jueves, 30 de junio de 2016

Pat Summitt, una Rudeza más Grande que la Invencibilidad.

Juliet Macur. The New York Times. 28 de junio de 2016. “¿Juliet?” dijo la voz al otro lado de la línea, en un inconfundible acento de Tennessee. “Es la entrenadora Pat Summitt”. El teléfono casi se me cayó. En aquel momento, enero de 1997, yo era estudiante de la escuela de periodismo, y había llamado a la oficina de Summitt en la University of Tennessee para solicitar una entrevista. Fue una de una docena de llamadas que hice a varios entrenadores destacados para mi proyecto de maestría, el cual se enfocaba en la American Basketball League, una nueva liga profesional femenina. La única entrenadora que me devolvió la llamada fue Pat Summitt. Summitt no era cualquier entrenadora. Ella y sus Lady Vols habían ganado su cuarto campeonato nacional y estaban en camino de ganar el quinto. Hablamos por más de una hora. Cuando le agradecí por su llamada, ella dijo que siempre tenía tiempo para mujeres jóvenes que trataban de labrarse el camino en el deporte. Summitt falleció este martes 28 de junio a los 64 años de edad, luego de años de batallar con una demencia tipo Alzheimer. En sus 38 años como entrenadora principal universitaria, ella ganó 1098 juegos, más que cualquier otro entrenador de la Division I, hombre o mujer, y lideró a Tennessee a ocho campeonatos nacionales. Se puede hablar de su rudeza: Ella una vez se dislocó el hombro al perseguir un mapache agresivo en el porche de su casa, tratando de defender a su perro Labrador retriever, y pasó dos horas tratando de llevar el hombro de vuelta a su lugar antes de llamar por ayuda médica. Y se puede hablar acerca de que tipo de líder era ella, para sus jugadoras y para las deportistas. Cuando le ofrecieron un trabajo para dirigir un equipo masculino en Tennessee, ella dijo: “¿Por qué eso es considerado un paso adelante?” Pero también es importante recordar como Summitt lidió con la demencia, y que perfecta reflexión fue eso de su personalidad. Como Muhammad Ali, en su larga pelea con el mal de Parkinson, Summitt enfrentó una enfermedad progresiva para la cual no hay cura conocida, una enfermedad que roba la dignidad de una persona y los lleva a alejarse del ojo público. Cada quien decide lidiar con esas enfermedades de manera diferente, ningún esfuerzo es más corajudo que el otro. La manera de Summitt y Ali fue usar su fama y traer al mundo a su trayecto, mientras se convirtieron en los rostros públicos de las enfermedades que una vez fueron tabú reconocer. Sus esfuerzos por arrojar luz sobre sus vulnerabilidades engrosaron sus legados, pero de una manera totalmente diferente, e indiscutiblemente más importante. Cuando Summitt supo que tenía demencia, en 2011, solo tenía 59 años de edad. “No habrá ninguna fiesta de lamentos, me aseguraré de eso”, le dijo ella a The Knoxville News Sentinel. Ella le dijo a ABC, “Lo que quiero es que las personas entiendan que si tienen demencia, no deben asustarse por eso”. Si usted sabe algo de demencia o de mal de Parkinson, usted sabe de hecho, que hay mucho por lo cual temer. La demencia poco a poco se roba sus habilidades cognitivas, devora su cerebro. El mal de Parkinson es otro ladrón cruel: Roba expresiones faciales, voces, movimiento, la habilidad de tragar y, eventualmente, respirar. También puede causar demencia. Cuando a Ali le dijeron que tenía mal de Parkinson, debe haber sido un golpe que lo estremeció más fuerte que cualquier otro de su vida. Él disfrutaba el sonido de su voz y amaba la manera como su cuerpo se movía. Y, por supuesto, siempre hablaba de cuan bien parecido lucía. Aún así, él no desapareció de la luz pública. Se mostró, con el cuerpo rígido, la cara congelada y la mano izquierda temblando fuera de control, para encender el pebetero de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996. El una vez hombre invencible no tenía miedo de mostrar que después de todo no era invencible. Sé que tan duro puede haber sido eso para él, porque mi padre, Zbigniew, estaba entrando a la etapa final del mal de Parkinson cuando falleció en noviembre. Siempre consideré a mi padre el hombre más duro que conocía, pero nunca más que cuando lo vi, con una hojilla de afeitar en la mano y una píldora para el mal de Parkinson en la otra, mientras cortaba la píldora en pedazos. Mi papá sabía que on el tiempo su cuerpo no respondería a la medicina, especialmente cuando la dosis aumentara. Así que había tratado de tomar control de lo que pasaba al limitarse a lo que apenas lo ayudara a mantenerse en sus días más rudos, aunque eso hiciera sus días mucho más difíciles. Nunca bajó la guardia. Para Summitt, tener demencia podía ser vergonzoso, especialmente para una mujer cuyo afilado pensamiento la ayudó a ganr juegos. Pero eso no pareció importarle. Ella seguía buscando la luz pública, sin miedo a describir lo que le había hecho la demencia y como estaba enfrentando los cambios. Summitt estaba en una batalla que nunca podría ganar, pero aún podía hacer una diferencia para otros al educarlos acerca de la enfermedad. Ella habló de su demencia en las entgrevistas, y también en su libro de 2013, “Sum It Up”, en el cual también habló de otro tema del cual a menudo es tabú hablar, las seis pérdidas que tuvo antes de parir a su hijo, Tyler. Ella aceptó el premio Arthur Ashe Courage Award en los ESPYs 2012, donde dio un discurso corto, al decir, “Es hora de pelear”. Poco después de su diagnóstico, ella empezó la Pat Summitt Foundation, y su misión era encontrar la cura para el mal de Alzheimer. Al final de nuestra conversación telefónica hace casi 20 años, Summitt acerca de la importancia de las mujeres en los deportes. Me dijo que estaba contenta de que yo me estuviera formando para ser reportera deportiva porque se necesitaban más mujeres que escribieran acerca de los deportes. Me pregunté porqué ella se había tomado un tiempo para hablar conmigo. Ahora lo sé. Summitt quería hacer una diferencia en este mundo, dentro y fuera de la cancha de baloncesto. Eso fue exactamente lo que hizo. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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