lunes, 26 de octubre de 2015
El tercer hombre: El heroe olvidado del Black Power (Poder Negro).
James Montague, CNN. 25-04-2012.
Puntos clave de la historia.
En México 1968, el velocista australiano Peter Norman ganó la medalla de plata en los 200 metros planos.
Él fue el tercer hombre del podio durante el saludo del Black Power.
Norman fue aislado a su regreso a Australia por unirse a la protesta.
Una película arroja nuevas luces sobre su papel en uno de los momentos más simbólicos del deporte.
Es quizás la fotografía deportiva más icónica jamás tomada.
Capturado en la ceremonia de las medallas de los 200 metros masculinos de los Juegos Olímpicos de México 1968, el velocista estadounidense Tommie Smith se para desafiantemente, con la cabeza inclinada, su mano empuñada en un guante negro hacia el aire.
Detrás de él su compañero estadounidense John Carlos se une con su propio saludo Black Power, un acto de desafío que apuntaba hacia la segregación y el racismo que reverberaba en su país.
Ese fue un acto que escandalizó los Juegos Olímpicos. Smith y Carlos fueron enviados a casa para su desgracia y vetados de los Juegos Olímpicos de por vida. Pero fueron tratados como héroes a su regreso por la comunidad negra al sacrificar su gloria personal por la causa. La historia, también, ha sido cordial con ellos.
Aún así, pocos saben que el hombre parado frente a ellos, el velocista australiano Peter Norman, quien sorprendió a todos al pasar a Carlos y ganar la medalla de plata, jugó su propio y crucial papel en la historia deportiva.
En el lado izquierdo de su pecho él usaba un logo pequeño que leía: “Olympic Project for Human Rights” (“Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos”), una organización fundada el año anterior opuesta al racismo en el deporte. Pero mientras Smith y Carlos son ahora reconocidos como pioneros de los derechos humanos, el logo fue suficiente para terminar efectivamente la carrera de Norman. Él regresó a casa en Australia como un paria, sufrió sanción no oficial y el ridículo de ser el hombre olvidado en el saludo del Black Power. Nunca más volvió a correr en los Juegos Olímpicos.
“Salute!”. Película que hace la crónica del momento famoso.
“Tan pronto como él llegó a casa fue odiado”, explica su sobrino Matthew Norman, quien ha dirigido una película nueva, “Salute!”, acerca de la vida de Peter antes y después de los Juegos Olímpicos de 1968.
“Muchas personas en Estados Unidos no se dieron cuenta que Peter había tenido un papel mucho más grande que cumplir. Él era el quinto más rápido del mundo, y su carrera todavía es un record para la Commonwealth. Y aún así no fue a Munich (Juegos Olímpicos de 1972) debido a su participación en aquel saludo. Él habría ganado una medalla de oro”.
“Él sufrió hasta el día de su muerte”.
Una escogencia oscura.
Peter Norman creció en un distrito de clase obrera de Melbourne. Como juvenil no tenía como pagar los implementos para jugar futbol australiano, su deporte favorito. Pero su padre consiguió prestado un par de zapatos de segunda mano, y su talento de velocista fue reconocido de inmediato. Aun así, Norman era una escogencia oscura cuando el hombre de 28 años llegó a la pronunciada altitud de Ciudad de México. Era la primera vez que corría en una pista olímpica, y él se perdía en el aire.
“Yo podía sentir mis rodillas rebotando alrededor de mi barbilla”, dijo Norman en “Salute!”
“¡Eso alargó mi zancada en casi cuatro pulgadas!”
Fueron los eventos extra pista los que habían dominado los días previos a los Olímpicos de 1968. En Estados Unidos, el movimiento de los derechos civiles peleaba batallas callejeras con la policía y el ejército a lo largo del país contra la segregación y el racismo. Martin Luther King Junior y Robert Kennedy habían sido asesinados y la guerra de Vietnam estaba en su apogeo.
Mientras tanto en México, cientos de estudiantes que protestaban fueron masacrados en la víspera de los juegos. El régimen disimuló sus muertes mientras llegaban los atletas.
Australia también, estaba en medio de una disputa racial. La política “White Australia” del país había provocado protestas. Esta implicaba fuertes restricciones a la inmigración no blanca, y una serie de leyes prejuiciosas contra la población aborigen, incluyendo una política de tomar los niños aborígenes de sus padres biológicos para entregárselos en adopción a parejas blancas, una práctica que continuó hasta los años ’70.
Amenaza inesperada.
Aunque Norman era un declarado antiracista, nadie esperaba alguna demostración importante en México. El Comité Olímpico Australiano había establecido tres reglas a seguir para él. La primera era repetir su tiempo de calificación antes de los Juegos. “La regla número dos: no terminar último en ninguna prueba”, recordó Norman.
“Tercera, y bajo ninguna circunstancia, no ser vencido por un Pom (un corredor británico)”.
Norman había sido previamente ignorado por el equipo estadunidense, quienes habían asumido que ganarían todas las medallas en los 200 metros, pero él entró en su radar cuando rompió el record Olímpico en una de las pruebas preliminares.
“Cuando vi a Peter por primera vez, me dije, ‘¿Quién es este tipo blanco pequeño?’”, le dijo Carlos a CNN.
Él pronto lamentaría el desprecio. Cuando llegó la final de los 200 metros, todos los ojos se posaban sobre el duo estadounidense. Se esperaba que Smith ganara fácilmente (“No serías capaz de alcanzarlo ni con una motocicleta”, fue la conclusión de Norman) pero la especulación se centraba en que gesto político podían hacer los atletas estadounidenses en el podio.
Sonó el pistoletazo de partida y Smith se embaló hacia el oro. Pero desde la nada Norman fluyó como una exhalación en los últimos 50 metros, alcanzó la meta antes que un sorprendido Carlos. El tiempo de Norman de 20 segundos clavados habría ganado el oro cuatro años después en los Juegos Olímpicos de Munich y en los Juegos Olímpicos de Sydney en 2000.
Una decisión transcendental.
Smith y Carlos ya habían decidido hacer una declaración en el podio. Iban a usar guantes negros. Pero Carlos dejó los suyos en la Villa Olímpica. Fue Norman quien sugirió que usaran un guante en manos alternas. Norman no tenía manera de hacer su protesta. Así que le pidió a un miembro del equipo de remo de de Estados Unidos su logo de "Olympic Project for Human Rights", para mostrar solidaridad.
“Él vino a mí y me dijo, ‘¿Tienes uno de esos botones, compañero?’, dijo el remero de Estados Unidos Paul Hoffman. “Si un australiano blanco me pregunta por un logo de Olympic Project for Human Rights, entonces por Dios que tendría uno. Yo solo tenía uno, el cual era mío, así que lo arranqué y se lo dí”.
Los tres hombres caminaron hacia su destino. Las medallas fueron entregadas antes que los tres se voltearan hacia las banderas y empezara a sonar el Star Spangled Banner.
“No pude ver lo que estaba pasando”, dijo Norman del momento.
“Yo sabía que ellos habían avanzado con sus planes cuando una voz en la multitud cantaba el himno estadounidense pero entonces se disolvió en la nada. El estadio enmudeció”.
La respuesta fue inmediata para Smith y Carlos, quienes fueron enviados a casa. A Norman nunca le dieron la oportunidad de acercarse a un paso. Nunca más fue escogido para correr en unos Olímpicos.
“Me habría gustado mucho ir a Munich pero recibí las miradas fruncidas del poder que dominaba en pista y campo”, dijo el en “Salute!”
“Yo había clasificado 13 veces para los 200 metros y 5 veces para los 100 metros pero ellos prefirieron dejarme en casa a llevarme a Munich”.
¿Vetado en su propio país?
Norman se retiró del atletismo inmediatamente al saber que había sido sacado del equipo que iba a Munich. Nunca regresaría a la pista. Ni sus logros fueron tomados en cuenta 28 años después cuando Sydney organizó los Juegos Olímpicos de 2000.
“En los Juegos Olímpicos de Sydney él no fue invitado para ningún acto”, dice Matthew Norman.
“No hubo lamentos. Él era el velocista olímpico más grande de nuestra historia”.
Peter Norman siguió siendo el hombre olvidado en su propio país. Tan pronto como la delegación estadounidense descubrió que Norman no iba a asistir, el Comité Olímpico de Estados Unidos hizo los arreglos para que él volara a Sydney para ser parte de su delegación. Él fue invitado a la fiesta de cumpleaños del corredor de 200 y 400 metros Michael Johnson, donde iba a ser invitado de honor. Johnson estrechó su mano, lo abrazó y declaró que Norman era uno de sus heroes más grandes.
“Peter no fue sancionado…no estamos seguros de porque no fue seleccionado en 1972 pero no tuvo nada que ver con lo que pasó en México”, declaró el Comité Olímpico Australiano (AOC) a CNN cuando le preguntaron por la exclusión de Norman del equipo que había viajado a Munich.
“Peter no fue excluido de ninguna de las celebraciones de Sydney 2000”.
El AOC señala que al velocista más grande de todos los tiempos en Australia le habían dado varios papeles cruciales en las festividades.
“Él representó a la AOC en varios anuncios de selecciones de equipos, incluyendo el anuncio del equipo de tenis de mesa en su ciudad de Melbourne antes de los Juegos de Sydney”.
Recordando a Peter Norman
Cuando se estrenó “Salute!” en Australia en 2008 causó sensación, rompió records de taquilla. En un país conocido por su reverencia a las leyendas deportivas, muchos estaban escuchando la leyenda de Norman por primera vez. Pero el nunca vería la película que traería de vuelta sus logros a la conciencia pública.
Peter Norman falleció de ataque cardíaco el 9 de octubre de 2006.
En el funeral, Smith y Carlos pronunciaron la eulogía, allí anunciaron que la asociación de Pista y Campo Estadounidense había declarado el día de su muerte como “El Día de Peter Norman”, la primera vez en la historia de la organización que tal honor había sido concedido a un atleta foráneo.
Ambos hombres ayudaron a cargar su urna antes que fuera bajada a la fosa. Para ellos, Norman era un héroe, “Un soldado solitario”, de acuerdo a Carlos, por su pequeña pero determinada actitud contra el racismo.
“Él pagó el precio. Esta era la manifestación de Peter Norman por los derechos humanos, no Peter Norman apoyando a Tommie Smith y a John Carlos”, dijo Smith a CNN. Los tres habían seguido siendo amigos desde su oportunidad de conocerse en aquel podio de Ciudad de México hace 44 años.
Él era un tipo blanco, un tipo blanco australiano, entre dos tipos negros en ocasión de la victoria de creer en la misma cosa”.
Un legado de orgullo.
Sin discusión el precio más alto que Norman pagó fue el hecho de que su carrera en la final de los 200 metros había sido opacada por el saludo Black Power. Hasta el día de hoy esa actuación individual de un velocista permanece como una de las mejores e inesperadas demostraciones del atletismo de los Juegos Olímpicos modernos.
Al terminar la final, Norman había recortado medio segundo a su mejor tiempo. Su potencial total aun estaba por verse, aún luego de la ignominia de su regreso a casa, Norman no guardó rencor.
“Se ha dicho que compartir mi medalla de plata con el incidente del acto de premiación, perjudicó mi actuación”, explica Norman al final de “Salute!”
“Al contrario, tengo que confesar, que estuve orgulloso de ser parte de eso”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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