jueves, 2 de junio de 2016
‘Paper’ (‘Papel’). Mark Kurlansky
Anthony Grafton. 17 de mayo de 2016. The New York Times.
El papel mantiene al mundo junto. Seca nuestras frentes, limpia nuestros derrames, empaca nuestros alimentos y embolsa nuestros desperdicios. Fluye dentro de nuestros buzones en casa y a través de nuestros escritorios en el trabajo. Y no va a desaparecer en ningún momento del corto plazo. Desde finales de los años ’70, los futurólogos predijeron que pronto trabajaríamos en oficinas sin papel. Aunque el uso el papel en las oficinas esta disminuyendo, el estadounidense promedio de cuello blanco o rosado aun genera 1 kilogramo de papel y productos de papel al día. Eso es solo una parte de los más de 350 kilogramos de papel que el estadounidense promedio usa en un año.
Una hoja de papel puede ser una obra de arte, su superficie rica en vida e interés visual. Timothy Barrett, el amigo de MacArthur y maestro hacedor de papel, se mudó a Japón para aprender a hacer washi: un papel traslúcido tan delicado que difícilmente parece un material. En años más recientes, ha estudiado el papel blanco sólido, hecho de trapos de ropas, que los europeos usaron para libros desde el siglo catorce. Estos papeles, dice él, “tienen una especie de crujido y te hacen querer tocarlos”. Ahora él también los hace, con los ingredientes apropiados, lino crudo y (hemp).
El papel puede asustar. Por siglos, páginas blancas vacías atormentaron escritores improductivos, como lo hacen ahora los cursores inmóviles. En el siglo 19, los periódicos aparecían varias veces al día, los afiches cubrían los muros y pilares exteriores, y los tenderos envolvían todo, desde el pescado hasta los libros, en papel. Métodos mejorados de manufactura mantuvieron el papel barato y suficiente para servir a todas estas necesidades. Pero el nuevo suplemento llegó a un costo humano alto. Herman Melville describió inolvidablemente una de las nuevas fábricas de papel que alimentaron los apetitos de las ciudades: “En filas de mostradores vacíos se sentaban muchachas vacías, con carpetas blancas vacías en sus manos vacías, todas con papel vacío doblado…El aire cargado con finas partículas venenosas, que punzaba por todos lados, sutilmente, como motas de rayos solares, hacia los pulmones”.
Mark Kurlansky ha escrito historias de amplio alcance de bacalao y sal. Ahora se ha cambiado hacia otro indispensable tema, aparentemente insignificante. Hace más de 2000 años, los chinos notaron que las fibras de las plantas, ahora conocidas como celulosa, podían ser tratadas, mezcladas con agua y luego colocadas en una pantalla a drenar hasta que una hoja, una hoja de papel, persista. Esta modesta visión particular cambió el mundo. Milenios antes que alguien supiera lo que era la celulosa, los hacedores de papel la separaban fibra por fibra de la madera y la seda, algodón y algas, y elaboraron un material de escritura que aun es barato y más adaptable que cualquier otro.
La historia del papel es una historia de transmisión cultural, y Kurlansky la cuenta con nitidez en este compacto, y bien ilustrado libro. Él sigue al papel a través de fronteras y océanos, hasta Jepón y Corea, por un lado, y hasta Asia central y lo que se convertiría en el mundo islámico por el otro, y lo observa cambiar. En Andalucía, fábricas romanas con enormes piedras de moler, originalmente usadas para hacer aceite de oliva, muelen la celulosa excesivamente fina, para hacer papel suave y delgado. En Fabriano, Italia, molde de alambre producían papel con atractivos patrones de superficie y marcas de agua distintivas.
La fábricas de papel no eran buenos vecinos. Eran ruidosas, procesaban grandes cantidades de trapos sucios, recogidos por ropavejeros, y los sumergían en amoníaco, a menudo obtenido de orina humana, el cual era usado para deshacer las fibras de los trapos. Sin embargo, se necesitaba el papel, y las fábricas proliferaron. El papel barato hizo posible la creación de enormes bibliotecas, las cuales a su vez permitieron el florecimiento intelectual del la edad media musulmana y el advenimiento de la impresión en Asia y Europa.
La experimentación nunca se detuvo. El siglo 18 vio la creación del papel tejido: un papel suave, sin el patrón corrugado creado por los moldes tradicionales de alambre, los cuales los artistas como Turner usaron para crear nuevos efectos dramáticos. En el siglo 19, la máquina de vapor convirtió las fábricas de papel en industrias que hacían papel de pulpa de madera. Aún en la era digital, Kurlansky muestra, que el papel tiene nuevos usos, los artistas trabajan creativamente con él como nunca antes, y sirve a los viejos: Si los periódicos impresos están en declive, los libros impresos parecen muy rozagantes, especialmente cuando las nuevas tecnologías los producen más rápido y baratos que nunca.
Poner la historia del papel en contexto significa conocer a sus rivales, los otros materiales tradicionales de escritura y las culturas que los usaron. Kurlansky mide todo desde los huesos de oráculo chino, las tabletas cuneiformes y el papiro egipcio hasta el amate mexicano, material de escritura de corteza de árbol, no un papel verdadero, en el cual los aztecas escribían sus jeroglíficos, aunque pueden también haber hecho papel real con agave. Él tiene un gran ojo para los detalles curiosos, como la información de los rituales y dietas de los rebeldes obreros franceses del papel en el siglo 18, recogida por el historiador Leonard Rosenblad (una de las fábricas tenía que proveer a sus trabajadores con orejas de cochino para el Mardi Gras y rosquillas para el Domingo de Ramos, entre otros premios).
Kurlansky disfruta explicando las tecnologías, pero no es un determinista-tecno al estilo de los ’90. De hecho, ha tomado precauciones más de una vez contra creer en la “falacia tecnológica”. Las necesidades humanas y habilidades determinan el éxito y la falla de las nuevas tecnologías. El papel y la imprenta conquistaron Europa porque la sociedad europea se hizo tan curiosa, tan hambrienta de la información que los escribas no pudieron producir suficientes libros para satisfacerla. Similarmente los gustos humanos probablemente prevendrán a la computadora de crear un mundo sin papel.
“Paper” se mueve a un ritmo rápido, como una de esas legendarias giras de Europa que anuncia, “Si es martes, debemos estar en Bélgica”, y como ellas este es más útil como una medición completa. Los juicios históricos de Kurlansky son a menudo repetitivos y no pocas veces equivocados. Nos dice que Europa era para 1500 “la civilización más avanzada del mundo”, una visión tradicional contradicha por una masa de escolaridad en Asia. Su manejo de los detalles es impreciso. El escritor de una historia del papel no debería referirse a “manuscritos escritos a mano”: La palabra “manuscrito” significa un texto escrito a mano. Él también debió saber algo acerca de tales textos. Kurlansky describe los manuscritos medievales como extensos e inmanejables. Pero Petrarca, a quién él presenta como testigo, llevaba su pequeña, copia portátil escrita a mano de las “Confesiones” de San Agustín por todo el camino hasta la cima de Mont Ventoux.
Aunque Kurlanky menciona las tradiciones orales que persistían en la era de la imprenta, él omite algo más grande: la vasta expansión de la escritura que ocurrió en ese tiempo. Aún cuando los impresores llenaban el mundo de libros, los gobiernos invirtieron en grandes sistemas nuevos de manejo de papel, los empresarios produjeron reportes escritos a mano para seleccionar clientes, y los universitarios dedicaron sus vidas a llenar cuadernos con extractos tomados de la vasta producción de las prensas y clasificaban sistemáticamente bajo cientos de encabezados por temas. La era de Gutenberg fue también la era del “rey papel”. Felipe II de España, quien firmaba los documentos con un sello y los agitaba en las audiencias como un Joe McCarthy del Renacimiento. Visto con esta luz, la expansión del uso del papel que siguió a la introducción de la computadora personal parece menos extraña.
El periodista alemán Lothar Müller, cuyo “White Magic” fue publicado en inglés hace dos años, hace un mejor trabajo al encauzar estas paradojas en la historia del papel. También evoca las variadas maneras en las cuales los escritores y lectores han respondido a su extrañamente provocativa superficie blanca. Kurlansky ofrece una introducción versátil a esta larga y complicada historia. Pero un verdadero historiador necesita entender que cada página tiene otra cara.
Anthony Grafton enseña historia europea en Princeton.
PAPER
Paging Through History
By Mark Kurlansky
Illustrated. 389 pp. W.W. Norton & Company. $27.95.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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