miércoles, 11 de noviembre de 2015
Episodios Olímpicos. La última carrera de Steve Prefontaine.
Cuarenta años después de la muerte de ícono de la pista, su vida continua afectando atletas en todas partes, y su pérdida acecha a los familiares.
Mary Pilon. Grantland. 29 de mayo de 2015.
El 29 de mayo de 1975, luego de ganar una carrera de 5000 metros en Hayward Field en Eugene, Oregon, temprano ese día, Steve Prefontaine asistió a una celebración luego de la carrera. La fiesta fue en casa de su amigo Geoff Hollister, encajada entre los árboles de la parte vieja del pueblo. La noche estaba clara, el ánimo era de júbilo. Varios corredores de la élite, Jon Anderson (el ganador de la maratón de Boston de 1973 e hijo de Les Anderson, el alcalde de Eugene en ese momento) Kenny Moore y Frank Shorter, entre otros, estaban en casa de Hollister esa noche. Hasta los padres de Prefontaine, Ray y Elfriede, estuvieron ahí por un momento antes de hacer el recorrido de dos horas de vuelta a su pueblo de Coos Bay.
Alrededor de la medianoche, Prefontaine de 24 años, se despidió, subió a su MG amarillo mantequilla escocesa, y le dio a su amigo Shorter un aventón hasta la casa de Moore, donde Shorter se quedaría por esa noche. En la era muy anterior a las carreras de grandes premios en metálico, pagos por apariciones, y negocios de publicidad de zapatos, los corredores élite como Shorter y Prefontaine recurrían a la economía de dormir en el sofá de un amigo.
Shorter había sido una adición tardía a la reunión, fue a Eugene desde Colorado luego que el rival de Prefontaine, el medallista olímpico Lasse Viren había declinado la invitación. Prefontaine había tomado el teléfono y llamado a Shorter, quién había ganado una medalla de oro en la maratón de los Juegos Olímpicos de Munich 1972, para ver si podía venir. “Oh”, me dijo Shorter que le dijo a Prefontaine. “¿Necesitas a alguien a quien vencer?”
Los dos rieron. Shorter asistiría.
Pero Prefontaine quería algo más de él. Prefontaine tenía una disputa en curso con el Amateur Athletic Union, y necesitaba apoyo. Frente a la casa de Moore, sentado frente al volante del carro habló con Shorter. ¿Cómo podían los corredores profesionales como ellos vivir del deporte? ¿Cuál sería su próximo movimiento? Los oficiales de AAU dijeron que si los atletas querían seguir siendo “amateur” y elegibles para los Juegos Olímpicos, no podían recibir pagos por aparecer en pruebas de pista, eso limitaba las opciones de los atletas quienes necesitaban financiar sus carreras.
Con cabello dorado, carisma de estrella de cine, y un aire rebelde, Prefontaine estaba redefiniendo lo que significaba ser un atleta olímpico. A través de su fama como corredor duro con una zancada feroz y naturaleza extrovertida, él emergió como un rebelde con causa: mejorar la vida para los atletas trabajadores. Ni Oregon ni el deporte de las carreras habían visto nunca una personalidad tan marcada como la de Prefontaine, sin mencionar su irreverencia para criticar al cuerpo directivo de su deporte. Con sus amigos de Eugene, Prefontaine fue uno de los primeros empleados de una pequeña compañía de zapatos que luego se llamaría Nike. Sus esfuerzos para apoyarse, convierten al lugar de las carreras en asunto cultural, e involucra a los atletas de la industria que fue construida con su trabajo para que tuvieran unas consecuencias duraderas.
Luego de su conversación frente a la casa de Moore, Shorter salió del carro. Los dos acordaron hacer una carrera de entrenamiento la mañana siguiente para continuar la conversación.
Segundos después, cuando Prefontaine empezó a manejar por el estrecho y ventoso pasaje de Skyline Boulevard, perdió el control de su MG y se volteó. Quedó aplastado bajo el peso de su carro. Justo después de la media noche del 30 de mayo de 1975, Prefontaine moría.
Poco después de su muerte, el Congreso aprobó el Amateur Sports Act de 1978, aportando un marco legal más ventajoso para los atletas. Correr había pasado de ser un pasatiempo reservado para los olímpicos a un hábito para las masas. Y Nike tenía un mercado de capitales de casi 90 mil millones de dólares. Es un imperio de transacciones comerciales que continúa tejiendo su historia de origen corporativo con la biografía de Prefontaine.
Pero aún 40 años después, su muerte y las preguntas que la rodean flota sobre los lugares donde empezó y terminó su vida y las personas que dejó atrás. A pesar del alcance global de su legado, la suya es la historia de un pueblo pequeño.
Steve Roland Prefontaine nació el 25 de enero de 1951. Su padre, Ray, conoció a su madre alemana, Elfriede, mientras cumplía el servicio militar de Estados Unidos durante la segunda guerra mundial, y como muchos veteranos, regresó a los Estados ansioso de establecerse y levantar una familia. Ellos se dirigieron a Coos Bay, en la esquina noroccidental del país, donde Ray tenía familia. (Al principio, Elfriede casi no hablaba inglés).Steve tenía una media hermana mayor, Neta, y una hermana menor, Linda, y la familia vivía en una casa modesta en Elrod Street, su hogar estaba distinguido por una placa de madera hecha por su padre que proclamaba “Mr and Mrs. R.G. Prefontaine” en letras de plata.
El pueblo de Prefontaine es un estudio de contradicciones. El olor de la arena se mezcla con la esencia de la madera cortada. En las cenas, los leñadores envuelven sus manos cicatrizadas alrededor de tazas de café. Algunas tienen dedos ausentes, un peligro común de la profesión. Nadie pestañea. Los hippies no lo piensan dos veces para encender un pito en el descampado. El anuncio del teatro egipcio de art decco aun anuncia las películas. La histórica oficina de correos ahora es un museo de arte, y los trenes de carga descansan sobre las vías. Algunos ya no funcionan. Pero entre 1960 y 1970, la población de Coos Bay se duplicó hasta 13.000, mientras familias como los Prefontaine se establecieron, multiplicaron, y florecieron desde la estabilidad de la clase obrera en las industrias de la pesca y maderera.
Prefontaine se convertiría en esa personalidad inusual que atraía a los melenudos de la izquierda y a los leñadores y pescadores de la derecha. Como sus aficionados “Pre’s People”, como ellos se autodenominaban, Prefontaine tenía un fuerte distintivo que no trataba de esconder, un punto en su hombro que lo hacía reconocible para el residente típico de Coos Bay.
“Pre era más que un nombre”, dijo el autor, antiguo luchador colegiado, y muchacho maravilla de Oregon, Ken Kesey en el documental de 1995 Fire on the Track. “Era una condición”.
Prefontaine intentó jugar con el equipo de futbol americano de Marshfield High School, pero era muy pequeño. En natación se hundía. En baloncesto tampoco resultó. “Pero él era bueno en los juegos de carreras en nuestra cuadra”, me dijo Jay Farr un amigo de Prefontaine en la secundaria.
Así que en su primer año en la secundaria, Prefontaine decidió tratar con atletismo.
Ellos corrían en las dunas, corrían en las calles, corrían en los bosques. Durante el invierno, corrían larga distancia en los baños y discutían con los futbolistas en los camerinos de Marshfield High School acerca de que era más duro: natación, futbol americano, o atletismo de pista.
Para ser la secundaria de un pueblo pequeño, el programa de pista de Marshfield era excepcional. El entrenador de pista de Marshfield, Walt McClure, era el hijo e un corredor olímpico y había corrido para Bill Bowerman en la University of Oregon. A solo dos horas de distancia, en Eugene, Bowerman estaba tratando de divulgar el concepto de que correr era un pasatiempo casual, un hobby que cualquiera podía hacer en cualquier lugar. Su libro, Jogging, llegaría a convertirse en una biblia en el deporte, contra grandes pronósticos. En Oregon, la visión de Prefontaine y sus amigos de la secundaria corriendo por la carreteras era típica, pero en otras partes del país eso habría sido considerado algo raro. Pocas personas corrían por diversión en aquellos días. A los escépticos les gustaba preguntar de que corrían las personas.
Prefontaine tuvo temporadas respetables de primer y segundo año con el equipo de campo traviesa, pero no hizo nada especial. El tercer año fue diferente. McClure se hizo conocido por usar un rosario de cronometros mecánicos, uno para cada corredor. Él colocó a Prefontaine en un régimen de entrenamiento más intenso, una nueva estrategia que luego se conirtió en patrón. La rutina de entrenamiento de Prefontaine era tan intensa que McClure le rotaba los compañeros de entrenamiento, porque sino cada corredor se iba a desgastar. Él lograba cada intervalo que McClure le pedía.
“Una de las grandes cualidades de Pre es que hacía que todo el que estaba cerca de él mejorara”, dijo Mac McIntosh, un vallista del equipo regular durante el cuarto año de Prefontaine. McIntosh se autodescribía como “militar malcriado” y “flaco de segundo año” de ascendencia caucásica y japonesa, y era nuevo en el pueblo. Estar en el equipo la daba a Mcinstosh una excusa para merodear entre los hombres de clase alta. Él recuerda la vista de un grupo de franelas del equipo de pista mientras avanzaban alrededor del giro. “Pero Pre siempre tenía una franela limpia al frente”, dijo McIntosh. “Él comandaba cada carrera”.
McIntosh fue a competir en las vallas en la United States Air Force Academy y sirvió como coronel antes de retirarse de la fuerza aérea en 2005 y regresar a Coos Bay con su esposa. En el tiempo que él estuvo afuera, la población de la escuela ha disminuido en más de la mitad, así como las industrias maderera y de pesca se han evaporado desde su niñez. Hoy, McInstosh, quien recibió su primer par de zapatos de correr de Prefontaine, es el entrenador principal de Marshfield. Él teje sus popias anécdotas acerca de Prefontaine en las tertulias con sus estudiantes.
Prefontaine recibió atención nacional cuando estableció la marca de secundaria para las dos millas (8:41.5) en 1969. Las cartas de los reclutadores universitarios inundarom el buzon de correos de los Prefontaine. Él decidió quedarse cerca del hogar y asistió a Oregon, donde Bill Bowerman, su entrenador de secundaria y una figura cada vez más conocida en el deporte, lo estaba esperando.
Cuando las personas hablan de la época de Prefontaine en Oregon, ellas tienden a usar lenguaje religioso: “intervención divina”, “un milagro”, “intervención de la mano de Dios”, “un evento sobrenatural”. Fue el lugar adecuado, el tiempo adecuado, el tipo adecuado.
Correr se estaba haciendo más popular en todas partes. A finales de los años ’60 el acceso a mejores zapatos de carrera se estaba expandiendo, hasta en Coos Bay, uno podía comprar un par de zapatos atléticos Onitsuka Tiger (después conocidos como Asics. Además de los Tigers, Converse Chuck Taylors y New Balance Tracksters, pioneros del expansivo negocio de los zapatos deportivos, eran vendidos al creciente númerode atletas casuales. La rebelión política y el brote contracultural abrió la puerta para que los tipos delgados se hicieran agradables.
Pero en Eugene, originalmente nombrado “Skinner’s Mudhole”, correr ya era una manera de vivir. El clima agradable de Eugene y suaves caminos era ideal para las carreras de caminos; era el hogar del evangelista Bowerman. Al trabajar con los entrenadores de Oregon, Bowerman y Bill Dellinger, un antiguo olímpico, Prefontaine se adjudicó títulos de NCAA todos sus cuatro años en la escuela. Cada vez que él entraba a la pista, el fervor hacía erupción en Hayward Field. Él era reconocido en el campus por los corredores y los no corredores. Él no corría con la elegancia que inspira admiración en los aficionados, sino con esfuerzo obvio. Parecía desgastado cada vez que cruzaba la meta. Las multitudes enloquecían. “No había nada como verlo correr”, dijo Sherry Shirley. “Era eléctrico”.
Durante parte de su carrera universitaria, Prefontaine compartió con Shirley y su esposo Cliff, una pareja local quien lo conoció mientras eran voluntarios como oficiales de pista. Cliff Shirley a menudo empleaba atletas universitarios locales, inluyendo a Prefontaine, para trabajar en varios de sus negocios. Prefontaine corría docenas de millas a través de las calles de Eugene cada semana. La visión de él preparándose para una carrera era tan común como los protestantes antiguerra y las hileras de árboles en las calles. Él fue el más raro de los atletas de élite: un verdadero lugareño.
Sentado en el comedor de Yale University en 1969, el estudiante de cuarto año Frank Shorter hojea un ejemplar de Sports Illustrated y lee que un estudiante de secundaria estaba superando los tiempos que Shorter estaba marcando en las competencias de NCAA. Y el no tenía miedo de que las personas lo supieran. Prefontaine estaba labrando una reputación como el más intimidante de los competidores: el que hablaba de un juego grande y lo ejecutaba. Shorter se volteó hacia alguien en la mesa.
“Jesus”, dijo Shorter. “Este muchacho de secundaria de Coos Bay está corriendo más rápido que yo”.
Desde ese momento, la carrera de Prefontaine pareció imparable. Derribó records colegiales y nacionales y compitió en los Juegos Olímpicos de Munich 1972. Se esperaba que Prefontaine al menos aterrizara en el podio de los 5000 metros.
“Él es lo suficientemente inexperto de muchas maneras para no saber cuan buenos son los otros”, dijo el narrador mientras Prefontaine avanzaba en la pista olímpica liderando el pelotgón cuando faltaban tres vueltas. A doscientos metros del final, Prefontaine todavía estaba en un pequeño grupo al frente. “Estos son los medallistas”, dijo el narrador. Pero el rival finlandés de Prefontaine Lasse Viren surgió al frente para ganar la medalla de oro, y Mohammed Gammoudi de Tunez e Ian Stewart de Gran Bretaña pasaron como dardos frente a Prefontaine, quien perdió la medalla de bronce por menos de un segundo. Fue una derrota descorazonadora, pero eso solo incrementó su leyenda.
“Prefontaine pierde en la zancada final”, dijo el narrador.
Prefontaine no solo estaba estableciendo marcas colegiales y nacionales. Él se estaba convirtiendo en uno de los críticos más acérrimos de la Amateur Athletic Union, el cuerpo de gobierno de los atletas de pista. Para la época, los atletas necesitaban solicitar permiso para competir en enventos que no fuesen organizados por la AAU, un asunto de gobierno que limitaba su posibilidad de ganar dinero mediante el patrocinio y los pagos por aparición.
Prefontaine vivía en un remolque en Glenwood con su compañero deequipo de Oregon Pat Tyson. Glenwood, justo en las afueras de Eugene, es conocido por la mayoría de los locales como el hogar de un gran basurero. Prefontaine y Tyson tuvieron problemas racionando el tanque de cinco galones de agua para la ducha después de las carreras de entrenamiento de seis millas. “Tenías que hacerlo rápido”, dijo Tyson. Pero era el lugar perfecto para iniciar una revolución atlética subterránea relacionada al amateurismo. “Pre estaba tratando de ser un corredor de aliento de clase mundial”, dijo Tyson, “pero eso era un estilo de vida de simplicidad. En algunas maneras, eso no es algo malo porque te mantiene con hambre. No eres consentido. No eres un esclavo de las circunstancias. Hay una parte de pureza”.
Hay una ironía: La pureza de pelear por la vieja idea del amateurismo que significaba mantener limpio el deporte. Pero Prefontaine podía ver cuan corrupto era este en verdad. Un atleta tenía que comer. Con la esperanza de ganar algo de dinero y promover su deporte, Prefontaine se convirtió en uno de los primeros empleados de una compañía llamado Blue Ribbon Sports; en 1971, el nombre fue cambiado a Nike. Él viajó alrededor del sur de Oregon con otro tempranero empleado de Nike, Geoff Hollister, para tratar de vender los primeros modelos de zapatos de la compañía y hablar en las escuelas.
En 1975, Nike todavía era una empresa pequeña, usualmente al borde del desastre financiero. La compañía staba lanzando sus primeras líneas de zapatos, y aun tenía que contratar una agencia de publicidad.
Nike y su cofundador, Phil Knight, desde entonces han redefinido a Eugene como una pequeña pero poderosa meca deportiva, con la Matthew Knight Arena de baloncesto, el “jockbox” la facilidad de tutoreo del estado del arte de los estudiantes-atletas, y remodelaron las facilidades de entrenamiento cercanas a Autzen Stadium, y se extendieron en los trabajos. Luego de años difíciles, la actividad de pista en Eugene ha rebotado, impulsada por los dólares de Nike. Una élite de competiciones ha llegado a la ciudad, incluyendo las pruenas olímpicas de pista de 2008 y 2012. Eugene también fue nombrada recientemente como anfitriona de las pruebas olímpicas de 2016 y del Campeonato Mundial de Atletismo IAAF 2021. En el campus de Nike en Beaverton, a dos horas de camino al norte del parque de remolques de Glenwood donde Prefontaine solía vivir, existe ahora una estatua de él. Un edificio de apartamentos cercano a Hayward Field lleva el nombre “The Prefontaine”.
Los críticos se quejan de que la pista en Eugene se ha “corporatizado”. Las vueltas de la victoria, una vez una rareza en los días de Prefontaine, ahora son patrocinadas. Términos como “Tracktown” o “Histórico” Hayward Field han sido acuñados para capitalizar el legado deportivo. Algunos rechazan un poco la apropiación. (“No tienen que decir que son ‘históricos’”, me dijo un antíguo colega de Prefontaine). Pero para otros, los términos son un recordatorio de la forma como el corrió. “Apreciamos nuestro legado”, dijo el compañero de equipo de pista de Prefontaine en la secundaria Mac McIntosh mientras se sentaba en un banco en la renombrada Prefontaine Track de Marshfield High. “No se trata de que llegó cuarto en los Juegos Olímpicos de 1972. Se trata de que corrió para ganar desde dos vueltas antes de la meta”.
Pero el 30 de mayo de 1975, el legado de Prefontaine todavía estaba en proceso. Luego de dejar a Shorter, se fue en el carro. Arne Alvarado, un joven de 16 años de South Eugene High School, estaba en su casa en Skyline Boulevard. Desde su vista del piso de arriba, no pareció que Prefontaine estaba acelerando. “Él solo estaba manteniendo una velocidad”, dijo Alvarado.
Entonces, dijo Alvarado, el vio que Prefontaine giró abruptamente a la izquierda para evitar las luces de un vehículo que se aproximaba.
Su padre, Bill Alvarado, dijo después que el oyó “el frenazo de un neumático, un sonido estridente, y luego silencio”, de acuerdo al reporte de la policía. Se vistió rápidamente y fue a la calle para ver si podía localizar el accidente. A medida que avanzaba en la calle, dijo Alvarado, vio al otro carro acercándose a su residencia, “viajaba a gran velocidad”. Él levantó sus brazos para tratar de pararlo, pero siguió de largo, de acuerdo al reporte.
Entonces Alvarado subió a su carro y trató de seguir al otro carro mientras este se desplazaba en Sjyline Boulevard, de acuerdo al reporte policial. Fue incapaz de alcanzar al otro carro. De vuelta a casa, vio el carro de Prefontaine volteado. Entró a su casa y le dijo a su esposa que llamara a la policía. Le dijo a su hijo, Arne, que se quedara adentro de la casa, una orden que Arne dijo que ignoró.
“Yo no sabía que era Steve”, dijo Arne Alvarado. “Era solo una persona debajo de un carro. Estaba jadeando. Estaba convulsionando”.
El peso del carro estaba aplastando a Prefontaine. “Steve estaba vivo cuando llegué allí”, dijo Arne Alvarado. “Todo lo que pude hacer fue decir, ‘Lo siento. No te puedo ayudar’. Eso siempre ha gravitado sobre mí. Siempre he tenido un profundo resentimiento hacia el otro conductor”.
El oficial de policía Rex Ballenger justo había llegado a casa luego de un largo turno cuando sonó el teléfono. Era alguien de la estación. Había ocurrido un accidenta fatal en Skyline Boulevard, un zona residencial típicamente tranquila de la ciudad. ¿Podía él ir a revisar?
A la edad de 28 años, Ballenger no era extraño a las escenas más horrorizantes, extremidades quebradas, sangre, cadáveres fríos. Como muchos otros policías de la nómina del departamento de policía de Eugene, el era un militar veterano, un hombre de la naval vinculado a los cuerpos de la marina. Para el momento cuando sonó su teléfono, el había hecho reportes por apenas media docena de accidentes mortales en el area de Eugene en su carrera. Él aún tnía uno en la memoria, un carro que se había estrellado contra una cabina telefónica en Oak Patch Road.
Minutos después, Ballenger estaba estacionado en Birch lane al pie de la montaña. La luz de un poste a unos cuarenta metros del choque iluminaba la escena. Había otros policías ahí. “Yo podía oler el alcohol cuando salí del carro y este estaba a media cuadra de distancia”, dijo él.
Ballenger empezó a ensamblar su reporte policial, trabajando en grupo con otros oficiales en la escena. Habló con Bill Alvarado y el conductor del otro carro. Él determinó que el accidente involucró al carro de Prefontaine y un “objeto fijo”. La deducción de Ballenger fue que el carro de Prefontaine había estado viajando por el canal derecho mientras se acercaba a la curva y “entonces empezó a desplazarse hacia el canal izquierdo, se salió de la carretera luego de saltar el hombrillo y golpeó el muro de rocas”.
Ballenger trató de determinar la velocidad a la cual había estado viajando el carro de Prefontaine. La policía miró entre los arbustos en la oscuridad para segurarse de que otro pasajero no hubiese salido disparado desde el vehículo. Un oficial encontró la cartera de Prefontaine y le dijo a sus colegas del accidente automovilistico de quien estaban investigando: El residente más famoso de Eugene.
“Sabías que iba a haber mucha investigación”, dijo Ballard.
Años después, Ballenger dejó el departamento de policía de Eugene, pero él todavía vive en la ciudad. Trabajó como vendedor de veleros, luego como agente inmobiliario; ahora está felizmente retirado con su esposa. Es voluntario como oficial de pista en Hayward.
Ballenger narra su cuento en Sam’s Place en Wilson, un bar deportivo de paneles de madera al oeste de Eugene, lleno de pantallas planas, banderines, y anuncios de cerveza de neon. Ahora es calvo con un bigote gris. Mantiene la postura y el estado de alerta de un expolicía, pero eso está mezclado con la naturalidad y el humor de un hombre a quien te gustaría comprarle una casa.
En la pared detrás de él está una copia enmarcada de la portada de Prefontaine en Sports Illustrated.
La mañana después del accidente, la primera plana del Register-Guard mostraba un retrato grande y punzante del rostro de Prefontaine y el encabezado “El fin de una era”. Las banderas de la zona ondeaban a medio asta. Un grupo de compañeros de trabajo compungidos se reunieron en la tienda del centro donde él trabajaba.
Jeff Galloway, un amigo de Prefontaine, dijo que el estuvo entre los primeros que llegaron a la escena del choque. Luego de oir las noticias, él rápidamente manejó desde Lake Tahoe. “No puedo describir porque quería hacer esto”, dijo Galloway. “Porque generalmente no frecuento estos parajes. Tenía que ver la escena”.
Él notó una mancha de gasolina en la carretera y restos de vidrio. “Recogí algunas cosas. Nunca había hecho algo así antes. Era una solidaridad con Pre”.
La hermana de Prefontaine, Linda, había estado en la tribuna ese día con sus padres para ver la carrera y se fue a casa después a estudiar. La carrera fue la última vez que vio a su hermano vivo.
Al amanecer, el carro de Prefontaine fue volteado sobre sus ruedas y remolcado hacia Al’s Towing en Garfield Street. El cuerpo de Prefontaine fue llevado a la funeraria England.
Linda recuerda levantarse esa mañana y recibir la llamada de que su hermano había muerto en un choque automovilístico. Sus padres fueron al apartamento de ella. Les explicaron brevemente lo que la policía encontró en el sitio. “Su versión”, dijo ella.
“En principio, es completamente debilitante”, dijo ella. “No comes. No tienes apetito. Estás enferma físicamente”.
Ray Prefontaine le dijo a su hija que él no era capaz de manejar de vuelta a Coos Bay. Ella se puso detrás del volante y se puso en camino hacia la costa. Viajaron en silencio.
La mañana siguiente, Frank Shorter bajó por la colina para examinar la escena del choque.
La muerte de Prefontaine es referida como un cuento de precaución acerca de manejar borracho. Pero Shorter entonces y ahora mantiene que aunque hubo cerveza en la fiesta esa noche, y Prefontaine pudo haber bebido algo, él no estaba intoxicado. Shorter no se habría montado en el carro si aquel hubiese estado bebido.
Como cualquier as de las carreras, Shorter mide muchos de los resultados de su vida en segundos. Eso se convirtió en el caso de lo que él describe como su “culpa de sobreviviente” en la muerte de Prefontaine. “Si hubiéramos hablado 30 segundos más o 30 segundos menos”, dijo Shorter. “Cinco segundos más o cinco segundos menos…”
El joven de 16 años Alvarado dijo que le pidió a su padre que hablara más con la policía acerca del accidente pero fue ignorado. Los Alvarado discutieron la falta de contacto entre los dos carros y como ellos en realidad no habían visto la cara del otro conductor. Basados en la evidencia física, sería virtualmente imposible contradecir el reporte policial.
“Pero me paré en la ventana y vi acercarse esas luces hasta unirse”, dijo el más joven de los Alvarado. “Es lo que es”.
Casi instantaneamente, empezaron a surgir rumores sobre el “otro conductor”. El reporte policíal y las noticias locales dan cuenta de lo ocurrido aquella noche a un joven de 20 años de edad, pero a los locales les gustaría saber si él de verdad estaba detrás del volante o si era su padre, un médico prominente de la ciudad. Se preguntaban también, si el otro conductor había estado intoxicado.
Los Shirley también oyeron rumores: El conductor había salido de Eugene por meses después del accidente; su padre, el doctor, tenía un problema de bebida y en verdad quien estaba en el carro aquella noche era él; él había convencido a su hijo de manejar el carro; su certificado médico estaba vencido; el hijo fue a la oficina del fiscal de distrito a “confesar” pero ellos no quisieron aceptar la confesión. Pero estos eran solo rumores.
Años después, como adulto, Arne Alvarado dijo, que se tropezó con el padre del conductor en el supermercado al pie de la montaña.
“Le dije la verdad”, dijo Arne Alvarado. “Quien había sido él. Él empezó a temblar mucho. Le dije que eso me había destruido como niño porque yo conocía a Steve. Steve era mi héroe. Y tener que experimentar esa noche y que eso me persiguiera desde entonces, oir en el radio el día siguiente que había sido un accidente de un carro y que Steve se había matado manejando borracho, eso fue muy duro para mí. Disculpen mi francés, pero eso siempre me jodió. Yo sabía que era un accidente dos carros. Lo vi”.
Los recuentos de noticias locales de la época dicen que el conductor y su padre evitaron las preguntas de los reporteros. En marzo, yo marqué un número telefónico identificado como el hombre listado en el reporte policial como el otro conductor. Varias personas en Eugene me habían dicho que él había salido del pueblo y mudado a Seattle hacía años. Dejé un mensaje de voz y mi número de teléfono celular. Dejé otro. Todavía no he recibido llamada de respuesta.
Los días siguientes, la policía dio a conocer el nivel de alcohol en la sangre de Prefontaine, 0.16, bien por encima del límite para la época. Los miembros de su familia estaban molestos, porque hacer públicos niveles de alcohol en la sangre no era típico. Para su frustración, la muestra “desapareció después de eso”, de acuerdo a Linda Prefontaine, para prevenir cualquier prueba posterior.
En el décimo aniversario de la muerte de Prefontaine en 1985, el Register-Guard preguntaba, “¿Steve Prefontaine solo perdió el control cuando su carro golpeó las rocas?” El periódico citaba al examinador médico de Lane County quién preparó la autopsia diciendo que ese “no fue un procedimiento patrón” que la policía ya había ordenado sacar la sangre y tomar muestras. Quizás el tiempo podía afectar el resultado de una prueba, pero ¿era suficiente para determinar si Prefontaine todavía estaba por debajo del límite legal?
Algunas teorías más arriesgadas se adentraron en los chismes y continúan viviendo en línea. ¿Eso lo hizo la KGB? ¿Los rivales de Prefontaine en la AAU? ¿Estaba él eludiendo para evitar golpear a un pequeño animal? ¿Qué tal si un fanático de pista finlandés lo hizo para que Prefontaine no corriera contra Lase Viren en los Juegos Olímpicos de 1976?
El cuento más común es el de manejar borracho: Steve Prefontaine tenía muchos tragos encima y volcó su carro. Shorter y Linda Prefontaine, por lo menos, no lo aceptaron. Linda es vehemente en que Prefontaine no estaba ebrio esa noche. “Las personas que no estaban ahí no tienen idea”, dijo Linda. “Todavía tenemos nuestras creencias y la gente puede decir lo que quiera. Él no estaba borracho”.
Conocido como “The Rock” (“La Roca”), el sitio del choque de Prefontaine se ha convertido en lugar obligado para los visitantes de Eugene. Los oficiales agregaron un espacio de estacionamiento en la estrecha carretera para acomodar a los visitantes, quienes dejan rutas de carreras, medallas, zapatos, fotografías, y notas escritas a mano. Los Shirley, una vez arrendatarios de Prefontaine, dicen que van regularmente para recoger los objetos y guardarlos.
Daniel Wojcik, un profesor de inglés en la University of Oregon, empezó a visitar The Rock para entrevistar a los “Peregrinos de Pre” como parte de su investigación de testimonios modernos. La ambigüedad alrededor de la muerte de Prefontaine permite a las personas “construir nuevos significados desde el evento de la muerte”, dijo Wojcik, “las actividades en la Roca de Pre crean una narrativa significativa desde su muerte y reafirman su vida. Los individuos en memoriales informales y sitios de tragedia hacen más que conmemorar o lamentar; ellos intentan entender que ocurrió, buscarle sentido al desastre, o buscar acciones contra los irresponsables”.
Pero la mayoría de las personas quienes eran más cercanas a Prefontaine evitan la Roca.
“Lo entiendo”, dijo Linda Prefontaine. “Pero no quiero ser parte de eso. No quiero celebrar donde el murió”.
Luego de la muerte de su padre en 2004 y su madre en 2013, ahora es responsabilidad total de Linda manejar los derechos intelectuales ligados al legado de su hermano. Recientemente, ella confrontó a un artista quien pintó una imagen del sitio del choque, reclamó que él no tenía el derecho de hacer eso.
“Eso es egocentrismo”, dijo Linda. “Eso es muy narcisistico. Se trata de él, aunque él está usando el nombre de mi hermano. ‘¡Mírame! ¡Hice este gran dibujo!’ ¿De verdad? ¿Alguién quería hacer eso? ¿Una pintura de donde mi hermano murio? Eso es morboso”.
Ella trata de no escuchar, como hicieron sus padres antes de morir. “Mi madre diría, ‘Eso no lo va a revivir’”, dijo Linda. “’Eso no lo va a revivir’”.
En la mayor parte de los últimos 30 años, cada mañana de jueves, Jay Farr ha atado sus zapatos, enfundado sus pantalones de firma, de colores brillantes, para pista, y lleva un grupo de alrededor de una docena de corredores para una carrera en Coos Bay.
Luego de conseguir su grado universitario en Yale y un MBA de Stanford, él regresó a Coos Bay para hacerse cargo de la ferretería centenaria de la familia. Farr, quien se mantiene en forma atlética, también encabeza a un pequeño grupo que organiza una carrea anual de 10 K en la ciudad en honor a Prefontaine.
En una reciente mañana primaveral, ocho corredores se reunieron para correr unas cuatro millas. El sol atravesaba la niebla matinal e iluminaba las hileras de casas de tres habitaciones dilapidadas de posguerra y los túneles de pinos mientras los camiones cargados con troncos avanzaban. Una frazada de montañas verdes y tuneles de pinos aun envuelve a los ciudadanos de Coos Bay. Como muchos asentamientos de la costa de Oregon, Coos Bay se siente como un pueblo que el tiempo olvidó.
Dos películas, Prefontaine y Without Limits, aparecen como referencias para corredores de escuela secundaria, junto con el documental Fire on the Track. Sus estrenos llevaron a otra ola de aficionados de Prefontaine bien hasta principios de los años 2000. Por años, los visitantes a la casa de Prefontaine en Coos Bay serían saludados por sus padres y, en algunos casos, invitados a mirar álbumes de fotos familiares.
Los corredores toman tazas de café y caminan dos vueltas alrededor de la ferretería, especulando en como Coos Bay ha producido tal corredor y porqué ellos no pueden dejarlo ir.
Ellos señalan el éxito reciente de otra estrella deportiva nacido en Coos bay, Mark Helfrich, el entrenador de futbol americano de University of Oregon, quien tiene una fotografía de Prefontaine colgando fuera de su oficina. Los programas de pista siguen sobreviviendo a pesar de los fuertes cortes presupuestarios, dicen ellos, porque son relativamente baratos de ejecutar. A los niños de la escuela primaria Blossom Gulch, el alma mater de Farr y Prefontaine, les enseñan una unidad completa sobre la vida y filosofía de Prefontaine. Algunas de sus medallas y trofeos están en exhibición en un pequeño museo del centro, cerca de una gran escultura que lleva su nombre.
“Ellos aún tratan de encontrar su identidad como pueblo”, dijo Jay Farr. “Ellos hablan de cuando regrese la actividad maderera y la pesca. Y yo pienso, lo siento. Se fueron hace 30 años. No regresarán”.
Para Farr, la muerte de Prefontaine aún es personal.
“Nosotros hasta tomábamos lecciones de manejo juntos”, dijo Farr, con los ojos vidriosos. “Él sabía mejor que nadie lo que significaba no usar un cinturón de seguridad. Yo estaba sorprendido con él”.
A dos horas en carro de la roca de Pre en Eugene está Sunset Memorial Park, un cementerio en una colina a las afueras de Coos Bay. El viaje te lleva a través de pastos con vacas, túneles de árboles, y el rugido ocasional de U.S. 101, la carretera conecta a Coos Bay con el resto del mundo.
La tumba de Steve Prefontaine está ubicada en una colina, frente a un pantano brillante, flanqueada con árboles y cerca de las viás ferreas herrumbrosas donde él corría de niño.
A la izquierda de la tumba de Prefontaine está otra placa, donde su padre y madre, Ray y Elfriede, descansan, habiendo sobrevivido a su hijo 29 y 38 años respectivamente. Entre ellos hay un espacio vacío con grama donde la hermana de Prefontaine, Linda, dijo que será enterrada cuando llegue su momento.
Mary Pilon es la autora de The Monopolists, un éxito de ventas del New York Times sobre la historia del juego de mesa Monopoly. Ella previamente cubrió los deportes en el Times y los negocios en The Wall Street Journal.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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