lunes, 5 de octubre de 2015
¿Valoramos el trabajo de destrezas menores?
Brittany Bronson. The New York Times. 01-10-2015.
Las Vegas.- En el casino restaurant donde trabajo, la mayor exigencia de trabajo llega a las 10 p.m. El espectáculo cercano arranca, envía 30 invitados a mi sección a la vez. Por las próximas tres horas, mi cuerpo está en constante movimiento, navegando con rapidez entre las mesas, balanceando vasos grandes entre los dedos, manejando una lista de prioridades creciente sin expresar pánico.
En un restaurante de ritmo acelerado, estas son destrezas clave. Pero en nuestra retórica económica, son catalogadas como “destrezas menores”.
Tomar órdenes no demanda una educación universitaria. Llevar bandejas de cocteles requiere resistencia física, pero no conocimientos complejos y extensos. La mayoría de las personas que caminan en los pasillos de un casino, empleados de limpieza, conserjes, vendedores al detal, son catalogados como obreros no calificados, y las leyes del capitalismo especifican que todos somos reemplazables fácilmente. Cualquiera puede ser entrenado para hacer nuestros trabajos.
Los titulares nos dicen “Profesionales universitarios están subutilizando sus títulos en trabajos de baja preparación”, que “Los trabajadores calificados están escasos”. Somos formados, en la cultura del capitalismo estadounidense, para creer que cierta cosa, sin discusión, llamada el valor del trabajo está definida por la complejidad de la tarea y no por la ejecución de esta, que ciertos tipos de trabajo no merecen que se les dedique toda una vida.
Pero algunas noches, cuando mi memoria y cuerpo multitareas están sincronizados, cuando me encuentro desplazándome calmadamente a través del murmullo de un recinto lleno de personas animadas, me siento convencida de que no cualquier persona puede hacer este trabajo tan bien como yo.
Los términos “no calificado” y “trabajo de preparación menor” contradicen el cuidado y la precisión con la cual mis compañeros de trabajo, quienes tienen una variedad de formación educativa y fluidez de lenguaje, ejecutan sus tareas. Un nuevo servidor empleado puede aprender a decir, “Llevar estos platos de aquí para allá”, pero un servidor calificado asistente puede limpiar una mesa en un viaje, simplemente con una cuidadosa ubicación de los platos a lo largo del antebrazo o entre sus nudillos.
En el negocio de los restaurantes, llamamos a eso “una buena movida”.
El cuerpo absorbe información de la misma manera como lo hace la mente, con observación y estudio. Como un atleta, un trabajador al completar la misma tarea por milésima vez sabe que la memoria muscular y la precisión son herramientas poderosas. Pero en el lugar de trabajo no hay gráficas avanzadas, o repeticiones en cámara lenta que resalten le eficiencia del movimiento, la priorización de tareas o como un acercamiento más meticuloso puede significar la diferencia entre un cambio caótico y otro que no se percibe.
En lugar de eso, la rutina, la naturaleza repetitiva de estos trabajos es percibida para definir las limitaciones de los trabajadores, más que sus capacidades. Y aunque la mayoría de los trabajos de baja preparación requiere una constante interacción con las personas, debido a su status de salarios bajos es considerada un punto muerto, más que un testamento de la habilidad de un individuo para adaptarse y especializarse.
Las etiquetas trabajadores de “preparación menor” o “no calificados”, la mayor parte son mujeres adultas y las minorías, a menudo describen de manera imprecisa las habilidades del individuo, pero juegan un papel poderoso para determinar sus oportunidades. Las consecuencias no solo son severas, sino increíblemente desalentadoras: remuneraciones a nivel de pobreza, horarios erráticos, ausencia de un plan de jubilación, de beneficios de salud, de ser remunerados cuando están enfermos y no tienen el respaldo de una familia, y la constante amenaza de ser despedidos.
En vez de una calidad de trabajo mejorada, las recompensas de los trabajadores orientados a las tareas, son palmadas en la espalda y la constante recomendación de aspirar por algo mejor.
Y por supuesto, los usuarios también sufren: Cuando usted presencia al servidor de un gran restaurant o ve a un conserje particularmente efectivo en su trabajo, no está observando un talento al azar, sino a alguien quien se tomó el tiempo de aprender su trabajo y mejorarlo. Ahora imagine si a más trabajadores de “preparación menor” les fuera proporcionada la compensación, seguridad laboral y apoyo para hacer ese trabajo.
En mi trabajo como profesora universitaria, veo estudiantes quienes aspiran hacer un trabajo “mejor” que uno de preparación menor. Muchos son hijos e hijas de trabajadores de restaurantes y empleados de servicio doméstico, los primeros en su familia en asistir a la universidad, y escogen la universidad con la firme creencia de que con esa educación, evitarán los tipos de trabajo que tienen sus padres. Recientemente un estudiante me dijo que la única razón por la que él busca un título es que él no “quiero trabajar en un empleo que no requiera destrezas”.
Por más que quiera asegurarle que su educación le garantizará eso, no puedo. El hecho es que, más y más graduados universitarios terminarán en trabajos que no requieren las destrezas por las que ellos pagaron y se esforzaron tanto por obtener.
Esa es la mayor razón por la que necesitamos hacer un mejor intento en convertir a los trabajos de preparación menor en opciones que valgan la pena, principalmente subiendo el salario mínimo, y de manera más significativa respecto a lo que proponen las medidas actuales.
Tales esfuerzos están sujetos al interminable debate de si subir el salario mínimo significa inflación, disminución de empleos para trabajadores jóvenes, y un mercado más competitivo para trabajos orientados a tareas simples.
Pero el reto más difícil es redefinir el lenguaje y las percepciones que atrapa largos segmentos de trabajadores confiables en la pobreza. Todo trabajo puede ser ejecutado con destrezas, pero negar esa formación es útil para aquellos quienes justifican el pobre trato, y compensación injusta, de millones de trabajadores.
Convencer a esos trabajadores de que su tratamiento es temporal, que si se mantienen trabajando duro, aprenden a hacer su trabajo más rápido, más eficientemente, con más fluidez, ellos trascenderán esa etapa, es un mito que no podemos seguir manteniendo.
Britanny Bronson es una profesora de inglés en la University of Nevada, Las Vegas, mesera en un restaurante y escritora colaboradora de artículos de opinión.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario