miércoles, 30 de marzo de 2016

Una estadounidense en Rio, jugando con el enemigo

John Branch. The New York Times. 15-03-2016. Rio de Janeiro.- Courtney Thompson, una colocadora veterana del equipo nacional de voleibol femenino de Estados Unidos, salió por la puerta lateral del gimnasio caliente hacia la brisa fresca del oceano. La playa estaba lo suficientemente cerca para oir las olas estrellarse en la arena. El Pan de Azúcar la montaña con forma de bala con un teleférico que llega hasta su cima, familiar en las postales de Rio, se levantaba al fondo. Era invierno en casa, pero pleno verano en Brasil. Las compañeras estadounidenses de Thompson estaban dispersas alrededor del globo, en al menos seis paises de otros tres continentes, jugando en el tipo de ligas profesionales de voleibol bajo techo que no existen en Estados Unidos. Pero Thompson estaba aquí jugando en la Superliga, la cual podría ser la mejor liga femenina de todas, donde casi toda la selección nacional de Brasil estaba desperdigada en varios equipos poderosos. Estados Unidos y Brasil son rivales feroces y favoritos para ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpícos de verano en Rio. Y Thompson había infiltrado el territorio enemigo, como una espía haciendo reconocimiento para los estadounidenses, en un equipo de Rio de Janeiro. “Por eso es que ellos bromean conmigo”, dijo ella. “Ellos también aprenden de mi. Puedo llevarme alguna información, pero esa no era mi intención”. La compañeras la llamaron. En pocos meses, Thompson estará del otro lado de la malla, quizás con una medalla de oro en juego. Hasta entonces, ella estuvo aquí para aprender. Las dos Superligas de Brasil, una masculina y otra femenina, están entre las principales ligas profesionales de voleibol del mundo. En Brasil, el voleibol bajo techo y el de playa solo está detrás del futbol en popularidad. Los juegos de la Superliga están día a día en la televisión, y los jugadores más destacados de cada género son conocidos y reconocidos a nivel nacional. Pero solo alrededor de la mitad del equipo masculino nacional de Brasil se queda en casa para jugar en la Superliga, son incapaces de resistir los grandes sueldos y creciente talento competitivo que ofrecen en lugares como Rusia, Polonia e Italia. Y no hay equipo masculino de Superliga en Rio de Janeiro. Pero la Superliga femenina, a pesar de enfrentar una competencia similar de talento alrededor del mundo, se las ha arreglado para mantener en casa a la mayoría de las principales jugadoras brasileñas. Solo dos miembros del equipo se aventuraron en el exterior este año. El resto juegan juntas, o rivalizan frecuentemente, con equipos de la Superliga como Osasco y Sesi, en Sao Paulo. “Hay algunas ventajas en jugar juntas todo el año”, dijo Thompson de 31 años, una integrante del equipo olímpico de Estados Unidos que perdió ante Brasil en 2012 el juego por la medalla de oro, un resultado que se ha repetido desde Beijing en 2012. “Deseamos que pudiéramos haber hecho eso. Todas lo haríamos si pudiéramos”. El mejor equipo de la temporada, y de la mayor parte de la historia de la liga, ha sido el equipo de Rio de Janeiro, en la actualidad denominado Rexona-Ades por su patrocinante, un desodorante. La selección final de Brasil no será nombrada hasta el verano, pero se espera que al menos cuatro de las 12 integrantes procedan del equipo de Rio. Con Thompson, ese equipo es básicamente es un todas estrellas mundial. Thompson jugó en la University of Washington y ayudó a las Huskies a ganar el campeonato nacional NCAA 2005. Desde entonces ella ha jugado la mayoría de las temporadas en lugares como Suiza, Austria, Polonia y Puerto Rico. Nada se compara con Brasil. “Caminar por las calles, es muy diferente que en Estados Unidos”, dijo Thompson. “Las personas dicen: ‘¡Hola Courtney! ¡Eres la estadounidense! ¿Como te va?’ Me senté en un restaurant la otra noche y el tipo frente a mi, un brasileño, dijo: ‘Courtney, es bueno verte. ¿Como te va en la temporada?’ No se tiene eso en Estados Unidos. ¿Y el nivel de juego? Estoy jugando con la mitad de su equipo nacional”. Thompson vino a Rio de Janeiro no solo para jugar en la Superliga, sino para aprender de Bernardo Rezende, conocido como Bernardinho. Dos veces olímpico como colocador de los años ’80, Bernardinho entrenó el equipo nacional femenino de Brasil por una década y al equipo nacional masculino desde 2001. Cada vez es más difícil mantener a los mejores jugadores brasileños en la liga y atraer extranjeros debido al colapso de la economía de Brasil. Los mejores jugadores podrían hacer 400.000 reales (aproximadamente 108.000$) por temporada en Brasil, dijo Bernardinho, pero podrían conseguir 600.000 euros (alrededor de 665.000$) en las bien financiadas ligas de lugares como Turquía. Las dos miembros del equipo nacional de Brasil quienes jugaron la temporada fuera del país (una en Rusia, otra en Turquía) buscaban dinero, dijo Bernardinho. “No se trata de si van a crecer, técnicamente hablando, o de si es una liga más fuerte”, dijo él. “Se trata de la comparación de la moneda. Cuando los jugadores extranjeros vienen aquí, saben que no tendrán el mejor contrato. Ellos podrían estar en otra parte y hacer más dinero. Pero les gusta crecer y subir su nivel de juego”. Eso fue lo que atrajo a Thompson. Ella quería hacer lo que pudiese para integrar de nuevo el equipo olímpico estadounidense, y pensó que Brasil y Bernardinho le ofrecían la mejor oportunidad. Sus compañeras estadounidenses estaban dispersas alrededor del globo. Cuatro jugaban para el mismo equipo en Italia. A Thompson le gustaba el estilo de juego de Brasil, el cual ella había visto desde el otro lado de la malla. Es un poco como en el futbol, el juego “bonito”, lleno de velocidad, destreza y filigrana pero desplazándose hacia el poder y el tamaño. “Ellas juegan rápido”, dijo Thompson de las brasileñas. “Conocen bien el juego. Es casi como un baile. Es muy fluido. Su control del balón es muy bueno, su defensa es buena, ellas leen bien el juego. No son siempre las más físicas, por supuesto su equipo nacional lo es, pero en general, son inteligentes. Y puedes entenderlo cuando juegas con ellas”. Ella dijo que las brasileñas tienen por lo menos una ventaja estructural sobre las estadounidenses, el voleibol es parte de la conciencia nacional. “Ellas crecen alrededor del juego, es muy popular”, dijo Thompson. “Jugamos dos veces a la semana, y los hombres juegan dos veces a la semana, son cuatro noches a la semana donde se ve voleibol de alto nivel por televisión. Así es como aprendes. Lo ves, sales a la cancha y tratas de hacerlo. Es como ver un video, no sabes que pasará”. Aún así, la Superliga se siente lejos de los deportes estelares como el futbol en Brasil, y el futbol americano, baloncesto y beisbol en Estados Unidos. La práctica es en un gimnasio sin aire acondicionado de una base militar (con vistas extraordinarias). La mayoría de las miembros van en bicicleta o caminan a los juegos en el Tijuca Tennis Club, ubicado en las entrañas de uno de los vecindarios del centro de Rio de Janeiro. El gimnasio, con su techo alto y arqueado y una capacidad de alrededor de 3000, da la impresión de la casa de campo de una universidad vieja, con cuatro filas de asientos en tres lados (a 20 reales o 5$), más 10 filas de gradas de concreto sobre estas (15 reales). Los juegos están cargados de emoción, de asuntos familiares y amistosos, con pancartas, franelas con dibujos de los equipos y una mascota. Pancartas y fotos de cada jugadora cuelgan de las paredes al fondo del gimnasio. Pero mientras los resultados de los juegos llegan a los periódicos y la televisión, pocos miembros de los medios de comunicación van a las prácticas o los juegos, y la liga muestra los resultados o estadísticas en línea. La página web del equipo es una página de facebook, una con más de 450.000 “me gusta”. El voleibol sin embargo, es de clase mundial. El playoff de ocho equipos, el cual empezó el pasado fin de semana, atrae multitudes que llenan los graderíos, y Rio de Janeiro usualmente muda algunos juegos al cercano Maracanazinho, una arena con capacidad para alrededor de 12.000 personas, que será el escenario del torneo de voleibol olímpico en agosto. La intensidad se dispara varios niveles, especialmente entre equipos cargados de olímpicas. “La Superliga tiene la mayoría de las mejores jugadoras brasileñas”, dijo Gabriela Braga de Rio, conocida como Gabi, una rematadora externa que se espera destaque en los Juegos Olímpìcos. “Los playoffs se ponen realmente muy disputados, así que jugamos a un nivel muy gran y un nivel físico muy alto. Eso nos pone en gran forma para el equipo nacional brasileño”. Las mujeres del equipo nacional ven la Superliga como una ventaja, y la mayoría está dispuesta a renunciar a mejores pagos por la oportunidad de quedarse encasa, a jugar frente a rostros familiares y prepararse para los Juegos Olímpicos de una manera que las estadounidenses no pueden. “Las jugadoras quieren venir aquí porque hemos ganado los dos últimos torneos olímpicos, y las personas alrededor del mundo se preguntan, ¿Qué están haciendo ellas en Brasil que es tan bueno?”, dijo la líbero Fabiana Alvim, dos veces olímpica y ocho veces campeona de la Superliga en Rio, quien es conocida como Fabi. “Hacemos suficiente dinero para competir. Y los equipos puede jugar”. Eso es lo que atrajo a Thompson. Cuando ella llegó en el otoño, no le tomo mucho tiempo en notar lo que había conseguido en Brasil. “Jugamos en Osasco, nuestro gran rival, justo antes de Navidad”, dijo ella de un juego en los suburbios de Sao Paulo. “Probablemente uno de los gimnasios más agradables donde haya estado. Estaba repleto cuando llegamos ahí, y podías oir los abucheos antes de que saliéramos de los camerinos. Era divertido ¿sabes? Pienso que todos aquí son muy apasionados, en todos los caminos de la vida. Es un lugar muy divertido para vivir y ver su cultura. Pero ellos no tienen miedo en hacerte ver que no están felices, esos aficionados. Me gusta eso. Pero también, cuando lo haces bien, es la cosa más agradable que hayas visto”. Thompson y el resto de sus compañeras olímpicas estadounidenses, dondequiera que estén alrededor del mundo, vendrán a verlo por ellas mismas en pocos meses. Helena Rebello colaboró reportando. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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