viernes, 27 de noviembre de 2015
David Canary, estrella de ‘All My Children’ (Todos Mis Hijos), fallece a los 77 años.
David Canary, estrella de ‘All My Children’ (Todos Mis Hijos), fallece a los 77 años.
William Grimes. The New York Times. 25-11-2015.
David Canary, quien interpretara a los mellizos Chandler, el dañino Adam y el muy inocente Stuart, en la novela “All My Children” por casi 30 años, falleció el 16 de noviembre en Wilton, Conn.
Su familia confirmó la muerte pero no especificó la causa.
Mr. Canary había dejado su marca en películas del oeste, al aparecer en la cinta “Hombre” con Paul Newman y en un papel de continuidad en la serie teleisiva “Bonanza”, pero era más conocido ampliamente por su trabajo en “All My Children”. Él apareció por primera vez en el programa como el indulgente Adam Chandler, uno de los ciudadanos más ricos de Pine Valley, en 1984. El paciente y tranquilo Stuart, un artista, debutó un año después. Durante la próxima década y media, Mr. Canary ganó cinco Daytime Emmy Awards y recibió 16 nominaciones en la categoría de actor principal.
David Hoyt Canary nació el 25 de agosto de 1938, en Elwood, Ind., y creció en Massillon, Ohio. Fue una estrella ofensiva y defensiva en Washington High School y ganó una beca de futbol americano en la University of Cincinnati, donde estudió voz y obtuvo un grado universitario en música en 1960.
Él declinó la oportunidad de jugar con los Broncos de Denver, los cuales lo escogieron en su primer año como equipo.
“Pienso que estaban fuera de sus cabales”, dijo él en una entrevista de 2004 para Archive of American Television. “Yo pesaba 86 kilos, no era muy rápido, y no podía tomar un pase. Me llamaban dedos de piedra”.
Él se mudó a Nueva York en pos de una carrera en la actuación, apareció como líder en el musical externo a Broadway “Hi, Paesano!” e hizo su debut en Broadway en 1961 con un pequeño papel en “The Happiest Girl in the World”, un musical dirigido por Cyril Ritchard, quien también interpretaba varios papeles. Un año después apareció en “Great Day in the Morning”, una comedia dramática de corta duración con Colleen Dewhurst, antes de ser llamado por la armada.
Luego de completar su servicio militar, Mr. Canary fue probado en la producción de San Francisco “The Fantasticks” y, luego de ser visto por un agente en una producción de Los Angeles de “Un Tranvía llamado Deseo”, firmó un contrato para hacer películas con 20th Century Fox. Siguió un trabajo estable en el cine y la televisión.
En 1967 interpretó a Lamar Dean, uno de los pandilleros de Richard Boone, en “Hombre” y el asaltante Frank Gusenberg en “The St. Valentine’s Day Massacre”, en la cual protagonizó Jason Robards como Al Capone.
Su trabajo en “Hombre” y un episodio de dos partes de “Gunsmoke” (Humo de pistola) llamó la atención de David Dortort, un productor de “Bonanza”, quien lo contrató en 1967 (la serie había empezado en 1959) para interpretar a Candy Canaday, uno de los inquilinos de La Ponderosa. Mr. Dortort describió el personaje a The New York Times como “como un solitario empedernido quien no gastaba palabras cuando un puñetazo podía hacer el trabajo”. Él permaneció en la serie hasta su fin, en 1973.
La primera experiencia de Mr. Canary en una telenovela llegó en 1965, cuando fue probado como Dr. Russ Gehring, el terapista físico de Mia Farrow, en “Peyton Place”. El personaje de Ms. Farrow estaba en coma en ese momento, por lo cual su interacción fue mínima.
En 1981 él asumió el papel de Steve Frame, un hombre de negocios, en la telenovela de NBC “Another World”. Luego que su personaje falleciera en u choque automovilístico dos años después, él se unió a “All My Children”. En 1980 tuvo un pequeño papel en la producción de Broadway de la obra de Tennessee Williams “Clothes for a Summer Hotel”, con Geraldine Page.
El primer matrimonio de Mr. Canary terminó en divorcio. Le sobreviven su esposa, Maureen Maloney; un hermano, John; una hija, Kathryn; un hijo, Christopher; y un nieto.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
‘Sam Phillips: El hombre quien inventó el Rock ‘n’ Roll’, por Peter Guralnick
The New York Times. Dwight Garner 05-11-2015. Libros de The Times.
Sam Phillips, el fundador de Sun Records en Memphis, frecuentemente es recordado por una simple frase: “¡Si pudiera encontrar a un hombre blanco quien tuviera el sonido y el sentir de un negro, yo podría hacer mil millones de dólares!” Parece cínico en el mejor de los casos, y racista en el peor.
Él encontró a su hombre blanco, por supuesto. Cierto día, un Elvis Presley de 19 años llegó a su pequeño estudio. La música que grabaron en 1954 y 1955 fue una sensación, y trajo a otros muchachos pobres, desesperados y desconocidos del sur salvaje a la puerta de Phillips: Johnny Cash, Jerry Lee Lewis, Carl Perkins, Roy Orbison.
El sonido que estos hombres hicieron en los años ’50, en canciones liberales que Phillips (1923-2003) grabó en cintas, cambió el sentir de la vida estadounidense. Phillips podría ser, como ha sugerido un periodista de música, el verdadero Tio Sam de Estados Unidos.
En su hermosa y meticulosa nueva biografía, “Sam Phillips: The Man Who Invented Rock ’n’ Roll,”, Peter Guralnik se sale de la vía para aclarar el comentario “Negro feel” (“Sentir negro”) en un contexto más profundo. La esencia de ese contexto es que Phillips fue cualquier cosa menos cínico, para su era en cualquier caso, o racista.
Phillips abrió la Memphis Recording Service, como se llamó en principio, para que los artistas tuvieran un lugar donde grabar. Le gustaba mucho el sonido de la música de góspel negro y las canciones de labores de cosecha desde que era niño. Entre las primeras personas que probó en su estudio estuvieron desconocidos llamados Howlin’ Wolf y Ike Turner.
Al perder a Howlin’ Wolf con Chess records de Chicago pocos años después, Phillips diría, que fue la jugada más cruel de su carrera. Él lo llamaba el único artista quién podía “entretener a cualquiera desde el presidente de los Estados Unidos hasta la persona más pobre, negra o blanca, que me haya cruzado”.
Phillips fue un adelantado de su tiempo. Los llamados discos de carrera se estaban vendiendo a comienzos de los años ’50, pero no ampliamente. Los sencillos que él grabó en Memphis no se estaban moviendo. Él estaba en peligro de salir del negocio. Cuando el tren misterioso que era Presley entró en escena, el no fue tan estúpido para subir a bordo.
Vale la pena hacer una pausa, por un momento, para considerar cuan afortunado fue que Presley se presentara en el estudio de Phillips y no el de alguien más. Otro productor (ese término aún no se usaba en la industria del disco) pudo haberlo puesto a cantar canciones folklóricas con secciones de cuerdas. Él pudo haber sido otro Eddy Arnold.
Phillips ya tenía una ética antiestética. De varias maneras se había preparado la vida entera para la llegada de Elvis. Parte de la ética de Phillips, escribe Mr. Guralnick, era su “sentido de que ahí estaban todas esas personas de poca educación y menos presencia social, negros y blancos, quienes tenían mucho que decir pero eran privados de ello”.
Phillips quería sacar la música del salón. Él buscaba máxima espontaneidad, mínima pulitura. “A Sam”, escribe el autor, “si no estabas haciendo algo diferente, simplemente no estabas haciendo nada”.
En la práctica, Mr. Guralnick dice, que esto significó cosas como lo siguiente: “Si el amplificador de guitarrista de Ike Turner se caía del carro camino a Memphis para grabar ‘Rocket 88’, bien ¡le pegaba algo de papel donde la corneta se había roto, y entonces tenía un sonido original! Si un teléfono se caía a mitad de sesión, bien, mantenías el teléfono conectado, se aseguraba de que era el teléfono que mejor sonaba en el mundo”.
Otro ejemplo más: cuando Perkins estaba grabando “Blue Suede Shoes”, accidentalmente cantó “Go, cat, go” en vez de “Go, man, go” y rogó por una regrabación. No hubo manera, dijo Phillips. Él entendía la diferencia entre un relámpago y un relumbrón.
Mr. Guralnick es el hombre perfecto para contar esta historia. Es el autor de una biografía muy buena de dos volúmenes de Presley, “Last Train to Memphis”, (1994) y “Careless Love” (1999). También es el autor de “Dream Boogie” (2005), una biografía de Sam Cooke. Él ha escrito varios libros de ensayos acerca de la música vernácula estadounidense, mi favorito es “Feel Like Going Home” (1971). Hay que leer el capítulo de Charlie Rich.
Mr. Guralnick conoció a Phillips en 1979, y lo entrevistó extensamente para este libro. Phillips creció en y alrededor de Florence, Ala. Su padre era granjero y después fue banderista en el ferrocarril. Luego de terminar la secundaria, Phillips fue a trabajar en una pequeña estación de radio. Una de sus tareas era colocar los micrófonos para las transmisiones de las grandes bandas, y aprendió la importancia de un buena ubicación de los micrófonos. Le gustaba la sección rítmica.
Como hombre joven, Phillips era gregario y bien parecido pero un poco solitario. No tomaba. Él era exigente con su comida.
Mr. Guralnick enfatiza sobre las importantes sesiones de Sun recordings. Phillips persuadió a Cash de cambiar su nombre a Johnny en vez de John, y a acelerar el tempo de “I Walk the Line”. Sun recordings tenía un sonido de eco como marca de fábrica, era conocido como “slapback”, eso era la envidia de las otras casas de grabación.
Jerry Lee Lewis gira en esta biografía como un miembro de un a secta musulmana. Perkins y Orbison sentían que Phillips estaba muy enamorado del Killer, como llegó a ser conocido Lewis, y que él despreciaba sus carreras. Cuando el ascenso de Lewis se desvió del curso por la revelación de que él se había casado con su prima de 13 años (Lewis tenía 22), algo pareció cambiar para Phillips también.
Su corazón se salió lentamente de las grabaciones. En pocos años, él había vendido Sun Records, aunque seguía operando estaciones de radio.
Las últimas partes de la vida de Phillips fueron locas y raras. Dejó crecer su cabello y barba (luego se los tiñó) y, casi de la noche a la mañana pasó de lucir como Fred MacMurray a lucir como Waylon Jennings.
Él empezó a beber, algunas veces mucho. Se convirtió un poco en un hombre salvaje. Parecía haber saltado desnudo en muchas piscinas, y dicho a muchas personas lo que pensaba. En 1986 él hizo una infame, aparición borracho en el show de David Letterman.
Como esposo, no fue particularmente fiel. Como padre, podía ser remoto y crítico. Prefería que la luz, en cualquier habitación estuviera sobre él.
A Phillips le gustaba compararse con un explorador, no un cruzadista. Acerca de su contribución al rock ‘n’ roll, le dijo a Mr. Guralnick, en una típica analogía, “Puedes decir que él tuvo la luz sobre él y esta iluminó el vacío. Justo ahí”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
jueves, 26 de noviembre de 2015
El hijo de todos.
Oscilando entre familiares y hogares de adopción, Lorenzo Mauldin IV utilizó su familia sustituta, consejeros, entrenadores y maestros, para desafiar las expectativas y terminar en la NFL.
Ben Shpigel. The New York Times. 06-11-2015.
La mañana siguiente a su primer juego en la NFL, Lorenzo Mauldin IV se levantó en un hospital de Manhattan preguntándose como había llegado allí. Él recordaba perseguir al mariscal de campo y zambullirse para hacer una jugada. Despues de eso, nada.
Él no recordaba el golpe que lo dejó sin sentido sobre la grama artificial del MetLife Stadium el 13 de septiembre. O los dos pasos vacilantes que dio antes de caer de bruces, inconsciente. O la camilla desplegada para inmovilizarlo, el carrito que lo trasladó hasta la ambulancia, las sirenas punzantes de la policía o las miradas asustadas en las caras de sus compañeros y entrenadores de los Jets, quienes temían que pudiera tener una lesión en el cuello o la médula espinal, o algo peor.
Su preocupación desapareció cuando los doctores dijeron que él tenía una concusión. Salió del hospital ese día y perdió un juego.
“Estoy pensando como que, está bien, esto es algo a lo que tengo que sobreponerme”, dijo Mauldin, de 23 años. “Como he hecho con todo lo demás en mi vida”.
Mucho de la vida de Mauldin solo le ocurrió a él. Él no se los buscó. No tenía control sobre “todo lo demás”.
Su madre, Akima Lauderdale, alcohócila con inclinación a vender cocaína, ha estando entrando y saliendo de prisión en Georgia. Su padre, Lorenzo Mauldin III, estuvo cerca de 12 años en una prisión de California. Él y sus cuatro hijos oscilaron entre familiares y hogares adoptivos.
Muchas familias adoptivas. Una docena, tal vez más. Él recuerda los rostros. Los nombres no.
Cada día, él regulaba y manejaba las crisis. Buscando comida. Absorbiendo sarcasmos por usar las mismas ropas. Siendo sacado se clases por la policía porque Lauderdale había sido arrestada de Nuevo, entregado de nuevo a la custodia del estado. En la universidad, él fue llevado de emergencia al hospital luego de lesionarse el cuello en una práctica, y de nuevo luego que un carro lo golpeara mientras conducía su bicicleta motorizada.
“Te lo estoy diciendo”, dijo Maurice Hart, su entrenador de posición en Maynard H. Jackson High School en Atlanta. “Ese es el hombre más duro que haya conocido en mi vida”.
Mauldin dice que ama a su madre, quien, luego de un breve tiempo fuera de prisión, fue enviada de vuelta en 2014 por cargos que incluían asalto de alto riesgo y homicidio culposo voluntario. Él puede reconciliarse con los problemas de ella. Él cree que ella no tenía otra forma de coneguir algo para su familia. Él recuerda la torta y el helado que ella le llevaba en sus cumpleaños así como la soledad.
Por lo menos ella estaba ahí, algunas veces. Su padre fue a prisión cuando Mauldin tenía 2 años. Hubo cartas y llamadas telefónicas, y después mensajes de texto y unas pocas visitas, pero la ausencia definió sus años formativos. Eso afectó sus relaciones y percepciones de las figuras de autoridad masculina y creó huecos de desconfianza y resentimiento que duraron hasta bien avanzada su adolescencia.
“No puedo decir que lo extrañé”, dijo Mauldin, “porque en verdad nunca supe nada de él”.
En apoyo a sus padres, una red de consejeros, entrenadores y maestros lo envolvieron, creando una familia sustituta, él llamaba Mama al maestro de la coral, él llamaba abuela y tía a los padres de la casa, el llamaba Pops al entrenador de futbol.
Con su ayuda, Mauldin desafió las expectativas. De acuerdo a una presentación de 2012 desde la oficina del superintendente de la escuela de Georgia, 15 porciento de los estudiantes en cuidado adoptivo a lo ancho de la nación obtienen un diploma de secundaria, y 2 porciento logra un grado universitario.
Él obtuvo ambos, recibió una beca para jugar futbol en Louisville, donde su talento como veloz pasador de pelotas llevó a los Jets a seleccionarlo en la tercera ronda de mayo.
Monique Gooden, una de sus primeros padres adoptivos, dijo que una vez le preguntó: “¿Cómo sigues haciendo esto? ¿Cómo sigues rebotanto?”
Él está motivado por lo que un mentor, Bart Hester, describió como “optimismo casi más allá de la razón”, el deseo de hacer todo bien, o tan bien como pueda.
“Me he dado cuenta que estoy en este mundo para proteger y proveer en vez de dañar o destruir”, dijo Mauldin. “Siento como si tengo un propósito cuando se trata de la familia”.
Él habla regularmente con su madre, pero sabe que no puede sacarla de prisión. Su posible fecha de liberación máxima es el 31 de julio de 2023.
Pero su padre ahora está libre, vive en Sacramento. Por un tiempo, Mauldin no hablaba mucho de su predecesor; Hart, por su parte, presumía que estaba muerto. Pero Mauldin ha pasado los úlimos ocho años, desde que su padre fue liberado de la prisión, acercándose a la reconciliación.
Mauldin III veía los juegos universitarios de su hijo en la televisión y publicaba sus grandes éxitos en Instagram, pero solo lo ha visto tres veces en los últimos 20 años. Nunca lo ha visto jugar en persona. Sería agradable, pensó Mauldin, si algún día lo hiciera.
Nacido en la dificultad
La manera como Lorenzo Mauldin III lo recuerda, él estaba en una fiesta al sur de Sacramento en julio de 1995 cuando reventó un altercado que involucraba a un miembro de su grupo, quién servía como guardaespaldas. Alguien sacó una pistola, dijo él, y mientras Mauldin III trataba de quitársela, esta se disparó. Una mujer murió.
En esta vida que él había escogido, vendiendo cocaína, rodeado de personajes sombríos, en busca de gratificación instantánea, Mauldin III había vivido cortas estadías en la cárcel. Está, resultante de la muerte de la mujer, el sabía que sería más larga.
Debatiéndose entre huir o entgregarse, Mauldin III corrió hacia un apartamento en otra parte del lugar, donde su hijo, entonces de 2 años, dormía. Él acarició la cabeza de su hijo. Lo besó para despedirse.
“Lo siento, hombre”, le dijo Mauldin III a su hijo. “Te amo”.
Él contó esta historia fuera de un Starbucks en Pittsburg, Calif., la semana pasada en una entrevista de 90 minutos en la cual él compartió su versión de los eventos, antes, durante y después de los 11 años y 8 meses que pagó por homicidio, que envió la niñez de su hijo al espiral del desajuste.
Al crecer pobre en Sacramento con un padre ausente, Mauldin III se cansó de usar ropa de segunda mano. Veía hombres manejando carros veloces en su vecindario y quería eso para él. Se hizo bueno vendiendo cocaína.
“Fui a la cárcel por un período corto, así que yo no era tan bueno”, dijo él, riendo. “Pero cuando vas por un tiempo corto, todo lo que haces es averiguar como puedes ser un criminal más astuto”.
Mediante las ventas, él conoció a Lauderdale, quien salió embarazada en 1992. El 1 de octubre, menos de 10 días después que los registros de la corte mostraran que ella fue arrestada por posesión de cocaína, ingresó a prisión. Aúm bajo custodia policial, ella fue llevada a un hospital, donde nació Lorenzo Mauldin IV.
Cuando su padre la visitó ese día, fue sorprendido por la alegría pero también por la incredulidad. ¿Estaba ella vendiendo drogas? ¿Mientras estaba embarazada? Él fue a la habitación de Lauderdale, donde un guardia cuidaba afuera. Él rechazó dejar entrar a Mauldin III, pero acordó abrir la puerta lo suficiente para que él viera que la madre de su hijo yacía esposada a la cama.
De acuerdo a Mauldin III, Lauderdale reconoció que fue liberada por error. Para burlar la policía, ella se mudó entre apartamentos. Por un tiempo, Mauldin IV se quedó con su padre.
En algún punto, Lauderdale se fue a Georgia, donde su hijo, aún pequeño, se le unió. El viajaba desde Sacramento hasta Atlanta y regresaba unas pocas veces. Mientras su padre estaba encarcelado, Mauldin se quedaba con su tía Laraye. Entonces regresaba a Georgia, para vivir con la madre de Lauderdale.
Mauldin no sabe cuando entró al sistema de adopción de Georgia, él tenía 4 años quizás. Tal vez 5 o 6. Sus memorias son incompletas. Una vieja. Un jamaicano. Una dama asiática y su esposo negro.
Mauldin tenía una hermana mayor, Tashia, y un hermano menor, Taiwan. Dos hermanas más, de padres distintos, llegarían pronto: Sakia y Miracle.
Cuando Lauderdale no estaba en prisión, los niños vivían con ella en la sección Bankhead de Atlanta. Mauldin no recuerda que ella dejara a la familia desatendida por largos períodos, pero cuando regresaba, él o Tashia a menudo la encontraban ebria. Alterada por el alcohol, ella algunas veces hacía que sus hijos tomaran mejores decisiones.
Su adicción estaba compuesta por una actitud pugnaz. Al cuidar su territorio, ella golpeaba a los intrusos. Mauldin miró sus peleas con otros “muchas veces”. Él y sus hermanos sabían que ella estaba en problemas si la policía iba a sus salones de clase.
La primera vez, decían: ‘¿Qué le pasó a mamá? ¿Va a estar bien?’” Dijo Amuldin en una entrevista reciente en las oficinas de los Jets. “Despues eso empezó a ocurrir más y más, se convirtió en una rutina. No diría que estábamos cómodos con eso. Eso se convirtió en un caso. Primero, había llanto. Luego caras tristes. Luego fue como, está bien”.
Lauderdale no podía ser ubicada para declarar. El departamento de correcciones de Georgia, en la mayoría de los casos, prohíbe que los internos hablen con los medios noticiosos.
Para conseguir dinero para comida, Mauldin y Taiwan llevaban los desperdicios de los vecinos a un basurero. Cuando Mauldin tenía 13 años, había estado en siete hogares adoptivos. Algunos padres lo trtatron bien. Otros se embolsillaban el estipendio que proveía el estado, dijo él, y declinaban reinvertirlo en él. Él iba a la escuela con la misma ropa interior y zapatos. Los estudiantes se burlaban de él. Su rabia era evidente.
“No estamos comiendo lo que deberíamos, ¿a donde está yendo ese dinero?” Decía Mauldin. “O se lo están agarrando o lo están ahorrando para algo. Eso es lo que causaba tantos problemas”.
Adentra él hervía. Afuera reclamaba a cualquier hombre en posición de autoridad. Si un maestro le pedía subir sus pantalones, él lo ignoraba. Si alguien trataba de disciplinarlo, él se desentendía.
En este vaporón apareció Gooden, entonces de 26 años, quien se hizo cargo de Mauldin y Taiwan. Cuando en la agencia de adopción le preguntaron por sus preferencias, ella pidió muchachas de 10 años o menores. Le entregaron dos muchachos de 12 y 13 años.
“Yo estaba como, ‘¿Ustedes están locos?’ Recordó Gooden en una entrevista el mes pasado en College Park, Ga. “Pero no puedes declinar”.
Por una semana, dijo Gooden, hubo calma mientras ellos se estudiaban. Entonces empezaron las escaramuzas. Los muchachos resolvían los conflictos con los puños, no con palabras. Cuando ella los llevaba al supermercado, ellos chocaban los carritos entre sí. Ella pasaba mucho tiempo en la oficina del director por lo que ellos hacían.
Durante una discusión con su hermano, Taiwan agarró un cuchillo. Él había visto a su madre hacer eso, así que el también lo hacía. Los muchachos fuerton separados, Mauldin fue a otro hogar o dos antes de reunirse con Gooden cuando tenía 14 años.
Separados, él y sus hermanos se veían cada mes. La inestabilidad de los muchachos dificultó las cosas para que Mauldin III, en prisión, mantuviera el contacto con sus hijos. En las cartas, el dibujaba un emblema MC, por “Mauldin Crew” (Tripulación Mauldin), y se disculpaba por estar ausente. Nunca explicó porque estaba ausente. Muchas cartas fueron regresadas, pero algunas llegaron a us hijos, quienes dibujaban pinturas y decían que lo amaban.
Sus respuestas animaban a Mauldin III, quien consiguió un trabajo con el Departamento de Transporte de California después de la prisión, trabajaba a ambos lados de las autopistas. Limpiaba la arena de los Kings de Sacramento después de los juegos y estudiaba para hacerse consejero de drogas y alcohol.
Cuando un jugoso retorno de impuesto llegó dos semanas antes de la graduación de Mauldin, Mauldin III pagó un pasaje aéreo para asistir. Se quedó en Atlanta una semana, atesorando el tiempo con sus hijos, antes de irse de nuevo.
Así también hizo Mauldin, para jugar el deporte que lo salvó.
Un joven brilla.
Como muchacho, Lorenzo Mauldin IV tenía mucha energía, él dijo que las personas pensaban que tenía desorden de hiperactividad por déficit de atención. Siempre se estaba moviendo, corriendo, jugando afuera.
Pero su primer encuentro con el deporte organizado no llegó hasta antes de su primer año en la secundaria, cuando canalizó todo ese vigor y furia en el futbol recreacional.
En una prueba, los entrenadores lo agruparon con los recibidores. Confrontado con un muchacho mayor en la esquina trasera, Mauldin lo venció en la primera carrera, luego lo burló de nuevo.
“Él no capturaba la pelota porque el tipo lo estaba halando”, dijo Gooden, con quien él estaba viviendo en ese momento. “Las personas hablaban barbaridades, como, ‘Tenemos un LeBron James ahí afuera’. Él nunca había ten ido entrenamiento formal”.
Ella trataba de cultivar ese talento. Ellos lanzaban pelotas de futbol en el patio y practicaban las rutas que él debía correr. Para mejorar su coordinación mano-ojo, ella hacía rebotar dos pelotas de tennis para que él las atrapara.
Él quería seguir siendo recibidor en Jackson High School, pero los entrenadores, impresionados por su tamaño y velocidad, lo movieron a la defensa.
Mauldin jugaba linebacker exterior antes que una escasez de hombres de línea ocasionó un cambio hacia la defensa. Los primeros cinco juegos, él se quejó tanto del cambio que Hart, su entrenador de posición, le dijo al entrenador Eric Williams que no podía trabajar más con mauldin. Entonces, en el sexto juego, Hart dijo, él empezó a florecer.
“Empecé a jugar por mi, empecé a jugar por mi familia, y se sentía tan bien”, dijo Mauldin. “Empacaba toda la presión, y cuando venían las noches de sábados y viernes, yo soltaba todo”.
Lejos del futbol, su vida se había stabilizado. Su rudeza, aunque levemente, empezó a disminuir. Luego que el llegara al hogar del grupo Cherokee durante su primer año en la secundaria.
“Él no caminaba hacia la puerta diciendo que iba a ser un atleta de la N.F.L.”, dijo Michael Foust, un licenciado en trabajo social clínico quien supervisaba un programa de tutoreo en la agencia de servicio familiar Families First. “Él caminaba hacia la puerta tratando de sobrevivir”.
En ese proceso fueron integrals Martha Whitehead y Donna Cunnigahm, quienes sirvieron como madres de casa. Cuando Mauldin se iba a la cama, ellas estaban ahí. Cuando él se levantaba, ellas estaban ahí. Él llamaba a Whitehead “Grandma” (Abuela). Llamaba a Cunnigham “Auntie” (tiíta).
Mauldin se hizo menos distante y más comprometido. Si él se comportaba mal, deprimido por su situación o porque otros le tocaban sus posesiones, Cunnigham lo centraba con estas palabras: Esto es lo que un hombre haría.
“Si nunca hubiera ido a los Cherokee, no habría jugado futbol en la secundaria”, dijo Mauldin. “Habría stado en las calles. Habría terminado como mi mamá”.
Whitehead y Cunnigham iban a sus juegosy lo enfocaban en los compromisos. Él seguía sus reglas: cero drogas, cero alcohol, cero maldiciones, cero sin sentidos.
“Él le decía a los muchachos nuevos como se vivía en esta casa”, dijo Whitehead.
Mauldin complementaba su agrsividad en el campo con un interés por las artes. En el coro, el cantaba como barítono y gravitaba hacia canciones de supervivencia y persistencia. Una fija era “It’s the Hard Knock Life” (Es la dureza de la vida). Él practicaba danza. En una clase de unos 10 alumnos, él era el único varón. El próximo semestre, la instructora, Tiffany Mingo, tenía una clse completa de ellos”.
“El entrenador de futbol decía, ‘Si Lorenzo lo puede hacer, entonces ustedes muchachos, también lo pueden hacer’”, dijo ella. “Él empezó el movimiento”.
Antes de su último año, Mauldin se comprometió a jugar en la University of South Carolina. Pero el día anterior caundo el pensaba que firmaría su carta de intención, los Gamecocks enviaron una carta por fax diciendo que habían rescindido su oferta.
Él aún tenía que alcanzar la anotación mínima de SAT, y ellos quería que él retrasara su ingreso en un semestreSouth Carolina también había firmado a Jadeveon Clowney, un recluta estrella en la misma posición.
Sin embargo se programó una gran ceremonia. La madre de Mauldin, recién salida de prisión, estaría ahí.
“Yo tenía que firmar un papel en blanco”, dijo Mauldin. “Tenía que hacer una farsa. Creeme, al final del día, lloré. Mucho”.
Un momento accidental renovó su espíritu. Un mentor, Justin bedrman, le presentó a Charlie Strong, entonces el entrenador de Louisville, en el aeropuerto de Memphis y le explicó su relación con Mauldin. Strong dijo que quería entrar en contacto.
Hester, uno de otros mentores de Mauldin, se convirtió en la persona clave para su reclutamiento, al arreglarle una visita y explicarle sus opciones. Luego de descartar la escuela militar debido a que no quería cortar sus preferencias, mauldin escogió Louisville. Todo lo que tenía que hacer era calificar. Un tutor ayudó a Mauldin a susbir sus calificaciones.
En Louisville, el ajuste más grande fue no dejar su sistema de apoyo. Por entonces, él estaba acostumbrado a hacer eso. Tuvo que ajustarse a entrenadores más exigentes.
“Tenía a todos esos hombres gritándome, y yo los ignoraba”, dijo Mauldin.
En la secundaria, Mauldin confiaba en su atleticismo. La primera vez que estuvo en una situación de tres puntos en una práctica de Louisville, él no sabía como colocar sus piernas.
“No sé si había tenido un futbolista más crudo”, dijo Clint Hurtt, su entrenador de posición en Louisville por tres años. “Hablo de construir un jugador desde cero”.
Hurtt sabía poco del entorno de Mauldin hasta que Strong, compartió algunos detalles, lo urgió a establecer una relación.
“Eso no significa que lo mimé”, dijo Hurtt, “pero invertí tiempo con él”.
A medida que su vínculo se fortalecía, Mauldin empezó a florecer. En su segundo año, él tutoreaba a los de primer año, les enseñaba los movimientos de pases rápidos y como bloquear. Él pasaba horas cada mes hablando en hogares de adopción, dando asistencia en hogares y escuelas.
“Él entendió que tenía una plataforma”, dijo Chris Morgan, el religioso del equipo y director del desarrollo de jugadores. “Él nunca me dijo no”.
Por iniciativa de Louisville el diciembre pasado, todos los estudiantes quienes eran los primeros de sus familias en graduarse fueron convocados a presentarse. Mauldin estuvo entre los primeros. Sus hermanos vinieron. Tambien Hart y Hester y Gooden. Los invitados llenaron un bar deportivo despues y brindaron por él.
El padre de Mauldin no asistió a la celebración, pero llamó. Él llamó de nuevo para el próximo suceso, cuatro meses y medio después, cuando los Jets lo seleccionaron en la escogencia 82. Mauldin sollozó cuando el gerente general Mike Maccagnan llamó para felicitarlo. Lloró otra vez durante una conferencia de prensa.
“Esta es mi oportunidad”, dijo Mauldinn esa noche. “Esta es mi oportunidad de mostrarle a todos”.
Al otro lado del país, su padre escuchaba la entrevista. También se emocionó.
“Me da una especie de escalofrío cada vez que pienso en eso”, dijo Mauldin III. Eso fue algo. Miré hacia arriba y dije, Gracias. Él ha pasado por mucjas pruebas, su mama, yo, crecer. Solo dije, Gracias”.
La familia reunida.
En los últimos meses, Lorenzo Mauldin III hizo dos adquisiciones notables. Primero ordenó una camiseta verde de los Jets con el número 55 y “Mauldin” en la espalda. Luego compró 20 boletos para el juego de los raiders el pasado domingo en el Coliseo de Oakland.
Ellos iban a jugar contra su hijo.
El parecido entre ellos es impresionante: los mismos pómulos prominentes y ojos suaves y hombros amplios, sus rostros enmarcados por crinejas.
Incapaz de poder pagar los viajes a Louisville con su salario de 11 dolares la hora, Mauldin III se mantuvo viendo los partidos del equipo de la universidad cuando los transmitían por televisión. En un juego contra Kentucky, Mauldin descargó un golpe poderoso en una cobertura. Viendolo junto con Mauldin III, algunos familiares tragaron saliva. Tu solías golpear así en Pop Warner, dijeron ellos.
“Eso va en la sangre”, dijo Mauldin III, “pero ese es él”.
Alrededor de tres horas y media antes del puntapié inicial el pasado domingo, Mauldin III, amigos y familiares, extendidos e inmediatos, estaban ubicados en la sección D como una puerta movible. Los rayos solares se estrellaban a través de un toldo cercano como enlaces calientes, pollo y carne asada giraban en el asador. En el océano de negro y plata, Mauldin III divisó dos fanáticos de los Jets que pasaban. Él los saludó.
“Ese es mi hijo”, dijo él, señalando su camiseta. “Lorenzo, Lorenzo Mauldin. Se lastimó en el primer juego”.
Riendo en reconocimiento, ellos sonrieron y chocaron las manos con Mauldin III, quien pidió que se tomaran una foto.
Eventualmente, cada cual se dirigió a los asientos en la sección 247, donde vieron a Mauldin efectuar 17 movimientos defensivos y agrupaciones especiales en la derrota de los Jets 34-20. Él contribuyó con una patada, golpéo una vez al quarterback y fue castigado con una penalidad. No fue su peor juego. No fue su mejor juego. No importaba.
“Salimos derrotados”, dijo Mauldin, “pero saqué algo bueno de la visita a Oakland”.
Parado frente a los buses del equipo después, Mauldin III sonreía.
“Hombre”, dijo él. “Eso fue muy bueno”.
Alrededor de él, toda la familia se unía. En medio del grupo estaba Mauldin. Aún cuando Cunnigham o Hester u otros asistían a sus juegos en la secundaria o la universidad, Mauldin estaba consciente de sus otros, cuando sus compañeros se encontraban con sus familias mientras él no.
Y ahora, mire. Aquí estaba su tía Jewell Smith, quien disfrutaba no del éxito futbolístico de Mauldin sino de su diploma universitario. Más allá, su tío eric Mauldin, quién mezclaba sus alianzas al usar una camiseta de los Raiders con “Mauldin” en la espalda. Su media hermana, LoRen, paseaba alrededor. Taiwan, quien voló desde Atlanta. Tashia, quien manejó desde Sacramento.
Ellos estuvieron juntos treinta minutes, lo cual hubiese sido muy poco tiempo si ellos no hubieran pasado mucho tiempo del sábado registrándose en el hotel de los Jets en Santa Clara. Ellos rieron. Jugaron ¡Heads Up! En sus teléfonos. Tomaron muchas fotos.
En un punto, los dos Lorenzo Mauldin se escaparon para excavar alguna historia familiar: el relato del nacimeinto del hijo. El padre le dijo al hijo que contestara más el teléfono. El hijo dijo que lo haría. Hicieron planes para pasar juntos la víspera de año nuevo juntos en el este.
“Fue reparador”, dijo Smith.
Mauldin dijo: “He aprendido a disculpar a mi padre. Las personas hacen errores”.
Él ha pensado mucho en su familia, sobre herencia y legado. Desde su temporada de último año en Louiville, en la espalda de su camiseta se ha leído Mauldin IV, no solo Mauldin. Eso respeta a los que estuvieron antes que él. Y quizás, aquellos que vendrán.
Al hablar con su padre el sábado, Mauldin mencionó una conversación reciente con su novia. Ellos decidieron que si alguno vez tienen un hijo, lo llamaran Lorenzo Mauldin V.
“Es un nombre que quiero mantener”, dijo Mauldin.
Doris Burke contribuyó en la investigación.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
miércoles, 25 de noviembre de 2015
Bob Foster, cuyo gancho izquierdo castigaba a todos menos los pesos pesados, fallece a los 76 años.
Richard Goldstein. 22-11-2015. The New York Times.
Bob Foster, un pegador devastador quien fuese uno de los campeones semipesados más dominantes del boxeo, pero falló en su intento por capturar un título de peso pesado cuando fue noqueado por Joe Frazier y Muhammad Ali, feneció este sábado 21 de noviembre en Albuquerque.
La muerte de Foster fue confirmada por su hijo Nelson Smith, quien dijo que Foster había estado teniendo dificultades de salud.
Foster ganó los títulos semipesados del Concejo Mundial de Boxeo y la Asociación Mundial de Boxeo en mayo de 1968 al propinarle nocaut a Dick Tiger de Nigeria, quien previamente había sido campeón de los pesos medios.
La pelea, efectuada en Madison Square Garden, fue la primera vez que Tiger había sido noqueado.
Foster, quien tenía uno de los ganchos de izquierda más devastadores del boxeo, estuvo invicto en 14 defensas del título antes de retirarse por primera vez en septiembre de 1974.
Al pelear en una división con un límite superior de 175 libras, Foster era inusualmente alto, aunque flaco, y tenía brazos largos.
“Se trata de tiempo y apalancamiento”, dijo él una vez al referirse a su temible gancho izquierdo.
El columnista deportivo del New York Times Red Smith una vez escribió que Foster “estaba construido como un látigo volador con oídos”.
Foster ganó 56 peleas (46 por nocaut), perdió ocho y tuvo un empate y fue inducido al Salón de la Fama del Boxeo Internacional en 1990.
Pero no pudo dar el salto exitoso a la división de los pesos pesados, la cual ofrecía las bolsas más grandes.
Fue noqueado en el segundo asalto por Joe Frazier en noviembre de 1970, mientras buscaba sus coronas del Consejo y la Asociación Mundial de Boxeo, y por Ali en el octavo asalto en noviembre de 1972 por lo que fue conoció como el título vacante de la Federación de Boxeo Norteamericana.
La pelea Foster-Ali terminó luego que Foster, aventajado 221 libras por 180, había sido tirado por séptima vez. Pero Foster ensangrentó el rostro de Ali, lo cual nadie había hecho en la carrera profesional de Ali.
Foster ocasionó una hematoma púrpura bajo el ojo izquierdo de Ali y lo cortó en el arco superciliar izquierdo con un recto de izquierda.
Sin embrago el recto de izquierda de Ali evitó que Foster descargara su gancho izquierdo.
“Un hombre de 220 libras no debería tener unas manos tan rápidas”, dijo Foster luego del combate. “Soy creyente”.
Bobby Wayne Foster nació el 15 de diciembre de 1938, en Borger, Texas, y su familia se mudó a Albuquerque cuando él era niño.
Empezó a boxear en el torneo Golden Gloves a los 13 años de edad, jugaba futbol americano en la secundaria, y luego se unió a la fuerza aérea y asistió a batallas en servicio. Peleó como amateur y luego se convirtió en profesional en 1961.
Foster se vio involucrado en el drama del apartheid sudafricano en diciembre de 1973 cuando defendió su título en Johannesburgo contra el sudafricano Pierre Fourie en la que fue descrita como la primera pelea de boxeo interracial del país.
Foster fue recibido por entusiastas negros sudafricanos cuando llegó al aeropuerto.
Pero cuando le preguntaron por el apartheid antes de la pelea, la cual ocurrió días después que Arthur Ashe fuese derrotado por Jimmy Connors en el primer campeonato interracial efectuado en Sudafrica, él se mantuvo ajeno al tema.
Ashe dijo que “ser el primer negro aquí fue tan importante como ganar el título”.
Pero Foster dijo. “Estoy aquí para defender mi título, no estoy aquí por política. Ashe está políticamente más motivado que yo. Así son las cosas”.
Foster, quien ganó 200.000 $ por la pelea, su bolsa más grande para ese momento, y había ganado por decisión a Fourie en Albuquerque, ganó otra vez por decisión.
Foster, quien fue privado de su título de la Asociación Mundial de Boxeo por un tiempo debido a una disputa sobre ante quien debería defenderlo, se retiró luego de su última defensa de título unificado cuando, como campeón, fue acreditado con la victoria en un empate con Jorge Victor Ahumada de Argentina en junio de 1974. Pero regresó al cuadrilátero un año después, ganó cinco peleas como peso pesado y se retiró en 1978 luego de ser derrotado en sus dos peleas finales.
Foster fue sargento en el Bernalillo County Sheriff’s Department del area de Albuquerque por muchos años.
Además de su hijo Nelson Smith, sus sobrevivientes incluyen a su esposa Rose; sus hijos Bobby Jr. y Tony Foster; y sus hijas Mildred Foster y Yolanda James.
Foster peleó por mucho tiempo, y perdió, la batalla por ganar peso para tener mejor oportunidad contra los pesos pesados, y trató de beber cerveza para hacerlo.
Mientras entrenaba en Spring Valley, N.Y., en enero de 1969, recordó como había trabajado en una fábrica de manufactura de bombas en York, Pa., en 1966 y bebía cerveza en el almuerzo y en la noche para ganar peso.
“Después de un año de toda esa bebida y toda la comida de mi esposa, ¿cuanto piensas que pesaba yo?” preguntó él. “Ciento ochenta y una libras”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
lunes, 23 de noviembre de 2015
Los olores de Cumaná
Llegaba a Cumaná a eso de las diez de la mañana. Los domingos tenían esencias de tamarindo y yaque desde los parajes de Boca de Sabana y a medida que el carro se aproximaba a un comité de recepción de cocoteros justo antes del puente Gómez Rubio y la entrada de San Francisco, una sustancia estimulante ingresaba por las ventanillas del Plymouth. La luminosidad del sol reflejaba una expectativa de momentos familiares mezclada con la intimidad específica del aroma imperceptible de arenas y árboles de guama que llegan desde el curso silencioso del Manzanares. A partir de entonces era una experiencia espacial con vahos de arenas calcinantes que propulsaban la trayectoria del carro al pasar por la subida de la calle Sucre frente a Santa Inés. Papá siempre cruzaba a la derecha y luego enfilaba por la calle Bolívar, cada cuadra atravesada despegaba un terrón de bahareque y vapores de cataco y corocoro emergían junto al crepitar de leñas y efluvios del maíz pilado para las arepas.
Desde entonces había escuchado y hasta leído sobre los argumentos de la tesis que afirmaban a Cumaná como la primera ciudad fundada en tierra firme del continente americano y los que la negaban. Incluso historiadores venezolanos hablan de otras ciudades “históricamente más viejas” como Coro y El Tocuyo. Y me molestaba que se pusiese en duda el título de la ciudad, luego andando el tiempo, tras innumerables lecturas, estudios, testimonios de autoridades en la materia he llegado a comprender que como en muchas otras situaciones, la vida se basa en hechos que nunca ocurrieron. Carezco de la información de primera mano sobre este tema, estoy muy lejos de ser historiador, sin embargo cuando se empieza a investigar, a indagar sobre la legitimidad de un hecho, llega un momento cuando las dudas acechan. Y aunque no cuento con todos los recursos para concluir con propiedad, empiezo a sospechar que el título de primogénita puede haber sido una mentira de siglos.
La inquietud en mis pies se atizaba cuando el carro llegaba a la intersección de la calle Bolivar con el callejón General Salom, bajo las sombras de guayacanes y robles en la plaza Pichincha el tema musical del programa que papá sintonizaba los domingos retumbaba hasta un rincón de la cuadra siguiente. “Recordar es vivir…cuando se ha amado…recordar es vivir…un grato pasado…”El sonido rebotaba en la acera que bajaba hacia las oficinas de la antígua Radio Sucre. De pronto mi visión se aceleraba y apretaba el respaldo del asiento de papá, imaginaba que podía apurar el carro frente a la farmacia Santa Helena. Sin embargo la mirada se me iba entre los pasillos de la plaza y me parecía ver personajes de quienes había escuchado muchas historias. Las personas asediaban a uno en particular que siempre he querido conocer. En la esquina de la librería San Pablo el frenazo de un camión de agua potable crepitó a escasos metros del Plymouth. Apenas si pestañeé en mi persecución.
Una esencia de ponsigué mezclada con jobito impregnó cada cuadra de la calle Ayacucho. Miraba encandilado las fachadas de las casas, las gigantescas puertas sobresalían en las aceras y la mirada se me iba hasta los almendrones frente a la casa de mis abuelos. Una atmósfera de juego y expectativa reflujaba en los callejones próximos a la casa número 30. Sentía una ebullición glacial en la planta de los pies, no podía esperar a que papá estacionara el Plymouth, estuve a punto de salirme por la ventanilla y papá se volteó en el asiento con una mirada sulfúrica. Ni sus palabras más bruscas lograban aplacar mi emoción por traspasar el jardín y correr por el pasillo hasta estrellarme contra el vientre de mi abuela. De la cocina llegaban vahos de piña y clavo especia, me iba con ellos en la nariz a buscar los gorjeos de los cucaracheros silvestres mezclarse con el lamento sostenido de los canarios tras los barrotes de las jaulas, los círculos de luz solar filtraban entre las hojas de las matas de cambur.
A un costado de los jardines internos desplegaba la colchoneta y veía las estrellas junto a todas las imágenes del día, las carreras por la calle Sucre para comprar barajitas de beisbol en el abasto Barlovento, los frenazos en las esquinas del callejón La Paz tras una pelota de goma. De pronto sentí tensos los músculos del cuello y la espalda, a un costado del abasto de Sabatino, dos tipos hablaban apasionadamente con voces casi inaudibles. “¡José Antonio López caramba tanto tiempo queriendo verte en persona! Cuéntame como hiciste para componer Río Manzanares y esa frase tan sencilla y tan profunda de ‘Oh, Cumaná quién te viera’” El hombre de camisa blanca y sombrero de pajilla sonrió. Yo también tengo que preguntarte como hiciste para sacar eso de “Mariscala y Marinera”, porque usted es Andrés Eloy Blanco ¿cierto? Si usted se pasea por los alrededores de la muralla, justo en el lugar donde está El Tamarindo, allí puede escuchar como los olores de yodo y arenque que soplan desde el mar estremecen las calles y te hacen caminar como si fueras en un puente colgante sin miedo a caer porque sabes que en el fondo está Cumaná con sus vahos de arenas arqueológicas aglomeradas bajo el castillo de San Antonio y sus aromas de chicha empelotada cerca del mediodía, cuando el sol te pincha con alfileres el fondo de la garganta. Está Cumaná con su esencia interminable de rumor subterráneo contenido en la esperanza de muchos seres que aun tienen la esperanza de mejores días que el frustrado desembarco del Falke, el terremoto de 1929 y los atropellos de cierta clase politiquera que siempre quiso jugar a la tesis del “hombre fuerte”, del “héroe de la patria”. Está Cumaná con su perfume de mujer que te arrastra hasta querer desprenderte de la ceguera para verle el rostro y la sonrisa, por eso escribí “Oh, Cumaná quien te viera”.
De pronto abro los ojos y salto en la colchoneta, hacia los tramos finales del pasillo veo la sombra de una silueta enjuta que enfila hacia la oscuridad del patio. Me acerco en puntillas hasta la puerta de cabillas y madera, alli escuché la voz entrecortada de Andrés Eloy. Vaya, vaya, José Antonio, los escalofríos que siente uno cuando conoce de las intimidades de un escritor, de verdad me llevaste a ver un rostro de mi ciudad desde un ángulo desconocido, vertiginoso. Cumaná siempre fue un telón de fondo, un espacio de remanso donde los recovecos del río proveían sustancias para mis inquietudes…cuando el acíbar de las decisiones humanas me hacían dudar de los días por venir…Cumaná siempre me tomaba de la mano y me llevaba al espectáculo atmosférico de sus costas y a la emoción de desplazarme en un solo tirón de vista desde Caigüire hasta Manicuare, desde El Monumento hasta La Angoleta…desde Puero Sucre hasta Araya…iba y venía y me quedaba flotando sobre el cobalto…suspendido entre los sueños de esas tardes incandescentes de añil y mostaza que me hacían correr por la calle Sucre en busca de encontrar palabras para la batalla, de frases para las mañanas, de poesía para la eternidad…por eso Marinera…por esto Mariscala…
Aquella noche ya no dormí más, el amanecer me sorprendió encaramado en las ramas del árbol de chirimoya, el rumor de aquella conversación resistía el peso de la gravedad y la fragilidad de las ramas…
Alfonso L. Tusa C.
El caso de la melancolía.
Laren Stover. The New York Times. 07-11-2015
A cualquier lugar donde se mire por estos días se ve algo sobre como ser feliz, como manifestar abundancia, deseos y éxito, encontrar la felicidad suprema.
Una rápida búsqueda en Google producirá remedios instantáneos para la tristeza: la promesa de que es posible encontrar la felicidad en 10 o 15 fáciles pasos. Algunas estrategias prometen la felicidad en tan pocos como tres pasos.
Lo que sea que le haya ocurrido a experimentar la gracia de la melancolía, requiere reflexión: una especie de inmersión mental, ¿Cómo las bolsitas de te? ¿Qué tal si este consejo de ánimo solo te hace sentir inadecuado? ¿Qué tal si naciste reservado?
La melancolía, a diferencia del dolor, no es causada por los hechos, como perder el trabajo, la muerte de las mascotas queridas, los problemas de salud. Ni se desvanece cuando se reciben noticias excelentes, como que la industria cinematográfica quiera adaptar tu novela, o que te inviten con todos los gastos cubiertos a un viaje a la bienal de Venecia.
La melancolía es más…efímera.
Te visita como una niebla, un vapor, un vaho. Generalmente llega sin ser invitada. Y así como algunas personas nacen en la realeza, la riqueza y el prestigio, otras heredan una disposición para la tristeza.
Conocí la melancolía mucho antes de conocer a mi difunto padre biológico, el Dr. Leon Stover, quién escribió “The Suicide Manifesto”, sus monólogos melancólicos, en tinta gris desteñida mientras era paciente en un hospital psiquiátrico de Nueva York luego que mi madre lo dejó. Fue un alivio conocerlo cuando yo tenía 21 años para saber que esto era una herencia artística. Para mi pensar, esto es lo más significativo del ADN que nuestros vínculos genealógicos con Frederick II de Prusia y el Presidente Dwight D, Eisenhower.
En ese “Manifiesto”, su explicación de su experiencia en psicoterapia, mi padre escribió: “Te ofrecí tragedia monumental y melancolía gloriosa para tus placeres y dolor insignificantes…”
En su manía bipolar melancólica (su muerte fue debida a complicaciones diabéticas, pero no dudo que escribió algunas notas de suicidio”, mi padre, también autor de 24 libros publicados, una vez me escribió:
“No sé si serás escritora, pero también también tienes eso de ‘subir y bajar’. Haz uso creativo de eso, de otra manera, la as personas pensaran que eres loca”.
Mientras mi niñez transcurrió con historias de hadas y elfos a pesar de mis entornos infelices, mis años adolescentes fueron una mezcla de aburrimiento artístico y depresión poética con muchas mudanzas.
Para cuando llegué a mi tercera escuela secundaria, me sentía muy alienada. Estaba determinada a no hacer ningunos amigos, en su lugar frecuentaría con los árboles, para sentir sus espíritus. Yo caminaba sola a lo largo de las vías ferreas del tren detrás de nuestra casa y tenía pensamientos morbosos y escribía notas que decían “No puedo ver otro amanecer gris…” (La melancolía a menudo comparte la escena con el melodrama).
Mi maestro de inglés me separaba para un estudio independiente, durante el cual yo escribía ensayos existenciales y hacía pinturas torturadas.
Me hice amiga de un espíritu aún más etereo llamado Erika, quien usaba numerosas cintas largas atadas en la raíz de su cabello, no en bucles sino colgando lánguidamente como lágrimas de sarmientos, como una especie de embellecimiento matinal. Ella usaba vestidos largos o pantalones de cordones, enrrollados hasta las rodillas como si fuese a vadear un río, y siempre llevaba una estola de piel de zorro en el hombro.
Ella llevaba consigo un frasco de tinta y escribía todas sus asignaciones con un bolígrafo de caligrafía, traducía frases del latín tales como “Oh los árboles de ciprés de la muerte…”
Ella leía mis poemas, ella instigaba a salir por la ventana del estudio independiente para ir a la Smithsonian Institution para ver películas viejas. Ella no pensaba que yo era rara porque amaba los murciélagos. Ella nunca me dijo “sonríe” o “anímate”. Ella me salvó la vida.
La tristeza tiene mala reputación. Pero yo sentí pronto esa melancolía, la palabra es el latín muerto desde el griego melancholia, es una palabra con un anillo romántico del Viejo Mundo, con una belleza transiente como el anillo alrededor de la luna. Sabemos esto de “Ode on Melancholy” de John Keats:
“Pero cuando la melancolia encaja caerá/ De pronto desde el cielo como una nube llorosa…/ Ella flota con belleza----Belleza que debe morir…”
Mientras la depresión es una enfermedad real, la palabra, usada casualmente, carece de encanto. Por comparación es bueno desplazarse en los encantos nebulosos de la melancolía: ver una película triste en blanco y negro o ser arrastrados por el viento con un sonido que Truman Capote describiría como un harpa de grama.
En las eras pre-Effexor, la melacolía era atesorada. Por Robert Burton, el erudito de ingles del siglo 16 en Oxford University (quien escribió tres volúmenes sobre el tema, con sugerencias dietaria como cura botánica); por los poetas del siglo 19; y también por la luminosa y glamorosa Greta Garbo.
Aunque los personajes modernos carecen de tal característica, la melancolía ha sido celebrada por Tim Burton (“The Melancholy Death of Oyster Boy and Other Stories,” Johnny Depp en las películas de Burton) en Batman (“The Dark Knight”), Heathcliff en “Wuthering Heights” y Lestat el vampiro de Anne Rice.
Fue reafirmante ver también en la reciente película animada “Inside Out” que Tristeza, el brillante Eeyore de emociones, salva el día con la persistencia de sobreactuar la Alegría.
El mensaje comercial estadounidense no es generalmente inclusivo.
La fragancia más vendedora de Clinique es la dulce, exuberante Happy. Con manzanas, ciruelas, bergamotas y un acorde de aire fresco, lo que sea que fuera es descrito como “una fragancia de alegría, la esencia de una soleada mañana feliz”.
Otros perfumes exitosos de 2015 a menudo tienen la enferma profundidad dulce del algodón de azúcar: el atractivo de un animal sintético coloreado ganó en un carnaval.
Personalmente, prefiero abrir las ventanas al jardín fragante de la melancolía, y acompañar con algo como algo como reflexión. Tal perfume gentíl podría oler como lluvia de otoño, o humedad de lluvia cargada de rosas y lágrimas.
El perfume lluvioso puede asistir tu ánimo, aunque: por ejemplo, “En Passant” de Frederick Mallé. Guerlain tiene experticia en melancolía. Está la misteriosa creación crepuscular 1912, L’Heure Bleue (la hora azul). Y Jicky, creada a finales del siglo 18, es sensual y descrita como melancolía encantadora con acordes de cítricos, lavanda y libros polvorientos. Y Mitsuoko, una esencia frutal hecha en 1919, es otra.
Ninguna de estas es soleada, ella nunca rien a viva voz, y de hecho, apenas sonrían. Iris Silver Mist de Serge Lutens (1994) ha sido llamada por los comentaristas de Basenotes.net como “tristeza embotellada” y “una maravilla melancólica”. Necesitamos perfumes que complementen nuestros ánimos, nuestras almas, no solo nuestras ropas de oficina y la vestimen ta de coctel.
Me sentí sola en mis bostezos cuando ví esta publicación en un blog de fragancia:
“Recientemente me he sentido un poco apagada, bien deprimida, para decirte la verdad. ¿Podría por favor sugerir algunos perfumes que reflejen mi ánimo? No quiero ninguna esencia para levantar el ánimo, porque esta tristeza es algo que necesito experimentar para seguir con mi vida”.
Como esta alma deprimida, no quiero un perfume que me anime. La felicidad, como el sol, es ridículamente brillante, una esperanza para la cual no se puede vivir, ni aun mirar de frente.
Si la melancolía desciende, puedes recibirla, usar tu mejor ensamblaje de salón; darle tu mejor diván , o esa hamaca extendida entre dos árboles. Déjala establecerse.
Puedes disfrutarla reclinándote con una taza de te verde mientras miras las hojas enrrolladas descargar su furia poética mientras precipitan, al escuchar “Daphnis et Chloé” de Ravel o el Concertino para piano y orquesta, 2ª, de Jean Francaix.
Propongo que debe haber perfumes de melancolía, modas, zapatos (cero zapatos de carrera bajo cualquier circunstancia), música (Lana Del Rey es la diva de la melancolía, y Joni Mitchell y Billie Holliday aun trabajan), elixires (sin alcohol; miren lo que le ocurrió a Edgar Allan Poe) y mobiliario diseñado para recibir o sucumbir ante los ánimos de la tristeza.
Quiero luz de luna.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
viernes, 20 de noviembre de 2015
Australia recurre a perros ovejeros para salvar una colonia de pingüinos.
Austin Ramzynov. The New York Times. 03-11-2015.
“Masacrados”, leía el encabezado en el periódico local, solo una palabra, como si describiera un acto de guerra. Debajo de este había una fotografía de pingüinos y otros pájaros muertos, las últimas incidencias de la prolongada historia australiana de especies animales importadas en detrimento de la vida salvaje nativa.
Los zorros mataron 180 pingüinos en ese episodio particular, en octubre de 2004. Pero las incidentes en Middle Island, en Victoria State al sur de Australia, siguieron aumentando. Para 2005, la población de pingüinos de la pequeña isla, que alguna vez llegó a ser de 800, estaba por debajo de 10.
Hoy los números están de vuelta en los tres dígitos, y mucho del crédito se debe a un granjero criador de pollos conocido como Swampy Marsh y sus voluntariosos perros ovejeros.
“La autoridades no me escucharon hasta que quedaban solo seis pingüinos”, dijo Mr. Marsh, cuyo casi nunca usado nombre de pila es Allan. “Estaban desesperados”.
La simple solución del granjero, desplegar una particular manada territorial de perros ovejeros para ahuyentar a los zorros, se convirtió en leyenda local, en septiembre, mediante el argumento de una película australiana, “Oddball”, la cual ficcionalizó la historia y convirtió en héroe adorable a uno de los perros. Ahora la estrategia se aplica en Victoria en otros lugares de Victoria, con la esperanza de proteger otras especies autóctonas de predadores no nativos.
Docenas de especie mamíferas australianas se han extinguido desde que los colonos europeos comenzaron a llegar a finales del siglo 18, trajeron gatos, zorros y otros depredadores nuevos en el ecosistema. Un plan recientemente anunciado para enjaular millones de gatos silvestres, los cuales el gobierno dice que acechan a más de 100 especies en amenaza, llamó la atención sobre el problema mientras que enfureció a algunas celebridades que abogan por los derechos de los animales.
Pingüinos pequeños, los más diminutos de la especie, fueron una vez comunes a lo largo de la costa sur de Australia. Pero cuando los zorros rojos fueron importados para la caza deportiva en el siglo 19, ellos encontraron en los pequeños pájaros no voladores, una presa fácil. (Así lo hicieron también perros y gatos). Las colonias de pingüinos empezaron a desaparecer de la costa, razón por la cual la mayoría de ellos ahora se encuentra en las islas.
Middle Island, cercana a la ciudad de Warrnambool en Victoria, fue el hogar de una ensordecedora población de aves hasta finales de los años ’90 e inicios de los 2000, cuando los patrones de mareas y el incremento de la sedimentación empezaron a hacer accesible a la pequeña e inhabitada isla desde la costa, los zorros hacían su recorrido hasta allá, y los pingüinos ofrecieron poca resistencia.
Mr. Marsh, quien vive en Warrnambool, dijo que sabía como revertir esa tendencia tan pronto como oyó de ella. Un criador de pollos de rango libre, él había pasado muchas noches largas con un rifle tratando de mantener alejados a los zorros de sus chooks, como los australianos llaman a los pollos. Fue a mitad de una de esas noches que se le ocurrió una mejor solución.
“eran las tres de la madrugada, y los vecinos tenían un condenado perro, que ladraba y ladraba”, dijo él. “Yo estaba un poco lento en comprender lo que ocurría. Me tomó unas noches notar que estaba tratando de dispararle a los ladridos”.
Pronto, él había adquirido su propio cachorro ovejero Maremma. Nombrado por la región noroeste de Roma donde se originaron, los perros fueron desarrollados para proteger y vivir entre el ganado. Ellos desarrollaron un sentido de territorialidad y son vigilantes ante los intrusos, y amigables hacia las personas y animales familiares.
El primer Maremma de la granja, Ben, se hizo cargo rápidamente de su nueva tarea, asustar a uno de los intrusas hasta alejarlo de la granja y empujarlo hacia una carretera. “Fue aplastado”, dijo Mr. Marsh. “Era pizza de zorro”.
Cuando el clamor de Middle Island se hizo noticia, Mr. Marsh sugirió que los perros Maremma podían proteger a las aves, los cuales, razonó él, son simplemente “pollos con traje de cenar”.
En una asignación de clases, David Williams, estudiante universitario quien trabajaba en la granja de Mr. Marsh, escribió una propuesta para trasladar los perros a la isla, y después entregó una versión más formal en la agencia ambiental del estado. Per aun cuando la población de pingüinos seguía disminuyendo, el proceso de aprobación languidecía mientras el plan era vetado por solapar a las entidades del gobierno. “Hubo muchas conversaciones” dijo Mr. Williams.
Finalmente en 2006, el primer Maremma empezó a trabajar: Odball, una hija de Ben (y el nombre de la película nueva). Desde entonces, la población de pingüinos de Middle Island ha rebotado hasta 150, y ninguno ha desaparecido en las fauces de un zorro, dijo Mr. Williams, quien ahora trabaja para Zoos Victoria, el operador de tres zoológicos en el estado.
Los perros Maremma son autosuficientes; ellos pueden ser puestos a defender un pedazo de tierra por largos períodos de tiempo con un suplemento de comida y agua que saben administrar. Durante el verano, cuando los zorros representan el peligro más grande para los pingüinos de Middle Island debido a los patrones de marea que forman bancos de arena, los perros se quedan en la isla por varios días seguidos, vigilando a las aves desde un lugar elevado.
Entrenarlos para este trabajo implica introducirlos al olor distinto de los pingüinos. “Los pingüinos no huelen particularmente agradable”, dijo Peter Abbott, gerente de servicios de turismo para el Warrnambool City Council. “Ellos lucen bien parecidos, pero huelen a pescado muerto”. Gradualmente, los perros son enseñados a tratar a los pingüinos como cualquier otro tipo de ganado, a ser defendido y no asediado.
A pesar de su disminución en tierra firme australiana, los pingüinos pequeños no son considerados en amenaza o peligro. Pero el éxito del programa de Middle Island es significativo no solo por su pequeña población de pingüinos pequeños, sino también por el potencial de replicar el modelo con especies en mayor riesgo.
Zoos Victoria ahora trata de usar perros Maremma para reintroducir a los bosques a un pequeño animal parecido a un ratón de procedencia oriental, un marsupial no visto fuera de cautividad desde 2002. Varios intentos previos han fallado, pero Zoos Victoria, la cual se ha plegado a prevenir la extinción de cualquier vertebrado terrestre en Victoria, espera que los perros hagan la diferencia.
Una prueba de cinco años está en proceso, Mr. Williams está entrenando dos cachorros en un espacio abierto del zoológico de Werribee, un suburbio de Melbourne. Los cachorros aprenderán a vincularse con las ovejas, las cuales también estarán presente en los sitios de la prueba, y con los ratones marsupiales, los cuales son tímidas criaturas nocturnas, dijo Kimberly Polkinghorne, gerente de comunicaciones del zoológico de Werribee.
“De esta prueba depende el éxito del proyecto Middle Island”, dijo Ms. Polkinghorne. “Estamos muy emocionados acerca e su potencial no solo para ayudar a los ratones marsupiales, sino a otras especies también”.
En Middle Island, los sucesores de Oddball, Eudy y Tula (sus nombres vienen de la palabra Eudyptula, el género de los pingüinos pequeños), aún mantienen a raya a los zorros, pero a sus ocho años, están cerca del retiro. Los grupos locales que dirigen el proyecto recientemente recaudaron más de 18000 $ en línea para comprar y entrenar dos nuevos cachorros Maremma. El esfuerzo del fondo de recaudación recibió un apoyo de la película, un éxito de taquilla en Australia. “Oddball” dibuja a su héroe como una bestia que se mantiene a salvo del perrero local antes de encontrar la redención al salvar a los pingüinos.
Oddball, ahora de 14 años, está retirada y vive en la casa de Mr. Marsh. “Ella viene cuando quiere”, dijo él. “Ella no hace apariciones personales”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
lunes, 16 de noviembre de 2015
El oceano Pacífico se convierte en un gran evaporador.
John Schwartz. The New York Times. 02-11-2015.
El huracán Patricia fue una sorpresa. El huracán del Pacífico oriental se fortaleció explosivamente antes de golpear la costa mexicana, excediendo por mucho las proyecciones de los científicos quienes estudian tales tormentas.
Y mientras la fuerza de la tormenta se disipaba rápidamente al hacer contacto con la tierra, una pregunta quedaba en el ambiente. ¿Qué lo hizo tan monstruoso?
Las explicaciones estaban todas sobre el mapa, con teorías que incluían el cambio climático (o no), y El Niño.
Pero la respuesta es más complicada. La interacción de todas las clases de calentamiento que ocurren en el Pacífico en este momento puede ser difícil de afrontar, como en el huracán reciente, atribuir un evento climático a una sola causa es surrealista.
Gabriel Vecchi, líder del grupo de variaciones climáticas y predicciones en el laboratorio geofísico de dinámica de fluidos de la National Oceanic and Atmospheric Administration en Princeton, B.J., comparó el reto con el juego de mesa Sospecha. “Existen todos estos sospechosos, y los tenemos a todos en la habitación ahora”, dijo él. “La clave está en determinar sistemáticamente quien estuvo cuando y donde, para poder excluir personas o fenómenos”. Al extender la metáfora, él notó que los criminales sospechosos podrían trabajar juntos como cómplices, y pudiera haber un personaje desconocido. Y como en todos los misterios, “Podría haber un final sorpresivo”.
Para el momento, el océano más grande del mundo es un lugar crítico, se están creando tormentas y causando problemas a las personas y la vida marina a través del entorno del Pacífico y más allá. Una lista parcial incluye el fuerte sistema de El Niño que se ha formado alrededor del ecuador, y otra zona inusualmente persistente de agua caliente que ha estado apareciendo cerca de la costa norteamericana, llamada “the Blob”.
Y un ciclo de mayor duración de calentamiento y enfriamiento conocido como la Oscilación Decadal del Pacífico puede estar cambiando de una fase de enfriamiento a una de calentamiento. Al frente de todo eso está el devastador progreso del cambio climático, causado por la acumulación de gases de invernadero generados por la actividad humana.
Cada uno de estos fenómenos opera en una escala de tiempo diferente, pero por el momento parecen estar sincronizados, un poco como la manera como el secundero, el minutero y el horario se alinean al filo de la medianoche. Y los efectos colectivos pueden ser muy poderosos.
Aunque ellos interactúan entre si, cada uno de estos eventos de calentamiento está siendo culpado por problemas específicos.
“The Blob” ha sido asociado, entre otros efectos, con el inusual clima seco y caliente del oeste de Estados Unidos. Oceano afuera, las aguas calientes y pobres en nutrientes del Blob, cerca de cuatro grados Fahrenheit por encima del promedio, están alterando la reda alimenticia de la vida marina. Algunas especies de peces están apareciendo donde no son esperadas, incluyendo peces tropicales en la costa de Alaska, y un número inusual de cachorros de leones marinos y focas Guadalupe ha sido encontrado varado en las costas de California.
El agua caliente ha sido asociada con explosiones de algas dañinas sin precedentes a lo largo de las costas que han tornado tóxicas a las conchas marinas y disminuido la pesca de estas en Washington, Oregon y California. “Una sola almeja tiene suficientes toxinas para matar una persona”, dijo Vera L. Trainer, la gerente del programa de biotoxinas marinas en NOAA’s Northwest Fisheries Science Center de Seattle. Los oficiales también ordenaron el cierre más grande de la pesca de cangrejo Dungeness en el estado.
“Esto es muy preocupante”, añadió la Dra. Trainer. “Si este es un evento aislado que después desaparece t podemos olvidarnos de él en el camino, está bien. Si es una ventana al futuro, no es un buen futuro”.
El patrón climático El Niño inusualmente fuerte, en el cual la superficie del océano se calienta y despide inmensas cantidades de calor a la atmósfera, ha llamado más la atención en parte porque tiende a traer lluvias torrenciales al sur de California, el cual está en medio de una intensa sequía, y temperaturas frías y lluvias a través del sur de Estados Unidos durante el invierno y potencialmente en la primavera. La banda norte del país tiende a tener condiciones calientes y secas). Pero los efectos de El Niño son experimentados en todo el planeta, y se han relacionado a la sequía en Australia y los enormes incendios de leña en Indonesia.
La otra gran fuerza en curso, la oscilación decadal del Pacífico, algunas veces es un período largo, como lo implica el nombre, que abarca décadas, de aguas frías o calientes. Desde el año 2000, la oscilación ha sido en un estado frío, el cual dicen muchos científicos del clima ha permitido al océano dispersar una gran parte del calor generado por los gases de invernadero como parte del cambio climático.
Esto, a su vez, puede haber frenado el aumento de las temperaturas superficiales promedio. Los científicos del clima han llamado a esta condición el hiato del calentamiento, y aquellos que niegan el remarcado consenso científico sobre el calentamiento han usado el hiato para aumentar las dudas acerca de la existencia del cambio climático.
Ahora, sin embargo, la oscilación parece estar entrando en una fase de claentamiento, dijo Gerald A. Meehl, un científico de vasta experiencia del National Center for Atmospheric Research, y fuertes versiones de El Niño tienden a empujar el ciclo hacia una fase nueva. Así que la oscilación y El Niño “se pueden mezclar para ocasionar un gran cambio” hacia el calentamiento más que todo.
“Eso va a proporcionar un impulso más grande al sistema de calentamiento global”, dijo él. “Estas cosas se unirán”. Es un hecho, 2015 está en camino de ser el año más caliente en los registros históricos”.
El cambio climático podría provocar todos los ciclos interactivos de calor y frio en el océano. Los científicos todavía están tratando de determinar su efecto en los huracanes, aunque se cree ampliamente eso porque el calor del océano provee la energía de los huracanes, las tormentas más poderosas se desarrollaran con más potencia a medida que avance el tiempo.
Si hay un componente claro y detectable de causa humana en la actividad de los ciclones de hoy es difícil de probar, dijo Thomas R. Knutson, un meteorólogo de investigación del laboratorio geofísico de fluidodinámica de NOAA en Princeton. “No esperamos necesariamente ser capaces de detectar estos cambios en esta oportunidad”, dijo él.
Mientras ningún evento individual del clima puede ser relacionado al cambio climático, el calentamiento contínuo parece estar incrementando la fuerza potencial de las tormentas, dijo Kerry Emmanuel, un experto en huracanes del Massachusetts Institute of Technology. Si las tormentas alcanzan su potencial completo depende de otros factores, dijo él. Estadísticamente, sin embargo, aún hay muy pocas tormentas que muestran que los huracanes más fuertes están siendo causadas por el cambio climático.
Un fenómeno que parece ser el resultado de la combinación de El Niño, The Blob y el cambio climático. NOAA anunció este año que el mundo estaba en medio de solo el tercer evento global de blanqueo de corales registrado. El blanqueo severo puede llevar a la muerte de los arrecifes, y la pérdida de hábitat para vida marina y la protección para la costa ante las tormentas. El evento actual empezó en 2014 en el Oceano Pacífico y ha persistido hasta este año, con los efectos del Blob sintiéndose más cerca de las costas de Hawaii, hasta donde se extiende la cola occidental del recuadro de agua caliente.
¿Esto es absolutamente lo peor que ellos hayan visto”, dijo C. Mark Eakin, el coordinador de NOAA’s Coral Reef Watch. “Es solo la tercera vez que han visto una masa de coral blanqueada en Hawaii; la última vez fue el año pasado”. Y debido a los eventos de El Niño, se extiende desde el invierno de un año has la próxima primavera, “estamos muy próximos a ver el blanqueo de este año seguir hasta 2016 y aun ser peor en 2016”, dijo él. Un Pacífico más caliente también significa mares más altos en la costa de Estados Unidos, debido a que el agua caliente se expande y los vientos generales que fluyen desde oeste a este empujarán el agua contra la costa. Eso puede agregarse a un incremento al cual William Sweet, un oceanógrafo de NOAA basado en Maryland, llama inundación de las areas costeras bajas.
Aún un incremento general de 15 centímetros de El Niño puede, combinado con las tormentas, causar un incremento pronunciado de tal inundación, dijo él, añadiendo que San Francisco podría ir desde un promedio de 12 días de inundación hasta 21 este año, y La Jolla, Calif., de seis a diez.
Nicholas A. Bond, un meteorólogo de investigación en el instituto cooperativo de University of Washington de NOAA quien le diera al Blob su nombre, dijo que el cambio climático podría hacer las condiciones de El Niño más comunes. “Eso tendría implicaciones monstruosas”, dijo él. Y aunque las naciones del mundo desarrollado como los Estados Unidos podrían tomar medidas para adaptarse a las condiciones del cambio, “Va a ser un lugar diferente”, dijo él.
A pesar de todos los nubarrones actuales sobre el Pacífico, literales y metafóricos, el Dr. Bond se las ingenió para hacer una observación valiosa.
La confluencia de problemas puede servir como un “llamado a despertar”, y como anunciador del cambio climático, dijo él. “Tenemos una oportunidad real con esta clase de eventos para ver lo que va a pasar, y mostrarle a los señores, ‘Hey, esta es la consecuencia de jugar con el clima’”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
viernes, 13 de noviembre de 2015
Expresión postnatal. El dificil nacimiento de Dear Frankie, una película acerca de un niño de Greenock adaptándose a la presencia de un padre
Expresión postnatal. El dificil nacimiento de Dear Frankie, una película acerca de un niño de Greenock adaptándose a la presencia de un padre, llevó a la directora Shona Auerbach y la escritora Andrea Gibb a reconsiderar el papel de los padres modernos.
Sábado 15 de enero de 2005.
Las películas, como los bebés, necesitan tiempo para gestarse, aunque para los primeros el tiempo entre la concepción y el nacimiento está alrededor de nueve meses. En el caso de Dear Frankie, la sentimental cinta escocesa que levantó elogios en Cannes pero la cual ha dividido a la crítica británica, la espera fue unos seis años…¿un tiempo de ansiedad para sus preocupados padres?, la directora primeriza Shona Auerbach y la guionista Andrea Gibb. Mientras Dear Frankie desarrollaba su camino a través de varias reuniones, cambios de guión y lo que sea que se les ocurra a los cineastas como ¿preproducción?, el ciclo de vida de ambas mujeres también cambió.
Auerbach parió dos bebés reales y a través de esa experiencia encontró que podía entender mejor los sentimientos de Lizzie, la madre soltera de 28 años de edad del niño de nueve años Frankie.
Mientras tanto Gibb, quien escribió el guión original como un corto de 15 minutos cuando su propio hijo tenía nueve años y su carrera estaba empezando, maduró como una de las guionistas más prolíficas de Escocia.
Inicialmente, lo que juntó a las dos mujeres fue el azar. Auerbach simplemente se tropezó con el guión de Gibb; ellas nunca se habían conocido, ni siquiera vivían en el mismo país. Lo que las mantenía juntas fue compartir intereses y experiencias comunes de vida, lo cual les dio la determinación para llevar a Dear Frankie hasta la pantalla grande.
Fue la emoción inherente al guión de Gibb lo primero que tocó a Auerbach. “Si voy a ser honesta, me hizo llorar”, dice la mujer de 37 años en su cálido acento de Warwickshire. “Si tuviera que analizarlo, fue probablemente debido al amor incondicional de esta mujer por su hijo, el hecho que te hace ir a donde sea, aún si vas por el camino equivocado, porque amas a alguien. Me fascina totalmente ese tipo de pasión”.
Ella también estaba experimentando algunos cambios propios. “Yo estaba realmente perspicaz la primera vez que lei el guión y, fue entonces cuando me embaracé. Pienso que a medida que pasaron los años y empecé a tener hijos, empecé a entender a Lizzie”.
A pesar de su simplicidad, el argumento de Dear Frankie es moralmente complejo. Lizzie le hace ver a Frankie que su padre, Davey, está lejos en altamar cuando en realidad ella lo dejó hace un os años por razones que se hacen evidentes a medida que la película progresa. Lizzie escribe cartas a su hijo y le hace ver que son de Davey, les pone estampillas extranjeras las cuales Frankie pega en un álbum. Cuando Frankie se entera que el barco donde se supone que trabaja Davey pronto atracará en su cidad de Greenock, Lizzie tiene que encontrar un padre sustituto quien fingirá ser Davey por un día. Su amiga le recomienda a un hombre que ella conoce; un hombre cuyo nombre nunca conocemos. Frankie, por cierto, es sordo.
La festiva y fumadora madre de Lizzie es el tercer miembro de esta curiosa unidad familiar y su relación con su hija es alterna entre agradable y truculenta. Mientras tanto la relación hostil y de negocio de Lizzie con el extraño se suaviza. Ella empieza a responderle a él como una mujer más que como una madre preocupada, lo cual le agrega perspicacia a la conclusión agridulce de la película.
Pero es la relación que el extraño desarrolla con Frankie lo que da a la historia su gancho emocional. Lo que Gibb inicialmente planteó como una exploración del ser padre desde la perspectiva de una madre soltera se había convertido en un ensayo cuestionador acerca de la paternidad, de hecho, en los distintos festivales donde se mostró fueron los hombres quienes tenían lágrimas en sus ojos cuando encendían las luces.
“La película parece haber llegado a las audiencias masculinas”, admite Auerbach, agregando que un “impresionante” número de hombres habían sido impactados por esta. Gibb concuerda. “Pienso que la película es acerca del vínculo masculino”, dice ella. “A menudo vemos una imagen negativa proyectada sobre la masculinidad y los padres, pero de hecho es muy importante para los muchachos ver que hay algo positivo, un lado positivo, constructivo de la masculinidad y yo quería explorar eso”.
Pero la película tiene otras resonancias para la escritora y la directora. Como Frankie, Gibb de 43 años fue criada por su madre y abuela sobre una tienda pequeña en Greenock, donde fue filmada Dear Frankie. Su padre estaba ausente a menudo, trabajaba en altamar. Auerbach quien creció en Warwickshire, vivió por un tiempo con su abuela escocesa. Cada mujer tiene una niñez enraizada en hogares matriarcales.
Si Dear Frankie tiene un antecedente cinematográfico ese es Kolya, una película checa de mediados de los años ’90 en la cual un músico mayor se convierte en el padrastro accidental de un niño de cinco años. Pero Auebarch mira hacia Europa Oriental de otras maneras también. Despues de estudiar cine en Manchester, ella se mudó a Leeds para hacer una maestría y pasó el año final de ese curso estudiando en la Polish Film School en Lodz. La experiencia le abrió los ojos. “Pienso que fue probablemente el tiempo más inspirador que haya tenido. Eso cambió la manera como yo miraba el cine. Es trajo una libertad a mí”.
El estilo de Auerbach en Dear Frankie toma su inspiración de las técnicas que absorbió en Polonia y desde ese mismo sentido de libertad. El resultado es la realización de un tipo de película muy visual, lenta y deliberadamente fotográfica. Imágenes más que palabras se convierten en la herramienta de la decisión. Para crear su paleta de colores, verdes y marrones mudos, Auerbach estudió el trabajo de los muchachos y muchachas de Glasgow.
“Pensé que ellos capturaban la luz tan hermosamente, no necesariamente de manera romántica pero muestran que hay calidez en la luz…Lo que eso hacía era lo que yo había intentado: enfocar la película pareciendo firme y generando calidez. Era importante para mí evitar hacer una película firme y dura”.
Interesantemente, algunos críticos describieron la dirección de ella como “si fuese una pintora frente a un lienzo”. ¿Tiene ella algún vínculo sanguíneo con Frank Auerbach, el pintor abstracto alemán quien, como el padre de ella, llegó a Bretaña como un refugiado judío desde la Alemania nazi? “¿Quién sabe?” ella ríe. “Le escribí cuando yo tenía como trece años sugiriendo que él podría tener algún vínculo sanguíneo conmigo y él me escribió de vuelta, una carta muy agradable donde decía de donde era su abuelo. Pero no sabemos si somos parientes. En alguna parte del árbol genealógico tal vez podríamos serlo”.
Para Auerbach, hacer esta película, fue en cada sentido, un asunto familiar: su esposo, Graeme Dunn, operó la cámara. Andrea Gibb estaba fascinada por la manera como ellos trabajaban juntos, aparentemente diciéndose muy poco a cada cual.
“Ellos se mantenía totalmente silenciosos e increíblemente calmados y Shona apenas tocaba el hombro de Graeme y el movía la cámara con mucha delicadeza”, dice ella. “Ellos fueron simbióticos. Era como si fuesen una sola persona cuando estaban trabajando”.
Si los seis años de gestación de la película fue duro para sus creadores, el punto álgido es que Dear Frankie llegó a las pantallas en un momento cuando la paternidad es noticia de primera plana. Los protestantes de la campaña Fathers 4 Justice se están convirtiendo en un punto regular de los encabezados; el antiguo secretario del hogar David Blunkett creó una tormenta mediática con su intento de establecer su paternidad respecto al hijo de su expareja que está por nacer; y la semana pasada Tory MP Ann Widdecombe publicó su segunda novela, Father Figure, acerca de un maestro cuya esposa lo deja, y se lleva sus dos hijos. La novela sigue la carrera de él por mantener contacto con sus hijos mientras encuentra que la ley está contra él.
Tal vez son estos temas específicos lo que le ha dado a la película su fuerte ímpetu comercial.
Mucho antes que fuera seleccionada para mostrarla en la pretigiosa sección Un Certain Regard del Cannes Film Festival del año pasado, Dear Frankie había sido escogida por Miramax, la compañía de distribución estadounidense dirigida por el legendario Harvey Weinstein.
Los ejecutivos de Miramax vieron una versión abreviada de la película en MIFED, un espectáculo de la industria del cine realizado en Milán, y compraron los derechos. El propio Weinstein viajó a Londres para ver una versión completa y le gusto mucho. Aunque aun tiene que abrir estrenarse oficialmente en algún lugar, ya ha sido vendida oficialmente en todos los territorios principales y ha ganado 12 premios en festivales de películas alrededor de Europa y NorteAmérica.
Fue la muestra de Cannes, sin embargo, lo que Auerbarch y Gibb nunca olvidarán. “Nunca olvidaré ese viaje”, dice Auerbach.
“Nos dieron una ovación de pies, de 10 o 15 minutos”.
“Había centenares de personas ahí. La ocasión era muy especial e impresionante”.
“Ellos empezaron a aplaudir”, recuerda Gibb, “y el aplauso se mantuvo. Pensamos que era pura cuestión del momento así que nos volteamos y ellos estaban colgando de los balcones gritando ‘¡Bravo!¡Bravo! Las personas decían que parecía que me hubiesen dado un martillazo en la cabeza”.
La calidez no se extendió hasta los críticos.
Dear Frankie puede ser del agrado de la audiencia pero su contenido emocional ha permitido reclamos de sentimentalismo y, aunque Gibb sostiene que las revisiones han sido mezcladas, Auerbach admite que no es una película de la crítica. Pero ella no parece molesta. Hay, dice ella, una línea entre lo emocional y lo sentimental y ella no es una directora sentimental. “Pienso que cualquier cosa emocional tiene el riesgo de pararse sobre esa línea. Es muy duro ir sobre esa línea y no pararse sobre ella. Pero espero no haberlo hecho”.
Ahora, Auerbach está de vuelta en el mundo de los comerciales de TV donde ella se ha labrado un nombre como innovativa directora de campañas para Nescafé, Whiskas y Domestos. Ella no se siente afectada por los ocasionales comentarios superficiales de los habitantes del mundo del cine: los comerciales pagan la hipoteca y le permiten vivir en Warwickshire con su familia. Pero hay otros proyectos de películas burbujeando, principalmente una estadounidense con guión escrito por un primo a quien tenía mucho tiempo sin ver que ella encontró en San Francisco hace dos años, y otra que caracteriza como “una historia de amor trágica”. Tambien tiene una trilogía bajo la manga, y no está corta de ambiciones.. ¿Cuál película veremos primero? “¿Quién sabe?” ríe ella. “Estoy considerándolas todas en este momento, y trato de ser una buena mamá a la vez”.
Mientras tanto Gibb trabaja en otros guiones, incluyendo una adaptación de la novela de Louise Welsh, The Cutting Room, protagonizada por Robert Carlyle. Pero no descarta trabajar con Auerbach de nuevo. Como la película de Ken Loach, Sweet Sixteen, dear Frankie fue filmada en el pueblo de Gibb, Greenock. Sugiero que ella se puede convertir para Auerbach en el Paul Laverty de Ken Loach, produciendo fabulas soñadas donde el equipo escritor/director se concentra en dramas intensos. Ella rie, pero siento que le gusta la idea.
Lo que ella planea hacer es pagar su dinero e ir a ver Dear Frankie en un cine de Greenock. “Se estrena en el Waterfront el viernes y pienso que podría llevar a mi mamá y mi papá, y entonces ver que piensan los lugareños de la película”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
miércoles, 11 de noviembre de 2015
Episodios Olímpicos. La última carrera de Steve Prefontaine.
Cuarenta años después de la muerte de ícono de la pista, su vida continua afectando atletas en todas partes, y su pérdida acecha a los familiares.
Mary Pilon. Grantland. 29 de mayo de 2015.
El 29 de mayo de 1975, luego de ganar una carrera de 5000 metros en Hayward Field en Eugene, Oregon, temprano ese día, Steve Prefontaine asistió a una celebración luego de la carrera. La fiesta fue en casa de su amigo Geoff Hollister, encajada entre los árboles de la parte vieja del pueblo. La noche estaba clara, el ánimo era de júbilo. Varios corredores de la élite, Jon Anderson (el ganador de la maratón de Boston de 1973 e hijo de Les Anderson, el alcalde de Eugene en ese momento) Kenny Moore y Frank Shorter, entre otros, estaban en casa de Hollister esa noche. Hasta los padres de Prefontaine, Ray y Elfriede, estuvieron ahí por un momento antes de hacer el recorrido de dos horas de vuelta a su pueblo de Coos Bay.
Alrededor de la medianoche, Prefontaine de 24 años, se despidió, subió a su MG amarillo mantequilla escocesa, y le dio a su amigo Shorter un aventón hasta la casa de Moore, donde Shorter se quedaría por esa noche. En la era muy anterior a las carreras de grandes premios en metálico, pagos por apariciones, y negocios de publicidad de zapatos, los corredores élite como Shorter y Prefontaine recurrían a la economía de dormir en el sofá de un amigo.
Shorter había sido una adición tardía a la reunión, fue a Eugene desde Colorado luego que el rival de Prefontaine, el medallista olímpico Lasse Viren había declinado la invitación. Prefontaine había tomado el teléfono y llamado a Shorter, quién había ganado una medalla de oro en la maratón de los Juegos Olímpicos de Munich 1972, para ver si podía venir. “Oh”, me dijo Shorter que le dijo a Prefontaine. “¿Necesitas a alguien a quien vencer?”
Los dos rieron. Shorter asistiría.
Pero Prefontaine quería algo más de él. Prefontaine tenía una disputa en curso con el Amateur Athletic Union, y necesitaba apoyo. Frente a la casa de Moore, sentado frente al volante del carro habló con Shorter. ¿Cómo podían los corredores profesionales como ellos vivir del deporte? ¿Cuál sería su próximo movimiento? Los oficiales de AAU dijeron que si los atletas querían seguir siendo “amateur” y elegibles para los Juegos Olímpicos, no podían recibir pagos por aparecer en pruebas de pista, eso limitaba las opciones de los atletas quienes necesitaban financiar sus carreras.
Con cabello dorado, carisma de estrella de cine, y un aire rebelde, Prefontaine estaba redefiniendo lo que significaba ser un atleta olímpico. A través de su fama como corredor duro con una zancada feroz y naturaleza extrovertida, él emergió como un rebelde con causa: mejorar la vida para los atletas trabajadores. Ni Oregon ni el deporte de las carreras habían visto nunca una personalidad tan marcada como la de Prefontaine, sin mencionar su irreverencia para criticar al cuerpo directivo de su deporte. Con sus amigos de Eugene, Prefontaine fue uno de los primeros empleados de una pequeña compañía de zapatos que luego se llamaría Nike. Sus esfuerzos para apoyarse, convierten al lugar de las carreras en asunto cultural, e involucra a los atletas de la industria que fue construida con su trabajo para que tuvieran unas consecuencias duraderas.
Luego de su conversación frente a la casa de Moore, Shorter salió del carro. Los dos acordaron hacer una carrera de entrenamiento la mañana siguiente para continuar la conversación.
Segundos después, cuando Prefontaine empezó a manejar por el estrecho y ventoso pasaje de Skyline Boulevard, perdió el control de su MG y se volteó. Quedó aplastado bajo el peso de su carro. Justo después de la media noche del 30 de mayo de 1975, Prefontaine moría.
Poco después de su muerte, el Congreso aprobó el Amateur Sports Act de 1978, aportando un marco legal más ventajoso para los atletas. Correr había pasado de ser un pasatiempo reservado para los olímpicos a un hábito para las masas. Y Nike tenía un mercado de capitales de casi 90 mil millones de dólares. Es un imperio de transacciones comerciales que continúa tejiendo su historia de origen corporativo con la biografía de Prefontaine.
Pero aún 40 años después, su muerte y las preguntas que la rodean flota sobre los lugares donde empezó y terminó su vida y las personas que dejó atrás. A pesar del alcance global de su legado, la suya es la historia de un pueblo pequeño.
Steve Roland Prefontaine nació el 25 de enero de 1951. Su padre, Ray, conoció a su madre alemana, Elfriede, mientras cumplía el servicio militar de Estados Unidos durante la segunda guerra mundial, y como muchos veteranos, regresó a los Estados ansioso de establecerse y levantar una familia. Ellos se dirigieron a Coos Bay, en la esquina noroccidental del país, donde Ray tenía familia. (Al principio, Elfriede casi no hablaba inglés).Steve tenía una media hermana mayor, Neta, y una hermana menor, Linda, y la familia vivía en una casa modesta en Elrod Street, su hogar estaba distinguido por una placa de madera hecha por su padre que proclamaba “Mr and Mrs. R.G. Prefontaine” en letras de plata.
El pueblo de Prefontaine es un estudio de contradicciones. El olor de la arena se mezcla con la esencia de la madera cortada. En las cenas, los leñadores envuelven sus manos cicatrizadas alrededor de tazas de café. Algunas tienen dedos ausentes, un peligro común de la profesión. Nadie pestañea. Los hippies no lo piensan dos veces para encender un pito en el descampado. El anuncio del teatro egipcio de art decco aun anuncia las películas. La histórica oficina de correos ahora es un museo de arte, y los trenes de carga descansan sobre las vías. Algunos ya no funcionan. Pero entre 1960 y 1970, la población de Coos Bay se duplicó hasta 13.000, mientras familias como los Prefontaine se establecieron, multiplicaron, y florecieron desde la estabilidad de la clase obrera en las industrias de la pesca y maderera.
Prefontaine se convertiría en esa personalidad inusual que atraía a los melenudos de la izquierda y a los leñadores y pescadores de la derecha. Como sus aficionados “Pre’s People”, como ellos se autodenominaban, Prefontaine tenía un fuerte distintivo que no trataba de esconder, un punto en su hombro que lo hacía reconocible para el residente típico de Coos Bay.
“Pre era más que un nombre”, dijo el autor, antiguo luchador colegiado, y muchacho maravilla de Oregon, Ken Kesey en el documental de 1995 Fire on the Track. “Era una condición”.
Prefontaine intentó jugar con el equipo de futbol americano de Marshfield High School, pero era muy pequeño. En natación se hundía. En baloncesto tampoco resultó. “Pero él era bueno en los juegos de carreras en nuestra cuadra”, me dijo Jay Farr un amigo de Prefontaine en la secundaria.
Así que en su primer año en la secundaria, Prefontaine decidió tratar con atletismo.
Ellos corrían en las dunas, corrían en las calles, corrían en los bosques. Durante el invierno, corrían larga distancia en los baños y discutían con los futbolistas en los camerinos de Marshfield High School acerca de que era más duro: natación, futbol americano, o atletismo de pista.
Para ser la secundaria de un pueblo pequeño, el programa de pista de Marshfield era excepcional. El entrenador de pista de Marshfield, Walt McClure, era el hijo e un corredor olímpico y había corrido para Bill Bowerman en la University of Oregon. A solo dos horas de distancia, en Eugene, Bowerman estaba tratando de divulgar el concepto de que correr era un pasatiempo casual, un hobby que cualquiera podía hacer en cualquier lugar. Su libro, Jogging, llegaría a convertirse en una biblia en el deporte, contra grandes pronósticos. En Oregon, la visión de Prefontaine y sus amigos de la secundaria corriendo por la carreteras era típica, pero en otras partes del país eso habría sido considerado algo raro. Pocas personas corrían por diversión en aquellos días. A los escépticos les gustaba preguntar de que corrían las personas.
Prefontaine tuvo temporadas respetables de primer y segundo año con el equipo de campo traviesa, pero no hizo nada especial. El tercer año fue diferente. McClure se hizo conocido por usar un rosario de cronometros mecánicos, uno para cada corredor. Él colocó a Prefontaine en un régimen de entrenamiento más intenso, una nueva estrategia que luego se conirtió en patrón. La rutina de entrenamiento de Prefontaine era tan intensa que McClure le rotaba los compañeros de entrenamiento, porque sino cada corredor se iba a desgastar. Él lograba cada intervalo que McClure le pedía.
“Una de las grandes cualidades de Pre es que hacía que todo el que estaba cerca de él mejorara”, dijo Mac McIntosh, un vallista del equipo regular durante el cuarto año de Prefontaine. McIntosh se autodescribía como “militar malcriado” y “flaco de segundo año” de ascendencia caucásica y japonesa, y era nuevo en el pueblo. Estar en el equipo la daba a Mcinstosh una excusa para merodear entre los hombres de clase alta. Él recuerda la vista de un grupo de franelas del equipo de pista mientras avanzaban alrededor del giro. “Pero Pre siempre tenía una franela limpia al frente”, dijo McIntosh. “Él comandaba cada carrera”.
McIntosh fue a competir en las vallas en la United States Air Force Academy y sirvió como coronel antes de retirarse de la fuerza aérea en 2005 y regresar a Coos Bay con su esposa. En el tiempo que él estuvo afuera, la población de la escuela ha disminuido en más de la mitad, así como las industrias maderera y de pesca se han evaporado desde su niñez. Hoy, McInstosh, quien recibió su primer par de zapatos de correr de Prefontaine, es el entrenador principal de Marshfield. Él teje sus popias anécdotas acerca de Prefontaine en las tertulias con sus estudiantes.
Prefontaine recibió atención nacional cuando estableció la marca de secundaria para las dos millas (8:41.5) en 1969. Las cartas de los reclutadores universitarios inundarom el buzon de correos de los Prefontaine. Él decidió quedarse cerca del hogar y asistió a Oregon, donde Bill Bowerman, su entrenador de secundaria y una figura cada vez más conocida en el deporte, lo estaba esperando.
Cuando las personas hablan de la época de Prefontaine en Oregon, ellas tienden a usar lenguaje religioso: “intervención divina”, “un milagro”, “intervención de la mano de Dios”, “un evento sobrenatural”. Fue el lugar adecuado, el tiempo adecuado, el tipo adecuado.
Correr se estaba haciendo más popular en todas partes. A finales de los años ’60 el acceso a mejores zapatos de carrera se estaba expandiendo, hasta en Coos Bay, uno podía comprar un par de zapatos atléticos Onitsuka Tiger (después conocidos como Asics. Además de los Tigers, Converse Chuck Taylors y New Balance Tracksters, pioneros del expansivo negocio de los zapatos deportivos, eran vendidos al creciente númerode atletas casuales. La rebelión política y el brote contracultural abrió la puerta para que los tipos delgados se hicieran agradables.
Pero en Eugene, originalmente nombrado “Skinner’s Mudhole”, correr ya era una manera de vivir. El clima agradable de Eugene y suaves caminos era ideal para las carreras de caminos; era el hogar del evangelista Bowerman. Al trabajar con los entrenadores de Oregon, Bowerman y Bill Dellinger, un antiguo olímpico, Prefontaine se adjudicó títulos de NCAA todos sus cuatro años en la escuela. Cada vez que él entraba a la pista, el fervor hacía erupción en Hayward Field. Él era reconocido en el campus por los corredores y los no corredores. Él no corría con la elegancia que inspira admiración en los aficionados, sino con esfuerzo obvio. Parecía desgastado cada vez que cruzaba la meta. Las multitudes enloquecían. “No había nada como verlo correr”, dijo Sherry Shirley. “Era eléctrico”.
Durante parte de su carrera universitaria, Prefontaine compartió con Shirley y su esposo Cliff, una pareja local quien lo conoció mientras eran voluntarios como oficiales de pista. Cliff Shirley a menudo empleaba atletas universitarios locales, inluyendo a Prefontaine, para trabajar en varios de sus negocios. Prefontaine corría docenas de millas a través de las calles de Eugene cada semana. La visión de él preparándose para una carrera era tan común como los protestantes antiguerra y las hileras de árboles en las calles. Él fue el más raro de los atletas de élite: un verdadero lugareño.
Sentado en el comedor de Yale University en 1969, el estudiante de cuarto año Frank Shorter hojea un ejemplar de Sports Illustrated y lee que un estudiante de secundaria estaba superando los tiempos que Shorter estaba marcando en las competencias de NCAA. Y el no tenía miedo de que las personas lo supieran. Prefontaine estaba labrando una reputación como el más intimidante de los competidores: el que hablaba de un juego grande y lo ejecutaba. Shorter se volteó hacia alguien en la mesa.
“Jesus”, dijo Shorter. “Este muchacho de secundaria de Coos Bay está corriendo más rápido que yo”.
Desde ese momento, la carrera de Prefontaine pareció imparable. Derribó records colegiales y nacionales y compitió en los Juegos Olímpicos de Munich 1972. Se esperaba que Prefontaine al menos aterrizara en el podio de los 5000 metros.
“Él es lo suficientemente inexperto de muchas maneras para no saber cuan buenos son los otros”, dijo el narrador mientras Prefontaine avanzaba en la pista olímpica liderando el pelotgón cuando faltaban tres vueltas. A doscientos metros del final, Prefontaine todavía estaba en un pequeño grupo al frente. “Estos son los medallistas”, dijo el narrador. Pero el rival finlandés de Prefontaine Lasse Viren surgió al frente para ganar la medalla de oro, y Mohammed Gammoudi de Tunez e Ian Stewart de Gran Bretaña pasaron como dardos frente a Prefontaine, quien perdió la medalla de bronce por menos de un segundo. Fue una derrota descorazonadora, pero eso solo incrementó su leyenda.
“Prefontaine pierde en la zancada final”, dijo el narrador.
Prefontaine no solo estaba estableciendo marcas colegiales y nacionales. Él se estaba convirtiendo en uno de los críticos más acérrimos de la Amateur Athletic Union, el cuerpo de gobierno de los atletas de pista. Para la época, los atletas necesitaban solicitar permiso para competir en enventos que no fuesen organizados por la AAU, un asunto de gobierno que limitaba su posibilidad de ganar dinero mediante el patrocinio y los pagos por aparición.
Prefontaine vivía en un remolque en Glenwood con su compañero deequipo de Oregon Pat Tyson. Glenwood, justo en las afueras de Eugene, es conocido por la mayoría de los locales como el hogar de un gran basurero. Prefontaine y Tyson tuvieron problemas racionando el tanque de cinco galones de agua para la ducha después de las carreras de entrenamiento de seis millas. “Tenías que hacerlo rápido”, dijo Tyson. Pero era el lugar perfecto para iniciar una revolución atlética subterránea relacionada al amateurismo. “Pre estaba tratando de ser un corredor de aliento de clase mundial”, dijo Tyson, “pero eso era un estilo de vida de simplicidad. En algunas maneras, eso no es algo malo porque te mantiene con hambre. No eres consentido. No eres un esclavo de las circunstancias. Hay una parte de pureza”.
Hay una ironía: La pureza de pelear por la vieja idea del amateurismo que significaba mantener limpio el deporte. Pero Prefontaine podía ver cuan corrupto era este en verdad. Un atleta tenía que comer. Con la esperanza de ganar algo de dinero y promover su deporte, Prefontaine se convirtió en uno de los primeros empleados de una compañía llamado Blue Ribbon Sports; en 1971, el nombre fue cambiado a Nike. Él viajó alrededor del sur de Oregon con otro tempranero empleado de Nike, Geoff Hollister, para tratar de vender los primeros modelos de zapatos de la compañía y hablar en las escuelas.
En 1975, Nike todavía era una empresa pequeña, usualmente al borde del desastre financiero. La compañía staba lanzando sus primeras líneas de zapatos, y aun tenía que contratar una agencia de publicidad.
Nike y su cofundador, Phil Knight, desde entonces han redefinido a Eugene como una pequeña pero poderosa meca deportiva, con la Matthew Knight Arena de baloncesto, el “jockbox” la facilidad de tutoreo del estado del arte de los estudiantes-atletas, y remodelaron las facilidades de entrenamiento cercanas a Autzen Stadium, y se extendieron en los trabajos. Luego de años difíciles, la actividad de pista en Eugene ha rebotado, impulsada por los dólares de Nike. Una élite de competiciones ha llegado a la ciudad, incluyendo las pruenas olímpicas de pista de 2008 y 2012. Eugene también fue nombrada recientemente como anfitriona de las pruebas olímpicas de 2016 y del Campeonato Mundial de Atletismo IAAF 2021. En el campus de Nike en Beaverton, a dos horas de camino al norte del parque de remolques de Glenwood donde Prefontaine solía vivir, existe ahora una estatua de él. Un edificio de apartamentos cercano a Hayward Field lleva el nombre “The Prefontaine”.
Los críticos se quejan de que la pista en Eugene se ha “corporatizado”. Las vueltas de la victoria, una vez una rareza en los días de Prefontaine, ahora son patrocinadas. Términos como “Tracktown” o “Histórico” Hayward Field han sido acuñados para capitalizar el legado deportivo. Algunos rechazan un poco la apropiación. (“No tienen que decir que son ‘históricos’”, me dijo un antíguo colega de Prefontaine). Pero para otros, los términos son un recordatorio de la forma como el corrió. “Apreciamos nuestro legado”, dijo el compañero de equipo de pista de Prefontaine en la secundaria Mac McIntosh mientras se sentaba en un banco en la renombrada Prefontaine Track de Marshfield High. “No se trata de que llegó cuarto en los Juegos Olímpicos de 1972. Se trata de que corrió para ganar desde dos vueltas antes de la meta”.
Pero el 30 de mayo de 1975, el legado de Prefontaine todavía estaba en proceso. Luego de dejar a Shorter, se fue en el carro. Arne Alvarado, un joven de 16 años de South Eugene High School, estaba en su casa en Skyline Boulevard. Desde su vista del piso de arriba, no pareció que Prefontaine estaba acelerando. “Él solo estaba manteniendo una velocidad”, dijo Alvarado.
Entonces, dijo Alvarado, el vio que Prefontaine giró abruptamente a la izquierda para evitar las luces de un vehículo que se aproximaba.
Su padre, Bill Alvarado, dijo después que el oyó “el frenazo de un neumático, un sonido estridente, y luego silencio”, de acuerdo al reporte de la policía. Se vistió rápidamente y fue a la calle para ver si podía localizar el accidente. A medida que avanzaba en la calle, dijo Alvarado, vio al otro carro acercándose a su residencia, “viajaba a gran velocidad”. Él levantó sus brazos para tratar de pararlo, pero siguió de largo, de acuerdo al reporte.
Entonces Alvarado subió a su carro y trató de seguir al otro carro mientras este se desplazaba en Sjyline Boulevard, de acuerdo al reporte policial. Fue incapaz de alcanzar al otro carro. De vuelta a casa, vio el carro de Prefontaine volteado. Entró a su casa y le dijo a su esposa que llamara a la policía. Le dijo a su hijo, Arne, que se quedara adentro de la casa, una orden que Arne dijo que ignoró.
“Yo no sabía que era Steve”, dijo Arne Alvarado. “Era solo una persona debajo de un carro. Estaba jadeando. Estaba convulsionando”.
El peso del carro estaba aplastando a Prefontaine. “Steve estaba vivo cuando llegué allí”, dijo Arne Alvarado. “Todo lo que pude hacer fue decir, ‘Lo siento. No te puedo ayudar’. Eso siempre ha gravitado sobre mí. Siempre he tenido un profundo resentimiento hacia el otro conductor”.
El oficial de policía Rex Ballenger justo había llegado a casa luego de un largo turno cuando sonó el teléfono. Era alguien de la estación. Había ocurrido un accidenta fatal en Skyline Boulevard, un zona residencial típicamente tranquila de la ciudad. ¿Podía él ir a revisar?
A la edad de 28 años, Ballenger no era extraño a las escenas más horrorizantes, extremidades quebradas, sangre, cadáveres fríos. Como muchos otros policías de la nómina del departamento de policía de Eugene, el era un militar veterano, un hombre de la naval vinculado a los cuerpos de la marina. Para el momento cuando sonó su teléfono, el había hecho reportes por apenas media docena de accidentes mortales en el area de Eugene en su carrera. Él aún tnía uno en la memoria, un carro que se había estrellado contra una cabina telefónica en Oak Patch Road.
Minutos después, Ballenger estaba estacionado en Birch lane al pie de la montaña. La luz de un poste a unos cuarenta metros del choque iluminaba la escena. Había otros policías ahí. “Yo podía oler el alcohol cuando salí del carro y este estaba a media cuadra de distancia”, dijo él.
Ballenger empezó a ensamblar su reporte policial, trabajando en grupo con otros oficiales en la escena. Habló con Bill Alvarado y el conductor del otro carro. Él determinó que el accidente involucró al carro de Prefontaine y un “objeto fijo”. La deducción de Ballenger fue que el carro de Prefontaine había estado viajando por el canal derecho mientras se acercaba a la curva y “entonces empezó a desplazarse hacia el canal izquierdo, se salió de la carretera luego de saltar el hombrillo y golpeó el muro de rocas”.
Ballenger trató de determinar la velocidad a la cual había estado viajando el carro de Prefontaine. La policía miró entre los arbustos en la oscuridad para segurarse de que otro pasajero no hubiese salido disparado desde el vehículo. Un oficial encontró la cartera de Prefontaine y le dijo a sus colegas del accidente automovilistico de quien estaban investigando: El residente más famoso de Eugene.
“Sabías que iba a haber mucha investigación”, dijo Ballard.
Años después, Ballenger dejó el departamento de policía de Eugene, pero él todavía vive en la ciudad. Trabajó como vendedor de veleros, luego como agente inmobiliario; ahora está felizmente retirado con su esposa. Es voluntario como oficial de pista en Hayward.
Ballenger narra su cuento en Sam’s Place en Wilson, un bar deportivo de paneles de madera al oeste de Eugene, lleno de pantallas planas, banderines, y anuncios de cerveza de neon. Ahora es calvo con un bigote gris. Mantiene la postura y el estado de alerta de un expolicía, pero eso está mezclado con la naturalidad y el humor de un hombre a quien te gustaría comprarle una casa.
En la pared detrás de él está una copia enmarcada de la portada de Prefontaine en Sports Illustrated.
La mañana después del accidente, la primera plana del Register-Guard mostraba un retrato grande y punzante del rostro de Prefontaine y el encabezado “El fin de una era”. Las banderas de la zona ondeaban a medio asta. Un grupo de compañeros de trabajo compungidos se reunieron en la tienda del centro donde él trabajaba.
Jeff Galloway, un amigo de Prefontaine, dijo que el estuvo entre los primeros que llegaron a la escena del choque. Luego de oir las noticias, él rápidamente manejó desde Lake Tahoe. “No puedo describir porque quería hacer esto”, dijo Galloway. “Porque generalmente no frecuento estos parajes. Tenía que ver la escena”.
Él notó una mancha de gasolina en la carretera y restos de vidrio. “Recogí algunas cosas. Nunca había hecho algo así antes. Era una solidaridad con Pre”.
La hermana de Prefontaine, Linda, había estado en la tribuna ese día con sus padres para ver la carrera y se fue a casa después a estudiar. La carrera fue la última vez que vio a su hermano vivo.
Al amanecer, el carro de Prefontaine fue volteado sobre sus ruedas y remolcado hacia Al’s Towing en Garfield Street. El cuerpo de Prefontaine fue llevado a la funeraria England.
Linda recuerda levantarse esa mañana y recibir la llamada de que su hermano había muerto en un choque automovilístico. Sus padres fueron al apartamento de ella. Les explicaron brevemente lo que la policía encontró en el sitio. “Su versión”, dijo ella.
“En principio, es completamente debilitante”, dijo ella. “No comes. No tienes apetito. Estás enferma físicamente”.
Ray Prefontaine le dijo a su hija que él no era capaz de manejar de vuelta a Coos Bay. Ella se puso detrás del volante y se puso en camino hacia la costa. Viajaron en silencio.
La mañana siguiente, Frank Shorter bajó por la colina para examinar la escena del choque.
La muerte de Prefontaine es referida como un cuento de precaución acerca de manejar borracho. Pero Shorter entonces y ahora mantiene que aunque hubo cerveza en la fiesta esa noche, y Prefontaine pudo haber bebido algo, él no estaba intoxicado. Shorter no se habría montado en el carro si aquel hubiese estado bebido.
Como cualquier as de las carreras, Shorter mide muchos de los resultados de su vida en segundos. Eso se convirtió en el caso de lo que él describe como su “culpa de sobreviviente” en la muerte de Prefontaine. “Si hubiéramos hablado 30 segundos más o 30 segundos menos”, dijo Shorter. “Cinco segundos más o cinco segundos menos…”
El joven de 16 años Alvarado dijo que le pidió a su padre que hablara más con la policía acerca del accidente pero fue ignorado. Los Alvarado discutieron la falta de contacto entre los dos carros y como ellos en realidad no habían visto la cara del otro conductor. Basados en la evidencia física, sería virtualmente imposible contradecir el reporte policial.
“Pero me paré en la ventana y vi acercarse esas luces hasta unirse”, dijo el más joven de los Alvarado. “Es lo que es”.
Casi instantaneamente, empezaron a surgir rumores sobre el “otro conductor”. El reporte policíal y las noticias locales dan cuenta de lo ocurrido aquella noche a un joven de 20 años de edad, pero a los locales les gustaría saber si él de verdad estaba detrás del volante o si era su padre, un médico prominente de la ciudad. Se preguntaban también, si el otro conductor había estado intoxicado.
Los Shirley también oyeron rumores: El conductor había salido de Eugene por meses después del accidente; su padre, el doctor, tenía un problema de bebida y en verdad quien estaba en el carro aquella noche era él; él había convencido a su hijo de manejar el carro; su certificado médico estaba vencido; el hijo fue a la oficina del fiscal de distrito a “confesar” pero ellos no quisieron aceptar la confesión. Pero estos eran solo rumores.
Años después, como adulto, Arne Alvarado dijo, que se tropezó con el padre del conductor en el supermercado al pie de la montaña.
“Le dije la verdad”, dijo Arne Alvarado. “Quien había sido él. Él empezó a temblar mucho. Le dije que eso me había destruido como niño porque yo conocía a Steve. Steve era mi héroe. Y tener que experimentar esa noche y que eso me persiguiera desde entonces, oir en el radio el día siguiente que había sido un accidente de un carro y que Steve se había matado manejando borracho, eso fue muy duro para mí. Disculpen mi francés, pero eso siempre me jodió. Yo sabía que era un accidente dos carros. Lo vi”.
Los recuentos de noticias locales de la época dicen que el conductor y su padre evitaron las preguntas de los reporteros. En marzo, yo marqué un número telefónico identificado como el hombre listado en el reporte policial como el otro conductor. Varias personas en Eugene me habían dicho que él había salido del pueblo y mudado a Seattle hacía años. Dejé un mensaje de voz y mi número de teléfono celular. Dejé otro. Todavía no he recibido llamada de respuesta.
Los días siguientes, la policía dio a conocer el nivel de alcohol en la sangre de Prefontaine, 0.16, bien por encima del límite para la época. Los miembros de su familia estaban molestos, porque hacer públicos niveles de alcohol en la sangre no era típico. Para su frustración, la muestra “desapareció después de eso”, de acuerdo a Linda Prefontaine, para prevenir cualquier prueba posterior.
En el décimo aniversario de la muerte de Prefontaine en 1985, el Register-Guard preguntaba, “¿Steve Prefontaine solo perdió el control cuando su carro golpeó las rocas?” El periódico citaba al examinador médico de Lane County quién preparó la autopsia diciendo que ese “no fue un procedimiento patrón” que la policía ya había ordenado sacar la sangre y tomar muestras. Quizás el tiempo podía afectar el resultado de una prueba, pero ¿era suficiente para determinar si Prefontaine todavía estaba por debajo del límite legal?
Algunas teorías más arriesgadas se adentraron en los chismes y continúan viviendo en línea. ¿Eso lo hizo la KGB? ¿Los rivales de Prefontaine en la AAU? ¿Estaba él eludiendo para evitar golpear a un pequeño animal? ¿Qué tal si un fanático de pista finlandés lo hizo para que Prefontaine no corriera contra Lase Viren en los Juegos Olímpicos de 1976?
El cuento más común es el de manejar borracho: Steve Prefontaine tenía muchos tragos encima y volcó su carro. Shorter y Linda Prefontaine, por lo menos, no lo aceptaron. Linda es vehemente en que Prefontaine no estaba ebrio esa noche. “Las personas que no estaban ahí no tienen idea”, dijo Linda. “Todavía tenemos nuestras creencias y la gente puede decir lo que quiera. Él no estaba borracho”.
Conocido como “The Rock” (“La Roca”), el sitio del choque de Prefontaine se ha convertido en lugar obligado para los visitantes de Eugene. Los oficiales agregaron un espacio de estacionamiento en la estrecha carretera para acomodar a los visitantes, quienes dejan rutas de carreras, medallas, zapatos, fotografías, y notas escritas a mano. Los Shirley, una vez arrendatarios de Prefontaine, dicen que van regularmente para recoger los objetos y guardarlos.
Daniel Wojcik, un profesor de inglés en la University of Oregon, empezó a visitar The Rock para entrevistar a los “Peregrinos de Pre” como parte de su investigación de testimonios modernos. La ambigüedad alrededor de la muerte de Prefontaine permite a las personas “construir nuevos significados desde el evento de la muerte”, dijo Wojcik, “las actividades en la Roca de Pre crean una narrativa significativa desde su muerte y reafirman su vida. Los individuos en memoriales informales y sitios de tragedia hacen más que conmemorar o lamentar; ellos intentan entender que ocurrió, buscarle sentido al desastre, o buscar acciones contra los irresponsables”.
Pero la mayoría de las personas quienes eran más cercanas a Prefontaine evitan la Roca.
“Lo entiendo”, dijo Linda Prefontaine. “Pero no quiero ser parte de eso. No quiero celebrar donde el murió”.
Luego de la muerte de su padre en 2004 y su madre en 2013, ahora es responsabilidad total de Linda manejar los derechos intelectuales ligados al legado de su hermano. Recientemente, ella confrontó a un artista quien pintó una imagen del sitio del choque, reclamó que él no tenía el derecho de hacer eso.
“Eso es egocentrismo”, dijo Linda. “Eso es muy narcisistico. Se trata de él, aunque él está usando el nombre de mi hermano. ‘¡Mírame! ¡Hice este gran dibujo!’ ¿De verdad? ¿Alguién quería hacer eso? ¿Una pintura de donde mi hermano murio? Eso es morboso”.
Ella trata de no escuchar, como hicieron sus padres antes de morir. “Mi madre diría, ‘Eso no lo va a revivir’”, dijo Linda. “’Eso no lo va a revivir’”.
En la mayor parte de los últimos 30 años, cada mañana de jueves, Jay Farr ha atado sus zapatos, enfundado sus pantalones de firma, de colores brillantes, para pista, y lleva un grupo de alrededor de una docena de corredores para una carrera en Coos Bay.
Luego de conseguir su grado universitario en Yale y un MBA de Stanford, él regresó a Coos Bay para hacerse cargo de la ferretería centenaria de la familia. Farr, quien se mantiene en forma atlética, también encabeza a un pequeño grupo que organiza una carrea anual de 10 K en la ciudad en honor a Prefontaine.
En una reciente mañana primaveral, ocho corredores se reunieron para correr unas cuatro millas. El sol atravesaba la niebla matinal e iluminaba las hileras de casas de tres habitaciones dilapidadas de posguerra y los túneles de pinos mientras los camiones cargados con troncos avanzaban. Una frazada de montañas verdes y tuneles de pinos aun envuelve a los ciudadanos de Coos Bay. Como muchos asentamientos de la costa de Oregon, Coos Bay se siente como un pueblo que el tiempo olvidó.
Dos películas, Prefontaine y Without Limits, aparecen como referencias para corredores de escuela secundaria, junto con el documental Fire on the Track. Sus estrenos llevaron a otra ola de aficionados de Prefontaine bien hasta principios de los años 2000. Por años, los visitantes a la casa de Prefontaine en Coos Bay serían saludados por sus padres y, en algunos casos, invitados a mirar álbumes de fotos familiares.
Los corredores toman tazas de café y caminan dos vueltas alrededor de la ferretería, especulando en como Coos Bay ha producido tal corredor y porqué ellos no pueden dejarlo ir.
Ellos señalan el éxito reciente de otra estrella deportiva nacido en Coos bay, Mark Helfrich, el entrenador de futbol americano de University of Oregon, quien tiene una fotografía de Prefontaine colgando fuera de su oficina. Los programas de pista siguen sobreviviendo a pesar de los fuertes cortes presupuestarios, dicen ellos, porque son relativamente baratos de ejecutar. A los niños de la escuela primaria Blossom Gulch, el alma mater de Farr y Prefontaine, les enseñan una unidad completa sobre la vida y filosofía de Prefontaine. Algunas de sus medallas y trofeos están en exhibición en un pequeño museo del centro, cerca de una gran escultura que lleva su nombre.
“Ellos aún tratan de encontrar su identidad como pueblo”, dijo Jay Farr. “Ellos hablan de cuando regrese la actividad maderera y la pesca. Y yo pienso, lo siento. Se fueron hace 30 años. No regresarán”.
Para Farr, la muerte de Prefontaine aún es personal.
“Nosotros hasta tomábamos lecciones de manejo juntos”, dijo Farr, con los ojos vidriosos. “Él sabía mejor que nadie lo que significaba no usar un cinturón de seguridad. Yo estaba sorprendido con él”.
A dos horas en carro de la roca de Pre en Eugene está Sunset Memorial Park, un cementerio en una colina a las afueras de Coos Bay. El viaje te lleva a través de pastos con vacas, túneles de árboles, y el rugido ocasional de U.S. 101, la carretera conecta a Coos Bay con el resto del mundo.
La tumba de Steve Prefontaine está ubicada en una colina, frente a un pantano brillante, flanqueada con árboles y cerca de las viás ferreas herrumbrosas donde él corría de niño.
A la izquierda de la tumba de Prefontaine está otra placa, donde su padre y madre, Ray y Elfriede, descansan, habiendo sobrevivido a su hijo 29 y 38 años respectivamente. Entre ellos hay un espacio vacío con grama donde la hermana de Prefontaine, Linda, dijo que será enterrada cuando llegue su momento.
Mary Pilon es la autora de The Monopolists, un éxito de ventas del New York Times sobre la historia del juego de mesa Monopoly. Ella previamente cubrió los deportes en el Times y los negocios en The Wall Street Journal.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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