dijeron que tenía mal de Parkinson, debe haber sido un golpe que lo estremeció más fuerte que cualquier otro de su vida. Él disfrutaba el sonido de su voz y amaba la manera como su cuerpo se movía. Y, por supuesto, siempre hablaba de cuan bien parecido lucía. Aún así, él no desapareció de la luz pública. Se mostró, con el cuerpo rígido, la cara congelada y la mano izquierda temblando fuera de control, para encender el pebetero de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996. El una vez hombre invencible no tenía miedo de mostrar que después de todo no era invencible. Sé que tan duro puede haber sido eso para él, porque mi padre, Zbigniew, estaba entrando a la etapa final del mal de Parkinson cuando falleció en noviembre. Siempre consideré a mi padre el hombre más duro que conocía, pero nunca más que cuando lo vi, con una hojilla de afeitar en la mano y una píldora para el mal de Parkinson en la otra, mientras cortaba la píldora en pedazos. Mi papá sabía que on el tiempo su cuerpo no respondería a la medicina, especialmente cuando la dosis aumentara. Así que había tratado de tomar control de lo que pasaba al limitarse a lo que apenas lo ayudara a mantenerse en sus días más rudos, aunque eso hiciera sus días mucho más difíciles. Nunca bajó la guardia. Para Summitt, tener demencia podía ser vergonzoso, especialmente para una mujer cuyo afilado pensamiento la ayudó a ganr juegos. Pero eso no pareció importarle. Ella seguía buscando la luz pública, sin miedo a describir lo que le había hecho la demencia y como estaba enfrentando los cambios. Summitt estaba en una batalla que nunca podría ganar, pero aún podía hacer una diferencia para otros al educarlos acerca de la enfermedad. Ella habló de su demencia en las entgrevistas, y también en su libro de 2013, “Sum It Up”, en el cual también habló de otro tema del cual a menudo es tabú hablar, las seis pérdidas que tuvo antes de parir a su hijo, Tyler. Ella aceptó el premio Arthur Ashe Courage Award en los ESPYs 2012, donde dio un discurso corto, al decir, “Es hora de pelear”. Poco después de su diagnóstico, ella empezó la Pat Summitt Foundation, y su misión era encontrar la cura para el mal de Alzheimer. Al final de nuestra conversación telefónica hace casi 20 años, Summitt acerca de la importancia de las mujeres en los deportes. Me dijo que estaba contenta de que yo me estuviera formando para ser reportera deportiva porque se necesitaban más mujeres que escribieran acerca de los deportes. Me pregunté porqué ella se había tomado un tiempo para hablar conmigo. Ahora lo sé. Summitt quería hacer una diferencia en este mundo, dentro y fuera de la cancha de baloncesto. Eso fue exactamente lo que hizo. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

lunes, 27 de junio de 2016

Mike Mercury

Su voz socarrona, intimidante, desafiante, llenaba la acera de la calle Las Flores, por lo general tenía la ropa sucia de grasa automotriz y gasolina. Cuando terminaba el turno escolar de la mañana Clemente siempre lo esperaba en la puerta de la casa y lo obligaba a meterse debajo de los camiones para que lo ayudara a reparar frenos y fugas de aceite de motor. No había reclamo de la señora Francisca que valiera para que lo dejase almorzar. La primera oportunidad que se le presentaba a Mike Mercury sin dudarlo se escapaba del camión para ir a jugar pelota de goma en la calle o se llegaba hasta el solar de asfalto donde siempre había juegos de beisbol con pitcher y catcher y a él siempre lo metían a jugar porqué tenía un gran brazo y aunque se ponchaba mucho, cuando lograba hacer contacto mandaba la pelota hasta los techos de cinc de la ranchería al fondo del solar. Por lo general esas escapadas terminaban en una cacería y una golpiza a mansalva de Clemente que dejaba maltrecho a Mike Mercury, la señora Francisca debía intervenir y ella también recibía algunos golpes. La mueca de rabia y dolor se mezclaba con el rictus de sonrisa burlona cuando Mike Mercury regresaba a jugar. Por lo general descargaba buena parte de aquella rabia contra los muchachos de su edad, chocaba a propósito con ellos cuando corría en pleno juego de “40 matas”, lanzaba con todas sus fuerzas la pelota de trapo en la espalda del corredor cuando hacía una de sus fabulosas asistencias en tiros desde el right field hacia tercera base, o gritaba sin contemplaciones a quien se atreviera a hacerle alguna observación. Por un tiempo llegué a desarrollar una rabia visceral hacia Mike Mercury, sobre todo por que una tarde de papagayos en el solar de asfalto, como siempre él llegó de los últimos con su papagayo improvisado con veradas de caña, papel de envolver de la bodega de María La Catira, pedazos de trapo para la cola, y un bollo de pabilo que había ido armado empatando distintos pedazos que conseguía o birlaba en casa y en la calle. Esa tarde lo vi muy esmerado aplicando una sustancia marrón sobre el pabilo, la cera de abejas era muy buena para fortalecer el hilo. Para rematar ensartó dos hojillas de afeitar en la punta de la cola del papagayo. Varios papagayos empezaron a precipitar desde aquel cielo azul brillante de Cumanacoa. Las carcajadas explosivas de Mike Mercury inundaban todo el solar de asfalto. En ese momento estuve a punto de lanzarle una pedrada, solo la mano voluntariosa de Alberi me detuvo. Ni se te ocurra, ese es capaz de medio matarte aquí mismo. Varias veces me pregunté y le pregunté a Hermes, Alberi, Clementico, Joseíto, Raúl, porque lo llamaban Mike Mercury y ninguno lo supo explicar. Entonces empecé a elucubrar que quizás ese apodo lo sacaron de algun pelotero destacado de los juegos de beisbol profesional que escuchaban religiosamente todas las noches en el poste de la esquina, o de algún capítulo de la radionovela “Martín Valiente El Ahijado de la Muerte”, o quizás de alguna película del lejano oeste que habían visto en el teatro Gardel. Me imaginaba que si había un personaje con ese nombre debía ser una mezcla de maldad y algunos momentos de melancolía. Ahora en la distancia del tiempo me parece que Mark Twain hubiese pulido mucho más a su personaje HuckleBerry Finn si hubiese tenido oportunidad de observar las travesuras de Mike Mercury en la calle Las Flores. Quizás José Rafael Pocaterra hubiese redimensionado a Panchito Mandefuá con los arranques de solidaridad que a veces tenía Mike Mercury. O tal vez Andrés Eloy Blanco habría agregado otro capítulo a “La Gloria de Mamporal” si hubiese visto uno de los batazos de Mike Mercury. Un mediodía fuimos a buscar unas cañas de azúcar en el cañaveral del fondo de la calle Bolivar, estábamos muy contentos porque habíamos conseguido unos ejemplares bastante gruesos de corteza morada que por lo general son los más dulces, de pronto apareció el vigilante, reclamaba que le entregáramos las cañas con una peinilla inmensa en la mano. Cuando resignados devolvíamos las cañas, sonó un impacto seco que hizo doblar al vigilante, Hermes ladeó la cabeza y nos dijo que agarráramos las cañas. Este Mike Mercury no se compone, esta pedrada seguro le va a costar otra cueriza de mi papá y varios días sin salir de la casa. Igual tuvimos que darle dos de las cañas más gruesas cuando nos encontramos con él en la calle Las Flores. La furia que yo sentía hacia Mike Mercury quizás empezó a disminuir una de esas tardes en el patio de la señora Beatriz, él estaba encaramado en una mata de guayabas y se le cayeron dos de las frutas más apetitosas que había alcanzado, aterrizaron casi sobre mis zapatos, una voz que me hizo mirar varias veces hacia las ramas más altas me dejó sin resuello y sin entendimiento ¿Ese era Mike Mercury el implacable? ¿El que no le daba cuartel a nadie? ¿El malo? Antes que yo pudiera decir nada, la voz pausada repitió, si, agarra las guayabas son tuyas, y no pongas esa cara de simplón, porque si no me las devuelves ya. Cuando bajó de la mata de guayabas no hubo a quien dejara de ganarle una partida de trompos, metras o gurrufíos. Por esos días coleccionábamos un álbum de barajitas de una hoja, por una cara tenía cromos de luchadores y boxeadores, por la otra las banderas del mundo. El premio principal era un balón de futbol muy parecido a los del mundial de futbol México ’70. Todos soñaban con ese balón. Mike Mercury tenía llena la cara de los boxeadores y luchadores pero tenía pocas banderas, Hermes y Joseíto tenían todas la banderas menos una, y yo apenas tenía unas pocas banderas y menos boxeadores y luchadores. Un atardecer cuando se rumoraba que solo quedaba un balón por entregar, fuimos a la librería de Pedro Luis a comprar barajitas y mientras abría un sobrecito pasé un rato despegando la barajita de la envoltura, cuando salió el azul claro de la bandera de las Naciones Unidas, la barajita que no salía, llegó un manganzón y me la arrebató, de inmediato Mike Mercury lo persiguió por toda la plaza Montes y lo alcanzó en la esquina frente al cine Royal, allí le asestó par de puñetazos al pecho y el manganzón soltó la barajita y salió corriendo. Nos sentamos en un banco de la plaza y acordamos unir la cara completa de boxeadores y luchadores de Mike Mercury, la casi llena de banderas de Hermes y Joseíto y mi barajita de la ONU. De inmediato corrimos a la librería y Pedro Luis, luego de revisar minuciosamente las barajitas, nos entregó el balón. En medio de la emoción del tropel de regreso a la calle Las Flores con el desespero por empezar a jugar futbol vi por primera vez la sonrisa legítima infantil de Mike Mercury y comprendí que en el fondo era otro muchacho que aunque pareciera cruel, en determinados momentos sorprendía con algunas arrancadas de buenas intenciones. Alfonso L. Tusa C.

miércoles, 22 de junio de 2016

The Book.

Lectura infantil. The New Yorker. June 6 & 13, 2016 Issue. Hisham Matar Mi primera memoria de los libros no es sobre leer sino de escuchar la lectura de otro. Pasaba horas escuchando, mirando el rostro de la persona que me leía en voz alta. A veces descansaba mi cabeza sobre el pecho o el estómago del lector y podía sentir la resonancia de cada vocal y consonante. Encontré muchos libros de este estilo: “Las Mil y Una Noches”; las brillantes escrituras de al.Jahiz: la poesía de Ahmed Shawqi y sus pares del período de al-Nahda, el renacimiento literario arábico que ocurrió con la llegada del siglo veinte, varios libros sobre las vidas de Sahabah; y los trabajos de una larga fila de historiadores quienes trataron de explicar como y por qué una guerra o una época había empezado o terminado. Nunca se me ocurrió entonces preguntar porque casi no había libros para niños en la casa; ninguno que pueda recordar. Me resulta extraño, ahora que estoy a mitad de mis cuarentas, después de una vida de escarceos apasionados con libros, me di cuenta más adelante, desmereciendo mi fervor juvenil, de unos pocos que encontré en el momento equivocado, y muchos otros que aun iluminan habitaciones dentro de mi, en dos lenguajes tremendos, árabe e inglés, que el libro que más me ha afectado es uno que apareció cuando tenía diez u once años de edad y trataba de algo de lo cual casi no sabía nada. No lo había leído. Y tomando en cuenta los muchos intentos que he hecho por encontrarlo, he fallado en aprender tanto de su título como de su autor. Fue una de esas tardes cuando nuestra casa de El Cairo estaba llena de disidentes políticos libaneses exilados, como ocurría a menudo en aquellos días, por lo que no había siesta luego del almuerzo. En lugar de eso, nos reuníamos en grupos grandes en la sala con muchas rondas de frutas, te y café durante la conversación. El tiempo parecía infinito. El libro estaba en la mesa del café, entre los platos, tazas y ceniceros. Recuerdo que tenía una tapa blanca sin ilustración. El huesped quien había traido el libro como regalo para mi padre había olvidado claramente que mi padre se lo había recomendado hacía algun tiempo. Y papá, al no querer molestar a su huésped, no le dejó saber que ya lo había leído. Es divertido para mí ahora que deba recordar esta deferencia social. Quizás fue la calidad del silencio de mi padre, lo que, por supuesto, hizo al huésped más dispuesto a comunicar su aprecio por el libro. Lo tomó y empezó a leer en voz alta. Sentí el efecto de las palabras reverberar alrededor de la habitación, haciendo que hasta los muebles, parecieran agitarse con vida propia. Mi padre no está aquí para preguntarle por esa tarde. Así que quizás yo esté equivocado, quizás papá no conocía el libro para nada, y su silencio no tenía nada que ver con amabilidad, sino que esa era su respuesta al texto. No recuerdo exactamente cuales fueron los pasajes leidos en voz alta. Lo que recuerdo es que reflejaban los pensamientos íntimos de un hombre que sufría por una emoción vergonzosa, tal como miedo, celos o cobardía, sentimientos complicados de admitir, particularmente para un hombre. Pero la honestidad de la escritura, su habilidad para capturar tal fluidez y ajustes vagos, era en si valiente y generosa, el opuesto de la emoción descrita. También recuerdo maravillarme por la manera como las palabras podían ser tan precisas y pacientes, ilustrativas, a medida que progresaban, lo que aún el muchacho que era en ese momento de alguna manera sabía: que existe a la vez una distancia trágica y maravillosa entre la conciencia y la realidad. Dados los libros que me habían leído, esta no podía haber sido la primera vez que percibía tal tipo de escritura, pero, por alguna razón, en esta ocasión experimenté la totalidad de su impacto. Lo que me impresionó, también, fue el silencio nuevo que los pasajes dejaban. Ellos creaban, al menos temporalmente, entre esos hombres políticos, quienes me parecían funcionar bajo el peso sólido de la certeza, un resonante momento de duda. Me sentía emocionado, maravillado, y melancólico a la vez. Por esto es que quizás ese libro misterioso, de acuerdo a la lógica de mi memoria, ha sobresalido sobre todos los libros que he leído desde entonces. Hasta los grandes libros a los que regreso, como uno lo hace ante un paisaje favorito, parecen en deuda, sin importar de que manera, ante ese desconocido y desconocible libro. Cada palabra que he escrito ha sido propulsada por un entusiasmo originado en aquella tarde hace tanto tiempo, cuando era un muchacho y todavía no sabía nada de libros. Quizás el libro ha sido más útil para mi perdido que encontrado. Hisham Matar es el autor de la memoria: “The Return: Fathers, Sons and the Land in Between”, que saldrá al mercado en Julio. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

miércoles, 15 de junio de 2016

La granola que es empacada en aglomerados.

Melissa Clark. The New York Times. A Good Appetite. 06-05-2016. Desde que la empecé a hacer hace varios años, he sido leal a una receta de granola que tomé de una compañía de Brooklyn llamada Early Bird. Hecha con aceite de oliva, jarabe de maple y una buena pizca de sal marina, está perfectamente balanceada entre sabrosa y dulce, semillas y nueces, con una dosis fragante de especias. Algunas veces varío las nueces, frutas secas y especias, pero siempre mantengo las proporciones básicas porque esta granola tenía todo lo que yo quería como acompañante de mi yogurt y frutas. Sin embargo, no tenía todo lo que mi esposo quería como cereal en su escudilla. Para él, a la granola le faltaba un elemento importante presente en ciertas marcas comerciales: los gruesos aglomerados. Los aglomerados aportan contraste textural respecto a la rigidez de la avena, al compactar la mezcla y añadir un tipo diferente de crujido, uno más aireado, menos denso. La pregunta era, ¿podía encontrar yo una versión casera que nos complaciera a ambos? Esta resultó ser una tarea nada fácil. La mayoría de las recetas caseras de granola aglomerada usa claras de huevo para compactar la avena, nueces y semillas. Esto funciona, pero la textura tiende a lo pegajoso y rígido antes que lo crujiente y ligero. Otros tipos de aglutinantes tampoco funcionaron: Mas miel la haría empalagosa, jarabe de dátil la haría saber como restos de galletas de avena, mantequilla de maní resaltaría todos los otros ingredientes, y salsa de manzana la haría extraña. Al final, la solución no fue un aglutinante, sino una pasta. Eso significa, moler algo de la avena y el coco hasta hacer una harina, entonces se agrega líquido para hacer una pasta que recubra toda la avena y nueces y las ayude a conectarse una con otra. No es un enlace cementado, es más como un acoplamiento tentativo que cruje y se suelta cuando se encuentra con un diente. Lo cual era lo que yo quería. En términos del líquido, el agua funcionó. Pero como esta no aportaba ningún sabor, experimenté con cidra de manzana, jugo de naranja, kombucha y agua de coco antes de finalmente decidirme por la leche de coco por su delicada dulzura. La leche de almendras también funciona, en este caso se podría agregar una gota de extracto de almendra a la mezcla. De cualquier manera, usted tendrá una granola aglomerada con un profundo sabor a coco y especias y una textura ligera y crujiente. Se puede acompañar con leche, agregar sobre el yogurt o comer directamente de la mano. Tiempo de preparación: 1 hora más el enfriamiento. Cantidad 8 tazas y media. Preparación 1. Calentar el horno a 325 grados. Colocar una bandeja cubierta con papel de aluminio. 2. En una olla mediana a fuego medio, combinar aceite de coco, aceite de oliva, jarabe de maple, azúcar, leche de coco y sal y calentar hasta que el azúcar se disuelva, entonces se agrega extracto de vainilla y se deja enfriar ligeramente. 3. Moler 105 gramos de avena y 12 gramos de coco en un procesador de comida hasta convertirlos en harina. Transferir a un recipiente grande y agregar con agitación el resto de la avena y el coco, las especias, las nueces y las semillas. Añadir la mezcla del jarabe de maple y agitar para homogeneizar. Dejar reposar por 10 minutos. 4. Pasar con las manos la mezcla de la avena hasta formar una capa sobre la bandeja preparada, y hacer los aglomerados con los dedos. 5. Hornear de 40 a 50 minutos, moviendo la mezcla (con cuidado de no romper los aglomerados) cada 15 minutos. La mezcla esta lista cuando se torna marrón dorado y se hace rígida. Continuará haciéndose rígida mientras se enfría. Llevar la bandeja a un lugar seguro y aireado para enfriar. Guardar en un recipiente hermético, a temperatura ambiente por hasta un mes. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

Con una pequeña ayuda de mis amigos.

The Players Tribune. 22-09-2015. Michael Lahoud. Centrocampista. Philadelphia Union. Justo ahora, hay miles de niños huyendo de Siria, arriesgando sus vidas en busca de un nuevo hogar. No saben nada de política. No les importa quien empezó la guerra. Solo están desesperados y confundidos y rezando por su bienestar. Lo sé porque fui uno de ellos. Cuando yo tenía seis años de edad, estaba sentado en mi aula pequeña en Sierra Leona, preparándome para presentar un examen, cuando mi abuela apareció en la puerta. Estaba sudorosa y sin aliento. De inmediato sentí que algo andaba mal. Mi abuela susurró unas palabras a mi maestro y me tomó de la mano. Me dijo que teníamos que regresar a casa de inmediato. Mientras caminábamos a nuestra villa, empecé a atar cabos. Mis padres habían salido del país para trabajar en América cuando yo era muy pequeño, así que yo vivía con mis abuelos. Sierra Leona no es como América o Europa. Teníamos una cascada en el patio donde se veían animales exóticos. No había video juegos. Jugábamos afuera todos los días, siempre sin supervisión. Pero de pronto mis abuelos se pusieron muy estrictos, Mi abuela me decía, “No te vayas para los matorrales, porque te puede agarrar el coco”. Solo que no estaba bromeando. Hablaba en serio. Era una advertencia. No lo sabía en ese momento, pero el coco no era un monstruo. El coco eran los rebeldes del frente revolucionario unido, quienes secuestraban niños de sus villas y los forzaban a convertirse en soldados. Sierra Leona estaba en medio de una guerra civil, y esta se acercaba cada vez más a nuestra puerta. Yo era ajeno a todo esto, por supuesto. Todo mi mundo era la escuela y el futbol. Pero para el momento cuando mi abuela me fue a buscar a clase, la situación era desesperada. El FRU rodeaba nuestro pacífico pueblo. Cuando regresamos al pueblo, mis familiares guardaban mis ropas en una maleta. Era un caos. Las personas discutían y corrían asustadas. Aún con seis años de dad, yo podía sentir la tensión. Finalmente, me acerqué a mi bisabuela y le pregunté, “¿Qué está pasando? ¿Por qué todos actúan como locos?” “No te preocupas”, dijo ella. “Te vas de vacaciones para America. Ellos solo están emocionados”. Al minute siguiente, me subí a un carro con mi tío, y miraba atrás hacia mi casa con mi pequeña maleta y pensaba, ¡Caramba, voy para Hollywood! Porque en África, ese era nuestro concepto de America en ese entonces: Hollywood. Ni me imaginaba, que esa sería la última vez que vería mi hogar en 20 años. Cuando mi tío y yo llegamos al puerto en las afueras de Freetown, las cosas se hicieron muy reales. Había una gran masa de personas con maletas tratando de subir al ferry. Los soldados gubernamentales patrullaban la costa con pistolas automáticas y bazucas. Cuando avanzamos hacia el frente, uno de los soldados se puso muy agresivo con mi tio, perguntándole por su visa. Él no tenía visa. El soldado empezó a repelerlo con su pistola, y me asusté mucho. Entonces mi tío me levantó por encima de la multitud y me entregó a un soldado que estaba en el ferry. Lo próximo que recuerdo es que estoy parado en el ferry, y … Nunca olvidaré esa confusión de pistolas, piernas y gritos, Entonces el ferry se empezó a mover. Mi tío había desaparecido. Yo estaba solo en el caos. La cosa loca es que la próxima parte del viaje está borrosa en mi memoria. Yo seguía a las multitudes en el aeropuerto y apretaba mi boleto aéreo. Los trabajadores del aeropuerto o un amigo de la familia debieron haberme guiado a la puerta de embarque. Nunca había volado en avión. Nunca había estado de vacaciones. Recuerdo al avión despegando del suelo y pensar, Volamos en un gran tubo de metal … en el aire. Nada tenía sentido. Mi mundo entero estaba cambiando tan rápido que no podía procesarlo. Cuando el avión aterrizó, pensé que estaba en Hollywood. Entonces caminé hacia el terminal y no entendía los letreros. Estaban escritos en otro lenguaje. Empecé a asustarme. Tuve dos pensamientos: ¿Donde estoy? ¿Donde están todas las personas que se parecen a mi? Algo que hace a Sierra Leona única es que nunca se habla del color de la piel. No había “Tú eres negro, tu eres blanco, tú eres púrpura, tu eres rosado”. Solo eras parte del vecindario. Esto se sentía muy diferente. Sentía como si todos en el aeropuerto me miraban. Cuando traté de hablarle a alguien, me miraron como si fuese de otro planeta. Fue la primera vez en mi vida que me di cuenta que las personas podían ser consideradas diferentes. No estaba en Hollywood, estaba en París. Rompi a llorar en pleno salón del aeropuerto Charles de Gaulle. Pensé que mi vida se había acabado. Pensé que nadie me iba a buscar y me quedaría atrapado por siempre en el aeropuerto. La gente seguía caminando a mi lado, como si yo no estuviese ahí. Entoncs una azafata que estaba en mi avión me reconoció. Recuerdo que vio mi boleto aéreo y dijo, “Vas para America. Ven conmigo”. Como un niño de seis años de edad, sentí como si esta mujer hubiera salvado mi vida. Me ubicaron en el segundo avión del viaje, y subimos al cielo otra vez, hacia lo desconocido. Yo pensaba, Hollywood queda muy lejos. El mundo debe ser muy grande. Cuando aterrizamos otra vez, caminé en el terminal y estaba aliviado de que los anuncios fuesen en inglés. Mi inglés no era gran cosa, pero al menos sabía que estaba en el país correcto. Solo había un problema. Mi madre se había ido de Sierra Leona cuando yo tenía tres años de edad, y lo único que tenía para reconocerla eran fotografías viejas. Esto fue antes que cada cual tuviera un teléfono celular. No tenía idea de quien me iba a buscar, o a donde iba. Seguí al grupo de personas desde el avión hasta la acera fuera de la sala de Llegadas. Las vías pavimentadas eran algo novedoso en Sierra Leona, así que la primera cosa que noté fue que las vías en America eran todas muy planas. Había muchas marcas de carros nuevos. Las personas seguían saliendo de los carros y corrían hacia sus seres queridos, y los abrazaban. Entonces regresaban al carro y se iban, sonriendo. Eso se mantuvo así por un rato. La gente iba y venía. Yo estaba solo. Nadie iba a buscarme. Caminé alrededor del estacionamiento por mucho tiempo hasta que un bus del aeropuerto empezó a seguirme muy lentamente. Empecé a asustarme. Pensé que había hecho todo ese viaje para ser secuestrado por el coco. Entonces una mujer salió del bus y empezó a correr hacia mi. Yo estaba a punto de soltar mi maleta y salir corriendo tan rápido como pudiera cuando ella dijo “¡Michael!” Era mi madre. * Aquí es donde la mayoría de las historias terminan y regresas a facebook, y te sientes muy bien con la humanidad. Aun si no sabes quien soy, puedes buscar mi nombre en Google, y ver que fui a la universidad y actualmente juego en la Major League Soccer. Ahí está tu final feliz. Si quieres que la historia sea así de directa, déjalo así. Porque aquí es donde la historia de un refugiado de una crisis como la que ocurrió en mi país en el medio oriente, se hace más complicada y difícil. Fui el único de mi villa que consiguió una visa de emergencia antes que estallara la guerra civil. Todos mis compañeros de clase quienes se quedaron y presentaron su examen el día que mi abuela me fue a buscar, y todas las personas de mi villa, y todo el resto de mi familia, no consiguieron ese pedazo de papel mágico. Estaban atrapados en una guerra en la que no querían participar. Miles de niños fueron secuestrado y forzados a pelear. La guerra tocó cada parte del país. Solo puedo hablar de mi experiencia, pero la vida como refugiado en un país nuevo es extremadamente solitaria. Cuando noté que estaba en Washington D.C. en vez de Hollywood, y que me iba a quedar permanenentemente en America en lugar de una larga vacación, la realidad se manifestó. En el primer día de escuela, noté que todos estban vestidos muy diferentemente. En mi escuela católica de Sierra Leona, todos usaban camisa y corbata. Aquí, las ropas importaban. Los peinados importaban. Hasta los diseños de tus carpetas escolares importaban. A mitad del día, una voz salió por el altavoz: “Michael Lahoud, por favor, presentarse al salón de lectura”. Tenía que pararme frente a todos e ir a mi clase de ingles como segundo idioma. Estaba muy avergonzado. Por mucho tiempo sentí como si estaba a prueba. Lo único que quería en la vida era un amigo. Un día, en el recreo, yo estaba sentado solo viendo a unos niños jugar a rebotar la pelota de una pared, cuando la pelota de tennis rodó hacia mi. Los niños gritaron, “Epa, ¡Lánzala de vuelta! ¡Lanzala de vuelta!” Pero yo nunca había lanzado una pelota en mi vida. Asi que hice lo que era natural, la pateé. Tan pronto como salió de mi pie, me di cuenta. Oh no, esa loca pelota amarilla es muy liviana. La pelota salió volando hacia el techo de la escuela. La había puesto de oro. Todos me miraban, como diciendo, ¿Qué hiciste? ¿Arruinaste nuestro recreo? ¿Qué te pasa? Todos se voltearon y se fueron molestos. Yo quería correr lejos y nunca regresar a la escuela. Entonces uno de los niños vino corriendo hacia mi. Pensé que tal vez venía a golpearme. Me puse algo tenso. “Muchacho, ¿quién patea una pelota así? Dijo él. Mantuvo su mano arriba como una ola. Yo solo lo miraba. “¡Esa fue la cosa más agradable que he visto en mi vida!” Él estaba tratando de chocar los cinco dedos conmigo. “Mi nombre es Jack”, dijo él. “Deberíamos ser amigos”. Ese podría ser el mejor momento de mi vida. “¡Si!” dijé yo. “Bien, estás invitado a mi casa”. Despues de ese día, yo pasé buena parte de los próximos 10 años de mi vida en la casa de Jack Wolf. Nos hicimos los mejores amigos. Conocí a todo el mundo mediante Jack. Él era el muchacho a quien todos adoraban. Él tenía la apariencia de surfista antes que fuese popular en Virginia. Él tenía intensidad cuando ser así se llamaba “rad”. Era un líder natural. Jack tenía una regla, aún desde cuando teníamos 10 años de edad: Antes que pudiéramos salir a jugar futbol en el patio después de la escuela, teníamos que terminar nuestra tarea para el hogar en la mesa de la cocina primero. En serio, el amigo ponía música clásica mientras hacíamos la tarea. Me expuso a tantas cosas que yo no conocía, y aún así siempre estaba curioso acerca de mi cultura africana. Él veía como algo agradable ser diferentes. Antes cuando yo tenía un acento fuerte, él solía decir, “Hombre, piensa en todas las muchachas que vamos a conquistar por tu acento. ¡Vamos a ser maravillosos!” Jack no tenía idea de lo que yo había pasado cuando se tropezó conmigo en el recreo, No sabía que yo era de Africa occidental. No sabía de la guerra civil. No le importaba. Solo pensaba que yo era alguien diferente a quien valía la pena conocer. Este niño irlandés-americano de cabello rubio platinado se convirtió en el hermano gemelo que nunca tuve. Cuando veo las noticias ahora y veo a los refugiados en fila para viajar a Europa, la pregunta que sigue llegando a mi mente no es, “¿Cómo lo asimilarán?” Mi pregunta es, “Quien será su azafata en el aeropuerto Charles de Gaulle? ¿Quién será su Jack Wolf?” Entiendo que es una pregunta compleja. Solo soy un futbolista, no un político. Pero puedo decirte que a nivel humano, eso es muy simple. Esas personas, especialmente los niños, están atrapados por la marea. Están confundidos y asustados. Solo buscan a alguien que sea su amigo. Si me hablaras ahora, no sabrías de mi pasado. Perdí mi acento, fui a Wake Forest University, luego a la MLS. Me convertí en un estadounidense. Y de nuevo, aquí es donde la mayoría de las historias terminan con finales felices. “El refugiado de una guerra civil viene a Estados Unidos y se convierte en futbolisra profesional”. “¿Quién no quiere compartir esa historia en Facebook?” De nuevo, la realidad es más complicada. La verdad es que no soy diferente de alguien más quien disfrute de seguridad relativa. Para el momento cuando llegué a la escuela secundaria, yo había sacado a Sierra Leona de mi mente. Era más fácil ignorarla. Hubo moemntos cuando tuve que enfrentar la cruda realidad, como cuando vi la película Blood Diamond, o cuando mi abuela finalmente se nos unió en Virginia después de la guerra civil y toda su felicidad, todo su encanto natural, pareció salir de su cuerpo. Ella tuvo momentos difíciles interactuando con las personas. Yo sabía que ella había visto cosas horrorosas, pero no quería escarbar muy profundo en ese tema. Todo cambió en 2010. Yo jugaba para Chivas USA en la MLS. Estábamos de gira en Seattle. Yo estaba sentado en el bus del equipo, probablemente pensando en carros y mujeres como cualquier muchacho de 23 años. Cuando bajé del bus para ir al hotel, se me acercó una completa extraña. “Hey, ¿tienes un segundo para hablar en la recepción?”, dijo la mujer. “Oh… ¿disculpe?” le dije “He tratado de seguirlo por un tiempo. ¿Cómo le gustaría cambiar el mundo?” Lo que ella dijo me sacudió hasta el corazón. Se sintió como el momento cuando Jack se me acercó en la escuela. Se sintió como si alguien abriera una puerta. Hablamos en la recepción y ella explicó que su nombre era Cindy y que trabajaba con Schools for Salone, una organización dedicada a mejorar el diezmado sistema educativo de Sierra Leona. Nuestra conversación me forzó a reconocer que tan afortunado fui de escapar del conflicto. Luego de cierta reflexión profunda, le dije a Cindy, “No solo quiero enviar tuits de esto. Quiero construir una escuela”. Así que acordamos recaudar 50.000 $ durante los próximos años para construir una escuela en Sierra Leona. Yo no había regresado en 20 años. No entendí los retos que enfrentábamos hasta 2013, cuando recibí una llamada del director técnico del equipo nacional de Sierra Leona. Me pidió que asumiera mi nacionalidad de Sierra Leona para participar en un juego clasificatorio de la Copa Mundial. Esa era una decisión muy significativa para mi. Había tratado con mucho énfasis de conseguir la ciudadanía estadounidense que olvidé mis raíces africanas por mucho tiempo. Dije que si. Cuando regresé a Sierra Leona, todos me dijeron que experimentaría una reacción muy emocional, como en una película. La verdad es que me sentí vacío. No reconocí nada de mi niñez. La guerra había destruido todo. El país del que salí era un lugar hermoso. Para ese momento, Sierra Leona era el país más próspero de todo el continente africano. La moneda tenía una tasa de cambio de casi uno a uno con el dólar estadounidense. Ahora, todo lo que veía era desesperación, incertidumbre. Cuando regresé a mi villa, fui a la casa de mi abuela. Ella fue una de las últimas personas que me vio antes de salir de Sierra Leona. Salió de su habitación y me vio por primera vez en 20 años, empezó a llorar. Le dije, “Abuela, ¿estás bien? ¿Qué pasa?” Ella dijo, “Cada día rezaba por ti. Siempre supe que regresarías, y sabía que ibas a ser un gran hombre”. Me quedé petrificado. No me preguntó acerca de la vida en America. Ni acerca de jugar futbol. Todo lo que le importaba era que fuese un hombre bueno. Mi abuela falleció el año pasado. A pesar de todo lo que ella había pasado, estoy feliz de que ella viera que no me olvidé de Sierra Leona. El país aún enfrenta retos increíbles, incluyendo una reciente epidemia de ébola. Es fácil mirar a otro lado y pensar menos en cosas complicadas. Pero debemos aprender la lección de Jack Wolf en el campo de juego. ¿Qué queremos ser como sociedad? ¿Queremos gruñir y darle la espalda a aquellos que necesitan de nuestra ayuda? O queremos correr hacia ellos con nuestras manos extendidas diciendo, “Hola, deberíamos ser amigos”. Es mucho más difícil ser Jack Wolf. Pero gracias a Dios por tontos como él. * Michael Lahoud y su amigo jugador de MLS, Kei Kamara abrieron su primera escuela primaria en Freetown, Sierra Leona este año. Michael Lahoud. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

martes, 14 de junio de 2016

Revisión: ‘The Sport of Kings’, C.E. Morgan. Corriendo contra la marea.

Dwight Garner. 17-05-2016. The New York Times. En 1955, Sports Illustrated envió a William Faulkner a cubrir el Kentucky Derby. El artículo que resultó no tenía mucho en común con el periodismo deportivo. Era un poema en prosa, una sensorialidad. Su declaración de tésis, la cual he ubicado con la ayuda de sabuesos cazadores, es probablemente esta: “Lo que el caballo le aporta al hombre es algo hondo y profundo para su naturaleza emocional y necesidad”. La ambiciosa nueva novela de C.E. Morgan, “The Sport of Kings”, impacta en esa naturaleza y necesidad. Es una épica de lodo chispeado, repleta de simbolismo fértil, que se extiende a través de generaciones en la historia de Kentucky. En la superficie, “The Sports of Kings” tiene suficientes elementos (alevosía, incesto, un linchamiento, asesinato, parejas interraciales) para sustentar una miniserie de televisión de los años ’80. Se podría titular “¡Lexington!” Michael Landon interpretaría al criador de caballos de una dinastía, atrapado en el destino, con un látigo en una mano y un vaso de vino en la otra. Pero Ms. Morgan no está interesada en las superficies, o en migraciones convencionales del argumento. Ella es una escritora interior, con profundos recursos verbales e intelectuales. Llena tu cabeza con todo lo que existe en ella, y eso es mucho, ella tiene un interés especial y casi darwiniano en la consanguinidad, en las cosas que han pasado en la sangre de las personas y los caballos, como las maldiciones, de generación en generación. Este libro relata la historia de una de las familias más viejas e influyentes e Kentucky, los Forges, desde justo después de la guerra revolucionarias hasta comienzos del siglo 21. Henry Forge y su hija Henrietta, trabajan para criar un monstruo de caballo, Hellsmouth, el próximo Secretariat. Henry es su propia clase de monstruo racista. Esta novela sigue, por completo, las vidas e historia de los esclavos y trabajadores negros de la familia. Hay un momento resonante, uno que sospecho que los cineastas encontrarán difícil de resistir, cuando el cocinero negro de la familia, quien huyera décadas antes por graves dolencias, regresa como un bien conocido escritor para ejecutar un tipo especial de revancha ante los Forges. Esta es la segunda novela de Ms. Morgan. Su primera, “All the Living” (2009), fue ambientada también en Kentucky. Es una novela pequeña y perceptiva a cerca de una joven pareja en una granja de tabaco aislada. Ms. Morgan está interesada en el aislamiento personal y literalmente. Ella está alejada de los mecanismos de publicación y de las relaciones públicas. Casi siempre rechaza las entrevistas. Cuando acepta alguna, habla de su trabajo y muy poco más. Cuando un cuento de ella fue publicado en el ejemplar de ficción “20 Under 40” de The New Yorker en 2010, ella consintió responder preguntar para la página web de la revista. Ellos le sacaron poco más que su nombre, rango y número serial, o, lugar de nacimiento (Ohio), año (1976) y domicilio actual (Kentucky). The New Yorker también le preguntó “¿Quienes son sus escritores favoritos de más de 40 años? Ella respondió: “Cormac McCarthy, David Foster Wallace, Denis Johnson, Marilynne Robinson, los guiones de Terrence Malick”. Hay un poco de cada uno de estos escritores en la dicción, foco y tono de Ms. Morgan. El nombre que me salta desde esta lista es el de Mr. Malick. La prosa de Ms. Morgan tiene algo del sentido del tiempo de ese cineasta. Su paso decrece frecuentemente hasta un nivel de gateo onírico mientras ella escruta el mundo natural célula por célula. Entonces con la fuerza de un purasangre, somos catapultados generaciones adelante o atrás. Las películas de Mr. Malick pueden ser enloquecedoras en sus pausas, sus estancamientos y comienzos. La novela de Ms. Morgan a menudo es similar a eso. En “The Sport of Kings”, cada pedazo de grama podada parece tener gran significancia, como en “Así hablaba Zarathustra”. Ella deja exhaustos a sus alrededores; nos deja exhaustos. Un amanecer no es simplemente un amanecer. En vez de eso, “Luego de una larga noche de dormir debajo de la barriga de la Tierra, el sol armado se levantó y cargó el horizonte, presionando la oscuridad con brazos largos hasta que la noche se derrumbó, herida y derrotada, hacia el extremo antípoda de la Tierra”. Hay una tableta de LSD y unas trazas de la King James Bible en el vaso de bourbon de esta mañana. En un punto una voz que es la de Ms. Morgan, pero no completamente, emerge para preguntar, “¿Es todo esto muy púrpura, muy florido? ¿Es demasiado el mundo y las palabras? ¿Prefiere usted sus cuentos magros, musculares, sin excesos y enfocados en un solo y digerible punto? ¿He excedido los límites de la forma, cometido un pecado literario?” Los pecados literarios de Ms. Morgan, si ellos son pecados, derivan de su musa, la cual parece ser muy grande. Porque ella puede hacer todo, trata de hacer todo. En “The Sport of Kings” ella ha escrito claramente una novela seria e importante si no una grande. Ha construido una enorme hoguera que nunca ilumina por completo. Lo que es importante de esto es su casi enceguecedora promesa. En una entrevista de 2014 en The Paris Review, la crítico Vivian Gornick lo que le atraía de la novela de Rachel Kushner “The Flamethrowers” (2013). Ms. Gornick dijo, “Ella está haciendo grandes, largos párrafos de estos temas, está haciendo motocicletas, está haciendo Las Vegas, está haciendo arte mundial internacional, todo lo que esos hombres han hecho siempre”. Sentí algo similar mientras leía “The Sport of Kings”. La mayoría de los personajes centrales de esta novela son hombres. Ms. Morgan escudriña los temas incisivamente, la atracción por la velocidad, el poder y la dominación, la experiencia de la prisión de los hombres negros, la camaradería masculina, los vínculos entre padres e hijos, las tortuosidades brutas de la sucia alma sureña, que esos hombres han tendido a tratar. Los caballos, dijo Faulkner en Sports Illustrated, inspiran algo en nosotros. Ese algo, en la narrativa de Ms. Morgan, es solo raramente precioso. El tema de las reparaciones por la esclavitud cuelga en el aire húmedo de esta novela. Una mujer negra mayor grita las que quizás son las cinco palabras cruciales de esta novela: “Soy quien cobra las cuentas”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

lunes, 13 de junio de 2016

Recordando Tiannamen en Hong Kong, pero no sin divisiones

Alan Wong. 03-06-2016. The New York Times. Hong Kong.- Cada 4 de junio de los últimos 26 años, decenas de miles de residentes de Hong Kong se han reunido para una vigilia con velas encendidas en Victoria Park para conmemorar aquellos que fueron asesinados en la represión militar china de las protestas democráticas de 1989 en Beijing. Activistas del territorio chino y lideres estudiantiles de Hong Kong y políticos han compartido la tarima para declarar su solidaridad al continuar la batalla por un cambio político en China. No este año. El sindicato más grande de estudiantes de Hong Kong ha dicho que no participará más en la conmemoración como personas jóvenes locales para enfocarse primero en lograr mayor autonomía y democracia para su ciudad, con algún llamado para independencia desde China. Más allá del aniversario de la suspensión de garantías el sábado, políticos y estudiantes fueron interrogados acerca de las crecientes fisuras en el movimiento democrático del territorio semiautónomo chino y como deberían hacer para avanzar. Aquí están algunas de sus respuestas. Lee Cheuk-Yan, legislador y líder de protestas. “Yo podría ser considerada de la generación de 1989, porque en ese momento todos pusimos nuestra pasión, nuestros ideales”, dijo Mr. Lee, 59, quien estaba en Beijing durante los últimos días de las protestas de la Plaza de Tiananmen en 1989. “Compartimos la aspiración por la democracia en China de los estudiantes chinos del movimiento democrático”. “No es un tema de identidad. Es un asunto de estrategia”. Mr. Lee, un legislador del partido laboral, es el antiguo director de la alianza de Hong Kong en apoyo de los movimientos patrióticos democráticos de China, conocida como la alianza, establecida en mayo de 1989 en simpatía con los manifestantes de Beijing y el principal organizador de la vigilia de Victoria Park. Desde la suspensión de garantías, la cual el gobierno chino dijo era necesaria para dominar la “rebelión contrarevolucionaria”, el grupo ha llamado a “una rehabilitación del movimiento democrático de 1989, documentar la masacre, y terminar la dictadura de un partido y una China democrática”. “No es un tema de identidad”, dijo él. “Es un asunto de estrategia. Si queremos garantizar nuestro futuro, necesitamos salir de este estado de un solo partido. Necesitamos cambiar China, y ¿con quien podemos contar para cambiar China? Con la gente que vive en China. Hay una sociedad civil, hay un movimiento disidente, hay un movimiento de defensa de los derechos humanos, el movimiento religioso. Su podemos darles un impulso y apoyar esos movimientos, entonces tendremos nuestro futuro. Eso le da toda la relevancia a nuestro movimiento de Hong Kong”. Wong Yeung-Tat, activista social. Mr. Wong, 37, es un organizador de eventos alternativos del 4 de junio que este año se han expandido a cinco vecindarios, desde solo uno en 2014. Pasión Cívica, el partido populista que el fundó, es parte del llamado movimiento localista que ha vuelto su espalda sobre el territorio chino. Su partido aboga por una mayor autonomía de Hong Kong al reescribir la ley básica, la mini constitución que determinó el regreso de la antigua colonia británica al gobierno chino en 1997 bajo el principio de “un país, dos sistemas”. “El llamado por la rehabilitación de las víctimas del 4 de junio es una demanda débil”, dijo él. “Los estudiantes de Beijing de entonces buscaban una reforma política, no trataban de que los catalogaran de ‘rebeldes’. Pedir que rehabiliten a los estudiantes es reconocer la legitimidad del partido comunista chino”. “Esperar que se haga algo beneficioso para Hong Kong también implica que Hong Kong está subordinado a Beijing”, dijo él. “Si seguimos dejando que la alianza use el 4 de junio para propagar esta idea, eso sería muy peligroso para el movimiento democrático local”. “No llamé a una nueva reunión solo para retar a la alianza, sino con la esperanza de que pusiésemos encauzar nuestra rabia con acciones. Tendremos cinco reuniones este año, en cinco vecindarios. El foco es recordar el 4 de junio y entender lo que es el régimen comunista, y luchar por nuestra soberanía y auto gobierno. Queremos reescribir la constitución”. “I didn’t set up a new gathering just to challenge the Alliance, but in the hope we could channel our anger into action. We’re holding five gatherings this year, in five neighborhoods. The focus is to remember June 4 and understand what the Communist regime is, and to fight for our sovereignty and self-government. We want to rewrite the Constitution.” Emily Lau, legisladora. Ms. Lau, 37, directora del partido demócrata, se convirtió en 1991, en la primera legisladora en ser elegida directamente en las elecciones de Hong Kong donde los candidatos quienes apoyaban a los protestantes de Tiananmen ganaron por amplio margen. Muchos de ellos se convirtieron en la espina dorsal del movimiento democrático de Hong Kong. En 2014 ella participó en las protestas de calle por el sufragio universal y un mayor protagonismo público en la elección del alcalde, el ejecutivo principal, ese fue conocido como el movimiento paraguas. “Este asunto del 4 de junio es algo que en realidad muchas personas jóvenes, aunque ellos no habían nacido aún, conocen, porque sus maestros, padres, familiares y amigos se lo han contado”, dijo ella. “Ellos piensan en eso como una desgracia nacional. Así que eso es algo que necesita ser reparado”. “De manera que los dos hechos, la masacre del 4 de junio y el deseo de Hong Kong de sufragio universal, si Beijing hiciera algo para resolver estas cosas pienso que muchas personas de Hong Kong estarían felices de llevar una vida china en Hong Kong bajo ‘un país, dos sitemas’, y eso sería bueno para Hong Kong, y bueno para el resto del país”. “Si Beijing mantuviera sus promesas y ejecutara el autocontrol para permitir a Hong Kong disfrutar un alto grado de autonomía, entonces el número de personas quienes piden independencia disminuiría”. Joshua Wong, líder estudiantil Mr. Wong, 19, fue lider estudiantil de las protestas callejeras de 2014. Fundó un nuevo partido político, Demosisto, para presionar por un referendo sobre el futuro político de Hong Kong. Planea asistir a la vigila de Victoria Park. “La razón por la cual las personas jóvenes han evitado Victoria Park los meses recientes es que sienten que los viejos demócratas han fallado en representarlos”, dijo él. “Hace pocos años, la alianza cantaba canciones como ‘El Sueño Chino’ y hasta los ‘Descendientes del Dragón’. Era el sentimiento de las viejas generaciones hacia China. Nuestra generación creció testificando como el partido comunista chino se ha apropiado de la identidad china, asi que no nos asociaremos con eso”. “El objetivo más importante es decirle a las personas de la importancia de conseguir la autodeterminación para Hong Kong”, dijo él. “El 4 de junio generó el movimiento de la democracia de Hong Kong. El movimiento paraguas generó la próxima ola”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.