jueves, 14 de abril de 2016
Bobbi Gibb siempre ha corrido la vida a su manera.
James Sullivan. The Boston Globe. 11-04-2016.
Rockport.- Estos días, si el clima no es bueno, Bobbi Gibb aún está determinada a correr. Ella lo hará bajo techo, al correr en un lugar sobre un trampolín pequeño.
La primera mujer en correr y ganar el maratón de Boston nunca ha seguido mucho la manera como otras personas hacen las cosas. Ella corrió ese primer maratón hace 50 años, en 1966, como infiltrada; para la época, las mujeres no eran admitidas en la carrera. Le tomaría seis años a la Boston Athletic Association registrar mujeres para correr, y tres décadas para reconocer oficialmente los triunfos de Gibb en la categoría femenina en 1966, 1967 y 1968.
A pesar del largo tiempo que tomó el reconocimiento, ahora ella es considerada una de las participantes más notables de la carrera. Al haber tenido una vida privada como abogado, neurocientífica, artista y madre soltera, Gibb ha aceptado ser nombrada en su año aniversario dorado Grand Marshal del maratón.
También está haciendo presentaciones con su pocas veces visto trabajo artístico, pinturas vibrantes y murales así como trabajos en su medio primario, la escultura. Por años ha esperado probar su modelo a escala de una corredora inclinada, de bronce en tamaño natural e instalarlo en algún lugar de la ruta del maratón. Ahora, con el aniversario 50 en camino, ese sueño puede estar cerca de la realidad.
Pero Gibb siempre ha sido una soñadora. “Siempre pensé que la vida era un soplo”, dice ella. “¡Mira este mundo! Es sorprendente.
Ahora de 73 años, ella se ha casado “muchas” veces, dice con una carcajada. (En realidad tres). Por años ha pasado los inviernos en el sur de California haciendo investigación en el laboratorio, tratando de encontrar una cura para la ALS. Ella divide su tiempo en la costa este entre Rockport y Cambridge, donde se queda en una casa compartida con algunos viejos amigos de las carreras y su hijo adulto, Leif.
En Rockport, ella vive en una vieja casa colonial, con un arrendador en el primer piso donde vivió su difunta madre. Hay pocos lugares donde sentarse; la mayor parte del espacio está ocupada por superficies planas cargadas de bustos detallados que ella hace con parafina. Por años ha memorizado el rostro de un extraño en el metro, entonces viene a casa y la esculpe. También hace figuras históricas tomadas de fotografías. Su Einstein es extraordinario.
Luego de estudiar en la School of the Museum of Fine Arts, ella diseñó las figuras de bronce entregadas como trofeos a las tres maratonistas ganadoras en los Juegos Olímpicos de 1984 en Estados Unidos. Una pertenece a Joan Benoit Samuelson, quien ganó la medalla de oro ese año, cuando empezó a correrse el maratón femenino en los Juegos Olímpicos.
Para Gibb, correr siempre ha sido una actividad espiritual.
“Correr para mi es como una medicina”, dijo ella mientras una melodía de opera llega desde la cocina, detrás de una sábana que cuelga en el pasillo de la puerta. “Me lleno con un sentido de amor y disfrute. Es lo mismo con el arte, tengo un sentido de paz, de concentración, una conexión con el universo”.
Aún tallada y energética, con su característico cabello largo rubio siempre listo para flotar en el viento, Gibb tiene grandes ojos que la hacen lucir como si puede ver algo que otros no pueden. Indudablemente una muchacha de los años ’60, prefiere no llamarse “hippie”.
“Odio las drogas”, dice ella. “Intenté tomar alcohol en la universidad, y me enfermé. ¿Por qué le harías eso a tu cuerpo? Tienes una vida preciosa, y es muy corta en el gran espacio de las cosas”.
Sus padres estimularon su curiosidad. Mientras era niña en Winchester, Roberta Louise Gibb muestreaba agua de estanque con su padre, profesor de química en Tufts, y estudiaba las amibas en un microscopio. Hoy, varias de sus pinturas lucen como formas de vida en movimiento.
“Para mi, es la energía del universo”, dice ella. “Son los patrones que veo cuando cierro mis ojos”.
Como mujer joven, su pasión se disparó cuando descubrió las carreras. Empezó trotando en los bosques de Winchester, con su perro. Rápidamente ganó confianza, se fue a Vermont, donde corrió junto a los caballos que participaban en un evento ecuestre de tres días. Ella hizo 40 millas el primer día y alcanzó 25 el segundo antes de claudicar.
Poco después de ver su primer maratón de Boston en 1964, ella solicitó a la BAA una inscripción para correr el maratón. Al informársele que no se permitían mujeres en la carrera, para ese tiempo se consideraba que ellas eran incapaces de completar un maratón, ella en principio estaba muy enojada.
Luego se dio cuenta que tenía la oportunidad de probar que los hombres estaban equivocados y hacer un aporte al emergente movimiento de las mujeres. “Mi molestía se convirtió en humor mientras pensaba cuantos prejuicios se vendrían abajo cuando yo corriera los 42 km”, recordaría ella en “To Boston With Love”, un panfleto autopublicado e ilustrado con dibujos propios.
El pequeño panfleto ha sido reimpreso en una edición especial conmemorativa que está a la venta en una tienda pequeña cerca de la línea de llegada del maratón. La tienda temporal, auspiciada por Tracksmith, una boutique de Wellesley que hace ropa para carreras, diseñará una línea nueva inspirada por los pantalones cortos de surf que Gibbs usó en 1966, los cuales pidió prestados a su hermano.
El “Runners’ Lounge and Showroom” también mostrará piezas selectas del trabajo artistico de Gibb, sus esculturas y sus coloridas y casi infantiles pinturas al oleo, la mayoría de las cuales nunca antes las ha mostrado en público. Lo recaudado de la venta de “To Boston With Love” ayudará a financiar una campaña para buscarle un lugar permanente en la ruta del maratón a la escultura de Gibb.
Cuando Tracksmith empezó a trabajar en sus pantalones cortos Bobbi Gibb, ni siquiera las personas más versadas en la historia del atletismo habían oído de ella, dice el fundador Matt Taylor. La mayoría de las personas piensan que Kathrine Switzer fue la primera mujer en correr Boston, dice él. Ella es la corredora quien se registró bajo el nombre K.V. Switzer en 1967. De manera infame , ella fue agredida físicamente durante la carrera por el oficial de BAA Jock Semple, un incidente que fue capturado en una fotografía icónica.
Gibb, quien entrado a la carrera de forma no oficial por segundo año seguido, mejoró el tiempo de Switzer en casi una hora, al terminar en 3:27:17. Pero sin el drama que vivió Switzer, su logro fue largamente olvidado por años.
“Ella no tiene ni un hueso comercial en su cuerpo”, dice Tim Kilduff, el una vez director del maratón de Boston cuya organización, la 26.2 Foundation, está revisando el camino para encontrar un lugar para la estatua del maratón de Gibb.
En términos de la manera como Gibb piensa del atletismo, dijo Kilduff, ella estaba muy adelantada a su tiempo. En años recientes, ha habido “libro tras libro escrito acerca de la conexión espiritual de correr, los químicos de tu cuerpo. Ella precedió todo eso”.
Gibb regresó al maraton de Boston para correr en 1996, al cumplir su aniversario 30. Ella corrió otra vez en 2001, esta vez para recaudar dinero para investigar la ALS. Un amigo cercano, Buck Robinson, un activista ambiental y fundador de la librería Rockport’s Toad Hall, falleció de la enfermedad en 2003.
Ella hubiera corrido este año, también, pero una larga pelea de invierno con la bronquitis le impidió entrenar lo suficiente.
Gibb, educada como neurocientífica en una época cuando las mujeres no eran bien recibidas a nivel de graduados en los departamentos científicos, ha dedicado su investigación desde la muerte de Robinson para buscar la cura a la enfermedad que le quitó la vida. Ella trabaja junto al Dr. Robert H. Brown, director y profesor de neurología en la University of Massachusetts Medical Center and Medical School, un investigador lider en el campo de las enfermedades neuromusculares.
“Ella no habla de eso para nada”, se maravilla Kilduff. “Solo lo hace”.
Mucho antes de que se convirtiera en una campaña de mil millones de dólares, esa fue toda la motivación que necesitaba Bobbi Gibb: Solo hazlo.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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