lunes, 17 de agosto de 2015

Ciento un días: Una entrevista con Asne Seierstad

Encontrando las historias humanas de Bagdad antes, durante y después de la invasión de Estados Unidos. Lisa Katayama. Martes, 12 de mayo de 2005. A principios de marzo de 2003, ante la inminencia de una invasión estadounidense, las grandes compañías de medios de comunicación sacaron de Bagdad a sus corresponsales. Un puñado de intrépidos reporteros independientes permanecieron alrededor, entre ellos la joven periodista noruega Asne Seierstad. Seierstad empezó a trabajar como periodista en los años ’90, cubriendo la guerra de Chechenia, donde ella desarrolló fuertes visiones sobre la manera apropiada de reportar un conflicto. “Es difícil cubrir una guerra cuando tienes idea de lo que ocurre allá abajo, no tienes la opinión de la gente, no los has conocido, y estás cansada de las mentiras y la propaganda”, explica Asne. “Yo realmente tuve que ir y ver por mí misma”. Desde entonces ha aplicado este acercamiento a sus reportes de los conflictos de Serbia, Kosovo, y Afganistán, y su primer libro, El Librero de Kabul, fue un recuento de la vida en Afganistán antes, durante y después de la salida de los talibanes. Seierstad reportó para varios medios desde Bagdad entre enero y marzo de 2003. Su nuevo libro, Ciento un días, salió de esta experiencia. El reportaje de Irak de Seierstad es fresco, honesto, y determinadamente enfocado en historias humanas a pequeña escala. “Deseo haber podido escribir una novela sobre esto, porque de nuevo pienso que mientras más humanas son las historias que cuentas, más puedes poner al lector dentro de la cabeza de alguien más y ser profundo.”. En una visita reciente a San Francisco, ella se sentó con Mother Jones para hablar de su trabajo. Mother Jones: Escribe en su prólogo, “Nunca he trabajado en condiciones más difíciles que lo que hice en Irak”. ¿Qué fue tan difícil sobre reportar la guerra en Irak comparado a Kosovo, Chechenia, o Afganistán? Asne Seierstad: Durante la dictadura, las personas tenían mucho miedo de hablar acerca de lo que pensaban. Era como el período de Stalin en la Unión Soviética en los años ’30. Lo que fuera que preguntaras, lo que te respondían era banalidades y frases seguras, frases que les habían enseñado para decirlas a los extranjeros. Siempre estábamos peleando por conseguir una cita o una historia. También teníamos que gastar mucho tiempo y dinero con la burocracia para obtener visas e ir a conferencias de prensa. Durante una guerra, tienes que ser muy cuidadosa, en verdad no puedes ir a donde quieras. En Irak, teníamos que estar en Bagdad todo el tiempo, no podíamos salir de la ciudad. Por lo cual no éramos libre del todo. MJ: ¿Como era la atmósfera en Bagdad antes de la Guerra? ¿Qué decía la gente y como cambió eso a lo largo de su estadía allí? AS: La atmósfera era cautelosa. Podías sentir las nubes de la guerra acercarse, pero no las podías ver, como cuando sabes que se avecina una tormenta. Al comienzo, la gente no quería hablar mucho de la guerra. Ellos fácilmente decían frases contra Bush o contra el bombardeo, pero estaban algo así como relajados. Cuando la guerra se hizo inminente, emergió la rabia, y la gente empezó a gritar y llorar. Nadie sabía como iba a ser esta guerra, si se usaría armas químicas u otros tipos de armas nuevas de las que nunca habíamos oído. Hubo muchos rumores, entre los periodistas y entre la población. MJ: ¿Cuáles eran las actitudes hacia el régimen de Saddam y hacia los Estados Unidos? AS: Pienso que la población estaba dividida. Definitivamente había una parte que apoyaba la venidera guerra para salir del dictador. Muchos musulmanes shiitas eran los más afectados por la dictadura, ellos eran los más golpeados por las campañas de limpieza donde él (dictador) mató y tomo como prisioneros a decenas de miles de personas. Si habías perdido muchos miembros de tu familia en los campos de tortura, de seguro querría salir de ese hombre a cualquier costo. También había personas quienes saludaron a los estadounidenses cuando estos llegaron. Luego estaban esos nacionalistas iraquíes o Baatistas quienes eran totalmente opuestos a la guerra por razones políticas. Y luego tenías una gran porción de la población que estaba indefensa y era contraria a la guerra porque tenían miedo de que las bombas cayeran en sus casas, sobre sus hijos, que se destruyera la ciudad, ellos pensaban que debía haber otros medios. Parecía que los iraquíes estaban muy conscientes de la situación. Ellos dijeron, estábien, Bush quiere esta guerra, no hay nada que lo pueda detener. Pienso que muchos quienes apoyaron la guerra ahora le han dado la espalda a los estadounidenses. Están disgustados porque ven que no vinieron a liberarlos, porque de verdad no han hecho nada para proteger a la población. MJ: ¿Hasta donde llegaba, según su percepción, el culto a la personalidad de Saddam? AS: Esa es una pregunta difícil. Algunas personas definitivamente tenían lavado el cerebro. Todavía me pregunto acerca de mi traductora, Aliya. Ella parecía ser una niña de Saddam, nacida en una familia sunita, quien nunca sufrió nada. Ella no tuvo ninguna pérdida en su familia. Ella no creció para aprender algo sobre la política. Solo creció para admirar a este gran hombre que estaba en todas partes, había afiches, estatura, oraciones para él, canciones para él. Ella traducía sus discursos. Ella no dudaba de él. Pensaba que era el hombre más grande, y se sintió muy humillada y en trance cuando nos paramos a ver la caida de la estatua de Saddam en Bagdad. Pienso que ir alrededor de las prisiones y hablar con aquellos quienes han sido afectados tendría un efecto en ella, pero creo que ella aún diría que antes tenía una vida mejor. Algunas veces hablo con ella por teléfono y ella dice: “Lo peor ahora es que no tenemos idea de lo que ocurrirá mañana, que ocurrirá en mi camino a casa. No tenemos influencia en nuestras propias vidas”. MJ: ¿Puede hablar un poco de su relación con Aliya? AS: Había despedido a mi primera traductora porque no había ninguna conexión. Estaba sentada afuera del Ministerio de Información con mi computadora, pensaba ¿Qué puedo hacer si una traductora? Y ahí estaba esa mujer grande parada ahí. Le pregunté en ingles: “Hey, ¿Qué está leyendo? Y ella dijo, “Oh, lo mismo de siempre”. Y pensé, Esa es una respuesta interesante, porque en Irak se supone que debes decir que los periódicos son interesantes. Y entonces empezamos a conversar, y me di cuenta que ella hablaba muy bien el inglés, lo cual no hacía la mayoría de los traductores. Así que hice los trámites para emplearla como traductora, y ella estaba feliz de trabajar conmigo. Ella dijo, “Te protegeré, pase lo que pase. Ahora te escondes detrás de mi espalda, y yo me esconderé detrás de la tuya cuando vengan los estadounidenses. Pero ella también era agente del régimen, así que su trabajo era controlarme y traducir. No era realmente una amistad, sino una especie de respeto mutuo. Ella también se quedó durante la guerra cuando todos se fueron, e iba a trabajar todos los días. Peleábamos un poco, nos gustábamos un poco, y a veces ella era como un poste de seguridad en mi vida. Realmente me gustaba el hecho de que ella estaba más asustada que yo. Ella decía que era muy peligroso, o que no deberíamos ser estúpidas, es tan peligroso como es. Ella tomaba esas decisiones a veces, no las seguía sin pensar. Cuando llegaron los estadounidenses, ella cayó en un tipo de coma depresivo, y algunas veces era sarcástica salo para hacerse revivir. Y entonces al final, después de ver los campos de tortura, ella dijo, “Tal vez nosotros no le importábamos a Saddam”. Esa fue una frase muy dura de decir para ella, porque Saddam siempre había sido el gran héroe de su vida. MJ: ¿Piensa usted que muchos iraquíes pasaron por la misma desilusión? AS: Si has vivido en una dictadura por treinta años, estás acostumbrado a que la gente miente. Si lees que Saddam era un tirano, pensarás que eso es solo propaganda estadounidense. No hay una base real para que ellos juzguen que es correcto y que está errado. Pienso que algunas personas lo quieren de vuelta y no reconocen realmente como era él. Pero ahora hay periódicos que hablan de esto, por lo que sería una opinión. Aliya fue al lugar de los acontecimientos, observó y escuchó a las personas. MJ: ¿Cuáles fueron las ventajas y desventajas de ser una reportera blanca en Irak? ¿Le permitió esto posicionarse de una manera que quizás habría sido más difícil de conseguir para los hombres? AS: Como mujer, pienso que te puedes comunicar mejor con las mujeres, especialmente en una sociedad musulmana, pero pienso que todo depende principalmente de ser una persona agradable. Como periodista, tienes que tratar de ser agradable, directo y honesto, tan honesto como puedas ser, por supuesto. Algunas veces usas tu encanto si tienes que hacerlo. En esta guerra, era básicamente que yo estaba más interesada en las historias humanas. Cuando tienes ese interés, pienso que serás capaz de encontrar esas historias, seas hombre o mujer. MJ: ¿Está contenta con la clase de historias que encontró? AS: Pienso que di lo mejor de mí. Por supuesto, siempre había ese hambre por entedner más y conocer más personas, pero en una dictadura, tú sabes que no puedes tenerlo todo. Conecté las historias humanas que consideré más interesantes, me enfoqué en Aliya y también en los dos conductores, Abbas y Amir, quienes empezaron como los mejores amigos, pero cuando la estatua cae ellos lloran por razones diferentes. Ahora ellos no se hablan. Abbas está trabajando para las fuerzas estadounidenses, y Amir apoya a los bombarderos suicidas. Así que eligieron caminos totalmente diferentes, aunque dos caminos violentos. Y luego tienes a Aliya, quién está haciendo su trabajo, ella forcejea con su situación. Es el eterno papel de una mujer, aunque ella no piensa así de eso. Aún en una guerra, alguien tiene que hacerse cargo de la vida diaria. Alguien tiene que alimentgar y vestir a los niños. Como mujer, aceptas la situación, te adaptas a ella, y das lo mejor, mientras los hombres escogerán la violencia. MJ: En varios puntos de su libro, la encontramos en la oficina del Ministerio de Información implorando quedarse en Irak después que su tiempo acordado, diez días, se hubiese agotado. ¿Por qué piensa que ellos la dejarán quedarse tanto tiempo? AS: primero que nada, yo tenía un protector, Kadim, debí haberle gustado. Porque para la mayoría de las personas, eran diez días, sin discusión, te tenías que ir. Él debió haber confiado en mí, porque tomó mi dinero. Todos lo hacían pero el tenía que ser cuidadoso con eso. Yo también traté de hacer mi papel de trabajar para ocho periódicos. Porque la cosa es, ellos querían la cobertura, pero querían tan pocos como fuera posible de nosotros, para controlarnos. Por lo que dije, está bien trabajaré para ocho periódicos de ocho países. ¿No preferirías tenerme a mi que a ocho periodistas? MJ: ¿Qué le hizo querer quedarse mientras otros periodistas se estaban yendo? AS: Cuando estás ahí, hasta empacar tus valijas e irse toma un esfuerzo. Yo no quería irme, quería ver lo que estaba pasando. En muchas de estas situaciones mi curiosidad es más grande que mi miedo. Y despues está este sentimiento que dice, voy a estar bien. Pensaba, hay 5 millones de personas, y yo soy solo una de esos 5 millones. En los preliminares de la guerra ves niños jugando en la calle, y piensas, ah, voy a estar bien. MJ: En un punto de su libro, usted urge a un joven finlandés quien había ido a Bagdad para ser un escudo humano, a largarse. ¿No es eso un poco paradójico? AS: Pienso que eso fue algo totalmente emocional. Había otros escudos humanos y no me importaban. Este hombre era joven, me recordaba a mi hermano. No quería que eso le ocurriera a mi hermano. También, su misión había terminado. Si, hubiera sido un símbolo si ellos fuesen asesinados mientras estuvieran vinculados a esas instalaciones, y ellos había sido valientes al ir allí, pero la guerra era inevitable. Él también era uno de los pocos occidentales, la mayoría de los otros escudos humanos ya se habían ido, y él estaba ahí por su cuenta. MJ: ¿Por qué se fue cuando lo hizo? AS: Había tenido suficiente. Estaba tan exhausta, tan cansada, y no podía pensar, y durante los últimos días tuve que forzarme a trabajar. Estaba interesada en la historia, y por eso también me quedé tanto como lo hice, pero cuando te cansas, también te asustas. Despues que terminó la guerra, la violencia estaba creciendo. La gente disparaba en las calles, ere territorio sin ley. Yo pensaba, He sobrevivido la guerra, no quiero que me maten ahora. Hice mi trabajo, y me estaba asustando. Pienso que cuando empiezas a asustarte, es tiempo de irse. Pienso que me quedé otras dos semanas después que terminó la guerra. MJ: ¿Ha regresado? AS: No. Y ahora no regresaría. Cuando estás ahí, olvidas que hay paz afuera. La situación era tan intensa en los preliminares de la guerra, y yo quería quedarme para ver el fin. Era una gran historia, un evento mundial, y yo estaba tan enfocada en encontrar lo que había ocurrido en esa guerra. Pero ahora que estoy afuera, no regresaría allí. Tambien, los peligros son diferentes. En aquel entonces, al menos teníamos un sentido de colectividad, podíamos ser golpeados por las bombas, pero de alguna manera no tenía ese gran miedo a ser tomada como rehén o usada como escudo humano. Hoy, el miedo de ser secuestrado es muy grande para mí. En mi trabajo, yo primero que nada sigo mi intuición, y ahora dice no. Como corresponsal de guerra, tienes que sopesar el riesgo que corres contra la historia que puedes conseguir. Justo ahora no puedes caminar las calles, estarías estancado en un hotel, sin ser capaz de pasar más de 10 minutos en un lugar porque alguien podría reportar que ahí está un extranjero. La violencia ha aumentado, y también el peligro de ser impactado por balas perdidas, ser secuestrado, o seguir el destino de Marla Ruzicka, a quien conocí, quien murió en el carro bomba el 16 de abril. MJ: ¿Tiene usted una opinión de cómo los medios de Estados Unidos cubrieron la guerra? AS: Me parece que muchos de ellos son patrióticos al hablar de “nuestras tropas” y “nuestros muchachos” y “moverse hacia la democracia” sin ir a la profundidad del conflicto. Cuando voy por ahí y leo mi libro, dando los nombres y rostros iraquíes, muchas personas me dicen, “Esta es una historia que nunca oímos. Nunca llegamos a conocer los iraquíes, para nosotros ellos son solo los iraquíes o los insurgentes”. Si usted nunca presenta las historias humanas, termina satanizando a un país y su gente. Si usted nunca vio sus rostros u oyó sus nombres, sus llantos, o aun las historias no violentas ordinarias, ellos se convierten en el enemigo. Al poner un rostro humano en el enemigo, tal vez encuentres que él no es tu enemigo. Pienso que eso falta en los medios estadounidenses. MJ. Su libro es inusual, parte reportaje de guerra, parte memoria, parte estudio cultural, y al mismo tiempo, muy lírico, casi poético. ¿Qué la inspiró a escribir su libro de esa manera? AS. Creo en la literatura. Deseo haber podido escribir una novela acerca de esto, porque de nuevo pienso que mientras más historias humanas cuentes, mas pones al lector dentro de la cabeza de alguien más y le das visión interna. Para lograr eso no puedes usar el lenguaje tan directo del periódico. Tienes que tratar de encontrar otras vías. Siempre trato de describir la situación tal cual es. Trato de encontrar oraciones que creo cuentan la historia de la mejor manera. Hasta mis artículos son más literarios que las historias ordinarias nuevas. MJ: Usted se maneja muy exitosamente para mantener su tendencia política fuera de la narrativa. ¿Fue eso deliberado? ¿Y fue difícil? AS: No es tan difícil. No hay periodista sin opiniones, y no existe la verdadera objetividad, pero podemos acercarnos a ella. Si yo fuese más vieja, tal vez sería más aguda, pensaría está bien, ahora lo sé. Al ser relativamente joven, estoy aquí para aprender. Me gustaría que mi libro le diera a las personas visión interna de la guerra antes y después, pero pienso que nadie podría leer mi libro y de pronto cambiar su pensamiento acerca de la guerra. Quiero escribir para todos. MJ: ¿Piensa usted como si estuviese compartiendo su verdadera opinión? AS: Al ser corresponsal de guerra, y haber cubierto cuatro guerras, se que las guerras muy pocas veces resuelven las cosas. Mira a Chechenia. Comenzó como una pequeña invasión hace diez años, y ahora 10 % de la población ha sido asesinada en 10 años. La ocupación ha sido tan dura y ahora ellos recurren a los ataques terroristas, lo cual también es nuevo. Eso no ha resuelto nada. Kosovo es un desastre. Afganistán es un desastre. Creo que las consecuencias de una guerra son tan rudas que debería ser siempre el último recurso. En esta guerra los Estados Unidos no lo intentaron todo. Los inspectores de armas de las Naciones Unidas estaban rogando que les dieran más tiempo. Y no hubo nada que Saddam Hussein pudo haber hecho en esos meses. ¿Cuál era el apuro cuando ves lo que está pasando hoy? No había un plan para la paz. Pienso que esa es una de las peores cosas, que había todo ese gran apuro y obviamente no había coordinación, ni siquiera tropas suficientes para mantener segura la ciudad. MJ: ¿Qué es lo próximo para usted? AS: Me voy a tomar un tiempo libre. Ha sido mucho, escribir dos libros y cubrir tres guerras en los últimos cinco años, y cuatro guerras en diez años. Necesito recuperarme. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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