viernes, 27 de noviembre de 2015

‘Sam Phillips: El hombre quien inventó el Rock ‘n’ Roll’, por Peter Guralnick

The New York Times. Dwight Garner 05-11-2015. Libros de The Times. Sam Phillips, el fundador de Sun Records en Memphis, frecuentemente es recordado por una simple frase: “¡Si pudiera encontrar a un hombre blanco quien tuviera el sonido y el sentir de un negro, yo podría hacer mil millones de dólares!” Parece cínico en el mejor de los casos, y racista en el peor. Él encontró a su hombre blanco, por supuesto. Cierto día, un Elvis Presley de 19 años llegó a su pequeño estudio. La música que grabaron en 1954 y 1955 fue una sensación, y trajo a otros muchachos pobres, desesperados y desconocidos del sur salvaje a la puerta de Phillips: Johnny Cash, Jerry Lee Lewis, Carl Perkins, Roy Orbison. El sonido que estos hombres hicieron en los años ’50, en canciones liberales que Phillips (1923-2003) grabó en cintas, cambió el sentir de la vida estadounidense. Phillips podría ser, como ha sugerido un periodista de música, el verdadero Tio Sam de Estados Unidos. En su hermosa y meticulosa nueva biografía, “Sam Phillips: The Man Who Invented Rock ’n’ Roll,”, Peter Guralnik se sale de la vía para aclarar el comentario “Negro feel” (“Sentir negro”) en un contexto más profundo. La esencia de ese contexto es que Phillips fue cualquier cosa menos cínico, para su era en cualquier caso, o racista. Phillips abrió la Memphis Recording Service, como se llamó en principio, para que los artistas tuvieran un lugar donde grabar. Le gustaba mucho el sonido de la música de góspel negro y las canciones de labores de cosecha desde que era niño. Entre las primeras personas que probó en su estudio estuvieron desconocidos llamados Howlin’ Wolf y Ike Turner. Al perder a Howlin’ Wolf con Chess records de Chicago pocos años después, Phillips diría, que fue la jugada más cruel de su carrera. Él lo llamaba el único artista quién podía “entretener a cualquiera desde el presidente de los Estados Unidos hasta la persona más pobre, negra o blanca, que me haya cruzado”. Phillips fue un adelantado de su tiempo. Los llamados discos de carrera se estaban vendiendo a comienzos de los años ’50, pero no ampliamente. Los sencillos que él grabó en Memphis no se estaban moviendo. Él estaba en peligro de salir del negocio. Cuando el tren misterioso que era Presley entró en escena, el no fue tan estúpido para subir a bordo. Vale la pena hacer una pausa, por un momento, para considerar cuan afortunado fue que Presley se presentara en el estudio de Phillips y no el de alguien más. Otro productor (ese término aún no se usaba en la industria del disco) pudo haberlo puesto a cantar canciones folklóricas con secciones de cuerdas. Él pudo haber sido otro Eddy Arnold. Phillips ya tenía una ética antiestética. De varias maneras se había preparado la vida entera para la llegada de Elvis. Parte de la ética de Phillips, escribe Mr. Guralnick, era su “sentido de que ahí estaban todas esas personas de poca educación y menos presencia social, negros y blancos, quienes tenían mucho que decir pero eran privados de ello”. Phillips quería sacar la música del salón. Él buscaba máxima espontaneidad, mínima pulitura. “A Sam”, escribe el autor, “si no estabas haciendo algo diferente, simplemente no estabas haciendo nada”. En la práctica, Mr. Guralnick dice, que esto significó cosas como lo siguiente: “Si el amplificador de guitarrista de Ike Turner se caía del carro camino a Memphis para grabar ‘Rocket 88’, bien ¡le pegaba algo de papel donde la corneta se había roto, y entonces tenía un sonido original! Si un teléfono se caía a mitad de sesión, bien, mantenías el teléfono conectado, se aseguraba de que era el teléfono que mejor sonaba en el mundo”. Otro ejemplo más: cuando Perkins estaba grabando “Blue Suede Shoes”, accidentalmente cantó “Go, cat, go” en vez de “Go, man, go” y rogó por una regrabación. No hubo manera, dijo Phillips. Él entendía la diferencia entre un relámpago y un relumbrón. Mr. Guralnick es el hombre perfecto para contar esta historia. Es el autor de una biografía muy buena de dos volúmenes de Presley, “Last Train to Memphis”, (1994) y “Careless Love” (1999). También es el autor de “Dream Boogie” (2005), una biografía de Sam Cooke. Él ha escrito varios libros de ensayos acerca de la música vernácula estadounidense, mi favorito es “Feel Like Going Home” (1971). Hay que leer el capítulo de Charlie Rich. Mr. Guralnick conoció a Phillips en 1979, y lo entrevistó extensamente para este libro. Phillips creció en y alrededor de Florence, Ala. Su padre era granjero y después fue banderista en el ferrocarril. Luego de terminar la secundaria, Phillips fue a trabajar en una pequeña estación de radio. Una de sus tareas era colocar los micrófonos para las transmisiones de las grandes bandas, y aprendió la importancia de un buena ubicación de los micrófonos. Le gustaba la sección rítmica. Como hombre joven, Phillips era gregario y bien parecido pero un poco solitario. No tomaba. Él era exigente con su comida. Mr. Guralnick enfatiza sobre las importantes sesiones de Sun recordings. Phillips persuadió a Cash de cambiar su nombre a Johnny en vez de John, y a acelerar el tempo de “I Walk the Line”. Sun recordings tenía un sonido de eco como marca de fábrica, era conocido como “slapback”, eso era la envidia de las otras casas de grabación. Jerry Lee Lewis gira en esta biografía como un miembro de un a secta musulmana. Perkins y Orbison sentían que Phillips estaba muy enamorado del Killer, como llegó a ser conocido Lewis, y que él despreciaba sus carreras. Cuando el ascenso de Lewis se desvió del curso por la revelación de que él se había casado con su prima de 13 años (Lewis tenía 22), algo pareció cambiar para Phillips también. Su corazón se salió lentamente de las grabaciones. En pocos años, él había vendido Sun Records, aunque seguía operando estaciones de radio. Las últimas partes de la vida de Phillips fueron locas y raras. Dejó crecer su cabello y barba (luego se los tiñó) y, casi de la noche a la mañana pasó de lucir como Fred MacMurray a lucir como Waylon Jennings. Él empezó a beber, algunas veces mucho. Se convirtió un poco en un hombre salvaje. Parecía haber saltado desnudo en muchas piscinas, y dicho a muchas personas lo que pensaba. En 1986 él hizo una infame, aparición borracho en el show de David Letterman. Como esposo, no fue particularmente fiel. Como padre, podía ser remoto y crítico. Prefería que la luz, en cualquier habitación estuviera sobre él. A Phillips le gustaba compararse con un explorador, no un cruzadista. Acerca de su contribución al rock ‘n’ roll, le dijo a Mr. Guralnick, en una típica analogía, “Puedes decir que él tuvo la luz sobre él y esta iluminó el vacío. Justo ahí”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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