lunes, 5 de junio de 2017

Luego del Divorcio, le Damos a Nuestros Hijos la Custodia del Hogar,

Beth Behrendt. The New York Times. 30 de mayo de 2017. La Salida Nocturna de los Padres de Cuarto Grado está en pleno apogeo. Estas reuniones solo para adultos, al estilo circunstancial con muchos cocteles, son una tradición en la escuela de mi hijo. Una nueva pareja se presenta y hablamos un poco entre copas de vino mientras veo venir la pregunta inevitable. Ahí está, la esposa mira alrededor de la habitación. “¿Quién es tu esposo?” Estamos divorciados, explico. Él está con los muchachos esta noche. Vivimos en una ciudad pequeña y tradicional del medio oeste. Las personas del medio oeste no son buenas para compartir. Nos ponemos muy nerviosos al referirnos a lo personal. Por lo general, tan pronto como digo divorcio la conversación rápidamente cambia hacia un tópico menos vergonzoso. Como..’¡que tal van los Colts!’ Pero la esposa se inclina curiosa. “¿Entonces los niños viven con ustedes? ¿Cuál es su acuerdo?” (Ella no debe ser de los alrededores, murmuro). Intento explicarme. No es que trate de vender algo. He encontrado que mientras más sencilla sea en mis declaraciones, es más fácil que los otros las digieran (los gestos de manos ayudan). “Nuestro acuerdo es algo inusual. Los muchachos se quedan en la casa (las manos juntas frente a mí, las puntas de los dedos se tocan como si sostuviera una gran bola de nieve) y su papá y yo vivimos en apartamentos separados (estiro la mano derecha hacia un lado; luego la izquierda). Entramos y salimos cada semana (traigo la mano derecha hacia dentro; luego la mano izquierda, mientras saco la derecha) para cuidarlos”, (los dorsos de las manos al frente sosteniendo la preciada bola de nieve). Dejo de mover las manos y espero por una reacción. Por el silencio y la expresión confundida a los que estoy acostumbrada. ¿Tiene lágrimas en los ojos? Eso es nuevo. Lo que describo es llamado “nido de pájaros” o “anidar”. Está basado en la idea de que los niños son como pichones y la madre y el padre pájaros, vuelan dentro y fuera del nido para cuidarlos. Eso significa, en términos no ornitológicos, que después del divorcio los niños permanecen en el hogar familiar y los padres se turnan para estar con ellos. En nuestro caso, mi ex y yo tenemos apartamentos donde vivimos cuando no estamos en la casa con los muchachos. Nuestros cambios de guardia en la casa son los miércoles en la mañana y los sábados en la noche. Los muchachos y todas sus pertenencias, ropas, tareas escolares, implementos deportivos, instrumentos musicales, y pilas de remanentes de la infancia, permanecen ahí. Leí acerca de esa idea en el gran libro de Laura Wasser, “It Doesn’t Have to Be That Way: How to Divorce Without Destroying Your Family or Bankrupting Yourself” (“No Tiene que ser de esa Manera: Como Divorciarte sin destruir tu Familia o arruinarte”). Anidar significó una conexión entre los muchachos, papá y yo. Esperábamos que mantener la rutina de la vida diaria tan consistente como fuera posible daría continuidad a lo que pensamos que el divorcio significaría para nuestra familia. Por supuesto, iba a haber cambios. Esperábamos que si la vida de ellos no se sentía muy diferente, eso podría atenuar el miedo y la incertidumbre. Cuando nos sentamos con ellos para decirles que nos ibamos a divorciar, tenían 12, 9 y 5 años de edad, lo primero que dijimos fue: Pero nada va a cambiar para ustedes. Seguirán viviendo aquí. Los ilustramos con escenarios familiares: Es como cuando papá se va de viaje de negocios por unos días y mamá se hace cargo de ustedes. O cuando mamá va a visitar a sus amigas y papá cuida de ustedes. Cuando nos estábamos divorciando casi no se sabía nada de anidar, al menos en nuestra zona del país. Anita Ventrelli, antigua directora de la sección de leyes familiares de la American Bar Association, dijo que recordaba el concepto de mantenerse a flote de hace 10 años, pero no pensaba que alguien estuviera al tanto de que tan común es eso. “Anidar no es algo que aparezca en los estatutos del divorcio”, notó ella. “Es una solución que los abogados creativos y los padres han desarrollado para aliviar las preocupaciones acerca de la mudanza de los niños. Es algo que a menudo se acuerda fuera de la corte, una criatura de estabilidad, no es algo que los jueces ordenen”. Describir esto a nuestros abogados, terapistas y consejeros financieros, tomó cierta explicación y nos obligó a contestar algunas preguntas difíciles. Decirle a la familia, amigos y maestros de los muchachos requirió aclaratorias y repeticiones (usando los gestos manuales. ¿La pregunta más frecuente? ¿Por cuánto tiempo van a hacer eso? La mejor respuesta que pudimos dar fue, no sé, hasta que decidamos no hacerlo más. Estamos en el tercer año de esto, y nuestra respuesta aun es la misma. Lo cual no quiere decir que esto sea fácil. Hay inconvenientes, seguro, el espacio compartido, las finanzas y hacerme cargo de mis cosas entre la casa y mi apartamento. A las parejas que se proponen anidar. Ms. Ventrelli, socia de Schiller DuCanto & Fleck en Chicago, les sugiere se hagan tres preguntas: “¿Es esto algo en lo que mi ex y yo podemos ponernos de acuerdo? ¿Podemos tener otro lugar donde vivir cuando no estemos en el nido? ¿Podemos trabajar juntos y compartir y cuidar el nido? Si no pueden decir “sí” a estas preguntas, Ms. Ventrelli advierte, “Pueden encontrar que los retos de anidar sean insostenibles, aunque pueda servir como solución a corto plazo hasta que se formalice el divorcio”. Anidar no necesariamente es la respuesta para todos. Pero igual no hay razón para que la única solución tenga que ser el tradicional escenario post-divorcio. En el hogar familiar viven muchas memorias. Si los muchachos siguen viviendo allí, y todos nuestros caminos se cruzan allí, ese es un recordatorio constante para todos. Mientras nuestra narrativa siempre está cambiando, fuimos y seremos nuestra versión de una familia. ¿Qué hay de mi nueva amiga en la fiesta de la escuela? “Dios mío, si mis padres hubiesen hecho algo como eso, todo habría sido diferente”, dice ella, limpiando sus ojos y mirando avergonzada a su esposo y a mí. “Eso fue hace 30 años pero nunca olvidaré como mi hermana pequeña lloraba desconsolada cada vez que teníamos que mudarnos. Era terrible”. De nuevo había lágrimas en sus ojos. “Lo siento, me pongo muy emocional”. “Tranquila”, le digo, mis ojos también se ponen vidriosos. “Me hiciste sentir que lo que estamos haciendo podría de verdad valer la pena”. Beth Behrendt es una escritora independiente de Fort Wayne, Ind., que trabaja en un libro acerca de anidar. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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