lunes, 3 de agosto de 2015

Entrevista con Jack Lemmon

Roger Ebert. 8 de marzo de 1981. Jack Lemmon tendría que estar bromeando cuando dice que no se parece a Scottie Templeton. Se aparece exactamente a Scottie Templeton. Pero aquí está negándolo: “Nunca sabes cuanto te pareces a un personaje. De verdad. Lo juro. Es natural preguntar, supongo…pero siendo honesto con Dios, no sé donde termina el personaje y donde empiezo yo…” Todo esto se dice en el tono más amigable, como si Lemmon pudiera ver a Scottie Templeton asomándose detrás de nosotros y no quisiera nada para ofenderlo. Scottie Templeton es el personaje que Jack Lemmon interpretó en la obra “Tribute” en Broadway, y ahora lo interpreta de nuevo en una nueva película, la cual se estrena el viernes en Chicago y le ha ganado a Lemmon una nominación para el Premio de la Academia por Mejor Actor. Scottie es un agente de prensa de Broadway, un hombre voluntarioso, un tipo cálido quien le teme a la intimidad, un tipo con un millón de amigos pero no le pregunten en que está pensando, él solo bromeará sobre eso. En la película, Scottie descubre que está muriendo de cáncer, y que tiene una limitada cantidad de tiempo para establecer contacto humano con una esposa que se ha divorciado de él, un hijo quién lo odia y una ciudad llena de amigos quienes lo quieren como a una especie de payaso de la corte. Scottie es un tremendo tipo, adicto a los planes grandiosos, a los gestos románticos tontos y a hacer cualquier cosa para evitar el horror de tener que estar solo en casa toda la noche. Ese es Scottie Templeton. ¿Por qué insisto en que Jack Lemmon se parece tanto a él? Lo hago completamente por instinto. No conozco bien a Lemmon, pero de alguna manera siento que es así cada vez que me reuno con él. Él es amigable, divertido, cálido e inteligente. Es el tipo de persona a quién desearía tener en el asiento del lado en un largo vuelo o en un prolongado secuestro. Pero hay…algo reservado, en medio de toda la animación. Jack Lemmon es más fácil de reunirse, hablar, entrevistar, pasar el tiempo, que casi cualquier otro actor que haya conocido, pero siempre he percibido una zona silenciosa dentro de él. Hay reservas de dolor y heridas en algún lugar de su interior, y él puede hacer de payaso tan bien precisamente porque no es el payaso que algunas veces le gusta parecer. Y ese es precisamente el tipo de persona que Scottie Templeton es en “Tribute”. Esta es una película que ha recibido críticas encontradas. Tengo una amiga que sollozó y se sopló la nariz por dos días después de ver la película, y estaba llena de recurrentes memorias de su padre. Tengo otro amigo quien pensó que la película era pura basura sentimental. Sé que hay personas que piensan que la película es una colección de clichés de obras famosas de Broadway, y otros que sienten escalofríos durante la escena donde el hijo de Scottie Templeton le pregunta a su madre furioso porqué él debería amar a su padre, y la madre con fiereza le responde: “Porque él está muriendo”. Jack Lemmon fue a Chicago para una entrevista acerca de “Tribute” porque, dijo él, está orgullos de su trabajo en la película. “Estoy en un buen momento ahora”, dijo una noche no hace mucho, al sorber vino blanco en su suite del Ritz Carlton. Lucía como a menudo luce, cansado y amigable con la posibilidad de alguna salida bromista en reserva. “He tenido dos grandes películas seguidas: “Síndrome de China” y “Tribute”. Antes de eso hice una película llamada “Alex and Gipsy”, la cual me gustó, le gustó a mi esposa y también a mi agente, y mi respuesta es que es la única de las tres donde estoy absolutamente seguro de que no fue un caso de tratar de hacerme sentir bien por mi actuación en ella”. Se puede ver el proceso reflexivo ejecutado en una declaración como esa. El orgullo en su trabajo, y luego la manera como Lemmon se echa a un lado, rie y se llena de humanidad en vez de ser un actor elogiándose a si mismo. Scottie Templeton entendería una línea como esa. “Quise hacer “Tribute” en Broadway desde la primera vez que leí la obra. No había hecho teatro en …caramba, ¿cuanto tiempo hacía? ¿Dieciocho años? Es duro comprometerse con una obra de Broadway. Tienes que mudarte de tu casa, y encontrar otra, y mudar a los niños a otra escuela, y entonces nunca sabes, si la obra se va a presentar por siempre, o se va a caer de nalgas. Pero con “Tribute”, respondí tan directamente a este material que les dije que quería hacerla”. Él se frotó la barbilla y luego usó sus dedos para masajear la piel de sus sienes. Es un gesto de Lemmon que se ve todo el tiempo en sus películas. Significa que está a punto de soltar algo que es un poco difícil de decir. “La obra trata de un padre y un hijo en el proceso de conocerse. Bien…Nunca me llevé muy bien con mi padre cuando yo era joven. Yo quería ser actor y ¡Jesús! Esa era la última cosa que él tenía en mente para mí. No fue hasta que tuve alguna estatura en mi profesión que fui capaz de regresar a él, seguro de mí, y hablarle en vez de culparlo. Resolvimos todo y quedamos en buenos términos. Hicimos un largo viaje por Europa, solo los dos. Eso fue seis meses antes que el descubriera que tenía cáncer. Murió alrededor del momento cuando yo iba a empezar “Tribute” en Broadway. Así..así que puedes ver. Puedes ver lo que quiero decir”. Lo que, era tan bueno sobre la relación padre-hijo en la película, le dije, era que ustedes podían ver que el verdadero problema entre el padre y el hijo no eran los disgustos, o los malentendidos. Ellos se entendían muy bien. Se trataba de competitividad. “Oh, si. Scottie tiene que retar a todo el mundo. No para vencerlos, sino para mantenerse en el juego”. ¿Qué fue lo más difícil de interpretar el personaje? ¿Fue pensar en el paralelismo entre la obra y… “¿Mi vida? No, cuando interpreto un papel, interpreto un papel. Lo más dificil fue un asunto técnico. De la manera como Bernard Slade escribió Scottie (y me gustó la manera como lo escribió), él era un tipo que llevaba todo por dentro. De la manera como está construido él no anda por ahí revelando sus sentimientos todo el tiempo. Él es un jugador de poker. Se puede estar derrumbando por dentro, y parecer tener todo bajo control por fuera. Había cambios repentinos de dirección en sus emociones. Sin transiciones. Él es totalmente impredecible. Hay momentos cuando él suelta monosílabos, hace una rutina de pie en su propia sala, y de pronto se voltea, y se puede ver el dolor y la rabia internos”. “El problema ahí es técnico. Un actor no puede mostrar como se enfurece. Y a la vez un actor simplemente no puede cambiar de los monosílabos a la rabia y esperar que la audiencia lo siga. Por lo que la rabia tiene que estar solapada. Aún así Scottie es tan buen actor como para permitirse proyectar lo que los periodistas llaman ‘rabia levemente escondida’. Hay una línea muy fina a ser cruzada ahí…eso era un reto, y mucha diversión, tratar de encontrar esa línea y cruzarla”. Esto es otro contexto, le dije. ¿Cuáles son las tres cosas a mirar en una buena actuación en la pantalla? “¿Por qué tres?” ¿Cuatro? “Está bien, tres. Número 1: El mejor actor de la pantalla para mí, sin ninguna pregunta capciosa, no fue Spencer Tracy, sino Robert Donat. Y lo que lo hacía tan bueno era que siempre parecía actuar en la primera toma de la escena. Se tenía la percepción de que nunca había dicho esas particulares palabras antes. Número 2: Se debe sentir que la película fue filmada en secuencia, aún si no fuese así. Se debe creer que las escenas fueron interpretadas en orden cronológico, sin pequeños sobresaltos de emoción. Número 3: Robert Donat tenía esto también, la maravilla de hacernos pensar que las cosas le estaban ocurriendo realmente”. “Sin embargo, si tengo un modelo entre los actores, no sería debido a su estilo, cada quien tiene su estilo, sino por su actitud. Esto es una profesión, y admiro a los profesionales. Mire a Olivier, aun da que hacer y viaja lejos. Mire a Hank Fonda, a punto de actuar en una obra a los 75 años. Se lo toma con total normalidad. Yo no veo ningún retiro para mí, hasta que un camión o un productor me pase por encima. Seguiré adelante”. “¿Por qué? No lo sé. Nunca he sido psicoanalizado. No confío en las personas quienes lo han sido. Si las personas realmente entienden porque actúan…¿Cómo se puede creer que esa es la razón por la que actúan de una manera? Cualquier razón que yo tenga para actuar va más allá del disfrute. Es una necesidad practicar mi destreza. Y entonces, cada dos años me voy de pesca por tres semanas a Alaska. Tres semanas es todo lo que puedo desconectarme”. ¿Es algo como lo que hace con Walter Matthau? Le pregunté. Usted ha trabajado con él más que con cualquier otro actor. “Y voy a trabajar con él otra vez, nuestra próxima película. Esta es “Buddy-Buddy”, dirigida por Billy Wilder, con guión de I.A.L Diamond. El viejo equipo está de vuelta en el negocio. ¿Pero que hace a Matthau mantenerse activo? Walter está preocupado por conseguir dinero suficiente para ir a la pista. En esta nueva película yo interpreto al inspector del canal CBS, y Walter es un golpeador profesional. Mi esposa trabaja en ’60 Minutes’, ella ha salido a una de esas terapias sexuales de California con masajes de pie y envases de mantequilla, y ella nunca ha regresado. Así, que enloquezco y llamo al doctor, entonces Walter no puede tener ninguna atención hacia el hotel, por lo que me va a matar…” Él salvó su vida una vez, ¿no? ¿Walter? ¿Con la maniobra de Heimlich? ¿Cuándo usted se estaba asfixiando? “Él no sabía diferenciar la maniobra de Heimlich de un hueco en el suelo. Ambos estábamos de paseo en el campus de Brigham Young University, con un grupo de estudiantes de drama, y alguien me dio uno de esos antiguos caramelos de menta, y me atasqué con él. Se me atoró en la garganta. Walter estaba siendo divertido, con los monosílabos. Yo me estaba poniendo azul. Cai sobre mis rodillas. Walter decía, ‘Todo bien, todo bien. Me detendré. Vamos a cenar’. Me estoy muriendo. Me levanto y señalo mi garganta. Él reía. Caí de rodillas otra vez. Me estaba desmayando. Entonces el caramelo se disolvió y pude respirar otra vez. Walter conocerá bien la maniobra de Heimlich la próxima vez que ocurra. ¡Salvó mi vida!” ¿Le pasó toda su vida como una película frente a sus ojos? “No, solo la urgencia de patear a Walter en las nalgas”. Jack Lemmon sonrió y se sirvió un poco más de vino blanco. “Todo siempre desemboca”, dijo él “en la actuación, y la muerte. También en otras cosas, por supuesto, pero esas dos sobresalen. Los actores son todos morbosos. Déjame contarte una historia”. Sorbió su vino y se incline hacia adelante, en el círculo de luz sobre la mesa. “Edmund Gwenn era un gran actor. Ganó un Oscar por ‘Miracle on 34th Street”. George Seaton dirigió esa película. En su vejez, Gwenn se convirtió en un hombre muy orgulloso y no iba a la casa de los actores viejos. Él no tenía familia. Seaton era el mejor amigo que tenía en el mundo. Él desapareció, y Seaton lo encontró finalmente en un apartamento de agua fría en Brighton, Inglaterra. Estaba enfermo. Seaton al fin lo llevó a la casa de los actores viejos, y un día le hablaron al lado de la cama. Teddy, ellos lo llamaban Teddy Gwenn, estaba muriendo. Seaton se acercó a la cama. “George, ¿eres tú?” preguntó Gwenn. “Si, Teddy”. “Me temo que voy a morir, George”. “Lo sé, Teddy”. “Debo decirte, George, que no me gusta eso. Lo detesto. No hay posibilidad de algo maravilloso para mí. Es terrible y lo odio”. “Lo sé Teddy. Imagino que morir puede ser muy malo”. “Si, George, lo es. Pero no tan malo como hacer comedia”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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