lunes, 4 de enero de 2016
Porqué dar no es suficiente
Darren Walker. The New York Times. 17-12-2015.
Durante esta temporada de dar, me uniré a millones de estadounidenses como voluntario para alimentar a los sin techo, contribuir con ropas y donar a la caridad que batalla contra la pobreza. Aún así me temo que a través de estos actos de bondad, me absuelva de hacer preguntas más profundas acerca de la injusticia y la desigualdad. Los estadounidenses somos personas de gran corazón, pero creo que el propósito de nuestra filantropía no deber ser solo por generosidad, sino por justicia.
Los orígenes de la filantropía formal se remontan por lo menos a 1889, cuando el industrial estadounidense, Andrew Carnegie compuso su “Gospel of Wealth”. Él generó esta pieza intelectual en el apogeo de la Gilded Age (época de expansión económica) cuando la desigualdad había alcanzado niveles extremos. Carnegie alegaba, como muchos aún hacen, que la desigualdad a esta escala es una condición inevitable del sistema de libre mercado, y que eso era deseable, si la promesa de riqueza incentivaba el trabajo duro. La filantropía, creía él, bajaría la presión de la ansiedad en la escalada social que venía luego de la desigualdad, aliviando las aflicciones del mercado sin alterar el sistema de mercado en sí.
Durante el siglo 20, emergió un campo completo de filantropía institucional emergió y floreció en el patrón del molde de Carnegie. Familias icónicas estadounidenses, Gates, Knight, MacArthur, Mellon, Rockefeller, establecieron y expandieron fundaciones que construyeron escuelas y librerías, desarrollaron nuevas vacunas, revolucionaron la agricultura y la libertad humana avanzada. Mi propia organización, la Fundación Ford, ha dado millardos para apoyar cualquier cosa desde la televisión pública en Estados Unidos hasta microcréditos en Bangladesh.
Nuestro trabajo ha sido indiscutiblemente por lo bueno: Millones de personas alrededor del mundo tienen acceso a nuevas herramientas y recursos con los cuales mejorar sus vidas. Hace pocos meses el Banco Mundial estimó que, por primera vez en la historia, menos de uno de cada 10 seres humanos vive en pobreza extrema. Eso es progreso.
Y aún así, con todos los avances hechos en el último siglo, los retos de la sociedad puedes haber sobrepasado los recursos de la filantropía. Hoy, la riqueza acumulada de los donantes más generosos parece insignificante comparada con los trillones de dólares que necesita el mundo. La generosidad, floreciente como puede ser desde los legados de la era de Carnegie y los nuevos ricos, ya no es suficiente.
El mundo puede necesitar una versión reimaginada de la filantropía, un “Gospel of Wealth” del siglo 21, que la suman no solo los filántropos estadounidenses, sino la vasta variedad de nuevos donantes que han surgido alrededor del mundo.
Este nuevo góspel podría empezar donde el previo se atascó: determinar las causas subyacentes que perpetúan el sufrimiento humano. En otras palabras, la filantropía no se puede basar simplemente en lo que pasa en el mundo, sino también en como y porqué.
Alimentar al hambriento está entre las obligaciones más fundamentales de nuestra sociedad, pero también deberíamos preguntar porque nuestros vecinos no tienen comida nutritiva que comer. Darle hogar a los sin techo es un imperativo, pero deberíamos preguntar porque nuestros mercados de bienes raíces están tan distorsionados. Como nación, necesitamos más inversiones en educación, pero sin dejar de cuestionar las disparidades basadas en raza, clase y geografía.
Nuestro alerta, nuestra humildad, no debería estar limitada a examinar los problemas. Debería incluir las estructuras de las soluciones, como dar. Como dijera el reverendo Martin Luther King Jr. poco antes de su asesinato, “La filantropía es encomiable, pero eso no debe hacer que el filántropo obvie las circunstancias de la injusticia económica que hace necesaria la filantropía”. Eso es, después de todo, un producto del libre mercado, es activado por los retornos de capital.
Y aún, también a mundo, hemos declinado a criticar nuestras circunstancias: un sistema que produce vastas diferencias en privilegios, y luego grava a los más privilegiados para mejorar el sistema.
Cualesquiera sean nuestras intenciones, la verdad es que inadvertidamente podemos ampliar la desigualdad en el trayecto de hacer dinero, aunque clamamos por apoyar la igualdad y la justicia cuando lo entregamos. Y mientras nuestras contribuciones de fin de año podrían apoyar organizaciones valiosas, también debemos preguntar si estas donaciones financieras contribuyen a un cambio social más grande.
En otras palabras, ”dar” es importante, pero no suficiente. Deberíamos buscar un cambio sistémico y duradero, aún si ese cambio pudiese afectarnos. Debemos encauzar cada acto de la generosidad hacia la justicia.
Nosotros, como fundaciones e individuos, deberíamos motivar a las personas, hacer que sus ideas y organizaciones sean capaces de desarraigar la injusticia. Debemos asegurarnos de que los más afectados por la injusticia; mujeres, minorías raciales, los pobres, las minorías étnicas y religiosas e individuos L.G.B.T; apoyen para decidir donde y cual dinero debe aportar la filantropía, no simplemente recibir lo que la filantropía decida darles.
Podemos revisar los datos y la tecnología, ver a través de una diversidad de puntos de vista, y buscar en un siglo de éxitos y fracasos de la filantropía para identificar y derrumbar las barreras que rezagan a las personas.
Esta versión moderna de dar debería mirar diferente en distintos escenarios. En la Fundación Ford, nuestros esfuerzos se enfocarán en la desigualdad: no solo en las irregularidades de riqueza, sino en las injusticias en política, cultura y sociedad que integran la desigualdad y limitan las oportunidades. Realizaremos preguntas como, ¿Estamos oyendo, y prestando atención, a quienes conocen mejor los problemas? ¿Qué podemos hacer para apalancar nuestro privilegio en función de neutralizar los factores de la desigualdad?
Otros filántropos tomarán diferentes, pero no menos efectivos, caminos. Muchos ya están respondiendo al llamado de King, trabajar intensamente hacia un mundo que considere innecesaria la filantropía. En fin, cada uno de nosotros debe hacer su parte para asegurarse de que dar no solo nos haga sentir mejor, sino también haga más justa a nuestra sociedad.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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