viernes, 16 de junio de 2017

Desde los archivos: La reseña original de ‘Sgt. Pepper Lonely Hearts Club Band’.

Richard Goldstein. The New York Times. 01-06-2017. Esta reseña del “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” de los Beatles fue publicada el 18 de junio de 1967, con el encabezado “Todavía necesitamos a los Beatles, pero…” El crítico principal pop del Times, Jon Pareles, revisitó el álbum esta semana en su aniversario 50. Los Beatles invirtieron cuatro meses y 100.000$ en su nuevo álbum, “Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band” (Capitol SMAS 2653, mono and stereo). Como padres en espera, siguieron muy de cerca cada etapa de su gestación. No son simples superestrellas. Reconocidos como progenitores de la vanguardia pop, han sido idolatrados como los miembros más creativos de su generación. La presión de crear un álbum que es complejo, profundo e innovador debe haber sido abrumadora. Así que se retiraron a la santidad eléctrica de su estudio de grabación, dispensándose con su adorada audiencia, y la inspiración que les puede proveer. El producto acabado llegó a los estantes de los discos la semana pasada; los Beatles habían supervisado hasta la portada del álbum, una mezcla impresionante de personas famosas y oscuras, plantas y artefactos. Las 12 composiciones nuevas del álbum son tan elaboradas como la portada. El sonido es un pastiche de disonancia y delicia. El ánimo es agradable, hasta nostálgico. Pero como la portada, el efecto general es recargado, festivo y desordenado. Como un niño sobre atendido “Sergeant Pepper” es malcriado. Está lleno de cornetas y arpas, cuartetos de armónica, ruidos de animales y una orquesta de 91 piezas. Al menos en una ocasión los Beatles no se oyen instrumentalmente. A veces este elaborado trabajo musical es exitoso al proyectar el estado de ánimo. El tema “Sergeant Pepper” está lleno de metales y vaudeville. “She’s Leaving Home”, es una saga doméstica melodramática, fluye en una nube de cuerdas celestiales. Y lo que se está convirtiendo en una tradición Beatle, George Harrison devela su excursión más reciente al curry y el karma, el exótico acompañamiento de tres tamboras, una dilruba, una tabla, una sítara, un arpa de mesa, tres violoncellos y ocho violines. La canción de Harrison “Within You and Without You”, es un buen lugar para empezar a disecar “Sergeant Pepper”. Aunque está entre los puntos más fuertes, sus debilidades son típicas del álbum como un todo. Comparada con “Love You To” (La contribución de Harrison en “Revolver”), esta melodía muestra una conciencia expandida de los ragas indios. La voz de Harrison, oscila entre la canción y un canto religioso, flota sobre la melodía como queso fundido. Con la sítara y las tamboras, él logra una destacada síntesis pop. Debido a que sus motivos raga no son simples florituras sino que forman parte integral de la estructura de la canción, a “Within You and Without You” no se le ven las costuras. Se estira, pero se ajusta. Qué pena que las letras de Harrison sean depresivas y lentas. “Love You To” explotó con una apasionada calidad sutra, pero “Within You and Without You” revive los clichés que los Beatles ayudaron a enterrar: “With our love/We could save the world/If they only knew.” Todas las escalas menores del oriente no harían profunda a “Within You and Without You”. La obsesión con la producción, acoplada con una sorprendente rudeza para la composición permea hacia todo el álbum. No hay nada bonito en “Sergeant Pepper”. No hay nada real y no hay nada de donde agarrarse. La obscenidad de Lennon se ha convertido en simple capricho en “Being for the Benefit of Mr. Kite”. El pop sufrido de Paul McCartney magnifica que se ha convertido en algo suavemente profundo. “She’s Leaving Home” preserva toda la grandeza orquestal de “Eleanor Rigby”, pero la estructura está desgastada. El cuento de la muchacha provinciana que abandona una vida hogareña reprimida, dejando a los padres llorando su partida, no calza los puntos de aquellos instrumentos de cuerda oscilantes. Donde “Eleanor Rigby” comprimía la tragedia en un detalle impactante, “She’s Leaving Home” es narrativa sin inspiración, y nada más. Para la tercera deprimente audición, empieza a sonar como una parodia inmensa. Ciertamente hay elementos de burla en una composición como “When I’m 64”, lo cual lleva a la pregunta crucial: “Will you still need me/Will you still feed me/when I’m 64?” Pero el tono dominante no es lo burlesco; este es un retiro de fantasía, sobrevivir con nietos, dedicarse a la jardinería y una modesta cabaña en la Isla de Wight. Los Beatles cantan, “We shall scrimp and save” con reverencia estridente. Es un extraño cuento de hadas, raramente triste debido a que está muy distante de la realidad de los compositores. Pero aún aquí, la visión honesta es arruinada por el entorno que busca mejorarla. “Lucy in the Sky With Diamonds” es una curiosidad comprometedora, pero nada más. Está encajonada en el refraseo, el eco y otras distorsiones de estudio. El tono se superpone al significado y nos perdemos en los meandros electrónicos. Las mejores melodías Beatles son simples, de progresiones originales, apoyadas con letras punzantes. Hasta sus composiciones más radicales retienen un sentido de unidad. Pero por primera vez, los Beatles nos han dado un álbum de efectos especiales, incandescente pero ultimadamente fraudulento. Y por primera vez, no es exploración lo que sentimos, sino consolidación. Hay un toque del Jefferson Airplane, un asomo de las vibraciones de los Beach Boys, y una generosa palmada de la gimnasia de The Who. El único toque evidente de originalidad aparece en la estructura del álbum en sí. Los Beatles han recortado el espacio entre surcos de manera que cada canción parece solaparse con la siguiente. Esto produce la posibilidad de una sinfonía pop u oratoria, con movimientos distintos pero relacionados. Desafortunadamente no hay un aparente desarrollo temático en la ubicación de los cortes, excepto por las efectivas yuxtaposiciones de estilos musicales opuestos. Cuando mucho, las canciones están relacionadas solo vagamente. Con una excepción importante, “Sergeant Pepper” es maravilloso pero carente de joyas. “A Day in the Life” es una presencia tan radical en el espíritu del álbum que casi merece su posición peninsular (al seguir la repetición de los temas de “Seargeant Pepper”, este llega casi como una idea posterior). No tiene nada que ver con una postura o pretensión. Es una excursión seria, de música emotiva, con letra escalofriante. Su orquestación es disonante pero dispersa, y su ánimo no es nostálgico sino irónico. Con ello, los Beatles han producido una mirada de la vida en la ciudad moderna, que es terrorífica. Es una de las composiciones más importantes de Lennon y McCartney, y es un evento pop histórico. “A Day in the Life” empieza con la descripción de un suicidio. Con la misma precisión desplegada en “Eleanor Rigby”, el protagonista dice: “I read the news today, oh boy.” Esta suave expresión es la primera pista de su desilusión; comparada con lo que sigue, eso es muy irónico. “I saw the photograph,” continúa él, con voz de corista melancólico: He blew his mind out in a car He didn’t notice that the lights had changed A crowd of people stood and stared They’d seen his face before Nobody was really sure if he was from the House of Lords. “A Day in the Life” nunca pudo llegar a las Top 40, aunque pudo influenciar muchas grandes canciones que si llegaron. Su letra contiene un surgimiento repentino de tragedia pop. La desenfocada multitud al estilo de T.S. Elliot, siempre enfrentando el dolor y volteando hacia otro lado, puede convertirse en un símbolo común. Y su narrador, marcado por la totalidad de su desespero, puede reaparecer en incontables composiciones, como el héroe anónimo y silencioso. Musicalmente, ya hay indicaciones de que la intensa atonalidad de “A Day in the Life” es una clave del sonido de 1967. El rock electrónico, con su enfoque de anonadar a la audiencia ha llegado en media docena de estrenos. Ninguna de estas canciones tiene la intensidad controlada de “A Day in the Life”, pero la voluntad de muchos músicos reprimidos a “soltarse” significa que el pop aleatorio serio puede estar en camino. Sin embargo, es el tumulto de la influencia de las drogas en los Beatles lo que puede evitar que “A Day in the Life” llegue a una audiencia masiva. El refrán de la canción: “I’d like to turn you on,” ha hecho resentirse a disck jockeys supersensitivos a la “subversión oculta” en el rock ‘n’ roll. De hecho, puede haber un caso en la estructura de “A Day in the Life”, por la creencia de que los Beatles, como muchos compositores pop, saben de los altibajos de estar conscientes. La canción esta construída sobre una serie de pasajes tensos, melancólicos, seguidos de escapes a las alturas. En la primera estrofa, de hecho, la voz de John casi se quiebra en desespero. Pero luego de la invitación, “I’d like to turn you on,” los Beatles insertan un extraordinario ataque átono que es impactante, hasta doloroso, a los oídos. Pero eso encajona brillantemente la canción, y si el refrán precedente sugiere la motivación, los paralelos in crescendo llevan a una “velocidad” inducida por las drogas. El puente empieza en un intercambio de discontinuidad. Sentimos al narrador, subiendo, ajustando y apurando de memoria. La música es nerviosa con la disonancia de un jazz de club nocturno. Un tambor percusivo se funde en un sonido de vías férreas. Entonces Found my way upstairs and had a smoke Somebody spoke and I went into a dream. Las palabras se destiñen en un canto de libertad, cuerdas espaciosas, como el “zumbido” inicial de la marihuana. Pero el tono se hace misterioso y luego ominoso. Cuerdas profundas nos llevan a un descenso wagneriano y regresamos al blues del tema original, y la declaración original, “I read the news today, oh boy.” En realidad, es difícil ver por qué la BBC vetó a “A Day in the Life”, porque su mensaje es, claramente, un vuelo desde la banalidad. Describe una realidad profunda, pero no la glorifica. Y su conclusión, aunque magnífica, parece representar una negación del ego. La canción termina en una nota baja, resonante, sostenida por 40 segundos. Al haber logrado la paz absoluta de la nulificación, el narrador está más allá de la melancolía. Pero hay algo ponderado e irrevocable acerca de su calma. Suena como a destrucción. Que pena que “A Day in the Life” sea solo un coda en un trabajo poco distinguido. Necesitamos a los Beatles, no como compositores enclaustrados, sino como compañía. Y ellos nos necesitan. Al substituir a la audiencia por el conservatorio del estudio, han dejado de ser artistas populares, y el cambio es lo que hace del álbum nuevo un monólogo. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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