viernes, 13 de noviembre de 2015
Expresión postnatal. El dificil nacimiento de Dear Frankie, una película acerca de un niño de Greenock adaptándose a la presencia de un padre
Expresión postnatal. El dificil nacimiento de Dear Frankie, una película acerca de un niño de Greenock adaptándose a la presencia de un padre, llevó a la directora Shona Auerbach y la escritora Andrea Gibb a reconsiderar el papel de los padres modernos.
Sábado 15 de enero de 2005.
Las películas, como los bebés, necesitan tiempo para gestarse, aunque para los primeros el tiempo entre la concepción y el nacimiento está alrededor de nueve meses. En el caso de Dear Frankie, la sentimental cinta escocesa que levantó elogios en Cannes pero la cual ha dividido a la crítica británica, la espera fue unos seis años…¿un tiempo de ansiedad para sus preocupados padres?, la directora primeriza Shona Auerbach y la guionista Andrea Gibb. Mientras Dear Frankie desarrollaba su camino a través de varias reuniones, cambios de guión y lo que sea que se les ocurra a los cineastas como ¿preproducción?, el ciclo de vida de ambas mujeres también cambió.
Auerbach parió dos bebés reales y a través de esa experiencia encontró que podía entender mejor los sentimientos de Lizzie, la madre soltera de 28 años de edad del niño de nueve años Frankie.
Mientras tanto Gibb, quien escribió el guión original como un corto de 15 minutos cuando su propio hijo tenía nueve años y su carrera estaba empezando, maduró como una de las guionistas más prolíficas de Escocia.
Inicialmente, lo que juntó a las dos mujeres fue el azar. Auerbach simplemente se tropezó con el guión de Gibb; ellas nunca se habían conocido, ni siquiera vivían en el mismo país. Lo que las mantenía juntas fue compartir intereses y experiencias comunes de vida, lo cual les dio la determinación para llevar a Dear Frankie hasta la pantalla grande.
Fue la emoción inherente al guión de Gibb lo primero que tocó a Auerbach. “Si voy a ser honesta, me hizo llorar”, dice la mujer de 37 años en su cálido acento de Warwickshire. “Si tuviera que analizarlo, fue probablemente debido al amor incondicional de esta mujer por su hijo, el hecho que te hace ir a donde sea, aún si vas por el camino equivocado, porque amas a alguien. Me fascina totalmente ese tipo de pasión”.
Ella también estaba experimentando algunos cambios propios. “Yo estaba realmente perspicaz la primera vez que lei el guión y, fue entonces cuando me embaracé. Pienso que a medida que pasaron los años y empecé a tener hijos, empecé a entender a Lizzie”.
A pesar de su simplicidad, el argumento de Dear Frankie es moralmente complejo. Lizzie le hace ver a Frankie que su padre, Davey, está lejos en altamar cuando en realidad ella lo dejó hace un os años por razones que se hacen evidentes a medida que la película progresa. Lizzie escribe cartas a su hijo y le hace ver que son de Davey, les pone estampillas extranjeras las cuales Frankie pega en un álbum. Cuando Frankie se entera que el barco donde se supone que trabaja Davey pronto atracará en su cidad de Greenock, Lizzie tiene que encontrar un padre sustituto quien fingirá ser Davey por un día. Su amiga le recomienda a un hombre que ella conoce; un hombre cuyo nombre nunca conocemos. Frankie, por cierto, es sordo.
La festiva y fumadora madre de Lizzie es el tercer miembro de esta curiosa unidad familiar y su relación con su hija es alterna entre agradable y truculenta. Mientras tanto la relación hostil y de negocio de Lizzie con el extraño se suaviza. Ella empieza a responderle a él como una mujer más que como una madre preocupada, lo cual le agrega perspicacia a la conclusión agridulce de la película.
Pero es la relación que el extraño desarrolla con Frankie lo que da a la historia su gancho emocional. Lo que Gibb inicialmente planteó como una exploración del ser padre desde la perspectiva de una madre soltera se había convertido en un ensayo cuestionador acerca de la paternidad, de hecho, en los distintos festivales donde se mostró fueron los hombres quienes tenían lágrimas en sus ojos cuando encendían las luces.
“La película parece haber llegado a las audiencias masculinas”, admite Auerbach, agregando que un “impresionante” número de hombres habían sido impactados por esta. Gibb concuerda. “Pienso que la película es acerca del vínculo masculino”, dice ella. “A menudo vemos una imagen negativa proyectada sobre la masculinidad y los padres, pero de hecho es muy importante para los muchachos ver que hay algo positivo, un lado positivo, constructivo de la masculinidad y yo quería explorar eso”.
Pero la película tiene otras resonancias para la escritora y la directora. Como Frankie, Gibb de 43 años fue criada por su madre y abuela sobre una tienda pequeña en Greenock, donde fue filmada Dear Frankie. Su padre estaba ausente a menudo, trabajaba en altamar. Auerbach quien creció en Warwickshire, vivió por un tiempo con su abuela escocesa. Cada mujer tiene una niñez enraizada en hogares matriarcales.
Si Dear Frankie tiene un antecedente cinematográfico ese es Kolya, una película checa de mediados de los años ’90 en la cual un músico mayor se convierte en el padrastro accidental de un niño de cinco años. Pero Auebarch mira hacia Europa Oriental de otras maneras también. Despues de estudiar cine en Manchester, ella se mudó a Leeds para hacer una maestría y pasó el año final de ese curso estudiando en la Polish Film School en Lodz. La experiencia le abrió los ojos. “Pienso que fue probablemente el tiempo más inspirador que haya tenido. Eso cambió la manera como yo miraba el cine. Es trajo una libertad a mí”.
El estilo de Auerbach en Dear Frankie toma su inspiración de las técnicas que absorbió en Polonia y desde ese mismo sentido de libertad. El resultado es la realización de un tipo de película muy visual, lenta y deliberadamente fotográfica. Imágenes más que palabras se convierten en la herramienta de la decisión. Para crear su paleta de colores, verdes y marrones mudos, Auerbach estudió el trabajo de los muchachos y muchachas de Glasgow.
“Pensé que ellos capturaban la luz tan hermosamente, no necesariamente de manera romántica pero muestran que hay calidez en la luz…Lo que eso hacía era lo que yo había intentado: enfocar la película pareciendo firme y generando calidez. Era importante para mí evitar hacer una película firme y dura”.
Interesantemente, algunos críticos describieron la dirección de ella como “si fuese una pintora frente a un lienzo”. ¿Tiene ella algún vínculo sanguíneo con Frank Auerbach, el pintor abstracto alemán quien, como el padre de ella, llegó a Bretaña como un refugiado judío desde la Alemania nazi? “¿Quién sabe?” ella ríe. “Le escribí cuando yo tenía como trece años sugiriendo que él podría tener algún vínculo sanguíneo conmigo y él me escribió de vuelta, una carta muy agradable donde decía de donde era su abuelo. Pero no sabemos si somos parientes. En alguna parte del árbol genealógico tal vez podríamos serlo”.
Para Auerbach, hacer esta película, fue en cada sentido, un asunto familiar: su esposo, Graeme Dunn, operó la cámara. Andrea Gibb estaba fascinada por la manera como ellos trabajaban juntos, aparentemente diciéndose muy poco a cada cual.
“Ellos se mantenía totalmente silenciosos e increíblemente calmados y Shona apenas tocaba el hombro de Graeme y el movía la cámara con mucha delicadeza”, dice ella. “Ellos fueron simbióticos. Era como si fuesen una sola persona cuando estaban trabajando”.
Si los seis años de gestación de la película fue duro para sus creadores, el punto álgido es que Dear Frankie llegó a las pantallas en un momento cuando la paternidad es noticia de primera plana. Los protestantes de la campaña Fathers 4 Justice se están convirtiendo en un punto regular de los encabezados; el antiguo secretario del hogar David Blunkett creó una tormenta mediática con su intento de establecer su paternidad respecto al hijo de su expareja que está por nacer; y la semana pasada Tory MP Ann Widdecombe publicó su segunda novela, Father Figure, acerca de un maestro cuya esposa lo deja, y se lleva sus dos hijos. La novela sigue la carrera de él por mantener contacto con sus hijos mientras encuentra que la ley está contra él.
Tal vez son estos temas específicos lo que le ha dado a la película su fuerte ímpetu comercial.
Mucho antes que fuera seleccionada para mostrarla en la pretigiosa sección Un Certain Regard del Cannes Film Festival del año pasado, Dear Frankie había sido escogida por Miramax, la compañía de distribución estadounidense dirigida por el legendario Harvey Weinstein.
Los ejecutivos de Miramax vieron una versión abreviada de la película en MIFED, un espectáculo de la industria del cine realizado en Milán, y compraron los derechos. El propio Weinstein viajó a Londres para ver una versión completa y le gusto mucho. Aunque aun tiene que abrir estrenarse oficialmente en algún lugar, ya ha sido vendida oficialmente en todos los territorios principales y ha ganado 12 premios en festivales de películas alrededor de Europa y NorteAmérica.
Fue la muestra de Cannes, sin embargo, lo que Auerbarch y Gibb nunca olvidarán. “Nunca olvidaré ese viaje”, dice Auerbach.
“Nos dieron una ovación de pies, de 10 o 15 minutos”.
“Había centenares de personas ahí. La ocasión era muy especial e impresionante”.
“Ellos empezaron a aplaudir”, recuerda Gibb, “y el aplauso se mantuvo. Pensamos que era pura cuestión del momento así que nos volteamos y ellos estaban colgando de los balcones gritando ‘¡Bravo!¡Bravo! Las personas decían que parecía que me hubiesen dado un martillazo en la cabeza”.
La calidez no se extendió hasta los críticos.
Dear Frankie puede ser del agrado de la audiencia pero su contenido emocional ha permitido reclamos de sentimentalismo y, aunque Gibb sostiene que las revisiones han sido mezcladas, Auerbach admite que no es una película de la crítica. Pero ella no parece molesta. Hay, dice ella, una línea entre lo emocional y lo sentimental y ella no es una directora sentimental. “Pienso que cualquier cosa emocional tiene el riesgo de pararse sobre esa línea. Es muy duro ir sobre esa línea y no pararse sobre ella. Pero espero no haberlo hecho”.
Ahora, Auerbach está de vuelta en el mundo de los comerciales de TV donde ella se ha labrado un nombre como innovativa directora de campañas para Nescafé, Whiskas y Domestos. Ella no se siente afectada por los ocasionales comentarios superficiales de los habitantes del mundo del cine: los comerciales pagan la hipoteca y le permiten vivir en Warwickshire con su familia. Pero hay otros proyectos de películas burbujeando, principalmente una estadounidense con guión escrito por un primo a quien tenía mucho tiempo sin ver que ella encontró en San Francisco hace dos años, y otra que caracteriza como “una historia de amor trágica”. Tambien tiene una trilogía bajo la manga, y no está corta de ambiciones.. ¿Cuál película veremos primero? “¿Quién sabe?” ríe ella. “Estoy considerándolas todas en este momento, y trato de ser una buena mamá a la vez”.
Mientras tanto Gibb trabaja en otros guiones, incluyendo una adaptación de la novela de Louise Welsh, The Cutting Room, protagonizada por Robert Carlyle. Pero no descarta trabajar con Auerbach de nuevo. Como la película de Ken Loach, Sweet Sixteen, dear Frankie fue filmada en el pueblo de Gibb, Greenock. Sugiero que ella se puede convertir para Auerbach en el Paul Laverty de Ken Loach, produciendo fabulas soñadas donde el equipo escritor/director se concentra en dramas intensos. Ella rie, pero siento que le gusta la idea.
Lo que ella planea hacer es pagar su dinero e ir a ver Dear Frankie en un cine de Greenock. “Se estrena en el Waterfront el viernes y pienso que podría llevar a mi mamá y mi papá, y entonces ver que piensan los lugareños de la película”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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