martes, 11 de agosto de 2015

Visiones de una barbería

Conocía la expresión y el tono de voz de su padre cuando le miraba el cabello, el veredicto de dos dedos por debajo de su línea imaginaria en la nuca, le indicaba que era ocasión de regresar al recinto de Salvatore. “Porque ya te pareces a los Beatles”. Su trauma con aquella habitación, donde una silla gigantesca dominaba desde el escarlata de su cojín las dos ventanas frontales que retrataban la calle Bolívar y los árboles de la plaza, además de una mesa de recibo atiborrada con periódicos y revistas hípicas en dirección a una tercera ventana que ambientaba el gorjeo de algunos cucaracheros que saltaban sobre un camino de adoquines, se remontaba a la mañana cuando Mario lo llevó a la entrada de cemento pulido, todo parecía tan inmenso que Luis pensaba tener que correr para llegar al centro de la habitación. Mario tuvo que devolverse y tomarlo de la mano para acercarse al hombre pequeño de cabellos grises y bigotes recortados. Salvatore deslizaba la navaja sobre un pedazo de cuero colgante del brazo de la silla. Luis estuvo a punto de soltarse de la mano de Mario y escapar hacia la plaza. El reflejo de la luz solar en el filo de la navaja le hacía imaginar que se hallaba en dificultades. Por más que Salvatore intentara recordar unos cuentos de su infancia y hasta tomó un estuche polvoriento de una repisa lateral a la ventana de los cucaracheros, Luis continuaba con el rostro encajado en el pecho y los ojos a punto de lluvia. Mario abrió el estuche y el más fulgurante clarinete saltó desde la muesca aterciopelada, con algo de pausa sacó el instrumento y lo puso en las manos brillosas de Glostora de Salvatore. ¿Crees que tengas pulmones para tocar ‘Volare’? Los ojos de Luis empezaron a levantarse y se desorbitaron cuando Salvatore arrebató el clarinete con fuego en las pupilas. A medida que la lírica de Modugno reventaba en la voz de Mario, el clarinete soltaba una música que terminó por hacer sonreir a Luis, a pesar de que el tono bermejo en los pómulos de Salvatore parecía indicar la inminencia de un ataque cardíaco. La maravilla de aquel momento, la sorpresa de conocer una cualidad de su padre, le hizo olvidar un poco la navaja. Por eso parecía frenarse bajo el marco de la puerta, para luego correr hacia la ventana interna, cada vez que regresaba a la barbería. Alfonso L. Tusa C. 7 de Agosto, 2015.

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