martes, 5 de enero de 2016
La terrible mancha de Cleveland
Comité Editorial. The New York Times. 29-12-2015.
Tamir Rice de Cleveland estaría vivo hoy si hubiese sido un muchacho blanco de 12 años de edad que jugaba con una pistola de juguete en cualquier vecindad de clase media del país la tarde del 22 de noviembre de 2014.
Pero Tamir, quien fue tiroteado de muerte por un oficial de policía blanco, tuvo el infortunio de ser negro en un area pobre de Cleveland, donde la policía históricamente se ha comportado como una fuerza de ocupación que dispara y luego pregunta. Crecer negro y varón en tal lugar es como vivir una vida extremadamente circunscrita, acorralado por las fuerzas que niegan tu humanidad y conspiran para matarte.
Esas fuerzas dudaron de los procedimientos el lunes cuando un gran jurado declinó indiciar al oficial Timothy Loehmann en el asesinato y Timothy McGinty, el fiscal de Cuyahoga County, explicó porqué le había pedido a los jurados principales no presentar cargos. Mr. McGinty describió los eventos que llevaron a la muerte de Tamir como una trágica serie de errores y “faltas de comunicación” que empezaron cuando alguien llamó al 911 y dijo que un “jovencito” estaba esgrimiendo una pistola “probablemente falsa” ante la gente en un parque.
El hecho de que esas advertencias nunca alcanzaran al oficial Loehmann, quien le disparó al muchacho a segundos de llegar a la escena, fue más que un descalabro administrativo. Eso reflejo un descuido por las vidas de los residentes negros de la ciudad. Ese descuido permea cada aspecto de este caso y comienza con el hecho de que el departamento falló en revisar el historial de trabajo del oficial Loehmann antes de darle el poder de vida y muerte sobre los ciudadanos de Cleveland. Si el departamento hubiera hecho eso, se hubiese encontrado que el oficial Loehmann había renunciado a un departamento de policía suburbano donde él había mostrado una “pérdida de compostura peligrosa” durante el entrenamiento de armas de fuego y se encontró que no estaba emocionalmente capacitado para la presión del trabajo.
El oficial Loehmann se unió a un departamento de policía que por sí mismo había adquirido una bien documentada reputación de violencia desaforada y de disparar a personas que no representaban ninguna amenaza para la policía u otros. En un evento particularmente impactante, documentado el año pasado por el Departamento de Justicia, los oficiales confundieron el sonido del encendido de un carro con un disparo de pistola. Salieron en persecución y le dispararon al vehículo 137 veces, matando a dos ocupantes quienes resultaron estar desarmados.
El largo reporte del Departamento de Justicia muestra claramente porqué la comunidad negra consideraba a la policía de Cleveland tan peligrosa y profundamente fuera de control. En mayo, el Departamento de Policía llegó a un acuerdo con el Departamento de Justicia, bajo el cual se adoptarán reformas importantes.
El descuido por la vida del Departamento de Policía era evidente por completo en la manera como los oficiales se comportaron luego de tirotear a Tamir. Un video de vigilancia los muestra parados alrededor del muchacho por cuatro minutos sin prestarle asistencia médica, la cual finalmente fue suministrada por un agente del F.B.I quien andaba por el vecindario. El oficial Frank Garmback, el compañero del oficial Loehmann, golpeó a la hermana de 14 años del muchacho herido mientras ella trataba de correr a su lado. Uno solo puede imaginar el sufrimiento de ella al verla esposada en el asiento trasero del carro patrulla mientras su hermano yace sangrando en el suelo.
Además de mostrar la matanza como resultado de un trágico malentendido, los fiscales también han sugerido que la decisión del oficial de matar a Tamir fue forjada por el hecho de que la vecindad de los alrededores tenía una historia de violencia y que el muchacho pareció ser mayor de 12 años debido a que era grande para su edad.
Estos argumentos son adyacentes a la historia de acciones policiales violentas y discriminatorias que llevaron a la muerte de este muchacho. Ellos también tienen el reprimible efecto de cambiar la responsabilidad de la muerte hacia los hombros de esta muy joven víctima.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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