lunes, 15 de agosto de 2016

Bobby Ryan Delantero/ Senators de Ottawa

The Players’ Tribune. 27-07-2016 Querida Mamá, Te perdí hace pocos días, y ya te extraño mucho. Aunque tuve la oportunidad de despedirme, todavía hay muchas cosas que me gustaría decirte. Muchas personas conocen la historia de nuestra familia. Saben de cómo papá te asaltó cuando yo era un niño pequeño y como nuestra familia terminó mudándose a California t cambiando nuestros nombres para evitar que él fuese a la cárcel. Saben como él fue eventualmente atrapado y como tú y yo tuvimos que salir adelante por nuestra cuenta. Y saben como terminé siendo jugador profesional de hockey en la NHL a pesar de todo. Si, muchas personas nos han preguntado por esa historia, pero pienso que pocas personas saben de tu historia. Yo tenía 12 años cuando papá fue apresado y se tuvo que ir lejos. Antes de eso, el había sido la cabeza de familia. Todo giraba en torno a él. Pero después que se fue , de pronto te hiciste cargo de más de lo que probablemente pensabas hacer, más de lo que cualquier padre debería hacer. No entraste en pánico. Siempre parecías tener el control, aunque pudieras sentir que no era así. E hiciste un trabajo sorprendente. Solo, un trabajo sorprendente. Cuando pienso en ti, no pienso en lo que papá te hizo. No pienso en lo asustados que estábamos cuando él fue apresado. No pienso en nada de eso. En lugar de eso, la primera cosa que me viene a la mente, es California Pizza Kitchen. Sé que estarías riéndote ahora al escuchar la mención de eso. California Pizza Kitchen era nuestro lugar. Cuando estábamos por nuestra cuenta, teníamos muchos problemas financieros y no podíamos pagar mucho más allá de lo básico. Pero constantemente guardábamos dinero para que cada dos semanas pudiéramos salir a cenar juntos. Siempre íbamos a California Pizza Kitchen, usualmente de tarde para aprovechar el especial de la hora feliz.: Una ensalada Cesar y una pizza. Colocábamos la orden, y entonces…conversábamos. En ese momento recuperábamos el tiempo que permanecíamos separados porque tenías dos trabajos. En esa ventana del tiempo, no éramos pobres. No estábamos bravos o tristes. Éramos una familia. Por supuesto, siempre hablábamos de hockey mientras comíamos. Eso era algo que de verdad consumía la vida de ambos porque aunque los tiempos eran duros, el hockey era algo positivo que podíamos compartir. Y no podía haber pedido por una mejor madre seguidora del hockey. Nunca me gritabas o tratabas de corregirme, y siempre sabías cuando yo necesitaba una animadora. Me entendías de una forma como nadie más lo hacía. A veces te abrías acerca de nuestras dificultades financieras, pero nunca para poner una carga sobre mí Yo sabía que estabas extenuada. Podía verlo, Trabajabas 16 horas diarias para que yo pudiera alcanzar mi sueño de hacerme jugador profesional de hockey. Conseguiste un trabajo como asistente del gerente general de la pista de patinaje artificial durante el día para que yo pudiera patinar gratis, y trabajabas en el escritorio de confirmaciones de una aerolínea por las noches para que yo pudiera volar y asistir a los torneos en las giras de mi equipo. Y de alguna manera también encontrabas tiempo para hacer las tareas escolares conmigo, prepararme la cena y enseñarme a ser un hombre. Yo siempre trataba de darte algún dinero cada vez que me pagaban el cheque de mi trabajo a medio tiempo en la tienda de implementos deportivos, pero nunca lo aceptabas. Me decías que pagar las cuentas era tu responsabilidad. Solías hacerme reir cuando decías que un día yo te compraría una casa maravillosa. Te hacías cargo de las cosas en ese momento, decías, pero eventualmente yo tendría la responsabilidad. Ahora que te fuiste, siento que fui privado de la oportunidad de hacerme cargo de ti de la manera que yo quería. Yo sabía que venía mi turno. Aunque sabía que nunca podría pagarte por lo que me diste, buscaría darte lo mejor mientras envejecieras. A veces cuando salíamos a cenar, también hablábamos de las muchachas. Debido a nuestra situación, tratábamos de mantener un bajo perfil. Yo no tenía vida social, pero aún así tratabas de asegurarte que tuviera las destrezas sociales de un adolescente normal. No las tenía, pero al menos tratabas de transmitírmelas. Sabías que yo tenía el ojo puesto en algunas de la patinadores de la pista, así que cada vez que una muchacha iba a la tienda a comprar patines, te asegurabas de que yo estuviese detrás del mostrador. Yo era muy torpe y timorato en esas situaciones, pero sé que era divertido para ti observarme tratar de salir adelante. Fuiste una gran motivadora, mamá. Sacrificabas tu felicidad para asegurarte de que yo no tendría que sacrificar la mía. Doce años es una edad difícil. Es una especie de punto de inflexión, cuando los niños empiezan a adoptar los hábitos que tendrán en la adultez. Tampoco era que yo era un niño modelo. Yo estaba molesto y confundido. A veces me metía en peleas o tenía arranques de furia. Pero nunca dejabas que esas cosas pasaran desapercibidas. Siempre me mantenías consciente. Me dabas el espacio que yo necesitaba para ser adolescente, pero también aparecías cuando necesitaba aprender una lección. Básicamente, me enseñaste mucho acerca de lo que significa ser un buen padre. Mientras reflexiono sobre nuestro tiempo juntos, hay algo que necesito decirte, y que el mundo me lo oiga decir: Gracias mamá. Muchas gracias. Gracias por poner tu vida a un lado por varios años para que yo pudiera ser feliz. Sé que no tenías a nadie que te apoyara, pero entendías lo mucho que te necesitaba, y me diste todo. Gracias por mostrarme lo que significa ser un profesional, por mostrarme que no importa cual obstáculo puedas enfrentar, el mejor enfoque siempre es bajar la cabeza e ir a trabajar. Gracias por ayudarme por ayudarme en octavo y noveno grado cuando ninguno de los dos sabía lo que estábamos haciendo con las tareas escolares. Aún no puedo creer que sacamos 3.0 de nota. Gracias por juagar tantos papeles en mi vida. Fuiste mi único padre por tanto tiempo, pero cuando llegó el momento fuiste capaz de dejarme ir para que conociera el mundo por mi cuenta. Sé lo difícil que fue eso para ti. Una de las razones más grandes por la que estoy donde estoy hoy se debe a que me pusiste en la posición de salir adelante. Y no solo de tener éxito, sino de hacerlo por mi cuenta. Gracias por darme la bendición cuando te pregunté que pensabas acerca de mi intención de casarme con mi esposa, Danielle, aunque tú y yo nunca conversamos de que ella tomaría el cargo de la principal mujer de mi vida. Habías sido la persona más importante de mi vida por tanto tiempo, yo sabía que era un gran paso. Y tu apoyo mientras yo creaba una vida propia significó todo para mí. Finalmente, gracias por el regalo que fue los dos días que pasaste con Riley, tu primera nieta, antes de marcharte. Aunque ella solo tenía seis semanas de dad, estoy muy feliz de que la hayas conocido y de que también te despidieras de ella. A medida que crezca, le voy a contar de ti y del amor que tenías en tus ojos cuando la sostuviste por primera y última vez. Cerca del final de tu batalla con el cáncer de hígado, sé que hubo algunos días rudos cuando estabas muy enferma para comunicarte, pero también hubo un par de días que fueron perfectos. Estabas alerta y conversadora, hasta te levantaste de la cama. Solo estábamos los dos, y ambos sabíamos que probablemente sería la última vez que tendríamos una conversación. Recuerdo que me dijiste que estabas tratando de no llorar. Y dije, “Bien, porque nosotros no hacemos eso”. Entonces reimos. Y tuve una oportunidad final de decirte cuanto te amo. Con las circunstancias de mi niñez, hubo muchas maneras en las que pudo encaminarse mi vida. Hubo muchas ocasiones cuando pude haber tomado la dirección equivocada, Pero en vez de eso, he alcanzado todos mis sueños. Cada uno. Y eso se debió todo a ti. Te amo mucho mamá. Te extraño. Con amor. Bobby. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

No hay comentarios:

Publicar un comentario