lunes, 19 de octubre de 2015
‘Trece Maneras de Mirar’ (‘Thirteen Ways of Looking’) de Colum McCann. Historias ligadas por las dificultades.
Sarah Lyall. The New York Times. 11-10-2015.
En el verano de 2014, el escritor Colum McCann fue atacado y dejado inconsciente en una calle de New Haven. Fue lesionado de gravedad, se fracturó su clavícula, se rompió varios dientes y tuvo laceraciones en el rostro, pero el dañó reverberó más allá de lo físico.
“Mi familia y amigos y yo sufrimos lo que yo solo puedo catalogar como una serie de golpes detrás del golpe”, escribió él en un testimonio de impacto presentado en el juicio de su asaltante, quien admitió golpear a Mr. Colum después de golpear a su esposa y molestarse cuando Mr. McCann intervino. Él no pudo escribir por mucho tiempo.
Aunque él había empezado las historias de su última colección, ‘Thirteen Ways of Looking’, ellas están cargadas de lo que le ocurrió a él ese día, explicó él. Así que mientras este trabajo melancólico y afectado no es por ningún motivo autobiografía disfrazada de ficción, si ayuda a entender lo que yace debajo. “Algunas veces me parece que estamos escribiendo nuestras vidas en avance, pero otras veces solo podemos mirar atrás”, dice el autor.
Mr. McCann como escritor de poder, sutileza y belleza, mejor conocido por su National Book Award novela ganadora “Let the Great World Spin”, la cual despliega un grupo grande de personajes dispares en la ciudad de Nueva York de los años ’70 y más allá, y tiempla al lector hacia sus desordenadas, atribuladas, a menudo tranquilas vidas heroícas y entonces muestra como ellos encajan.
Las cuatro historias de aquí, una es una novela larga de cambio de tono y foco; las otras son cuentos y más enfocadas, difieren ampliamente una de otra. Pero están conectadas por una tensión, una dificultad, una amenaza, un sentido de que las cosas están descolocadas pero quizás puedan enderezarse si los personajes, y el lector, logran entenderlas más.
El poderoso título de la historia martilla en la mente mucho después que se ha leído. Proviene de “Thirteen Ways of Looking at a Blackbird”, el hermoso y opaco poema de Wallace Stevens acerca de la fluidez del tiempo, la belleza de lo cotidiano en la naturaleza y la imprecisión de las perspectiva.
Cada sección empieza con una estrofa del poema. El protagonista es un juez, retirado de la Corte Suprema de Brooklyn, a cuya mente vaga somos invitados. En largos monólogos internos, él se resiente por su difunta esposa, recuerda su carrera, protesta por las indignidades de la edad avanzada y el cierre de su una vez mundo expansivo. Lo vemos interactuar con su paciente cuidadora, Sally; aventurarse en una tormenta de nieve; y almorzar con su distraído y egoísta hijo en un restaurant cercano.
Dos cosas se hacen aparentes rápidamente. Una es que algo muy malo está a punto de ocurrirle. La segunda es que hay cámaras ocultas en todas partes, no solo afuera, sino también en la casa del juez, instaladas por su hijo para vigilar a Sally.
“Después los detectives de homicidios se sorprenderán por la presencia de las cámaras”, escribe Mr. McCann, y nosotros estamos similarmente sorprendidos por la dualidad y el cinismo del hijo. Luego, la policía revisará la filmación en el video, buscando pistas, una visión incongruente, un movimiento furtivo, algo sesgado.
Su tarea interferida por la nieve que oscurece las imágenes y por la imposibilidad de percibir algo como es en realidad. “Ellos trabajan de manera parecida a los poetas: buscan una palabra al azar, en la instancia apropiada, para hacer el poema mucho más preciso”, dice el autor.
Estas escenas desde el futuro están intercaladas con las escenas del juez rondando hacia atrás en su mente mientras se mueve físicamente a través de su día, como si todo ocurriera a la vez, el pasado se despliego sobre el presente convirtiéndose en futuro. “Fue noche toda la tarde. / Estaba nevando/ E iba a nevar”, escribió Stevens, y este flujo simultaneo de tiempo también es el tema de la ingeniosa historia de Mr. McCann.
Si “ThirteenWays” le estremece, las otras historias le golpean en la cabeza hasta casi la insconsciencia. En “Sh’khol”, posiblemente la más dolorosa de leer debido al terrible suspenso con que fue escrita, una madre soltera pasando momentos difíciles en la costa irlandesa le regala en Navidad, a su hijo mudo de trece años, adoptado en Rusia cuando tenía 6, una vela mojada de velero, la mañana siguiente al levantarse no encuentra a su hijo ni la vela mojada, el oceano Atlántico ruge afuera.
En “Treaty”, una monja envejecida y exhausta convalece mientras ve en televisión que el guerrillero suramericano quien la secuestró y torturó décadas atrás se ha redimensionado en un respetable negociador de paz, y se encamina a una conferencia. Ella también es visitada por “la rigidez de la memoria”, la manera como “el pasado puede desvanecerse tan fácilmente, como el presente puede avanzar, como ellos algunas veces chocan”, pero ella resuelve confrontarlo, mostrarle lo que él le hizo a ella.
En “What Time Is It Now, Where You Are?” (“¿Que hora es, donde estás?”) un escritor en dificultades para desarrollar un cuento de víspera de año nuevo para una revista decide convertir en su tema a una joven soldado de servicio en Afganistán, a punto de llamar a su amante a su casa. En manos menores, esta historia podría ser tediosa y encerrada: ¿Quien quiere leer las notas de un escritor acerca de su rutina de trabajo?
Pero Mr. McCann usa esto para mostrar como en la ficción, como en la vida, las posibilidades son interminables, las preguntas conducen a más preguntas, un pensamiento sangra en otro. Su autor ficcional no puede escapar de su propia vida mientras trata de escribir acerca de la de alguien más. “¿Cómo regresamos a la simplicidad de la noción original?”, pregunta él.
Aún así, la primera historia de Mr. McCann flota, te pide que la leas otra vez. Un sospechoso ha sido condenado en el asesinato del juez, y el juicio va hacia su parte final. El lector sabe la verdad objetiva, hemos visto los eventos desde cada ángulo, como en una pintura cubista, y hemos estado al lado del juez durante los últimos momentos de su vida.
El jurado no tiene la información que tenemos, solo las cuentas imperfectas del fiscal y sus 12 puntos de vista separados. El veredicto está a punto de ser leído. De pronto Mr. McCann cambia de velocidad, como a menudo lo hace Stevens en su poema, dejándonos sin resolución pero con la imagen recurrente de un cielo gris sin movimiento y un sentido de cómo las perspectivas múltiples pueden obscurecer, no iluminar, una verdad frágil.
“Más cámaras en la ciudad”, escribe él, “que pájaros en el cielo”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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