martes, 14 de junio de 2016

Revisión: ‘The Sport of Kings’, C.E. Morgan. Corriendo contra la marea.

Dwight Garner. 17-05-2016. The New York Times. En 1955, Sports Illustrated envió a William Faulkner a cubrir el Kentucky Derby. El artículo que resultó no tenía mucho en común con el periodismo deportivo. Era un poema en prosa, una sensorialidad. Su declaración de tésis, la cual he ubicado con la ayuda de sabuesos cazadores, es probablemente esta: “Lo que el caballo le aporta al hombre es algo hondo y profundo para su naturaleza emocional y necesidad”. La ambiciosa nueva novela de C.E. Morgan, “The Sport of Kings”, impacta en esa naturaleza y necesidad. Es una épica de lodo chispeado, repleta de simbolismo fértil, que se extiende a través de generaciones en la historia de Kentucky. En la superficie, “The Sports of Kings” tiene suficientes elementos (alevosía, incesto, un linchamiento, asesinato, parejas interraciales) para sustentar una miniserie de televisión de los años ’80. Se podría titular “¡Lexington!” Michael Landon interpretaría al criador de caballos de una dinastía, atrapado en el destino, con un látigo en una mano y un vaso de vino en la otra. Pero Ms. Morgan no está interesada en las superficies, o en migraciones convencionales del argumento. Ella es una escritora interior, con profundos recursos verbales e intelectuales. Llena tu cabeza con todo lo que existe en ella, y eso es mucho, ella tiene un interés especial y casi darwiniano en la consanguinidad, en las cosas que han pasado en la sangre de las personas y los caballos, como las maldiciones, de generación en generación. Este libro relata la historia de una de las familias más viejas e influyentes e Kentucky, los Forges, desde justo después de la guerra revolucionarias hasta comienzos del siglo 21. Henry Forge y su hija Henrietta, trabajan para criar un monstruo de caballo, Hellsmouth, el próximo Secretariat. Henry es su propia clase de monstruo racista. Esta novela sigue, por completo, las vidas e historia de los esclavos y trabajadores negros de la familia. Hay un momento resonante, uno que sospecho que los cineastas encontrarán difícil de resistir, cuando el cocinero negro de la familia, quien huyera décadas antes por graves dolencias, regresa como un bien conocido escritor para ejecutar un tipo especial de revancha ante los Forges. Esta es la segunda novela de Ms. Morgan. Su primera, “All the Living” (2009), fue ambientada también en Kentucky. Es una novela pequeña y perceptiva a cerca de una joven pareja en una granja de tabaco aislada. Ms. Morgan está interesada en el aislamiento personal y literalmente. Ella está alejada de los mecanismos de publicación y de las relaciones públicas. Casi siempre rechaza las entrevistas. Cuando acepta alguna, habla de su trabajo y muy poco más. Cuando un cuento de ella fue publicado en el ejemplar de ficción “20 Under 40” de The New Yorker en 2010, ella consintió responder preguntar para la página web de la revista. Ellos le sacaron poco más que su nombre, rango y número serial, o, lugar de nacimiento (Ohio), año (1976) y domicilio actual (Kentucky). The New Yorker también le preguntó “¿Quienes son sus escritores favoritos de más de 40 años? Ella respondió: “Cormac McCarthy, David Foster Wallace, Denis Johnson, Marilynne Robinson, los guiones de Terrence Malick”. Hay un poco de cada uno de estos escritores en la dicción, foco y tono de Ms. Morgan. El nombre que me salta desde esta lista es el de Mr. Malick. La prosa de Ms. Morgan tiene algo del sentido del tiempo de ese cineasta. Su paso decrece frecuentemente hasta un nivel de gateo onírico mientras ella escruta el mundo natural célula por célula. Entonces con la fuerza de un purasangre, somos catapultados generaciones adelante o atrás. Las películas de Mr. Malick pueden ser enloquecedoras en sus pausas, sus estancamientos y comienzos. La novela de Ms. Morgan a menudo es similar a eso. En “The Sport of Kings”, cada pedazo de grama podada parece tener gran significancia, como en “Así hablaba Zarathustra”. Ella deja exhaustos a sus alrededores; nos deja exhaustos. Un amanecer no es simplemente un amanecer. En vez de eso, “Luego de una larga noche de dormir debajo de la barriga de la Tierra, el sol armado se levantó y cargó el horizonte, presionando la oscuridad con brazos largos hasta que la noche se derrumbó, herida y derrotada, hacia el extremo antípoda de la Tierra”. Hay una tableta de LSD y unas trazas de la King James Bible en el vaso de bourbon de esta mañana. En un punto una voz que es la de Ms. Morgan, pero no completamente, emerge para preguntar, “¿Es todo esto muy púrpura, muy florido? ¿Es demasiado el mundo y las palabras? ¿Prefiere usted sus cuentos magros, musculares, sin excesos y enfocados en un solo y digerible punto? ¿He excedido los límites de la forma, cometido un pecado literario?” Los pecados literarios de Ms. Morgan, si ellos son pecados, derivan de su musa, la cual parece ser muy grande. Porque ella puede hacer todo, trata de hacer todo. En “The Sport of Kings” ella ha escrito claramente una novela seria e importante si no una grande. Ha construido una enorme hoguera que nunca ilumina por completo. Lo que es importante de esto es su casi enceguecedora promesa. En una entrevista de 2014 en The Paris Review, la crítico Vivian Gornick lo que le atraía de la novela de Rachel Kushner “The Flamethrowers” (2013). Ms. Gornick dijo, “Ella está haciendo grandes, largos párrafos de estos temas, está haciendo motocicletas, está haciendo Las Vegas, está haciendo arte mundial internacional, todo lo que esos hombres han hecho siempre”. Sentí algo similar mientras leía “The Sport of Kings”. La mayoría de los personajes centrales de esta novela son hombres. Ms. Morgan escudriña los temas incisivamente, la atracción por la velocidad, el poder y la dominación, la experiencia de la prisión de los hombres negros, la camaradería masculina, los vínculos entre padres e hijos, las tortuosidades brutas de la sucia alma sureña, que esos hombres han tendido a tratar. Los caballos, dijo Faulkner en Sports Illustrated, inspiran algo en nosotros. Ese algo, en la narrativa de Ms. Morgan, es solo raramente precioso. El tema de las reparaciones por la esclavitud cuelga en el aire húmedo de esta novela. Una mujer negra mayor grita las que quizás son las cinco palabras cruciales de esta novela: “Soy quien cobra las cuentas”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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