jueves, 28 de abril de 2016

Tras los pasos de los Reyes del Mambo.

Nina Siegal. The New York Times. 08-09-2000. Al crecer en el South Bronx y East Harlem en los años ’30 y ’40, Miguel Ángel Amadeo presenció la primera edad dorada de la música latina en Nueva York, desde las baladas importadas de Puerto Rico conocidas como bolero, interpretadas en casas de festejos, hasta el baile y la música frenética que cristalizó en los clubes del centro como mambo Nueva York. De adolescente, dice él, bajaba por la Prospect Avenue en el Bronx esperando coleccionar algunos pedazos de sabiduría cada vez que Rafael Hernández, uno de los compositores populares más famoso de Puerto Rico, visitaba la tienda de música de su hermana, Casa Hernández. En 1969 él le compró la tienda a Ms. Hernández y la rebautizó Casa Amadeo. Ahora, desde el mostrador de vidrio de su legendaria tienda, él es parte de la resurgencia de la popularidad de la música, un nuevo grupo de aficionados a la música latina llega diariamente en busca de su punto de vista acerca de la música y su historia. “La salsa estilo Nueva York es mi pan con mantequilla”, dijo Mr. Amadeo. “Tengo 67 años de edad y he estado 50 años en el mismo negocio. La mayor parte del tiempo cuando las personas vienen a la tienda, no pueden recordar el título de la canción. Ellos me cantan un poco la letra, y 80 porciento de las veces les digo de que se trata”. Mueva el dial en su radio tres veces estos días, y es muy probable que sintonizará al menos un artista latino, sea Marc Anthony, Jennifer López o Carlos Santana. Cada vez que un Ricky Martin llega a la palestra, se generan registros de nuevos conversos a la música latina. Y por lo menos unos pocos se intrigarán por las influencias musicales que modelaron el sonido actual. La ciudad de Nueva York ha sido por mucho tiempo un crisol para la música latinoamericana conocida ahora como salsa, un término que abarca una variedad de estilos incluyendo mambo, merengue y rumba. La ciudad también gana crédito, en muchos lugares, por transformar el mambo de las grandes orquestas, la música y el baile popularizados en el Palladium en los años ’50 por los Reyes del Mambo: Tito Puente, Machito y Tito Rodriguez. Y eso dio lugar al Cubop, una fusión de los metales del Bebop y la percusión afrocubana, nacido de la colaboración entre los músicos de jazz y latinos en Harlem y los clubes del centro. Algunos historiadores musicales dicen que Nueva York es responsable por las variados bailes que acompañaron las formas de música latina, como el cha-cha-cha en los años ’50 y la pachanga una década después. Este año City Lore, un grupo cultural sin fines de lucro, y la Municipal Art Society, un grupo preservacionista, han creado el South Bronx Latin Music Project para empezar a documentar las raíces de la música en Nueva York. Como parte del proyecto, los historiadores y etnomusicólogos que trabajan para Place Matters, un programa de City Lore, están revisando anotaciones de músicos latinos, coleccionando historias orales e investigando los lugares donde se forjó la salsa. Ellos están armando un mapa de los límites de la música latina en East Harlem y South Bronx, desde los clubes de mambo hasta los de salsa, de manera que las futuras generaciones donde estuvieron alguna vez. Y este otoño, conjuntamente con la Point Community Development Corporation en Hunts Point, empezaran a ofrecer giras a través de la 92nd Street Y. La programación de las giras, que se espera comiencen en octubre, aún no se ha hecho. Pero no es difícil explorar la herencia de la música latina por tu cuenta. Como los dos vecindarios donde se encontrarán la mayoría de los sitio están separadas por el río Harlem, la gira debería ser planeada en dos mangas. La primera, en East Harlem, puede hacerse fácilmente a pie y toma cerca de una hora. En el South Bronx, puede ser práctica viajar en carro; los sitios están más dispersos, aunque se puede llegar a la mayoría con facilidad desde tres estaciones del metro de las líneas 2 y 5. Es mejor planear el viaje para un sábado, porque las tiendas de música están cerradas los domingos. Un día nublado de verano, Ángel Rodríguez, un baterista quien dirige la Hunts Point Academy of Music, subió a cuatro latinófilos en la 92nd Street Y en una van pequeña para un viaje de prueba de la gira a través de East Harlem y el South Bronx. “Esto es historia hecha hoy”, dijo él, volteando hacia atrás en su asiento, con una amplia sonrisa. “Tomó todo este tiempo para documentar nuestro movimiento”. Aunque los sitios de la gira están agrupados en dos areas distintas, ellos representan un rango de estilos musicales desde los años ’30 hasta principios de los ’70. Lo que las mantiene unidas, dijo Roberta L. Singer, una etnomusicóloga y una de dos directores del South Bronx Latin Music Project, es su contribución a la creación de un sonido Nueva York. “Esos lugares, en el tiempo, son donde llegaron algunos de los mejores músicos de Cuba para actuar, y donde los cubanos y puertorriqueños de Nueva York iban a actuar”, dijo ella. “Y así ellos se convirtieron en los lugares donde la comunidad latina de Nueva York creó un sonido basado en las raíces de la música, pero relevante a su mundo contemporáneo”. La gira empieza en East Harlem, o El Barrio, donde en los años ’30 grandes números de nuevos inmigrantes puertorriqueños crearon “un circuito de clubes, bares y teatros que produjeron la primera generación de directores de orquesta de indígenas latinos que tocaba para latinos”, escribió John Storm Roberts en ''The Latin Tinge: The Impact of Latin American Music on the United States'' (Oxford University Press, 1979). Entre ellos, notó él, estaban muchos “quienes se convirtieron en estrellas principales de la edad dorada de la música latina en Estados Unidos”. La primera parada, en East Harlem, es la plaza Machito, el nombre se debe al cantante y maraquero Frank Grillo, conocido como Machito, quien es considerado uno de los inventores del jazz latino. Machito, quien creció en un edificio de la esquina suroeste entre 111th Street y Third Avenue, era conocido por merodear e intercambiar ideas musicales con otros artistas en la esquina entre 110th Street y Fifth Avenue, y tocaba en muchos escenarios locales. Él se convirtió en uno de los directores de orquesta más influyentes y populares de los años ’30 y su banda fue un vínculo crucial entre la música bailable latina y las innovaciones del jazz. Casas Reverenciales. En la esquina noroeste de la 110th Street y Fifth Avenue, justo al cruzar la calle desde Central Park, está La Hermosa Church con su fachada de estuco. Esta fue una vez el Park Palace, uno de los clubes de baile más calientes de East Harlem, donde se interpretaban boleros (baldas románticas), guaracha (una forma cubana con pulso chica-chica) y charanga (estilo cubano de música que acompañó a la danza suave llamada danzón) desde los años ’20 hasta los ’50. Un salón de baile grande arriba podía recibir hasta 1500 personas, y había salones pequeños abajo. Muchos de los escenarios de música latina de Nueva York fueron convertidos en iglesias a medida que se desvaneció su popularidad. David M. Carp, un archivista musical quien trabaja con el Latin Music Project, dijo que cuando la música latina llegó a la palestra con la locura del mambo en los años ’50, algunos clubes latinos de alta sociedad perdieron su atractivo para los jóvenes. “La gente latina que nació aquí quería encontrar sus propios lugares y no quería ir a los mismo lugares donde había ido sus padres y abuelos”, dijo él. “Había menos deseo por ir al teatro español de tu vecindario”. Mr. Carp ve las adquisiciones de los grupos eclesiásticos como un fenómeno amplio, porque muchos clubes antíguos del centro de Harlem también han sido convertidos en iglesias. Él señala que muchos clubes antíguos han sido preservados. “Los teatros se convierten fácilmente en iglesias”, dijo él, “y si miras esos lugares viejos ahora, muchos están remarcadamente similares a la manera como estaban en sus mejores días”. Sonidos del Pasado. Regresando hacia el centro de El Barrio, se puede encontrar una de las tiendas musicales más viejas del vecindario, casa Latina, en 151 East 116th Street. Cuando salieron las primeras grabaciones de música latina en Nueva York en formato 78 rpm, los aficionados musicales iban a esta tienda estrecha de la calle principal de East Harlem para comprar las primeras copias. Alrededor de la esquina, en 1735 Madison Avenue, esta el lugar donde en 1927 Victoria Hernández abrió Almacenes Hernández, la cual la mayoría de los historiadores creen que fue la primera tienda de música y ropa de El Barrio, cuyos dueños eran puertorriqueños. Ms. Hernández era la hermana del compositor Rafael Hernández. En la parte trasera de su pequeña tienda ella daba lecciones de piano a varios intérpretes notables, incluyendo al joven Tito Puente y al pianista y director de orquesta Joe Loco, quien en los años ’50 fue conocido por latinizar canciones populares estadounidenses como “Blue Moon”. En 1939, Ms. Hernández vendió la tienda. (Ahora es una tienda de muebles, pero un aviso muestra el viejo nombre de la tienda). Dos años después, ella abrió Casa Hernández, otra tienda de ropa y música, en el South Bronx. Mientras está en el vecindario, puedes detenerte en el Museo de la Salsa, un pequeño museo dedicado a la música puertorriqueña y nuyorican en una bodega llamada Made in Puerto Rico. Una pequeña habitación en la parte trasera de la tienda está llena de memorabilia, incluyendo una conga y una chaqueta de Joe Cuba, un innovador de jazz latino; afiches de los primeros conciertos de salsa; y la boquilla de trombón que Mark Weinstein usó durante la grabación del álbum clásico de Eddie Palmieri “El Molestoso”. ‘La Capital del Entretenimiento’. El segundo foco de la gira es un espacio del South Bronx desde Mott Haven hasta Hunts Point que se convirtió en el centro de la vida latina en Nueva York después de la segunda guerra mundial. Con East Harlem sobrepoblado de nuevos inmigrantes, muchos puertorriqueños y otros latinos empezaron a moverse hacia el norte, al Bronx, donde los arrendadores ofrecían facilidades como un mes de gracia de renta para llenar sus vacantes. Entre los que se fueron de El Barrio para el Bronx estaban algunos de los músicos más prominentes de la época, incluyendo a Ray Barretto y Hector Rodríguez, dijo Max Salazar, un historiador musical y escritor. “Esa era la capital del entretenimiento”, dijo Mr. Salazar. “Desde el Hunts Point Palace, el Tropicana, el Caravana Club, ellos han visto a los mejores intérpretes de Puerto Rico, Venezuela y República Dominicana y Brasil, Perú. Ellos eran transportados aquí para actuar para esas audiencias y siempre vendían todo el boletaje”. Aunque muchos de los edificios ahora están cerrados o han sido convertidos en iglesias o supermercados, las fachadas transmiten una sensación de su antigua grandeza. El lugar más sureño de la gira es el antíguo Teatro Puerto Rico, un teatro familiar en 490 East 138th Street, en Brown Place, ahora la Iglesia Universal del Reino de Dios (aunque el anuncio aun dice Teatro Puerto Rico). Conocido como el equivalente latino de el Apollo, fue una vez el eje de la farándula, un paquete estilo vaudeville de eventos en lenguaje español que empezó con canto, baile y pequeñas bandas o grupos vocales, que trajeron actos acrobáticos, mágicos y contorsionistas, y terminó con una función doble de cine. El legado de esos espectáculos vive en la iglesia, la cual presenta música góspel latina, con bandas de jazz en su escenario los domingos. La evolución de la salsa. La van enfiló hacia el noroeste a través del South Bronx hacia el vecindario conocido como el Hub, hogar de un grupo de clubes que fueron cruciales en la evolución de la salsa. En 149th Street está la impresionante Beaux-Arts Bronx Opera House, construida en la década de 1910, la cual, a través de muchas encarnaciones, fue uno de los sitios más importantes de música latina en este vecindario. Las ventanas de cornisa de terra cotta y columnas de doble arco ahora están oscurecidas por un mercado de carne y la entrada a el Templo de Renovación Espiritual. Pero aún se puede tener una idea del tamaño del club, el cual una vez tuvo un auditorio magnífico con dos balcones, una luz superior central y un candelabro de cristal. Cuando era el Bronx Casino, los intérpretes regulares incluían a Tito Rodríguez, Charlie Palmieri y Johnny Pacheco. Como Caravana Club en los años ’50 y ’60 el teatro fue determinante en el surgimiento del baile de pachanga; luego se convirtió en El Cerromar, que hacía bailes aunque cuando el Bronx se incendiaba; entonces pasó a ser La Campana. “Es donde los Nuyorivcans de Nueva York dejaron su marca”, dijo Mr. Rodríguez. Al norte, arriba de Longwood Avenue y debajo de las vías elevadas de Prospect Avenue, esta Casa Amadeo, donde el visitante podría encontrar a Miguel Amadeo parado frente a retratos pintados de los compositores Rafael Hernández y Pedro Flores, y del propio Mr. Amadeo. Al continuar al norte, hacia Hunts Point, en 915 Westchester Avenue, se verá la antigua sede del Tropicana Club, originalmente una casa de baños turcos nombrado por el famoso club de La Habana. Cuando Manolo y Tony Alfaro, dos hermanos cubanos, adquirieron el lugar, cubrieron la piscina central con plexiglass para que las personas bailaran sobre el agua (la piscina después fue llenada con cemento, dijo Mr. Rodríguez) y ofrecieron grandes espectáculos acompañados con cocina cubana. El paso final de la gira incluye al Southern Boulevard, una vez conocido por una multitud de glamorosos clubes nocturnos latinos. Estaba el Tritons Club, donde la Al Santiago’s Alegre All-Stars tenía una sesión regular de descarga los martes; el Hunts Point Palace, el escenario más grande (salón para 2500 personas) y más famoso del South Bronx; y el Alhambra Supper Club, ahora desaparecido. Comprando la Música. La gira no ofrece muchas oportunidades para aventurarse dentro de los clubes viejos, porque la mayoría están cerrados en la actualidad, pero tres tiendas musicales a lo largo del trayecto ofrecen una muestra de la música que una vez llenó esos salones. (Se necesita dinero efectivo, porque Casa Amadeo no acepta tarjetas de crédito). Made in Puerto Rico vende solo unos pocos títulos musicales, pero tiene una buena selección de libros relacionados a la música en español e inglés que son difíciles de encontrar en otra parte, y ofrece artículos traídos directamente de la isla. Casa Latina y Casa Amadeo son propiedades genuinas de música latina administrada por dueños quienes pueden ayudar a cualquier investigador novicio con la más oscura de las grabaciones oscuras. El padre de Mr. Amadeo fue el popular compositor puertorriqueño Alberto Amadeo, conocido como Titi, quien tocaba en clubes y casas de fiesta en Nueva York en los años ’30 y ’40. Miguel siguió las huellas de su padre y empezó a cantar y tocar la guitarra. Empezó a escribir canciones desde adolescente, y ahora tiene varios centenares de derechos de autor a su crédito. A finales de los años ’50 y comienzos de los ’60, él actuaba en tríos, incluyendo a Los Tres Reyes. Es recibido como una celebridad en su visita anual a su pueblo natal, Bayamón, Puerto Rico, y los puertorriqueños que viajan a Nueva York hacen peregrinajes a su tienda, donde pueden comprar música que no se consigue en la isla. “Él es lo que llamamos un historiador de la comunidad”, dijo Ms. Singer, “alguien quien es de la comunidad y archivista de la cultura”. “Las personas lo buscan para que les de ideas sobre una canción que quieren interpretar o grabar”, dijo ella. “Él es muy humilde y de un conocimiento extraordinario. Él conoció y conoce a todos. Así que si vas ahí dentro y dices, ‘No se nada de eso, pero quiero algo de esa música de balada romántica de los años ‘50’, él sabrá que ofrecerte”. Mr. Amadeo es una de muchas personas cuyas memorias ofrecen un enlace con la música del pasado. Aunque muchos de los clubes cubiertos por la gira ya no existen, un número sorprendente de residentes de East Harlem y el Bronx aún hablan de ellos como si hubiesen cerrado hace pocas semanas. Mientras caminas por las calles mirando las edificaciones, déjalos que te ofrezcan sus cuentos de la vieja vida callejera, su entorno cultural, y sobre todo, las personas quienes hicieron la música. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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